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Todorov, T- Introduccion a la Literatura Fantastica - Catedu

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Tzvetan <strong>Todorov</strong> Introducción a <strong>la</strong> literatura fantástica<br />

enemigos poniendo sobre sus corazones una mano ardiente. ¿Qué hace Inés? “Esto<br />

está bueno, dijo Inés, rodeando con uno de sus brazos el cuello de Sergy (uno de los<br />

asistentes), y poniendo de tiempo en tiempo sobre su corazón una mano tan<br />

ardiente como <strong>la</strong> que nos había mencionado <strong>la</strong> leyenda de Esteban” (pág. 687; <strong>la</strong><br />

comparación está reforzada por una “coincidencia”). La misma Inés, espectro en<br />

potencia, no se limita a ello; “¡Maravil<strong>la</strong>!, agregó de pronto. Algún demonio<br />

propicio deslizó castañue<strong>la</strong>s en mi cinturón...” (pág. 689).<br />

El mismo procedimiento aparece en Vera de Villiers de l'Isle Adam: “En ellos,<br />

el espíritu penetraba tan bien sus cuerpos, que sus formas parecían intelectuales...”<br />

(pág. 147). “Las per<strong>la</strong>s estaban aún tibias y su oriente más suave como por obra del<br />

calor de <strong>la</strong> carne. [... ] Aquel<strong>la</strong> noche, el ópalo bril<strong>la</strong>ba como si alguien acabara de<br />

desprenderse de él...” (pág. 152): <strong>la</strong>s dos expresiones que sugieren <strong>la</strong> resurreción<br />

están introducidas por “como”.<br />

El mismo procedimiento también en Maupassant: en La cabellera, el narrador<br />

descubre una trenza de cabellos en el cajón secreto de un escritorio; pronto tendrá<br />

<strong>la</strong> impresión de que esta cabellera no está cortada sino que <strong>la</strong> mujer a <strong>la</strong> cual<br />

pertenece también está presente. Veamos cómo se prepara esta aparición: “Un<br />

objeto ... os seduce, os perturba, os invade como lo haría un rostro de mujer.” Y<br />

también: “Se lo acaricia [al objeto] con <strong>la</strong> mano y <strong>la</strong> mirada como si fuera de carne;<br />

[... ] se lo contemp<strong>la</strong> con ternura de amante” (pág. 142). Estamos así preparados<br />

para el amor “anormal” que el narrador experimentará por este objeto inanimado,<br />

<strong>la</strong> cabellera; advirtamos, una vez más, el empleo del “como si”.<br />

En ¿Quién sabe?: “El bosquecillo parecía una tumba en <strong>la</strong> cual estaba<br />

enterrada mi casa” (pág. 96): estamos introducidos de lleno en <strong>la</strong> atmósfera<br />

sepulcral del re<strong>la</strong>to. O bien, más ade<strong>la</strong>nte: “Yo avanzaba como un caballero de <strong>la</strong>s<br />

épocas tenebrosas, penetraba en un ámbito de sortilegios” (pág. 104); ahora bien, es<br />

precisamente en un reino de sortilegios donde entramos en ese momento. El<br />

número y <strong>la</strong> variedad de los ejemplos seña<strong>la</strong> c<strong>la</strong>ramente que no se trata de un rasgo<br />

de estilo individual sino de una propiedad ligada a <strong>la</strong> estructura del género<br />

fantástico.<br />

Las diferentes re<strong>la</strong>ciones observadas entre lo fantástico y el discurso figurado<br />

se esc<strong>la</strong>recen recíprocamente. Si lo fantástico utiliza continuamente figuras<br />

retóricas, es porque encuentra en el<strong>la</strong>s su origen. Lo sobrenatural nace del lenguaje;<br />

es a <strong>la</strong> vez su prueba y su consecuencia; no sólo el diablo y los vampiros no existen<br />

más que en <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, sino que también, sólo el lenguaje permite concebir lo que<br />

siempre está ausente: lo sobrenatural. Este se convierte, como <strong>la</strong>s figuras retóricas,<br />

en un símbolo del lenguaje, y <strong>la</strong> figura es, como vimos, <strong>la</strong> forma más pura de <strong>la</strong><br />

literalidad.<br />

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