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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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Dios es nuestro amparo y fortaleza,<br />

Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.<br />

Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,<br />

Y se traspasen los montes al corazón <strong>de</strong>l mar;<br />

Aunque bramen y se turben sus aguas,<br />

Y tiemblen los montes a causa <strong>de</strong> su braveza.<br />

Salmo 46:1–3<br />

La era que acabamos <strong>de</strong> narrar fue una <strong>de</strong> las más convulsas <strong>de</strong> toda la historia <strong>de</strong>l<br />

cristianismo. En poco menos <strong>de</strong> un siglo, el edificio <strong>de</strong> la cristiandad medieval comenzó a<br />

<strong>de</strong>rribarse.<br />

El viejo i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> una sola iglesia con el papa a la cabeza, que nunca había sido<br />

aceptado en el Oriente, perdió también su vigencia en el Occi<strong>de</strong>nte. A partir <strong>de</strong> entonces,<br />

el cristianismo occi<strong>de</strong>ntal se vio dividido en varias tradiciones que, aunque<br />

posteriormente se acercaran entre sí, reflejaban enormes diferencias.<br />

Al comienzo <strong>de</strong>l [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 130] siglo XVI, a pesar <strong>de</strong> la corrupción que existía en<br />

la iglesia, y <strong>de</strong> las muchas personas que se dolían <strong>de</strong> ella y soñaban con una reforma,<br />

todos seguían pensando que la iglesia era esencialmente una, y que esa unidad <strong>de</strong>bía<br />

reflejarse en su estructura y jerarquía. De hecho, los principales reformadores partieron<br />

<strong>de</strong> esa posición, y fueron pocos los que llegaron a negarla rotundamente. Para los jefes<br />

<strong>de</strong>l protestantismo, la unidad <strong>de</strong> la iglesia era una <strong>de</strong> sus características esenciales y por<br />

tanto, aunque <strong>de</strong> momento fuera necesario quebrantarla a fin <strong>de</strong> ser fieles al mensaje<br />

bíblico, esa misma fi<strong>de</strong>lidad exigía que se continuara haciendo todo lo posible por volver<br />

a la unidad perdida.<br />

También se daba por sentado, al iniciarse aquella “era <strong>de</strong> los reformadores”, que un<br />

estado dividido por cuestiones <strong>de</strong> religión no podía subsistir. Des<strong>de</strong> poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

conversión <strong>de</strong> Constantino, los cristianos se habian acostumbrado a pensar, como antes lo<br />

habían hecho los paganos, que un estado tenía que <strong>de</strong>cidirse por una religión, y que<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él todos tenían que someterse a ella. Con la sola excepción <strong>de</strong> los judíos (y, en<br />

España, <strong>de</strong> los musulmanes), quienes vivían en un estado cristiano <strong>de</strong>bían ser cristianos y<br />

fieles hijos <strong>de</strong> la iglesia.<br />

Este modo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r la unidad nacional, o la relación entre la fe y el estado, fue la<br />

causa fundamental <strong>de</strong> las repetidas guerras religiosas que sacudieron todo el siglo XVI (y<br />

también el siguiente). A la postre, y en unos lugares antes que en otros, se fue llegando a<br />

la conclusión <strong>de</strong> que tal unidad <strong>de</strong> creencias no era necesaria para la seguridad <strong>de</strong>l estado,<br />

o al menos que, aunque <strong>de</strong>seable, su precio sería <strong>de</strong>masiado elevado. Esto fue lo que<br />

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