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ta que cruzó el umbral y se encontró<br />
dentro, rodeada de casas y tiendas y los<br />
habitantes del pueblo que caminaban<br />
tranquilos y sonrientes.<br />
Nadie se había fijado en ella aún.<br />
Avanzó por la calle principal hasta<br />
encontrar otra secundaria que no pareciese<br />
demasiado peligrosa. Temía que<br />
la viejecita la hubiese seguido hasta allí<br />
con la intención de terminar lo que había<br />
empezado. Porque no estaba muerta,<br />
eso lo sabía seguro. Su padre se lo<br />
había contado al cumplir diez años y<br />
después de que le hubiese preguntado<br />
por qué se empeñaba en protegerla tanto:<br />
sobre ella pesaba un maleficio que<br />
provocaría que cayese dormida para<br />
siempre. Pero jamás habría imaginado<br />
que eso ocurriría al pincharse un dedo;<br />
parecía una forma estúpida de morir, o<br />
entrar en un coma profundo.<br />
Lo único que no lograba comprender<br />
era cómo había terminado en ese lugar.<br />
Tal vez sólo se tratase de un sueño, una<br />
realidad alternativa que su imaginación<br />
había creado para evitar que entrase en<br />
estado de shock. Sin embargo, los objetos<br />
estaban demasiado definidos y los<br />
colores eran extremadamente vívidos.<br />
Se apartó el pelo del rostro mientras<br />
se detenía a admirar los enormes pasteles<br />
que se exhibían en una vitrina. No<br />
se había dado cuenta de lo hambrienta<br />
que estaba hasta que no sintió como se<br />
le contraía el estómago y este rugía con<br />
fuerza. Se rodeó con los brazos y dejó<br />
que, finalmente, las lágrimas rodaran<br />
por sus mejillas, furiosas y asustadas.<br />
- ¿Qué te pasa?<br />
Aurora alzó el rostro y se giró en la<br />
dirección de donde había venido la pregunta.<br />
Una chica morena, con el pelo<br />
rizado hasta la cintura y los ojos del co-<br />
Ana Gasull - LA GUERRERA DE LOS SUEÑOS<br />
lor de la miel, se acercó a ella, sonriendo<br />
dulcemente. Era de estatura media<br />
y constitución pequeña, de apariencia<br />
delicada, y cuando se acercó, sus pasos<br />
eran pequeños y rítmicos, como si se<br />
moviera al son de la música que sonaba<br />
solamente en su cabeza.<br />
- Me quiero ir a mi casa -sollozó.<br />
- ¿No eres de por aquí?<br />
- No sé donde estoy.<br />
- Esto es Amel -dijo, abarcando todo a<br />
su alrededor con los brazos extendidos.<br />
- ¿Amel? ¿Amel, capital del reino de<br />
Guinna?<br />
- Sí, claro... ¿Y tú de dónde eres?<br />
La chica se acercó más y la agarró del<br />
brazo con suavidad y tiró de Aurora<br />
hacia sí. Luego la obligó a caminar y la<br />
condujo por diferentes calles y callejones<br />
repletos a rebosar de gente.<br />
- Yo soy Dahlia Ma-Ze, encantada<br />
-añadió cuando vio que estaba demasiado<br />
asustada como para contestar.<br />
Se mordió el labio inferior y se enjugó<br />
las lágrimas con el dorso de la mano.<br />
- Yo soy de Ímila. Me llamo Aurora.<br />
Dahlia se detuvo frente a una casita<br />
de dos pisos de madera, anexa a una<br />
sastrería, donde se exponían telas y tejidos<br />
ostentosos y exóticos, lujosos, espléndidos<br />
y radiantes.<br />
- ¿Aurora? ¡Como la princesa de Ímila!<br />
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