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Lenka21Mag 2013/08/21

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Sangre en venta<br />

Albada2<br />

Artículo exclusivo<br />

Un hombre dibujaba con su dedo la línea del<br />

horizonte.<br />

Recorría de izquierda a derecha el espejismo<br />

de un plano, con la conciencia de que, al final<br />

de los finales, la trama era tridimensional. El<br />

horizonte estaba diseñado para vencer la<br />

inercia de la quietud, para desollar los nudillos<br />

contra un techo de vidrio. Siempre lo estuvo,<br />

pero las urgencias del tiempo y la vida, habían<br />

impedido esta visión.<br />

Recordó con precisión la noche en que dos<br />

municipales le hicieron parar el coche, le<br />

obligaron a abrir el maletero y metieron en una<br />

bolsa las revistas del partido comunista.<br />

Olió su miedo, revivió el agrio aroma del sudor<br />

de sus axilas, la humedad en sus manos y la<br />

maraña de ideas en la esquina de su mente.<br />

Esa atiborrada de células operativas, de alias<br />

sin nombres propios, de madrugadas con Che<br />

Guevara y ciclostil.<br />

Su índice señalaba el instante del cacheo<br />

antes de entrar en la galería de los presos<br />

políticos, y revivió la impotencia negra del<br />

alma contra la pared blanca, tiznada de<br />

esperanza verde y sangre coagulada, de<br />

esputos de roja vida.<br />

No quiso detenerse en las palizas para delatar<br />

a los camaradas, de quienes jamás supo<br />

nombre o dirección. Bastante se acuerda del<br />

dolor al miccionar que duró meses y meses<br />

desde esa noche de Agosto.<br />

Siguió avanzando con su dedo hasta llegar a<br />

un parte de defunción donde una lágrima<br />

anunciaba la muerte de un dictador.<br />

Los años de consecución de derechos fueron<br />

dando esquinazo a la esencia. Esa que<br />

implicaba la evolución por la dignidad.<br />

Las décadas fueron tiñendo de velas<br />

tecnicolores el alma de cada hombre que<br />

había dejado su piel en la conquista de unos<br />

derechos. Y es que la dictadura gris tenía la<br />

sombra alargada, no dando respiro al alma<br />

más que para disfrazarla de libertad de ser, de<br />

libertad de elegir, de libertad a expresarse.<br />

Ahora, cuando las máscaras de los poderosos<br />

Lenka<strong>21</strong><br />

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están cayendo como el papel maché bajo la lluvia<br />

de abril, Pablo, en la playa de su madurez, se<br />

desnudaba ante el espejo de plomo que les lleva a<br />

él y a toda su generación a darse de bruces contra<br />

la realidad.<br />

El gris tiene ahora otros dato: los suicidios<br />

inducidos con nombres y apellidos. Los horrores<br />

de la impotencia en personas sin ahorros porque<br />

les han estafado. Los niños al límite de una<br />

nutrición digna, y unos planes de futuro<br />

imposibles de concretar. Los jóvenes en busca de<br />

un trabajo y un aposento donde tejer un futuro que<br />

conjugar a la vida, huyendo cual éxodo bíblico, de<br />

la mejor manera, con el menor ruido. Los<br />

investigadores intentando salvar de un pozo sin<br />

fondo el desapego a la ciencia. La huida ante<br />

cinismo en conserva, sin respeto a etiqueta<br />

alguna. Los platos de peltre, sirviendo el vacío.<br />

Cuando notó las lágrimas rodar por sus mejillas, el<br />

dedo había llegado a la parte derecha del paisaje<br />

más vivo del ángulo inferior derecho en el<br />

horizonte del mar.<br />

Las gaviotas, oscuras en el anochecer de los<br />

tiempos, y como ratas de mar que son, abordan<br />

los restos de un pescadito a los pies de un<br />

pescador de caña, que llegó a estar las tres horas<br />

recordando con un dedo, el tiempo en que se<br />

luchó por algo. Sólo ahora entiende, a quién<br />

alimentó tanta sangre derramada.<br />

L <strong>21</strong><br />

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