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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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A ese sínodo asistieron <strong>de</strong>legados <strong>de</strong> la Iglesia <strong>de</strong> Inglaterra, que con ello se <strong>de</strong>claró<br />

parte <strong>de</strong> la fraternidad internacional <strong>de</strong> iglesias calvinistas. Pero el arreglo isabelino no<br />

podía perdurar. Para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r el culto tradicional pronto se empezó a abandonar algunos<br />

<strong>de</strong> los principios calvinistas. Algunos <strong>de</strong> los más importantes teólogos <strong>de</strong> la iglesia oficial<br />

se sentían tan sobrecogidos por la belleza <strong>de</strong>l culto que parecían prestarle poca atención a<br />

la necesidad <strong>de</strong> ajustarlo a la fe bíblica. Pronto algunos <strong>de</strong> los puritanos empezaron a<br />

temer que se iba organizando un movimiento para retornar al romanismo.<br />

Todo esto existía ya en embrión cuando Jaime I heredó la corona <strong>de</strong> Isabel. A partir<br />

<strong>de</strong> entonces, los conflictos que estaban ya latentes se harían cada vez más violentos. Los<br />

puritanos recelaban <strong>de</strong>l nuevo soberano, que era hijo <strong>de</strong> la católica María Estuardo. A<br />

pesar <strong>de</strong> tales sospechas, Jaime no favoreció a los católicos, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> su<br />

reinado solicitaron varias concesiones, sin mayores resultados. Su i<strong>de</strong>al era la monarquía<br />

absoluta que existía en Francia, y que en Escocia los presbiterianos no le habían<br />

permitido implantar. Quizá por razón <strong>de</strong> esos conflictos con el presbiterianismo escocés,<br />

estaba convencido <strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> apoyar al episcopado, y <strong>de</strong> apoyarse en el mismo.<br />

Según el propio Rey <strong>de</strong>cía, “sin obispos no hay rey”.<br />

El carácter personal <strong>de</strong> Jaime contribuyó a su propio <strong>de</strong>sprestigio. Era homosexual, y<br />

sus favoritos gozaban <strong>de</strong> enormes privilegios en su corte y en su gobierno. Al tiempo que<br />

quería ser rey absoluto, oscilaba entre una rigi<strong>de</strong>z encaprichada y una <strong>de</strong>bilidad<br />

pusilánime. Aunque manejaba sus finanzas honradamente, era pródigo en gastos<br />

innecesarios, y frecuentemente faltaban los fondos para proyectos <strong>de</strong> primera necesidad.<br />

Les dio títulos y po<strong>de</strong>res a sus amigos con una liberalidad que ofendía a quienes habían<br />

servido la corona por largo tiempo. Y muchos <strong>de</strong> esos amigos se mostraron incapaces <strong>de</strong><br />

enfrentarse a las responsabilida<strong>de</strong>s colocadas sobre ellos.<br />

Jaime trató <strong>de</strong> seguir una política religiosa semejante a la <strong>de</strong> Isabel. Los únicos que<br />

fueron perseguidos con cierta constancia fueron los anabaptistas, cuyas i<strong>de</strong>as políticas le<br />

causaban terror al Rey. Los católicos eran vistos como personas leales al papa, y por<br />

tanto como posibles traidores. Pero si el papa reconocía el <strong>de</strong>recho [<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 284] <strong>de</strong><br />

Jaime a reinar, y con<strong>de</strong>naba el regicidio (que algunos católicos extremistas proponían) el<br />

Rey estaba dispuesto a tolerar a los católicos en sus reinos. En cuanto a los<br />

presbiterianos, el Rey se inclinaba a tolerarlos y hasta a hacerles algunas concesiones.<br />

Mas no podía abandonar el sistema episcopal <strong>de</strong> gobierno, pues estaba convencido (y era<br />

cierto) que los obispos se contaban entre los más <strong>de</strong>cididos y útiles <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> la<br />

corona.<br />

Durante todo el reinado <strong>de</strong> Jaime se fue recru<strong>de</strong>ciendo la enemistad entre la alta<br />

jerarquía <strong>de</strong> la iglesia oficial y los puritanos. En 1604, Bancroft, el arzobispo <strong>de</strong><br />

Canterbury, hizo aprobar una serie <strong>de</strong> cánones en los que se afirmaba que la jerarquía <strong>de</strong><br />

los obispos era una institución <strong>de</strong> origen divino, sin la cual no podía haber verda<strong>de</strong>ra<br />

iglesia. Tal afirmación implicaba un rechazo <strong>de</strong> las iglesias protestantes <strong>de</strong>l Continente,<br />

muchas <strong>de</strong> las cuales no tenían obispos, y por tanto fue vista por los puritanos como el<br />

principio <strong>de</strong> un proceso <strong>de</strong>stinado a reintroducir el romanismo en Inglaterra. A<strong>de</strong>más,<br />

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