LETRAS DEL SÓTANO/II (2013)
Lectura anual de los talleres de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Espacio Pratto/ Montevideo, 2013.
Lectura anual de los talleres de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Espacio Pratto/ Montevideo, 2013.
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aproveché para mover la muñeca, aflojando tensiones. Los ruidos de la platea retornaron;<br />
lentamente se hacían más agudos y hasta creía identificar oraciones completas. Regresé la vista<br />
a la lectura, pero cada nota se tornaba difusa y, como anestesia de efecto instantáneo, perdí<br />
razón, no pude diferenciar corcheas de semicorcheas, ni de fusas, y me descontrolé a la misma<br />
vez que vi a la sombra casi encima de mí, y me desmayé; mis centros vitales se permitieron ser<br />
por ellos mismos y me paralicé.<br />
Creo que reaccioné unos segundos después, cuando un foco lateral —que recién entendía<br />
que me iluminaba— mostraba los dedos de la sombra moviéndose ágiles, con gran virtuosismo.<br />
Ni bien los contrasté con los míos —paralizados sobre el teclado—, descubrí que la música no<br />
había cesado y ahora era hermosa, cautivante, de una dulzura y habilidad desconocida. Poco a<br />
poco me quise aflojar, quise volver, pero esa melodía me embriagaba, me encandilaba mucho<br />
más que el foco lateral, y no podía hacer más que disfrutarla. Esa sombra se contorneaba<br />
deliciosa, bien a mi lado, y comprendí que no debía hacer otra cosa que actuar, mover<br />
mis manos, y, cada tanto, con delicadeza y refinamiento, alzar los hombros, demostrando<br />
experiencia y goce. Lo hice. Todo fluía solo con el cuerpo. Mi alma estaba con la música, con<br />
la estupenda interpretación de la obra. Mis brazos acompañaban como nunca, flotando sobrios<br />
y sensuales, casi sin articulaciones, saliendo de mi tronco y escapando hacia el fin del mundo,<br />
como una serpentina guiada por la brisa.<br />
El tiempo pasó traidor, instantáneo. Desconozco si fueron segundos o días completos. Yo<br />
no quería que acabara nunca, pero acabó. La sombra golpeó con su dedo índice la última nota<br />
y no dudé en mi simulación. Quedé tan quieto como ella, perfectamente sentado y con la<br />
espalda derecha. Lentamente bajé los brazos hasta apoyarlos contra mis piernas flexionadas,<br />
como ella. Y la platea explotó en aplausos, a rabiar, con la certeza de haber escuchado la mejor<br />
performance de sus vidas; la misma que yo había podido disfrutar desde arriba del escenario.<br />
Y no supe qué hacer. Titubeé, agaché la cabeza. Junté coraje. Me paré e incliné mi cuerpo, en<br />
señal de reverencia.