Lorenzo Cara Barrionuevo - Diputación Provincial de Almería

Lorenzo Cara Barrionuevo

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Hitos
Periodos
Cambios
sociales y económicos
Restos y evidencias
principales conservados
Índice
Prólogo 6
1.- El medio ambiente 8
2.- Las profundidades de la historia 12
Los Millares y la complejidad social 14
Militarismo y propiedad privada 18
3.- El mundo romano 22
Urkesken, Urci 23
El territorio urcitano 28
Cristianización y mundo tardorromano 32
4.- La Edad Media: Campesinos y comerciantes 34
La ciudad campesina 35
Organizar el agua, distribuir la vida 38
La religión 42
Prehistoria
‘Cultura de Almería’
Los Millares
Poblados al aire libre.
Posición defensiva.
Tribus sencillas, vinculadas al
megalitismo.
Inicios de la complejidad
social: aparecen los clanes.
Especialización productiva y
metalurgia.
Poblados amurallados
organizados en el territorio.
Convivencia con
comunidades
megalíticas
El Argar
5000 a.c. 3000 a.c. 1000 a.c.
NEOLÍTICO
Majada del Carnero
Mesica del Abriojal
Cerro del Tesoro
Cerro de las Chinchillas
EDAD DEL COBRE -
EDAD DEL BRONCE
Los Millares
y 12 fortines
Zamarula
Necrópolis
megalíticas
de El Ruini y
en faldas de
sierras Gádor
y Alhamilla
Surgen la propiedad
privada y la herencia:
enterramientos
individuales.
Militarismo: nace el
Estado.
Cerro El Coto
C. de El Fuerte
C. de Enmedio
Iberos
República
del 509 a.c.
al 27 a.c.
Urci, ciudad
Ibero-romana
Incursiones Fenicias.
Comienzo de la explotación de
metales y salazones.
Aumento del comercio marino.
Romanización
Alto Imperio
del 27 a.c.
al 235 d.c.
ÉPOCA ROMAN
Dos siglos de
prosperidad: apogeo
económico y construccione
públicas.
Cerro del Paredón
Cerro de San Miguel
Mondújar y La Calderona
Cerro El Fuerte y Pechina
del 235 al
Decadenc
expor
Econ
autoc
Ce
Qu

Bajo Imperio
del S. III
al 476 d.c.
s
307 d.c.
ia de las
taciones.
omía de
onsumo.
5.- Edad Moderna: La gran transformación 48
Moriscos, rebeldes e integrados 49
La rebelión morisca 52
La repoblación: un periodo decisivo 54
6.- El siglo XVIII: La expansión 56
La sociedad estamental 57
La tierra y el agua 59
La restauración religiosa 63
7.- Esplendor y crisis: El siglo XIX 66
La estructura social y de la población 67
Los pueblos: distribución urbana 70
8.- El pan de sierra: Minería y esparto 72
9.- El orden social: Conflicto y emigración 80
Los balnearios: Salud y sociabilidad 84
10.- Una larga caída: El siglo XX 88
Un epílogo 94
Anexos 96
Bibliografía 97
Créditos Fotográficos 98
Califato de
Córdoba
Final del S. V A partir del Siglo IX
Inestabilidad
política y social.
Invasiones.
Abandono progresivo
de Asentamientos.
Repoblamiento medieval
Urs al-Yaman, tierra
de los yemeníes:
organización de riegos.
Apogeo y crisis de la
ciudad de Pechina
Rebelión morisca (1568).
Repoblación (1572-73).
Crisis general.
Alquerías de
campesinos libres.
Dependencia política y
económica de la ciudad
de Almería
Reino cristiano
de Granada
Fuentes de
los pueblos
(1730-80).
Incremento
producción
y habitantes
Desamortización:
cortijos y haciendas.
Pérdida de bienes
comunales: esparto.
Construcción
Baños de
Sierra Alhamilla
(1777)
Régimen liberal
Restauración Monárquica
Primo de Rivera / II República
Franquismo / Democracia
A ÉPOCA ANDALUSÍ
Edad MODERNA CONTEMPORÁNEA
rro El Fuerte
iciliana
Avance
Islámico
711 d.c.
Llano de Benítez
Cuevas de
Huéchar y
Los Millares
La Partala
Almería
Medina
955 d.c.
Capitulación
Nazarí
El Castillejo
Torres de Santa Fe
y Mondújar
1492 d.c.
Expulsión
Morisca
1609
Iglesias de Gádor, Santa Fe y
Huércal.
Baños de sierra Alhamilla.
Cortijo Las Cuatro Torres.
Palacio de Boleas.
Molino de Araoz.
Invasión
Francesa
1808
Guerra
Civil
1936
Transición
democrática
1975
Fuerte emigración.
Recuperación
económica desde
1980
Minería del hierro
(Pechina y Rioja) y
del azufre (Gádor y
Benahadux): 1870-1930.
Ferrocarril a Almería.
Ua de mesa y naranjas.
Minas de Las Balsas y la Partala.
Tren minero de
sierra Alhamilla.
Cortijos de recreo.
Ferrocarril y
estaciones.
5

6
Prólogo

El Bajo Andarax es uno de esos espacios que uno puede abarcar desde
una altura con la mirada, en los que inmediatamente se percibe la esencial
originalidad del paisaje y su profunda comunión con el pasado. Esa unión
del espacio y del tiempo, la necesaria verdad del trabajo de los hombres
que se aprecia en señales propias y colores particulares, es la que le confiere
valor y conocimiento. Es el pardo apagado o el violáceo pétreo, el verde
codicioso, el ilimitado azul intenso o el blanco radiante. Es el río benefactor
y amenazante. Es la labor callada y paciente del hombre. Es el contraste
mitigado por la serenidad firme e incesante del tiempo.
El valle es una perspectiva mediterránea de montañas que miran al mar, de
vegas feraces y montes descarnados. Un horizonte de culturas. Un vértigo
de colores y sensaciones, evocación y emociones que rememora el francés
Francis Jammes en 1895: “Valle de Almería, el valle de Almería / debe
ser un valle de flores y aguas argentíferas / de montañas claras y azules,
y de torrentes / llenos de rosas claras, de granados rojos y lucientes”. El
poeta, que jamás salió de su aldea pirenaica, acertó al hablar de “una
guitarra con flores de naranjos” y comprendió, quizá mejor que muchos
estudios sesudos, que un viaje es una experiencia, que una luminosa
mañana de abril perfumada de azahar es un acontecimiento inestimable, y
tan extraordinario como un trozo de vida, que el verdor del oasis sobre una
tierra ocre y calcinada es, en si mismo, un prodigio admirable.
La verdad es que conocemos las cosas tanto por lo que son como por lo
que sugieren y significan. Y en esta obra (el primer acercamiento global a
la evolución del Bajo Andarax), nos vamos a encontrar una historia llena de
matices y de originalidad, cuyos hitos y señas sobrepasaron con mucho los
estrechos límites de un espacio natural.
Estos serán pequeños o grandes hallazgos que conviene paladear con
sosiego, mientras resuenan los versos rotundos y musicales de Ibn Safar
al-Marini: “¡Valle de Almería! ¡Haga Dios que jamás me vea privado de ti!
Cuando te veo, vibro como vibra, al ser blandida, una espada de la India. Y
tú, amigo, que estás conmigo en un paraíso, goza de la ocasión...”.
7

8
1
El medio ambiente
Esta es una historia y una geografía unida
a un río, el Río de Almería.

Antes de desembocar al este de la capital, y después de haber recorrido
96 kilómetros, el Andarax se abre a un amplio valle, franqueado por
las sierras de Gádor, a poniente, y de Alhamilla, a levante. Es un río importante
aunque de tan poco caudal que no lleva agua en el estiaje. En
ocasión de grandes lluvias, provoca riadas asoladoras, algunas de triste
recuerdo por las pérdidas de vidas y enormes daños materiales, como
las de 1871 y 1891.
Las filtraciones son tan importantes que disminuyen su caudal, en general
escaso. Recoger las aguas superficiales y las subterráneas será el
empeño de todos los tiempos, una constante histórica.
Las montañas fueron casi totalmente deforestadas en la primera mitad
del siglo XIX por el apogeo minero. Quedaron algunos chaparros en
sierra Alhamilla que, junto a la repoblación de los últimos cincuenta
años, forman hoy un interesante bosque de gran valor ecológico y sorprendente
belleza en un área donde las precipitaciones medias anuales
oscilan alrededor de los 350 mm. En el fondo del valle aún son menores
hasta rayar la sequía de un clima mediterráneo semiárido.
Ha sido opinión generalizada la reciente formación de este valle a partir
de una profunda ensenada, colmatada progresivamente. Orbaneja, ya
en 1699, afirmaba que en la antigüedad el mar entraba hasta Pechina y
el río era navegable. Las recientes investigaciones geológicas han señalado
profundos cambios en la línea de costa en los últimos 5000 años,
confirmando en parte estas apreciaciones.
Entramos en un tiempo lejano que tiene algo de mítico: La Prehistoria.
La entrada al valle del Andarax a su paso por Mondújar
9

10
Un clima en movimiento
La evolución del clima mediterráneo en la zona es la historia de una
progresiva desecación. Para los últimos 7.000 años se dispone de datos
que demuestran la aparición de condiciones áridas: los lagos y zonas
pantanosas se desecan poco a poco y cada vez discurrió menos agua por
el fondo de ríos y ramblas.
En época de Los Millares (hace de 5000 a 4000 años) desaparecen los
bosques caducifolios de robles. Los pinos aumentan en perjuicio de las
encinas en el periodo siguiente (época argárica, hace entre 4000 y 3000
años). Los pinares van disminuyendo poco a poco en beneficio del matorral,
mientras las encinas avanzan en los siglos siguientes.
La influencia de las actividades humanas extractivas (minería) durante
época romana justifica las trasformaciones documentadas hace 1700
años, con una intensa y rápida deforestación vinculada a la tala y al
carboneo. El proceso se repetirá en la primera mitad del siglo XIX hasta
acabar con cualquier vestigio forestal en la zona a favor del desarrollo
de la minería del plomo.
Así pues, el estudio de restos palaeoecológicas muestra que la evolución
de la cobertura vegetal en los últimos milenios refleja claramente la aridificación
del clima. La concurrencia de incendios naturales y actividades
humanas, en un largo proceso presidido por el cambio climático, acabó
por hacer desaparecer los bosques naturales.
El paisaje humanizado. En primer término Pechina

Paisaje montañoso de Sierra Alhamilla. El Fuerte, Rioja.
11

Las profundidades
de la historia
En el vértigo de los años encontramos las tenues huellas
de la civilización que nos ayuda a descubrir la
arqueología. Es cierto, este no será un viaje hacia
lo monumental y necesitaremos cierta capacidad
de descubrimiento. Pero aquí vamos a encontrar algunas
de las ruinas más interesantes y grandiosas de
toda la prehistoria peninsular, verdaderos hitos que
conviene conocer.
Sierra de Gádor
12
Los Millares
2
Zamarula
Tumbas megalíticas
El ídolo de Gádor,
descubierto en una
tumba megalítica
EL FUERTE
Sierra Alhamilla
Cerro de El Rayo
Cerro de Enmedio
Distribución de los principales yacimientos
arqueológicos a lo largo del valle

La Cultura de Almería
Más que una revolución, el Neolítico fue un largo proceso desigual de
transformaciones diversas que se extienden a lo largo de un largo periodo.
Alrededor del 3500 antes de Cristo y hasta el 2800 se suceden importantes
cambios. A esta etapa de transición se la ha denominado de varias
maneras. El insigne arqueólogo Luís Siret la llamó Cultura de Almería.
Se conocen tres poblados al aire libre de esta enigmática época, todos
en el término municipal de Rioja. De norte a sur, se suceden la Majada
del Carnero, la Mesica del Abriojal y el Cerro del Tesoro, este en las
inmediaciones del cementerio. Todos ocupan elevaciones amesetadas,
último extremo de las lomas que bordean el valle.
Ninguno ha sido excavado pero la escasez de restos constructivos hace
pensar en cabañas de adobe, madera y caña, con silos subterráneos en
los que guardaría el cereal. Sólo los mayores poblados, precisamente los
situados en los entornos más productivos, continuarán en la Edad del
Cobre, mientras que el resto se irá abandonando antes o después.
La cerámica es de forma sencilla; sin decoración. Las vasijas son lisas y de
tendencia ovoide. Grandes ollas, cuencos hondos o curvos, y vasos de paredes
angulosas formaban la vajilla doméstica. Más abundante y variado
es el utillaje de silex, una piedra frágil y dura, de corte perfecto. Presentan
pequeño tamaño y formas geométricas
(hojitas, trapecios, medialunas).
Las tumbas presentan enterramiento
individual en cista (caja de piedra), rodeada
de un círculo de piedra y tierra
(túmulo). Se conocen las de la loma de
las Chinchillas, en Rioja.
Megalito de Los
Callejones, Huércal
Tumba megalítica en las laderas del cerro del Rayo
13

14
Los Millares
y la complejidad social
En realidad, el periodo comprendido entre el 3200 al 2200 antes de Cristo
viene presidido por la complejidad social, basada en la especialización
productiva, la redistribución entre clanes sociales y la formación de tribus
con rudimentarios estados.
Durante muchos años se pensó que estos cambios fueron efecto del
contacto con gentes del otro lado del Mediterráneo, supuestamente
más desarrolladas. El auge del autoctonismo coincide con el mejor conocimiento
del megalitismo (tumbas colectivas levantadas con grandes
piedras) y la metalurgia.
Las manufacturas artesanales en cerámica, piedra trabajada, madera o
esparto incluyen la manufactura de objetos de cobre. Sin embargo, la
metalurgia, aun estando plenamente extendida, no desempeñó un papel
productivo, pues atendía más a la demanda de objetos de prestigio.
El desarrollo decisivo se obtuvo en la agricultura. El cultivo del olivo (a
partir de los acebuches) y de la vid, junto a la posible rotación entre cereales
y leguminosas, completarían el proceso de producción.
El poblado más importante es Los Millares, en Sta Fe de Mondújar.
Mundialmente conocido, es excepcional por dos motivos: (1) su gran
extensión y complejidad defensiva y (2) estar rodeado de uno de los
mayores conjuntos de tumbas megalíticas conocidos en Europa (unas
300 tumbas).
Puerta principal del poblado de Los Millares (foto Dpto Prehistoria, UGra).

Las tumbas: memoria de los antepasados
Las sepulturas son siempre colectivas y permitían enterrar a los miembros
de toda la familia o linaje. Estaban compuestas de cámara circular
cubierta por una falsa cúpula, construida aproximando lajas de piedra
(como las retumbas o cabañas de pastores en la sierra) y un corredor de
entrada. Sus paredes se forraron con losas de pizarra, traídas de la sierra
de los Filabres. Una buena parte de los restos humanos presentan indicios
de cremación parcial, que no afectaba al ajuar, por lo que ciertos
arqueólogos piensan en enterramientos secundarios.
Las tumbas se agrupan en necrópolis y se divisan en su totalidad desde
el poblado, marcando un área de uso directo. Cada tumba destaca del
Los Millares, primera muralla. Torre con saeteras (foto Dpto Prehistoria, UGra).
Hitos de la prehistoria peninsular
Los Millares o el llamado “plomo de Gádor” figuran entre los descubrimientos
más destacados, pero no son los únicos. El hallazgo de la
ibérica Urci con su interminable polémica sobre su situación afectó tanto
a la geografía histórica de la antigüedad peninsular que todavía hoy es
objeto de debate. Algunas piezas como el “Buen Pastor” de Gádor o
la cerámica árabe de Pechina supusieron un indudable avance para el
conocimiento de estos periodos en todo el país.
Detrás de estas investigaciones hubo gentes esforzadas. La suerte y el
trabajo concienzudo justificaron pequeños y grandes progresos, presididos
siempre por una ardua investigación.
Entre todos estos pioneros destaca Luis Siret y Cels (1860-1934), el padre
de la arqueología prehistórica española. y primer investigador que reconstruyó
por completo la secuencia cultural del Sudeste.
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16
Un poblado excepcional
El yacimiento de Los Millares se localiza en el término de Santa Fe de
Mondújar. Está compuesto por un poblado de unas cuatro hectáreas,
defendido por cuatro líneas de fortificación que pudieron albergar a
unas mil personas.
La mayoría de las viviendas excavadas se encuentran próximas a las líneas
de murallas. Todas son de tipo similar: cabañas circulares, de cuatro
a siete metros de diámetro, con zócalo de mampostería y cubierta de
madera y ramas.
Al exterior se localiza una gran necrópolis de 13 hectáreas y unas 90
tumbas colectivas de cámara circular, cubiertas de falsa cúpula formada
por lajas de piedra que se aproximan poco a poco, precedidas de un
corredor o pasillo segmentado con puerta de acceso abiertas en losas
de pizarra. Allí se enterraba a los miembros de un mismo clan con sus
ajuares personales: armas, herramientas, adornos, cerámica simbólica,
ídolos... que pueden observarse en el Museo de Almería.
La muralla exterior es también la más moderna. Mide 310 m. desde los
escarpes del río Andarax a la rambla de Huéchar, lo que la convierte
en la más larga de la época en Europa. Presenta torres semicirculares o
bastiones a intervalos regulares y dos puertas. La segunda cerca era un
lienzo de unos dos m. de anchura. La tercera tenía forma casi circular y
se desmanteló después de construirse la primera. Por último, la cuarta
parece formar una especie de “ciudadela” interior y es el recinto más
antiguo y el último en ser abandonado por sus habitantes.
Las defensas del poblado se completaban con un conjunto de trece fortines
que se sitúan al borde de la sierra de Gádor y a ambos lados de la
rambla de Huéchar.
Reconstrucción de las murallas en el área interpretativa.

territorio circundante por el montículo de tierra que la cubre. Como expresión
de las diferencias grupales que reclaman derechos territoriales
específicos, muchas veces se sitúan en altura para delimitar y regular
el acceso al entorno. Los materiales con los que fueron enterrados los
muertos revelan el sistema social basado en símbolos específicos que informan
del número y variedad de alianzas entre los grupos. Los ajuares
funerarios actúan como instrumentos de poder y prestigio, poniendo en
evidencia el liderazgo de ciertos linajes.
Las comunidades megalíticas
En los llanos del Ron y El Ruiní (Gádor) o al pie de sierra Alhamilla se
extienden necrópolis compuestas por rudimentarias sepulturas. Estos
enterramientos estaban realizados con grandes losas de piedra, que
arrancaban del terreno. Por ello recibían el nombre de tumbas megalíticas
(megas=grande y litos=piedra).
Se trata de rudimentarias sepulturas colectivas, formadas por un estrecho
pasillo y una pequeña cámara de planta poligonal, donde simples
familias enterraban a sus miembros, junto a toscas vasijas, piezas de silex,
hachas pulimentadas, cuentas de collar…
Como la tierra se agotaba con su cultivo constante y el ganado necesitaba
mejores pastos, los grupos debían buscar nuevos recursos. Por ellos,
las tumbas marcaban un territorio y, como símbolo de la continuidad de
la vida, los muertos defendían los derechos de sus descendientes.
Evolución del poblado de Los Millares, según Arribas, Molina y otros
Reconstrucción de los fortines 2 y 1 de Los Millares
17

18
La competencia por los recursos fue mayor con el aumento de la población.
El poblado de Los Millares fortificará su población con sucesivas
murallas, defendiéndose mediante fortines o castillos en los cerros
próximos de estas comunidades megalíticas. Los efectos del conflicto
son perceptibles en otros poblados como Zamarula, en Huércal, cuyas
tumbas estaban repartidas por El Chuche.
Militarismo y
propiedad privada
De modo tradicional se denomina Cultura de El Argar a las comunidades
de sudeste de la Península Ibérica que desde el 2200 al 1200 antes
de Cristo se caracterizan por vivir en poblados fuertemente defendidos,
emplear enterramientos individuales y utilizar una cerámica lisa, sin decorar
y a cuyas superficies se les ha sacado lustre o brillo (bruñido). El
nombre genérico lo reciben del mayor asentamiento hasta ahora conocido,
situado en Antas, cuyas investigaciones fueron iniciadas a finales
del siglo XIX por Siret.
Los asentamientos argáricos se caracterizan por situarse normalmente
en cerros escarpados, especializando sus estrategias productivas mediante
el control de recursos zonales (tierras de llanura a sus pies, caza y
ganadería en las montañas....).
Las tumbas se localizan bajo el suelo de las viviendas, en el mismo poblado.
Son enterramientos individuales, donde abunda el armamento (hachas,
puñales, espadas, alabardas). La obsesión por la defensa es paralela
a los primeros signos distintivos de poder personal y de herencia. Nace
la guerra como forma de propiedad privada y como organización social.
Cerro de Enmedio. Ruinas de vivienda prehistórica.

Tres poblados, tres periodos
El cerro de Enmedio presenta una posición defensiva natural. Las laderas
de más fácil acceso (al norte y al oeste) se encuentran defendidas por
una potente muralla que cierra los espacios abiertos entre los crestones
rocosos. En el recinto se observan algunas viviendas rectangulares, levantadas
en piedra hasta ocupar poco más de media hectárea.
Por su parte, en el cerro del Rayo destacan restos de una muralla que
puede seguirse superficialmente; bajo ella hay una depresión del terreno
que puede indicar la existencia de un foso. Son visibles numerosos
restos de muros, fundamentalmente en su cara oeste.
El cerro del Boquete toma su nombre por el desmonte ejecutado a finales
del siglo XIX para el cable aéreo de mineral. Se conocen, al menos, dos
tumbas megalíticas. Al noroeste abundan restos de muros superficiales.
Los Baños, plano general con los yacimientos.
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Un espacio privilegiado
Los primeros asentamientos de la Edad del Bronce parecen deudores
de la situación anterior. Los cerros de El Castillejo y del Coto (Gádor)
suponen la pervivencia de las medidas defensivas contra las últimas poblaciones
megalíticas, cuando ya se encuentra abandonado el poblado
de Los Millares. Algo parecido ocurre en El Fuerte (Rioja), un cerro enclavado
a media altura en sierra Alhamilla próximo a minas de cobre pero
rodeado de megalitos.
Pero es al amparo de la riqueza minera y de agua distribuida por los alrededores
de Los Baños, donde encontramos la secuencia más completa
y continua de asentamientos, protegidos con la máxima figura patrimonial
de la legislación española.
La ocupación más antigua detectada es la sepultura de la Edad del Cobre
del cerro del Boquete. Un poblamiento intensivo sólo se puede documentar
desde la Edad del Bronce en el cerro de Enmedio, que ofrecía
a las poblaciones argáricas un lugar idóneo para habitación y defensa.
Al final del periodo se ocupa el cerro del Rayo, que prosigue poblado
hasta su contacto con los colonizadores fenicios.
Mineros y colonizadores
El periodo comprendido entre el 1000 y el 500 antes de Cristo supone
una etapa fundamental en el Mediterráneo occidental: el paso de la
Prehistoria a los albores civilizadores que preceden a la romanización.
Es un proceso consecuente a la acción combinada de la presencia fenicia
y cartaginesa plasmada en asentamientos como los del cerro del Rayo
(Pechina) y El Fuerte (Rioja).
El cerro de En medio.

El plomo de Gádor
El famoso ‘Plomo de
Gádor’ descubierto en
una mina del barranco
del Rey, Pechina.
Cuando llegó a manos de Antonio González Garbín éste comprendió enseguida
la importancia de esta pequeña plancha de plomo llena de caracteres
que no estaban escritos en alfabetos conocidos. Estamos en 1862.
Garbín había estudiado en la Universidad de Granada y obtenido el grado
de doctor de Filosofía y Letras en la de Madrid. Era, pues, un profesor
aventajado que desde 1858 impartía clases de griego y latín en el Instituto
de la capital.
El “plomo de Gádor”, como erróneamente se le denomina, se halló en
el barranco del Rey (Pechina) y estaba destinado a arrojar nueva luz al
conocimiento de la lengua y escritura ibérica. Se trata de una curiosa
plancha de plomo, de forma algo triangular, que mide 17 cm en su parte
más ancha por 11 en la opuesta y apenas dos milímetros y medio de grosor.
Por la dirección en la que fueron realizadas las letras con un punzón,
sabemos que el texto se leía de derecha a izquierda. Erraron, por tanto,
los que la leyeron al contrario.
Este texto misterioso se data probablemente a finales del siglo VI antes
de Cristo, lo que supone que la zona estaba muy influenciada por los
fenicios, de cuya escritura deriva la ibérica. El lugar del hallazgo sugiere
su relación con el beneficio del plomo. Además cada una de las cuatro
líneas está rematada por distintos trazos verticales que parecen indicar
una cantidad específica (nueve, seis, cuatro y tres respectivamente).
Hace pocos años se ha hecho una nueva interpretación de su texto. Según
parece se trataría de una especie de albarán o balance de la actividad
metalúrgica. En concreto, recogería la cantidad de carbón vegetal
necesario para la fundición, el mineral extraído de la mina, el plomo
obtenido de la fundición y, por último, la cantidad entregada.
La inscripción ibérica de Pechina sigue guardando sus secretos, al igual
que los mineros prehistóricos que laborearon sus minas. Hoy se conserva
en la Real Academia de la Historia.
21

22
3
El mundo romano
Estamos ante un periodo decisivo en la historia del país y, también, ante
un asentamiento excepcional, El Chuche. Poblado en época ibera y romana
y probablemente asiento de la antigua Urci, se encuentra todavía
escasamente estudiado por lo que promete reservarnos grandes y gratas
sorpresas.
Plano del cerro
del Paredón, El
Chuche, asiento
de la antigua
Urci romana.

Urkesken, Urci
El cerrillo del cortijo de Las Palmeras, en El Chuche, se ha identificado
con la ceca ibérica de Urkesken y con el oppidum (población indígena
amurallada) de Urci. Excavado en cinco campañas desde 1976, es uno de
los pocos yacimientos de época ibérica plena que se conoce en Almería.
El poblado ibérico presentaba numerosas habitaciones y abundantes materiales
arqueológicos, entre ellos cuatro enterramientos de animal a lo
largo de un muro. Bajo una de estas habitaciones se localizan varios niveles
de ocupación y una sepultura de falsa cúpula de época de Los Millares.
La más antigua alusión a la ciudad de Urci la encontramos en Pomponio
Mela. Ptolomeo afirma que estaba en el litoral batestano. Plinio la hacía
población costera, es decir que su término llegaba al mar.
Una historia mítica
Invasiones, catástrofes... los acontecimientos desmesurados fueron responsables
de todos los cambios. Tras la calamidad llegaron los pueblos
viajeros: los celtas, los de la isla de Rodas y después los caldeos, egipcios
y fenicios que los vencieron. Precisamente Ur significa en caldeo fuego;
así que Urci “quiere decir ciudad del sol, ciudad del fuego”. Así de fácil
y así de absurdo.
Los ilustrados del siglo XVIII tendieron a situar Urci en diversos puntos.
El descubrimiento a finales del siglo XIX de inscripciones en Murgi (El Ejido)
y Baria (Villaricos) despejó dudas sobre su localización aproximada
con ayuda del Itinerario Antonino. El erudito Fournier zanjó la discusión
en 1874 con su “Memoria... sobre la verdadera situación de Urci y los
límites de las antiguas provincias de la Bética y Tarraconense”.
Antigua ubicación de
Urci, en un plano de
Ptolomeo, 1525.
23

24
Urci romana, la población
La zona probablemente fue pronto romanizada por inmigrante itálicos
que bien pudieron dedicarse a la explotación de la riqueza minera, sobre
todo de la cercana sierra Alhamilla. La ciudad se fue extendiendo
por la ladera oriental del cerro hasta llegar al fondo del valle, poblando
también el inmediato cerro del Boliche, hasta alcanzar las casi nueve
hectáreas.
Abriendo la carretera de Almería-Granada en 1873 se descubrieron muros,
pavimentos y mosaicos de la ciudad antigua. Los restos son parcialmente
visibles aún en el cortado superior e inferior del desmonte.
Gruesos muros de fuerte obra quedaron al margen de la carretera. Ladera
abajo, ya en zona de cultivo, los hallazgos (monedas, trozos de
muros, suelos y cerámica) son esporádicos y algunas construcciones muy
superficiales.
La aparición a mediados del siglo XX de una escultura y el pie monumental
en mármol blanco encontrado en las ruinas, parece corresponder
a algunas de las estatuas del foro de la ciudad, el centro político
y administrativo de la población. El pedestal conservado en la ermita
de san Indalecio de Pechina corresponde al soporte de una estatua de
bronce. Aunque desconocemos su origen, es probable que fuera traído
del yacimiento.
Plano de la conducción de agua romana a El Chuche.

Acueducto de El Chuche a su paso por la rambla de La Churruta.
En el centro del cerro, se levantan enigmáticos los trozos de una construcción
de hormigón, embovedada y con cubierta a dos aguas. Las
chumberas que proliferan por doquier apenas dejan ver muros de grandes
habitaciones y de un primitivo embalse, donde iría a parar el agua
de abastecimiento.
La tarjea de El Chuche
El agua nace en el Marchal de Araoz (Gádor), en el confín del término
municipal, origen de múltiples conducciones posteriores. Una balsa recoge
las aguas de dos fuentes, la de los Álamos y la del Obispo.
La tarjea se extiende desde 260 m. sobre el nivel del mar hasta los 140
m., altura a la que se sitúan los depósitos de abastecimiento de la ciudad,
por algo menos de 10,5 km de longitud. Se trata de una sencilla
conducción que seguía las líneas del relieve y sufrió varias reparaciones.
El canal es de mortero de cal y sección rectangular. El acueducto final
fue destruido en 1890 por las obras del ferrocarril. Presentaba una altura
de poco más de 18 m. y unos 50 de longitud máxima. Tenía una base
maciza de mampostería, con arco central junto a dos más pequeños laterales
y dos órdenes superiores de pequeños arcos. En esto seguía el
modelo más común de doble arquería superpuesta.
El Chuche, desnivel que debía atravesar el
acueducto, paso luego del ferrocarril.
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26
Las dos cisternas del agua, adosadas y precedidas por una pequeña pila
de decantación, se nos presentan hoy abiertas y sin huellas de arranque
de bóvedas que las cubriera. Estos depósitos podían albergar más de un
cuarto de millón de litros de agua.
Un famoso urcitano
Arranque del pilar
del acueducto final;
arriba trozo de la
tarjea o conducción.
“A Publio Valerio Prisco, hijo de Publio, de la tribu Galeria, originario
de Urci en la Hispania Citerior, prefecto de las obras, prefecto
de la cohorte I de Astures y Galaicos en Mauritania, prefecto de la
cohorte I de los Apamenos arqueros en Capadocia, tribuno de la
cohorte I Itálica (miliaria) de los ciudadanos Romanos voluntarios
en Capadocia, prefecto del ala I Flavia Numídica en África, prefecto
del ala I Auriana de los Hispanos en Retia, vivió 65 años”. Así dice
una inscripción hallada en Torre Nova, al norte de Roma.
La carrera militar de este importante personaje, se fecha entre los siglos
II y III. Valerio Prisco se reconoce urcitano por tener su ciudad un estatuto
privilegiado. Pertenecía a la tribu Galería, en la que se encuadraron
las poblaciones indígenas más prontamente romanizadas. Por lo tanto,
es probable que Urci obtuviera el estatuto municipal en época de Augusto.

La necrópolis romana
En 1894, unos expedicionarios vagan por las ruinas, contabilizan los hallazgos,
copian monedas y recogen las informaciones de los lugareños.
Incluso un propietario los invita a conocer un hallazgo excepcional.
Se trata de un hipogeo, una tumba colectiva excavada en la roca, que
aparece intacta ante sus atónitos ojos. El mausoleo es “una cueva hecha
en terreno de composición gredosa en su mayor parte, perfectamente
cuadrada, de techo plano, de unos dos m. de fondo por tres de ancho
aproximadamente y dividida en dos pequeñas habitaciones”, nos dice
en su meticuloso informe Ramón Blasco. En un segundo compartimiento,
“hallamos, igual que en el de la entrada, varios nichos con ollas o
pucheros, unos llenos de huesos carbonizados, otros vacíos y dos urnas
cinerarias de yeso”.
La tumba reservaba otra sorpresa: “En la pared y a la altura de los dos
ángulos superiores del altar, vimos dibujadas dos aves, tan mal acabadas,
que ningunos pudimos conocer a qué familia pertenecerían”. Todo
se perdió después, al desmontar el terreno.
Poco más se sabe aún de esta ciudad, la mítica Urci, cuyas ruinas siguen
desafiando al tiempo.
Trozo de
conducción
de agua en
el cerro.
Edificio romano en la cima del cerro.
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El territorio urcitano
La base económica y de prestigio social en época romana fue la tierra.
La fundación de una ciudad suponía la distribución a los ciudadanos de
lotes de tierra. El ager centuriatus (es decir aquel habilitado según la
norma catastral de las reparticiones iniciales) sólo puede ser identificado
hoy en las inmediaciones de Pechina y en la Vega de Acá almeriense. Los
distintos modos de apropiación económica conformaron distintos tipos
de asentamientos.
Los más importantes fueron las villas suburbanas, que a menudo adquirieron
la denominación de su propietario. Tal es el caso de Pechina
(¿Peccius?), Quiciliana (Quicilius) y Paulenca (Paulus), en Gádor. En ellas
se refugiaron los poderosos tras desentenderse de la vida de la ciudad
por lo que su importancia fue en aumento.
El Chuche desde Pechina.
Un tesoro misterioso
En 1944 el Director del Museo Provincial, Juan Cuadrado, compró para
su colección particular 40 monedas de cobre de Antonino Caracalla,
descubiertas poco antes en Moscolux. Este pequeño tesorillo realmente
parece una simple ocultación doméstica y presenta una curiosa particularidad:
todas las monedas eran diferentes, “como si se tratase del lote
de un antiguo coleccionista romano”. La vasija que las contenía era de
la época y fue hallada casualmente, “como en otros tantos otros casos
ocurre”, en un campo de Gádor, al hacer un desmonte.

La expansión agrícola coincide con la extensión de la ciudadanía romana
por Vespasiano a finales del siglo I de nuestra Era. Las aldeas no eran
grandes, más bien formaban cortijadas de campesinos cada vez más endeudados.
La Calderona (Sta Fe de Mondújar), Moscolux (Gádor), cortijo
Briceño (Benahadux), rambla del Conquín (Rioja) y laderas de Torre Cárdenas
(Huércal) representan esta ocupación.
A veces, también se cultivan los secanos al pie de las sierras, como en
La Partala y el Marchal de Araoz (Benahadux) y, sobre todo, La Quinta
(Sta Fe de Mondújar), este próximo a una aldea, quizá la más extensa y
perdurable, localizada en Huéchar.
El tercer tipo de establecimiento corresponde a las instalaciones industriales
relacionadas con la minería, una constante histórica en la comarca.
Los mejores ejemplos de esta importante actividad se encuentran en
sierra Alhamilla. En La Peineta (Rioja) encontramos una dependencia
específica para moler el mineral. Le rodean una serie de habitáculos de
mineros. Más lejos, al lado de un barranquillo próximo, se encuentran
escoriales junto a hornos. En Los Secanillos, al pie de la ladera occidental
del cerro de El Fuerte se destruyeron hace poco diversas hornos pequeños
para la obtención de cobre, distribuidos alrededor de un edificio.
Como elemento curioso podemos citar una cantera de extracción de
ruedas de molino, de pequeño tamaño, en el cerro de Las Chinchillas
de Rioja.
La crisis del mundo urbano
Tras la crisis económica de mediados del siglo III, se intensifica la ocupación
rural al alcanzar mayor importancia la agricultura. En el proceso de
consolidación del colonato y su derivado, el “patronazgo”, los modelos
de organización agrícola del territorio cambiaron. De una estructura
concentrada alrededor de la villa como centro de producción se pasó a
la formación de granjas o aldeas dispersas, en las que familias de agricultores
cultivaban tierras que cada vez más ajenas. Paulatinamente se
fue estrechando la dependencia personal del señor. El “colono” se fue
transformando en “siervo”.
Cerro del Fuerte, muralla; al fondo a la derecha, la cima.
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Para el campesino constituía una situación ventajosa pues ahora el único
responsable de pagar los impuestos era el patrono. Muchos pequeños
propietarios cedieron sus tierras a cambio de protección contra la
inseguridad creciente y como garantía de subsistencia. Para el Estado
también fue beneficioso pues acabó por encargar a los señores de la
percepción de impuestos, con lo que disminuían los riesgos de impago.
En esta época, las riberas del río se ocupan de manera esporádica, con
asentamientos rurales, como los de El Castillejo (Gádor), Loma del Toro
y cerro de San Miguel (Benahadux), aldeas o cortijadas que pueden perdurar
en los siglos siguientes como en el último caso. A veces son tumbas,
como las de El Marraque (Rioja).
Vasijas halladas en El Fuerte.
La vía Castulo-Malaca
Los romanos convirtieron a Urci en una auténtica encrucijada de caminos
al confluir en ella dos importantes vías de comunicación.
Un tramo de la Vía Augusta trascurría por la costa desde Cartagena hasta
Cádiz pasando por Baria (la actual Villaricos, Cuevas de Almanzora). El
camino llegaba por Viator pero fue pasando al sur para dirigirse desde
La Cañada a lo que después fue Almería.
El camino más importante era la que unía el interior con la costa a través
de la Vía de Castulo (cerca de Linares) a Malaca (Málaga), tras pasar por
las poblaciones de Acci (Guadíx) y Abula o Alba (Abla).
Existía una vía secundaria que se dirigía al interior por lo que después
fue camino real de Las Alpujarras. Todavía se puede seguir parte de su
trazado en La Partala, Las Balsas de Gádor y Puente Mocho (Sta Fe de
Mondújar).

La decisiva importancia de la minería
El Cerro de El Fuerte se sitúa en las estribaciones noroccidentales de
sierra Alhamilla, próximo al río Andarax, cuya margen izquierda domina
por encima de un conjunto de cerros y ramblas, desde una altitud de
520m sobre el nivel del mar.
Destaca por su gran extensión (unas 41 hectáreas) y una amplia secuencia
histórica de ocupación entre los que destaca la de época tardorromano
y bizantina (siglos IV a VI después de Cristo).
Planta del cerro de El Fuerte, vinculado a la explotación
minera.
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Su vestigio monumental más evidente es la muralla, que se extiende por
más 650 metros para proteger las zonas más accesibles de las vertientes.
Levantada en mampostería en seco, a veces con pobre argamasa, mide
más de dos metros de anchura y pudo alcanzar hasta los cuatro de altura.
Muestra tres estructuras a modo de baluartes o torreones situados en
los ángulos. A finales del siglo V estaba ya en desuso, a pesar de lo cual
algunas áreas seguían pobladas.
En el interior del recinto se han localizado hasta seis barrios o agrupaciones
de viviendas rectangulares, dispuestas en las plataformas o terrazas
Sobresale del conjunto una gran construcción, formada por dos alas rectangulares
y salientes, enlosadas con piedras.
Es probable que se trate de un castellum minero tardorromano encargado
de proteger las producciones mineras (en hierro, cobre y plomo)
de una serie de asentamientos dispersos por la sierra, como Hoya Segura
y Los Peñones (Tabernas), La Peineta (Rioja) y Cerro del Rayo (Pechina),
cuya explotación se reactiva a partir del siglo IV y llega hasta el VII.
La Peineta, Rioja,
edificio minero.
Cristianización y
mundo tardorromano
Los últimos testimonios de ocupación hallados en la ciudad llegan al
siglo V, si bien parecen seguir una tendencia decreciente ya desde mediados
del III. Es probable que la población se desplazara hacia las villas
señoriales y sus aldeas; en definitiva se fue ruralizando.
La presencia eclesiástica urcitana es muy irregular: solo se constata en el
Concilio de Elvira (año 302) y, tras un paréntesis de más de tres siglos, se
hace casi permanente a partir del IV de Toledo (año 633). Si ello puede
ser tomado como una pujanza del cristianismo en la región, no debe
relacionarse con una sede local sino más bien zonal: es decir, la denominación
genérica de una diócesis vigente al menos hasta el siglo X.

Una de las estatuas del ‘buen pastor’.
Quiciliana, Gádor (foto Mus. Provincial).
Las esculturas del Buen Pastor
Reconstrucción del
‘Buen Pastor’ según
García y Bellido.
Practicando un desmonte de terreno para plantar naranjos en 1899, aparecían
en el paraje gadorense de Quiciliana dos interesantes estatuas.
La mayor de 68,5 cms de altura, la menor de 30,5. Ambas representaban
la figura del Buen Pastor como joven imberbe, rostro juvenil de anchas
facciones, aureolado por una melena corta, cuyos rizos rodean la cara, y
que parece como acercarse al espectador. En la mejor conservada, viste
corta túnica, que alcanza hasta un poco más arriba de las rodillas. Sobre
sus hombros lleva un carnero de vellones gruesos. La pieza menor representa
la cabeza de un pastor más joven, siendo sus facciones más finas
que en el anterior, aunque los vellones del carnero sean más grandes y
esquemáticos.
Para los cristianos, el Buen Pastor (Lucas 15,3-7) es una alegoría a Jesús
que salva el alma del pecador. La representación fue muy usada en el
arte cristiano primitivo a partir del siglo II y seguía modelos paganos,
inspirados en Orfeo (que encantaba a los animales con la lira y representaba
la filantropía). Como símbolo cristiano desapareció en el siglo V,
cuando Jesús comienza a representarse de manera más directa, con un
rostro definido y no alegóricamente.
Las esculturas fueron adquiridas por el estado y se conservan hoy en el
Museo Provincial. García y Bellido las cree obras de un taller romano
entre los años 320 ó 330.
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La Edad Media
Campesinos y comerciantes
Según los autores árabes, Abd al-Rahmán I encargó la defensa de la
costa almeriense a la familia yemení de los Banú Siraj (los posteriormente
famosos Abencerrajes) entre el año 770. Desde entonces constituye
Urs al-Yamán, es decir, “tierra de los yemeníes”. Fueron estos soldados
campesinos los que desarrollaron el sistema de regadío que cambió para
siempre el paisaje del valle.
Acequia principal a su paso por Mondújar.

La ciudad campesina
La ciudad de Pechina se fue formando en el último cuarto del siglo IX
como una aglomeración urbana, de carácter tribal. Junto a los yemeníes,
acudieron poblaciones autóctonas y del norte de África.
Fue una de las pocas ciudades fundadas por los árabes en la Península
y una de las más grandes de su época. Sus sabios y hombres de letras
estudiaban en la ciudad tunecina de Kairuán.
La ciudad y el geógrafo
Los datos más precisos sobre la Pechina en su periodo de esplendor nos
lo proporciona el geógrafo Al-Himyarí, que escribió su obra entre finales
del siglo XIII a inicios del XIV.
“Cerca de Pechina se encontraba la Mezquita Aljama de la comarca,
aunque Pechina estuvo formada por barrios dispersos hasta que se instalaron
en ella los marinos, que dominaron a los árabes e impusieron
su autoridad, unieron los barrios dispersos y construyeron su muralla,
siguiendo el modelo y disposición de Córdoba. Sobre una de las puertas
de Pechina colocaron una estatua que se asemejaba a la que había
sobre la Puerta del Puente. Gentes de todas partes llegaron a ella; venían
de todos los lugares huyendo de las revueltas que eran generales
por entonces. La ciudad constituyó una residencia apacible y un asilo
seguro para todos los que fueron a instalarse allí o a refugiarse en ella.
Importaban de África todos los artículos necesarios para su aprovisionamiento,
así como los objetos de comercio, Y esta fue igualmente
una de las razones que motivaron la llegada e instalación de nuevos
habitantes. Comenzaron a proliferar los arrabales en torno a ella.
En Pechina penetran dos grandes arroyos [acequias], uno de los cuales
por lo alto de la ciudad, desde la parte oriental, riega todas las huertas,
mientras que el segundo atraviesa los arrabales septentrionales de los
que sale para los meridionales para terminar en el río por esa parte.
La mezquita aljama [principal] de Pechina se encuentra en el interior
d la ciudad; la construyó Umar ben Aswad. En ella hay una bóveda
sobre una cúpula con once arcos levantados sobre catorce columnas;
la parte alta d la bóveda está esculpida con maravillosas inscripciones.
Al este de la bóveda hay tres naves y al oeste cuatro, más anchas que
las orientales y que reposan sobre columnas de piedra. En el patio de
la mezquita hay un pozo de agua dulce. En la ciudad de Pechina había
once baños, telares de seda y comercios prósperos. El río que venía del
este de la ciudad se llevaba, en los periodos de crecida, muchos de los
arrabales y zocos”.
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Pechina era una ciudad campesina, con un entorno agrícola en el que
los barrios se distribuían entre la frondosidad del valle. Por lo tanto,
carecía de edificios altos, de una estructura urbana compacta y de importantes
infraestructuras (por ejemplo, no parece que dispusiera de
muralla a pesar de lo aducido por algún autor y, desde luego, no contó
con una canalización de agua potable).
En este periodo, la población alcanzó una extensión inusitada. Los datos
arqueológicos revelan un período muy reducido de esplendor, apenas
50 años. En el transcurso de dos generaciones, la ciudad alcanza un
máximo de unas 150 hectáreas pobladas, repartidas en, al menos, cinco
núcleos distintos.
Pechina: esplendor y ocaso
De la ciudad de Pechina se conoce parte de un barrio residencial, rodeado
de una importante área artesanal (al menos tres alfarerías y un
horno de vidrio), excavado de 1986 a 1988 en el Llano Benitez. Su entramado
urbano se define como muy cuidado y perfectamente organizado
al seguir una ordenación preestablecida. Las calles son anchas y rectilíneas
y las viviendas tienen un esmerado sistema de evacuación de aguas
residuales con pozo negros situados en la calle.
La decadencia de Pechina se inició en la década del 930, cuando Almería
fue base de la armada califal y un número creciente de personajes
importantes emigraron a esta población. Tras su saqueo por los beréberes
en el 1012, Pechina pierde cualquier atributo urbano en tiempo
de al-Mutasim, como nos confirma el
geógrafo al-Udrí.
Jarro pintado procedente
de Pechina.
Con el traslado de la mayor parte de
la población, Pechina se transforma
en una simple alquería dependiente
de Almería. En las almunias, normalmente
cercadas, se refugiaba la
población pudiente que residía en
la ciudad.
Según el Libro de Repartimiento
de Almería, muchas de las viviendas
de finales del siglo XV tenían noria
o incluso pozo (lo que sugiere cierta
dispersión del poblamiento); algunas
contaban con torre (como señalan los
topónimos Alborge, Torre Serena…).
Curiosa resulta la abundancia de baños,
situados a lo largo de las tres acequias
principales.
El núcleo urbano morisco siguió siendo
poco denso. En la única calle como tal se

distribuían los servicios comunes, por ejemplo una almazara y un horno
de la mezquita. El Libro de Apeo y Repartimiento de Pechina (hacia
1573) nos muestra un pueblo de escasos habitantes, distribuidos en un
barrio principal o de la Iglesia, con una calle Real (camino de Viator) y
otra perpendicular, pero sin formar una aglomeración compacta pues
gran parte de la población vivía dispersa en casas rodeadas de huertas.
Es la base del urbanismo que ha llegado a la actualidad.
T
P
L - LETRINA
P - PATIO
T - TIENDA
T
L
Planta del barrio excavado en la década de 1990. Pechina.
P
L
P
P
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P
P
P
L T
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Organizar el agua,
distribuir la vida
Las aguas del Bajo Andarax presentan un turno semanal (iniciado, significativamente
el viernes a mediodía con la plegaria mayor en la mezquita)
y un cupo por alquería. Las aguas se repartían en Mondújar en un
azud o presa de derivación (sustituida a principios del siglo XVIII por una
cimbra, hoy Fuente de Los Partidores) y se distribuían equitativamente
entre la margen derecha e izquierda del río por sendas acequias-madre.
El riego empezaba por los lugares más bajos (Huércal) e iba subiendo
sucesivamente.
Plano de las acequias medieval y moderno de Pechina y de los
barrios antiguos de la población.

Estamos ante una larga canalización (son las
acequias medievales más largas de la provincia,
con más de 16 km en la de poniente) y no
la yuxtaposición de pequeños sistemas individuales.
Se trata de un sistema de regadío
implantado por una ciudad, equiparable
en procedimiento tecnológico y repartición
del agua a los establecidos contemporáneamente
en Murcia (fundada por Abd al-
Rahmán II en el 825) y Valencia. Las boqueras,
primero, y las fuentes de cada alquería, después,
representan un aporte complementario.
Estas últimas, incluso, vierten sus aportes a la
acequia madre.
Destaca en este régimen de distribución de aguas la exclusión de los
lazos familiares, que habrían acabado por establecer derechos desiguales
de origen tribal. El acuerdo, además, inscribe el sistema en un ámbito
económico más dilatado que engloba parte del medio Andarax,
señalando una distribución del agua donde priva la antigüedad sobre la
prioridad geográfica.
El resultado histórico de este esfuerzo fue fundamental. Para mediados
del siglo XII puede afirmar Al-Idrisí que: “El valle produce mucha fertilidad:
en torno a él hay huertas, jardines y molinos”. Un vergel rodeado
por un desierto.
Los riegos tradicionales del Río
Jarro de cerámica
doméstica. Bayyana,
Pechina.
El Bajo Andarax se regaba por tandas (contingentes de agua semanales
repartidos de los pueblos más bajos a la cabecera). La declaración de los
“seises” (o conocedores) acerca de los derechos de agua, pasto, montes
y otros en el Apeo de 1572 es bien explícita en su descripción: “... y luego
se junta toda el agua a las dos horas de la tarde en un partidor que esta
en medio de la rambla del río que se dice partidor junto al molino de
Leza en Jacalgarin, y allí junta se divide en dos partes la una parte que
va por la parte de Mondújar y la otra por la parte de Gádor”. Continua
después diciendo que “va por un término que dicen peones que es de
esta manera que presentada toda el agua se allegaba para el riego de
cada un lugar por una tanda e la repartían regaba el agua recogida por
una parte del pueblo lo que duraba la tanda desde el viernes a mediodía
hasta el lunes al alba que la dejaban”.
Cuando el agua de riego escaseaba en el Río se medía por tiempo “...y
por que por el tiempo de verano donde es más necesaria el agua suele
faltar, se ha guardado un orden antiguo, que es que cada una de las
heredades que se riegan tienen señalado tantos peones, y cada un peón
dicho se le daba turno de riego, en el entretanto que se hinchan ocho
veces un albardilla grande que llaman zafa horadada por abajo, hasta
que se hunde, entrando en una caldera de agua”.
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El territorio de los yemeníes
El modelo de asentamiento de una alquería en el fondo del valle, se repite
casi invariablemente. La población se sitúa en ladera, por encima de
la mezquita del lugar. La acequia principal delimita con claridad el área
agrícola y pasa a los pies del vecindario, que nunca forma un núcleo
compacto. Las cuevas-silo pueden quedar desplazadas a un acantilado
próximo.
Las poblaciones tienen nombre árabe, hoy muy trasformado.
Viator puede proceder del nombre de una tribu bereber norteafricana
Iettur. Benahadux proviene de Banú Abdus, “los Hijos de Abdus”, una
familia bereber arabizada. Por su parte, Gádor puede proceder de godor,
“pozos o cisternas”. Mayor trasformación, si cabe, presenta Rioja,
denominada en documentos castellanos muy antiguos Raja, de raha,
“descanso”, “ocio”, “recreo”, pero también de riha, “molino de agua
para pan”. Finalmente, Mondújar es nombre compuesto, de origen latino
y árabe: Mont-dijar, “monte del caserío o de las aldeas”.
Llano de Castro, asiento
de una población
medieval. Al fondo el
cerro Blanco.

La arqueología señala, por su parte, distintas ocupaciones, luego abandonadas.
En el siglo X estuvo ocupado El Castillejo de Gádor. El Llano del
Naranjo y Cerro del Boliche, en El Chuche perduró un poco más (siglos
X y XI).
Desde mediados del siglo XII se fueron asentando algunas poblaciones
beréberes como los Mazmudíes de Rioja, junto a algunos voluntarios de
la fe norteafricanos (Gazí) y a emigrantes del levante peninsular recién
conquistado por los aragoneses, ambos en el siglo XIII.
Inscripción árabe
hallada hace años
en Pechina.
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La religión
La islamización fue lenta pero constante, aunque desigual en toda la
comarca. A finales del siglo IX se encontraba plenamente consolidada.
A ello contribuía la inclusión en el sistema comunitario del regadío y el
hecho de no tener que pagar más impuestos.
Los mozárabes y el santo varón
Para el mozárabe hubo “protección”, pero la tolerancia fue perdiéndose
con la irrupción del rigorismo norteafricano. Dirigidos por obispos y
sacerdotes (la comunidad almeriense contó, al menos desde el 862 hasta
mediados del siglo X, con el de Urci), a diferencia de los judíos, vivían
mayoritariamente en las zonas rurales y se dedicaban a la agricultura.
También como ellos, alcanzaron muy pocas veces puestos señeros en la
administración, principalmente en los impopulares servicios tributarios.
En las actas de traslado de los restos de san Indalecio al monasterio de
san Juan de la Peña (Jaca, Huesca, en el 1084) por encargo de su abad
Don Sancho, figura un caballero principal residente en Murcia, llamado
D. García, y los monjes Evancio y García, lo que muestra la escasa importancia
de la comunidad cristiana de la región. Precisamente varios
mozárabes procedentes de Almería se establecieron en Aragón, solos
o con sus familias, pero nunca en grupo, en el dominio almorávide (del
1091 al 1147).
Llano de Castro, Pechina.
Muro medieval.

Los huesos de San Indalecio
Pisadas de
san Indalecio
y su caballo.
Errmita del
santo, Pechina.
Es fama que San Indalecio fue uno de las siete Varones Apostólicos discípulos
de Santiago que se repartieron Andalucía para predicar las verdades
evangélicas. De éste se sabía, por larga tradición, que fue obispo de
Almería y que murió en olor a santidad, pero se ignora el lugar donde
su cuerpo recibió sepultura.
Al parecer, durante largo tiempo, el santo se fue apareciendo a los monjes
de San Juan de la Peña manifestando el deseo de que sus huesos
reposaran en aquel monasterio. Un caballero murciano de abolengo
mozárabe recaló un buen día en el monasterio y transmitió a sus monjes
la noticia que en las cercanías de la antigua Urci, muy cerca de la ciudad
de Almería, venían apareciendo desde tiempo atrás unas extrañas luces
en un lugar que nadie lograba localizar con exactitud, porque las luces
se apagaban apenas alguien intentaba acercarse a ellas.
Los monjes, convencidos de la relación entre sus visiones y aquel fenómeno,
pidieron al caballero que acompañase a dos hermanos de la comunidad
hasta aquel lugar. Y así se hizo. Cuando se hallaban cerca, las
luces comenzaron a emitir sus resplandores con toda su fuerza y esta vez
no se apagaron.
El viaje de regreso fue un auténtico rosario de prodigios. A su paso,
los huesos del santo curaron enfermos, resucitaron muertos, dirimieron
conflictos, calmaron tempestades e hicieron surgir agua de las peñas,
dando prueba de su santidad. El mismo rey, Sancho Ramírez, acudió al
monasterio para recibir las reliquias. Y, desde entonces, allí descansan,
salvo unos huesos traídos a Almería a finales del siglo XIX.
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44
La escuela de Ibn Masarra
y el misticismo almeriense
El culto externo, formalista y frío del Islam, no favorece el desarrollo de
una intensa experiencia espiritual. Mahoma, además, negó la existencia
de monacato. Pero los ascetas (aquellos que buscan la perfección espiritual)
y ermitaños (religiosos que viven en soledad) gozaron de gran
prestigio popular, con fama de santidad cuando no de milagreros.
Almería fue tierra de místicos. Esta fue una de sus particularidades. Extensos
y solitarios paisajes junto a la amenaza exterior, la hicieron proclive
a experiencias contemplativas y de testimonio de fe, cuando no de
la búsqueda del martirio que abriera las puertas del paraíso.
Ibn Masarra (882-931) supuso la transmisión del hermetismo (pensamiento
impenetrable) y esoterismo (prácticas misteriosas reservadas a
un corto número de iniciados) de procedencia oriental en el occidente
musulmán, amparándose en la herejía mutazilí que respaldaba la libertad
humana frente a la predestinación.
La persecución de sus seguidores en Córdoba por Almanzor provocó el
establecimiento de la escuela en Pechina, puerta de Oriente del reino,
por donde muchos hombres de fe emprendían la peregrinación a la
Meca. Aquí, bajo un jefe o imán (El Roainí, cuya familia dio nombre a la
barriada de Gádor denominada El Ruiní), vivieron en comunidad secreta
desarrollando la llamada escuela mística de Almería.
En La Partala de Benahadux aún es posible ver las ruinas de uno de sus
centros religiosos.
Plancha de plomo con suras
coránicas perteneciente a un
piadoso musulmán. Pechina.

Cuevas medievales
Al visitante atento no dejará de sorprenderle unas pequeñas cavidades
abiertas en acantilados a gran altura sobre el suelo o la ladera, que las
hace prácticamente inaccesibles. Por su posición, se las llama “ventanas
del diablo” o “tajo de moros”. Están compuestas por entre dos y cuatros
líneas o plantas de pequeñas habitaciones comunicadas entre sí, con
hornacinas y poyetes para colocar sacos y cestas con productos. No todas
las dependencias tienen ventanas. Normalmente se pasa de un piso a
otro por un pozo o chimenea, sistema por el que se accede desde una
puerta inferior, a menudo oculta hoy por los derrumbes.
Las más importantes las encontramos en la meseta de Los Millares, sobre
el río, pero también las podemos encontrar enfrente de Huéchar, en la
rambla de Las Herrerías (Gádor) y en la vertiente del cerro de La Torrecica
de Rioja.
Varias son las hipótesis que distintos autores han barajado para tratar
de explicar estas cuevas, bien como lugares de enterramiento, centros
eremíticos, lugares de refugio de la población... En Marruecos servían
para guardar el grano en caso de conflicto entre tribus vecinas o para
refugio de una parte de la población que podía resistir un corto asedio.
El contexto cultural en que aparecen es siempre musulmán. Los escasos
restos arqueológicos asociados (pequeños fragmentos de cerámica) corresponden
a una época musulmana tardía. A partir de la guerra de los
moriscos, estas cuevas perdieron utilidad y hoy su historia se confunde
con la leyenda.
Cuevas artificiales en el acantilado de Los Millares.
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46
Torres y castillos
El sistema defensivo que protegía el camino de Murcia a Almería estaba
formado por una serie de torres-atalayas: Tabernas (torres de Espéliz),
entrada al Valle de Almería (Torre de las Doblas), Rioja (La Torrecilla), bifurcación
camino de Almería (Cerrillo del Acueducto, entre Benahadux y
Huércal, casas con torres en las vegas) y camino de Níjar pasando por Los
Baños (Pechina: Torre del Olivo; Almería: Torre Serena y Talva).
La torre de las Doblas, hoy casi un irreconocible montículo al lado de la
carretera, estuvo ocupada al menos en época nazarí (siglo XIV y XV). Las
demás torres prácticamente han desaparecido.
Mejor suerte encontramos en el camino de Granada. Como la inseguridad
fue en aumento, los castillos no pudieron acoger a toda la población
dispersa y hubo de levantar torres cuadradas, de varias plantas, a

las que normalmente se accedía por la primera altura. La torre de alquería
de Sta Fe de Mondújar es la mejor conservada de la provincia. Mide
casi diez metros de altura. La obra es de tapial (encofrado de cal y arena,
con tierra) sobre mampostería. Muy parecida, aunque hoy irreconocible
por su reforma, es la Torre Alta de Mondújar.
Pero la llave de las defensas era un castillo de altura. El Castillejo (Gádor)
controlaba el inmediato camino Granada-Almería. Es prototipo de
fortaleza de itinerario que cierra el paso a una ciudad en la cabecera
de sus riegos, como otros ejemplos conocidos en el Levante. Su planta
es rectangular irregular, de 32 m. por 51, englobando unos 1.000 m2.
Presenta torres macizas en las esquinas, casi cuadradas (cuatro metros
de lado) y rectangulares huecas las intermedias (cuatro por dos m.). En
el siglo XIII se le adosó a su lado meridional un muro con torre saliente,
cuadrada y provista de saeteras.
Torres de El Castillejo.
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48
5
Edad Moderna
La gran transformación
La ciudad de Almería y su tierra entraban a formar parte en el reino de
Castilla con la rendición de El Zagal el 26 de diciembre de 1489. En 1490,
los mudéjares se sublevan, abandonan la ciudad y pueblan el Río.
Se inaugura no sólo un nuevo periodo histórico sino un conjunto de
trasformaciones que condicionarán por siempre la vida y desarrollo de
los pueblos del Río, unos cambios tan radicales que afectaron a la propia
realidad física de la población.
Gádor, molino del Marchal de Araoz.

Moriscos,
rebeldes e integrados
La condición de mudéjar duró poco. El incumplimiento de las capitulaciones
que obligaban a respetar su religión, leyes y costumbres provocó
un levantamiento en 1500. La conversión fue forzosa. La erección de parroquias
en el obispado tuvo lugar algo más tarde, en 1505. Pero nunca
hubo igualdad de derechos.
Desde luego, una pequeña clase dirigente fue favorecida. Muchos de
los alguaciles de las alquerías colaboran con los nuevos dirigentes, entre
estos Alonso de Vargas el Marchaní, alguacil del río y más tarde de
Pechina, o Hamete Alhaje, bautizado como Diego de Vargas Alhax, de
Benahadux.
Entre todos, destacó la familia López Hazera, radicada en Mondújar.
El primer señor musulmán que se convirtió al cristianismo e intervino a
favor de la monarquía católica fue Diego. Aún dentro de su interés por
seguir entroncando con antiguas familias moriscas, darán origen a uno
de los clanes más importantes de la ciudad: los Marín.
Un morisco recalcitrante
Diego Avís, conocido por el “alguacil Abez”, a quien le confiscaron gran
cantidad de tierras dadas a los nuevos pobladores cristianos, tenía casa
en Almería, en la parroquia de Santiago, pero solía residir en Mondújar,
donde poseía sus mayores propiedades. Falleció en 1561, fiel a su
lengua arábiga, y necesitando siempre un intérprete de castellano. El
matrimonio Avis, descendientes de la familia real nazarí, nunca intentó
integrarse en la nueva sociedad cristiana, a la que veía con cierto desdén
y usurpadora.
Sobre la base de estos bienes fundaron en 1555 para su hijo Alonso
un mayorazgo, conocido como el de la Torre de Mondújar, origen del
posterior marquesado de
Torre Alta. Alonso Avís
Granada Venegas fue, sin
duda, uno de los personajes
más importantes de
esta familia y residió con
frecuencia en su mayorazgo
de Mondújar. Muy distinto
a sus padres, formó
parte de una oligarquía
urbana que no tenía escrúpulos
en avasallar a los
moriscos el Río.
Torre Alta, Mondújar, antes de la reciente
restauración.
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50
El dominio de la ciudad
Almería fue centro de un extenso territorio sobre el que ejerció un “señorío
urbano” o “concejil”. El concejo o ayuntamiento estaba compuesto
por una serie de oficios (regidores, jurados...), monopolizados por la
categoría social más alta de repobladores, los “escuderos hidalgos”. Se
formaron clanes todopoderosos (Careaga, Venegas, Gibaja, Perosa, Solís,
Trinidad, Marín, Perceval, Almansa…). El clero fue numeroso y, aunque
tuvo fama de pobre, pudo disponer del 10% de la tierra del Río. Esta oligarquía
urbana, dominó la economía, la política y la sociedad de toda la
comarca por más de cuatro siglos.
Mondújar. Interior de la iglesia, hace tiempo Horno abandonada. de pan

Con el Repartimiento, gran
parte de la propiedad musulmana
cayó en manos de los
nuevos pobladores cristianos.
Concentrados intramuros
de la ciudad, controlaban
también los medios de transformación
(molinos, almazaras,
hornos).
Los excesos sobre los moriscos
eran continuos. En 1561,
los concejos de Benahadux,
Gádor, Huércal, Mondújar,
Pechina, Quiciliana y Rioja
debieron acudir al tribunal
superior de la Real Chancillería
de Granada para impedir
que Almería levantara
nuevas acequias para regar
los campos de la ciudad.
Portada de la iglesia de Mondújar.
Los moriscos continuaron
con el antiguo sistema de
producción, basado en el policultivo y el minifundismo. Pero la presencia
castellana fue decisiva lo que explica la expansión durante el siglo
XVI de cultivos como la vid, la cebada y el olivo, las únicas producciones
excedentarias para un reducido comercio exterior. Al no poderse importar
trigo del Norte de África, hubo que acudir al de las tierras de Guadix.
El asalto a Quiciliana
Mariano José Toro, nos cuenta en 1849 un significativo incidente que
muestra la grave inseguridad de la zona.
“En otra [acta del Cabildo catedralicio] de 1567 Jueves Santo, 27 de
marzo, dice: que entraron 13 moros a Quiciliana de noche [término
de Gádor] y en la venta mataron al ventero y a otro de Baza, y
cautivaron 13 personas, y se dio rebato en Almería a las siete de la
mañana, y salieron los soldados para S. Roque, y dieron en los navíos
que eran tres, y los asaltaron y maltrataron y picaron los hierros y se
los dejaron allí, que después los trajeron a Almería, y la cabalgada
llegaba ya a la mar, y la quitaron y se cautivaron nueve moros, y en
ellos dos renegados de Almería, y Viernes Santo a las cuatro los ahorcaron
e hicieron cuartos y pusieron las cabezas, una en la puerta del
Mar, y otra en la de Purchena”.
51

52
La rebelión morisca
La convivencia se hizo imposible y acabó en la navidad de 1570 en una
rebelión casi general. Fue la lucha de una población civil contra tropas
militares y una oligarquía urbana, minoritaria y codiciosa, que empleó
todos los medios a su alcance para explotar a la población autóctona.
Sublevación y despoblación
La expulsión morisca supuso una terrible despoblación: la ciudad redujo
sus efectivos a casi la mitad y el campo quedó prácticamente desierto.
No menos dramática fue la depresión económica. La ruptura del sistema
productivo morisco creó un colapso, con la quiebra de las rentas reales y
eclesiásticas, que se redujeron a la mitad.
La ruina demográfica y económica fue palpable entre 1575 a 1625.
La grave crisis social provenía del dominio absoluto que una minoría
improductiva urbana ejercía sobre unos repobladores escasos, poco
adaptados a las formas de producción local, atacados por bandoleros
moriscos (los terribles monfíes) cuando no amenazados por la piratería
norteafricana. Para la protección de los pocos cristianos hubo varios
destacamentos. Reinaldos de Amezcueta fue nombrado capitán del presidio
de Santa Fe de Mondújar, donde residió al mando de una cuadrilla
de 40 soldados, con la finalidad de asegurar las tahas de Marchena y de
Alboloduy, en 1574.
Todos los estamentos y grupos sociales fueron severamente azotados
por la crisis económica (por ejemplo, la situación del clero fue especialmente
dramática). Pero, sin duda, las clases populares padecieron más
intensamente las lacras de la depresión: inflación y pérdida de poder
adquisitivo, fuerte endeudamiento e insolvencia que terminaba en la
cárcel, el embargo y el empeño. Además, la corrupción política y la compra
de cargos estaban generalizadas.
Familia morisca
de viaje,
Hofgnagel.

La tragedia morisca
Una desconfianza mutua
Los moriscos acostumbraron a ser vistos como un peligro, una especie de enemigo
interior para un Estado atacado también por reinos que compartían
la misma religión. Además, la mayor parte de ellos no estaban dispuestos a
aceptar la nueva religión. La situación era delicada y... explosiva. Así la vio en
primera persona un contemporáneo, el soldado y cronista Luís de Mármol de
Carvajal.
“... los Católicos Reyes les fueron regalando con nuevas mercedes y favores...
Más luego se entendió lo poco que aprovechaban estas buenas obras
para hacerles que dejasen de ser moros, porque, si decían que eran cristianos,
veíase que tenían más atención a los ritos y ceremonias de la secta
de Mahoma, que a los preceptos de la Iglesia Católica... Y de secreto se
doctrinaban y enseñaban unos a otros en ritos y ceremonias de la secta de
Mahoma. Esta mancha fue general en la gente común. Los demás aunque
no eran moros declarados en el aspecto religioso, eran herejes secretos,
acogiendo a los turcos y moros berberiscos en sus alquerías y casas, y ahí
está el peligro de las Marinas, de donde pasaban a las Alpujarras y Sierras.
Dábanle avisos para que matasen, robasen y cautivasen cristianos, y aún
ellos mismos cautivaban y vendían”.
La matanza de Benahadux
La opresión desde todos los frentes se hizo insostenible y termina provocando
la rebelión y levantamiento morisco contra sus opresores en las navidades de
1568.
En esas fechas se reunieron en las cercanías del pueblo de Benahadux unos
1400 hombres con la intención de apoderarse de Almería. Estaba al mando
un morisco de Huécija llamado Abrahem el Cacís. El 31 de diciembre cayeron
en una emboscada organizada por el capitán García de Villarroel que estaba a
cargo de la defensa de Almería.
El Secretario del Cabildo Catedralicio de Almería describió el hecho:
“Alzóse el Alpujarra hasta Huéchar y Santa Fe del río de Almería a XXIIII de
diciembre de 1568, tomaron cautivos y mataron muchos clérigos, y muchos
cristianos, que por la brevedad no los nombro. Don García de Villarroel dio
batalla a los moros que vinieron hasta Benahadux que eran más de seiscientos,
y los nuestros eran doscientos soldados y vecinos, y cuarenta de a
caballo, mataron doscientos moros y cautivaron siete, los cuales ahorcaron
a la puerta de la Mar; dio la batalla domingo a dos de enero de 1.569”.
El sitio es llamado cerro de la Matanza. Una inscripción, colocada hace pocos
años, recuerda hoy aquellos sucesos.
Los insurgentes
El Cacin Moftah fue ejemplo de morisco insurgente. Refugiado en la sierra de
Gádor, constituyó una cuadrilla de monfíes que hostigaron a los repobladores
y soldados que entraban en la tierra. Refugiado en Berbería, atacó tierras almerienses
en diversas ocasiones hasta su detención (1573). Su cuadrilla siguió
acosando a los repobladores.
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La repoblación:
un periodo decisivo
El crecimiento de la población en el siglo XVII tuvo que sortear numerosas
calamidades naturales: sequías, inundaciones, plagas de langosta,
terremoto de 1658 y enfermedades contagiosas, especialmente la peste
bubónica. La conjunción de adversidades naturales y arbitrarias requisitorias
impositivas destinadas a sufragar las constantes guerras europeas
generaron habituales crisis de subsistencias, con sus secuelas de hambrunas
y pobreza generalizada. A pesar del aumento del estamento militar
y del reforzamiento del sistema defensivo costero, a los turcos y berberiscos
se sumaron ahora los corsarios ingleses, franceses y holandeses.
La oligarquía urbana, que monopolizaba todos los resortes del poder,
consiguió que una parte de los cargos políticos fuesen hereditarios. Con
ello se aseguraba el control de gran parte de los medios de producción.
También actuaron en el incipiente comercio de la barrilla (una planta de
secano destinada a la producción de sosa), del esparto y la salazón de
pescados (principalmente, atún).
No obstante, el desarrollo socioeconómico fue constante desde 1620.
La recuperación progresiva del sistema agrícola morisco (a excepción de
la producción sedera, que casi desapareció), junto a la progresiva explotación
de las tierras baldías dedicadas a cereales, supuso un franco
desarrollo económico.
También se produjeron algunos cambios administrativos. Tras la Repoblación,
Rioja es parte integrante del municipio de Gádor, hasta que en
1635 vuelve a ser municipio independiente.
Arado recto o romano, instrumento tradicional del labrador
(Museo de Pechina).

Los nuevos pobladores
La repoblación del Bajo Andarax fue tardía y lenta, pues el repartimiento
concluyó oficialmente en junio de 1573.
En 1574 se puebla Gádor, a la que se añaden Rioja y Quiciliana, que
permanecen despoblados; juntos constituirán un solo término. Entre los
tres lugares reunían 200 vecinos que se reducen a 50 y solo pueblan
46. Los repobladores de Gádor (incluyendo Rioja) procedían el 30% de
Alicante, el 11% de Valencia y el 13 de otras zonas de Andalucía, fuera
del reino de Granada.
La repoblación supone la reducción del 45% de la población respecto
a la anterior, disminución que es muy superior para el conjunto de lugares
anejados a Pechina, donde los 150 moriscos se sustituyen por 36
(pérdida del 76%). La mayor parte procedía de Murcia, Albacete, Jaén
y Alicante.
La población aumentó con la inmigración. Esta dinámica demográfica
apenas se vio interrumpida por las epidemias de peste de 1637-1641, la
menor de 1648-1649 y, la más importante, de 1678-1681.
Cuatro Torres, Gádor, antiguo cortijo de los Careaga.
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56
6
El siglo XVIII
La expansión
Las ideas renovadoras de la Ilustración y los cambios políticos dirigidos
por la nueva dinastía borbónica legaron un periodo de transición, caracterizado
por la consolidación demográfica y la diversificación económica.
Es un siglo de reformas administrativas y centralización política, el
siglo del “despotismo ilustrado”.

La sociedad estamental
Al mediar el siglo, la estructura social refleja una sociedad agraria, dominada
por el sector primario (54%). Apenas tienen importancia los servicios
(con un mínimo comercio de trajinantes) y la “industria” (reducida
a las actividades artesanales complementarias a la agricultura y productores
de salitre, imprescindible para la fabricación de pólvora).
En este periodo culmina la sociedad estamental. La nobleza era escasa
pero alcanza ahora sus mayores privilegios. La oligarquía crea estrechas
relaciones sociales, formando un grupo de fuerte endogamia, en el
que se incluyen los primeros comerciantes. Las familias nobles (Careaga,
Almansa, Marín, Perosa, Castro, Benavides, Iluminati, Avís Venegas,
Trinidad, Perceval, Zarzosa, Ballesteros, Solís, Gibaja, Vázquez-Pallarés,
Palenzuela, Puche, Villalobos, Douzet, Estrada...) terminaron todas enlazadas.
A ellas unió sus intereses el estamento eclesiástico.
El pueblo llano era mayoritario (99% en los pueblos del Río y el 93% en
la ciudad) y va acentuando sus diferencias y heterogeneidad.
Derivación
de las aguas
a los llanos.
Los Baños
desde Cerro
Blanco.
Acueducto del cortijo La Palma, Rioja.
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58
Aumento de la población
La apertura de nuevas tierras y
la multiplicación de sistemas de
regadío estimularon el aumento
de la población en la primera
mitad del siglo XVIII. A partir de
1770, sin embargo, se inicia una
ralentización que abarcará más
de cincuenta años. Las grandes
dificultades que atraviesa la
provincia a inicios del XIX (la
guerra de la Independencia, las
epidemias de fiebre amarilla de
1804 y 1811 o la gran hambruna
de 1812) justifican la relativa
disminución de habitantes.
Sin duda, la habilitación de nuevos
terrenos de cultivo debido a
la venta de terrenos reales y la
mayor disponibilidad tecnológica
(se generalizaron sistemas de
captación de agua como minas
y cimbras) contribuyeron al in-
La Fuente de Gádor, con su curiosa cúpula de
ladrillo.
cremento poblacional. Sin embargo, no justifican tasas de crecimiento
tan imponentes, sólo explicables por la aportación de una estimable corriente
inmigratoria.
Bajo la intendencia de Granada, Almería se convirtió en la capital de
un amplio partido, que será precedente de la capitalidad de la futura
provincia, creada definitivamente en 1833. Pero el control asfixiante de
la ciudad sobre su tierra incentivó el ansia de los pueblos por independizarse
de su jurisdicción, a pesar de un fuerte endeudamiento de los vecinos
para comprar su libertad. Siguiendo el ejemplo de Níjar y Tabernas
(que logran su independencia en 1753 y 1754), Gádor inicia en 1781 el
proceso de segregación. Tres años más tarde, se le concede privilegio de
villazgo. Almería se opuso a todas las decisiones, pero la población tuvo
buenos valedores. En 1794 consigue ayuntamiento propio y gestiona
sus recursos.
Estacas para plantar maíz,
Museo de Pechina.

La tierra y el agua
De acuerdo con cierta reactivación económica de la ciudad, aumenta la
presencia de extranjeros. Franceses, malteses y genoveses se dedican a
actividades artesanales y, sobre todo, comerciales. La principal actividad
comercial será la barrilla, una planta de la que se obtenía sosa para el
jabón y materia prima para el cristal.
Pero el rasgo más característico fue el importante aumento de la producción
agraria, que superó ampliamente a la época morisca. Este incremento
fue debido a la extensión del regadío por una mejor gestión
del agua y del afloramiento de nuevas fuentes artificiales. Aumentó
significativamente la producción de cereales, en especial de maíz, que
fue excedentario. Sin embargo, casi desapareció la seda. La vega era
labrada por bueyes; los escasos mulos eran destinados a los secanos y al
transporte.
Mientras la ciudad encontraba un mínimo desarrollo artesanal con nuevas
instalaciones, en los pueblos del Río aumentaba el número de almazaras
y molinos. La dependencia de Almería, verdadero centro mercantil
de, aumentó con la importación de tejidos, tabaco, bacalao… La autorización
en 1783 de un mercado semanal (en la Plaza Vieja), y en 1807
de la feria, consolidó la ciudad como sede financiera de una amplia comarca,
a través del préstamo de capitales por instituciones eclesiásticas
(conventos, obispo, cabildo…) y burgueses mercantiles. Todo ello, no
hizo más que consolidar el carácter rural de los pueblos, habitados por
campesinos, jornaleros, trajinantes y pocos, muy pocos, artesanos.
1. Partidores
2. Cauce general
3. Acequia baja
4. Lavadero
5. Camino de El Ruiní
C. Cerro
Plano de la Fuente de Benahadux. Parte del agua se podía derivar a la acequia general.
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60
Agricultura y sociedad
Los grandes propietarios
En Huéchar, el Marqués de Diezma, vecino de Granada, tenía al mediar el siglo
ocho cortijos, dos cerrados y los restantes alquilados.
Entre los cuatro primeros propietarios de Benahadux se cuentan tres regidores
de la ciudad. El caballero Luis de Palenzuela con cuatro cortijos, un molino
de harina de dos piedras, una almazara y 194 tahullas. Pedro Nin de Cardona
poseía dos cortijos, una almazara y 141 tahullas. José Antonio Almansa,
responsable general del posito y castillo de San Pedro, tenía tres cortijos, un
molino de harina y 98 tahúllas en una sola parcela. Los siguientes propietarios
eran el convento de la Purísima Concepción (con dos cortijos y de 135 tahúllas)
y Peligros Chafino (con el cortijo y molino de El Chuche).
En Pechina, Luís Marín de Salamanca es uno de los mayores propietarios de
Pechina pues cuenta tres cortijos, un molino, una almazara y 163 tahúllas de
terreno. Los conventos de Las Puras y Las Claras eran los mayores propietarios
de Rioja y Huércal.
Los cultivos al mediar el siglo XVIII
En las tierras de riego había olivares, algunas higueras, moreras, pocos morales,
algunas palmeras, pocos parrales y algunos frutales. En las tierras de
secano no había viñas ni otro árbol. Se recoge en la vega panizo (maíz), aceite
y cebada, poco trigo y muy poco lino, sedas y frutas. Las tierras de secano dan
trigo o cebada, lo que sucede en los pocos años que hay lluvias porque nada
se coge cuando no las hay.
Los secanos plantean muchos problemas en su cultivo: “es muy incierta la cosecha
de ellos por la notoria esterilidad de lluvias y que suele pasarse diez,
veinte treinta, cuarenta años sin dar fruto alguno de que se ha seguido hacer
los dueños dejándolas incultas por no arruinarse”.
En la vega predomina el cultivo de tipo huerta, con la mezcla de vegetales y
portes: “los olivos, morales, moreras, higueras, palmeras y otros árboles no
están en esta vega puestos a hileras y ocupando toda la tierra, a excepción de
algunos olivos que están extendidos en sus respectivos bancales, pero como
esto no es general, y muchos, como los demás árboles se hallan plantados en
las orillas, acequias y caballones”.
Los olivos padecían la epidemia de
la “oruga”, que se extendió desde
1727 a 1760 aprox.
Frontil para ganado
de tiro vacuno,
Museo de Pechina

La necesidad de las fuentes
El Catastro de Ensenada de Benahadux, redactado en 1752, era muy expresivo
sobre la necesidad de regularizar los regadíos, “por la ninguna
seguridad de los riegos a causa de no haber en este Lugar fuente natural
o artificial para su beneficio”. Los riegos tradicionales dependían de lluvias
y deshielos: “por que solo hay riego en el Invierno cuando trae agua
el Río”. Y continua: “en verano cuando baja de los lugares de la Taha de
Marchena, y si año de seca ninguna viene, entonces ni se siembra ni se
coge cosa alguna, y así han experimentado repetidos años una continua
seca y tan grande que o no han sembrado cosa alguna de verano y si lo
han hecho lo han perdido, llegando a tanto la escasez de agua que aun
para beber no la hay, y precisa a los vecinos de este Lugar valerse de los
pozos para sí y sus familias y animales”.
Fuente de Benahadux, partidor inicial.
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62
El Bajo Andarax en el Mapa Geográfico del Reyno de Granada. Tomás López, 1795.
Espíritu ilustrado
Esta centuria fue decisiva para el desarrollo agrícola. No tan solo por la
extensión de los cultivos sino también por el importante perfeccionamiento
de nuevos sistemas de riego que no harán más que ampliarse
hasta el colapso y crisis general de los regadíos a inicios del siglo XX.
Las fuentes son largas cimbras (galerías abovedadas que recogen las filtraciones
por debajo del lecho del río). La primera en excavarse fue la
fuente de la Rambla de Tabernas o de la Sta Fe, 1703. En 1731 lo hace
la de La Calderona, en 1748 la de Pechina (con una tanda de 16 días),
en 1779 la de Huércal, un año después las de Rioja y Benahadux (con el
agua repartida cada 19 días). La última será la de Viator.
En este espíritu ilustrado sobresale Adolfo Álvarez de Campana, eclesiástico
de origen gaditano, que desarrolló una importante explotación
agrícola en el paraje de Alfaro, Rioja, transformando tierras yermas en
regadío, lo que le valió la felicitación de Carlos III.

La restauración religiosa
Las parroquias e iglesias del Bajo Andarax se remontan a los años posteriores
a la conversión forzosa de 1500 tras la fallida rebelión mudéjar y
la creación en 1505 de la diócesis de Almería. La construcción de iglesias
parroquiales se convierte en el principal elemento de un programa de
castellanización de carácter político-religioso emprendido por la monarquía
castellana.
Al principio de adaptaron las antiguas mezquitas. Solo tras el violento
terremoto de septiembre de 1522 se comenzarían a levantar nuevos
edificios, esfuerzo retomado con las destrucciones de iglesias en la rebelión
morisca de 1568. Por ello, la cronología
de todas estas iglesias parroquiales es
del siglo XVI. Dentro de su sencillez,
la pobreza general del obispado
obligó a que sufrieran importantes
rehabilitaciones (e incluso
cambiaron de ubicación, como la
de Benahadux).
La iglesia de Gádor, la más importante de la zona.
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64
Los templos parroquiales:
elementos y tipologías
Como arquitectura nacida de la urgencia y del pragmatismo, lo más rápido
y lo más práctico y barato posible, se adopta la estética mudéjar.
Este estilo representa el gusto hispánico por excelencia, de síntesis entre
lo musulmán y cristiano, sencillo, funcional y bello. Fue resultado de un
profundo y real mestizaje cultural, que la política no fue capaz de desarraigar
y tuvo larga pervivencia entre nosotros.
Consiste en la síntesis de elementos constructivos y decorativos cristianos
y musulmanes, con una utilización de técnicas, materiales y mano de
obra fundamentalmente musulmana, mientras su religión fue permitida
(mudéjares), y moriscos después de la conversión forzosa. Los materiales
y sistemas constructivos son de raíz hispanomusulmana: ladrillo,
mampostería, yeso, madera..., como materiales autóctonos, sencillos y
de tradición popular. Tendrá una amplia difusión por la baratura de los
materiales, la rapidez de ejecución y el menor coste de la mano de obra
morisca.
El elemento más representativo es su armadura de madera, que permite
cubrir toda la iglesia con un coste muy inferior a la obra tradicional en
bóveda de piedra. Los modelos pueden variar desde una cubierta a dos
aguas sobre arcos de apoyo, que responde al modelo tardogótico de
la iglesia de planta de salón de una nave, como en la iglesia de Santa
María de Huércal o San Indalecio de Pechina; la armadura de parhilera
de Santa Fe de Mondújar; la armadura de par y nudillo de la Virgen de
las Angustias de Viator; y el artesonado de Santa María de la Cabeza de
Benahadux.

El Barroco, el gusto estético de
los siglos XVII y XVIII, mantendrá
la fábrica mudéjar e incluso
la cubierta de madera, pero manifestará
la nueva idea de una
estética de los sentidos, un arte
popular que debe servir como
instrumento de propaganda y
atracción a los fieles por parte
de la iglesia contrarreformista
surgida del Concilio de Trento en
la segunda mitad del siglo XVI y
del Estado Absoluto. Es obligado
el retablo del altar mayor, como
gigantesco escenario teatral que
sintetiza el dogma católico, y las
iglesias se pueblan de imágenes,
que hablan de dolor y misticismo.
El templo más característico
de este periodo es el templo parroquial
de Gádor, con diversas Fachada de la iglesia de Huércal
reformas posteriores.
Esa actividad constructiva barroca va ligada al protagonismo de diversos
obispos, como fray Juan de Portocarrero (1603-61) y especialmente
Claudio Sanz y Torres (1761-79), quien reedificó los nuevos templos de
la Virgen de las Angustias de Viator o la Virgen del Rosario de Gádor.
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Esplendor y crisis
El siglo XIX
La barrilla, la minería del plomo, el esparto, la minería del hierro, la uva
de mesa y la naranja constituyeron los seis grandes productos de exportación
de la economía almeriense en este largo período que comprende
desde el siglo XVIII al XX. Tras el paso de la sociedad estamental a la
burguesa, la dependencia de la ciudad se agrava. Ahora es, además, la
gran oportunidad donde encontrar trabajo.
Cortijos de
El Chorrillo,
en el Llano
Castro,
Pechina.
7

La estructura social
y de la población
La casa doméstica lo largo del siglo XIX “es propia para la labranza”.
Pero se va abriendo paso decidido otro tipo de vivienda: la burguesa. A
imitación de la capital en el último cuarto del siglo XIX se edifican en los
centros urbanos algunas viviendas de dos plantas siguiendo la característica
decoración historicista en marcos de puertas y ventanas. Son obra
de los pudientes locales que a veces constituyen espacios significativos
como la plaza de la Villa de Pechina. Estas viviendas burguesas gustan
de remarcar las fachas con piedra labrada y vivos colores, que muestran
la efímera pujanza económica que trajo el apogeo minero.
La proletarización, resultado de la inmigración y de las pésimas condiciones
de trabajo, es posible observarla en la proliferación de cuevas. En
Huércal siempre fueron numerosas, contabilizándose al mediar la centuria
doscientas, más que casas. La justificación se encuentra en la existencia
de grandes propiedades agrícolas de la oligarquía urbana ahora
burguesa, que demandan mano de obra, y en la propia cercanía a la
ciudad. Jornaleros, y personas de etnia gitana, las ocupaban.
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68
Se trata de un fenómeno
en aumento
conforme empeoran
las condiciones sociales
de la población. Las
estadísticas oficiales
recogen 184 en 1860
(un 6% de la vivienda
total) repartidas en
Cuevas de El Ruiní, Gádor.
todos los pueblos, excepto
en Pechina y Sta
Fe. Menos de veinte
años después eran ya
877, lo que significaba
que casi un cuarto de la población vivía en cuevas. Los datos son más
relevantes para algunos pueblos: en Huércal este tipo de infravivienda
suponía más del 39% del total; en Viator alcanza el 43%. Además, se
crean barrios específicos. A pesar de su pintoresquismo, las cuevas eran
un claro ejemplo de marginación.
Los marchales y la vega
En la vega se diseminaban los cortijos, muchos reconvertidos ahora en
verdaderas casa de recreo en manos de los potentados de la ciudad, de
los que a menudo adquieren nombre.
Los marchales constituyeron una manera original de colonización agrícola
de las zonas montuosas y uno de los modelos de poblamiento rural
El modo de vida tradicional. Cortijo en Sierra Alhamilla.

más característicos de la zona. De origen musulmán (como su palabra
indica), estos cortijos se establecían a junto a un pequeño nacimiento
de agua y una balsa que aseguraban el riego. En Benahadux estuvieron
ocupados el Marchalico, La Partala y, sobre todo, el Marchal de Araoz
(quizá el más antiguo). En Gádor encontramos los de Carbonell y Marchalico,
en Santa Fe de Mondújar las fuentes de Amate y del Moral.
Las distintas condiciones geológicas y topográficas de sierra Alhamilla
dificultó la implantación de este sistema de ocupación. El cortijo de Palma
Vieja, en Rioja, o Guindalba en Viator (hoy en pleno Campamento)
pueden ser considerados ejemplos del desarrollo de pequeñas zonas de
regadío en plena montaña.
Las sociedades de aguas
El origen tecnológico y financiero de las nuevas iniciativas agrícolas estuvo
en la minería. Así sucedió con la Sociedad Aguas de la Rambla de
Tabernas, constituida en 1905 por Manuel Ochotorena Trujillo, al que le
fue aprobada un año antes la concesión minera para el alumbramiento
de aguas subálveas quinientos metros aguas arriba de la desembocadura
del barranco del Algarrobo en la rambla de Tabernas, mediante una
galería proyectada por el ingeniero Francisco J. Cervantes.
La Sociedad se constituyó con un capital de 3.650 pts, a razón de cinco
pts por acción. El canal, revestido de mampostería, acababa entre los
términos de Pechina y Viator. En los estatutos se establecía una tanda
de trescientas sesenta y cinco horas (poco más de quince días). Quedaba
prohibido vender o ceder las horas de agua que no utilizara por su
parada cada propietario. Entre los 89 socios que se repartieron las 730
acciones figuran el promotor y
presidente con 107, José Abad
Corrales (que actuaba como
secretario), Miguel Vidal Sales
con 50 y José Benítez Blanes
con 35.
Estamos ante uno de los intentos
de reactivación económica
más interesantes, emprendidos
por una burguesía local
aunque radicada en la capital.
Ya no se trata de los poderosos
de la ciudad sino de empresarios
con un fuerte compromiso
rural. Por desgracia, la empresa
concluyó en desastre: las
tierras acabaron anegadas de
sales arrastradas por los barrancos.
Acción Cauce Buena Unión. Viator, 1908.
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Viator desde el cerro de La Cruz, durante siglos un arrabal de la ciudad.
Por supuesto, Los Baños de sierra Alhamilla exceden a esta consideración
pues se trata de un verdadero barrio, evolución de una alquería
medieval. Por ejemplo, en 1888 la barriada contaba con 59 viviendas
permanentes y una ermita, aparte de una multitud de pobres y minúsculos
alojamientos excavados en la roca para los bañistas.
Por su parte, las sierras y los secanos se pueblan de cortijos aislados.
Propiedad de los pudientes, allí subsisten jornaleros en míseras condiciones,
cultivando los lugares más inverosímiles y empleándose en los
más variados trabajos.
Los pueblos:
distribución urbana
Los pueblos eran tan pequeños que apenas tenían barrios. La excepción
era Gádor cuya especial distribución a la falda de tres colinas permitía
esta división. La población de Rioja se distribuía en cuatro pequeñas
aglomeraciones. Las calles eran irregulares y estrechas tanto por herencia
medieval como por la propia topografía del terreno. Sólo el hecho
de estar atravesadas por el camino principal facilitaba el tráfico.
Esta vía era la más transitada de la provincia. A lo largo del camino se
distribuían las ventas y ventorrillos como las de La Peinada y Ayayola
(Huércal), Jalbo (Benahadux, que todavía existe) y Zarzosa (Santa Fe de
Mondújar). La reforma de las comunicaciones se inició a mediados de
siglo. En 1872 se estaba levantando el puente de “Los Cinco Ojos”; pocos
años después se acaba el famoso “Puente de Rioja”, proyectado en
1864.

El Puente de Rioja, 1874, durante mucho tiempo un símbolo de las viejas comunicaciones.
Curiosamente en casi todos los pueblos había dos plazas, la de la Constitución,
donde se ubica el ayuntamiento, y la de la Iglesia que preside
el templo. Se van realizando algunas obras públicas como la traída de
agua de la fuente de La Partala a Benahadux (1855); Gádor disponía de
una fuente pública en cada uno de sus barrios.
La órbita de la ciudad y la tendencia al autoconsumo de las sociedades
rurales lindando con la pobreza hacían innecesarias las tiendas, reducidas
a las quincallerías (ferretería de escaso valor) y abacerías (establecimientos
de venta al por menor
de aceite, vinagre, legumbres
secas, donde encontrar arroz,
bacalao y pescado fresco que
eran los productos corrientes).
Por supuesto había alguna taberna.
Tanto Huércal como Pechina y
Viator disponían de varias salitreras,
para hacer pólvora.
La carretera antigua según el Mapa Itinerario
Militar de España. Pérez Rozas, 1864.
Por cierto, Viator fue el último
municipio en constituirse.
Ya en 1825, el arrabal había
solicitado independizarse de
Almería. La ciudad alegó entonces
su extrema pobreza y
la ausencia de cualquier servicio
público, ni de bienes para
sostenerlo. La población se
segregó de Almería en 1835
pero no dispuso de término
hasta 1875, tras un largo litigio
en el que la ciudad utilizó
toda clase de argumentos.
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El pan de sierra
Minería y esparto
La minería fue la más importante actividad económica del valle a lo largo
del siglo XIX y parte del XX. Factores como la riqueza y variedad de
los minerales, la cercanía a la costa que facilitaba su comercialización
y el hecho de disponer de capitales para su explotación, facilitaron la
proliferación de registros. Pero no por ello hubo gran preocupación por
la racionalización productiva de las explotaciones ni por la seguridad o
bienestar de los obreros. De los montes, de la sierras, también se
obtuvo el humilde esparto, del que vivieron muchas
familias.
Cerro del Fuerte, base de cable aéreo.

La famosa sierra minera
La galena es la mejor mena del plomo y un mineral muy abundante en
sierra de Gádor. Se trata de un sulfuro de plomo, utilizado tradicionalmente
como vidriado por los alfareros.
Aprovechadas desde la antigüedad para diversas utilidades, estas minas
de plomo volvieron a explotarse a partir del auge minero despertado
tras la Guerra de la Independencia en la Baja Alpujarra.
Las explotaciones estuvieron centradas en Huércal. En 1837, el escocés
Juan Mac-Bearn construía una fundición a pocos km de la capital. Dos
años después, Jacinto Anglada, Ramón Algarra, José Medina y otros,
constituían una sociedad para explotar el pozo abierto en el Cerro de
Las Minicas.
La mayor parte de las demarcaciones importantes eran de vecinos pudientes
de la capital. Además, las posibilidades de embarque de su puerto
orientaron casi todo el mineral a su trasformación en las fábricas que
rodeaban la ciudad.
En los montes de Benahadux había cien minas plomizas abiertas en
1845, pero sólo una pequeña parte estaba en explotación. Unos pocos
y miserables albergues mineros al pie de la sierra formaban barrios de
unas decenas de chabolas en Benahadux (La Partala), Gádor (Cerro de
las Minas) y Pechina (La Azucena y La Victoria), muchos ya abandonados
en 1860.
Mientras tanto, todavía trabajaban de modo intermitente las fundiciones
de La Peinada y Zamarura (Huércal), y las de Alquivira (al lado de la
rambla del mismo nombre, al norte de la población) y La Palma (al pie
de la sierra), estas en Benahadux.
Coto minero de sierra Alhamilla, a inicios del siglo XX.
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El hierro de Alhamilla
La explotación moderna de los minerales de sierra Alhamilla se inicia
en 1817. En 1841 hay una fábrica plomiza en El Chorrillo, al pie de Los
Baños, propiedad de Guillermo Barrón. Pero el auge minero se produce
a finales de siglo, con la explotación del hierro (1876) del que se llegaron
a extraer unas 700.000 toneladas por la empresa Borner.
En 1911 se explotaban las minas ‘Casualidad’, ‘1º de Mayo’ (mucho más
extensa pues abarcaba gran parte del Barranco del Rey) y ‘San Claudio’,
por The Alquife Limited bajo la dirección de Juan Guillermo Braik.
Los minerales de hierro carbonatados explotados salían de las galerías
por socavones. Gracias a un gran plano inclinado, eran conducidos a la
tolva del cable aéreo que los llevaba a la de la estación de El Chorrillo,
a 1300 m. de distancia. Del muelle de desembarco pasaban a las vagonetas
del tren.
Los minerales de Alfaro eran conducidos por otro cable aéreo del mismo
tipo y 5.500 m de longitud. El cable podía transportar 400 toneladas en
diez horas de trabajo. De ambos sólo restan parte de sus pilares, pues
cubiertas y estructuras metálicas o de madera fueron desmontadas en
la posguerra.
La extracción de estos minerales cesó completamente en 1919 al entrar
en competencia con el nacimiento de las aguas del balneario, declaradas
de utilidad pública. De hecho en 1904 y 1909 se tuvieron que paralizar
los trabajos ante las denuncias de los vecinos porque las labores
invadían las calles de la barriada y amenazaban el nacimiento.
Las minas de Los
Baños, detalle.
Instalaciones mineras de El Chorrillo, Pechina.

La cultura minera: el trovero Castillo
El trovero o repentista José Castillo Rodríguez (Pechina, 1872 - Serón,
1958) fue uno de los más importantes representantes de la poesía popular.
Emigrante en La Unión (Murcia) donde residían tantos alpujarreños,
allí conoció el arte del trovo a los doce años. Pronto estuvo entre
los mejores versificadores por su prodigiosa destreza para improvisar
en competencia con otros rivales más experimentados. El duro trabajo
de la mina se llevó a su padre y a un hermano; su vida personal fue
dura (sufrió una agresión violenta, murió un hijo). En mayo de 1898 se
vio envuelto en un motín obrero de carácter anarquista en La Unión;
denunciado fue preso por dos años hasta quedar absuelto. Reanudó
giras y veladas, actuando en teatros, casinos, círculos de las provincias
de Murcia y Almería. Fue elegido presidente del sindicato minero “El
Despertar” en 1901 y ejerce como maestro, pero se traslada a Pechina.
La crisis de la minería de sierra Alhamilla le afectó de lleno. La barriada
contaba por entonces con 499 habitantes, disponía de párroco, maestro,
dos barberías, sendas tiendas de comestibles y dos herrerías para
las caballerías. Pero la ruina no tardaría en llegar. La explotación quedó
paralizada con la Primera Guerra Mundial: en 1914 se contabilizaban
110 parados en Pechina y 800 en las minas de toda la Sierra.
Perseguido por su labor social se trasladó a Las Menas (Serón) donde
trabajó de nuevo en la mina. En 1923 escribió su libro Algo de mi vida,
en el que refleja los sinsabores sufridos.
La antigua
estación de tren
de El Chorrillo.
Vía del tren atravesando el Llano Castro y la rambla Espinaza, Pechina.
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Minas de Gádor
La última actividad minera de la zona estuvo ligada al cultivo de la uva
de mesa. Es la minería de azufre en Gádor y Benahadux.
En 1876 había seis minas, mal explotadas la mayoría. El azufre se comercializaba
en bruto para el mercado local, otra parte se fundía según los
métodos del país. En 1880, la empresa de la mina Buen Viento Corre introdujo
las calcaronas, hornos de fusión al vapor adaptados del modelo
desarrollado por el ingeniero italiano Calcaron, que le dio nombre. La
fábrica de “sublimación y refino” [refinado] de azufre se llamaba “Los
Leones”, y sus ruinas aún se conservan.
En plena expansión del cultivo del parral, su propietario Juan Navarro
Reverter imprimió nueva actividad a las minas gadorenses en 1884. Un
año después se introducía otras mejoras hasta dar origen al denominado
“horno Gil”, que aumentó la producción. Los beneficios fueron tan
cuantiosos que se levantó otra fábrica en las proximidades de la capital.
Hasta 1893, cuando entró en decadencia por el agotamiento de los filones,
casi mil personas vivían en la barriada que se creó alrededor de las
explotaciones.
La explotación inicial se hacía por trancadas, túnel inclinado con el se
identificaba la altura y características del mineral. Pozos y galerías seguían
las vetas, dentro de un modelo de explotación, por lo general,
bastante primitivo. La inseguridad en el trabajo era grande: un desprendimiento
ocasionaba la muerte
a dos obreros y heridas leves a
otros dos en 1913.
Interior de
un horno de
azufre.
Las Minas de azufre, Gádor. Batería de hornos.

Un polémico descubrimiento
“Sesteando un pastor el ganado por los años 1874 o 75, observó que un
trozo de piedra sobre el que cayó el sobrante de yesca encendida que
empleó para su cigarro comenzó a quemarse desprendiendo un olor
muy característico”. Así empieza el relato del descubrimiento de las minas
de azufre de Gádor descrito en un periódico local.
“En consecuencia, se pidió la concesión de una mina en aquel lugar, poniendo
al registro por nombre La familia, más entonces se supo que con
algunas horas de anticipación había sido registrado con el nombre de la
Gracia el mismo terreno por un vecino de Gádor, lo que originó desde
luego una lucha entre la adquisición legal y moral del descubrimiento”.
De resultas, salió vencedora la empresa de Alhama la Seca, que fijó mejor
sus linderos.
Hornos de la fundición Los Leones, Minas de Gador.
Las Minas de Gador hacia 1898 (Archivo IEA).
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La Partala, Benahadux. Tolva y almacenes.
La Partala
Los beneficios obtenidos en las minas de azufre de Gádor motivaron
el interés en poner en explotación lugares cercanos. La
demarcación de 12 hectáreas fue registrada por el pechinero
Francisco Díaz Abad, en 1877 pero desgracias familiares y el poco
conocimiento práctico de la actividad obligan a vender la mina
a Indalecio Córdoba Escámez, vecino de la capital, en 1881. Córdoba
estaba al cargo del Canal de San Indalecio y traspasó sus
derechos a sus descendientes que en 1911 fundaron la Compañía
Minera de Benahadux.
En 1918 la minería estaba en gran decadencia. En junio de 1932
se producía una huelga (una de las más importantes del periodo)
y al poco cerraban. La empresa pública Adaro intentó poner
en explotación las instalaciones hacia 1945. Se calcula que hasta
1952 se extrajeron unas 900.000 toneladas de azufre, la
mayor parte en Gádor.

El humilde esparto
Esta fibra vegetal venía exportándose a
lo largo del siglo XVIII. Hasta 1865 sólo
se fabricaban sogas, cuerdas bastas, serones
y labores tradicionales domesticas.
La guerra de Secesión de los Estados
Unidos hizo escasear el algodón. Como
sustituto para obtener papel se buscó
al esparto.
Al principio, se expedía sin trasformación
alguna, tal como era arrancado
pero la picaresca obligó a expedir la materia
prima limpia y empaquetada en fardos.
A pesar de la fuerte competencia del Cesto de esparto.
esparto argelino, por el puerto de Almería
se exportaron en 1893 15.000 toneladas.
Con la venta de los bienes propios, los montes comunales se privatizaron
en la segunda mitad del sigo XIX. Para obtener grandes extensiones de
terrenos había diversos medios: una subasta amañada, por ejemplo. Solucionar
la situación era prácticamente imposible. De hecho, entre 1882
y 1883, el ayuntamiento de Gádor quiso impugnar la venta de los montes
que otra corporación había realizado, presuntamente, a familiares.
No tuvo éxito.
La lucha por el esparto se convertirá para muchos agricultores proletarios
en la lucha por la vida.
El auge de la ‘industria’ se produjo a partir de 1914. Desde 1920 fue disminuyendo
la exportación hasta que los problemas de abastecimiento
tras la Guerra Civil hicieron aumentar la producción. Francia fue uno de
los principales mercados, donde se aprovechaba para la fabricación de
papel.
Últimos hornos en ser utilizados. La Partala.
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El orden social
Conflicto y emigración
El siglo XIX es tiempo de caciques. La masa general del pueblo tiene
poca fe en los políticos, porque ve que con tirios y con troyanos, ni cambia
su situación ni sale nunca de la tiranía que sobre él ejercen en las
pequeñas localidades “esos grupos de ambiciosos que con máscara de
un partido se erigen en dueños de los intereses del pueblo y a su costa y
con sus lágrimas amasan su fortuna”.
El cacique rural controlaba a aparceros y jornaleros mediante una red de
deberes y servicios que marcan la dependencia personal casi feudal para
su persona. Prestando dinero a intereses abusivos, atesorando los bienes
para aprovechar las hambrunas, apropiándose de terrenos y recursos.
Cortijo de Los Arcos, Pechina.

Evolución de la población
La tendencia demográfica decreciente cambia bruscamente hacia 1820.
La prosperidad conseguida con la minería será responsable de este importante
incremento demográfico que se mantiene por cuarenta años.
A partir de 1860, el aumento será mucho menor. Incluso se producirá
una disminución resultado de los fuertes procesos migratorios internos
(desplazamiento de unos cotos mineros a otros) como al extranjero
(principalmente a Orán, Argelia).
De todos modos, los campesinos almerienses fueron emigrantes habituales.
En el siglo XVIII jornaleros de todos los pueblos acudían en el
verano a hacer “la siega en las Andalucías”, pero también a Extremadura
y La Mancha. Eran los mismos obreros que iban de La Alpujarra a
sierra Almagrera y de éstas a Cartagena, La Unión o Linares a lo largo
del siglo XIX.
La depresión económica coincidió con la extensión de la invasión de la
“filoxera” que acabó en pocos años (1888-90) con todos los nuevos parrales
de uva de embarque y con las vides. Pero en la comarca no fue tan
grave como en el resto debido a un amplio programa de obras públicas,
como la construcción de las líneas de ferrocarril a Almería.
Cortijos y casas de recreo
La oligarquía urbana de la ciudad fue levantando cortijos en sus grandes
propiedades de los pueblos del Río a lo largo de los siglos XVII y, sobre
todo, XVIII. Aristócratas y burgueses modificaron y ampliaron las viejas
instalaciones hasta darle un aire burgués o construyeron las suyas propias
en el siglo XIX. Así sucedió en el cortijo de San Miguel, formado por
dos naves laterales con la capilla del santo en su centro, donde reposaban
los restos mortales de los antepasados del marqués (los vizcondes de
Almansa), presididos por un lienzo del santo atribuido a Alonso Cano.
Cortijo en la rambla Campana, Rioja.
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Arquerías del porche, abiertas al sur o a poniente.
Historia y vida
Algunos cortijos están unidos a la historia por diversos motivos.
Lugares de esparcimiento, eran utilizados con frecuencia para banquetes
e intrigas políticas caciquiles a finales del siglo XIX. En el de san Miguel,
el 29 de septiembre tenía lugar la curiosa costumbre de dar una
hogaza de pan y una taza de vino a todo el se confesara en la capilla
ese día y el siguiente. En la explanada se festejaba con baile de palillos
(castañuelas) la llegada de la virgen del Rosario, patrona de Rioja. La
tradición duró casi siglo y medio, hasta la Guerra Civil.
El gran escritor Ramón Ledesma Hernández (1856-1937) era dueño del
palacio de Boleas (Huércal) y en su casa de campo de El Ruiní (Gádor)
escribió sus mejores obras (Canuto Espárrago, 1903, y La nueva salida
del valeroso caballero Don Quijote de la Mancha, 1905) mientras se entregaba
al cultivo de los cítricos y la uva de mesa.
Novelista, escritor de cuentos, poeta e hijo del anterior, Ramón Ledesma
Miranda (1901-1963) retrató como pocos la decadencia de la burguesía
urbana almeriense y sus relaciones con el mundo rural del entorno. Su
novela La Casa de la Fama, premio nacional de literatura en 1951, es la
crónica de la decadencia de una familia pero también la de la desaparición
de un modo de vida:
“(...) Alternaba aquellas ocupaciones con la custodia y administración
de las fincas de Calahonda, en la vega del Andarax, prósperas
haciendas de parrales y naranjos, festoneadas de almendros, higueras
y algarrobos y guarnecidas de árboles ornamentales como el ciprés,
la palmera y la auracaria”.

Los cortijos de los exportadores
y cosecheros de finales del siglo
XIX y principios del XX muestran
un gran lucernario central,
como el cortijo las Mascaranas o
siguen el modelo de casa suburbana,
como el cortijo Durbán y
“Villa María”, todos en Huércal.
En algunos casos se constituyen
en auténtica villas suburbanas
de estancia temporal de los pudientes
almerienses para veranear,
embelleciéndose con escalinatas,
torres, terrazas, galerías,
jardines o cenadores. Así sucede
con el majestuoso el Cortijo Piqueras,
de curiosa estructura y
llamativo color rosado (Rioja).
En otros casos prefieren mode- Cortijo de Las Dos Torres, El Chuche.
los historicistas, casi románticos,
como en el de las Dos Torres o cortijo Godoy de Benahadux, de perfil
tan característico. Una avenida central de palmeras recorre la distancia
que va desde su puerta principal hasta el cauce del río. Al otro lado de
la carretera hay una ermita excavada en la roca.
La respuesta social: el contrabando
El contrabando no se practicaba clandestinamente, como un tráfico vergonzoso
y culpable, sino a plena luz, a mano armada, “tan públicamente
como si se tratara de la especulación más natural y más lícita”, dice
un viajero francés.
Tabaco y tejidos constituían el grueso de los alijos, procedentes de Gibraltar
y conducidos a las playas y arenales de la costa. Las ciudades y
pueblos estaban inundados de productos ingleses.
Hasta inicios del siglo XX, constituyó una actividad saneada, en la que
participaba toda la población. Una antigua ruta, llamada “Camino de
los Contrabandistas” cruzaba el Campo de El Alquián en dirección a Granada
por las faldas de sierra Alhamilla.
Pero hubo fenómenos sociales más violentos y peligrosos, como el bandolerismo.
Los bandoleros aparecían de forma esporádica coincidiendo
con periodos de crisis y hambre. La crisis social consecuente al cierre de
muchas minas y fundiciones desde 1854, provocó emigración y carestía
de subsistencias. En 1861 se producen diversos atentados contra propietarios
y se queman algunas cosechas y viviendas en los pueblos de los alrededores
de la capital. Un año después, el pechinero El Pintino asaltaba
el marchal de Fuentes con el resultado de varias muertes.
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Los balnearios:
Salud y sociabilidad
Balnearios, hospedaje, paseo, jardín, baño, manantial, tratamiento....
han sido durante muchos los escenarios de una forma de entender la
vida, edificios y lugares en los que se hace historia y en los que se albergaban
las esperanzas de curación a través del agua. Espacios privilegiados
de sociabilidad, de entretenimiento pausado y de sosiego, fueron
los protagonistas indiscutibles de la atención médica del siglo XIX. Unos
espacios para la atención personal en los que el entorno recuerda a los
oasis de montaña e invita a la relajación y al recogimiento.
Los Baños: veteranía y servicio
Los Baños de sierra Alhamilla se localizan a 460 m. de altitud, en un oasis
de montaña. Sus vistas son extraordinarias hacia el valle del río y aún se
alcazaba a divisar la bahía a lo lejos. Las aguas alcanzan una temperatura
de 58º C.
Los Baños fueron aprovechados desde siempre, remontándose incluso a
época romana. Pero su historia moderna comienza cuando el Obispo de
Almería Claudio Sanz y Torres y Ruiz Castañedo construye a sus expensas
el edifico que conocemos en 1777.
Baños Sierra Alhamilla según un plano de1816 (Arch. Mun. Almería).

Placa de fundación de Los Baños de sierra Alhamilla.
Sanz y Torres compró la propiedad de las aguas termales, creó una capellanía
y dejó en manos de sus sucesores la propiedad, y, en manos del
Cabildo de la Catedral su administración. Las aguas fueron enajenadas
en 1798, por decreto de Carlos IV, mientras la administración del balneario
continuó siendo eclesiástica hasta 1841.
Los baños pasaron a la Diputación tras ser desamortizados al obispado,
y luego vendidos a Vicente Gómez Orland en subasta en 1866 al no
producir utilidad alguna. La privatización completa provocó las críticas
del obispo que señalaba tanto el incumplimiento de los fines originarios
de la fundación como la quiebra del servicio de los baños a los enfermos
pobres. En 1876 pasó a dominio del Ayuntamiento de Pechina.
El obispo ilustrado
Promovido a obispo en 1761, Claudio Sanz y Torres y Ruiz Castañedo (Toledo,
1704 - Almería, 1779) fue uno de los grandes prelados que gobernaron
la diócesis de Almería. Su pontificado fue largo y fecundo pues
supo rodearse de colaboradores expertos. Su mayor preocupación fue la
obra social en cuya inversión redactó unas ordenanzas para mejorar la
administración económica.
En su tiempo se construyen nuevos templos parroquiales, como los de
Viator y Gádor, este sobre planos del gran Ventura Rodríguez. Asimismo,
mandó construir el santuario del Saliente (en Albox) y bendijo la
grandiosa iglesia de Vélez Rubio.
Su preocupación social fue grande dentro del espíritu filantrópico de la
época, por lo que manifestó especial atención en levantar varios hospitales
Especial mención en esta misma línea merecen los Baños de Sierra
Alhamilla: con gran esfuerzo económico construyó la casa de los baños y
la del capellán, y la iglesia y dotó a las instalaciones con rentas suficientes
para que fueran atendidas material y espiritualmente.
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El balneario
La entrada se realiza por el ala norte, hoy recepción general. Al interior
contiene una galería de dos plantas, con arcos que forman el patio
descubierto. De las habitaciones, las correspondientes a los vértices de
los cuatro ángulos del cuadrilongo eran las más cómodas, pero todas
contenían sala con alcoba, fogón..., con ventanas a los lados Norte y Sur.
El oratorio se encuentra en la parte occidental del patio. En el ala opuesta
están las piezas de baños, adonde se baja por un acorta y cómoda
escalera. Las albercas o balsillas de aguas siguen siendo cuatro, dos en
cada departamento. Hoy abunda la azulejería árabe. La bóveda que
cubre las salas presenta claraboyas, que sirven para comunicar la luz y
renovar la atmósfera.
La evolución del negocio no debió de ser favorable. En 1881, su propietario
protesta por los accesos. El camino que llegaba de Almería era bastante
cómodo para carruajes… cuando estaba en buenas condiciones.
No obstante, era difícil procurarse el alimento y comestibles. Recordemos
que estas instalaciones carecían de comedores.
Los balnearios entraron en crisis con la generalización de los baños de
mar a principios del siglo XX. En 1927 ya estaban cerrados. Un año después
se inspecciona el caudal de aguas del balneario para el abastecimiento
del campamento Álvarez de Sotomayor.
Vista exterior de los Baños de Sierra de Alhamilla.

Alfaro: memoria y olvido
Los Baños de Alfaro se situaron al pie del cerro del mismo nombre y sus
aguas (hoy casi perdidas) procedían de un manantial que brota a 21ºC
y resultan indicadas para un buen número de enfermedades. Tienen un
componente sulfhídrico y gozaban de especial predicamento.
El agua nacía en las inmediaciones, conducida por tubería al patio del
establecimiento. Su cantidad eran tan pobre que a finales del siglo XIX
daba dos litros por minuto. Se calentaba en tinas de cinc pero careció
de sistemas de pulverizaciones, duchas, estufa... No existía más personal
que de bañero y bañera. El edificio contaba en 1868 con 35 habitaciones,
distribuidas en tres categorías.
La higiene fue aumentando con el tiempo para los de siempre: en 1894, el
departamento de los hombres, “con dos pilas de mármol” se llenaba cada
ocho horas mientras que el de las mujeres, con las mismas características,
lo hacía una vez al día, mientras que el tercero era una simple alberca de
mampostería que debía conformarse con los sobrantes de ambos.
Los bañistas eran, en su mayor parte, de la ciudad de Almería. Las aguas
estaban especialmente indicadas para las enfermedades de la piel “que
abundan en esta provincia”.
Los baños fueron comprados por una sociedad y tuvieron una vida lánguida,
llena de problemas económicos hasta su definitivo abandono a
principios del siglo XX. Hoy sólo quedan sus ruinas.
Ruinas de los Baños de
Alfaro, Rioja.
Tras un siglo de
abandono, solo
queda en pie el
aljibe de Alfaro.
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Una larga caída
el siglo XX
La economía almeriense ha presentado un comportamiento muy desigual
a lo largo del siglo XX, implicando distintos cambios estructurales
tanto en el ámbito productivo como en el demográfico y en el social.
Los pueblos del Río han pasado de la emigración a inmigración, de la
periferia de la ciudad (urbanizaciones, polígonos industriales) a buscar
su propio camino de desarrollo y bienestar, a valorar su historia y su
cultura.
Un lugar de paso. Venta de Santa Ana, Huércal, hacia 1910.

La crisis social y económica
La desarticulación de los riegos tradicionales vino de la ampliación indiscriminada
de las fuentes. Pero este fue sólo un elemento más. La decadencia
imparable de la minería y el cierre del mercado norteamericano a
la uva almeriense tuvieron efectos más importantes. De nuevo, la ciudad
arrastraba a los pueblos del Río de Almería a una vida lánguida llena de
penalidades donde la emigración supuso, a veces, una solución definitiva
de muchos problemas sociales.
La Guerra Civil, cuyos efectos no tan sólo se dejaron ver en la autarquía
y en la represión sino también en un enfrentamiento que sólo acabó
con el olvido, fue decisiva pues ahondó las diferencias sociales entre la
ciudad y los pueblos del Río. Es una larga crisis la del siglo XX, de la que
la zona sólo saldrá con la emigración y con paciencia a partir del último
cuarto de la pasada centuria.
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90
1570 1712 1750
Almería 3.350 4.487 7.142
Benahadux 235 405
Gádor 900 801 918
Huércal 810
Pechina 507 616 927
Rioja 441
Sta Fe 360 143 262
Viator
Total 6.162 6.047 10.095
La población: una evolución
El comportamiento demográfico de la población en el bajo Andarax
ilustra las vicisitudes históricas de la comarca. La crisis de la rebelión morisca
y posterior repoblación sólo se saldan siglo y medio después. El mayor
crecimiento, no obstante, se produce en la segunda mitad del siglo
XIX, con el desarrollo de la minería, la habilitación de nuevos sistemas
de irrigación o la ampliación de los antiguos y la puesta en cultivo de
casi todos los terrenos disponibles. Esta economía, basada en la extracción
de materias primas y la agricultura, demandaba gran número de
mano de obra, y entra en crisis irreversible inmediatamente después de
la Primera Guerra Mundial.
El eterno problema de las comunicaciones deficientes.
Puente de Huéchar, 1872.

1787 1850 1900 1950
13.170 17.800 47.326 76.497
329 740 1.477 1.521
955 1.702 2.952 2.997
1.004 1.600 2.390 2.723
1.752 3.986 2.583
514 1.069 1.606 1.493
332 441 842 1.210
1.400 2.093 2.476
16.304 26.504 62.672 91.500
La emigración del siglo XX tuvo tres periodos o fases: la inicial (1890-
1910) tiene por origen Argentina y Brasil. La segunda y la tercera oleadas
presentan carácter mixto: hacia América y Cataluña (1910-1930) y
hacia esa región y los países desarrollados de Europa en el periodo franquista
(1950-1970). En medio, en las décadas de 1930 a 1950, el traslado
se efectúa hacia la ciudad, polo permanente de atracción.
El cambio ha sido espectacular en términos históricos. De ser una provincia
que languidecía, en términos demográficos y económicos, hasta
los años setenta, ha pasado a ser en las últimas décadas del siglo una
economía especialmente dinámica, con un sistema productivo/comercial
complejo e insólito, y con un alto grado de especialización e internacionalización
de su economía y de sus empresas.
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Una dificultad interminable
La crisis finisecular adquiere diversas fórmulas. Desde la detención en Benahadux
de varios falsificadores que moneda que habían actuado en la
zona durante año en 1892, hasta una serie de atentados y amenazas que
se producen en Gádor dos años después Cañizares. La presión social es
ejercida siempre sobre los mismos, obligados a trabajar en condiciones
penosas. En 1901, mueren cinco jornaleros en unos desmontes para nuevos
cultivos que se abren en Huércal. Ocho años después un simple, e
inocente, robo de fruta acaba en hecho sangriento. Desde luego, la emigración
será la mejor válvula de escape.
Pero tras la depresión de 1929, la crisis económica se generaliza. En las décadas
de 1930 y 1940, los pueblos del Río estaban habitados por obreros
sin más esperanza de sustento que su bicicleta para buscar diariamente
trabajo en la cercana Almería o en la vega.
Tres ejemplos, en apariencia contradictorios, dan cuenta de aquella época.
- En primer lugar, el asesinato 24 de febrero de 1936 en Pechina del falangista
José Díaz García cuando paseaba con su padre por miembros
de una manifestación del Frente Popular que le reconocieron, tuvo
repercusión nacional en una dinámica de enfrentamiento político
abierto.
- Ya en la posguerra, destaca la labor humanitaria de Soledad Alonso de
Drysdale (Gádor, 1899 - Buenos Aires, 1971), cuya compromiso social
fue decisivo a la hora de paliar las necesidades de los más necesitados
tras la Guerra mediante campañas de recogida de fondos entre la
población argentina destinados a asilos y orfanatos, sobre todo de la
zona, tuvo un pronto reconocimiento.
- Por último, una figura mítica. Manuel Pérez Berenguer, El Mota (Benahadux,
1907 - Almería, 1945), el más famoso guerrillero de la posguerra.
Minero y sindicalista, se exilió a Francia pero volvió. Tras diversos
avatares, una delación lo sitúa en el cortijo san Miguel (Benahadux),
donde se le detiene. Fue fusilado en el cementerio de Almería.
Lo que antes fue una vía de salida es hoy historia y patrimonio.

Sta Fe, trasformador de la primera
línea férrea electrificada en España.
Fábrica de Las Cumbres,
Huércal.
Un curioso vínculo con el norte de África
Las maniobras militares de 1917 tuvieron lugar en distintos parajes de
Pechina, Rioja y Gádor. Las operaciones consistieron con el ataque al supuesto
enemigo desembarcado en la costa y que avanzaba hacia la sierra
para internarse en el interior y tenían por telón de fondo la inminente
Guerra de Marruecos (1919 - 1926).
Dada la similitud climática y la orografía del terreno de Viator respecto a
África, de forma particular y con la ayuda de sus estrechos colaboradores,
el teniente coronel Paniagua y el comandante Acosta Tovar, redactaron
en 1911 el proyecto para instalar en Almería la Reserva Estratégica del
Ejército de África, presentando el proyecto al Ministerio de Guerra. Tras
distintos estudios e intentos frustrados, el Directorio de Primo de Rivera,
aprobaba definitivamente la instalación en la población de la Brigada de
Reserva Estratégica en 1923. Se encargó de los trabajos el capitán de ingenieros
Luís Melendreras.
A finales de 1928 se instalaban las primeras tropas en el actual Campamento
Militar “Álvarez de Sotomayor”. Los comerciantes de la ciudad expresaban
públicamente su gratitud al Directorio por la designación de la
brigada de Campo Viator para reserva de África. Hubo otros efectos del
Campamento militar. La construcción del puente sobre el río Andarax en
Viator, iniciado en 1927, fue uno de ellos.
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Un epílogo
Mirando al pasado.

Concluimos el viaje por la historia del Río de Almería con una llamada
al futuro. Estos pueblos cargados de una historia densa y profunda se
encuentran hoy comprometidos en su desarrollo pero no olvidan la historia.
Este es un encuentro con el porvenir pero también con el pasado.
Estamos ante un legado rico y diverso, fascinante en su descubrimiento.
Un pasado de laboriosidad y empeño (minero e industrial a veces, agrícola
siempre) cuyo reconocimiento y examen es hoy un reto estimulante
y una atractiva posibilidad.
Mirando al futuro.
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Anexos

Bibliografía
• Lorenzo CARA BARRIONUEVO (1993)
- Historia de Almería, III. La civilización islámica. Almería: Instituto
de Estudios Almerienses.
• Lorenzo CARA BARRIONUEVO (en prensa)
- Pechina. Historia y memoria. Almería: Ayuntamiento de Pechina -
Instituto de Estudios Almerienses. 2009.
• Florentino de CASTRO GUISASOLA (1933)
- “Exploraciones arqueológicas en Almería. En busca de la ibérica
Urci”. La Independencia, 26-II-33, nº, pág. 1
• Salvador FONTELA BALLESTA (1997)
- Pechina de los marineros (Almería): aproximación histórica. Almería.
• Antonio GARCÍA Y BELLIDO (1950)
- “Las dos figuras del ‘Buen Pastor’ de Gádor”. Arch. Español de
Arqueología 23; pp. 3-12.
• Antonio GIL ALBARRACÍN (1990)
- La repoblación de Gádor (1573-1593). Gádor: Ayuntamiento de Gádor.
• José D. LENTISCO PUCHE, coord. (2007)
- Castillos, fortificaciones y defensas. Guías de Almería nº 4. Almería:
Instituto de Estudios Almerienses – Consejería de Cultura.
• Fernando MOLINA GONZÁLEZ y Juan A. CÁMARA (2005)
- Guía del yacimiento arqueológico Los Millares. Sevilla: Junta de
Andalucía, Consejería de Cultura.
• Antonio MUÑOZ BUENDÍA y Julián P. DÍAZ LÓPEZ (1995)
- “Continuidad y cambio de la estructura agraria almeriense en la
Edad Moderna: El caso de Pechina”. En: M. BARRIOS AGUILERA y Fr.
ANDÚJAR CASTILLO. Hombre y Territorio en el Reino de Granada (1570-
1630). Almería: Instituto de Estudios Almerienses, pp. 281-308.
• María Dolores SEGURA DEL PINO (2000)
- Agua, tierra y sociedad en el Río de Almería: de la época islámica
a la cristiana (siglos XV-XVI). Almería: Instituto de Estudios
Almerienses.
• Manuel SÁENZ LORITE (1976)
- El Valle del Andarax y Campo de Níjar. Estudio geográfico. Granada:
Universidad de Granada.
• José A. TAPIA GARRIDO (1980)
- Los baños de Sierra Alhamilla. Almería: Ed. Cajal.
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Créditos Fotográficos
Las imágenes y gráficos son obra del autor, salvo las expresadas a continuación:
• Pako Manzano
- págs. 8-9, 28, 46-47, 50, 61, 64-65, 71a, 83, 86, 94 y 95.
• Ayuntamiento de Pechina
- pág. 10.
• Dpto de Prehistoria, Univ. de Granada
- págs. 14 y 15.
• instituto de Estudios Almerienses
- pág. 77b.
• Museo de Almería
- pág. 33.