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Caravaggio Una vida sagrada y profana - Taurus

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<strong>Caravaggio</strong><br />

<strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong><br />

Andrew Graham-Dixon


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

<strong>Taurus</strong><br />

Páginas: 584/ Precio: 24 €<br />

Colección: Memorias y biografías<br />

Formato: Cartoné, 15 x 24 cm<br />

Incluye cuadernillos de imágenes<br />

Para ampliar esta información<br />

puedes contactar con:<br />

María Santamaría Martín<br />

T 677 923 318<br />

santamaria@santillana.es<br />

Andrew Graham-Dixon<br />

A<br />

ndrew Graham-Dixon lleva más de 25 años escribiendo sobre<br />

arte en la prensa británica, primero en el Independent y más<br />

recientemente en el Sunday Telegraph. Ha publicado varios<br />

libros de éxito, entre ellos A History of British Art y<br />

Renaissance, y ha recibido en dos ocasiones el Hawthornden<br />

Prize, el más prestigioso premio británico de literatura sobre arte.<br />

Actualmente es uno de los principales especialistas en arte de la<br />

televisión británica, y ha presentado siete importantes series para la<br />

BBC. Ha estado investigando sobre la <strong>vida</strong> y el arte de <strong>Caravaggio</strong><br />

durante más de diez años. Este libro recoge el resultado de ese trabajo.<br />

www.andrewgrahamdixon.com<br />

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Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

La palabra y la pintura<br />

L<br />

a obra pictórica de <strong>Caravaggio</strong> es tan intensa y valiosa, y ha<br />

ejercido una influencia tan decisiva en la pintura de los<br />

últimos cuatro siglos, que por sí sola justificaría el interés de<br />

una biografía sobre el autor. Pero además de su inmenso<br />

potencial artístico, <strong>Caravaggio</strong> tuvo una <strong>vida</strong> sumamente inquieta,<br />

convulsa y llena de pendencias, que hacen de su existencia un<br />

trepidante vaivén de fulgurantes fogonazos que —como en el más<br />

intenso de sus claroscuros— destacan en la oscuridad. Enemistades,<br />

rivalidades, disputas, agresiones, asesinatos, vendettas: casi toda la<br />

documentación que existe en torno a la <strong>vida</strong> de <strong>Caravaggio</strong> es de tipo<br />

judicial. Sobre muchos de estos episodios se han propuesto múltiples<br />

conjeturas; en tiempos recientes han tenido lugar una serie de<br />

descubrimientos documentales que Andrew Graham-Dixon, durante<br />

los diez años que ha invertido en la composición de este libro, ha podido<br />

incorporar para conformar una nueva —y fascinante— visión holística<br />

de <strong>Caravaggio</strong>:<br />

Pero no habría podido tener en cuenta los numerosos descubrimientos<br />

documentales de los últimos años —hallazgos extraordinarios que, en<br />

conjunto, han transformado nuestros conocimientos sobre <strong>Caravaggio</strong>, en<br />

especial de sus últimos años—. Como esos descubrimientos se han dado a<br />

conocer poco a poco, con frecuencia en publicaciones privadas o académicas<br />

de difusión reducida, me he encontrado en la afortunada y poco habitual<br />

situación de escribir sobre uno de los mayores artistas de la historia cuatro<br />

siglos después de su muerte y, no obstante, poder utilizar importante material<br />

documental del que no disponían los biógrafos anteriores.<br />

Naturalmente, la reconstrucción «detectivesca» de los episodios<br />

oscuros y turbulentos de la <strong>vida</strong> de <strong>Caravaggio</strong> no es el único eje del<br />

libro: en realidad son los cuadros las auténticas columnas sobre las que<br />

se articula la biografía. Por una parte, se explican las circunstancias<br />

vitales en que fue elaborado cada cuadro —quién lo encarga, para qué o<br />

dónde, qué condiciones de trabajo implica, etcétera—; por otra, se hace<br />

un exhaustivo análisis iconográfico y artístico del cuadro en cuestión,<br />

análisis que logra un magnífico equilibrio entre el rigor académico y la<br />

divulgación de calidad para un lector no necesariamente especializado.<br />

Sirva como ejemplo la exégesis del cuadro El beso de Judas.<br />

Los artistas anteriores con frecuencia habían imaginado el prendimiento<br />

como la caótica escena de un tumulto, confundiendo la vista con multitud de<br />

soldados y los aterrorizados discípulos. La nueva técnica de <strong>Caravaggio</strong> del<br />

enfático chiaroscuro era el recurso perfecto para evitar tales complicaciones<br />

innecesarias. Aquí lo utilizó como riguroso medio de exclusión con objeto de<br />

enfocar la atención sobre las figuras que constituyen el drama y relegar a las<br />

sombras todo lo demás. En su interpretación, la historia se convierte en un<br />

conflicto entre el bien y el mal, la inocencia y la maldad. El semblante pálido,<br />

delicado, emocionalmente sensible de Cristo contrasta con la cara atezada y<br />

3


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

El claroscuro de un genio maldito<br />

4<br />

un tanto brutal de Judas. En los ojos entrecerrados de Cristo hay una gran<br />

tristeza mezclada con resignación. En el momento de la traición, Judas<br />

parece lamentar el acto fatal que acaba de cometer. Mira al vacío como un<br />

hombre poseído, como si ya le obsesionara la culpa que no tardará en<br />

conducirle al suicidio.<br />

El beso de Judas. «El rostro de Cristo, pálido, delicado, sensible<br />

emocionalmente, contrasta con la cara ordinaria y más oscura de<br />

Judas».<br />

El libro presenta una estructura cronológica. Se divide en cinco<br />

partes, cada una correspondiente a un periodo de tiempo (y también a<br />

un lugar determinado: Milán, Roma, Nápoles, Malta, Sicilia…). A<br />

medida que se suceden los episodios que componen la <strong>vida</strong> del artista,<br />

se imbrican en la narración los análisis de los cuadros que <strong>Caravaggio</strong><br />

va pintando. Gracias a esta disposición lineal tanto de la existencia<br />

como de la obra se podrán trazar algunas interesantes relaciones entre<br />

el devenir tumultuoso de la <strong>vida</strong> de <strong>Caravaggio</strong> y su evolución artística.<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> es, en definitiva, una<br />

documentadísima biografía del insigne pintor, en la cual se incluye la<br />

reproducción a color de 88 ilustraciones para poder disfrutar del<br />

análisis pictórico que traza Graham-Dixon. Además, el libro contiene<br />

otra documentación, como por ejemplo diversos mapas de los lugares<br />

que habitó <strong>Caravaggio</strong>, o un amplio comentario de textos<br />

especializados sobre el pintor para lectores no especializados que<br />

quieran profundizar en su <strong>vida</strong> y su obra.<br />

M<br />

ichelangelo Merisi nació en el pueblo lombardo de<br />

<strong>Caravaggio</strong>, cerca de Milán, en 1571. Poco se sabe de sus<br />

primeros años de <strong>vida</strong>, pero los escasos datos que se<br />

conocen de su familia y juventud son útiles para dar con<br />

algunas de las claves de su turbulenta personalidad. De ese periodo


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

comprendido entre 1571 y 1592 tratará la primera parte del libro. En<br />

ella el lector conocerá los orígenes modestos del pintor (su padre era<br />

albañil), aunque de una modestia relativa dadas las conexiones que<br />

tenían sus padres con las poderosas familias milanesas de los Sforza y<br />

los Colonna. <strong>Caravaggio</strong> acudió muchas veces a Constanza Colonna,<br />

que fue un apoyo constante para él en sus tiempos de crisis, penurias y<br />

huidas. En realidad lo trataba como a un protegido especial, casi como<br />

a un hijo. Esta ambigua relación de <strong>Caravaggio</strong> con la nobleza tuvo<br />

especial trascendencia en varias de sus futuras disputas, ya que el<br />

estatus social tenía gran importancia en la sociedad estamental de su<br />

época, y él reivindicó un prestigio que no todos reconocieron, lo cual<br />

desataría su cólera en más de una ocasión.<br />

Otro aspecto fundamental de esta época es el ambiente<br />

ideológico que se respiraba en el Milán de la Contrarreforma, guiado<br />

con mano férrea por el cardenal Carlo Borromeo:<br />

Hay buenas razones para creer que los actos e ideas de Carlo Borromeo<br />

ejercieron una profunda influencia en la formación de <strong>Caravaggio</strong>, un artista<br />

cuyo mayor don sería un naturalismo de una fuerza y una intensidad sin<br />

precedentes, muy acorde con los ideales de la Contrarreforma que se habían<br />

difundido en la ciudad de su juventud. El tipo de fe de Borromeo —que<br />

significaba poner a Cristo en el centro de la <strong>vida</strong> de cada uno, no de una forma<br />

abstracta, sino tan concreta como fuera posible— se apoyaba esencialmente<br />

en un proceso de proyección mental idéntico al requerido por la pintura.<br />

Borromeo postuló un arte religioso que evitase la excesiva<br />

intelectualización de la fe, propia del primer Renacimiento, y que<br />

apelase a la fe del pueblo de forma directa, teatralizada, que resaltase<br />

con la intensidad necesaria el sufrimiento y sacrificio de Cristo. Esta<br />

apuesta estética de Borromeo queda perfectamente ilustrada en el<br />

sacro monte de Varallo, un conjunto de capillas excavadas en el monte<br />

y comunicadas entre sí, cada una de las cuales aloja unas tallas de<br />

madera que recrean escenas y pasajes devotos de la <strong>vida</strong> de Jesús. Es<br />

un arte de carácter popular, que busca el máximo realismo para<br />

producir en el espectador una mística contemplación. La obra de<br />

<strong>Caravaggio</strong> mostrará la interiorización de las escenas del sacro monte<br />

que el artista llevó a cabo en su juventud: no sólo en la violencia<br />

sanguinaria y visceral de algunos de sus cuadros, sino especialmente en<br />

la disposición de las escenas de sus cuadros como si tuviesen lugar en<br />

un espacio pequeño y agobiante, con intención casi teatral. En<br />

<strong>Caravaggio</strong> «hay muy pocos paisajes, muy poca sensación del aire libre.<br />

Hay que imaginar que la mayoría de sus escenas tienen lugar en<br />

lugares cerrados».<br />

Esta parte del libro se centra, también, en aspectos concretos de<br />

la <strong>vida</strong> del joven <strong>Caravaggio</strong>, como la peste que azotó la región en 1577<br />

y mató a varios miembros de su familia (su padre, entre otros); su<br />

etapa como aprendiz en el taller del pintor de frescos Simone<br />

Peterzano; o sus primeros y oscuros problemas causados por su<br />

impetuosa personalidad en el ambiente delictivo y rufianesco del Milán<br />

de la época, que ponen fin a la estancia de <strong>Caravaggio</strong> en la ciudad en<br />

1592.<br />

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Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

Roma, cuidad de<br />

artes y artimañas<br />

L<br />

a segunda parte aborda el primer periodo de la estancia en<br />

Roma del artista. Este apartado se inicia con la descripción<br />

del ambiente de la Roma a caballo entre los siglos XVI y XVII:<br />

una ciudad empobrecida, casi ruinosa, en la cual la rigidez de<br />

la Contrarreforma se ve algo suavizada con la llegada al papado de<br />

Clemente VIII, que conjugó el celo contrarreformista de sus<br />

predecesores con cierto pragmatismo tolerante, y que quiso ensalzar la<br />

gloria de la Iglesia católica mediante las artes plásticas. Se narra<br />

también la atmósfera artística de la ciudad, con jóvenes pintores y<br />

escultores llegados de todas partes de Italia (y Europa) en busca de<br />

fortuna: un ambiente masculino donde la violencia, los enfrentamientos<br />

y la prostitución eran frecuentes. Aunque hay pocos detalles de la<br />

llegada de <strong>Caravaggio</strong> a Roma, es fácil imaginarlo como uno de esos<br />

jóvenes que luchan por encontrar su camino como artista en un mundo<br />

duro y competitivo. Allí trabajó en diversos estudios hasta llegar al de<br />

Giussepe Cesari, con quien tuvo algún que otro desencuentro. Durante<br />

su estancia junto a Cesari elaboró dos pinturas tempranas:<br />

Autorretrato como Baco y Muchacho con un cesto de frutas. El lector<br />

se encuentra por primera vez en el libro con los fascinantes análisis que<br />

Graham-Dixon hace de las pinturas de <strong>Caravaggio</strong>. Además,<br />

comprobará cómo el estudio pictórico está estrechamente relacionado<br />

con la narración biográfica del artista: Cesari encargaba a <strong>Caravaggio</strong><br />

bodegones y otros trabajos de taller que, a juicio del lombardo, no<br />

estaban a la altura de su talento, lo que con su impetuoso carácter le<br />

debió generar algún encontronazo con Cesari. ¿Por qué decidió<br />

<strong>Caravaggio</strong> autorretratarse con el aspecto del dios Baco?<br />

En cierto sentido, Baco es un apropiado álter ego del artista, porque según la<br />

leyenda sufre trances de inspiración divina. <strong>Caravaggio</strong> no era el primer<br />

pintor que se relacionaba con el dios del vino. En el Milán de Borromeo, la<br />

ciudad de su infancia, un grupo de pintores, entre los que estaba el conocido<br />

artista y teórico Gian Paolo Lomazzo, habían formado una parodia de<br />

academia dedicada al culto de Baco. La apropiación por parte del joven<br />

<strong>Caravaggio</strong> del mismo simbolismo quizá fuera su manera de anunciar que era<br />

consciente de sus posibilidades, en cuyo caso esa forma de representarse<br />

podría tener algo de manifiesto personal. Resulta tentador imaginar que<br />

realizó esta truculenta pintura para demostrar a Giuseppe Cesari que podía<br />

ser mucho más que un mero asistente de su estudio.<br />

6


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

Tras la estancia junto a<br />

Cesari, <strong>Caravaggio</strong> entró en<br />

contacto (gracias al tratante de<br />

arte Constantino Spata) con el<br />

cardenal Francesco Maria del<br />

Monte, un coleccionista que cuidó<br />

de él durante los siguientes<br />

cruciales años de su <strong>vida</strong>: le<br />

proporcionó alojamiento, ropa y<br />

protección y, sobre todo, le<br />

introdujo en el círculo de los más<br />

poderosos e influyentes coleccio-<br />

nistas de Roma, así como en la alta<br />

jerarquía eclesiástica. Se abre así,<br />

en 1595, una etapa en la <strong>vida</strong><br />

romana de <strong>Caravaggio</strong>, que se<br />

analizará en la tercera parte del<br />

libro. En ella se continúa el<br />

análisis de los cuadros (Los<br />

tahúres, Los músicos, El tañedor<br />

de laúd, Cesto con frutas,<br />

7<br />

Autorretrato como Baco. «Hay algo de<br />

aprendiz de brujo en esta pintura con<br />

insinuaciones de comportamientos ilícitos».<br />

Magdalena penitente…) al mismo tiempo que se desentrañan los hechos<br />

más importantes de la <strong>vida</strong> del artista en este periodo, y se indaga —a<br />

partir de la pintura— en un controvertido aspecto de su <strong>vida</strong>: su<br />

orientación sexual.<br />

Lo sagrado y lo profano están inextricablemente unidos en las primeras obras<br />

de <strong>Caravaggio</strong>. Pinturas de temas en apariencia mundanos están cargadas de<br />

anhelo espiritual, mientras que en sus representaciones de los santos o de la<br />

Sagrada Familia encontramos destellos de un erotismo embriagador. El<br />

pintor sueña con la belleza angélica, pero sólo puede personificarla en<br />

hermosos muchachos. El atractivo sensual y sexual de esas figuras jóvenes de<br />

piel suave como el coqueto ángel-músico de Descanso en la huida a Egipto, o<br />

el angélico ministrante de san Francisco, se ha considerado una prueba de la<br />

homosexualidad del pintor. La verdad no es evidente. A <strong>Caravaggio</strong> podía<br />

excitarle la presencia física de otros hombres; de otra forma, no habría<br />

pintado esas figuras de la forma en que lo hizo. Pero también le atraían las<br />

mujeres, como demuestran con toda claridad ciertas pinturas de finales de la<br />

década de 1590, por ejemplo, la fascinante Santa Catalina de Alejandría. En la<br />

medida en que el arte delata al hombre, la obra de <strong>Caravaggio</strong> sugiere una<br />

personalidad sexual ambigua. Si nos basamos en lo que revelan sus pinturas,<br />

no era heterosexual ni homosexual, términos que en cualquier caso son<br />

anacrónicos aplicados a su mundo. Era omnisexual.<br />

Otros episodios biográficos que se desentrañan son, por ejemplo, un<br />

serio problema judicial en el que se ve inmerso <strong>Caravaggio</strong> junto a<br />

algunos amigos suyos de escasa reputación, relacionado con una<br />

agresión en un entorno rufianesco de espadachines; su relación con<br />

Fillide Melandroni, una cortesana que posó como modelo en varias<br />

pinturas y quedó inmortalizada en cuadros como Marta y María


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

Magdalena, Santa Catalina o Judith y Holofernes; o, por último, la<br />

ruptura con su familia por motivos desconocidos.<br />

Fama, víctima y verdugo<br />

L<br />

a cuarta parte del<br />

libro corresponde<br />

al último periodo<br />

de la estancia del<br />

artista en Roma, entre 1599<br />

y 1606. Se inicia con su<br />

primer gran encargo de<br />

pintura religiosa a gran<br />

escala: pintar las tablas<br />

laterales de la capilla<br />

Contarelli, en San Luigi dei<br />

Francesi, en torno a la<br />

figura de san Mateo. Esto<br />

representaba todo un reto<br />

para un artista joven como<br />

<strong>Caravaggio</strong>, que no había<br />

pintado nada que tuviera<br />

más de cuatro figuras; de<br />

repente, tendría que<br />

producir dos piezas<br />

enormes, cada una de más<br />

8<br />

La vocación de san Mateo. «Pasando Jesús de allí,<br />

vio a un hombre sentado al telonio, de nombre<br />

Mateo, y le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le<br />

siguió» (San Mateo, 9).<br />

de tres por tres metros: «Ahora se le invitaba a crear obras religiosas<br />

de complejidad narrativa. Era la oportunidad de competir con los<br />

grandes artistas del pasado, pero si salía mal, su fracaso también sería<br />

público». De este encargo salieron dos importantes pinturas: La<br />

vocación de san Mateo y El martirio de san Mateo, que llevaron el<br />

original estilo de <strong>Caravaggio</strong>, con su uso del drama y los contrastes de<br />

luz y oscuridad, a un público mucho más amplio del que tenía<br />

anteriormente y lo convirtieron en uno de los principales pintores de la<br />

ciudad. Surgieron las envidias, y las pendencias del pintor no cesaban:<br />

en 1600 tuvo un encontronazo a espada con un soldado; <strong>Caravaggio</strong><br />

salió vencedor del lance, pero resultó herido.<br />

Un hecho importante en la <strong>vida</strong> de <strong>Caravaggio</strong> en este periodo<br />

es la ampliación de su red tutelar: sin desvincularse de Del Monte,<br />

cosechó el apoyo de Girolamo Mattei, un cardenal de poderosa familia<br />

que dio hospedaje y propuso encargos al pintor. De estos primeros años<br />

del siglo XVII son cuadros tan importantes como La cena de Emaús, San<br />

Juan Bautista o El beso de Judas, encargados por Ciriaco Mattei,<br />

hermano de Girolamo. También recibe peticiones del marqués Vicenzo<br />

Giustiniani, como Omnia vincit amor.<br />

La fama de <strong>Caravaggio</strong> crece, igual que las envidias: sus<br />

encontronazos ya no serán sólo con espadachines, rufianes y


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

mercenarios, sino también con pintores como Giovanni Baglione, cuya<br />

envidia hacia el lombardo le llevó a hacer una parodia pictórica de<br />

<strong>Caravaggio</strong> y a difamarle por homosexual. La cólera de <strong>Caravaggio</strong> se<br />

desatará en 1603, cuando hizo circular unos crudos poemas satíricos en<br />

ataque a Baglione, lo que le acarreará, junto a otros encausados, un<br />

largo proceso judicial. También tendrán lugar otras pendencias más<br />

prosaicas —alternadas con la creación de magníficos cuadros—: con el<br />

mozo de servicio de una taberna, al que arrojó un plato de alcachofas a<br />

la cara; con los sbirri (alguaciles), a los que lanza piedras; con unas<br />

mujeres, en cuya puerta arma un escándalo… Todos estos episodios<br />

tienen su culmen el 28 de mayo de 1606, cuando <strong>Caravaggio</strong> mató a un<br />

hombre en una lucha a espada. El turbio suceso, analizado<br />

minuciosamente por el autor del libro, tiene como resultado la condena<br />

al exilio indefinido por asesinato, por lo que <strong>Caravaggio</strong> abandona<br />

Roma.<br />

Exilio y arte final<br />

L<br />

a quinta y última parte del libro recrea el periplo del pintor al<br />

final de su <strong>vida</strong>, entre 1606 y 1610, en el que recorre Montes<br />

Albanos, Nápoles, Malta, Sicilia, Nápoles de nuevo y Porto<br />

Ercole. En Montes Albanos se refugia en una finca de su<br />

protectora desde la infancia, Constanza Colonna. Allí prosigue su obra<br />

pictórica, con una segunda Cena en Emaús o con el David con la cabeza<br />

de Goliat. Pronto fue a Nápoles, donde se sentía lo suficientemente<br />

seguro como para aparecer en público; pero seguía temiendo<br />

represalias, así que procuró permanecer allí bajo la protección de la<br />

familia Colonna. Nápoles conjugaba en aquella época una prosperidad,<br />

debida al comercio y a la importante presencia de los Austrias<br />

españoles, con la pobreza de su población, en la que cada vez más<br />

abundaban los extranjeros en busca de fortuna. En la ciudad aceptó un<br />

prestigioso encargo artístico: pintar un cuadro monumental para el<br />

altar mayor de una nueva iglesia en el centro de Nápoles, Las siete<br />

obras de misericordia. El éxito de este enorme retablo atrajo más<br />

encargos, como La flagelación de Cristo o la Madona del Rosario. Pese<br />

a la relativa buena fortuna de que gozaba en Nápoles, <strong>Caravaggio</strong><br />

decidió ir a Malta, atraído por la prestigiosa orden militar de los<br />

caballeros de San Juan, vinculada a la isla.<br />

Por qué tomó <strong>Caravaggio</strong> la insólita decisión de irse a Malta es uno de los<br />

muchos enigmas de sus últimos años. Los datos fragmentarios que nos<br />

proporcionan los testimonios documentales sugieren que se fue con la<br />

esperanza de hallar libertad y perdón. Al parecer, creía que aliándose con los<br />

temibles caballeros guerreros de Malta conseguiría la redención permanente<br />

por sus delitos. Pero en el recio mundo del soldado cristiano, su propia<br />

volatilidad sería, una vez más, su perdición.<br />

9


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

En Malta intentó denodadamente ser ordenado caballero, lo que<br />

no resultaba fácil debido a sus orígenes; es de suponer lo que este<br />

hecho debió afectar en su ánimo. Gracias a sus dotes de pintor obtuvo<br />

la protección del hombre más poderoso de la isla, el gran maestre de la<br />

orden, Alof de Wignacourt, a quien retrató. <strong>Caravaggio</strong> consiguió ser<br />

ordenado caballero de Obediencia Magistral gracias al favor de<br />

Wignacourt, quien incluso intercedió ante el Papa para que el artista<br />

pudiera recibir la distinción. En Malta pintó La decapitación de san<br />

Juan, San Jerónimo escribiendo y algunos retratos de otros caballeros,<br />

como Fra Antonio Martelli. Sin embargo, su temperamento le llevó de<br />

nuevo a buscar problemas. Cometió una ofensa contra un caballero de<br />

Justicia, Fra Giovanni Rodomonte Roero, que resultó herido de<br />

gravedad en el incidente. El pintor cayó en desgracia, fue encarcelado,<br />

consiguió huir y fue expulsado de la orden. Por segunda vez en su <strong>vida</strong>,<br />

<strong>Caravaggio</strong> era un prófugo.<br />

10<br />

San Jerónimo escribiendo. <strong>Una</strong> pintura de solemnidad penitente. Quizá fuera un<br />

regalo para Scipione Borghese, sobrino del Papa, por ayudar a <strong>Caravaggio</strong> a<br />

obtener el perdón por una agresión en el verano de 1605.<br />

Su primer refugio fue Siracusa, en la isla de Sicilia. Allí pronto obtuvo<br />

su primer encargo: un retablo en la basílica de Santa Lucía. Puede que<br />

<strong>Caravaggio</strong> tuviese problemas con la justicia y con sus múltiples<br />

enemigos, pero su fama artística no había mermado en absoluto. Sin<br />

embargo, estaba permanentemente inquieto, temeroso del largo brazo<br />

de la orden de San Juan. Vivió una temporada en Messina (también en<br />

Sicilia), donde siguió pintando obras como La resurrección de Lázaro o<br />

La adoración de los pastores. En septiembre de 1609 la inseguridad que<br />

sentía en Sicilia le hizo trasladarse de nuevo a Nápoles, para<br />

resguardarse en el seno de la familia Colonna.


Andrew Graham-Dixon<br />

<strong>Caravaggio</strong>. <strong>Una</strong> <strong>vida</strong> <strong>sagrada</strong> y <strong>profana</strong> <strong>Taurus</strong><br />

En Nápoles fue atacado al salir de un mesón, a consecuencia de<br />

lo cual resultó gravemente herido en la cara: la agresión parece<br />

claramente una vendetta motivada por cuestiones de honor; durante<br />

siglos no ha quedado clara la autoría del ataque, pero Graham-Dixon<br />

aporta pruebas que dan por seguro que el ataque fue instigado por el<br />

caballero de Justicia agraviado en Malta: Fra Giovanni Rodomonte<br />

Roero. Pese a sus heridas, que tal vez le dificultasen la visión,<br />

<strong>Caravaggio</strong> tuvo tiempo para pintar sus dos últimas obras, La negación<br />

de san Pedro y El martirio de santa Úrsula, obras sombrías,<br />

melancólicas y también piadosas.<br />

El fin de los días de <strong>Caravaggio</strong> tuvo lugar en circunstancias<br />

poco claras. El pintor se disponía a ir en barco (con tres de sus<br />

cuadros) desde Nápoles a Roma, ante la idea de que iba a recibir el<br />

perdón de su condena. El barco, cuyo destino era Porto Ercole (cerca<br />

de Roma), tomó tierra antes en Palo. <strong>Caravaggio</strong> debió de tener algún<br />

problema en Palo, por lo que quedó retenido, mientras el barco seguía<br />

camino a Porto Ercole con los tres cuadros. Cuando consiguió quedar<br />

libre, dejó Palo y fue por tierra hasta Porto Ercole con el fin de<br />

recuperar sus tres valiosos cuadros, pero al llegar allí su delicada salud<br />

se quebró y, tras unas fiebres, murió a los pocos días, en julio de 1610.<br />

No sólo las circunstancias de la muerte de <strong>Caravaggio</strong>, sino<br />

también las peripecias con respecto a la posesión de sus últimos<br />

cuadros, ilustran significativamente la compleja personalidad del<br />

hombre y del genio:<br />

La turbia historia de lo que ocurrió con los últimos cuadros de <strong>Caravaggio</strong><br />

también es un microcosmos de su fama póstuma y una parábola que ilustra su<br />

singularidad como pintor. <strong>Caravaggio</strong> siempre fue un inadaptado, un hombre<br />

difícil y peligroso que causaba problemas. Sin embargo, su arte era tan<br />

convincente, tan original, tan inol<strong>vida</strong>ble, que las personas simplemente<br />

quedaban fascinadas por él. Se desvivían por contemplarlo, acudían a<br />

centenares cada vez que se descubría un retablo suyo y peleaban por<br />

adquirirlo, aunque todo lo demás sobre <strong>Caravaggio</strong> (su brusquedad, sus<br />

rarezas con la ropa, su violencia, su reputación sexual, su talento para<br />

meterse en problemas) pareciera desconcertante y extraño.<br />

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