La experiencia musical cervantina - Centro Virtual Cervantes
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LA EXPERIENCIA MUSICAL CERVANTINA:<br />
FORMACIÓN, AMISTADES<br />
Y ESPECTÁCULOS PÚBLICOS<br />
JUAN JOSÉ PASTOR COMÍN<br />
Universidad de Castilla-<strong>La</strong> Mancha<br />
<strong>La</strong> educación <strong>musical</strong> de un joven poeta: familiares y amigos<br />
No es nuestra intención desarrollar aquí un amplio panorama sobre la situación<br />
de la música española en la época de <strong>Cervantes</strong>, ni bosquejar tan solo un cuadro de<br />
nombres insoslayables contemporáneos de nuestro autor, trabajo este acometido<br />
por los historiadores de la música en la península y a los cuales remitimos!. Sin<br />
I En mayor o en menor medida los estudios que se han aproximado a la música en <strong>Cervantes</strong><br />
han hecho referencia a un esquema general de la música española en la segunda mitad del XVI que<br />
por demasiado general y poco significativo más allá de una primera función situacional nosotros<br />
evitamos. Este podrá verse en Salazar [1948: 136-149], Querol [1949], Arco y Garay [1955: 530<br />
y ss.], Diego [1951: 5-7], Elústiza [1917: 7-25], Gallego [1990: 3-5], Istel [1927: 432 y ss.], León<br />
Tello [1996: 874-925], el más reciente y el mejor estructurado, con motivo de los 450 años del<br />
nacimiento de <strong>Cervantes</strong>, Pastor [1999: 383-386], donde destacábamos la obra de la generación<br />
de vihuelistas precedente a nuestro autor y el estudio más amplio en Pastor [2005]. Los mejores<br />
estudios de conjunto de la música española del finales del XVI y principios del XVII se podrán ver<br />
en las tesis doctorales de Sanhuesa Fonseca [1997] y Schwartz [2001], así como los trabajos de<br />
Fernández Martín [1988], que estudia la relación entre comediantes, músicos, esclavos y moriscos<br />
en el Valladolid de finales del XVI; Noone [1998], centrado sobre la música litúrgica con los<br />
Habsburgo; Perkins [1999], que enmarca la producción española en el contexto del renacimiento<br />
europeo; Stein [1993], orientado hacia la producción dramática y con el punto de partida en el éxito<br />
de Lope, y, finalmente, Stevenson [1961], cuya obra nace de sus investigaciones en los archivos de<br />
la Catedral de Sevilla.<br />
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Juan José PASTOR COMÍN<br />
embargo, al igual que hemos hecho con el resto de figuras arquetípicas y anónimas<br />
que pueblan toda su producción y que, considerando los análisis precedentes,<br />
han sido integradas en la ficción de tal modo que su presencia se ha revelado<br />
siempre pertinente en la encuesta de su sentido último, es necesario relacionar<br />
a nuestro autor con personajes próximos o familiares vinculados de algún modo a<br />
la actividad <strong>musical</strong> con el fin doble de contextualizar otras posibles referencias<br />
artísticas así como el de determinar el origen de una afición que se traduce en un<br />
conocimiento musicológico importante diseminado en toda su obra.<br />
Comencemos con el padre de nuestro autor, Rodrigo de <strong>Cervantes</strong>, bastante<br />
mal conocido por su condición más que discreta [Canavaggio, 2003: 53].<br />
Aquejado de sordera desde la infancia, esta llega a ser absoluta en su vejez.<br />
Conoció el éxito en los años anteriores a la desunión de la familia, cuando los<br />
<strong>Cervantes</strong> estaban en primera fila en la villa del cardenal Cisneros. De él nos ha<br />
llegado su afición por la vihuela y participación en torneos y juegos ecuestres en<br />
los que a la buena sociedad le gustaba brillar 2 • Astrana incide nuevamente en su<br />
saber <strong>musical</strong> al describir el carácter de la madre de <strong>Cervantes</strong>, doña Leonor de<br />
Cortinas, ante la adversidad de su destino:<br />
Cuando nos la imaginamos aceptando el amor de un hombre<br />
probablemente huraño y retraído, como suelen ser los sordos, aunque<br />
Rodrigo dijérase jovial y muy aficionado a la música; sufriendo con<br />
entereza el rosario de calamidades que se cernió sobre aquella familia:<br />
la desgracia de las hijas, el cautiverio de los hijos, la prisión del esposo,<br />
la penuria constante del hogar, la peregrinación azarosa de un sitio a otro<br />
en busca de un mejoramiento de fortuna que no llegó jamás. [Astrana<br />
1948/58: 1,191]<br />
Entre las dificultades que sobrevinieron a la familia debemos destacar el<br />
impago de un préstamo de cuarenta mil maravedíes para pagar a un acreedor<br />
llamado Gregorio Romano [Canavaggio, 2003: 59] que supuso el encarcelamiento<br />
y una relación de embargo que nada oculta de la indigencia del cirujan0 3 •<br />
2 Dado que su dolencia le impedía seguir las huellas de su padre, decidió ejercer como<br />
médico-cirujano, oficio despreciado en una época donde el cirujano, barbero, si se terciaba, era<br />
poco más que un simple artesano. Vid. Sliwa [1997: 175-179].<br />
3 El teniente de merino mayor de Valladolid, García de Medina, procedió a embargar los<br />
bienes de Rodrigo de <strong>Cervantes</strong> y los de su hermana. Ante el escribano Francisco Mateo de<br />
Morillas y en presencia de varios testigos, se presentó en el piso bajo de la casa del barrio de<br />
Sancti Spiritus (extramuros de la villa) y trabó los bienes siguientes: «Primeramente, una manta<br />
frazada blanca. -Otra colorada. Más cuatro sábanas. -Más otras dos mantas frazadas viejas. -Más<br />
tres almohadas de cama, las dos llanas y la una labrada. -Más unas calzas amarillas. -Más un jubón<br />
blanco. -Más un sayo pardo, viejo. -Más cuatro colchones. -Más un repostero, con las armas de<br />
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<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
Confinado el 2 de julio de 1552, Rodrigo se enterará dos días más tarde de que<br />
sus bienes, entre los que se encontraba una vihuela, han sido confiscados. Esta<br />
afición paterna, indudablemente, tuvo que dejar huella de algún modo en el<br />
escritor. Sería sencillo aludir como prueba de ello a las veces que <strong>Cervantes</strong><br />
alude a este instrumento en sus obras\ aunque -dada su asunción convencional<br />
en buena parte de la literatura áurea [Salomón, 1985: 442]- creemos que la<br />
verdadera influencia <strong>musical</strong> de Rodrigo de <strong>Cervantes</strong> sobre su hijo se sitúa en el<br />
ámbito de las relaciones sociales que le procuró al aproximarle a la cercana tutela<br />
de dos personajes singulares: Alonso de Vieras y Alonso de Getino de Guzmán.<br />
Tras la estancia en Valladolid, debemos a Astrana Marín el descubrimiento del<br />
testimonio del asentamiento de la familia <strong>Cervantes</strong> en Córdoba [Canavaggio,<br />
2003: 62], donde debió de transcurrir la primera etapa de formación de nuestro<br />
autor. Aunque los documentos no nos informan acerca de estos primeros años de<br />
estudio podemos realizar una composición de lugar más o menos aproximada. Si<br />
recordamos las relaciones de amistad, indudables y patentes [Astrana, 1948/58:<br />
1, 314 Y ss.] entre la rama de los <strong>Cervantes</strong> venidos de Granada a Córdoba<br />
(Gonzalo de <strong>Cervantes</strong> y Beatriz de Vieras, su mujer, y sus hijos Álvaro de<br />
<strong>Cervantes</strong>, Alonso de Vieras, Alejo de <strong>Cervantes</strong>, Claudia de Vieras y María<br />
un castillo y unas cruces. -Más un tapiz de verdura. -Más una alhombrilla. -Más un chapeo de<br />
terciopelo con un cordón de seda. -Más unos zapatos de terciopelo. -Más otra alhombrilla vieja.<br />
-Más cuatro almohadas de estrado. -Más una silla de cuero. -Más tres libros, el uno de Antonio, y<br />
el otro de Prática de zurogía, y otro Libro de las cuatro enfermedades. -Más una espada. -Más un<br />
cofrecillo de joyas. -Más unas chinelas de raja. -Más una vihuela. -Más otra almohada de cama con<br />
su lana [ ... ]» [Astrana, 1948/58: 1, 271]. En su comentario a la relación precitada Astrana señala<br />
lo siguiente: «Don José Gómez Ocaña, en su elegante obrita El autor del «Quijote» (Madrid,<br />
1914, pág. 32), cree que quien tocaba tal vihuela era doña María y no Rodrigo, pues «este no tenía<br />
ni humor ni oído para tocarla». Yo opino lo contrario. <strong>La</strong> sordera de Rodrigo no sería entonces<br />
tan acentuada como en su vejez. <strong>La</strong> excesiva afición de los platicantes y barberos a la vihuela es<br />
motivo de frecuentes pullas en nuestros clásicos. Según Quevedo, tenían «guitarra gratis data»<br />
[Astrana, 1948/58: 1, 272].<br />
4 Vid. <strong>La</strong> ilustrefregona ledo 2001: 388, soneto del paje] y Don Quijote [Il, XII, 723], donde<br />
don Quijote templa un «laúd o vigüela». Cuando estudiemos los instrumentos en <strong>Cervantes</strong> nos<br />
ocuparemos de la vihuela detalladamente. Sin embargo, conviene citar los siguientes trabajos:<br />
Harder [1992: 14-18] ofrece una bibliografía crítica sobre el instrumento y sintetiza los elementos<br />
básicos en su evolución; Harder [1992: 27-30] expone las diferentes formas de tocar la vihuela.<br />
De carácter general contamos con los estudios de Arco y Garay [1951: 537-538], Haywood [1948:<br />
143-144], Istel [1927: 443-444]; Gallego [1990: 10] y Querol [1949: 140-141]. Sobre los problemas<br />
de afinación, vid. Salazar [1948: 223-234], y Otaola [1997: 147-162], quien estudia su afinación<br />
en Bermudo, resaltando el valor de la afinación en la vihuela común. De la confusión con el laúd<br />
y otros instrumentos de púa, vid. Bellow [1970: 56-57], quien se detiene en los compositores para<br />
este instrumento en el XVI: Milán, Narváez, Mudarra, Valderrábano, Pisador, Fuenllana, Venegas,<br />
Mateo Aranda, Diego Ortiz en pp. 56-64; Fresno-Robles [1992: 163] desarrolla la transformación<br />
de la vihuela en la guitarra según el Tratado de los instrumentos <strong>musical</strong>es de Bermudo; Griffiths<br />
[1988: 61 y ss.] examina el repertorio de la vihuela en el XVI.<br />
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Juan José PASTOR COMÍN<br />
de <strong>Cervantes</strong>), ¿no es probable que, teniendo Alonso de Vieras academia o escuela<br />
de enseñar a leer y escribir, fuese <strong>Cervantes</strong> a ella enviado? Y si sobrinos de<br />
Alonso fueron, como hijos de su hermano Alejo, Gonzalo de <strong>Cervantes</strong> Saavedra<br />
y Alonso de <strong>Cervantes</strong> Sotomayor, de quienes ha sido confirmada la amistad<br />
con Miguel de <strong>Cervantes</strong> [Astrana, 1948/58: 1, 334], probablemente podamos<br />
admitir una estancia común y definitiva en la escuela de Alonso de Vieras.<br />
Envejecido y enfermo, su hermano Álvaro de <strong>Cervantes</strong> había sido maestro<br />
de capilla de la Catedral de Córdoba desde 1548 y Alonso de Vieras -que<br />
ya había disfrutado del cargo anteriormente- le sustituyó en parte de sus<br />
obligaciones, quedando rebajado a satisfacción propia, en 1553, a maestro de<br />
mozos de la misma CatedraP. Sacerdote, y bastante aficionado a las mujeres 6 ,<br />
vivía en unas casas de la collación de San Juan, en el barrio de Castellanos y allí<br />
había establecido, desde varios años atrás, una academia, donde enseñaba a leer<br />
y escribir, latín, gramática y canto llano y de órgano, de fama tan acreditada que<br />
hasta de los Ángeles (México) vino a Córdoba don Francisco Cárcamo a poner a su<br />
hijo, de diez años, en ella para que recibiese aquellas disciplinas 7 • Hoy sabemos<br />
que en dicha escuela se educó sin duda el célebre músico y teólogo cordobés<br />
F emando de las Infantas 8 •<br />
5 Se exoneró de este servicio en 15 de junio de 1554. Los achaques de Álvaro de <strong>Cervantes</strong><br />
le impulsarían a ejercer de nuevo el cargo de maestro de capilla en 1556; lo dejó, y otra vez volvió<br />
a serlo desde II de mayo de 1562 hasta su muerte, acaecida en octubre de 1576. Vid. Astrana<br />
[1948/58: 1,314].<br />
6 Además de las hijas que tuvo, el siguiente documento parece aludir a un asunto de faldas,<br />
y no sacerdotales: «9 de Marzo de 1525. -Escritura otorgada por Alonso de Vieras, capellán en la<br />
Iglesia Catedral de Córdoba, concediendo su perdón a Jerónimo de Morales, cantor y criado del<br />
conde de Ureña, el cual, dos meses antes, estando en la villa de Osuna, le dio una cuchillada en<br />
la cabeza, de cuya herida ya estaba curado». (Archivo de Protocolos de Córdoba. -Oficio 16, tomo<br />
2, fol. 49).<br />
7 «\.o de Marzo de 1545. -Escritura que otorgó don Francisco Cárcamo de Figueroa, hijo de<br />
don Alonso de Cárcamo, difunto, vecino de la ciudad de los Ángeles en la Nueva España, poniendo<br />
a su hijo Francisco Cárcamo de Figueroa, de diez años de edad, a cargo del maestro de capilla<br />
Alonso de Vieras, para que durante cinco años le enseñase a leer y escribir, latín, gramática y canto<br />
llano y de órgano (Archivo de Protocolos. -Oficio 16, tomo 21, sin foliar». Vid. también Astrana<br />
[1948/58: 1,316].<br />
8 Sus composiciones le dieron fama, llamaron la atención del Obispo de Córdoba y en la Corte<br />
el teólogo-músico gozó de la especial protección, primero, de Carlos V y después de Felipe !l, de<br />
quien era amigo personal. En 1572 se trasladó a Roma, donde hizo gran amistad con Tomás Luis<br />
de Victoria. Cuando contaba 50 años de edad se ordenó sacerdote en Roma (casi al mismo tiempo<br />
que Victoria), y desde entonces se consagró exclusivamente a la teología. Fernando de <strong>La</strong>s Jnfantas<br />
es especialmente célebre por haber sido protagonista en la historia del canto litúrgico, debido al<br />
hecho siguiente: el Papa Gregorio XJJr nombró una comisión de técnicos <strong>musical</strong>es presididos<br />
por el genial maestro italiano Palestrina. con el fin de que fueran corregidos los libros de melodías<br />
gregorianas. En época del compositor se editaron varias obras suyas en Venecia, entre ellas Plura<br />
322
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
Pero la academia de Vieras era de orden elemental y muy particular y, por<br />
acreditada que estuviese, en modo alguno podía llenar las necesidades de una<br />
ciudad como Córdoba que pronto vería cómo la llegada de la Compañía iba<br />
a remediar estas deficiencias educativas 9 • Al margen de la cuestión sobre los<br />
tratados y manuales que sirvieron en la educación del joven Miguel lO , cabe<br />
destacar la afinnación de Astrana, quien subraya que<br />
en cuanto a los cervantistas que le atribuyen conocimientos <strong>musical</strong>es,<br />
a causa de lo mucho y bien que en sus obras resuenan los cantos, los<br />
coros, los instrumentos, el elogio de las entonadas voces y la exactitud<br />
con que habla de la música y su tenninología en general, se les ofrecerá<br />
desde ahora un asidero, por ser el arte de Euterpe disciplina que enseñaba<br />
Vieras, quien pudo inculcarle o apuntarle esta afición con algunas<br />
nociones rudimentarias de solfa. <strong>La</strong> música en los niños se desarrolla<br />
a veces antes que la lectura. Por lo demás, en la casa de <strong>Cervantes</strong> no<br />
faltaba una vihuela. [Astrana, 1948/58: 1, 344]<br />
Junto a Alonso de Vieras, cuya influencia en los primeros años de nuestro<br />
escritor hubo de ser detenninante, encontramos la constante figura protectora<br />
y siempre vigilante de Alonso Getino de Guzmán. Hacia 1566 Rodrigo de<br />
modulationum genera (1579), que contiene piezas de contrapunto basado en el canto llano; figuran<br />
otras, igualmente, en colecciones de la época.<br />
9 Se explican, pues, los esfuerzos de Juan de Ávila con el municipio en favor de un Estudio<br />
general. Tal interés seguía mostrando que, de nuevo, en 1550 concurrió al cabildo celebrado por<br />
la ciudad ellO de enero para tratar del asunto. Un año más tarde los regidores volvían a ocuparse<br />
de él en las sesiones de 14 de enero, 5 de marzo y 22 de junio. En las dos primeras se leyeron<br />
sendas peticiones del mismo maestro. Mas se adelantaba poco. Entonces el insigne místico pensó<br />
en la Compañía de Jesús, que ya había fundado colegios en Coimbra (1542), Alcalá de Henares<br />
(1543-47), Valencia (1544), Barcelona (1545), Valladolid (1545-54), Gandía (1546-47), Zaragoza<br />
(1547-54), Salamanca (1548-51), Burgos (1550-55) y Medinadel Campo (1551-55).Aunque hoyes<br />
puesta en entredicho la formación jesuítica de <strong>Cervantes</strong> (Canavaggio, 2003: 16 y ss) es innegable<br />
que nuestro autor observó y aprendió del teatro de la Compañía durante sus años de juventud buena<br />
parte de los recursos que emplearía posteriormente en sus comedias. Vid. Menéndez Peláez [1995:<br />
190 y ss.] y Quiñones Mendoza [1992: 95-99].<br />
10 «Se ha supuesto si, por el bello carácter de su letra, manejaría el tratadito de Juan de lcíar,<br />
padre de la caligrafia española, que enseñó a escribir al príncipe don Carlos, y famoso matemático<br />
vizcaíno, citado en el Viaje del Parnaso (VII, 60), Recopi/acion svbtilissima intitvlada orthografia<br />
practica (Zaragoza, 1548), y aun los posteriores del mismo, Arithmetica practica (Zaragoza, 1549),<br />
Nuevo estilo de escreuir cartas mensageras (Ídem, 1552) y Arte svbtilissima, por la qual se enseña<br />
a escreuir perfectamente (ldem, 1555). Lo juzgo dificil. Eran opúsculos demasiado recientes -el<br />
postrero, a la sazón por publicar-, que conocería después. Alonso de Vieras, cuya academia<br />
databa de años anteriores, tendría otros métodos, propios o ajenos. Tampoco se nos antoja factible<br />
su acceso en ella a los llamados Libri minores: requerían ya ciertos adelantos latinos» [Astrana,<br />
1948/1958: 1, 343].<br />
323
Juan José PASTOR COMÍN<br />
<strong>Cervantes</strong> se traslada a Madrid y allí da con este personaje que, tras haber vivido<br />
cierto tiempo en Sevilla, había tomado el camino hacia el interior. Organizador<br />
titular de las fiestas y espectáculos de la joven capital, debió de gozar de una<br />
envidiable posición si se compara con la suerte común de los cómicos. Según<br />
indican algunos documentos, Getino de Guzmán estuvo hospedado en la casa de<br />
Rodrigo de <strong>Cervantes</strong>. Parece ser que solo trabajaba con Rueda en determinadas<br />
ocasiones, pues «no anda en compañía del dicho Lope de Rueda para hacer<br />
las comedias y regocijos que hace, porque este testigo es casado y reside en la<br />
corte», aunque entiende de bailes y músicas, «por ser danzante e tañedor e usar<br />
de ello por su pasatiempo» [Astrana, 1948/58: 1, 440-441]. En realidad, este<br />
entendimiento no era sino profesión, dado que su condición de músico y bailarín<br />
no la abandonó ni aun cuando en Madrid le hicieron alguacil de la villa.<br />
Esta figura estuvo constantemente presente en la vida del escritor " y propició<br />
sus primeras composiciones de encargo. Como danzante y tañedor ayudaba<br />
en su oficio a las compañías de cómicos que daban funciones en las posadas y<br />
corrales de Madrid. Era singular, a lo que parece, en la disposición de la escena y<br />
entendido en invenciones y danzas para fiestas: levantar arcos, poner colgaduras<br />
y elaborar cartelas simbólicas y figurones alegóricos eran algunos de los aparatos<br />
de pompa y esplendor que en las grandes solemnidades de la Corte, bautizos de<br />
príncipes o danzas para el Corpus, el Ayuntamiento le encargaba, solo o en unión<br />
II Al margen de su influencia artística sobre <strong>Cervantes</strong> y su condición de músico, Alonso<br />
Getino de Guzmán ejerció un gran ascendente personal sobre <strong>Cervantes</strong>, veló constantemente por<br />
los intereses de la familia y fue su primer fiador en la adversidad. En los últimos meses de 1569,<br />
ya en Italia, <strong>Cervantes</strong> entró como camarero de monseñor Acquaviva, para lo cual le exigieron<br />
referencias: el 22 de diciembre de 1569 Rodrigo de <strong>Cervantes</strong> certifica ante el teniente corregidor<br />
de Madrid, Duarte de Acuña [Astrana, 1948/58: 11, 238], que Miguel no es bastardo y que entre<br />
sus ascendientes no se encuentran ni moros, ni judíos, ni conversos, ni reconciliados por el Santo<br />
Oficio. Esta fórmula clásica de limpieza de sangre tuvo que ser corroborada por tres testigos,<br />
uno de los cuales fue Getino de Guzmán, quien probablemente se prevaliera de su condición<br />
de oficial de justicia al ejercer en la capital las funciones de alguacil [Sliwa, 2001: 134]. Tal y<br />
como dice Canavaggio, «¿puso Getino la amistad por delante de los deberes de su cargo? ¿Aceptó<br />
presentar un testimonio de complacencia haciéndose garante de la honorabilidad de un condenado<br />
en rebeldía? A decir verdad, el alguacil se limitó a confirmar las declaraciones de la carta de<br />
Rodrigo, sin hacer referencia a lo que hoy llamaríamos el certificado de penales de Miguel» [2003:<br />
88]. Casi diez años después, y tras el primer intento de evasión en Argel, la familia de <strong>Cervantes</strong><br />
inicia las primeras gestiones para su liberación. Rodrigo trata en vano de recuperar en dos ocasiones<br />
en 1576 un dinero -ochocientos ducados- que desde diez años el licenciado Pedro Sánchez de<br />
Córdoba le adeuda; vende parte de sus bienes; por tres veces dirige sin éxito una petición de<br />
ayuda al Consejo de Castilla y al Consejo Real. Solamente conseguirán un préstamo de sesenta<br />
ducados cuando Leonor se dirige al Consejo de la Cruzada haciéndose pasar por viuda siguiendo<br />
las indicaciones de Getino de Guzmán. Vid. Canavaggio [2003: 132 y 139]. Pueden conocerse los<br />
detalles de las intervenciones de nuestro personaje en la familia <strong>Cervantes</strong> en Astrana [1948/1958:<br />
1,393-395,433,436,440-441; n. 152-157, 161,221,229-231,517,519 (n. 2), 522 (n. 2); 1lI,<br />
18-22,125,133,296,321; V, 369].<br />
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<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
de Diego de la Ostia, vecino de Toledo [Astrana, 1948/58: 1, 153-154]. Ahora<br />
bien, los arcos triunfales y las cartelas iban siempre acompañadas de versos<br />
y jeroglíficos, y en más de una ocasión Getino de Guzmán acudió a un joven<br />
<strong>Cervantes</strong>, quien vio cómo sus primeros poemas ingresaban en la esfera de la<br />
fiesta pública, rodeada de música y baile. Este es el contexto del primer soneto<br />
cervantino conocido, «Serenísima reina, en quien se halla / lo que Dios pudo dar<br />
al ser humano», escrito a propósito de la celebración del nacimiento en 1567 de<br />
la infanta Catalina Micaela, segunda hija de Felipe II e Isabel de Valois.<br />
Esta relación se estrecharía más aún tras la liberación de <strong>Cervantes</strong>, en un<br />
momento en el que nuestro escritor trata de normalizar sus relaciones literarias l2 •<br />
Al margen de la proximidad, incluso fisica, de Getino de Guzmán a la familia del<br />
escritor 13 , este no dejó tampoco de influir en el conocimiento de nuestro incipiente<br />
dramaturgo con autores y aun con los propios diputados de las cofradías de la<br />
Pasión y de la Soledad, entre los que hemos de contar a Pérez de Alcega, buen<br />
amigo de Alonso Getino de Guzmán, que, como sabemos, corrió con las obras<br />
y gastos de la construcción del teatro de la Cruz y nunca se desligó del contacto<br />
con sus antiguos compañeros los actores y aun de procurarles gente nueva para<br />
representar [Canavaggio, 2003: 177]14. Como quiera que fuese, <strong>Cervantes</strong>, desde<br />
mediados de 1583, se entregó de lleno a la vida de escritor teatral, frecuentando<br />
tanto los corrales como las compañías de cómicos y músicos, cuyos azares, tretas<br />
y poco recomendables costumbres conoció en seguida de forma admirable y<br />
12 Durante este tiempo <strong>Cervantes</strong> reanudó el trato con Pedro <strong>La</strong>ínez, su «antiguo y verdadero<br />
amigo», a quien no volviera a ver desde 1575 en Italia, y que ahora proyectaba su casamiento<br />
con doña Juana Gaitán, vecina de Esquivias; con Juan Rufo, entonces en Madrid, que preparaba<br />
la publicación de <strong>La</strong> Austríada [Canavaggio, 1995: 245-246]; con Gabriel López Maldonado,<br />
quien escribía el Cancionero, los dos no vistos tampoco desde los días de Italia; con Luis Gálvez<br />
de Montalvo (el «Siralvo» de <strong>La</strong> Galatea), delicadísimo narrador de sus propios y desgraciados<br />
amores con doña Magdalena Girón en El Pastor de Fílida, novela eglógica próxima a salir a<br />
luz. En fin, haría conocimiento y nueva amistad con don Luis de Vargas Manrique, muchacho de<br />
excelentes disposiciones poéticas [Madroñal, 1997: 93-125], y con Pedro de Padilla, joven aún<br />
y buen repentizador, que el año antecedente (1580) había publicado el harto extenso Thesoro de<br />
varias poesías.<br />
13 En el siguiente documento encontramos testimonio de la relación entre ambas familias:<br />
«Carta de venta y enajenación perpetua por Getino de Guzmán, "alguacil ordinario desta villa de<br />
Madrid", y Juana Bautista, su esposa, a Juana López, viuda de Enrique de Frisa, sastre, de 2678<br />
maravedís de censo y tributo en cada un año que Getino tiene sobre la persona y bienes de Juan de<br />
Torres, librero, vecino de Madrid, los cuales cargan sobre unas casas que poseen en el barrio<br />
de <strong>La</strong>vapiés, calle del Calvario, que llaman las casas del Calvario, y sobre otras casas suyas en<br />
la parroquia de San Sebastián, calle de Francos. -Madrid, 15 de Marzo de 1579» [Archivo de<br />
Protocolos. núm. 855, sin foliar].<br />
14 El vínculo que establece Pérez de Alcega entre <strong>Cervantes</strong> y el mundo del teatro ha sido<br />
bien documentado por Astrana [1948/58: 1, xxxi (n. 2); I1I, 126-128, 153-156,301,321].<br />
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Juan José PASTOR COMÍN<br />
supo traducir en sus textos escénicos con innumerables referencias de índole<br />
metateatral [Hart, 1999: 12 y ss].<br />
Junto a esta generación de personajes que aventaja en edad a <strong>Cervantes</strong> y<br />
cuya influencia procede de la amistad que todos ellos mantuvieron con su padre<br />
Rodrigo, nuestro autor frecuentó y rindió gratitud cuando pudo a otros igualmente<br />
diestros en la música. Entre todos ellos destaca el nombre de Vicente Espinel, a<br />
quien el escritor no olvida ni en Canto de Calíope ni en el Viaje del Parnaso l5 :<br />
Del famoso Espinel cosas diría<br />
que exceden al humano entendimiento,<br />
de aquellas sciencias que en su pecho cría<br />
el divino de Febo sacro aliento;<br />
mas, pues no puede de la lengua mía<br />
decir lo menos de lo más que siento,<br />
no diga más sino que al cielo aspira,<br />
ora tome la pluma, ora la lira.<br />
(<strong>La</strong> Galatea, VI, p. 343)<br />
Estos versos laudatorios de <strong>Cervantes</strong> encontrarían su eco cincuenta años<br />
después en Lope [Pastor, 1998: 641], a quien, según cuenta Montesinos, «los<br />
progresos de la música española le enorgullecían» [1924-25: 153]; Vicente<br />
Espinel aparecerá elogiado en el <strong>La</strong>urel de Apolo [1630: 26-27] como reformador<br />
de la guitarra l6 . De igual modo algunos de los biógrafos de Góngora han<br />
considerado que este tuvo alguna amistad con el poeta rondeño, por ser ambos<br />
poetas amigos del obispo Francisco Pacheco, aunque es probable que tanto uno<br />
como otro tuvieran oportunidad de conocerse por interés puramente artístico,<br />
15 «Este, aunque tiene parte de Zoílo, / es el grande Espinel, que en la guitarra / tiene la prima<br />
y en el raro estilo. / Este que tanto allá tira la barra / que las cumbres se deja atrás de Pindo, / que<br />
jura, que vocea y qu e desgarra, / tiene más de poeta que de lindo» [Viaje del Parnaso 11, v. 148-154].<br />
Marcos de Obregón, alter ego de Espinel, vive en Milán, (durante la Relación tercera, Descanso<br />
V) y concurre a casa del magistrado don Antonio de Londoño (personaje real que aparece con su<br />
propio nombre en la Relación), donde se practica la música hacia 1588; fue organista y maestro<br />
en la corte española de Nápoles con su hija doña Bernardina. Esta tocaba el arpa, el padre la tecla<br />
y con ellos se unía Lucas de Matos en la vihuela de siete órdenes, practicando juegos imitativos<br />
que es lo mejor que Marcos-Vicente ha escuchado en la vida. Vid. Micó [1998: 372]. Para el saber<br />
<strong>musical</strong> de Espinel proyectado sobre su obra literaria, vid. la excelente monografía realizada por<br />
<strong>La</strong>ra y Garrote Bernal [1993].<br />
16 En <strong>La</strong> Dorotea nos dice Gerarda: «A peso de oro habíades vos de comprar un hombrón<br />
de hecho y de pelo en pecho, que la desapasionase destos sonetos, y destas nuevas décimas o<br />
espinelas que se usan; perdóneselo Dios a Vicente Espinel que nos trujo esta novedad y las cinco<br />
cuerdas de la guitarra, con que ya se van olvidando los instrumentos nobles [ ... ]» [1632: 154].<br />
326
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
ya en Salamanca, ya en Córdoba, al margen de esta amistad común 17 • Al igual<br />
que Góngora, Espinel gozará, tanto por su obra como por su persona, de la más<br />
alta estima por parte de <strong>Cervantes</strong>, dado que, junto a Quevedo, es el único poeta<br />
ensalzado en el Viaje del Parnaso por boca de Apolo [Asensio, 1973: 180r 8 •<br />
Su condición de maestro de capilla en San Andrés de Madrid 19 le sirvió para<br />
profundizar en sus conocimientos de composición -cuyo examen de la relación<br />
entre música y texto dio lugar a una nueva forma estrófica 20 - hasta el punto de<br />
atribuírsele la adición de una cuerda más a la guitarra 21 •<br />
17 «En 23 de agosto del año 1587 entró en la ciudad el nuevo obispo don Francisco Pacheco,<br />
que lo era de Málaga y había estado en Salamanca pocos años antes, cuando Góngora seguía sus<br />
estudios. Era amigo de los hombres de letras, protector de Vicente Espinel y de los hermanos<br />
Alderetes» [Artigas, 1925: 61]. Vid. Pastor [2003: 153] y Schwartz [2001: 139-140].<br />
18 En <strong>La</strong> adjunta al Parnaso <strong>Cervantes</strong> recuerda así Espinel: «Al famoso Vicente Espinel<br />
dará vuesa merced mis encomiendas, como a uno de los más antiguos y verdaderos amigos que<br />
yo tengo». Haywood ha utilizado esta amistad para defender a un <strong>Cervantes</strong> intérprete de guitarra<br />
(atribución que discutiremos más tarde): «<strong>Cervantes</strong> was welI acquainted with Vicente Espinel,<br />
who in addition to being poet, novelist, soldier, vagabond and priest was also a composer and a<br />
celebrated guitarrist. The autor of Don Quixote knew and admired Espinel's picaresque novel, Vida<br />
del Escudero Marcos de Obregón, whose pages are filIed with illuminated information on <strong>musical</strong><br />
life in Spain in the sixteenth century» [Haywood, 1948: 145].<br />
19 «On con"oit mieux maintenant la véritable libération que dut représenter pour lui la<br />
fonction de maestro de capilla rattachée a la paroisse San Andrés de Madrid, fonction qu'il<br />
assuma a partir de mai 1599. Le musicien et le poete alIaient désormais s'épanouir ensemble.<br />
L'évocation de cette période féconde est particulierement bien venue. On a longtemps pn!té au<br />
riche Espinell'invention de la cinquieme corde de la guitarre, et celle de la décima dite espinela»<br />
[Mercadier, 1962: 89]. El libro de Haley [1959] reseñado por Mercadier fue el primero en estudiar<br />
la integración del saber <strong>musical</strong> de Espinel en la narrativa picaresca del Marcos de Obregón, así<br />
como en establecer la identidad entre biógrafo-narrador y biografiado lHaley, 1959: 73-80].<br />
20 <strong>La</strong> décima-espinela constituye un interesantísimo producto de la reflexión sobre la cadencia<br />
versal y rima de los textos cantados, en un esfuerzo por adecuar y distribuir las asonancias finales<br />
a las cadencias melódicas. Prueba de la naturalidad final de este hallazgo fue su popularización<br />
y pervivencia en el folklore de la península e hispanoamericano. Vid. especialmente Siemens<br />
Fernández [1995: 361-367], donde se analizan los antecedentes de su forma <strong>musical</strong> definitiva y se<br />
incide en su ductilidad como patrón adecuado para la repentización de textos improvisados.<br />
21 A principios del XX existe un controvertido debate sobre qué cuerda añadió Espinel a<br />
la guitarra, bien la prima -como parece sugerir <strong>Cervantes</strong> y posteriores biógrafos- bien la<br />
quinta, que fue lo que efectivamente ocurrió. Rodríguez Marín se hizo eco del mismo y lo zanjó<br />
del siguiente modo: «Guardia afirma en nota de su edición, pág. 25 que Espinel, «bon poete et<br />
excellent musicien, est I 'inventeur de la chanterelIe, prima en espagnol». ¿Qué será que, con raras<br />
excepciones, enseguida que un literato español ultrapirinea un poco, propende con irresistible<br />
prurito a ver en su patria la falsa España de pandereta y disparates descubierta y explotada por<br />
muchos extranjeros, y aun por algunos malos españoles? Guardia debió de discurrir de esta manera:<br />
«Sábese desde ha mucho tiempo que Espinel añadió una cuerda a la guitarra; y pues <strong>Cervantes</strong>,<br />
contemporáneo del poeta y músico rondeño, dice que este "en la guitarra tenía la prima", claro<br />
es como el agua que la cuerda que añadió fue la prima y no otra». Y fue lo peor que, como al<br />
decir del refrán, «todo se pega menos lo bonito», don Juan Pérez de Guzmán, paisano de Espinel<br />
327
Juan José PASTOR COMÍN<br />
Pardo Tovar ha glosado el cierto paralelismo existente en las vidas de estos<br />
dos autores -solo tres años más joven que <strong>Cervantes</strong>, Espinel viajó a Italia en<br />
158J22 y fijó finalmente su residencia en Madrid [1961: 6-30]-, y ha situado <strong>La</strong><br />
vida del escudero Marcos de Obregón (1618) en relación con la ruina caballeresca<br />
parodiada en Don Quijote 23 como visión complementaria -aunque no menos<br />
y autor -entre una muchedumbre de libros en cuya portada debería escribirse caute lege- de<br />
un estudio titulado Vicente Espinel y su obra, que va al frente de la linda edición del Marcos<br />
de Obregón, publicada en 1881 por la Biblioteca «Arte y Letras» de Barcelona, ya asentó (pág.<br />
XXIII) como cosa incontrovertible que su biografiado aumentó a la guitarra «la quinta cuerda, a<br />
que llamamos prima»; de donde probablemente ha tomado este disparate el que redactó el artículo<br />
Espinel para la rica Enciclopedia de Espasa. «Lo cierto en este punto, y lo sabido como tal desde<br />
mucho antes que desbarrasen Guardia y Pérez de Guzmán, es lo que en 1920 resumió don Ricardo<br />
Aguirre en su erudito artículo titulado Noticias para la historia de la guitarra, publicado en la<br />
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos: «en el siglo XV -dice- [la guitarra] se diferenciaba<br />
poco de la forma actual, aunque era más pequeña y solo constaba, a lo más, de siete cuerdas en<br />
cuatro órdenes, o sea tres cuerdas suplicadas y una sencilla, que era la prima, las cuales se tañían<br />
rasgueado para acompañar los bailes y canciones populares». En el siglo XVI -añade- «había<br />
seguido usándose generalmente la guitarra con sus cuatro órdenes, hasta que el poeta y maestro<br />
de capilla Vicente Espinel, hacia 1570, le añadió el quinto». El quinto y no la prima, contra lo que<br />
por ignorar el significado, y aun la existencia, del modismo tener la prima en un arte o facultad,<br />
entendió el menorquín Guardia y copió, con su acostumbrada ligereza, el paisano de Espine\. Años<br />
después que el quinto se añadió el sexto, como dice el maestro Felipe Pedrell en su Diccionario<br />
técnico de la música (Barcelona, 1894), y quedó la guitarra, en cuanto a su cordaje, tal como la<br />
pinta nuestra copla popular: <strong>La</strong>s cuerdas de mi guitarra / yo te diré cuántas son: / prima, segunda<br />
y tercera, / cuarto, quinto y el bordón» [Rodríguez Marín, 1935: 188-189]. Vid. también Schwartz<br />
[2001: 141 y ss.]<br />
22 «The amount of time that Espinel spent in the employ of any single nobleman cannot be<br />
established, but the poet, composer and guitarist worked in the aristocratic courts ofSpain and Italy<br />
for sorne years. He travelled to Milan in 1581 in the company ofthe duke ofMedina Sidonia; while<br />
there he seems to have been under the protection of Ottavio Gonzaga. After his return to Spain<br />
Espinel was attached to the court of the count of Lemas in Valladolid, and probably spent sorne<br />
time in the company of Don Antonio Álvarez de Toledo, V duke of Alba, judging from the contents<br />
of his Diversas rimas of 1591» [Schwartz, 200 1: 517].<br />
23 «Si el ideal caballeresco -exaltación del valor, de la generosidad y del espíritu de<br />
aventura- pudo llegar a ser blasón de una raza y rasgo constitutivo del genio nacional, en la<br />
realidad de las clases desposeídas surgió la figura del pícaro como necesaria contrapartida del<br />
caballero. Este sueña y discurre por los caminos de la exaltación imaginativa; aquel se ingenia<br />
para sobrevivir. Si el caballero es el fruto del ocio afortunado, el pícaro es el producto natural<br />
de una economía minada en sus cimientos por la expulsión de los judíos españoles [recogida en<br />
Don Quijote], por la despoblación de la península y por el ocio inveterado de sus gentes. A mitad<br />
del camino que va del pícaro al caballero encontramos al escudero, al servidor de agudo ingenio,<br />
fecundo en recursos, eterno gracioso y filósofo sin saberlo, cuyo sentido práctico de la vida y cuya<br />
indeleble lealtad son las virtudes que permiten al caballero -a su amo- vivir a espaldas de la<br />
realidad cotidiana. Es bien sugestivo que Espinel se hubiera querido encamar en la persona de un<br />
imaginario escudero, cuyas aventuras y opiniones semiocultan aquellas que vivió y que profesó su<br />
creador» [Pardo Tovar, 196 \: 15].<br />
328
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
idealista- de la España finisecular, dignificando la figura de Sancho Panza en<br />
una transformación autobiográfica del escudero.<br />
Otro nexo común entre ambos escritores y amigos cuya admiración fue<br />
recíproca 14 es su pertenencia a la Congregación del Santísimo Sacramento,<br />
fundada bajo el doble patrocinio del cardenal Sandoval y del duque de Lerma<br />
[Schwartz, 2001: 517]: esta era una academia en la que se cultivaban todas las<br />
Musas por igual con la bendición de Dios, por lo que, junto a Lope, Quevedo,<br />
Salas Barbadillo y Vélez de Guevara, <strong>Cervantes</strong> y Espinel conformaron un<br />
lugar donde música y poesía eran ejercidas bajo el auspicio de un mismo patrón<br />
[Heathcote, 1977: 21]25.<br />
Izquierda: Firma de Rodrigo de <strong>Cervantes</strong>, padre del autor del Quijote [Astrana,<br />
1948/58: 1,271].<br />
Derecha: Firma de Alonso de Getino de Guzmán (Toledo, 19 de enero de 1568)<br />
[Astrana, 1948/58: 1,133].<br />
Arriba: Firma del maestro Vicente Espine1 [Astrana, 1948/58: III, 488].<br />
24 Vicente Espinel, en su poema titulado «<strong>La</strong> casa de la memoria» incluido dentro de sus<br />
Diversas rimas (1591) escribía: «No pudo el hado inexorable avaro / por más que usó de condición<br />
proterva ¡arrojándote al mar sin propio amparo / entre la mora desleal caterva / hacer, <strong>Cervantes</strong>,<br />
que tu ingenio raro / del furor inspirado de Minerva / dejase de subir a la alta cumbre / dando altas<br />
muestras de divina lumbre» [ed. 1980: 118].<br />
25 «Though none of Espinel's works are extant, in 1615 Cristóbal Suárez de Figueroa<br />
declared him famous for his sonadas and cantares de sala. [ ... ] That his pieces were componed<br />
with obbligato guitar parts is almost certain, as Espinel was so reputed as a guitarist and vihuelist<br />
[ ... ]» [Schwartz, 2001: 141]. Isabel Pope en su análisis de la faceta exclusivamente <strong>musical</strong> de<br />
Espinel ha destacado las composiciones que este escribió durante el tiempo que estuvo vinculado a<br />
la Congregación [1958: 137-144]. Astrana ha subrayado la presencia de Espinel en cada momento<br />
de la vida de nuestro autor [1948/58: 1, 301,420 (n. 3); III, 200, 223, 238 (n. 1),250,256,257,363<br />
(n. 1), 403 (n. 1), 487, 488, 505 (n. 1); V, 42, 43 (n. 1), 141, 142, 343, 358 (n. 3), 556; VI, 19, 200,<br />
223*,230,316-317,323,371; VII, 17 (n. 1),57,97,115 (n. 2),118,120*,127 (n. 1), 131, 152,<br />
157, 305,306(Q 1~458,493,528,539(n. I~.<br />
329
Juan José PASTOR COMÍN<br />
Junto a estas tres rubricas capitales que, sin duda alguna, imprimieron en<br />
<strong>Cervantes</strong> la afición por la música encontramos documentada su relación con<br />
otras personas que fueron igualmente consideradas en su tiempo por sus aptitudes<br />
<strong>musical</strong>es. <strong>La</strong> primera de ellas es <strong>La</strong>urencia de Zurita, esposa de Tomás Gracián<br />
Dantisco y cuñada de Lucas Gracián Dantisco, aprobante de <strong>La</strong> Galatea 26 , con<br />
quien unía a <strong>Cervantes</strong> una estrecha amistad. Hoy sabemos que nuestro autor<br />
gozó de un trato familiar con ambos hermanos y que formaron parte de su círculo<br />
social durante los años en que la corte se instaló en Valladolid [Canavaggio,<br />
2003: 282]. Tomás Gracián, secretario de Felipe II, ejerció durante muchos años<br />
el cargo de censor de libros, era diestro en la pintura y compuso un Arte de<br />
escribir cartasfamiliares (Madrid, 1589)27. En medio de este ambiente artístico<br />
frecuentado por nuestro autor se reveló la destreza <strong>musical</strong> de <strong>La</strong>urencia 28 , de<br />
26 Ambos, junto a Jerónimo Gracián Dantisco, fraile carmelita confesor de la archiduquesa<br />
Isabel en Bruselas y, al parecer, también de Santa Teresa, fueron hijos de Diego Gracián del Alderete<br />
-hombre de letras armado caballero de la cofradía de Pedro Ansúrez por el mismo Carlos 1-<br />
y de Juana Dantisco, hermana del humanista polaco Don Juan Dantisco. Vid. Llamas Martínez<br />
[1998: 63-73]. Lucas Gracián Dantisco fue autor del precioso libro sobre buena crianza y policía<br />
de modales, Galateo español, que tuvo muchas ediciones, entre ellas las siguientes: Zaragoza<br />
(1593); Barcelona, Pedro Malo (1595); Madrid (1599); Valencia (160 1); Valladolid (1603);<br />
Medina del Campo (1603); Madrid (I632); Tortosa (1637); Madrid (I664, 1728. 1746), etc. <strong>La</strong><br />
edición príncipe se desconoce; pero a juzgar por la dedicatoria, fechada en Madrid a 10 de enero<br />
de 1582, parece que debió de imprimirse en este año. Desde la de Madrid de 1599 van añadidos dos<br />
tratados: el Destierro de la ignorancia, o Quaternario de avisos, y la Vida de <strong>La</strong>=arillo de Tormes,<br />
castigado. El Galateo español es en parte traducción y en parte imitación del de Juan de la Casa;<br />
y el Quaternario de avisos, del de Horacio Riminaldo. Vid. Chevalier [1991: 153-160]. Lucas<br />
Gracián, que había casado en 1576 con doña Juana Carrillo y disfrutaba de 60.000 maravedíes<br />
anuales de renta y salario por oficio y cargo de la Librería Real de El Escorial, falleció en Madrid<br />
el8 dejuliode 1587. Astrana nos da noticia en [1948/58: Il, 363-365,479 (n. 2); V, 372; VI, 138].<br />
En los últimos años contamos con su reivindicación por parte de crítica <strong>cervantina</strong>. Vid. Chevalier<br />
[2002: 657-672].<br />
27 Tomás Gracián es elogiado en <strong>La</strong> Galatea: «Por la curiosidad y entendimiento / de<br />
Tomás de Gracián, dadme licencia / que yo le escoja en este valle asiento / igual a su virtud,<br />
valor y scientia. / el cuaL si llega a su merecimiento, / será de tanto grado y preeminencia, / que,<br />
a lo que creo, pocos se le igualen: / tanto su ingenio sus virtudes valen» (
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
la que nos han llegado testimonios de admiración de buena parte del contexto<br />
literario del más cercano, entre ellos el de Lope.<br />
Aquel dulce portento,<br />
doña <strong>La</strong>urencia de Zurita, ilustre<br />
admiración del mundo,<br />
ingenio tan profundo<br />
que la fama, la suya, para lustre<br />
de sí misma la pide,<br />
escribió sacros himnos<br />
en versos tan divinos [ ... ].<br />
(<strong>La</strong>urel de Apolo, Silva 1, 1630)<br />
A la presencia de <strong>La</strong>urencia de Zurita en la vida de <strong>Cervantes</strong>, a la que sin duda<br />
conoció y frecuentó, pero sobre la que no nos dejó sino testimonios indirectos,<br />
tenemos que añadir la de la joven Alfonsa González de Salazar, monja profesa en<br />
el monasterio de Nuestra Señora de Constantinopla y a quien <strong>Cervantes</strong> dedicó la<br />
última de sus poesías aparecida en una obra ajena. El soneto es el siguiente:<br />
De Miguel de <strong>Cervantes</strong> Saavedra, a la señora doña Alfonsa González,<br />
monja profesa en el monasterio de Nuestra Señora de Constantinopla, en<br />
la dirección deste libro de la Sacra Minerva.<br />
En vuestra sin igual dulce armonía,<br />
hermosísima Alfonsa, nos reserva<br />
la nueva, la sin par sacra Minerva,<br />
cuanto de bueno y santo el cielo cría.<br />
Llega el felice punto, llega el día<br />
en que, si os oye la infernal caterva,<br />
huye gimiendo al centro y, de la acerba<br />
región, suspiros a la tierra envía.<br />
En fin, vos convertís el suelo en cielo<br />
con la voz celestial, con la hermosura,<br />
que os hacen parecer ángel divino.<br />
y así conviene que tal vez el velo<br />
alcéis, y descubráis esa luz pura<br />
que nos pone del cielo en el camino.<br />
[Obras completas, ed. Á. Valbuena, 1970: 60-61]<br />
331
Juan José PASTOR COMÍN<br />
Este soneto, compuesto a finales de 1615, apareció en la Minerva sacra,<br />
compuesta por Miguel Toledano, un opúsculo poético, hoy sumamente raro<br />
-ciento setenta y una hojas numeradas de texto, más ocho preliminares y<br />
cinco de tabla sin numerar-, de estilo conceptista, remedo del de Alonso de<br />
Ledesma 2Q • En él aparece un grabado de la propia monja, de tan solo diecinueve<br />
años de edad, tocando la lira -trasunto del arpa 30 •<br />
29 Este volumen fue sacado a costa del nuevo editor de <strong>Cervantes</strong>, Juan de Villarroel. Del<br />
licenciado Miguel Toledano se sabe que era clérigo presbítero y natural de la ciudad de Cuenca.<br />
Su relación con <strong>Cervantes</strong> pudo provenir de su yerno Luis de Molina, o mejor, de los licenciados<br />
Francisco Martínez y Luis Antonio Martínez. sacerdotes como él y también naturales de Cuenca,<br />
en cuya casa vivía nuestro autor y con quienes tuvo estrecha amistad hasta su muerte. Astrana<br />
constata que uno de los curas de la parroquia de Esquivias se llamaba Simón Toledano, tal vez<br />
hermano de Miguel Toledano y origen de la relación con nuestro alcalaíno [Astrana, 1948-58:<br />
VII, 413]. En cuanto a Alfonsa González de Salazar hoy sabemos poco más de lo que recoge<br />
este libro: monja franciscana profesa en el monasterio de la Madre de Dios, de Constantinopla<br />
(derruido en 1840), mujer muy bella y de «voz celestial». A estas virtudes hay que añadir la de<br />
poetisa, pues en los preliminares de la Minerva sacra se insertan una décima y un soneto de su<br />
pluma. Quizá fuese familiar de Catalina de Salazar, un motivo más de la injerencia de <strong>Cervantes</strong><br />
en la Minerva sacra, pero todavía no se ha encontrado su nombre en los protocolos de Esquivias ni<br />
en los registros parroquiales. Sainz de Robles [1973] mantuvo esta relación de parentesco bajo el<br />
artículo «Toledano, Miguel». Tal y como señala Baade, «Catalina de Salazar also had familial ties<br />
to the Franciscan order, to which Doña Alfonsa's monastery belonged: her brother (<strong>Cervantes</strong>'s<br />
brother-in-Iaw) Antonio de Salazar was a Franciscan friar, and Catalina herselfbecame a Franciscan<br />
tertiary in 1609. <strong>Cervantes</strong> likewise entered the Order Franciscan Tertiaries as a novice in 1613,<br />
taking his final vows on 2 April 1616» [2001: 19]. Baade ha documentado bien a los padres de<br />
Alfonsa: «The simple explanation may be that Doña María de Salazar and Don Gonzalo González<br />
paid their daughter's dowry because they could afford to pay it, since Alfonsa de Salazar's father was<br />
a prominent and sucessful goldsmith. But the documents pertaining to Doña Alfonsa's recepción<br />
and profesión state empathically: «She does not enter as a singer or player. .. but she will sing and<br />
play and sweep and will do the other things pertaining to her religion such as her superior may<br />
require of her, just as the other daughters of obedience do in said convent» [Baade, 2001: 169].<br />
30 <strong>La</strong> monografía de Calvo Manzano [1999: 11-35] sobre el arpa en <strong>Cervantes</strong> no advierte la<br />
presencia de Alfonsa González de Salazar y ni tan siquiera cita el soneto que nosotros recogemos.<br />
<strong>La</strong> Minerva sacra (Madrid, Juan de la Cuesta, 1616, publicada en edición moderna por Ángel<br />
González Palencia, Madrid, C.S.l.C,) recoge, según la dedicatoria de Toledano, los villancicos una<br />
vez cantados por Alfonsa para que pudiera leerlos en voz alta: «Pareciéndome pues que aviendo<br />
salido celebrados de voz tan divina, era como una cosa contra su misma naturaleza del los no<br />
volverlos al principio de donde salieron, para que en la parte donde cantados se celebraron<br />
fuesen celebrados leydos. He querido demostrar en esta ocasión la obligación que tengo de<br />
servirla, dirigiéndole la primera mies de mi entendimiento, que es esta humilde Minerva, pera<br />
que reciba de su boca, siendo leyda, la honra y favor que mereció recibir siendo cantada [ ... ]"<br />
[Toledano, 1616: xxi-xxii].<br />
332
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
Junto al soneto de <strong>Cervantes</strong> nos encontramos también una décima de José<br />
de Valdivieso que contiene, al igual que el de nuestro autor, una referencia a la<br />
imagen de la monia como ángePI.<br />
MINBItVA SACRA.<br />
COMPVI!STA PO R EL<br />
Limldaclo Mipl Tolcdaao. ClcrilO<br />
PrcsbytCio. DXUntt de la.ciudad<br />
IkCuencz.<br />
DJlUOJDO .A U • .AZ"FON$.A<br />
o-rJr.I(. 4IS.I.c:p, M"'¡. ,...¡,Ifo ftI ,1<br />
M_Jlm.dtl_ M.lKdt DÑs~c ..<br />
-¡".tI- 4t MAdrid.<br />
I<br />
16tl.<br />
CON PIUV1LEGIO •<br />
r<br />
•• M_U. Pod_dcIaCuen ..<br />
y"Mlfl '.'4_4r J.., .. dt Yifl •• _I,MncMtP<br />
'" /.6IV1.t. ",pln_.<br />
Portada de la Minerva Sacra del licenciado Miguel Toledano y retrato de Alfonsa<br />
González de Salazar [Madrid, 1616].<br />
Este tópico será desarrollado tanto en las cromcas de la orden franciscana<br />
hasta bien entrado el siglo XVIIP2 como dentro de las relaciones de la casa de<br />
Lerma 33 y constituye una prueba del reconocimiento literario de estas mujeres<br />
31 «Escribe, pues te la canta 1[ ... ] un ángel, que hasta el cielo I dignos de sus versos lleve»<br />
(Toledano, 1616, Dedicatorias). Esta publicación contiene ciento noventa y cuatro villancicos,<br />
sonetos y romances dispuestos según el calendario litúrgico, más una versificación del Salmo VIII.<br />
(
Juan José PASTOR COMÍN<br />
cuya excelencia en el canto se da dentro de la Iglesia 34 • Y si bien este soneto es<br />
suficientemente revelador, tanto como informante de un hecho social como<br />
por su continuación de la metáfora a la que aludíamos, creemos que, por su fecha<br />
de composición, no es del todo ilícito relacionarlo con una figura del Persiles<br />
que se destaca por encima de las demás por las virtudes de su canto: Feliciana<br />
de la Voz. Si atendemos a la portada de la Minerva sacra, bajo la joven novicia<br />
encontramos el verso del Salmo CXXVII que entona con la lira: «In conspectu<br />
angelorum psallam tibi»35. En este sentido, creemos, no puede ser azarosa la<br />
alusión que el propio padre de Feliciana hace a la voz de una hija que, si bien no se<br />
ha investido de hábito franciscano alguno, sí que se ha transformado en peregrina<br />
-sentido alegórico del tránsito en una celda de clausura- despojándose de las<br />
galas que acreditan su condición notable:<br />
Cuatro estancias había cantado, cuando entraron por la puerta del<br />
templo unos forasteros, a quien la devoción y la costumbre puso luego<br />
de rodillas, y la voz de Feliciana, que todavía cantaba, puso también en<br />
admiración; y uno de ellos que de anciana edad parecía, volviéndose a<br />
otro que estaba a su lado, y díjole:<br />
con varios instrumentos cantavan a coros las Religiosas sagrados Hymnos, con tan nueva dul'Yura,<br />
que parecía que en pureza, y armonía, era un retrato sacado de la imagen que podemos conjeturar<br />
de un coro de Ángeles». Vid. Baade [200 1: 16].<br />
34 Para Baadc, «it is ditTIcult to know to what extent individual Spanish nuns actually achieved<br />
public recognition as singers or instrumentalists. Many ofthe nuns who were well known for their<br />
<strong>musical</strong> talent among their sisters probably remained anonymous to the outsiders who heard them<br />
perfonn from behind the grille» [2001: 19]. A pesar de estas objeciones, un examen detenido de<br />
la nómina de mujeres que desempeñaron una actividad <strong>musical</strong> notable dentro de los conventos<br />
durante el XVII viene a confinnarnos tanto una procedencia próxima al entorno de la corte española<br />
como la excelencia de sus virtudes. Junto a la figura de Alfonsa de Salazar tenemos igualmente a<br />
Doña María Clavijo ya su hennana Doña Ana María, familia ambas de Francisco Clavijo (ti 672)<br />
sucesor de su padre, Bernardo Clavijo del Castillo (ca. 1545-1626), como organista de la Capilla<br />
Real. Vid. Barbieri [1986: 1,141-143]. <strong>La</strong> hija de este último, Bernardina, llegó a ser igualmente<br />
monja en el Monasterio de Santo Domingo el Real y Vicente Espinel en su Marcos de Obregón,<br />
al describir las academias <strong>musical</strong>es que tuvieron lugar en casa de Bernardo Clavijo del Castillo,<br />
dice de ella que fue «monstruo de naturaleza en la tecla y arpa» [161811970: 11, 157].<br />
35 El versículo entero dice así: «Confitebor tibi Domine in toto corde meo quoniam audiste<br />
verba oris mei in conspectu angelorum psallam tibi» Ps. 137.1. <strong>La</strong> cita de este texto es significativa<br />
dado que pertenece al alleluia tanto de la Misa de Todos los Ángeles como a la de San Rafael<br />
Arcángel, con lo que se refuerza notablemente esta asociación entre ángel y religiosa. Asociaciones<br />
similares se dan en las fuentes italianas y son presentadas y discutidas por Kcndrick [1996: 158-163].<br />
quien señala que existe una «universal mental category ofthe monastery as earthly Jerusalem and<br />
its singers as terrestrial angels» e indica que el hecho de que se describa esta música como celestial<br />
no es una mera «fanciful description, but rather a rcalized set of expectations embedded deeply in<br />
Milan's culture» [Kendrick, 1996: 162-163].<br />
334
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
- O aquella voz es de algún ángel de los confinnados en gracia, o es<br />
de mi hija Feliciana de la Voz. [Persiles y Segismunda, I1I, V]36<br />
Espectáculo público y aparato <strong>musical</strong>: traducción textual<br />
Visto lo anterior, en la obra <strong>cervantina</strong> puede apreciarse que tanto los encuentros<br />
vivenciales del autor como los contextos sociales en los que tuvieron origen son<br />
pertinentes para la interpretación de situaciones que en apariencia se perciben como<br />
metáforas fosilizadas. AlIado, pues, de este trato confirmado de personas diestras<br />
en la ejecución <strong>musical</strong>, sabemos que <strong>Cervantes</strong> fue testigo de celebraciones<br />
públicas en las que las capillas <strong>musical</strong>es de los notables del reino tuvieron un<br />
lugar privilegiado. Llegados a este punto desmentimos la idea extendida de que<br />
nuestro autor, al contrario de autores como Lope o Góngora, no conoció a los<br />
músicos aristócratas de su época. Esta idea ha sido sostenida desde Arco y Garay<br />
[1951: 533] hasta los estudios más recientes 37 y defendida únicamente por la<br />
ausencia en su obra de nombres propios. Esto no quiere decir, sin embargo,<br />
que por el mero hecho de que nuestro autor no retuviera la identidad de los<br />
maestros con los que compartió tiempos y espacios físicos, no fuera por esta<br />
razón permeable a la producción <strong>musical</strong> de sus contemporáneos 3s : difícilmente<br />
podríamos de otro modo dar cuenta de buena parte de las escenas en las que se<br />
nos informa de los espectáculos públicos y maravillas donde la música cortesana<br />
36 En el estudio de la voz en <strong>Cervantes</strong> merece ser analizado el personaje de Feliciana de<br />
la Voz. Véase de qué modo nuestro autor describe su investidura de peregrina: «Por esto que<br />
Feliciana dijo, nació en todos un deseo de oírla cantar luego luego, pero no osaron rogárselo,<br />
porque, como ella había dicho, los tiempos no lo pennitían. Otro día se despojó Feliciana de los<br />
vestidos no necesarios que traía, y se cubrió con los que le dio Auristela de peregrina; quitóse un<br />
collar de perlas y dos sortijas; que si los adornos son parte para acreditar calidades, estas piezas<br />
pudieran acreditarla de rica y noble. Tomó las Ricia, como tesorera general de la hacienda de todos,<br />
y quedó Feliciana segunda peregrina, como primera Auristela, y tercera Constanza, aunque este<br />
parecer se dividió en pareceres, y algunos le dieron el segundo lugar a Constanza, que el primero<br />
no hubo hennosura en aquella edad que a la de Auristela se le quitase» [Persiles y Segismunda,<br />
111, IV. p. 660].<br />
37 Entre ellos cabe destacar el de Antonio Gallego: «<strong>Cervantes</strong> no solo no era músico<br />
profesional (ni tenía por qué serlo) como lo habían sido Montemayor, Gil Vicente y Juan del<br />
Encina, sino que apenas se interesa por la música culta de su tiempo o, lo que es lo mismo a<br />
nuestros efectos, esta no aparece reflejada en su obra. Ni un solo compositor de su tiempo, con la<br />
excepción de Vicente Espinel [ ... ] aparece en la obra <strong>cervantina</strong>, ni un solo intérprete o tratadista»<br />
[1990: 3-4].<br />
38 Buena parte de los romances que <strong>Cervantes</strong> recoge fueron musicados por Narváez, Pisador,<br />
Fuenllana, Valderrábano y Milán. Ninguno de ellos es citado, pero quizá resulte más evidente la<br />
ausencia de Luis de Milán, poeta valenciano elogiado por Gil Polo [Gas ser, 1996: 25] y que es<br />
ignorado entre los ciento cuarenta y cinco nombres del Viaje del Parnaso y entre los noventa y<br />
siete del Canto de Calíope en <strong>La</strong> Galatea. Vid. Salazar [1948: 130-131 y 203].<br />
335
Juan José PASTOR COMÍN<br />
es Un elemento imprescindible, descrito y representado detalladamente por<br />
<strong>Cervantes</strong> 39 . Recuérdese la participación de los músicos de la casa de Alba,<br />
Lerma, Pastrana y Lemos 40 COn motivo de la celebración del nacimiento de Felipe<br />
IV en las fiestas que tuvieron lugar en Valladolid en junio de 1605 y de las que se<br />
atribuye Una relación perdida a nuestro autor [Astrana, 1948/58: VI, 36 Y SS.]41.<br />
Ya que no es este el lugar para describir la labor del mecenazgo <strong>musical</strong> de estas<br />
cuatro casas nobiliarias, sí que conviene señalar en todo caso que los medios<br />
<strong>musical</strong>es de que el propio duque de Lerma 42 disponía fueron bien conocidos por<br />
<strong>Cervantes</strong> con motivo tanto de la celebración del nacimiento del infante como<br />
39 Vid. Don Quijote (1, XLIII, 502-504); Don Quijote (11, XXXIIII, 917); Don Quijote (11,<br />
XXXVIII, 945); Don Quijote, (11, LII); Don Quijote (11, LXIII, 1147-(149). Vid. Fernández de la<br />
Torre[1984:9-42]y[1987: 115 Y ss.].<br />
40 No podemos desarrollar con detalle la actividad <strong>musical</strong> de todas estas capillas de las que<br />
nuestro escritor fue testigo, pero conviene señalar al menos tanto las fuentes donde se justifica la<br />
relación de <strong>Cervantes</strong> con cada una de ellas. como aquellas otras en las que se documenta la dotación<br />
y formación de los efectivos <strong>musical</strong>es de cada una de ellas. <strong>La</strong>s relaciones de <strong>Cervantes</strong> con la<br />
casa de Alba -tanto con el 111 como con el V duque- han sido reflejadas por Canavaggio [2003:<br />
151-153 y 184-185] Y la obra monumental de Astrana Marín [1948/58: 11, 21, 160-178, 384-388<br />
(n. 3); III, 117-118, 135-139 (n. 2); IV. 129, 141-143; VI, 36-50; VII, 151] Y su inmenso patrimonio<br />
<strong>musical</strong> en Schwartz [2001: 135-143]. En cuanto al tercer Duque de Pastrana, Ruy Gómez de<br />
Silva, implicado en el suceso de Ezpeleta, conservamos los testimonios de Astrana [1948/58: IV,<br />
45 1; V, 480; VI, 79-82 Y 100] Y Canavaggio nos informa de que <strong>Cervantes</strong> vivió durante dos años<br />
(1609-1611) en la calle de la Magdalena, detrás del palacio del Duque, a unos pocos pasos de la<br />
librería de Robles y de la imprenta de la Cuesta [Canavaggio, 2003: 320]. <strong>La</strong> educación <strong>musical</strong> de<br />
este joven ha sido confirmada por una serie de documentos recogidos por Schwartz: «These reveal<br />
that the fifteen-year-old duke had be en provided with the type of humanist education that neither<br />
his father nor his grandfather had possessed, and was already demonstrating a strong interest in<br />
music.On 18 October 1599 a guitarist named Pierres was given forty-four reales (l 496 mrs) for<br />
remaining at the court for a month to teach the duke how to sing and play, and for "performing<br />
together with him"; "several more payments were made to the musician for entertaining him". It is<br />
likely that Don Ruy had already received sorne initial instruction on the instrument, as in August he<br />
spent four reales (126 mrs) to have the two guitars in his recámara tuned and restrung» [Schwartz,<br />
2001: 444], quien recoge una amplia bibliografía sobre ambas cortes.<br />
41 Tal y como indica López Estrada, «se ha atribuido a <strong>Cervantes</strong> una de las Relaciones de las<br />
Fiestas de Valladolid, celebradas en 1604, con ocasión del nacimiento del príncipe Felipe, (después<br />
IV); no parece que sea cierto, pero sí cabe suponer que las presenciaría en toda su aparatosidad.<br />
Así, por citar un ejemplo, la Relación de las mismas se refiere al faquín en un castillo encima de<br />
un elefante, una hidra vomitando fuego. chirimías y trompetas sonando, un enano, etc., elementos<br />
todos ellos relacionables con la caballería literaria, según dije antes» [1982: 310].<br />
42 No olvidemos la protección del cardenal arzobispo de Toledo, Bernardo de Sandoval y<br />
Rojas, tío del duque de Lerma y a quien seguramente <strong>Cervantes</strong> conociera en una de las reuniones<br />
de la Cofradía del Santísimo Sacramento, testimoniada en los preliminares de la II Parte del<br />
Quijote. Vid. Canavaggio [2003: 389] y, fundamentalmente, Goñi Gaztambide [1980: 125-191].<br />
<strong>La</strong> relación de <strong>Cervantes</strong> con Francisco Gómez de Sandoval y Rojas ha sido subrayada por<br />
Canavaggio l2003: 325 y 333-335] Y Astrana lI948/58: 1,249 (n. 1); IV, 376*; V, 338, 340, 341,<br />
370,408-448,548-568; VI, 147-152, 192-193,371-376; VII; 499-510].<br />
336
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
por su pertenencia a la Congregación de los Esclavos de Santísimo Sacramento<br />
y que su asistencia probada a estas festividades y ceremonias 43 procuraron el<br />
referente de escenas como esta en el palacio ducal cervantino:<br />
Pero un cierto claro escuro que trujo consigo ayudó mucho a la<br />
intención de los duques, y así como comenzó a anochecer un poco más<br />
adelante del crepúsculo, a deshora pareció que todo el bosque por todas<br />
cuatro partes se ardía, y luego se oyeron por aquí y por allí, y por acá y<br />
por acullá, infinitas cornetas y otros instrumentos de guerra, como de<br />
muchas tropas de caballería que por el bosque pasaba. <strong>La</strong> luz del fuego,<br />
el son de los bélicos instrumentos casi cegaron y atronaron los ojos y los<br />
oídos de los circunstantes, y aun de todos los que en el bosque estaban.<br />
Luego se oyeron infinitos lelilíes, al uso de moros cuando entran en las<br />
batallas; sonaron trompetas y clarines, retumbaron tambores, resonaron<br />
pifaros, casi todos a un tiempo, tan contino y tan apriesa, que no tuviera<br />
sentido el que no quedara sin él al son confuso de tantos instrumentos.<br />
Pasmóse el duque, suspendióse la duquesa, admiróse don Quijote,<br />
tembló Sancho Panza, y, finalmente, aun hasta los mesmos sabidores de<br />
la causa se espantaron. Con el temor les cogió el silencio, y un postillón<br />
que en traje de demonio les pasó por delante, tocando en vez de cometa<br />
un hueco y desmesurado cuerno, que un ronco y espantoso son despedía.<br />
[Don Quijote JI. XXXIIII, 917]<br />
<strong>La</strong> situación representada en el palacio de los duques bien podría formar parte<br />
de una «invención», «comedia» o «máscara» de las muchas que, pese a la sobria<br />
predicación que existe sobre Felipe n, era frecuente que se celebraran en la corte<br />
(Ramos, 1995: 26)44. No podemos olvidar que la publicación de la 1 Parte de Don<br />
43 Varias son las fuentes que nos informan sobre las fiestas públicas en España. Entre<br />
los últimos trabajos debemos destacar el de Andrés [1999: 11-17] sobre la preparación de los<br />
espectáculos públicos en la Valencia del XVII; el de Marín Pina [1999: 155-179] sobre las fiestas<br />
en la Zaragoza del XVII y la excelente monografia de Rojo Vega [1999] sobre las fiestas en<br />
Valladolid, donde se recogen las del nacimiento del futuro monarca [1999: 125 y ss.].<br />
44 <strong>La</strong> reina Isabel, hija de Catalina de Médicis y Enrique JI de Francia, había participado en<br />
representaciones palaciegas desde su niñez. Gustaba de las farsas, acciones casi siempre mudas<br />
de llamativos disfraces, montadas no solo en palacio, sino también en casa de doña Juana y en la<br />
de doña María Enríquez, camarera mayor de la reina y duquesa de Alba [González de Amezúa,<br />
1949: 1, 25 y 233]. A la muerte de Isabel de Valois (1568). sus hijas, las infantas Isabel Clara<br />
Eugenia (1566-1630) y Catalina Micaela (1567-1597), quedaron al cargo de la citada María<br />
Enríquez de Toledo. Tanto las infantas como su hermano menor, el futuro Felipe lIl, asistirían a<br />
las representaciones de los niños en el Monasterio del Escorial [Sepúlveda, 1603: 147,45 Y 64J<br />
ya veces incluso les acompañaba su padre [Porreño, 1628: 63]. <strong>La</strong> afición, pues, de Felipe III<br />
venía de su propio padre: con un baile de máscaras, organizado por un Felipe 11 ya mortalmente<br />
337
Juan José PASTOR COMÍN<br />
Quijote coincidió con un momento especialmente «festivo» dentro de la vida<br />
social española: menudean burlas y bufonadas, atrevidas y solapadas alusiones,<br />
juegos verbales, picantes y descarados galanteos. Se descubre el nuevo poder de la<br />
risa que permite el desahogo; en cierto sentido, a través de estas representaciones,<br />
se levanta la cortina del carnaval y, gracias al disfraz, se obliteran las normas de<br />
la vida cotidiana [Redondo, 1984: 181]. <strong>Cervantes</strong> recoge este espíritu burlesco,<br />
lo traslada a su JJ Parte y le confiere una identidad grotesca [Urbina, 1989:<br />
17-33] al revelamos la burla bajo el manto de la admiratio, sirviéndose de la<br />
maravilla y del espant0 45 que los músicos cortesanos causan en el caballero y en<br />
su escudero: «Pasmóse el duque, suspendió se la duquesa, admiróse don Quijote,<br />
tembló Sancho Panza y, finalmente, aun hasta los mesmos sabidores de la causa<br />
se espantaron [...]», acabando Sancho «desmayado en las faldas de la duquesa»<br />
[Don Quijote, 11, XXXIIII, 918 Y ss.].<br />
<strong>La</strong> descripción <strong>cervantina</strong> muestra una gran similitud con algunas de las<br />
relaciones que más adelante veremos. <strong>La</strong> asunción de estos rasgos genéricos<br />
es índice de una doble conformación social y literaria: la publicación de estas<br />
relaciones constituyó un factor conservador y unificador de los espectáculos<br />
públicos. Estos relatos se escribían con la voluntad de superar las crónicas<br />
semejantes precedentes con el fin de que, de este modo, las fiestas referidas<br />
resultaran aún más espléndidas en un magnífico ejemplo de arte literario ancilar<br />
y vocinglero del poder. De este modo se fue consolidando un modelo para<br />
los espectáculos posteriores -en ocasiones muy semejantes a la caballería<br />
andante 46 - en una auténtica carrera de emulaciones. A medida que estas<br />
enfenno, se festejó en 1598 el reconocimiento de Isabel Clara Eugenia y del archiduque Alberto<br />
como soberanos de los Países Bajos. Vid. Llanos [1944: 86). Aquel año, otra máscara, a la que<br />
asistió el propio rey, había festejado la boda de doña Beatriz de Moura con el duque de Alcalá<br />
[Llanos, 1944: 35].<br />
45 En España, los preceptistas aristotélicos López Pinciano en su Philosophía antigua poética<br />
(1596) y Francisco Cascales en sus Tablas poéticas (1617) expusieron con énfasis la necesidad de<br />
admiración, especialmente en la épica. Para el Pinciano, la fábula «ha de ser admirable, porque los<br />
poemas que no traen admiración no mueuen cosa alguna, y son como sueños fríos algunas vezes»<br />
[1596: lI, 56]. Casca les señala que «la admiración es una cosa importantísima en cualquier especie<br />
de Poesía, pero mucho más en la heroica. Si el Poeta no es maravilloso, poca delectación puede<br />
engendrar en los corazones» [1617: 146]. El primero tiende a identificar admirar con conmover.<br />
En otro lugar habla del «mouer o admiración, la qual es vna parte importantísima para vno de los<br />
fines de la poética, digo para el deleyte» [1596: 1,249]. Como función literaria, admirar opera de<br />
distintas maneras y por diferentes causas. Ante todo, parecía ser efecto común y espontáneo del<br />
estímulo que ejerce lo nuevo y lo excepciona y en este sentido no distaba mucho del espanto.<br />
46 López Estrada [1982: 293] subraya la importancia de la tradición medieval que pervive<br />
durante la época de Carlos 1. Sin embargo, el concepto caballeresco en el que toman parte muchas<br />
de estas manifestaciones <strong>musical</strong>es son apreciadas y protegidas más allá del reinado de Felipe<br />
n. Así, el espanto que se provoca en los protagonistas de la novela es similar al que se quiere<br />
traducir en las representaciones del Apocalipsis figurado de los duques de Saboya conservado<br />
338
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
relaciones -publicadas en su mayor parte inmediatamente después de las<br />
fiestas- crecieron en número, estas celebraciones y conmemoraciones se<br />
difundieron aún más por distintos lugares del reino valiéndose de los mismos<br />
motivos o pretextos. En ocasiones asistiremos incluso a la confusión de la ficción<br />
literaria que se proyecta sobre la diversión carnavalesca del mundo real 47 .<br />
Estos efectos sonoros en los que se evidenciaban todas las brillantes<br />
posibilidades de los ministriles de corte eran acompañados, tal y como confirma<br />
<strong>Cervantes</strong>, con fuegos de artificio --«todo el bosque por todas cuatro partes se<br />
ardía»- que permitían la confusión total de los sentidos al tiempo que aglutinaba<br />
las fanfarrias y los acentos militares bajo el fragor de una simulada contienda<br />
bélica [Ferrer Valls, 2002: 257 y SS.]48. En realidad asistimos, sin duda, a uno<br />
en El Escorial desde tiempos de Felipe n, donde las representaciones de Bapteur -uno de los<br />
dos artistas que ilustran el códice- refleja minuciosamente los instrumentos que participan en<br />
semejante pavor. Vid. Álvarez Martínez [1989: 68 y ss.].<br />
47 Hasta nosotros ha llegado una carta de Juan Martínez sobre las Fiestas celebradas en<br />
Zaragoza el 29 de septiembre de 1599, con motivo del viaje de Felipe III y Margarita de Austria,<br />
donde se refiere a la disposición de una escena de torneo en la que se había figurado una montaña,<br />
adornada de figuras mitológicas [Díez Borque, 2002: 48-51]. Esta montaña «tiene siete cuebas<br />
que, por cada una dellas, entraban a caballo armados los torneadores; de estas cuebas salían<br />
muchas diferencias de animales sátiros, centauros [ ... ]». El mejor elogio que se le ocurre escribir<br />
al autor de la carta-relación es este: «no se puede negar sino que la vista era magnífica y que<br />
pareze fábula de libro de caballerías» (Manuscrito 9572, BNM, sigo 2, citado a través de López<br />
Estrada [1982: 297]). Esto ocurre porque, a su vez, los libros de caballerías contenían el mismo<br />
aire que las fiestas. Así se establecía un circuito que, por una parte, corría a través de los libros de<br />
caballerías (ficción del relato que solo podía realizarse en la imaginación del oyente o lector de la<br />
obra) y, por otra, iba por entre los espectáculos que podían vivirse en los núcleos urbanos (realidad<br />
del espectáculo que estimulaba el recuerdo y la emoción de la ficción oída o leída).<br />
48 No solo la compleja iluminación de algunos de estos espectáculos, sino también los fuegos<br />
de artificio podían llegar a complicarse siendo el broche con el que se remataban, al consumirse,<br />
ciertos elementos de escenografía efímera. Es habitual encontrar desde los simples dragones,<br />
serpientes, castillos o galeras que pueden ser quemados en las plazas de la ciudad (y que sin duda<br />
residen en la mente de don Quijote y Sancho), a construcciones más complejas en las que, con<br />
material efímero, se trata de dar cuerpo a escenas alusivas al motivo de la fiesta o a episodios de<br />
carácter histórico o legendario. Así, en Lisboa, entre los espectáculos de fuego con que se agasajó<br />
a Felipe IU en 1619, uno consistió en una galera sobre cuatro ruedas «con toda la proa, popa,<br />
mástiles y remos llenos de invenciones de fuego» que tras dar vuelta a la plaza, acabó ardiendo<br />
[Alenda, 1903: 1, 195]. Más compleja resultó una de las construcciones efímeras confeccionadas<br />
con motivo de las mencionadas fiestas por la beatificación de San Luis Beltrán en Valencia en<br />
1608, en la que se representaba la destrucción de Sagunto, y que contaba con un castillo, un templo,<br />
unas termas y un coliseo, rodeado «de hermosos y soberbios edificios, frisos, pilares frontispicios<br />
y arcos», todo lo cual acabó consumido por las llamas. Vid. González Marín [1997: 121-123].<br />
Otro de los espectáculos de fuegos artificiales ideados para estos mismos festejos consistió en una<br />
escenografía que representaba la ciudad de Troya, de noventa palmos, en cuadrado, en la que se<br />
hizo penetrar un caballo, que acabó, como la ciudad, prendido en llamas, en medio del ruido de<br />
cohetes y artillería [Gómez, 1609: 183-184]. Un espectáculo de gran tradición, muy documentado<br />
ya en la Edad Media, era el que consistía en un simulacro bélico que enfrentaba ejércitos -esa<br />
339
Juan José PASTOR COMÍN<br />
de los fragmentos mejor «orquestados» -en palabras de Clase [1992: 74]- de<br />
toda la II Parte: por esta razón la relación <strong>cervantina</strong> -y empleémosla ahora<br />
de un modo intencional- es precedida por el encabezamiento en el capítulo las<br />
mejores aventuras que en esta grande historia se contiene. Esta espectacular<br />
obertura nos conducirá al encuentro fantasmal -igualmente ambientado sobre<br />
un penitente carro procesional de suaves músicas- en el bosque de Don Quijote<br />
con Merlín quien, bajo la apariencia de la Muerte, le anunciará la cómica fórmula<br />
para el desencantamiento de Dulcinea: los azotes de Sancho -su penitenciason<br />
pronunciados como elemento anticlimático que desvelan con descaro la<br />
burla duca1 49 • <strong>Cervantes</strong>, pues, nos conduce, desde el espanto compartido entre<br />
es la razón de los lelilies citados en más de una ocasión por <strong>Cervantes</strong> (Don Quijote II. XXXIIII,<br />
917)--, con frecuencia moros y cristianos, o que enfrentaba a varios caballeros contra una animal<br />
mitológico o legendario, habitualmente una serpiente o dragón. Este tipo de espectáculos a veces<br />
incluía también elementos de escenografía efímera, como galeras móviles y castillos, y podía<br />
complicarse con fuegos de artificio. Vid. Ferrer Valls [2003: 31]. Veamos algunos ejemplos en<br />
<strong>Cervantes</strong>: «Poco faltaba para llegar el día, cuando los bajeles, cargados con la presa, se hicieron al<br />
mar, alzando regocijados liIíes y tocando infinitos atabales y dulzainas, y en esto vieron venir dos<br />
personas corriendo hacia la iglesia, la una de la parte de la marina, y la otra de la de la tierra, que,<br />
llegando cerca, conoció el jadraque que la una era su sobrina Rafaela, que, con una cruz de cafia en<br />
las manos, venía diciendo a voces: ¡Cristiana. cristiana y libre, y libre por la gracia y misericordia<br />
de Dios!» (Persiles y Segismunda, [\l, cap. XI, p. 718). En El gallardo español aparece dentro de<br />
una acotación: «Suena mucha vocería de «iLi, Ii, Ii!;; y atambores; sale Roama. ROAMA. San<br />
Miguel se ha entrado ya, / y, sobre el muro español, / son tus medias lunas sol, / el más bello que<br />
hizo Alá» (vv. 2620-2624). En Don Quijote vuelven de nuevo a estar presentes: «Afiadióse a toda<br />
esta tempestad otra que las aumentó todas, que fue que parecia verdaderamente que a las cuatro<br />
partes del bosque se estaban dando a un mismo tiempo cuatro rencuentros o batallas, porque allí<br />
sonaba el duro estruendo de espantosa artillería, acullá se disparaban infinitas escopetas, cerca<br />
casi sonaban las voces de los combatientes, lejos se reiteraban los liIilies agarenos. Finalmente,<br />
las cornetas, los cuernos, las bocinas, los clarines. las trompetas, los tambores, la artillería, los<br />
arcabuces, y sobre todo el temeroso ruido de los carros, formaban todos juntos un son tan confuso<br />
y tan horrendo, que fue menester que don Quijote se valiese de todo su corazón para sufrirle» (!l,<br />
XXXIlll, p. 919).<br />
49 Close también ha destacado el carácter translúcido del texto como relación de un<br />
espectáculo público: «The sweet music sounding from Merlin's cart is, as Sancho says, "indicio<br />
de regocijos y fiestas". The whitegowned "disciplinantes de luz" correspond to those habitually<br />
seen in Easter Week processions. In public festivities ofthat epoch, bulls were ofien released with<br />
torches tied to their horns, presumably to make them more intimidating or more visible at night. I<br />
was customary in tourneys, cavalcades, and mock-battles, very much in vogue in civic and court<br />
festivities for the participants to wear Moorish disguise: hence, the lifilies. I was customary to<br />
ponder the extravagance ofthe fire-power employed on these occasions with hyperboles like "casi<br />
cegaron y atronaron los ojos y los oídos de los circunstantes", and normal too, in descriptions of<br />
fireworks, to compare rockets to prodigious comets. And to talk ofblazing castles, seas, and forest.<br />
Festive torches and bonfires where extolled with similar hyperbole: e.g. "parecía que se ardía la<br />
ciudad", "tornaban la noche en día claro". The grandiose triumpha cart described in the Cervantine<br />
"Relación del bautismo de Felipe IV" has a member of curious similarities to the cart of Merlin<br />
and Dulcinea: a "ninfa ricamente vestida" representing Valladolid; a tea m of eight mounted mules,<br />
340
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
lector y protagonistas como recurso de la admiratio en la creación literaria al<br />
distanciamiento más absoluto por la vía de lo grotesco al servirse de una fórmula<br />
anticlimática, a todas luces inverosímil, que transforma una ridícula penitencia<br />
en el centro mismo de un espectáculo público.<br />
Es inevitable, pues, subrayar que el nivel referencial del texto cervantino se<br />
sitúa en espectáculos <strong>musical</strong>es como los organizados por el duque de Lerma 50<br />
y que sin duda presenció <strong>Cervantes</strong>. Hoy conocemos mejor a través de las<br />
crónicas de Narciso Alonso Cortés y de Jerónimo Gascón de Torquemada los<br />
fastos organizados por el Duque con motivo del nacimiento de Felipe IV y que<br />
coincidieron con la visita del embajador inglés Charles Howard de Effingham para<br />
cerrar el tratado de paz entre España e Inglaterra 5 ] . <strong>La</strong>s celebraciones comenzaron<br />
con una máscara a caballo. Tras la entrada oficial de la caballería, una gran<br />
invención, empujada por ocho mulas y con más de cien personas ayudando en su<br />
manej 0 52 entró en la plaza. Sobre una parte del gran carro había un cuadro de las<br />
siete artes liberales con Apolo, cada una de ellas vestida de acuerdo con el arte<br />
representado y unos músicos diestros en instrumentos tales como arpas, vihuelas<br />
with liveries denoting paired opposites such as Day and Night; a consort of musicians playing<br />
harps and lutes, among other instruments» [Clase, 1992: 75-77].<br />
50 Schwartz señala que «the most impact of Don Francisco on the <strong>musical</strong>life of the court<br />
was in his capacity as the unofficial master of ceremonies. Of those festivities known to have<br />
been organized by the duke, two criteria seem to ha ve been applied: lavishness and impact»<br />
[2001: 163].<br />
51 Hemos consultado la edición de principios del XX de Alonso Cortés quien, en su<br />
Relación de lo sucedido en la ciudad de Valladolid desde el punto delfe/ícimo nacimiento del<br />
Príncipe Don Felipe Dominico Victor, nuestro señor, hasta que se acabaron las demostraciones<br />
de alegría que por él se hicieron (1605, Valladolid), describe de modo exhaustivo, en catorce<br />
pequeñas relaciones, el bautismo y las celebraciones que se sucedieron. Junto a este, contamos<br />
con la Relación de las fiestas que se hicieron en Valladolid corte de su majestad por el dichoso y<br />
.felice alumbramiento de la Reyna Da Margarita de Austria nuestra señora y todo lo sucedido en 2<br />
meses después. Recopilado por [ ... ] de la cámara de los Serenísimos príncipes de Sabaya por su<br />
majestad (Madrid, Biblioteca Real, Ms 2807, fol. 247v).<br />
52 «Al compás de la agradable música vieron que hacia ellos venía un carro de los que llaman<br />
triunfales tirado de seis mulas pardas, encubertadas, empero, de lienzo blanco, y sobre cada una<br />
venía un diciplinante de luz, asimesmo vestido de blanco, con una hacha de cera grande encendida<br />
en la mano. Era el carro dos veces, y aun tres, mayor que los pasados, y los lados, y encima dél,<br />
ocupaban doce otros diciplinantes albos como la nieve, todos con sus hachas encendidas, vista que<br />
admiraba y espantaba juntamente; yen un levantado trono venía sentada una ninfa, vestida de mil<br />
velos de tela de plata, brillando por todos ellos infinitas hojas de argentería de oro, que la hacían,<br />
si no rica, a lo menos vistosamente vestida. Traía el rostro cubierto con un transparente y delicado<br />
cendal, de modo que, sin impedirlo sus lizos, por entre ellos se descubría un hermosísimo rostro de<br />
doncella, y las muchas luces daban lugar para distinguir la belleza y los años, que, al parecer, no<br />
llegaban a veinte ni bajaban de diez y siete» (Don Quijofe, \l, XXXv, 920-921).<br />
341
Juan José PASTOR COMÍN<br />
de arco, cítaras y laúdes [Cortés, 1605: 25]53. Detrás del carro desfilaba un joven<br />
músico vestido con hábito romano y que tocaba «hábilmente el clarín y presidía<br />
el cortejo como líder de otros ocho músicos hermosamente engalanados» [Cortés,<br />
1605: 27]54.<br />
A pesar de las similitudes esbozadas y de los vínculos demostrados entre<br />
relato y relación, no nos importa tanto confirmar las fuentes referenciales como<br />
el conocimiento exacto y detallado que nuestro escritor tenía de estas públicas<br />
manifestaciones de las capillas cortesanas. El hecho de que <strong>Cervantes</strong> no cite el<br />
nombre de compositor alguno no es suficiente para afirmar su desconocimiento,<br />
dado que, por un lado, ni tan siquiera en muchas ocasiones las mismas<br />
relaciones oficiales nos informan de los maestros de capilla 55 ; por otro, los<br />
propios textos cervantinos manifiestan un conocimiento suficiente -preciso,<br />
si consideramos la coincidencia en la cita de los instrumentos, por ejemplo-,<br />
no solo de las fiestas públicas, sino también en el uso de conceptos técnicos<br />
abordado en otros trabajos 56.<br />
Es indudable, pues, que las <strong>experiencia</strong>s <strong>musical</strong>es vividas por <strong>Cervantes</strong> dejaron<br />
una clara huella en su obra y que estas fueron intensionalizadas de tal modo que han<br />
de plantear varios problemas al abordar la interpretación de sus textos. Por un lado,<br />
53 «Junto a ella venía una figura, vestida de una ropa de las que llaman rozagantes, hasta<br />
los pies, cubierta la cabeza con un velo negro; pero al punto que llegó el carro a estar frente a los<br />
duques y de don Quijote, cesó la música de las chirimías, y luego la de las harpas y laúdes que en<br />
el carro sonaban [ ... ]» (Don Quijote, Il, XXXV, 921 ).<br />
54 Al día siguiente Cortés nos dice que hubo justas y corridas de toros, y que los caballeros<br />
entraron en la plaza a la música de trompetas, tambores y pífanos. Vid. Alonso Cortés [1916: 99].<br />
55 Sobre la relación de Cortés, Schwartz señala la ausencia de nombres propios y trata de<br />
identificar a los músicos que pudieron intervenir en dicho evento: «although this versión of the<br />
relación provides a relatively large amount of detail about the music of the celebrations, a great<br />
many particulars are omitted. Neither the choir nor the instumentalists are identified, though it is<br />
safe 10 as sume that the majority were musicians of the royal court. Its is probable that the singers<br />
were members ofthe capilla real; the chamber musicians most likely comprised part of the group<br />
of strolling violins, as even the combined consorts of the king and queen would hardly constitute<br />
a large groupe. The duke may have further supplemented this number with independent musicians<br />
from the city. Although the account states that all of the music was written especially for the<br />
occasion, the composers are not named. Mateo Romero and Juan Bias de Castro are those most<br />
Iikely to have composed the vocal music; both [ ... ] worked for the duke ofLerma on occasion, and<br />
each was easily capable ofwriting such music on demando lt is more difficult to identify a possible<br />
composer for the original instrument numbers, though Steffano Límido, one ofthe violinist hired<br />
by Don Francisco to serve at the royal court, published both vocal and instrumental music during<br />
his careen> [Schwartz, 2001: 167-168].<br />
56 Esta celebración es tan solo una pequeña muestra de las celebraciones que el Duque<br />
organizó en la corte, pues nos han quedado testimonios de los traslados del Santísimo Sacramento<br />
en Lerma -vid. Pedro de Herrera [1618]- o en el convento de San Bias en Cifuentes [Schwartz,<br />
2001: 178]. Ya que no nos podemos detener con detalle en la actividad <strong>musical</strong> de esta corte, vid.<br />
Vicente [1996: 34 y ss.] y Feros [1995: 23 y ss.].<br />
342
<strong>La</strong> <strong>experiencia</strong> <strong>musical</strong> <strong>cervantina</strong> ...<br />
según vimos, es indispensable profundizar y desvelar los orígenes de sus fuentes<br />
para determinar en qué grado han sido transformadas y qué función desempeñan<br />
dentro de los nuevos contextos que les concede la imaginación <strong>cervantina</strong>; por<br />
otro lado, y al margen de los valiosos testimonios musicológicos que directa o<br />
indirectamente nuestro autor llegue a procuramos de los entornos sociales por<br />
él recorridos, es igualmente necesario considerar seriamente su dominio del<br />
contexto <strong>musical</strong> en el que vivió para que así podamos acceder con un mayor<br />
rigor a aspectos tales como el rendimiento en la obra literaria de los elementos<br />
paremiológicos del lenguaje procedentes del ámbito <strong>musical</strong>; la asunción de<br />
prejuicios y manipulación de los mismos con relación a los personajes asociados a<br />
la expresión <strong>musical</strong> dentro de sus obras; la transformación dramática y narrativa<br />
de los arquetipos <strong>musical</strong>es heredados; y, muy especialmente, los caminos que le<br />
condujeron a la formación y actualización -a través de los contextos <strong>musical</strong>es<br />
que en toda su producción procura- del concepto de lírica, de tal modo que<br />
nos permita examinar detalladamente las relaciones entre prosa y verso para<br />
considerar así con mayor detalle las manifestaciones lírico-<strong>musical</strong>es integradas<br />
en el Quijote, objeto final de trabajos de más amplio calado.<br />
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