Revista " Este de Madrid" - Archivo de la Ciudad de Arganda del ...
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Arte
Fisiognómica en Solana
Los antropólogos criminales intentaban a través del estudio
de la forma del cráneo descubrir las cualidades y defectos
de una persona, y por tanto saber si es un delincuente o
no, teniendo su mayor apogeo en el siglo XIX. Lo acertado de
estos estudios se dio en el Congreso de Antropología criminal
celebrado en Ginebra, cuando un miembro contrario a Lombroso
quiso demostrar que muchos venerables congresistas allí
reunidos tenían rasgos fisiognómicos, que éste especificaba como
de criminales.
Estos planteamientos pseudocientíficos se trasladaron a otros
hábitos de la vida que eran considerados degenerados o enfermizos
como la prostitución, basándose en
los estudios de Parent-Duchâtelet, sobre
la prostitución parisina, se elaboró toda
una serie de tópicos sobre el carácter,
origen social y las causas de entrada en
ese tipo de vida, como su comportamiento,
basándose en un modelo laico, eliminando
toda la tradición que la consideraba
una mujer caída en el pecado, explicando
su conducta como subversiva en
función de desviaciones biológicas y sociales.
Para él era muy difícil hacer un retrato
físico de las prostitutas y lo más peligroso
era que aparecían entre las mujeres
decentes como si fueran normales, aunque
se las podía reconocer por su ronquera,
producida por la lascivia, por el abuso del
alcohol y las largas noches pasadas a la intemperie,
y la gordura producida por su
voracidad, psicológicamente eran perezosas,
lujuriosas, inmadurez metal propia
de seres pocos evolucionados que se refleja
en su mirada vacía. Todo esto se reflejó en la literatura y arte
de la época.
Siendo repetidas estas mismas tesis en los estudios realizados
en España, en 1901, Bernaldo de Quirós publicó el libro La mala
vida, ilustrado con fotografías antropológicas de prostitutas y homosexuales
del archivo de Rafael Salillas, para ilustrar los argumentos
de la rusa Tarnowsky, que las dividía en dos grupos: de inteligencia
débil y de constitución neuropática. Solana utilizó fotografías
de este libro para el cuadro, Los caídos, concretamente para
las dos mujeres de la izquierda que están delante de la cortina y el
uranista, que era como se llamaba en aquella época a los hombres
homosexuales, que está sentado. Solana debía de conocer bastante
bien este libro al ser ilustrado por su amigo Ricardo Baroja.
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La escena nos muestra la habitación de un sucio burdel de ínfima
categoría un espacio claustrofóbico y sórdido, un lugar
donde se da la mano la suciedad, el desorden y el mal olor, que
con una realidad cruenta lo traslada a su pintura. Hay que tener
en cuenta la atracción que sentía Solana hacia la España negra, así
tituló uno de sus libros, y por personajes que se dan en los márgenes
de la sociedad y de unas costumbres que podían considerase
antisociales, como estas mujeres marcadas por las enfermedades
y las palizas de sus chulos. Destaca la figura del travestido
en primer plano y en su tamaño con respecto con el resto de las
figuras dándole una mayor importancia que al resto de los personajes,
a la vez que está rodeado de los atributos
propios del vicio y libertinaje: alcohol,
cartas y guitarra. Las mujeres tienen
los rasgos físicos que la antropología criminal
les da, como su delgadez debida a la
sífilis, su mirada vacía, su sensación de aislamiento,
están ahí porque no pueden estar
en otra parte, también se les achacaban ser
perezosas y estar como aletargadas, por
estos motivos habían escogido ser prostitutas,
para no trabajar. Además del homosexual,
aparecen otros dos hombres, uno al
fondo mirando a las musarañas y otro en el
centro de la composición, con una especie
de uniforme y de una estatura bastante
baja, como resaltando las taras degenerativas
que conlleva la prostitución no sólo
en las mujeres sino también en las futuras
descendencias de los que la practican. En
total seres anormales, enfermos que subvierten
el orden social burgués y las
normas higiénicas de la época siendo un
peligro para la sociedad.
Este cuadro fue presentado en la Exposición Nacional de Bellas
Artes de 1915, recibiendo la siguiente crítica en El Año Artístico:
“¿Acaso consideran moral y edificante y artístico los señores del
jurado, el cuadro Los Caídos del Sr. Solana? Representa este
cuadro el interior de una mancebía de último orden, de ésas que
sólo los miserables, los ex hombres gorkianos pueden visitar.
Todo en ella es repugnante, todo hiede a podrido: el asunto, la
elección de tipos, la composición, los motivos complementarios.
Hasta la técnica, en que aparece haberse empleado hollín y pus en
vez de colores. Por si esto no fuera bastante, la figura principal es
un invertido con rostro de vicio y de presidio, vestido de mujer;
para que no se dude en lo más mínimo de lo que el Sr. Solana ha
querido representar”.
Lo normal era que la obra presentada por Solana, se enviaba a
la “Sala del crimen”, el Palacio de Cristal, donde se exhibían los
cuadros enviados a la Exposición Nacional de Bellas Artes, que no
habían sido elegidos para figurar en el salón oficial al no considerarlas
dignas de figurar en él, al no amoldarse a los gustos académicos.
Los caídos se expuso en el Palacio de Velázquez por su calidad
académica, aunque su temática, como hemos podido ver por
la crítica de José Francés, era una amenaza para los convencionalismos
moralistas. Por esta razón y para evitar un escándalo se
colocó tapado por una puerta y con artimañas se evitó que durante
su visita el rey Alfonso XIII, lo viera.
BIBLIOGRAFÍA
– María López Fernández: La imagen de la mujer en la pintura española,
1890-1914
MIGUEL FLÓREZ FERNÁNDEZ
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