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Vol. 2, Page 99 - Colegio de Capellanes de Venezuela

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ley impopular en las colonias, puesto que muchos <strong>de</strong> los pobres aspiraban a establecerse<br />

como agricultores en las tierras que ahora quedaban vedadas, mientras que entre la<br />

aristocracia había especuladores que habían formado compañías para explotar esos<br />

lugares. De hecho, varios <strong>de</strong> los adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia norteamericana tenían<br />

inversiones en tales compañías.<br />

Por todas estas causas, la tensión entre las colonias y la metrópoli fue aumentando. A<br />

medidas cada vez más severas, los colonos respondían con una <strong>de</strong>sobediencia cada vez<br />

más terca. En 1770, las tropas británicas abrieron fuego sobre una multitud en Boston, y<br />

cinco personas resultaron muertas. Frente a las amenazas <strong>de</strong> esos regimientos extranjeros,<br />

las milicias coloniales se volvieron más activas y aumentaron su material <strong>de</strong> guerra. En<br />

1775, cuando un contingente británico se disponía a <strong>de</strong>struir un arsenal colonial, la<br />

milicia le ofreció resistencia, y con ello empezó la Guerra <strong>de</strong> In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

norteamericana.<br />

[<strong>Vol</strong>. 2, <strong>Page</strong> 377] El 4 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1776, más <strong>de</strong> un año <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abiertas las<br />

hostilida<strong>de</strong>s, los <strong>de</strong>legados <strong>de</strong> las trece colonias, reunidos en un Congreso Continental en<br />

Fila<strong>de</strong>lfia, proclamaron su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la corona británica. Francia y España se<br />

<strong>de</strong>clararon aliadas <strong>de</strong> la nueva nación, mientras Inglaterra pudo contar con el apoyo <strong>de</strong><br />

muchas tribus indias, que temían que la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia norteamericana tendría por<br />

consecuencia su propia <strong>de</strong>strucción, como en efecto sucedió.<br />

Por fin, en 1782, se llegó a un acuerdo provisional, confirmado al año siguiente en el<br />

Tratado <strong>de</strong> París. Según los términos <strong>de</strong> tratado, Inglaterra reconocía la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

los Estados Unidos, cuyo territorio se extendía hasta el Misisipí, y le cedía la Florida a<br />

España. Por su parte, los ciudadanos norteamericanos <strong>de</strong>bían cumplir con sus <strong>de</strong>udas<br />

hacia los súbditos británicos, y se tomarían medidas para proteger los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong><br />

quienes en las colonias se habían mostrado leales a la corona. Luego, como en tantos<br />

otros episodios <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong>l Hemisferio Occi<strong>de</strong>ntal, los verda<strong>de</strong>ros per<strong>de</strong>dores <strong>de</strong><br />

aquella guerra resultaron ser los indios, cuyas tierras pronto fueron ocupadas por la nueva<br />

nación.<br />

Todo esto tuvo gran impacto en la vida religiosa estadouni<strong>de</strong>nse. Buena parte <strong>de</strong> la<br />

i<strong>de</strong>ología que sirvió <strong>de</strong> base al movimiento in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntista, y al establecimiento <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>mocracia capitalista norteamericana, consistía en una religiosidad “ilustrada” y<br />

antidogmática, como la que vimos surgir en Europa en el tomo anterior. El “culto a la<br />

razón” se difundió entre la aristocracia criolla, y junto a él una actitud <strong>de</strong> escepticismo<br />

hacia todo lo que no fuera parte <strong>de</strong> una “religión natural”, o en el mejor <strong>de</strong> los casos <strong>de</strong><br />

un “cristianismo esencial”. En consecuencia, las doctrinas <strong>de</strong> los diversos cuerpos<br />

eclesiásticos <strong>de</strong>bían abandonarse o relegarse a segundo plano. La Provi<strong>de</strong>ncia era sobre<br />

todo un principio <strong>de</strong> progreso. La nueva nación era prueba palpable <strong>de</strong>l progreso humano.<br />

Las doctrinas y prácticas eclesiásticas, excepto en lo absolutamente esencial, parecían ser<br />

restos <strong>de</strong> una época pasada, lastre innecesario que se oponía al progreso universal. Dadas<br />

tales i<strong>de</strong>as por parte <strong>de</strong> muchos <strong>de</strong> los principales personajes en la nueva república, no ha<br />

<strong>de</strong> extrañarnos el que pronto buena parte <strong>de</strong> la población se hiciera partícipe <strong>de</strong> ellas.<br />

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