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Sergio Ortiz Hernán, Mariano Azuela y los ferrocarriles - Museo ...

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silbatos y palabras<br />

¿Piensa el propio Zaid que el libro sólo sirve, desde<br />

Platón, como instrumento en la estrategia del respectivo<br />

autor para obtener algún tipo de poder, incluso el<br />

poder máximo, el del conductor de la República? Que<br />

vea entonces cómo <strong>los</strong> libros también pueden ser, más<br />

que escaleras al poder, rescates y repasos de quienes,<br />

como <strong>Mariano</strong> <strong>Azuela</strong>, supieron enfrentarse al poder y<br />

lo desnudaron en sus mecanismos y resortes, incluido<br />

el poder de <strong>los</strong> de abajo, de <strong>los</strong> en medio.<br />

El enfoque propuesto por <strong>Sergio</strong> <strong>Ortiz</strong> <strong>Hernán</strong> es<br />

muy estimulante para quienes nos ocupamos de la literatura<br />

mexicana. El volumen tiene que convertirse en<br />

texto de referencia obligada para quienes estudian a<br />

<strong>Azuela</strong>, así como <strong>los</strong> procedimientos para la construcción<br />

de personajes, la narrativa mexicana en general<br />

y de la Revolución Mexicana en particular y el ingreso<br />

de México y América Latina a la modernidad tecnológica.<br />

El ferrocarril como personaje. He aquí uno de<br />

<strong>los</strong> muchos caminos para la narrativa mexicana en un<br />

momento, primera mitad del siglo x x, en que la literatura<br />

empezaba a ser claramente desplazada de la<br />

construcción del imaginario colectivo en nuestro país,<br />

en nuestro continente. <strong>Ortiz</strong> <strong>Hernán</strong> nos muestra el<br />

esfuerzo de un escritor nuestro de primer orden por<br />

literalmente subirse al vagón de la modernidad, a fin<br />

de no quedarse en el andén de la pura nostalgia, como<br />

lo hacía José Tomás de Cuéllar al escandalizarse de<br />

las transformaciones que el ferrocarril operaba en la<br />

provincia mexicana.<br />

Si contáramos todos <strong>los</strong> datos nuevos y revisitados<br />

que incluye el volumen, no acabaríamos nunca. Hay<br />

que considerar que cuenta con ocho apéndices, cada<br />

uno de <strong>los</strong> cuales es un pequeño tratado sobre temas<br />

tan diversos y afines como la comparación literaria entre<br />

“La fiesta de las balas”, de Martín Luis Guzmán, y<br />

“Oro, caballo y hombre”, de Rafael F. Muñoz, o como la<br />

recepción del ferrocarril en México. Impresiona y alecciona<br />

la gran suma total de información que el autor<br />

hace pasar por la fluidez maestra de su prosa. Celebro<br />

que hoy nos acompañe el doctor Miguel Guadalupe<br />

Rodríguez Lozano, quien en su doble calidad de especialista<br />

en literatura mexicana y de coordinador del<br />

Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones<br />

Filológicas de la ya centenaria Universidad<br />

Nacional representa a la máxima instancia de examen<br />

y rescate de nuestras letras en todo el país. El diálogo<br />

entre <strong>Sergio</strong> <strong>Ortiz</strong> <strong>Hernán</strong> y el Centro de Estudios<br />

Literarios puede ser una manera de rendir justo reconocimiento<br />

a quien desde distintas trincheras y bajo<br />

circunstancias no pocas veces heroicas y épicas ha<br />

sabido irnos entregando piezas fundamentales para<br />

un conocimiento que a fin de cuentas es conocimiento<br />

de nosotros mismos.<br />

Hacer un libro se ha vuelto entre nosotros una tarea,<br />

sí, tan épica como hacer, cualquier día de estos,<br />

una revolución mexicana. No hay demasiados libros<br />

en el país; hay muy pocos lectores. Hacer un tratado<br />

a la antigua manera de <strong>los</strong> grandes eruditos es una<br />

tarea doblemente épica y heroica. El volumen que hoy<br />

presentamos merece crear sus lectores, llegar a el<strong>los</strong>,<br />

convocar<strong>los</strong>, provocar<strong>los</strong>, exigirles respuesta. Las<br />

presentaciones de libros son como las presentaciones<br />

en sociedad de las quinceañeras. Es probable que la<br />

elaboración de este libro haya tomado más de quince<br />

años. Es, en todo caso, uno de <strong>los</strong> frutos de una<br />

vida noblemente entregada al estudio, a la generosidad,<br />

al amor, a la paternidad, a la inteligencia. Si se<br />

me preguntara qué objeto levantar a la vista de todos<br />

en plena noche de quince de septiembre, yo no propondría<br />

que se alzara un co<strong>los</strong>o de equívoco aspecto;<br />

sugeriría que se alzara en vilo una colección de libros,<br />

y entre el<strong>los</strong> estaría este tomo tan bien editado. Alzar<br />

libros sería una forma de retar a todos aquel<strong>los</strong> que<br />

día a día nos roban a <strong>los</strong> escritores la posibilidad de<br />

seguir educando a este país tan urgido de estructuras<br />

sólidas para el conocimiento, estructuras hoy amenazadas<br />

por el disolvente diario de las pantallas, por el<br />

corrosivo ácido de lo mediático.<br />

No puedo, por cierto, dejar de reconocer que este<br />

libro, como toda buena obra, es un trabajo colectivo.<br />

Me constan la asiduidad sin desmayo y la entereza de<br />

esos auténticos ángeles de la guarda editorial que son<br />

Tere Márquez y Stella Cuéllar. Detrás de todo gran libro<br />

hay una gran mujer, ya sea porque lo escribió, ya sea<br />

porque lo revisó y editó, ya sea porque realizó gestiones<br />

para que <strong>los</strong> discos con archivos electrónicos se<br />

convirtieran en esa mágica prolongación de la inteligencia<br />

y la imaginación (Borges dixit) que es todo libro.<br />

Sugiero que todos nos vayamos un día de estos a leer<br />

<strong>Mariano</strong> <strong>Azuela</strong>, creador del ferrocarril como personaje<br />

en las letras mexicanas a alguno de <strong>los</strong> patios o de las<br />

aulas o salas del <strong>Museo</strong> Nacional de <strong>los</strong> Ferrocarriles.<br />

Es el sitio ideal. Tendremos magníficas anfitrionas.<br />

Inmejorables.

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