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LITERATURA<br />

Topol: una cerveza<br />

en el Café Slavia<br />

Provocador, irónico y punk,<br />

Jáckym Topol (Praga, 1962) es<br />

quizá el más importante novelista<br />

que la República Checa ha dado<br />

en los últimos años. Debido a las actividades<br />

disidentes de su padre, Joseph<br />

Topol, un destacado dramaturgo,<br />

poeta y traductor, no pudo asistir a la<br />

universidad, y al acabar el colegio tuvo<br />

que trabajar como fogonero, obrero de<br />

la construcción y repartidor de carbón.<br />

Su primer libro, Sestra (Hermana), es el<br />

único de los años noventa que figura<br />

entre las cien mejores obras en prosa<br />

de la literatura checa, según una encuesta<br />

publicada por el diario T_den.<br />

Pero antes de su polémica publicación,<br />

en 1994, Topol ya era considerado un<br />

personaje de culto entre los jóvenes<br />

checos, como activista del grupo Solidaridad<br />

(intercambiaba con los pola-<br />

cos libros por maquinaria), firmante<br />

de la Carta 77, redactor y editor del<br />

diario Informacní servis y letrista de los<br />

grupos de rock Psi Vojaci y Narodni<br />

Trida, los más representativos del<br />

movimiento underground de principios<br />

de los noventa.<br />

Sestra comienza con la llegada a<br />

Praga de más de tres mil refugiados<br />

de Alemania del Este, en septiembre de<br />

1989. A partir de la voz en primera<br />

persona de Potok, miembro de un<br />

pequeño y misterioso grupo dedicado<br />

al contrabando, Topol describe de<br />

una forma muy libre y poco ortodoxa<br />

la realidad social del momento y la<br />

euforia ante la llegada del capitalismo,<br />

que más tarde se convertiría en desilusión<br />

y corrupción. Sestra fue elogiada<br />

por la crítica por la forma, imaginativa<br />

y única, de describir los primeros tumultuosos<br />

y caóticos años que siguieron<br />

a la Revolución de Terciopelo.<br />

Topol sigue obsesionado con el pasado<br />

y con las deudas pendientes que<br />

tiene su país con su propia historia:<br />

“Miro a mi alrededor y tengo la sensación<br />

de ver esqueletos en el armario.<br />

Hay mucho que decir aún sobre lo que<br />

sucedió en este país en los años cincuenta,<br />

cuestiones que, como no se<br />

aireen, un día van a explotar. Pero,<br />

ahora más que nunca, con la entrada<br />

en la Unión Europea, la gente quiere<br />

olvidar, barrer toda la porquería debajo<br />

de la alfombra, y simplemente concentrarse<br />

en tener ropa de marca, coches<br />

modernos y viajar a sitios exóticos”.<br />

Una de estas asignaturas pendientes<br />

es la de los Sudetes. Nadie quiere recordar<br />

que cerca de treinta mil alemanes<br />

fueron asesinados sin juicio y tres<br />

millones expulsados. Otra es la de los<br />

gitanos, un problema, en teoría, que<br />

afecta sólo a 160 mil personas, pero<br />

que siempre acaba levantando ampollas:<br />

“Por ejemplo, existen algunas<br />

hospodas en Praga donde no se les<br />

permite entrar a tomar una cerveza.<br />

Es cierto que muchas voces protestan<br />

contra esta discriminación, y que la<br />

opinión pública reacciona con sensibilidad.<br />

Pero de lo que nadie quiere<br />

hablar es de que durante la Segunda<br />

Guerra Mundial cerca del noventa por<br />

ciento de los gitanos de los alrededores<br />

de Praga murieron en campos de<br />

concentración.”<br />

Paseando por Praga, explica, uno<br />

puede ver muchas placas en los edificios<br />

que recuerdan a las víctimas de la<br />

Segunda Guerra Mundial. En algunas<br />

figuran nombres judíos, pero lo que<br />

no se explica es que murieron precisamente<br />

por ser judíos. De alguna<br />

manera, se les pretende incluir en la<br />

resistencia checa: “Es un ejemplo más<br />

de la hipocresía de este país.”<br />

Topol habla de cierta tendencia de<br />

la literatura y la cinematografía checas,<br />

a la hora de describir a sus compatriotas,<br />

a ser excesivamente benevolentes:<br />

“Nos muestran como pacíficos bebedores<br />

de cerveza, gente bonachona y<br />

algo tonta. No es una imagen real, porque<br />

cuando hemos tenido la oportunidad<br />

de convertirnos en opresores,<br />

lo hemos hecho sin dudarlo. Pero es<br />

mucho mejor decir: ¡Ah, pobrecitos de<br />

nosotros, con lo que tuvimos que sufrir<br />

76 : <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> Octubre 2004


con los alemanes!”. Este cerrar los ojos<br />

y arrinconar en la memoria los hechos<br />

horribles de la historia puede deberse<br />

también, razona Topol, a un fuerte<br />

instinto de autoconservación: “Para<br />

muchos, lo importante es sobrevivir.<br />

Así que la gente se agacha y esconde la<br />

cabeza. Aunque es cierto que no todos<br />

actúan así. Por ejemplo, cuando yo<br />

daba clase en la universidad tenía<br />

alumnos que se interrogaban a menudo<br />

sobre lo que habrían hecho su padre o<br />

su abuelo durante la ocupación comunista.”<br />

Topol menciona que los otros<br />

países de la antigua Europa del Este<br />

están más reconciliados con su propia<br />

historia, entre otras cosas porque en<br />

general hubo un movimiento de masas<br />

mucho más activo en contra del régimen<br />

comunista. Así, por ejemplo, en<br />

el año 1950 las órdenes religiosas fueron<br />

suprimidas en Checoslovaquia,<br />

mientras que en Polonia fue imposible<br />

hacerlo, ya que el pueblo se levantó<br />

abiertamente.<br />

Respecto a este último punto, Topol<br />

señala que si uno profundiza en el<br />

alma checa se sorprende de la ausencia<br />

de sentimientos nacionalistas: “Estuve<br />

hace poco en Alemania dando unas<br />

conferencias, y coincidí con algunos<br />

escritores polacos y húngaros, que<br />

hacían gala de un nacionalismo que<br />

resultaba hasta desagradable. En este<br />

sentido, los checos son más sobrios,<br />

más modestos. Cuando viajan a otros<br />

países, nunca forman guetos, prefieren<br />

diluirse en el ambiente.” Durante la<br />

ocupación los comunistas intentaron<br />

prender en los checos la llama del<br />

nacionalismo. Pero Topol nos recuerda<br />

que el concepto de nación checa no<br />

nació hasta 1918 y que además esta<br />

zona de Europa central siempre ha<br />

sido un cruce de caminos: “Praga era<br />

una ciudad muy cosmopolita en la que<br />

se hablaba tres idiomas. Si paseas por<br />

la calle puedes ver un edificio construido<br />

por un arquitecto italiano, otro<br />

por un alemán y un tercero por un<br />

francés. Afortunadamente, después de<br />

la Revolución de Terciopelo, la ciudad<br />

recobró su carácter cosmopolita y acogió<br />

a decenas de millares de extran-<br />

Topol, un grito desde Centroeuropa.<br />

jeros, especialmente asiáticos y norteamericanos”.<br />

El 31 de diciembre de 1992, sin<br />

referéndum y con el apoyo de sólo<br />

un treinta por ciento de la población,<br />

Checoslovaquia dejo de existir silenciosamente:<br />

“Frente a la violencia<br />

de los Balcanes, aquí la separación<br />

ocurrió sin un solo tiro.” Para Topol es<br />

difícil ofrecer un balance desde un<br />

punto de vista económico y social: “La<br />

impresión general es que, por fin, nos<br />

pudimos deshacer de ese peso muerto<br />

que nos habíamos cargado sobre nuestras<br />

espaldas. Las primeras industrias y<br />

fábricas de Eslovaquia no aparecieron<br />

hasta los años cincuenta, y fue gracias<br />

a los ingenieros enviados por los comunistas.”<br />

Los checos les recriminan a<br />

los eslovacos, además, que firmaran un<br />

pacto con Hitler, mientras ellos resistían<br />

a la maquinaria nazi. Pero lo que<br />

la historiografía oficial de la República<br />

Checa nunca ha contado, según Topol,<br />

es que en Eslovaquia surgieron grupos<br />

de maquis que se enfrentaron a los alemanes<br />

y, más tarde, a los comunistas.<br />

Topol se lamenta de que los checos<br />

en general hayan dejado de prestar<br />

interés a la cultura: “La nación está pasando<br />

por un proceso de amarillismo<br />

peligrosísimo. Es increíble cómo se<br />

está extendiendo la vulgaridad. No<br />

hay periódicos serios, la gente sólo<br />

compra best-sellers, y los políticos,<br />

cuando se les pregunta acerca de algo<br />

relacionado con la cultura, lo único<br />

que son capaces de mencionar es a algún<br />

cantante de música popular. Si yo<br />

puedo vivir de la escritura no es por<br />

los lectores que tengo en este país.”<br />

Una de las razones de este proceso de<br />

vulgarización es que el comunismo<br />

arrasó con la burguesía, con esa clase<br />

media con poder adquisitivo suficiente<br />

como para poder comprar libros, ir al<br />

teatro, a conciertos... La pérdida de la<br />

clase intelectual es algo excesivamente<br />

habitual en la historia checa: en el siglo<br />

XVI, los husitas; en la Segunda Guerra<br />

Mundial, los judíos, y durante el comunismo,<br />

los intelectuales, primero en<br />

1948 y luego en 1968. “Así, el problema<br />

es que siempre se parte de cero. En<br />

Francia, Polonia o Alemania, si tienes<br />

inquietudes culturales puedes adherirte<br />

a algún proyecto ya en marcha; aquí<br />

te lo tienes que inventar tú.”<br />

Su segunda novela, And_l, el nombre<br />

de una estación de metro en Praga,<br />

ofrece la cara oscura, siniestra y cruel<br />

de esta ciudad. Un mundo en descomposición,<br />

habitado por mafiosos,<br />

gitanos, antiguos disidentes y chivatos<br />

de la policía, putas rumanas, asesinos<br />

serbios y traficantes con veleidades<br />

metafísicas. Entre ellos se mueve su<br />

protagonista, Jatek, el inventor de una<br />

nueva droga, que decide internarse en<br />

un hospital psiquiátrico, en busca de la<br />

redención final. En And_l la revolución<br />

ha sido enterrada bajo un espeso<br />

manto de corrupción y degeneración:<br />

“El mal no desaparece, el diablo cambia<br />

de máscara: del terror rojo al terror<br />

blanco.” Han pasado nueve años desde<br />

que Topol escribiera And_l, pero ese<br />

mundo sigue existiendo, como lo pueden<br />

comprobar los incautos turistas<br />

que se acercan allí, atrapados por los<br />

sugerentes y coloridos folletos de una<br />

agencia de viajes alemana: “Ruta literaria<br />

por el mágico mundo de la exitosa<br />

novela And_l, de Jáchym Topol”.<br />

Topol reivindica la soledad del escritor.<br />

“Creo que ya me he emborra-<br />

Octubre 2004 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> : 77


chado en todas las capitales europeas.<br />

Hrabal decía que un autor no se debe<br />

dar a conocer hasta que no tiene por lo<br />

menos cincuenta años, porque, si no,<br />

tiene el peligro de caer en una trampa.<br />

Si dijera que sí a todas las invitaciones<br />

que recibo, simplemente no podría<br />

escribir. Además, me volvería una especie<br />

de mono amaestrado.” Pero no<br />

puedes eludir el juego, la maquinaria<br />

exige más libros, más viajes promocionales,<br />

más conferencias: “Los encuentros<br />

de escritores en Francia me dan<br />

terror. Los veo allí tan serios y tristes,<br />

presentando libros cargados de premios.<br />

Existe un premio para cualquier<br />

cosa. Publica o muere, parece ser la<br />

idea.” Cuenta que le acaban de pedir<br />

que escriba un artículo sobre “Yo y la<br />

reunificación de Europa”: “Una estupidez,<br />

con perdón. Tengo la sensación<br />

de que cada vez se escriben menos<br />

novelas y, en cambio, más conferencias<br />

y discursos. Si uno se para a pensarlo,<br />

tiene todo el sentido, es mucho más<br />

fácil hacerlo: buscas unos veinte artículos<br />

en Internet y, con un poco de<br />

imaginación, lo tienes solucionado.<br />

Un día de éstos voy a escribir un artículo<br />

de protesta que titularé ‘La muerte del<br />

escritor’”.<br />

Topol mira el reloj y se despide.<br />

Tiene que marcharse antes de que le<br />

cierren las tiendas: “Estoy pensando<br />

que cuando mi mujer se entere de que<br />

he tirado sin querer la compra a la basura<br />

me va a matar.” ~<br />

– Rocío de Isasa<br />

SOCIEDAD<br />

Sospechoso<br />

Como para la mayor parte de los<br />

ciudadanos conscientes, viajar<br />

ha dejado de ser para mí un placer<br />

absoluto e impune. El miedo ha<br />

agregado una página en mi pasaporte.<br />

Pero mi miedo es quizás más concreto<br />

que el de muchos. Yo no sólo temo que<br />

un grupo de islámicos locos tome mi<br />

avión y me haga estrellar contra un<br />

monumento, o que un loco cualquiera<br />

se haga estallar en la acera que atravie-<br />

Sospechosos comunes.<br />

so. Yo también temo que la policía crea<br />

que soy ese terrorista y me arreste. No<br />

es pura paranoia mía: desde el 11 de<br />

septiembre de 2001 no hay aeropuerto<br />

en que no sea minuciosamente revisado,<br />

incluso dos o tres veces más acuciosamente<br />

que los otros pasajeros.<br />

En Barajas fui interrogado en una<br />

sala sin ventanas. En Londres, a la salida<br />

del metro tuve que abrir las piernas y<br />

esperar que dos policías me revisaran.<br />

En Italia y en Francia he sido interpelado<br />

en la calle por la policía y obligado a<br />

explicar por qué soy chileno si tengo<br />

pasaporte francés, y por qué siendo<br />

francés vivo en Barcelona. Tengo suerte<br />

de no llamarme Hammed o Rashid. He<br />

visto con asombrosa velocidad cómo<br />

me he transformado de excéntrico viajero<br />

en sospechoso habitual. Sólo hay<br />

una forma de vivir en esta situación:<br />

hacerse el tonto o serlo. No me resulta<br />

y sé que el miedo con que miro uniformes,<br />

fusiles o agentes de aduanas<br />

me hace doblemente sospechoso. Y si<br />

bajo la mirada cuando la suya se fija<br />

en mí, es que escondo algo. Y claro, me<br />

escondo a mí mismo, a ese inexplicable<br />

conjunto de contradicciones que soy, a<br />

esos dos pasaportes que llevo, al temor<br />

y al odio con que me siguen. Me escondo,<br />

y quisiera hacerme más pequeño,<br />

menos visible aún.<br />

Y si estoy convencido de que me<br />

están buscando es porque sé que ellos<br />

no saben lo que buscan. Viven de asustarme<br />

porque también tienen miedo.<br />

El miedo y no el odio gobierna el mundo,<br />

y es lo peor que podría pasarnos.<br />

El odio sabe lo que odia y puede transformarse<br />

en perdón y en reconciliación.<br />

El miedo en cambio no sabe lo que teme,<br />

y sólo sabe que teme. Si los israelíes<br />

y los palestinos sólo se odiaran (como<br />

en los setenta), encontrarían (como lo<br />

hicieron en Oslo) un camino para entenderse.<br />

Ahora se temen tanto y tan<br />

profundamente que, teniendo perfectamente<br />

clara la solución a su conflicto,<br />

siguen lanzándose muertos en la cara.<br />

Para el que teme, morir y matar es<br />

una forma de reafirmar su sobrevivencia,<br />

su pervivencia, su eternidad. Ante<br />

el miedo, el dolor o el placer ajenos no<br />

existen. Todos los ministerios de guerra<br />

se llaman ministerios de Defensa. El<br />

viajero, ese hombre que deja de defenderse,<br />

es la indefensión misma, es el<br />

enemigo a eliminar.<br />

Yo sé que mi barba a lo Saddam y mi<br />

pelo negrísimo contribuyen mucho a mi<br />

estado de permanente sospechoso, pero<br />

sé que en el fondo es el hecho de viajar<br />

sin negocio y sin casa que me esperen lo<br />

78 : <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> Octubre 2004


que me hace un permanente problema<br />

en las fronteras. En las fronteras, y en<br />

las ciudades, y en el campo, y en la<br />

playa, porque hoy, cuando es guerra<br />

en todas partes y en ninguna, el mundo<br />

entero se ha convertido en una frontera<br />

dispuesta a expulsar a indeseables<br />

como yo. ~<br />

– Rafael Gumucio<br />

LITERATURA<br />

La moral<br />

del crítico<br />

La lectura de los semanarios culturales<br />

resulta cada día más una<br />

provocación a la sensatez y la exigencia<br />

críticas, quiero decir a un grado<br />

de lectura vivo y mínimamente culto.<br />

Salvo algunas excepciones, los comentarios<br />

que leemos habitualmente están<br />

carentes de capacidad analítica, de conocimiento<br />

de la historia literaria y de<br />

algo que, lo sé, roza lo indemostrable:<br />

gusto. Suele salvarse la crítica de libros<br />

técnicos y, en especial, la crítica de libros<br />

de historia, no porque sea más fácil<br />

sino porque el elemento objetivo, en<br />

principio, es más evidente y por lo<br />

tanto más fácil de exigir al ejecutor del<br />

comentario que se atenga a la verdad;<br />

pero, si nos desplazamos a la novela o a<br />

la poesía (¡ay, la poesía!), será fácil perfilar<br />

al atrevido reseñador: joven, profesor,<br />

que quiere ser poeta o que ya ha<br />

dejado de pretenderlo. Yo creo que<br />

cualquier mundo donde falten los jóvenes<br />

(salvo en los geriátricos) estará falto<br />

de una presencia y una visión necesarias,<br />

pero de ahí a pensar que la mejor<br />

crítica la puede hacer un recién llegado<br />

a la literatura hay un paso inmenso.<br />

La crítica necesita de cierta experiencia<br />

porque sin el elemento comparativo<br />

(que exige tiempo para haber leído lo<br />

suficiente, algo con lo que comparar),<br />

no hay forma de saber. Un crítico que<br />

no haya leído las fundantes novelas de<br />

formación de lengua alemana del siglo<br />

XIX y comienzo del XX, mal podrá<br />

comprender la novela de hoy que sea<br />

heredera de dicha tradición. A diferencia<br />

del crítico, el lector, ese que según<br />

Steiner no tiene por qué ser un epistemólogo,<br />

puede acercarse a dicha novela<br />

o libro de poemas actuales sin problemas,<br />

porque un libro no se propone<br />

como un peldaño en una subida hipotética<br />

o en una cadena lógica sino que<br />

suele ser, en el campo de la creación,<br />

una propuesta de realidad. De ahí que<br />

cualquier joven sensible pueda leer<br />

azarosamente una novela y vivirla,<br />

comprenderla desde su propia experiencia,<br />

porque toda obra creativa apela<br />

a la subjetividad, al sujeto. Pero el crítico<br />

es, ciertamente, el que provoca entre<br />

su lectura y él una distancia conflictiva<br />

de la que surge o puede surgir, a partir<br />

de la obra, un texto paralelo. La historia<br />

de la crítica no es sino esto: la<br />

conversación culta que algunas personas<br />

han mantenido, consigo mismas o<br />

con otras, sobre lo que han leído. Los<br />

más entregados a las teorías encontrarán<br />

la frase demasiado simple, pero<br />

no olvido que para entender qué significa<br />

esa lectura hay que preguntarse por<br />

la complejidad de la conversación, esa<br />

acción radical que nos hace hombres.<br />

La tensión se sitúa entre la lectura<br />

apegada (si el libro y el lector lo logran)<br />

a la superficie del texto, y ese momento<br />

del crítico en el que se retira y valora la<br />

distancia. Una distancia que toma al<br />

libro como objeto, pero que no puede<br />

en ningún momento olvidar que está<br />

poniendo en juego su subjetividad:<br />

porque, aunque se basa en aspectos formales<br />

a veces muy estrictos (lingüística,<br />

retórica, etcétera), la crítica no es ciencia.<br />

El viejo Sainte-Beuve, de cuyo nacimiento<br />

se cumplen ahora doscientos<br />

años, vivió una época contradictoria y<br />

agitada, de búsqueda, en la que procuró<br />

desenvolverse con criterios propios. Esa<br />

época estuvo signada por el romanticismo<br />

y sus aspectos altamente impresionistas,<br />

el realismo y el naturalismo,<br />

además, en el campo de las ideas, de los<br />

intentos del cientificismo y el positivismo<br />

por dotar a la historia y la crítica<br />

literaria de un instrumento riguroso.<br />

Taine, que fue amigo de Sainte-Beuve<br />

y autor de un lúcido texto a la muerte<br />

de éste, pretendió esos rigores, de ahí<br />

que el autor de Retratos Literarios, aun-<br />

que desde joven se desvivió por alcanzar<br />

un sistema, intuyera que tanto en la<br />

obra como en la lectura siempre hay un<br />

elemento irreducible y productor de<br />

significados. No creo que haya forma<br />

de salir de esta disyuntiva: por un lado<br />

la necesidad de formalizar y someter<br />

a ciertos métodos (etimológicamente:<br />

camino) el estudio tanto de la novedad<br />

como de las obras del pasado; por el<br />

otro, lo indeterminado de la lectura: esa<br />

insoslayable introducción de la subjetividad,<br />

de aquello que encarna la obra y<br />

se mueve sin cesar, inasible y al mismo<br />

tiempo apelable.<br />

Comencé diciendo que pasamos por<br />

un momento bajamente crítico, y por<br />

ello creo necesario examinar al crítico,<br />

exigirle precisamente que dialogue<br />

consigo mismo y con los otros. Un crítico<br />

que ignore que su labor ha de estar<br />

mediada por el desafío y que la distancia<br />

entre él y la obra ha de constituirse,<br />

en principio y por principios, en problema,<br />

convierte su lectura en un producto<br />

ingenuo o tóxico. Esta responsabilidad<br />

del crítico compete también a los directores<br />

de revistas y periódicos, que a<br />

veces centran la vigilancia moral en los<br />

trabajos de opinión política, sociológica<br />

o histórica en detrimento del examen<br />

de las novedades editoriales. Creo que<br />

tan importante es lo uno como lo otro<br />

porque los libros, a diferencia de lo que<br />

piensan algunos, sí inciden y cambian<br />

la historia. Y lo hacen de dos maneras:<br />

influyendo en aquellos que los leen<br />

tanto como en aquellos que tienen la<br />

costumbre de ignorarlos. ~<br />

– Juan Malpartida<br />

MERCADO Y CULTURA<br />

Futón con garantía<br />

No lo puedo creer. Ya sé que es<br />

lugar común decir “no lo<br />

puedo creer” cuando algo sobrepasa<br />

la media de comportamiento<br />

esperado de los demás o simplemente<br />

de los acontecimientos de cualquier<br />

naturaleza. Pero es que de veras no lo<br />

puedo creer. Y aunque no lo habría<br />

creído con facilidad de habérmelo di-<br />

Octubre 2004 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> : 79


cho alguien, he tenido personalmente<br />

la experiencia y ahora lo creo porque<br />

me ocurrió pero no dejo de pensar y<br />

decir que no lo puedo creer.<br />

Remontémonos al origen: recién<br />

llegado a Madrid busqué casa para<br />

vivir lo más cerca posible del trabajo<br />

que me trajo aquí; la encontré tres meses<br />

y medio después de vivir primero<br />

en un hotel y luego en un apartamento<br />

amueblado con servicio de hotel.<br />

Estaba harto, harto y puedo decir que<br />

desesperado, de modo que cuando<br />

encontré el departamento de la calle<br />

Cervantes lo que quería era mudarme<br />

ya, sin dilación, dejar el aparthotel en<br />

donde no podía poner mis libros, mis<br />

cuadros, mis muebles y, sobre todo, a<br />

mis amigos. No había llegado todavía<br />

mi menaje de casa, pero éste consistía<br />

poco más o menos en lo que acabo de<br />

enumerar y, considerando que no desmonté<br />

mi casa de México, no podía<br />

contar con que vinieran camas ni sábanas<br />

ni edredones ni toallas, ni esa lista<br />

interminable de cosas que son necesarias<br />

para pasarla bien. Y para desayunar,<br />

comer y cenar en casa.<br />

Había visto en mis constantes<br />

recorridos por la zona una tienda de<br />

futones en la calle Echegaray, Futonia,<br />

y me había llamado la atención la<br />

sobriedad, la elegancia e, incluso, el<br />

precio, porque antes de que entrara en<br />

vigor el euro el cambio de pesos o de<br />

dólares a pesetas nos era sumamente<br />

favorable. Pues el día mismo que me<br />

entregaban el piso y podía tomar posesión<br />

y dejar el anonimato existencial<br />

fui a comprar un futón.<br />

–Quiero ése –le dije a la señora que<br />

me atendía.<br />

–Muy bien –contestó–, se lo podemos<br />

entregar en tres semanas.<br />

–¿Cómo que en tres semanas? ¡Lo<br />

quiero hoy!<br />

–Eso es imposible, señor. Tenemos<br />

demasiados pedidos y sólo contamos<br />

con dos repartidores. Y como ya se<br />

acerca la temporada de diciembre<br />

siempre se nos amontona la demanda.<br />

Tres semanas como mínimo. Y si no se<br />

decide hoy, y viene dentro de una o<br />

dos semanas, seguramente no se lo en-<br />

tregaremos hasta enero.<br />

–Lo obligan a uno a comprar en<br />

Ikea –yo había ido subiendo la intensidad<br />

de mi demanda–; si sólo tienen<br />

dos repartidores y tienen tantos pedidos,<br />

por qué no contratan más repartidores<br />

y atienden mejor a la clientela.<br />

–Es que usted no entiende, señor…<br />

–Los que no entienden son ustedes.<br />

Pues no, no entiendo. ¡Qué dificultad<br />

puede haber para que me venda este<br />

futón; yo me lo llevo; vivo aquí a la<br />

vuelta; no necesito sus repartidores!<br />

¡Y lo necesito hoy, porque no tengo en<br />

dónde dormir!<br />

–Mire, le puedo vender este otro, y<br />

hasta está de rebaja.<br />

–Será, pero ese no me gusta, quiero<br />

éste.<br />

–Pues no se lo puedo dar porque es<br />

mi ejemplar de exhibición y si se lo<br />

lleva usted me queda el hueco y no<br />

puedo hacer eso.<br />

–¡Nada! ¡Resuelto: pone usted en<br />

el hueco el que me quiere vender y así<br />

no se le queda el espacio vacío!<br />

¿Cuánto es?<br />

–Pues… pues…, es tanto, menos el<br />

importe del acarreo porque usted dice<br />

que se lo lleva…<br />

–Sí, al rato mando por él porque<br />

ni modo que me lo lleve yo cargando,<br />

pesa demasiado. Aquí tiene.<br />

Aquella noche dormí (“aquella<br />

noche corrí el mejor de los caminos<br />

montado en potra…”) en el futón convertido<br />

de sofá en cama y cubierto con<br />

las sábanas blancas y una de las dos<br />

cobijas que ese mismo día compré en<br />

la sucursal de Bobo y Pequeño (así se<br />

llama el establecimiento; Dios los cría<br />

y ellos se juntan), y reposé mi cabeza<br />

en almohadas de plumas con fundas<br />

de blanco algodón que me dieron a<br />

soñar la delicia de estar en mi casa, de<br />

volver a ser señor.<br />

Me guardo la descripción del largo<br />

camino que se recorre desde no tener<br />

nada hasta tener una casa equipada<br />

para vivir y recibir en ella y, haciendo<br />

una comprensiva elipsis, salto hasta<br />

cerca de dos años después.<br />

Estaban hospedados en casa tres o<br />

cuatro jóvenes amigos de alguno de<br />

mis hijos y les pedí que bajaran el<br />

colchón al piso y caminaran o bailaran<br />

sobre él porque se había marcado<br />

demasiado el doblez obligado por la<br />

posición regular de su uso. Ni que<br />

decir que siempre estaba en posición<br />

de sofá, pues sólo dormí en él menos<br />

de una semana, hasta que me trajeron<br />

una cama y ocupé la habitación que<br />

me correspondía como el dueño de<br />

casa que era. Que soy.<br />

Poco antes había pasado a Futonia<br />

a decirles que se resbalaba el colchón<br />

y quedaba muy mal. En esa ocasión<br />

me dijeron que a lo mejor era porque<br />

no tenía la esterilla de material antiderrapante<br />

que deben tener todos sus<br />

futones.<br />

–Pues no, no la tiene –dije.<br />

–¡Ah, pues llévese ésta! –dijo la<br />

señora quitándosela al de exhibición,<br />

ante mi asombro, primero de que me<br />

creyeran nomás y luego de que me la<br />

dieran sin cobrarme nada, como si se<br />

tratara de una garantía.<br />

Pues los jóvenes bailaron, pisotearon,<br />

amasaron cuanto pudieron el<br />

futón y la irregularidad en la conformación<br />

interior de la borra no desapareció.<br />

Me resigné a que fuera así. Y así<br />

siguió su existencia en mi salón. Medio<br />

cucho, pero es donde nos sentamos<br />

a ver la tele.<br />

Pero un día, caminando por<br />

Echegaray, que está aquí a la vuelta,<br />

me metí y le dije a la señora:<br />

–Yo les compré a ustedes el año<br />

antepasado un futón como este, pero<br />

resulta que el colchón se ha deformado<br />

del medio y aún extendido conserva<br />

las marcas del doblez.<br />

Yo, más que otra cosa, lo que quería<br />

era conversar y, por si sirviera de algo,<br />

informarle de que, dos años y medio<br />

después, sus futones se deformaban.<br />

–¿Ya se fijó si tiene una cubierta de<br />

material plástico? (No usó esta expresión;<br />

no recuerdo la que me dijo, pero<br />

juro que es una traducción correcta.)<br />

Vea bien, ábrale el cierre que tiene por<br />

la parte de dentro. Primero abre el de<br />

la funda, y luego hay otro cierre. Ábralo<br />

y cerciórese de que lo tiene; lo tiene<br />

que tener, porque si no lo tiene se lo<br />

80 : <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> Octubre 2004


cambiamos.<br />

¡¡¿Casi tres años después de haberlo<br />

comprado me lo cambian?!!, pensé<br />

con desconfiado asombro. Y constaté<br />

sin apresurarme, porque creí que era<br />

un decir eso de se lo cambiamos, que<br />

carecía del alma plástica requerida.<br />

Fui y se lo dije. Anotó mi nombre y mi<br />

dirección y quedó de mandarme un<br />

técnico para que certificara la carencia.<br />

Vino el técnico a la semana siguiente.<br />

Metió mano, hurgó, constató y me dijo<br />

que entregaría su reporte y que ya me<br />

llamarían de la tienda. Pasaron tres o<br />

cuatro semanas sin que me llamaran.<br />

Claro, ya parece que me van a llamar,<br />

pensé, y casi puedo decir que tiré<br />

la cosa al olvido. Pero por no dejar pasé<br />

un día a Futonia.<br />

–Ah, qué bueno que vino porque<br />

no encontraba su teléfono; lo anoté en<br />

un papel y yo creo que lo perdí. Hoy es<br />

martes, el martes próximo entre once y<br />

doce le llevan el nuevo. Y el otro pues<br />

se lo puede quedar, porque a nosotros<br />

ya no nos sirve para nada.<br />

–Pues qué bien, pues muchas gracias…<br />

Y aun así no podía aflojar la tensión<br />

de mi desconfianza. Hasta no ver no<br />

creer, susurró mi Santo Tomás interior,<br />

aunque aguardaba, aparentando<br />

que no, con una furtiva curiosidad a<br />

que llegara el martes.<br />

Lo trajeron. Lo abrí para ver en qué<br />

consistía esa interior estructura plástica<br />

de la que carecía el anterior: una<br />

lámina ondulada de material sintético<br />

en el centro de las láminas de borra<br />

de algodón, que impide que ésta se<br />

recorra y amontone deformando el<br />

colchón.<br />

Le quitamos la funda al anterior y<br />

se la pusimos al nuevo. A los dos o tres<br />

días, hoy, tomé la decisión de ir a<br />

Futonia, a la calle de Echegaray, a dar<br />

las gracias y a manifestar mi agradecido<br />

asombro por la inusitada validez<br />

de una garantía de palabra que yo ni<br />

siquiera reclamé. Por desgracia no<br />

estaba la señora sino una dependienta<br />

nueva, muy agraciada pero que no tenía<br />

idea de lo que le estaba diciendo.<br />

Ya volveré. Por lo pronto quiero dejar<br />

esta constancia para que Futonia la use<br />

como quiera. Y repito que no lo puedo<br />

creer. ~<br />

– Alejandro Aura<br />

SOCIEDAD Y MEDIOS<br />

Streakers: el desnudo<br />

como protesta<br />

Niegan ser exhibicionistas, pues<br />

no intentan provocar ningún<br />

tipo de respuesta sexual. Tampoco<br />

son nudistas, porque dicen que lo<br />

suyo no se ciñe a espacios delimitados<br />

ni es una forma de naturismo. Aparecen<br />

desnudos en acontecimientos<br />

multitudinarios, corren en medio<br />

de partidos de fútbol, saltan medidas<br />

de seguridad millonarias, se dejan<br />

atrapar por las autoridades, asumen<br />

querellas judiciales y reciben casi<br />

siempre golpes y fracturas. Son los<br />

cruzados simpáticos del puritanismo,<br />

se hacen llamar streakers (“corredores<br />

desnudos”) y las agencias de publicidad<br />

ya han descubierto en ellos un filón.<br />

Sin embargo aseguran que no lo hacen<br />

Melissa Johnson en Wimbledon<br />

por dinero, sino para divertir al público.<br />

El desempleado de Liverpool<br />

Mark Roberts, reconocido por el Libro<br />

Guiness como el más prolífico con 273<br />

intervenciones en diez años, apela al<br />

humor universal más elemental con su<br />

declaración de principios: “La vida se<br />

está volviendo demasiado seria a estas<br />

alturas. Quiero recordarle a la gente<br />

que todavía podemos reírnos. Y no me<br />

importa de dónde seas. Cuando me<br />

veas sin ropa, te vas a reír”.<br />

Roberts hizo noticia al exhibirse<br />

durante la trigésimo octava final de la<br />

Super Bowl, el acontecimiento televisado<br />

con más audiencia del mundo.<br />

Justo antes del comienzo del tercer<br />

tiempo, saltó al terreno de juego del<br />

Reliant Stadium en Houston. Llevaba<br />

sólo medio balón de fútbol a modo<br />

de taparrabos y anunciaba en su torso<br />

la página de un casino en Internet. En<br />

la espalda tenía escritas las palabras<br />

“Super Bowel” (súper intestino). El<br />

trasero de Roberts, sin embargo, quedó<br />

eclipsado ese día por el cubre pezón<br />

metálico que Janet Jackson enseñó a<br />

los noventa millones de espectadores<br />

norteamericanos de la CBS. El destete<br />

de la cantante fue lo que provocó la<br />

indignación de los más conservadores,<br />

que en cambio no se pronunciaron<br />

sobre la hazaña de Roberts de eludir<br />

unas medidas de seguridad antiterroristas<br />

de un millón seiscientos mil<br />

dólares. La gracia le costó al inglés,<br />

eso sí, una acusación por infracción<br />

criminal e intoxicación pública.<br />

¿Qué lleva a una persona a poner<br />

en riesgo su vida a cambio de unas<br />

cuantas risas fáciles? ¿Qué es el streaking<br />

y de dónde procede? Los seguidores<br />

de esta práctica singular afirman<br />

con ironía ser herederos de una tradición<br />

que empieza con Adán y Eva,<br />

continúa con los juegos olímpicos de<br />

la antigua Grecia y llega hasta Lady<br />

Godiva, de quien se dice cabalgaba<br />

melena al viento como su madre la<br />

alumbró. Pero el verdadero origen está<br />

en los Estados Unidos, donde nació<br />

como desafío a la escrupulosidad<br />

protestante. Algunos estudiantes universitarios<br />

de Carolina del Sur pusie-<br />

Octubre 2004 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> : 81


on de moda en 1974 celebrar todo tipo<br />

de actos retozando desnudos por los<br />

campus en nombre de la libertad sexual.<br />

La costumbre se extendió por<br />

universidades, eventos deportivos y<br />

hasta manifestaciones políticas. Lejos<br />

de ser un aire pasajero, el streaking engrosó<br />

sus filas y hazañas cada año, sobre<br />

todo en los países anglosajones. Entre<br />

los casos más famosos figuran Robert<br />

Opel, que apareció detrás del actor David<br />

Niven en la ceremonia de los Oscar<br />

de 1974, Melissa Johnson, que asaltó por<br />

primera vez el verde de Wimbledon en<br />

la final masculina de 1996, o Brynn<br />

Richard Reed, el intrépido que se paseó<br />

junto a la ventanilla del Rolls Royce de<br />

Isabel de Inglaterra durante la conmemoración<br />

de su jubileo. En todos los<br />

casos, la prensa relata las peripecias con<br />

guasa y benevolencia. De Reed, por<br />

ejemplo, Time Magazine llegó a decir<br />

que probablemente le había hecho a la<br />

reina el mejor regalo de todos: “La<br />

oportunidad de avergonzarse por alguien<br />

distinto a sus propios hijos”.<br />

La connivencia popular es precisamente<br />

la mejor defensa de los streakers a<br />

la hora de solventar demandas judiciales.<br />

El inagotable Mark Roberts fue<br />

declarado inocente en el único juicio<br />

que ha enfrentado hasta ahora. Acusado<br />

de ocasionar perjuicio público por<br />

enseñarse en una competición atlética<br />

en Manchester, lo condenaron a pagar<br />

sólo una multa de cuatrocientas libras<br />

por falta de pruebas: en las imágenes<br />

no se veía al público enfadado, sino<br />

animando y aplaudiendo. Y este clamor<br />

masivo es también lo que excita a<br />

los espontáneos una vez desnudos y en<br />

el punto de mira: “Puedes tener el mejor<br />

sexo del mundo, puedes pasártelo<br />

como nunca con tus colegas o con tu<br />

novia, pero nada se acercará nunca a<br />

esa sensación. Después de todo, no te<br />

aclaman sesenta mil personas cuando<br />

estás haciendo el amor o bebiendo cerveza”,<br />

recuerda Roberts de la primera<br />

vez que se mostró en un campo de fútbol,<br />

en Hong Kong, bastante borracho.<br />

Y es que el alcohol y la ilegalidad del<br />

acto, aseveran los psicólogos, es lo que<br />

provocan al streaker, además de una<br />

cuestión de poder: “Puedo hacer esto y<br />

nadie puede pararme”.<br />

Por último, el dinero también entró<br />

en este juego exhibicionista, cuando las<br />

empresas publicitarias descubrieron<br />

que el streaking es una forma barata de<br />

difusión. Baste el ejemplo de Mark Roberts<br />

en la Super Bowl: los anunciantes<br />

ordinarios de la gala pagaron a la CBS<br />

una media de 2,25 millones de dólares<br />

por cada comercial de treinta segundos,<br />

mientras que el casino online que<br />

publicitó Roberts en la pancarta de su<br />

pecho imberbe, apenas los gastos de<br />

viaje y legales de la travesura. A pesar<br />

de todo, los streakers insisten en que no<br />

lo hacen por motivos pecuniarios. En<br />

una de las múltiples páginas que tienen<br />

en Internet, declaran solemnemente:<br />

“En un tiempo en que los medios nos<br />

enseñan a creer en la belleza perfecta<br />

del ser humano, el streaking es un recordatorio<br />

de lo que es normal para la<br />

mayoría de nosotros. Deja con un palmo<br />

de narices (u otros apéndices) a<br />

las leyes de comportamiento pasadas<br />

de moda en la más pura tradición<br />

anarquista de ostentar autoridad”. ~<br />

– Yaiza Santos<br />

RELIGIÓN<br />

La santa marginal<br />

Marginal es aquello que está<br />

afuera, lo que no cumple con<br />

los requerimientos oficiales<br />

y pertenece a ese territorio donde va a<br />

parar todo lo abyecto, despreciable y<br />

peligroso para la perpetuación del<br />

sistema social. Sarita Colonia es una<br />

santa marginal. Para la Iglesia Católica<br />

Romana, la monarquía más conservadora<br />

de la historia, ella no merece ser<br />

canonizada porque no sólo proviene<br />

de ese espacio inmundo de los desplazados,<br />

sino que su devota feligresía<br />

está compuesta principalmente por<br />

delincuentes, travestís, prostitutas,<br />

mendigos, parias y trabajadores del<br />

último escalón laboral.<br />

Sarita es adorada por el lumpen<br />

porque sus milagros no están sujetos a<br />

ninguna escala de valores. A ella se le<br />

Sarita Colonia, devoción sin complejos.<br />

puede pedir tanto éxito para el próximo<br />

secuestro, como puntería para matar<br />

al enemigo, la cura de una terrible<br />

enfermedad o el regreso de la pareja.<br />

Sarita no distingue, pero tiene reglas<br />

estrictas. Antes de cada fechoría es<br />

preciso dedicarle el acto recitando<br />

“Sarita, esto lo hago por ti”. Ella siempre<br />

cumple, pero exige que sus fieles<br />

sean agradecidos. Por eso, una vez<br />

obtenido el favor, será obligatorio<br />

publicar un aviso en algún periódico<br />

popular rezando “Sarita, gracias por<br />

el milagro concedido”. A nadie se le<br />

ocurre retarla porque, así como bondadosa,<br />

sabe también ser vengativa. Este<br />

ojo por ojo ha cimentado el respeto que<br />

se le tiene y confirmado lo que siempre<br />

se supo: Sarita es una de ellos, la santa<br />

no reconocida de los no reconocidos.<br />

Sarita Colonia Zambrano nació en<br />

la ciudad de Huaraz, en la sierra del<br />

Perú, el 1 de marzo de 1914. Tenía doce<br />

años cuando su madre murió. A los<br />

veinte, como su padre había formado<br />

otra familia, decidió emigrar a Lima<br />

para ayudar económicamente a sus<br />

hermanos. Recién llegada, trabajó como<br />

empleada doméstica en la casa de<br />

una familia italiana. Luego se mudó al<br />

puerto del Callao, donde trabajó vendiendo<br />

pescado. De su estancia en la<br />

capital se sabe poco, pero esas caren-<br />

82 : <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> Octubre 2004


cias han sido cubiertas por una multitud<br />

de anécdotas, muchas de ellas contradictorias,<br />

aportadas por familiares y<br />

personas que dicen haberla conocido.<br />

Lo único comprobable es que Sarita<br />

murió el 20 de diciembre de 1940.<br />

Existen varias versiones sobre su<br />

muerte. Oficialmente, consta en el certificado<br />

de defunción del Hospital San<br />

Juan de Dios que falleció de paludismo<br />

pernicioso. El motivo por el que<br />

lo hizo en el Departamento de Maternidad<br />

no ha podido ser aclarado. Su<br />

familia asegura que una sobredosis de<br />

aceite de ricino usado como purgante<br />

la llevó a mejor vida. Cada grupo de<br />

seguidores maneja una versión distinta<br />

que la relaciona con su propia actividad.<br />

Las empleadas domésticas dicen<br />

que murió debilitada por los maltratos<br />

de sus patrones. Para los delincuentes,<br />

murió víctima de un atraco. Pero la<br />

versión más fantástica de su muerte la<br />

da el gremio de los camioneros. Ellos<br />

sostienen que un grupo de camioneros<br />

ebrios intentó violarla una noche<br />

cuando regresaba de ayudar a los pobres<br />

de los barracones del Callao, una<br />

zona peligrosísima donde ni la policía<br />

se atreve a entrar. En el preciso<br />

momento en que los malhechores le<br />

arrancaban la ropa, el sexo de Sarita<br />

desapareció. No había por dónde violarla.<br />

Piel lisa, nada más. Este primer<br />

milagro mantuvo su cuerpo inmaculado<br />

y convirtió a los violadores en<br />

hombres de bien. Sarita murió cuando<br />

intentaba huir volando del lugar. Los<br />

estibadores varían el final diciendo<br />

que, para evitar el ultraje, se arrojó al<br />

mar donde se ahogó. A las prostitutas<br />

lo único que les importa es que Sarita<br />

murió virgen. El hecho es que murió<br />

sola. Su cadáver no fue reclamado por<br />

nadie. Seis días después, fue sepultada<br />

en la fosa común.<br />

De Sarita quedan tres cosas: el certificado<br />

de defunción, una fotografía<br />

familiar y una frazada con flores a la<br />

que se le atribuyen diversos milagros.<br />

Su hermana Esther la conserva y declara<br />

entre emocionada y molesta que<br />

muchos fieles acuden a su casa para<br />

envolverse y rezar cubiertos por ese<br />

manto protector que hoy luce innumerables<br />

zurcidos, debido a que la gente<br />

le ha ido arrancando retacitos para<br />

llevarse consigo una reliquia. La fotografía<br />

familiar está tomada poco antes<br />

de que la madre muriera y ha sido el<br />

punto de partida para la construcción<br />

de la imagen que hoy cuelga de espejos<br />

retrovisores, descansa en carteras,<br />

atiende en altares particulares, medallas,<br />

afiches o estampitas, y recobra vida<br />

en las pieles de quienes se la tatúan.<br />

Agradecidos por sus milagros, los<br />

fieles de Sarita han intentado por diversos<br />

medios que al menos su proceso<br />

de beatificación sea admitido. Pero<br />

ella ha sido despreciada por esa Iglesia<br />

que pierde una vez más la oportunidad<br />

de integrar, olvidando además que<br />

durante los primeros trescientos años,<br />

antes de que Constantino convirtiera<br />

al cristianismo en la religión oficial del<br />

Imperio Romano, el culto a Jesús fue<br />

un culto marginal. Tanto, que sus<br />

seguidores servían como diversión y<br />

alimento para las bestias del circo.<br />

Esa organización administra una<br />

complicadísima burocracia en donde<br />

los procesos de santificación pueden<br />

durar más de cien años. Durante todo<br />

ese tiempo, una maquinaria de jueces,<br />

científicos, sacerdotes, creyentes, testi-<br />

gos y hasta abogados del diablo se debe<br />

poner a funcionar hasta llegar a un<br />

veredicto. Innumerables viajes a Roma,<br />

certificados médicos, testimonios<br />

y pruebas hacen de este proceso una<br />

empresa inalcanzable. Determinar con<br />

certeza cuál es el presupuesto necesario<br />

para una canonización es imposible.<br />

En todo caso, se trata de una cantidad<br />

impagable para una feligresía como la<br />

de Sarita Colonia, compuesta en su<br />

mayoría por gente pobre. Algunos<br />

otros procesos, sin embargo, se han<br />

llevado a cabo con sospechosa celeridad.<br />

Juan Pablo II ha canonizado a más<br />

gente durante su reinado que todos los<br />

anteriores pontífices juntos.<br />

Quizás el único reconocimiento<br />

oficial que Sarita Colonia alguna vez<br />

tenga sea que el penal del Callao haya<br />

sido bautizado con su nombre. Institucionalizada<br />

dentro del sistema carcelario<br />

al lado de San Jorge y Santa Mónica,<br />

dos santos también convertidos en<br />

prisiones, Sarita Colonia ha inspirado<br />

a músicos, pintores y escritores que<br />

han visto en ella la personificación del<br />

sincretismo de un país en constante<br />

mutación que ha mirado siempre<br />

afuera buscando el reconocimiento,<br />

la aceptación y la pertenencia. ~<br />

– Javier Ponce Gambirazio<br />

Octubre 2004 <strong>Letras</strong> <strong>Libres</strong> : 83

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