El día en que Inglaterra destronó al Borbón en Gibraltar

EL MUNDO, DOMINGO 27 DE JUNIO DE 2004
ANDALUCIA
300 AÑOS DE LA PERDIDA DEL PEÑON (I) / EL INICIO DE LA OCUPACION BRITANICA
Un viejo cañón británico de las defensas de Gibraltar apunta al Estrecho y la Bahía de Algeciras desde lo alto del Peñón, con la ciudad abajo. / REPORTAJE GRAFICO: ANTON MERES
EDUARDO DEL CAMPO
GIBRALTAR.— Tuvo que ser impresionante
por no decir aterrador
levantarse en Gibraltar aquella mañana
del 1 de agosto de 1704, asomarse
a la ventana y ver ahí enfrente
desplegada en formación de
ataque la colosal escuadra de 129
barcos de guerra y transporte del
almirante George Rooke, con sus
25.583 tripulantes, 9.000 soldados
de infantería y 3.000 cañones enviados
a ocupar la plaza en nombre
del Archiduque Carlos de Austria,
aspirante al trono de España.
Era el principio del fin de 266
años de dominio español sobre el
Peñón tras otros 727 de poder musulmán.
Era también el inicio del
primero de los 300 años de ocupación
británica. Y los que quedan,
porque sus habitantes están tan a
gusto con su identidad que llevan todo
el año conmemorando el Tricentenario
con una cascada de actos
que, para contrariedad del Gobierno
español, tocará techo mañana con la
visita real de la princesa Ana.
¡Y todo este conflicto porque
Carlos II El Hechizado no tuvo hijos!
El rey muere el 1 de noviembre
de 1700, pero doce días antes ha
nombrado sucesor a su sobrino
francés el duque de Anjou, nieto
del rey Luis XIV de Francia. Con su
proclamación como Felipe V la dinastía
francesa de los Borbón
irrumpe en la monarquía española.
Ahora sus descendientes Juan
Carlos I y su hijo, el futuro Felipe
VI, son muy populares y respetados
en la escena internacional, pero
entonces, a principios del siglo
XVIII, Austria, Inglaterra, Holanda,
Saboya, Portugal y Prusia se
niegan a que Francia aumente su
poder colocando a uno de los suyos
al frente de España, y plantan batalla
a Felipe V con el autoproclamado
Carlos III (el archiduque Carlos
de Austria) como oponente.
Si ganan la Guerra de Sucesión,
los ingleses han acordado antes
con sus aliados que en el reparto
del botín les corresponderá Ceuta,
Gibraltar, Menorca y un tercio de
las colonias americanas de España.
Con ese trasfondo, la suerte del
El día en que
Inglaterra destronó
al Borbón en Gibraltar
La colonia reafirma su identidad
conmemorando el Tricentenario de la
conquista del territorio a España en 1704
Un grupo de vecinos recrea la ‘ceremonia de las llaves’, en un acto del Tricentenario.
Peñón está echada cuando la flota
anglo-holandesa del almirante Rooke,
con el austríaco Príncipe de
Darmstadt como general de las
fuerzas de tierra, surge frente a su
costa e inicia el undécimo asedio de
la historia de Gibraltar. Cuenta JoaquínCestinoensulibroEl
Estrecho
(Arguval, Málaga, 2004) que la ciudad
de entonces tiene 1.200 casas y
más de 4.000 habitantes, pero sólo
cien cañones y una guarnición fija
de 80 militares para defenderse. Será
inútil resistir, pero lo intentarán.
El Príncipe de Darmstadt envía
una carta del autoproclamado Carlos
III en la que éste promete a los
habitantes mantener sus privilegios
(las exenciones fiscales del
Peñón no son invento de los ingleses
sino de los Reyes Católicos) si
lo aceptan como legítimo rey, y las
autoridades responden reiterando
su juramento de fidelidad a Felipe
V. El 3 de agosto, el príncipe les da
un ultimátum de media hora al que
contestan con otra negativa. A las
cinco de la madrugada del 4 de
agosto empieza a llover fuego sobre
Gibraltar durante seis horas.
«Se estima que se dispararon
28.000 balas de cañón y varios
cientos de bombas incendiarias»,
cuenta en su libro Joaquín Cestino,
que estima que hubo unos 60
muertos de cada lado. Ese mismo
día, el gobernador militar Diego de
Salinas convence al Cabildo muni-
cipal para capitular y entregar la
plaza en condiciones honrosas.
Mientras, mujeres, niños y viejos
se han refugiado del bombardeo
en la punta sur, en la capilla de
la Virgen de Nuestra Señora de Europa.
Los marineros, que llevan
más deunaño sin cobrar, saquean
el templo y cometen el error sacrílego
de tirar al mar la estatua de la
Virgen y su niño. Y la muy católica
población empieza a renegar de los
nuevos ocupantes protestantes.
Hoy el templo está reconstruido y
la estatua en su sitio. Los enseña
Gustavo Linares, el marido de la
guardiana, un jubilado de 50 años de
las oficinas del arsenal con pocas
ganas de polémica. ¿Británicos tres
siglos más? «Lo que queremos es
que nos dejen vivir tranquilos, cada
uno en su casa y ya está. Cualquiera
sabe lo que va a pasar en Europa, como
está el mundo y las vueltas que
da... Nosotros no lo vamos a ver».
Tampoco volverán a ver sus casas
los gibraltareños de 1704. Sus
temores sobre el futuro se agudizan
cuando el almirante Rooke iza
la bandera de la reina Ana de Inglaterra.
El 6 de agosto, apenas dos días
después de la capitulación, la
población casi al completo y sus
autoridades deciden en asamblea
tomar el camino del exilio. Muchos
se marchan hasta Málaga o Ronda.
Otros se asientan en el Campo de
Gibraltar, a tiro de arcabuz, con la
esperanza de retornar en breve.
En vano, porque el Tratado de
Utrecht consagra en 1713 el statu
quo legal que rige aún hoy la colonia,
al entregarla a perpetuidad a la
corona británica. Nueva sangre llegada
de todo el Mediterráneoymezclada
con la de los vecinos españoles
conformarán luego la Gibraltar cosmopolita
de nuestros días.
Gente cosmopolita como Marcello
Sanguinetti, de la Oficina de Turismo,
que asegura conciliador que
la conmemoración no es antiespañola.
«No queremos meter políticas
ni banderas, ¿eh?». Pero avisa
que la cortesía esunacosa,yotra
dar esperanzas al vecino. Y eso sí
que no. «La Historia, después de
300 años, no se puede cambiar».
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La visita de la
princesa Ana
para «la fiesta de
una cultura»
E. DEL C.
GIBRALTAR.— La presencia de
la presencia Ana desde mañana
hasta el miércoles, medio siglo
después de que sus padres protagonizaran
la última estancia
oficial de la familia real, y 23
años más tarde de la escala privada
que hizo aquí su hermano
CarlosconLadyDiensuluna
de miel, recuerda a los gibraltareños
que siguen formando
parte de la Commonwealth y la
Union Jack les arropa todavía.
La visita ha causado expectación
en la colonia pese a que ni la
corona ni el gobierno británico la
relacionan con el Tricentenario.
En cambio, para el ministro
español de Exteriores, Miguel
Angel Moratinos, ésta es una visita
inoportuna en un momento
en que Madrid aspiraba a retomar
el diálogo con Londres sobre
el plan de soberanía compartida,
después de que los gibraltareños
lo frenaran en seco con el
«No» aplastante de su referéndum
no reconocido de 2002.
Toda memoria es selectiva. La
información turística local habla
de la toma de 1704, pero no de
que provocó el exilio de la población,
que fundó los vecinos San
Roque y Los Barrios. Es el pecado
sobre el que se pasa de puntillas.
El asedio que de verdad les
gusta recordar, porque les sitúa
en el papel de épicos resistentes,
es el que sufrieron de 1779
a 1783 por las fuerzas hispanofrancesas.
El Gran Asedio.
El director del Tricentenario,
Peter Canessa, se apresura a
subrayar que la conmemoración
tiene sólo un carácter «cultural»
y no pretende ofender a nadie.
«Es un cumpleaños, una fiesta,
no se conmemoran ni batallas,
ni conflictos políticos: se celebra
que llevamos 300 años en el sistema
británico, 300 años de historia
de un sistema educativo,
político, judicial, de una cultura».
Aunque comprende que haya
«quien se pueda enfadar».
Elton John y Moratinos
Canessa ultima junto al escenario
la atracción deldía: un show
al aire libre que incluye la aparicióndelaseñorita
Miss Gibraltar
en un Jaguar con James Bond,
representaciones infantiles de
musicales como Oliver Twist, el
lanzamiento de paracaidistas militares
o una recreación historicista
de la ceremonia de las llaves,
conllanitos con casacas rojas
recordando el cierre nocturno
de las puertas por los centinelas
de la colonia en el siglo XVIII.
Habrá más, recita Canessa,
como el concierto de Elton John
el 10 de septiembre o el intento
el 4 de agosto de rodear el Peñón
con 14.000 personas. Pero
nada sería lomismosinlavisita
de la princesa Ana. Lo que diga
Moratinos resbala en estas calles.
Otros antes que él yalointentaron,
y La Roca sigue igual desde
hace 300 años. Inexpugnable.
Mañana, segunda parte: ‘San
Roque, donde reside Gibraltar’