Cuentos que piensan - Sane Society
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<strong>Cuentos</strong> <strong>que</strong> <strong>piensan</strong><br />
Libro primero<br />
Cuentista: DCF
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A Miles Davis:<br />
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Por<strong>que</strong> nunca, jamás, había hecho correcciones tan hermosas,<br />
como las <strong>que</strong> hice escuchándote a vos.<br />
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Auto biografía<br />
Cuentista: DCF<br />
DCF2008@hotmail.es<br />
Este pe<strong>que</strong>ño pescador artesanal, navegante, lleva desde el<br />
año ochenta y seis parchando redes y tirando botellas al<br />
mar. He aquí uno de los puertos <strong>que</strong> me ha dado resguardo.<br />
Si estás dispuesto a hacerte a la mar, ata tu bote al mío:<br />
http://telocuentoconmusica.blogspot.com Juntos el viaje<br />
será más ameno, recuerda <strong>que</strong> enfrentaremos tormentas y<br />
monstruos del mar; juntos: será más difícil naufragar.<br />
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Mis yoes<br />
Lo estoy esperando agazapado tras este muro por<strong>que</strong> sé <strong>que</strong><br />
va a pasar por acá, lo sé por<strong>que</strong> lo estuve siguiendo y allí<br />
viene: viste como yo, camina como yo, habla como yo; pero<br />
no soy yo; aun<strong>que</strong> nadie nos distinga, ese no soy yo y<br />
apenas pasa junto al muro me pongo de pie y lo encaro. El<br />
no puede creer lo <strong>que</strong> ve, intenta decir algo pero no le doy<br />
tiempo, de inmediato clavo la afilada hoja en su cuello y<br />
corro asustado ya <strong>que</strong> por un momento, creí sentir esa<br />
puñalada en mi propio cuello y mientras corro, lo espeso de<br />
la sangre baja por mi garganta; toso; y sólo para<br />
cerciorarme, toco mi yugular: estoy sano. Tiro el cuchillo<br />
en un basural y sigo a pie hasta llegar a casa.<br />
Allí entré en silencio, no <strong>que</strong>ría molestarla, fui hasta su<br />
cuarto y la vi, sentada en su silla mirando nada, de<br />
espaldas a mí:<br />
—¡Papi papi… volviste!<br />
(Si yo no hablé… ¿cómo supo <strong>que</strong> era yo?, habrá sido por mi<br />
olor… el sonido de mis pasos; ¿tanto así me conoce?), y<br />
corrió a abrazarme:<br />
—¿Me trajiste los dulces <strong>que</strong> me prometiste?<br />
—No… disculpáme, en el apuro se me olvidó —le dije<br />
mientras pensaba:(ese desgraciado le prometió dulces, ¿qué<br />
más le habrá prometido?), espero <strong>que</strong> no haya sido como el<br />
otro, a<strong>que</strong>l otro, el primero <strong>que</strong> he matado de una larga<br />
lista; a<strong>que</strong>l la lastimaba, era el peor de todos por eso, lo<br />
arrastré con rabia hasta el bote y lo arrojé allá… en medio<br />
de a<strong>que</strong>l lago profundo; con mucho peso y aún vivo, para <strong>que</strong><br />
sufra. Sí, el primero fue por venganza y el resto, sólo por<br />
perfeccionamiento. Recuerdo el sabor del agua salada<br />
entrando por mis narices, recuerdo la desesperación y todo<br />
a mi alrededor… se puso negro; casi muero en el bote a<strong>que</strong>l<br />
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día, pero yo sobreviví, y el no. Al llegar a casa, mojado<br />
aún, la encontré como era habitual: escuchando la radio, y<br />
al correr hacia mí, pobrecita, pechó un mueble <strong>que</strong> a<strong>que</strong>l<br />
mal hombre había dejado en el camino, yo corrí hacia ella y<br />
la tomé en brazos, la alcé, la puse contra mi pecho y<br />
viendo lo blanco de sus ojos le dije:<br />
—Otra vez olvidé traerte los dulces, pero ya voy a<br />
buscarlos, vuelvo en seguida<br />
Y salí tan rápido de casa, tan apurado iba, <strong>que</strong> no me di<br />
cuenta de <strong>que</strong> alguien me estaba siguiendo; pero si noté el<br />
plomo entrando por mis espaldas; al escuchar el segundo<br />
disparo, caí de rodillas y logré girar, para ver a mi<br />
asesino corriendo, dando grandes ancadas casi sin mover los<br />
brazos; tal y como lo hago yo. (Tal vez sea mejor así),<br />
pensé, (tal vez él recuerde llevarle dulces, a mí pobre<br />
niña ciega).<br />
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Mención de Honor. Paco Espínola 2008<br />
Política deportiva<br />
Recupera la pelota en su campo y sale a toda velocidad,<br />
elude a uno a dos y sigue cruza la mitad de la cancha le<br />
sale un marcador ¡opa <strong>que</strong> cañito…! se aproxima al área le<br />
sale el golero y ¡Gooool! Corre el niño festejando, con los<br />
brazos abiertos, la frente en alto y los ojos cerrados; y<br />
por un momento olvida <strong>que</strong> está solo, conmigo y un<br />
monumento, en esta plaza de Kiev, como único espectador. De<br />
reojo miré al juez de línea <strong>que</strong> tiene la bandera baja, tomo<br />
aire y ¡priiiiiip!, sueno mi silbato señalando el medio<br />
campo, validando el gol. Mientras corre el jugador<br />
festejando, con los brazos abiertos la frente en alto y los<br />
ojos cerrados, yo saco mi libreta y apunto: Dinamo de Kiev<br />
1, Selección Alemana 0. Y doy la orden de reanudar el<br />
partido.<br />
—¡Te lo juro Dimitri, yo grité a<strong>que</strong>l gol como nadie en ese<br />
estadio! Imagináte, era la Segunda Guerra Mundial y los<br />
nazis, habían tomado esta ciudad; quince días después<br />
organizaron el clásico partido: Selección Alemana contra el<br />
campeón local, mi cuadrito. ¡Y los alemanes tenían <strong>que</strong><br />
ganar!, a<strong>que</strong>llo de la raza superior y <strong>que</strong> sé yo, además ni<br />
te digo de qué calabozo sacaron a varios de los jugadores.<br />
Con ese uno a cero les metimos el dedo en culo, y no veas<br />
<strong>que</strong> malos se pusieron hubo <strong>que</strong> aguantar la andanada:<br />
pelotas en el palo, el defensa en la línea el golero al<br />
corner; pero al final, terminó el primer tiempo y mi dinamo<br />
ganaba uno a cero.<br />
(¿Cómo se lo digo a mis colegas?) pensé mientras abría la<br />
puerta del vestuario de jueces, con las palabras bien<br />
frescas de a<strong>que</strong>l capitán al frente de la ocupación:<br />
¡Colabore con el régimen… o los fusilamos a todos! No<br />
comenté nada con los líneas, no pude, y así doy inicio al<br />
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segundo tiempo, sospechando <strong>que</strong> a los jugadores del Dinamo,<br />
los habrían amenazado igual <strong>que</strong> a mí.<br />
—Podes creer Dimitri, <strong>que</strong> el desgraciado del juez, ni bien<br />
comenzó el segundo tiempo, inventa un penal <strong>que</strong> no existió;<br />
pasó hace treinta años o más, pero lo recuerdo clarito,<br />
todo el estadio abucheaba y el alemán… la clavó contra el<br />
palo; Fue el uno a uno por regalo del juez.<br />
Comienza a nevar; pero el niño no parece notarlo y sigue<br />
jugando, solo, con su pelota en la plaza. La toma con ambas<br />
manos y la apoya en el suelo, cinco pasos de carrera y<br />
remata una suerte de tiro libre. Como el arco está en su<br />
imaginación no se si lo metió o lo erró, pero lo cierto es<br />
<strong>que</strong> a pesar del frío, tajeante, se saca la camiseta y la<br />
revolea festejando un gol.<br />
(¡Maldición!, me traiciona la costumbre y pito una falta al<br />
borde del área en favor del Dinamo; igual si lo mete se lo<br />
hago patear de vuelta), pensé mientras observo al jugador<br />
colocar con ambas manos la pelota en el suelo, tomar 5<br />
pasos de carrera y rematar el tiro libre. La cuelga de un<br />
ángulo. —¡Priiiiiiip! —hice sonar mi silbato. Todo el<br />
Dinamo me reclama, el estadio me insulta.<br />
—Y el vendido del juez nos anuló ese golazo; si no lo<br />
mataban los Nazis, lo íbamos a matar nosotros y para colmo<br />
de males, comenzó a nevar; ¡pero mirá Dimitri!, a<strong>que</strong>l<br />
jugador volvió a tomar la pelota con ambas manos y la<br />
colocó de nuevo, en el mismo lugar. La barrera se ubicó a<br />
la misma distancia, tomó sus cinco pasos de carrera y<br />
volvió a rematar el exacto y mismo tiro libre. Ese jugador,<br />
podía meterlo veinte veces más de ser necesario, y el juez<br />
no tuvo más remedio <strong>que</strong> cobrarlo.<br />
—¡Priiiiiip! —soné mi silbato validando, ahora si, el tanto<br />
y a pesar del frío, tajeante, el jugador se quita la<br />
camiseta y la revolea festejando el gol. En un intento por<br />
calmar a los alemanes le muestro la tarjeta roja por<br />
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festejo indebido. Saco mi libreta y anoto: Dínamo de Kiev 2<br />
/ Selección alemana 1; expulsado el nº 7 del Dinamo.<br />
—Y el juez nos dejó con uno menos, pero no importó; ese<br />
partido se jugó a muerte y mi cuadrito ganó dos a uno, y ni<br />
bien terminó, los nazis pararon a los jugadores del Dínamo<br />
en el centro de la cancha; y con todo el estadio mirando,<br />
menos yo <strong>que</strong> me tape los ojos, los fusilaron con las<br />
camisetas puestas.<br />
No aguanto más el frío y no me explico como este niño,<br />
puede seguir jugando, solo; frente a un monumento de once<br />
tipos, y una placa debajo <strong>que</strong> no sé qué dice en ruso.<br />
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El hombre infinito<br />
(Principio)<br />
—Es increíble la ventaja <strong>que</strong> le lleva a los demás<br />
competidores y se aproxima al último tramo donde<br />
acelera aún más y cruza la meta… La carrera de los<br />
cien metros llanos, olimpíadas 2085 ha terminado y<br />
como se esperaba: el japonés Sakamura ha impuesto un<br />
nuevo record bajando la marca, al increíble tiempo de<br />
dos segundos cuatro decimas, sí, escucharon bien, dos<br />
segundos cuatro decimas para correr cien metros. Me<br />
pregunto si tendrá sentido seguir compitiendo ahora…<br />
Jota Jota<br />
—Yo no sé si habrá más olimpíadas después de esta,<br />
pero <strong>que</strong> este año nos vamos a llevar varias sorpresas…<br />
no tengo dudas Romano<br />
—¿Cuáles sorpresas?, si los japoneses, americanos y<br />
demás, van a arrasar en todas las competencias, la<br />
sorpresa sería si un atleta normal, del tercer mundo,<br />
lograse al menos clasificar…<br />
El viejo apagó el televisor apretando un botón en el<br />
control remoto; a<strong>que</strong>llo era una reliquia <strong>que</strong> conservaba<br />
desde su juventud. Se levantó con dificultad de la<br />
poltrona, <strong>que</strong> le <strong>que</strong>daba muy baja para sus piernas largas,<br />
entumecidas, atravesó el salón arrastrándolas pasito a<br />
pasito y ya cansado, se paró al pie de una larga escalera a<br />
observar los muchos peldaños <strong>que</strong> subían hasta su<br />
dormitorio. Respiró hondo, y subió despacio, esas<br />
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escaleras, ya le costaba, poder respirar, jadeaba a cada,<br />
paso <strong>que</strong> daba, y se paró, (nunca había, estado tan,<br />
agitado), pensó y se desvaneció rodando escaleras abajo.<br />
Pip…, pip…, despertó en un cuarto blanco, pip…, pip…, era<br />
el único sonido <strong>que</strong> escuchaba; con su vista algo nublada<br />
observó a su alrededor y creyó hallarse en el quirófano de<br />
un moderno y muy costoso hospital, por el cual él, nunca<br />
había pagado. Sacó su mano derecha de entre las sábanas y<br />
la artritis, <strong>que</strong> se la había dejado deforme y casi inmóvil,<br />
ya no estaba; apretó su puño con tanta fuerza como cuando<br />
tenía veinte años… quizás más. Supo entonces lo <strong>que</strong> había<br />
ocurrido y cerró sus ojos: (Señor, se <strong>que</strong> no te he hablado<br />
en mucho tiempo, pero espero <strong>que</strong> me escuches ahora…), y su<br />
oración se vio interrumpida por la repentina aparición de<br />
una enfermera, cuyos labios parecían frutillas de enero:<br />
—Padre Antonio…, hay un agente de la Federación<br />
espacial <strong>que</strong> desea hablar con usted; le diré <strong>que</strong> pase…<br />
Ni bien terminó de decir esto, el padre Antonio <strong>que</strong>dó solo<br />
en la habitación.<br />
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Continuará…
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Cuando las cosas se te escapan de la pluma<br />
Era temprano, y el sol todavía no se dejaba ver, aun<strong>que</strong><br />
alcanzó con uno de sus rayos estirados a darle en el ojo a<br />
Esteban y despertarlo. (¿Por qué no escuché al gallo?),<br />
pensó levantándose preocupado y así, sin matear ni nada,<br />
descalzo pisando la helada fue donde el gallinero y lo vio,<br />
y de <strong>que</strong> manera lo vio, trepado encima de la gallina. Ahí<br />
no más lo patea y saltan algunas plumas, el gallo rebota<br />
contra la malla cuadriculada y cae seco al piso; la gallina<br />
conmocionada lo mira perpleja; él se le acerca, lo toca con<br />
la punta del pie… y nada, el gallo ni se mueve. Recién ahí<br />
se da cuenta de <strong>que</strong> lo había matado:<br />
-¿Qué decís?<br />
-¿Qué hace´ pelotudo?<br />
-Que no fue así como pasó, lo estas contando mal<br />
-¡Acá el narrador soy yo y lo cuento como quiero!<br />
-Pero no me jodas macho, hacelo bien<br />
-Así <strong>que</strong> el tipo tiene complejo de narrador… ¿<strong>que</strong>rés<br />
<strong>que</strong> me calle y lo contás vos ¡eh!, lo contás vos?<br />
-Bueno… pero no te pongás así…<br />
-Entonces callate y volvé a tu lugar<br />
(Estos dos son unos principiantes) –Juzga-.<br />
Al principio, <strong>que</strong>dó apenado por la muerte del gallo; miró a<br />
la gallina, la había dejado viuda; volvió la vista al gallo<br />
y… (¡Que diablos!, al menos tengo la cena y mañana me<br />
compro un despertador), pensó.<br />
-¡Ah no! yo no soy así<br />
-¿Otra vez…?<br />
-Que me estás dejando como el culo<br />
-Hay Dio’…<br />
-¡Nooo… acá Dios sos vos <strong>que</strong> hacés lo <strong>que</strong> <strong>que</strong>rés!<br />
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-Momentito <strong>que</strong> yo también sigo las reglas, y soy más<br />
profesional <strong>que</strong> vos<br />
-¿Pero qué vas a ser…?<br />
-¡Basta!, se callan los dos y me terminan el cuento,<br />
<strong>que</strong> para eso los creé -Se impuso-.<br />
-Tá’ bien… tá’ bien, no te calentés –respondieron al<br />
unísono.<br />
La gallina cacareó como si viera el futuro <strong>que</strong> se le<br />
avecina; mientras Esteban, vuelve al rancho aferrando al<br />
desdichado por el cuello con su mano derecha.<br />
-¿Qué decís…? si yo soy zurdo<br />
-¡Pero si ese dato me lo dio el escritor!<br />
-¡Suficiente, se terminó acá!, se van los dos para la<br />
papelera –Sentencia-.<br />
-¡Nooooo¡<br />
-Nada nada, nada, ¡a la papelera! –Castiga-.<br />
(Nunca más vuelvo a escribir un cuento con estos dos<br />
insufribles) –Se equivoca-.<br />
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Identidades<br />
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Ell@s, somos nosotr@s<br />
Grafiti<br />
Con minifalda tableada y botas altas, de tacón, amplio<br />
escote y sonrisa aún mayor, su largo pelo negro, trenzado,<br />
combina con esa ropa interior, <strong>que</strong> adrede, decide no usar<br />
hoy y sale, apura el paso, no quiere llegar tarde a esa<br />
audición, es el papel de su vida y además, Carlos, será el<br />
otro protagonista, se sabe, de una obra de amor. Llegó al<br />
teatro, se cambió maquilló y salió a escena con una hojita<br />
en la mano. Sentado estaba él, justo al lado del director;<br />
era la primera vez <strong>que</strong> lo veía en persona; temblaba, pero<br />
no se congeló, hizo un buen papel y vio, a Carlos diciendo<br />
a oídos del director…: algo <strong>que</strong> este narrador no pudo oír.<br />
Su amiga la espera en casa, con el teléfono en la mano y el<br />
cigarro en la boca, labios sin pintar uñas cortas, pero el<br />
teléfono no suena, suenan las llaves en una puerta <strong>que</strong> se<br />
abre y es Andrea, feliz:<br />
—¡Me tomaron… me tomaron!<br />
Salta, la abraza, su amiga la estruja y giran, torbellino<br />
<strong>que</strong> cae en la cama, ríen y tuercen sus cabezas para mirar<br />
esa foto, pegada junto al gran espejo, frente al <strong>que</strong> ensaya<br />
toda la noche, y al otro día también. Duerme. Sueña en<br />
blanco y negro. Despierta. Ya estás actuando con él. En<br />
escena él te seduce, te busca, te desea; tú co<strong>que</strong>teas; él<br />
se acerca y huele tu pelo, tu cuello, tu hombro; cae el<br />
telón. Luego de los aplausos el se ofrece galante, para<br />
llevarte a casa:<br />
—Vivo muy lejos, no <strong>que</strong>rrás acompañarme hasta allá
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—Para mí es un placer acompañarte a donde vayas —<br />
responde abriendo la puerta del coche.<br />
Durante el viaje hay varios, largos silencios incómodos <strong>que</strong><br />
ella intenta romper, el más profundo, se produjo al llegar:<br />
(¿Querés pasar a casa, a tomar un café?), casi se lo dice…<br />
pero no, se <strong>que</strong>dó callada, esperando una palabra, un gesto<br />
una mirada, algo <strong>que</strong> le indi<strong>que</strong> <strong>que</strong> hacer. Él pronto se<br />
despide y espera paciente, <strong>que</strong> ella entre a su casa para<br />
partir.<br />
—¿Era él?, ¡y te trajo hasta acá!, contáme contáme<br />
—Si… estuvo buenísimo, y él es muy caballero…<br />
—¿Demasiado tal vez?<br />
—¡Ay Claudia…! No seas así<br />
—Contámelo todo<br />
—Ahora estoy cansada, mañana tengo función<br />
Y duerme. Sueña en blanco y negro. Despierta. Estás en<br />
escena otra vez. Aquí él te regala una flor, a cambio te<br />
pide un beso señalando su mejilla con el dedo, un beso<br />
inocente; tú te aproximas, Carlos gira veloz su cabeza y<br />
besa tus labios; cae el telón. Al finalizar la función, te<br />
invita a cenar:<br />
—Ven conmigo, conozco un buen lugar<br />
La cena fue excelente, el lugar… espectacular; ella no<br />
intentó pagar la cena, sabía <strong>que</strong> él no la iba a dejar;<br />
suben al coche, a ella le late el pecho, aprieta sus<br />
piernas, muerde su labio inferior; él la mira fijo a los<br />
ojos ve cuando sus pupilas se dilatan y… nada pasó.<br />
—Es tímido, por eso no se anima a besarte<br />
—¿Y no estará casado?<br />
—No… si yo ya estuve averiguando, no tiene novia ni<br />
nada, es tímido, yo se lo <strong>que</strong> te digo<br />
—¿Tendré <strong>que</strong> hacerlo yo?<br />
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—Depende… ¿qué tanto lo <strong>que</strong>rés…?<br />
Y sí… ya está decidido; pero ahora estás en escena,<br />
actuando otra vez y él te besa, apasionadamente te está<br />
besando y sabes <strong>que</strong> no es un sueño, por<strong>que</strong> esto es en<br />
colores; acaricia tú cintura, tus muslos, sientes la<br />
presión de sus manos, sus labios, cae el telón.<br />
El público se ha retirado, ambos siguen allí y él se<br />
ofrece, aun<strong>que</strong> no en la forma en <strong>que</strong> ella quiere y entonces<br />
lo apuras, lo acercas, y allí junto al escenario lento lo<br />
intenta besar; pero el le da vuelta la cara, no alcanza ni<br />
siquiera su mejilla:<br />
—Hay muchas cosas <strong>que</strong> no sabes de mí<br />
—Algo <strong>que</strong> quieras decirme… no me voy a asustar<br />
—No es eso, es solo <strong>que</strong> no me atraen las mujeres…<br />
Ella <strong>que</strong>dó petrificada, sintiéndose tonta, ridícula y<br />
defraudada… (¿Cómo no me di cuenta antes?)<br />
—¿Carlos?, ¿marica?, no puede ser, ¿estás segura?<br />
—¡Claro!, si me lo dijo él<br />
—Con razón yo lo vi un día, en un boliche gay en el<br />
centro<br />
—¿Y vos <strong>que</strong> hacías en un boliche gay?<br />
—Nada, pasaba por allí y lo vi de casualidad<br />
—¿Casualidad?<br />
—Montevideo es chico y vos… ¿qué pensás hacer?, ¿no me<br />
digas <strong>que</strong> ya no te gusta?, si se te ve en la cara<br />
Ambas miraron, instintivo, la foto junto al gran espejo.<br />
—Yo sé lo <strong>que</strong> tenés <strong>que</strong> hacer; a él le gustan los<br />
hombres y vos sos actriz, disfrazate, interpretá a un<br />
hombre y enamoralo<br />
—¿Estás loca… qué te fumaste… convidame!<br />
—¡Nena!, estoy hablando en serio, cuando se de cuenta,<br />
ya será tarde, en el fondo es hombre… caerá, siempre<br />
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caen; dale vení, sentate en el espejo <strong>que</strong> yo te voy a<br />
ayudar<br />
Cuando termina la larga sesión intenta dormir, no muy<br />
convencida, pero con el pelo corto, los pechos fajados<br />
uñas sin pintar. Desde la cama ve el pantalón holgado<br />
colgando en el respaldo de la silla; no duerme, no sueña,<br />
así <strong>que</strong> no despierta; pero vas a la función. Es el tercer<br />
acto y hay un fuego encendido, justo entre ustedes y el<br />
público, arde mientras el te desnuda de cintura para<br />
arriba, y con su mano en tu espalda, te acuesta tras el<br />
fuego <strong>que</strong> aumenta sus llamas cubriéndolos de la gente y cae<br />
el telón. En el camerino ella se quita la peluca, faja sus<br />
pechos, limpia la pintura de sus labios y piensa: (¿qué le<br />
digo?, ¿cómo lo encaro?), en eso se abre la puerta y entra<br />
él, sin golpear:<br />
—¿Cambio de look?<br />
—Sí, ¿te gusta?<br />
—No se es… raro<br />
—Como tú –y ambos ríen<br />
—¿Te llevo?<br />
—Sí<br />
El viaje es más distendido, el ya no actúa como hombre,<br />
ella se mete en su personaje… y se olvida <strong>que</strong> está<br />
actuando; pero nada pasó.<br />
—¿y… cómo te fue?<br />
—No se, hubo un acercamiento pero, no pudimos<br />
concretar<br />
—Por<strong>que</strong> no lo estás haciendo bien, te falta el golpe<br />
final; vení, sentáte acá al lado mío y hace de cuenta<br />
<strong>que</strong> estamos en el coche, yo soy Carlos y vos Andrea<br />
—Andrés <strong>que</strong>rrás decir<br />
—Buen punto, Yo soy Carla entonces y tú Andrés, llegan<br />
a casa y tú intentas abrir la puerta del coche, no<br />
puedes, dele intentálo, así mismo, él, caballero como<br />
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siempre, estira su brazo para abrirla por ti y <strong>que</strong>da<br />
así, muy cerca de ti, y ahí… —Ella la besa, fue<br />
instintivo, casi sin <strong>que</strong>rer— muy bien, ¿ves?, si<br />
pudiste hacerlo conmigo, podrás hacerlo con el.<br />
Su amiga se va. Ella duerme y se ve a si misma, en blanco y<br />
negro, besando a su amiga con gran pasión. Despierta<br />
sobresaltada, toca su pelo corto y se levanta, arranca la<br />
foto junto al gran espejo, la estruja y la arroja por la<br />
ventana. Vuelve a dormir. Despierta, es el último acto, el<br />
gran final se acerca, tú estas desnuda frente a él, desnudo<br />
también; un lienzo blanco colgado de lado a lado los cubre<br />
de la vista de la gente, pero un foco a tus espaldas,<br />
delata ambas siluetas <strong>que</strong> se aproximan, se encuentran, se<br />
aman; cae el telón, el público aplaude de pie.<br />
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Mestizos<br />
José se quita los lentes negros… y se le cae la mandíbula;<br />
no puede creer lo <strong>que</strong> está viendo.<br />
El estallido sónico casi lo deja sordo y la fuerza<br />
expansiva, le hace dar un paso atrás al tiempo de sujetarse<br />
el sombrero. La enorme columna de humo blanco comienza a<br />
ascender al cielo seguida de una llamarada, <strong>que</strong> se va<br />
empe<strong>que</strong>ñeciendo… hasta desaparecer en lo alto del<br />
firmamento. En ese instante, todas sus ilusiones de ser el<br />
primer hombre en pisar la luna, se desplomaron por el<br />
suelo.<br />
(Pensar <strong>que</strong> apenas dos horas antes, estaba esperando el<br />
resultado del análisis médico: el último, antes de la<br />
partida de la nave).<br />
Sentado en el escritorio, frente al doctor, éste daba una<br />
última lectura a los exámenes <strong>que</strong> tenía en su mano;<br />
finalmente los dejó apoyados sobre la mesa y entrelazando<br />
sus dedos, miró a José, directo a sus ojos:<br />
—Tengo malas noticias para usted<br />
—¿Qué pasó, tengo algún problema cardíaco doctor?<br />
—No, nada de eso, su salud es perfecta y usted vivirá<br />
muchos años... pero cuando analizamos su ADN... hallamos<br />
un gen alienígeno en su sangre<br />
—¿Cómo doctor?<br />
—Que usted no es totalmente humano<br />
—Pero qué me está diciendo… ¿cómo puede ser?<br />
—Verá, es mínimo, por eso tardamos tanto en<br />
descubrirlo, pero de alguna manera este gen se mezcló con<br />
uno de sus ancestros… habría <strong>que</strong> rastrear todo su<br />
árbol genealógico y aún así, difícilmente sepamos cómo y<br />
cuándo sucedió; pero lo cierto es, <strong>que</strong> usted no viajará a<br />
la luna<br />
—Pero superé todas las pruebas… yo soy el mejor de mi<br />
clase… no me diga <strong>que</strong> por algo así…<br />
—Lo siento Capitán, pero como usted sabrá, desde <strong>que</strong><br />
se descubrió la farsa norteamericana de hace dos siglos: el<br />
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tema se ha vuelto muy político; comprenderá <strong>que</strong> bajo<br />
ningún concepto podemos permitir <strong>que</strong> el primer hombre en<br />
llegar a la luna... no sea humano, ni siquiera un poquito<br />
José se colocó el sombrero y se retiró en silencio,<br />
inconscientemente encaminó sus pasos hasta el área de<br />
lanzamiento y allí, se <strong>que</strong>dó parado un buen rato pensando…<br />
en su confuso árbol genealógico; fue entonces cuando los<br />
altoparlantes comenzaron el conteo: Cinco, cuatro, tres,<br />
dos…<br />
20
Libertad<br />
(Principio)<br />
Intentaba dormir… entre moscas y cucarachas, sin colchón ni<br />
frazada, el duro piso de baldosa fría le hacía doler su<br />
hombro izquierdo, codo cadera y rodilla también. El frío<br />
se colaba sin barreras por un ventanal angosto, <strong>que</strong> sin un<br />
solo vidrio dejaba ver: un cielo estrellado a cuadraditos,<br />
debido a la solida reja de hierro sin pintar, más triste<br />
aún, <strong>que</strong> el desolado, pe<strong>que</strong>ño y maltrecho patio <strong>que</strong> podía<br />
verse a tres pisos por debajo de su nivel. Mal iluminado,<br />
amurallado y coronado por violentos alambres de púa… dos<br />
gatos, uno negro y otro cimarrón lo cruzaron velozmente<br />
mientras <strong>que</strong> a él, el frío combinado del suelo y el viento,<br />
mal comido y peor dormido, le cuartea la piel, punzándole<br />
su carne y haciéndole doler los huesos al ritmo del<br />
castañeteo de sus dientes.<br />
Ya no aguantó más.<br />
El negro Yun<strong>que</strong> se levantó y con cuidado, para no pisar a<br />
ninguno de sus compañeros: el Comepiola, el Cocote y el<br />
Viejo Zorro, caminó lento unos pocos pasos, -la celda no es<br />
muy grande-, se agachó, metió la mano en un pe<strong>que</strong>ño bo<strong>que</strong>te<br />
del tamaño de un puño, uno de los tantos entre los blo<strong>que</strong>s<br />
de la pared y sacó de allí… un tesoro prohibido: el<br />
teléfono celular.<br />
Ring… ring…<br />
-Hola…<br />
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-Hola máma<br />
-M´hijo… ¿dónde anda, está desaparecido?<br />
-No máma, estoy preso<br />
-¿Otra vez?<br />
-Sí máma… pero ésta vez me ascendieron… ahora estoy<br />
por rapiña<br />
-¡Hay m´hijo!, ¿Qué hiciste?<br />
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-Nada máma… ¿podrás venir a visitarme?, acá al COMCAR<br />
máma, y decile al Polaco <strong>que</strong> te dé mi parte del botín,<br />
setenta mil máma, se lo llevó todo él y logró escapar…, sí<br />
con tiroteo y todo pero tranqui máma, <strong>que</strong> yo estoy bien<br />
sabés; eso sí, traeme un buen pa<strong>que</strong>te, bien surtido… vos ya<br />
sabés máma… dale dale… te veo el fin de semana… me voy a<br />
dormir, chau… chau besos<br />
Está entrando en una casa en cuatro patas; el pibe… sí… el<br />
Comepiola, y no sabe si está vacía o <strong>que</strong> tesoros habrá en<br />
ella pero la alarma no suena y le pica el pecho, así <strong>que</strong> se<br />
lo rasca; más <strong>que</strong> casa parece una oficina por<strong>que</strong> abre un<br />
cajón de escritorio y está lleno de billetes: pesos,<br />
dólares, todos billetes grandes y en fajos; los está<br />
volcando directo del cajón a su mochila y ya está pensando<br />
en <strong>que</strong> le va a <strong>que</strong>dar chica por<strong>que</strong> caen a raudales, más y<br />
más siguen cayendo mientras su respiración se acelera y su<br />
mente se dispara pensando en todo lo <strong>que</strong>… y esa sensación<br />
en el pecho otra vez; se pasa la mano como quien se quita<br />
las migajas de pan de la camisa y sigue volcando billetes<br />
incluso afuera; también caen joyas, dos celulares y una<br />
notebook, comienza a sentir su corazón palpitar galopando<br />
en su pecho y la sensación, se pasa ahora a su garganta,<br />
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casi duele, así <strong>que</strong> se despierta y se incorpora en un mismo<br />
movimiento: para ver saltar a esa rata de su pecho, y cual<br />
rayo, directo al agujero. Se da media vuelta y se vuelve a<br />
dormir.<br />
23<br />
Continuará…
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Sinestesia<br />
Carlos tenía un problema de nacimiento; una extraña<br />
enfermedad… única realmente. Fue su madre quien la<br />
descubrió, siendo él un niño de escuela. Así comenzó a<br />
transitar de medico en medico y de especialista en<br />
especialista; pero ninguno daba en la tecla; es más, sólo<br />
después de examinarlo es <strong>que</strong> se lo creían. Esa fue la<br />
primera barrera <strong>que</strong> su madre tubo <strong>que</strong> superar; cuando lo<br />
contaba, pensaban <strong>que</strong> la enferma era ella, mentalmente<br />
trastornada a<strong>que</strong>llo no podía ser cierto; según decía: su<br />
hijo había nacido con los cinco sentidos unificados. No le<br />
faltaba ninguno, y tampoco tenia un sentido especial, eran<br />
los mismos cinco <strong>que</strong> todos tenemos pero en él, se habían<br />
mezclado funcionando como si fueran uno sólo, de forma <strong>que</strong><br />
Carlos, podía saborear la música al tiempo de escucharla, y<br />
ver la tristeza al momento de sentirla, oler el perfume de<br />
la alegría, escuchar el ruido de la traición, ver el<br />
viento, saborear el sol; podía sentir todo cuanto hubiera,<br />
desde el sabor de un color, hasta el sonido de un ladrillo.<br />
Finalmente, los médicos decidieron sentar un precedente<br />
dándole nombre a la enfermedad… <strong>que</strong> ahora se conoce como:<br />
“Síndrome de Carlos”.<br />
De niño tubo <strong>que</strong> superar grandes dificultades, pero luego<br />
el tiempo, gran limador de asperezas, fue poniendo las<br />
cosas en su lugar y pasando los veinte años, Carlos estaba<br />
completamente acostumbrado: había aprendido a vivir con<br />
ello; por eso no se sorprendió al escuchar, al tiempo <strong>que</strong><br />
parado en una esquina observaba, a dos robustos árboles,<br />
plantados en la acera conversando entre si:<br />
—Che… ¿en <strong>que</strong> estación andamos, en invierno?<br />
—No… ya entró la primavera, no ves <strong>que</strong> hace calorcito<br />
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—Sí pero ayer hizo un frío bárbaro<br />
—Es <strong>que</strong> el tiempo anda un poco raro<br />
—¿No se me <strong>que</strong>marán las flores si las largo ahora?<br />
Preguntaba el hibisco al limonero mientras <strong>que</strong> Carlos,<br />
sabiendo <strong>que</strong> el semáforo continuaba en verde y los coches<br />
circulaban por la avenida, desvió su vista a la esquina de<br />
enfrente, donde se encontraban dos curiosos personajes: uno<br />
todo vestido de negro, de manos pálidas sostenía una<br />
botella; no pudo ver su rostro ya <strong>que</strong> una capucha, negra<br />
también, mantenía su cara oculta. El otro, parado a su<br />
derecha, estaba colorado como un tomate, como si hubiese<br />
estado tomando sol… desde <strong>que</strong> nació, y no paraba de echar<br />
humo con algo <strong>que</strong> ocultaba en su mano. Conversaban. Lo <strong>que</strong><br />
ellos no sabían, era <strong>que</strong> Carlos, al tiempo de verlos<br />
también podía oírlos:<br />
—Che Muerte, ahí enfrente tenemo´ un corderito, ¿por<br />
qué no vamo´ y lo atrapamo´?<br />
—No te preocupes Diablo, <strong>que</strong> así como va este cae<br />
solito<br />
En eso el semáforo cambió, se armó la fila de coches y<br />
Carlos, retomó su rutina acercándose al primer auto:<br />
—¿Tendría una monedita…?<br />
La señora subió el vidrio. Carlos pasó al coche de atrás:<br />
—¿No tendría una monedita…? para el almuerzo<br />
—¿No será para otra cosa?<br />
—Es para comer, allí en la panadería<br />
—No mientas más pibe… anda a trabajar<br />
Y el semáforo cambió de nuevo. Carlos observó a los dos<br />
individuos de enfrente y pudo oler su satisfacción; cambió<br />
la vista a los árboles, <strong>que</strong> ahora en silencio ya se habían<br />
decidido. El hibisco estaba lleno de flores rojas,<br />
realmente bellas, grandes y carnosas. Carlos se trepó,<br />
cortó unas cuantas, y armo cinco ramilletes envueltos en<br />
conos de papel de diario. Comenzó a ofrecerlos a coches y<br />
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transeúntes; pronto vendió los cinco ramilletes y trepó por<br />
más. Los dos personajes… olían ahora a incertidumbre.<br />
Carlos podía escuchar su nerviosismo, saboreaba su<br />
inseguridad:<br />
—No te preocupes rojo, las flores no duraran para<br />
siempre<br />
Y las flores se terminaron.<br />
Pero el limonero, confundido de estación largo sus frutos;<br />
Carlos los cortó, puso los limones amarillos en bolsitas<br />
transparentes y comenzó a pregonar:<br />
—¡Cinco limones diez pesos…, a diez pesitos la<br />
vitamina C!<br />
La Muerte comenzó a desvanecerse y al Diablo, se le<br />
incendió la mirada.<br />
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El día <strong>que</strong> me recibí de escritor<br />
Recuerdo bien a<strong>que</strong>l día, el día en <strong>que</strong> me senté en el salón<br />
de mi casa, frente a una hoja en blanco y comencé a<br />
escribir. Tardó un tiempo; pero luego de mucho esfuerzo,<br />
levante la vista cansada de la hoja y noté para mí asombro…<br />
<strong>que</strong> ya no estaba en casa, estaba en otro lugar. Confieso<br />
<strong>que</strong> al principio esto me asustó un poco; ahora… cuando uno<br />
de los personajes se me acercó, puso su mano en mi hombro y<br />
me explicó al oído: <strong>que</strong> yo todavía estaba escribiendo… me<br />
terminé de espantar y salí corriendo. Pobres personajes, se<br />
habrán creído <strong>que</strong> estaba loco.<br />
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La cuarta dimensión<br />
Atardecieron juntos a<strong>que</strong>lla primavera, hasta <strong>que</strong> ya no hubo<br />
sol, sólo un reflejo. Entonces se levantaron y echaron a<br />
andar, se alejaron del río, tomados de la mano van entrando<br />
en la ciudad; un aire cálido a sus espaldas los empuja, les<br />
apura el paso, los abraza aún más.<br />
Carlos, caminaba por un corredor blanco, al llegar a la<br />
puerta, como siempre, lento, abría la puerta, miraba la<br />
habitación, cerraba la puerta, y seguía caminando; luego<br />
bajó unas escaleras, corredor, dobló a su derecha, más<br />
corredor blanco.<br />
Andrea corre por<strong>que</strong> todo está oscuro y siente <strong>que</strong> algo…<br />
oculto en el silencio la persigue y se está acercando, ella<br />
corre y corre pero siente <strong>que</strong> sus piernas cansadas tan<br />
débiles no obedecen sus órdenes de acelerar, la presencia<br />
crece y Andrea corre sin saber a donde va.<br />
Tenía las pupilas pe<strong>que</strong>ñitas, de tanto blanco, cuando<br />
llegó, abrió la puerta, nada, vacío, la cerró, y siguió<br />
andando; luego subió unas escaleras, corredor, dobló a su<br />
derecha, más corredor blanco.<br />
Ella sabe <strong>que</strong> puede correr más pero siente <strong>que</strong> sus piernas<br />
le traicionan, aprieta los ojos sólo piensa en correr más y<br />
no sabe de qué huye… pero siente <strong>que</strong> se le acerca abre los<br />
ojos voltea nada ni nadie y a sus lados, todo oscuro la<br />
rodea ella lo sabe y por eso grita.<br />
Carlos, para variar, venía encandilado, cuando llegó a la<br />
puerta, despacio, la comenzó a abrir, y ya por la rendija<br />
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vio <strong>que</strong> no había tanta luz, atardece allí, terminó de<br />
abrirla y se adentró unos pasos, sus pupilas se dilataron,<br />
adivina una pareja, siente un grito de mujer alguien lo<br />
pecha, Carlos cae al suelo, y atónitos, se miran los<br />
cuatro.<br />
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La adivina<br />
A<strong>que</strong>l hombre, <strong>que</strong> venía caminando junto al cordón… pisando<br />
los adoquines de un barrio extraño, reconoció de inmediato<br />
la casona <strong>que</strong> se imponía en el medio de la cuadra; <strong>que</strong>dó<br />
petrificado observándola. Era la casa abandonada donde<br />
jugaba de niño, su viejo barrio; y ni siquiera se había<br />
dado cuenta. Parado allí, giró trescientos sesenta grados<br />
mirando: el progreso había tomado cuenta del lugar, de su<br />
infancia ya sólo <strong>que</strong>daba allí esa casona.<br />
Su muro de dos metros y medio de alto, con el portón de<br />
doble hoja oxidado y entre abierto, daban paso a un jardín<br />
enmarañado y selvático; más atrás, profundo en el terreno<br />
se levantaba la construcción, enorme y gris. Tras sus<br />
ventanas esmeriladas le sorprendió ver una silueta, una<br />
silueta encorvada, una silueta <strong>que</strong> lo espía, una silueta… y<br />
chirria la reja por un gato <strong>que</strong> pasa corriendo y mueve el<br />
portón, salta trepa y <strong>que</strong>da parado, lamiendo su pata sobre<br />
un cartel de madera escrito a mano:<br />
Se adivina la suerte<br />
Sintió el frío del hierro cuando empujó el portón… <strong>que</strong><br />
abrió fácilmente, el gato lo acompañó por el sendero hasta<br />
la casa; peldaños, polvo y telarañas en el cancel, la<br />
puerta ya estaba abierta; aplaudió:<br />
—Buenas…<br />
El gato entró corriendo, y atravesando el gran salón subió<br />
unas escaleras de madera apolillada pero en el descanso, se<br />
<strong>que</strong>dó parado, mirándolo a los ojos.<br />
—Sube… —le dijo una voz firme— te estaba esperando —y<br />
no parecía de anciana.<br />
Su nariz le advirtió de un aire húmedo, viejo y encerrado;<br />
pero la penumbra se aclaraba mientras subía por las<br />
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escaleras. El segundo piso era bien distinto, olía a<br />
fragancia fresca; la brisa cálida entraba por un ventanal<br />
abierto al completo haciendo flotar las cortinas blancas,<br />
ligeras, casi tocando las espaldas de la joven <strong>que</strong><br />
destacaba sentada, tras una mesa caoba toda labrada con<br />
extraña forma de luna en creciente. En su mano izquierda,<br />
un mazo de cartas de gran tamaño y con su derecha, una a<br />
una las colocaba en procesión sobre la mesa, como si el<br />
hombre no estuviera frente a ella. El felino ágil, trepó a<br />
la media luna sobre una de sus puntas, y esto <strong>que</strong>bró su<br />
trance:<br />
—Tome asiento —le dijo señalando con su mano al frente<br />
de la mesa… y no había silla.<br />
El hombre avanzó y <strong>que</strong>dó parado:<br />
—Estos naipes me han hablado de usted, me han dicho<br />
<strong>que</strong> hoy vendría<br />
—¿Así… qué curioso… y qué más te dijeron?<br />
La sibila dio vuelta seis cartas, acomodándolas sobre la<br />
mesa para formar con ellas, dos triángulos:<br />
—Has tenido una buena infancia; puedo ver aquí la casa<br />
donde vivías junto a tus padres… y a tu abuelo; y te<br />
veo a ti, jugando en el jardín a la pelota con el<br />
anciano; fue él quien te enseño el juego; tu padre<br />
trabajaba el día entero aun<strong>que</strong> siempre a su regreso te<br />
traía un obsequio: un chocolate… una golosina… hasta<br />
<strong>que</strong> un día trajo consigo la camiseta de tu equipo<br />
favorito: ¿recuerdas ese día, recuerdas la camiseta<br />
autografiada?<br />
El hombre, algo aturdido por la exactitud de los detalles,<br />
intentó responder con normalidad:<br />
—Claro <strong>que</strong> me acuerdo, si todavía la tengo guardada en<br />
algún cajón… —Mintió.<br />
—Sí… tú has tenido una buena infancia, hasta el final<br />
de tu adolescencia cuando tu madre falleció. Los<br />
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siguientes años fueron oscuros, la depresión tomó<br />
cuenta de ti haciéndote caer en un espiral<br />
descendente… hasta <strong>que</strong> conoces a Estela, ella te sacó<br />
de allí; poco después la desposas y así nació tu<br />
primer hijo: una niña. Le habéis puesto Adela según la<br />
gracia de tu madre; tiempo después, compraron un perro<br />
para completar la familia.<br />
El hombre aún de pie, observó con ternura al gato mientras<br />
recordaba su vida pasada, y trayendo imágenes <strong>que</strong> él creía<br />
olvidadas, lo acarició de la cabeza a la cola, varias<br />
veces. El felino comenzó a ronronear y la cartomántica, dio<br />
vuelta una séptima carta y la colocó en medio de los dos<br />
triángulos.<br />
—Este naipe, no ha de contarnos tu pasado, nos ha de<br />
contar tu presente<br />
—Leeteló no más… <strong>que</strong> esto ya me esta gustando<br />
—Primero tome asiento, ya se lo he pedido antes –Y con<br />
su mano extendida señaló nuevamente. El hombre se dio<br />
vuelta para ver y casi se cae, tropezando con una<br />
silla <strong>que</strong> tenía a su espalda pegada a la pantorrilla.<br />
Luego de tomar asiento la adivina continuó:<br />
—Tu hija y tu perro han crecido, tu relación con ellos<br />
ha cambiado y ya no los tratas igual, tampoco a tu<br />
mujer<br />
—Que interesante che, ¿y podes contarme el futuro?<br />
—El futuro no es de gracia, has de pagar por el<br />
—Tomá doscientos pesos —y los dejó sobre la mesa junto<br />
al gato— pero contame algo bueno eh…<br />
—Siete naipes para el pasado, siete naipes para el<br />
futuro; es todo lo <strong>que</strong> puedo hacer por ti<br />
La sibila recogió las cartas de la mesa, barajó, y dispuso<br />
nuevamente seis de ellas pero esta vez, cerrando un círculo<br />
preciso.<br />
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—Veo disputas, discusión y malos tratos. Tu mujer se<br />
apartará de ti y se habrá de llevar a la niña con<br />
sigo, pero no al perro. Desahuciado y enfurecido te<br />
desquitarás con el animal y finalmente, lo dejarás<br />
abandonado a su suerte; habrás de caer así en una<br />
depresión similar a la de tu adolescencia, pero esta<br />
vez: habrás de enfermar gravemente y morirás<br />
—¿Cómo <strong>que</strong> me voy a morir, y cuando será eso?<br />
—Pronto… muy pronto<br />
—Me estas mintiendo, eso no puede ser verdad<br />
—Calma, no corráis prisa, aún <strong>que</strong>da la séptima y<br />
última carta por tirar…<br />
Así la joven dio vuelta la séptima carta colocándola en el<br />
centro del círculo, y aclaró:<br />
—Este es el naipe de los cambios espirituales, las<br />
grandes transformaciones<br />
—¿Entonces… no moriré?<br />
—Sí, sí morirás, las cartas no se equivocan y tu<br />
muerte, ya ha sido echada; pero luego todo cambiará<br />
para ti<br />
—Me iré al cielo… seguro<br />
—No, eso no sería un cambio, sería el camino habitual;<br />
tú sufrirás una gran transformación<br />
—¿Transformación… cuál transformación?<br />
—No <strong>que</strong>dan ya más naipes por tirar… pero tengo algo<br />
aquí, en este cajón <strong>que</strong> nos lo puede decir, pero<br />
claro, todo tiene su precio —dijo la brujita<br />
mostrándole la palma de su mano extendida.<br />
El hombre rascó sus bolsillos y le dio todo lo <strong>que</strong> tenía,<br />
hasta el reloj. En la mesa de luna, chirrió el cajón al ser<br />
abierto y sacó de allí, una serie de pe<strong>que</strong>ños pergaminos, o<br />
más bien, trozos de pergaminos; con sus bordes desparejos,<br />
algo deshilachados y llenos de jeroglíficos<br />
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incomprensibles. La pitonisa los colocó uno a uno en forma<br />
de abanico abierto sobre la mesa, y explicó:<br />
—Estos papiros fueron hallados junto al Libro de los<br />
Muertos; tú escoge uno y sólo uno, pero escoge bien,<br />
por<strong>que</strong> las posibilidades son muchas pero la<br />
transformación: es una sola<br />
El hombre dudó pasando su mano sobre los papiros, para él<br />
todos iguales, y finalmente escogió. Lo tocó con su dedo<br />
índice primero y esto hizo erizar al gato <strong>que</strong> encorvó su<br />
lomo mostrando los dientes y lanzando zarpazos al aire…<br />
saltó de la mesa y huyó; el hombre lentamente dio vuelta el<br />
trozo de papiro, y así se mostró la figura inconfundible,<br />
de un hombre con cabeza de perro.<br />
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Relativo<br />
Los autos circulaban lento, la gente, escasa, paseaba sin<br />
prisa; noté a una pareja acostada, lejos, en la arena de<br />
una playa sin luna; eran dos bultos enroscados a mis<br />
espaldas. Todo estaba en calma, hasta el viento, el reloj,<br />
mis ánimos; el domingo bosteza y yo sigo esperando a mi<br />
amigo Espidy. Este llegó agitado como siempre y comenzó a<br />
narrarme una tras otra sus andanzas de sábado a la noche<br />
mientras los bocinazos frenos y aceleradas de los coches<br />
comenzaron a aturdirme; prosiguió con lo <strong>que</strong> había soñado<br />
cuando se acostó a dormir borracho y por suerte la gente<br />
<strong>que</strong> pasaba expresa por el lugar en su apuro no podía<br />
escuchar los disparates <strong>que</strong> no paraba de contarme.<br />
Yo, volví a mi domingo, <strong>que</strong> todavía se despereza; y<br />
quisiera… no escucharle, decirle… <strong>que</strong> tengo apuro, algo <strong>que</strong><br />
hacer, pero me sobra el tiempo, recién son las doce, y lo<br />
escucho:<br />
-Me levanté con una resaca bárbara y ahí no más me<br />
tomé un litro de leche porqué tenía la boca pastosa y<br />
una acides horrible <strong>que</strong> me estaba matando entonces<br />
sonó el teléfono y sabés quién era… el Disléxico te<br />
acordás del Disléxico<br />
-Sí, me acuerdo sí<br />
–Bueno me saludó y qué como andás qué hacés y nos<br />
<strong>que</strong>damos conversando ya te podrás imaginar <strong>que</strong> patatín<br />
y patatán pero después te cuento… -Yo respiré<br />
aliviado- …porqué ahora tengo cosas <strong>que</strong> hacer ¿qué<br />
hora son?:<br />
–Son las doce… recién<br />
-¡Ya las doce!<br />
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Espidy se fue corriendo, y yo, <strong>que</strong>dé allí, sentado, viendo<br />
los autos circular lento, y la poca gente, pasear sin<br />
prisa; mientras las dos figuras en la arena bañadas de<br />
oscuro, se miraban, se tocaban, se besaban. Por la vereda a<br />
mi derecha, algo se asoma en la distancia, logro verlo: es<br />
algo <strong>que</strong> se mueve, una cosa <strong>que</strong> avanza, una cosa <strong>que</strong> dibuja<br />
una silueta, una silueta <strong>que</strong> camina, una silueta <strong>que</strong> lleva<br />
puestos unos va<strong>que</strong>ros, una silueta con una camisa marrón, y<br />
son piernas y son brazos y es un torso <strong>que</strong> se acerca, y es<br />
un rostro <strong>que</strong> distingo, y es el rostro del Disléxico quien<br />
llega y es el Disléxico quien se sienta a mi lado y son sus<br />
labios los <strong>que</strong> me están saludando ahora:<br />
-¡Hola!, ¿cómo esáts?<br />
–Bien, ¿y vos qué contás?, tanto tiempo<br />
–Esutve de vijáe por Euorpa<br />
Me dijo mientras los coches circulaban con las ruedas hacia<br />
arriba, deslizándose sobre sus techos, y la poca gente,<br />
caminaba haciendo el paro de manos. Detrás de mí, se<br />
escuchaba el jadear de la parejita, <strong>que</strong> ahora terminaba de<br />
hacer el amor.<br />
-¿Y… <strong>que</strong> tal te fue? -pregunté por traer un tema de<br />
conversación.<br />
–Muy bein, pero las muejres no son tan lidnas como<br />
acá; mriá esa dos <strong>que</strong> etsán salinedo de la palya<br />
Volteé, las vi, y de inmediato observé un poco más allá, a<br />
ese lugar donde la parejita, ya no estaba.<br />
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Despiste<br />
Tierra llamando a Cuentista... tierra llamando a Cuentista...<br />
responda Cuentista<br />
Aquí Cuentista intentando alunizar... adelante tierra<br />
Qué hace Cuentista, regrese de inmediato<br />
Qué pasa tierra, estoy en maniobra complicada<br />
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Regrese de inmediato Cuentista... usted se olvidó de la nave<br />
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Índice<br />
Auto biografía —— Página 4<br />
Mis yoes —— Página 5<br />
Política deportiva —— Página 7<br />
El hombre infinito (Principio) —— Página 10<br />
Cuando las cosas se te escapan de la pluma —— Página 12<br />
Identidades —— Página 14<br />
Mestizo —— Página 19<br />
Libertad (Principio) —— Página 21<br />
Sinestesia —— Página 24<br />
El día <strong>que</strong> me recibí de escritor —— Página 27<br />
La cuarta dimensión —— Página 28<br />
La adivina —— Página 30<br />
Relativo —— Página 35<br />
Despiste —— Página 37<br />
38