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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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huir, pero no encontraban salida alguna. Cuando por fin la presión <strong>de</strong> las gentes fue<br />

<strong>de</strong>masiada, cedió la pared <strong>de</strong> piedra, y muchos huyeron <strong>de</strong>spavoridos, mientras algunos<br />

españoles a caballo salieron a darles caza a campo abierto. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l inca la<br />

resistencia fue más fuerte. Los indios, sin más armas que oponer, colocaban sus propios<br />

cuerpos entre los españoles y su señor. Cuando los aventureros llegaron a las andas que<br />

llevaban al soberano, se dieron actos <strong>de</strong> valor que <strong>de</strong>spués ellos mismos narraron. Hubo<br />

indios que, cortadas las manos, seguían sosteniendo al inca sobre sus hombros. Otros al<br />

ver caer a los que llevaban las andas, corrían a ocupar su lugar, aun sabiendo que se les<br />

daría muerte. Por fin un español agarró a Atahualpa por los cabellos y lo echó a tierra.<br />

Al final <strong>de</strong> la jornada, quedaba Atahualpa prisionero <strong>de</strong> los españoles, varios miles <strong>de</strong><br />

indios muertos en la plaza, y un solo español levemente lesionado. Se trataba <strong>de</strong>l propio<br />

Pizarro, quien fue herido por un compatriota cuando trataba <strong>de</strong> asegurarse <strong>de</strong> que no se le<br />

hiciera daño al inca. La ironía <strong>de</strong> todo esto fue que, casi al mismo tiempo que Atahualpa<br />

caía prisionero <strong>de</strong> los conquistadores, su rival y medio hermano Huáscar caía en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

las tropas <strong>de</strong> aquél. Así, mientras los españoles eran dueños <strong>de</strong> un pretendiente al trono,<br />

éste era dueño <strong>de</strong> su rival.<br />

A instancias <strong>de</strong> Pizarro, el cautivo inca or<strong>de</strong>nó que sus ejércitos abandonaran las<br />

cercanías <strong>de</strong> Cajamarca. Tras algunas negociaciones, Pizarro le prometió la libertad a<br />

cambio <strong>de</strong> un rescate que consistía en todo el oro y la plata necesarios para llenar una<br />

habitación <strong>de</strong> más <strong>de</strong> cien metros cuadrados hasta tan alto como alcanzara la mano <strong>de</strong>l<br />

inca. Acto seguido salieron los chasquis por todo el país, y pronto el oro y la plata<br />

empezaron a fluir hacia Cajamarca.<br />

Poco <strong>de</strong>spués tuvieron lugar dos acontecimientos importantes para la historia <strong>de</strong>l<br />

Perú. Uno <strong>de</strong> ellos fue la llegada <strong>de</strong> Almagro con un contingente <strong>de</strong> refuerzos. Puesto que<br />

los recién llegados no estuvieron presentes en el hecho <strong>de</strong> Cajamarca, no les correspondió<br />

parte <strong>de</strong> aquel enorme rescate. Aunque los pizarristas, casi a modo <strong>de</strong> limosna, les dieron<br />

la cantidad <strong>de</strong> cien mil ducados, a partir <strong>de</strong> entonces comenzaron las rivalida<strong>de</strong>s entre<br />

almagristas y pizarristas.<br />

El otro acontecimiento <strong>de</strong> importancia fue la muerte <strong>de</strong> Huáscar. Este trató <strong>de</strong> llegar a<br />

un acuerdo con los viracochas a cambio <strong>de</strong> que éstos ultimaran a su medio hermano.<br />

Enterado Atahualpa —si por Felipillo o por el mismo Pizarro, los cronistas no<br />

concuerdan— dio or<strong>de</strong>n a sus generales <strong>de</strong> que le dieran muerte a [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 210]<br />

Huáscar. Pero no se percataba <strong>de</strong> que esto le <strong>de</strong>jaba el campo abierto a Pizarro, quien<br />

quedaba en posesión <strong>de</strong>l último pretendiente al trono.<br />

Aunque el rescate se pagó, los españoles no podían soltar a su prisionero. Por ello<br />

<strong>de</strong>cidieron hacerle juicio, acusándolo <strong>de</strong> fratricida. Tras un somero proceso, en el que<br />

estuvieron <strong>de</strong> acuerdo Almagro y el padre Valver<strong>de</strong>, el inca fue con<strong>de</strong>nado a morir en la<br />

hoguera. Cuando, casi <strong>de</strong> inmediato, marchaba hacia el suplicio, el sacerdote le propuso<br />

que si se bautizaba no sería quemado, sino que se le mataría <strong>de</strong> otro modo. Puesto que en<br />

la cultura incaica la muerte por fuego resultaba ignominiosa, el inca accedió y, tras<br />

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