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Diario de una Bandera-Comandante Franco - Zona Nacional

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«El capitán <strong>Franco</strong> (se trata <strong>de</strong>l actual Teniente General <strong>Franco</strong> Salgado), <strong>de</strong> la primera<br />

Compañía, es herido también en el avance.»<br />

El <strong>Comandante</strong> <strong>Franco</strong> era así: resuelto y ardoroso, pero a la vez reflexivo, guarnecido <strong>de</strong> las<br />

mejores cautelas y poco dado a la efusión.<br />

Alg<strong>una</strong> vez, sin embargo, la emoción pue<strong>de</strong> más que su voluntad. Se le encrespa la sensibilidad<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l ánimo y a punto está <strong>de</strong> acabar en lágrimas. ¡Pero ya no había lágrimas! Fue cuando murió<br />

Fontanes, el bravísimo Fontanes, comandante <strong>de</strong> la Segunda Ban<strong>de</strong>ra.<br />

“La noche es triste en Ambar -dicen las notas <strong>de</strong> esta jornada-. El comandante Fontanes está<br />

herido muy grave. Todos saben lo que significa <strong>una</strong> herida <strong>de</strong> vientre con el hospital tan lejos. El doctor<br />

Pagés es toda la preocupación <strong>de</strong>l herido. El podría salvarle. En la Legión se siente admiración por este<br />

notable cirujano que ha librado a tantos legionarios <strong>de</strong> <strong>una</strong> segura muerte. Por eso piensa en Pagés el<br />

bravo comandante <strong>de</strong> la Segunda Ban<strong>de</strong>ra.»<br />

“En la madrugada <strong>de</strong>l 20 muere en la posición el heroico comandante. La Legión está <strong>de</strong> luto.<br />

Ha perdido uno <strong>de</strong> sus mejores jefes. Los soldados están tristes. Sus ojos no lloran porque en sus cuencas<br />

ya no quedan lágrimas. ¡Han visto caer a tantos oficiales y camaradas!»<br />

La muerte <strong>de</strong> Fontanes había <strong>de</strong> conmover forzosa y muy especialmente al comandante <strong>de</strong> la<br />

primera Ban<strong>de</strong>ra. ¿Por qué, si a diario iban cayendo otros muchos, sin que <strong>Franco</strong> perdiera ni <strong>una</strong><br />

brizna <strong>de</strong> la impavi<strong>de</strong>z y <strong>de</strong>l exterior sosiego que ya le iban haciendo famoso?... Sí; bien; pero Fontanes<br />

no era un muerto más, no era un héroe más, cuyos gloriosos <strong>de</strong>spojos cubriría la greda marroquí, sino<br />

uno <strong>de</strong> los elegidos, es <strong>de</strong>cir, uno <strong>de</strong> los que habían entendido cabal y profundamente el sentido histórico<br />

<strong>de</strong> todo aquello que estaba aconteciendo al otro lado <strong>de</strong>l Estrecho <strong>de</strong> Gibraltar. Como lo entendía -lo<br />

recuerdo a título <strong>de</strong> admirable ejemplo- otro gran soldado que se llamó José Valdés, el <strong>de</strong> Malalíen, el<br />

que cayó en la retirada <strong>de</strong> Xauen. También para Valdés hubiera tenido el <strong>Comandante</strong> <strong>Franco</strong> duelos<br />

irreprimibles.<br />

Pero tras las brevísimas ráfagas <strong>de</strong> emoción, <strong>de</strong> humor o <strong>de</strong> apretada ira que, por excepción,<br />

interrumpen los relatos <strong>de</strong>l DIARIO, vuelve éste a su sequedad militar. En <strong>una</strong> <strong>de</strong> las páginas escribe<br />

el autor:<br />

«En la guerra hay que sacrificar el corazón.»<br />

¡Sacrificar el corazón! En tal ejercicio, casi ascético, se forjará el temple <strong>de</strong> <strong>Franco</strong>. Al corazón le<br />

or<strong>de</strong>nará «silencio» durante los largos días y las interminables noches <strong>de</strong> Uad Lau, en lucha permanente<br />

con el tedio y con la melancolía, que son los peores enemigos <strong>de</strong>l soldado. «Silencio» le impondrá,<br />

igualmente, ante los espectros <strong>de</strong> los españoles cruelmente martirizados en Nador, en Zeluán y en Monte<br />

Arruit... «Silencio»... le mandará cuando llega, con su Ban<strong>de</strong>ra, al poblado <strong>de</strong> Abbada, y ve allí,<br />

«junto a <strong>una</strong> pared, los restos <strong>de</strong> unos cadáveres, y, sobre ellos, en el blanqueado muro, los impactos <strong>de</strong><br />

los disparos salpicados <strong>de</strong> sangre». El joven comandante anota en su DIARIO:<br />

«Una ola <strong>de</strong> indignaci6n pasa por nosotros. ¡Que hagan alto los legionarios y no entren en el<br />

poblado! ¡No vean tanta infamia y estropeen la política!»<br />

Dura disciplina la <strong>de</strong>l sacrificio <strong>de</strong>l corazón, pero el <strong>Comandante</strong> <strong>Franco</strong> gana esa batalla sobre<br />

sí mismo.<br />

Desfilan en los diarios apuntes los combates <strong>de</strong> Las cercanías <strong>de</strong> Melilla, los <strong>de</strong> Sebt, Atlaten,<br />

Taxuda, Ras-Medua, Tuguntz, Tikermin, Dríus y otros más; toda aquella campaña inolvidable. El<br />

comandante <strong>de</strong> la Primera Ban<strong>de</strong>ra apenas habla <strong>de</strong> sí mismo. No redacta el DIARIO para alabarse<br />

diciendo maravillas <strong>de</strong> su mando, sino para mostrar, con inmarcesible ejemplo, cómo han <strong>de</strong> ser las<br />

fuerzas espirituales que salvarán a España.<br />

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