LOS MÁRGENES DE LA ESCRITURA/ LA ESCRITURA DE LOS ...

Buscan, creo entender, en definitiva, una modificación de la polaridad lectora,
un cortocircuito en un sistema, una reterritorialización del espacio semiótico. E
incidentalmente, proponen también una toma de conciencia del mundo, que ha sido
siempre el objetivo declarado de toda poética.
Cuestión ésta que suscitan, de marcos, de formas, de medios. Cuestión
mediática, en suma, como parece revelar la institución que, de momento, recoge a los
grupos dispersos que en este campo operan –Compañía Poética Momentánea,
Estrujenbank, Preiswert... –y que sería un fantasmal Sindicato de Medios (cuyo
acrónimo es s.i.n.d.i.o.s.).
En contra, pues, de una definición estrictamente semántica del texto, los
episodios comunicativos que he relatado, y que propongo como probable, hipotético
nuevo dominio literario, gestado hoy en la capital de España, dirigen nuestra atención
hacia el hecho de que la “puesta en escena” de la escritura es lo que produce, hoy, su
efecto más potente de sentido.
Un texto, estable en sí mismo, puede verse investido de un significado y de una
tipología inéditos, cuando cambian las estructuras o las intermediaciones que lo
proponen a la lectura o a la escucha.
Pero hay algo más en ello, sin duda: estos textos agresivos suponen tal vez una
toma de conciencia política, que no sé si se estará de acuerdo en que yo defina
aproximadamente así: crece la conciencia de que el arte verbal en una sociedad
dominada por los medios de comunicación de masas está sujeto a unas condiciones de
circulación que neutralizan por completo su capacidad crítica e innovadora; ocurriría,
como nos tememos muchos, que el arte producido en tales condiciones es
necesariamente pobre, pusilánime e imaginativamente insuficiente, y crecería también
la impresión de que la única actividad artística aceptable hoy en las sociedades
posindustriales de Occidente consiste en sabotear esa circulación.
En todo caso, hoy la clave del efecto estético en el arte es la tensión entre el
mensaje y el canal por el que discurre, entre la obra artística y las condiciones de su
circulación. Y es aquí donde estas poéticas renovadoras se instalan, haciendo del acto de
sabotaje, de la toma de un canal, el acto propiamente artístico, el sentido último de su
existencia.
Desde su modestia y anonimato constitutivos parecen, pues, señalarnos la
dirección por donde hoy se situaría lo interesante y, un paso más allá, la misma noción
fuerte de lo que es o pueda ser lo literario: