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02. Emilio DÍAZ ESTÉVEZ, Universidad de Navarra, La superación ...

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EMILIO <strong>DÍAZ</strong> <strong>ESTÉVEZ</strong><br />

LA SUPERACIÓN<br />

DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO


LA SUPERACIÓN<br />

DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

Preten<strong>de</strong>mos exponer —a partir <strong>de</strong> un texto <strong>de</strong> CAR-<br />

NAP en que se preten<strong>de</strong> superar la antítesis «i<strong>de</strong>alismorealismo»—<br />

nuestra posición ante el problema <strong>de</strong>l conocimiento.<br />

Como se verá a lo largo <strong>de</strong> este trabajo, nuestra<br />

tesis consiste en la negación <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong>l problema.<br />

Afirmamos con CARNAP —aunque por diferentes<br />

motivos— que la pregunta ante dicha antítesis no tiene<br />

sentido y vamos más allá todavía afirmando que tampoco<br />

tiene sentido la pregunta por el problema «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»<br />

1 . Al mismo tiempo, como se<br />

verá al final <strong>de</strong>l trabajo, optamos por una especie <strong>de</strong> i<strong>de</strong>alismo<br />

semejante al <strong>de</strong> HUSSERL, i<strong>de</strong>alismo que no es más<br />

que una forma <strong>de</strong> esplritualismo en cuanto opuesto al<br />

materialismo. Realismo y materialismo tien<strong>de</strong>n, en efecto,<br />

a i<strong>de</strong>ntificarse, como se observa claramente en la filosofía<br />

marxista. Llegaremos a la conclusión <strong>de</strong> que el problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento, que es un sinsentido, adquiere significación<br />

cuando se transforma en un problema <strong>de</strong>l ser<br />

(existir).<br />

1. IDEALISMO Y REALISMO<br />

FENOMENALISMO Y OBJETIVISMO DEL EN SI<br />

Por lo que respecta a la antítesis «i<strong>de</strong>alismo-realismo»,<br />

comenzamos <strong>de</strong>finiendo ambos términos <strong>de</strong>l mismo modo<br />

que lo hace CARNAP en Pseudoproblems in Philosophy.<br />

1. Qué quieran <strong>de</strong>signar estos términos se verá a su <strong>de</strong>bido tiempo.<br />

31


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

<strong>La</strong> tesis <strong>de</strong>l realismo se enuncia <strong>de</strong> la siguiente manera:<br />

1.° <strong>La</strong>s cosas físicas que nos ro<strong>de</strong>an y yo percibo no<br />

son solamente el contenido <strong>de</strong> mi percepción sino, a<strong>de</strong>más,<br />

existen en sí mismas. De este modo, se consagra,<br />

pues, la realidad <strong>de</strong>l mundo exterior.<br />

2.° Los cuerpos <strong>de</strong> las otras personas no sólo muestran<br />

perceptiblemente reacciones semejantes a las <strong>de</strong> mi<br />

propio cuerpo, sino que, a<strong>de</strong>más, esas otras personas tienen<br />

conciencia. Se consagra <strong>de</strong> este modo la realidad <strong>de</strong><br />

lo heteropsicológico.<br />

<strong>La</strong>s tesis <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>alismo no son más que las negaciones<br />

<strong>de</strong> las <strong>de</strong>l realismo. Por lo que se refiere a la segunda<br />

<strong>de</strong> estas tesis, su negación —que sólo se da en ciertas formas<br />

<strong>de</strong> i<strong>de</strong>alismo extremo— recibe el nombre <strong>de</strong> «solipsismo».<br />

Para mayor claridad, po<strong>de</strong>mos enunciar las tesis <strong>de</strong>l<br />

i<strong>de</strong>alismo. Son las siguientes:<br />

1.° El mundo externo no es real. Sólo son tales sus<br />

percepciones o representaciones. Se consagra así la tesis<br />

<strong>de</strong> la no realidad <strong>de</strong>l mundo externo.<br />

2.° Solamente mi propio proceso <strong>de</strong> conciencia es real.<br />

Los llamados «procesos <strong>de</strong> conciencia» <strong>de</strong> los otros no son<br />

más que meras construcciones o ficciones. Queda consagrada,<br />

pues, la tesis <strong>de</strong> la no realidad <strong>de</strong> lo heteropsicológico<br />

2 .<br />

Por lo que se refiere a la antítesis «fenomenalismoobjetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»,<br />

<strong>de</strong>finimos ambos términos <strong>de</strong> la<br />

manera siguiente:<br />

<strong>La</strong> tesis <strong>de</strong>l fenomenalismo se formula así: Es verdad<br />

que existe el mundo externo, pero las cosas no son en sí<br />

tal como las conocemos. Esta es, por ejemplo, la tesis<br />

<strong>de</strong> KANT,<br />

2. Cfr. CARNAP, op. cit., in «The logical structure of the world»,<br />

Routledge & Kegan Paul, London, 1967, pág. 332.<br />

32


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

<strong>La</strong> tesis <strong>de</strong>l objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí se formula <strong>de</strong> esta<br />

manera: No sólo existe el mundo externo sino que, a<strong>de</strong>más,<br />

las cosas son en sí tal como las conocemos.<br />

Está claro por qué <strong>de</strong>nominamos <strong>de</strong> este modo a la<br />

tesis opuesta al fenomenalismo. En efecto, dicha tesis<br />

afirma la objetividad (la veracidad) <strong>de</strong> nuestro conocimiento<br />

<strong>de</strong> una manera tal que viene a asegurar, que las<br />

cosas son en sí tal como las conocemos.<br />

Pue<strong>de</strong> existir una gran variedad <strong>de</strong> posturas pertenecientes<br />

al objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí. Por ejemplo, un realista<br />

extremo empirista afirmará que las cosas son en sí tal<br />

como las percibimos sensiblemente. Por el contrario, un<br />

realista extremo platónico, dirá que existe un mundo <strong>de</strong><br />

verda<strong>de</strong>s eternas y que las cosas <strong>de</strong> ese mundo son en sí<br />

como las concebimos intelectualmente, pero no como percibimos<br />

sensiblemente las obscuras realida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo<br />

en que nos encontramos. Este realismo platónico es compatible<br />

con un cierto i<strong>de</strong>alismo.<br />

<strong>La</strong> tesis <strong>de</strong>l fenomenalismo consagra la no veracidad<br />

<strong>de</strong> nuestras potencias cognoscitivas. Por el contrario, la<br />

tesis <strong>de</strong>l objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí afirma la veracidad <strong>de</strong> las<br />

potencias cognoscitivas, pudiéndose referir en cada caso<br />

bien a los sentidos, bien a la inteligencia.<br />

Como no queremos introducirnos en el problema <strong>de</strong><br />

los universales —que es más bien metafísico que epistemológico—<br />

no consi<strong>de</strong>ramos las distintas posturas <strong>de</strong>l<br />

objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí. Así, <strong>de</strong>jamos en toda su vaguedad<br />

las palabras «conocer», «conocimiento» y «potencias cognoscitivas».<br />

Será, sin embargo, conveniente que nos <strong>de</strong>tengamos<br />

en el análisis <strong>de</strong>l fenomenalismo y, concretamente, <strong>de</strong>l<br />

fenomenalismo <strong>de</strong> KANT en la Estética trascen<strong>de</strong>ntal. En<br />

efecto, el fenomenalismo es una postura intermedia entre<br />

el i<strong>de</strong>alismo y el realismo. Se ve <strong>de</strong> este modo que las<br />

dos antítesis <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento se relacionan<br />

entre sí.<br />

33


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

2. EXAMEN DEL FENOMENALISMO KANTIANO<br />

a) El realismo <strong>de</strong> KANT.<br />

KANT se confiesa realista ya en el principio <strong>de</strong> la Estética<br />

trascen<strong>de</strong>ntal. «No hay duda —dice— <strong>de</strong> que todo<br />

nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues<br />

¿por dón<strong>de</strong> iba a <strong>de</strong>spertarse la facultad <strong>de</strong> conocer, para<br />

su ejercicio, como no fuera por medio <strong>de</strong> objetos que<br />

hieren nuestros sentidos...?» 3 . Por aquí se ve que KANT<br />

invoca el principio <strong>de</strong> casualidad para <strong>de</strong>mostrar la existencia<br />

en sí <strong>de</strong>l mundo. Sin embargo, más tar<strong>de</strong>, pone la<br />

causalidad como uno <strong>de</strong> los conceptos o formas a priori<br />

<strong>de</strong>l entendimiento 4 y afirma claramente que el concepto<br />

<strong>de</strong> causa no tiene vali<strong>de</strong>z objetiva, sino que se funda<br />

enteramente a priori en el entendimiento, pues dicho concepto<br />

exige que haya un cierto A <strong>de</strong>l cual se siga necesariamente<br />

B y los fenómenos nunca pue<strong>de</strong>n dar razón<br />

<strong>de</strong> esa necesidad 5 .<br />

De todos modos, KANT ataca al i<strong>de</strong>alismo por otras vías,<br />

aunque suponiendo ya su solución fenomenalista al problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento.<br />

Divi<strong>de</strong> KANT el i<strong>de</strong>alismo en dos especies: el i<strong>de</strong>alismo<br />

dogmático <strong>de</strong> BERKELEY y el i<strong>de</strong>alismo problemático <strong>de</strong><br />

DESCARTES. El primero se funda en que el espacio, con todas<br />

las cosas a que está adherido y como condición indispensable<br />

para esas mismas cosas, es algo imposible<br />

en sí. De ahí se sigue que las cosas que se dan en el espacio<br />

son meras imaginaciones.<br />

Este i<strong>de</strong>alismo es rechazado por KANT <strong>de</strong> manera contun<strong>de</strong>nte.<br />

«El i<strong>de</strong>alismo dogmático —dice— es inevitable<br />

cuando se consi<strong>de</strong>ra el espacio como propiedad que <strong>de</strong>be<br />

pertenecer a las cosas mismas; pues entonces el espacio,<br />

3. KANT, Crítica <strong>de</strong> la razón pura, trad. <strong>de</strong> M. García Morente,<br />

Librería General Victoriano Suárez, Madrid, 1960, tomo I, pág. 55.<br />

4. Cfr., op. cit., pág. 179.<br />

5. Cfr., ibid., pág. 199.<br />

34


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

con todo aquello a que sirve <strong>de</strong> condición, es un absurdo».<br />

Pero enseguida aña<strong>de</strong>: «El fundamento, empero, <strong>de</strong><br />

este i<strong>de</strong>alismo ha sido <strong>de</strong>struido por nosotros en la Estética<br />

trascen<strong>de</strong>ntal» 6 .<br />

Por lo que se refiere al i<strong>de</strong>alismo problemático <strong>de</strong><br />

DESCARTES, es resuelto por KANT mostrando cómo la experiencia<br />

interna, que no es puesta en duda por DESCAR­<br />

TES, no es posible más que suponiendo la experiencia<br />

externa 7 .<br />

Concretamente, dice KANT: «tengo conciencia <strong>de</strong> mi<br />

existencia, como <strong>de</strong>terminada en el tiempo. Toda <strong>de</strong>terminación<br />

<strong>de</strong> tiempo supone algo permanente en la percepción»<br />

8 . «Ese permanente empero no pue<strong>de</strong> ser una<br />

intuición en mí. Pues todos los fundamentos <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminación<br />

<strong>de</strong> mi existencia, que pue<strong>de</strong>n ser hallados en<br />

mí, son representaciones y, como tales, necesitan ellas<br />

mismas un substrato permanente distinto <strong>de</strong> ellas, en<br />

relación con el cual pueda ser <strong>de</strong>terminado su cambio y,<br />

por consiguiente, mi existencia en el tiempo en que ellas<br />

cambian» 9 . «Así, pues, la percepción <strong>de</strong> ese algo permanente<br />

es posible sólo por una cosa fuera <strong>de</strong> mí y no por la<br />

mera representación <strong>de</strong> una cosa fuera <strong>de</strong> mí. Por consiguiente,<br />

la <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> mi existencia en el tiempo<br />

es sólo posible por la existencia <strong>de</strong> cosas reales, que<br />

yo percibo fuera <strong>de</strong> mí. Ahora bien: la conciencia en<br />

el tiempo está necesariamente unida con la existencia<br />

<strong>de</strong> las cosas fuera <strong>de</strong> mí, como condición <strong>de</strong> la <strong>de</strong>terminación<br />

<strong>de</strong> tiempo; es <strong>de</strong>cir, que la conciencia <strong>de</strong> mi propia<br />

existencia es al mismo tiempo una conciencia inmediata<br />

<strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> otras cosas fuera <strong>de</strong> mí» 10 .<br />

Al parecer, la crítica <strong>de</strong> KANT al i<strong>de</strong>alismo problemático<br />

<strong>de</strong> DESCARTES es <strong>de</strong>finitiva. Pero si se reflexiona bien<br />

sobre ella, se llega a la conclusión <strong>de</strong> que solamente es<br />

6. Ibid., pág. 368.<br />

7. Cfr., ibid., pág. 369.<br />

8. Ibid.<br />

9. Ibid., pág. 47-48, en nota.<br />

10. Ibid., pág. 369-370.<br />

35


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

válida si no se ponen también en duda la existencia <strong>de</strong><br />

percepciones o realida<strong>de</strong>s internas. Así, si la duda <strong>de</strong><br />

DESCARTES se radicaliza como, por ejemplo, preten<strong>de</strong> Hus-<br />

SERL 11 , poniendo en duda o entre paréntesis no sólo los<br />

datos <strong>de</strong> la experiencia externa, sino también los <strong>de</strong> la<br />

experiencia interna y se concibe, como también hace<br />

HUSSERL, al ego no como la realidad <strong>de</strong>l alma humana sino<br />

como el mero polo subjetivo <strong>de</strong> la intencionalidad que<br />

es el acto <strong>de</strong> la conciencia 12 , entonces el argumento <strong>de</strong><br />

KANT contra el i<strong>de</strong>alismo problemático (radicalizado) ya<br />

no tiene ninguna fuerza. En efecto, a partir <strong>de</strong>l cogito se<br />

pue<strong>de</strong> aprehen<strong>de</strong>r el ego. Si realizamos una suspensión<br />

o puesta entre paréntesis absoluta y nos quedamos con el<br />

puro ego, ya no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que tengamos una experiencia<br />

<strong>de</strong> nosotros mismos <strong>de</strong>terminada en el tiempo.<br />

Por lo pronto, el modo como se ha <strong>de</strong> concebir el ego,<br />

según HUSSERL, lo hace incapaz <strong>de</strong> ser objeto <strong>de</strong> alguna<br />

experiencia. El ego no es algo experimentable sino el<br />

puro sujeto <strong>de</strong> toda experiencia. Si se preten<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar<br />

al ego haciéndolo objeto <strong>de</strong> alguna experiencia, entonces<br />

también <strong>de</strong>be ser puesto entre paréntesis o alcanzado por<br />

la duda universal.<br />

De todos modos el i<strong>de</strong>alismo <strong>de</strong> DESCARTES es relativo.<br />

Se trata <strong>de</strong> un i<strong>de</strong>alismo problemático que es prontamente<br />

superado. DESCARTES es, en realidad, un realista,<br />

mientras que BERKELEY es <strong>de</strong> hecho un i<strong>de</strong>alista y, como<br />

vimos, la crítica <strong>de</strong> tal i<strong>de</strong>alismo, por parte <strong>de</strong> KANT,<br />

envuelve los mismos o parecidos argumentos que hacen<br />

que KANT conciba al espacio como una intuición a priori<br />

<strong>de</strong> la sensibilidad.<br />

Como lo que nos importa es mostrar el fenomenalismo<br />

<strong>de</strong> KANT, conviene examinar su Estética trascen<strong>de</strong>ntal,<br />

en la que KANT concluye que tanto el espacio como el<br />

tiempo son formas a priori <strong>de</strong> la sensibilidad, quedando<br />

11. Cfr. HUSSERL, Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal, trad. <strong>de</strong> Luis Villoro,<br />

<strong>Universidad</strong> nacional autónoma <strong>de</strong> México, México, 1962, pág. 240.<br />

12. Cfr., ibid.<br />

36


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

la materia <strong>de</strong>l conocimiento sensible como algo en sí<br />

incognoscible.<br />

b) <strong>La</strong> Estética trascen<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> KANT.<br />

Comienza KANT por preguntarse si el espacio y el tiempo<br />

son seres reales o relaciones entre las cosas reales o,<br />

más bien, formas puras <strong>de</strong> la intuición sensible que, por<br />

tanto, se hallan solamente en la constitución subjetiva <strong>de</strong><br />

nuestro espíritu 13 .<br />

Acerca <strong>de</strong>l espacio, afirma que «no es un concepto<br />

empírico sacado <strong>de</strong> experiencias externas» u . <strong>La</strong> razón<br />

es que para que ciertas sensaciones sean referidas a algo <strong>de</strong><br />

fuera <strong>de</strong> mí y unas al lado <strong>de</strong> las otras «hace falta que<br />

esté ya a la base la representación <strong>de</strong>l espacio» 15 . El espacio<br />

es, pues, una condición <strong>de</strong> la percepción <strong>de</strong>l fenómeno<br />

externo y no pue<strong>de</strong>, por consiguiente, ser él mismo<br />

un fenómeno. Así, es consi<strong>de</strong>rado «como la condición <strong>de</strong><br />

la posibilidad <strong>de</strong> los fenómenos y no como una <strong>de</strong>terminación<br />

<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> éstos» 16 . Se trata, por consiguiente,<br />

<strong>de</strong> una representación a priori que necesariamente está a<br />

la base <strong>de</strong> los fenómenos externos.<br />

<strong>La</strong>s consi<strong>de</strong>raciones acerca <strong>de</strong>l carácter a priori <strong>de</strong>l<br />

tiempo son análogas. «El tiempo no es un concepto que<br />

se <strong>de</strong>rive <strong>de</strong> la experiencia» 17 . No es más que una representación<br />

necesaria a priori que está a la base <strong>de</strong> todas<br />

las intuiciones y, especialmente, <strong>de</strong> las intuiciones<br />

internas.<br />

Ahora bien, creemos que KANT incurre en un paralogismo.<br />

Por lo pronto, po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que, propiamente<br />

hablando, no existe ninguna intuición sensible —sea o<br />

no a priori— <strong>de</strong>l espacio. Nosotros, por la vista, percibimos<br />

colores y formas, pero no el espacio. El niño recién<br />

13. Cfr. KANT, op. cit, pág. 100.<br />

14. Ibid.<br />

15. Ibid., pág. 101.<br />

16. Ibid.<br />

17. Ibid., pág. 111.<br />

37


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

nacido, apenas abre los ojos, y a pesar <strong>de</strong> la visión binocular,<br />

sólo ve manchas <strong>de</strong> colores como que pegadas a<br />

sus propios ojos. Solamente más tar<strong>de</strong> y gracias a la sensación<br />

<strong>de</strong> su propio cuerpo, <strong>de</strong> sus propios miembros y<br />

<strong>de</strong> la sensibilidad motriz <strong>de</strong> los mismos, es capaz <strong>de</strong><br />

percibir distancias. Pero la distancia no es, <strong>de</strong> ningún modo,<br />

el espacio como condición <strong>de</strong> los cuerpos, como receptáculo<br />

universal <strong>de</strong> los mismos.<br />

En todo caso, se pue<strong>de</strong> admitir que no se pue<strong>de</strong>n concebir<br />

(no asentir») los cuerpos, si no se concibe (no ((intuye»)<br />

el espacio como receptáculo. Pero entonces ya no<br />

hablaremos <strong>de</strong>l espacio como condición para la sensibilidad<br />

<strong>de</strong> los cuerpos (colores, formas, magnitu<strong>de</strong>s, etc.)<br />

sino como condición para la concepción intelectual <strong>de</strong><br />

los mismos cuerpos. En este caso, a<strong>de</strong>más, el espacio sería<br />

un concepto —a priori o no—, pero no una intuición <strong>de</strong><br />

la sensibilidad.<br />

Ahora bien, si lo que KANT preten<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir es que tal<br />

concepto <strong>de</strong>l espacio como receptáculo universal se revela,<br />

a poco que se piense, como un imposible y que, por<br />

tanto, existe un concepto a priori (no una intuición) <strong>de</strong><br />

espacio, necesario para po<strong>de</strong>r concebir los cuerpos, entonces<br />

tenemos que conce<strong>de</strong>r, por lo que se refiere a la<br />

primera <strong>de</strong> estas tesis —la imposibilidad <strong>de</strong>l espacio como<br />

receptáculo universal—, que es válida incluso a la luz<br />

<strong>de</strong> la filosofía <strong>de</strong> las Escuelas.<br />

En efecto, los escolásticos afirman que el espacio como<br />

receptáculo <strong>de</strong> los cuerpos es un ente <strong>de</strong> razón, aunque<br />

conce<strong>de</strong>n que tal ente <strong>de</strong> razón tiene fundamento in<br />

re; concretamente, se funda en la realidad <strong>de</strong> las relaciones<br />

<strong>de</strong> distancia interna o externa entre los cuerpos.<br />

Tal ente <strong>de</strong> razón pue<strong>de</strong> ser pensado y pensado al modo<br />

<strong>de</strong> los entes existentes, como si fuera un ente real. En<br />

este caso se está trabajando con una ficción. Pero apenas<br />

se preten<strong>de</strong> penetrar en la esencia <strong>de</strong> tal ficción, su apariencia<br />

<strong>de</strong> realidad <strong>de</strong>saparece. Es lo que suce<strong>de</strong>, por<br />

ejemplo, con el caso <strong>de</strong> la ceguera. Estamos acostumbrados<br />

a hablar <strong>de</strong> ella como si fuera una cierta propiedad,<br />

38


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

cierta entidad que se da en algunos hombres y animales.<br />

Pero una vez que tratamos <strong>de</strong> <strong>de</strong>finirla, vemos que tan<br />

sólo po<strong>de</strong>mos consi<strong>de</strong>rarla como una privación, como la<br />

mera ausencia <strong>de</strong> una propiedad real, que es la vista.<br />

Todo el problema queda reducido a saber si efectivamente<br />

no se pue<strong>de</strong>n pensar los cuerpos sin pensar en un<br />

espacio como receptáculo. Si tal fuera el caso, y dado que<br />

la existencia <strong>de</strong> tal espacio se revela imposible, habría<br />

que concluir que el espacio es un concepto a priori <strong>de</strong>l<br />

entendimiento que mira a las cosas sensibles y que, por<br />

tanto, nuestro entendimiento (no nuestras sensaciones)<br />

<strong>de</strong> los cuerpos está <strong>de</strong>terminado por un concepto a priori<br />

no fundado en la realidad.<br />

En un primer grado <strong>de</strong> pensamiento ingenuo, la respuesta<br />

pue<strong>de</strong> ser afirmativa. Yo no puedo concebir los<br />

cuerpos si no concibo un espacio en el que los cuerpos estén<br />

colocados. Pero inmediatamente que salgo <strong>de</strong>l nivel<br />

<strong>de</strong> la ingenuidad, me doy cuenta <strong>de</strong> que esa condición <strong>de</strong>l<br />

espacio no es una condición para la existencia <strong>de</strong> los<br />

cuerpos, sino una condición puesta por los mismos cuerpos<br />

ya existente. Es <strong>de</strong>cir, me doy cuenta <strong>de</strong> que el espacio<br />

no es un receptáculo universal <strong>de</strong> los cuerpos, sino que<br />

a su i<strong>de</strong>a correspon<strong>de</strong> sólo la realidad <strong>de</strong> las dimensiones<br />

<strong>de</strong> los cuerpos. Me doy cuenta, en fin, <strong>de</strong> que el espacio<br />

como receptáculo es un ente <strong>de</strong> razón y <strong>de</strong> que lo que<br />

realmente existe son las distancias puestas por los cuerpos<br />

mismos. Así, el espacio no es necesario como condición<br />

para la existencia <strong>de</strong> los cuerpos, sino que es la<br />

misma existencia <strong>de</strong> éstos la que pone el fundamento real<br />

para el concepto <strong>de</strong> espacio.<br />

Los mismos raciocinios valen acerca <strong>de</strong>l tiempo. El<br />

tiempo no es una condición para el cambio, sino, al contrario,<br />

una propiedad <strong>de</strong>l cambio mismo; es <strong>de</strong>cir, según<br />

la <strong>de</strong>finición escolástica, la medida <strong>de</strong>l movimiento<br />

según el antes y el <strong>de</strong>spués. Nuestros sentidos, externos o<br />

internos, no necesitan <strong>de</strong> una previa representación <strong>de</strong>l<br />

tiempo, en forma <strong>de</strong> concepto o <strong>de</strong> intuición, para sentir<br />

las mutaciones. Tan sólo se podrá pensar en un tiempo<br />

39


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

ficticio, puesto por la mente, con el objeto <strong>de</strong> concebir<br />

(no <strong>de</strong> «sentir») la realidad <strong>de</strong>l cambio. Pero ese tiempo<br />

ficticio, se revela como tal a nuestro mismo pensamiento<br />

y entonces concebimos que el tiempo no es una condición<br />

<strong>de</strong>l movimiento sino que es engendrado por él en cuanto<br />

lo medimos.<br />

De este modo, el pensamiento <strong>de</strong> KANT cae por su base.<br />

Su fenomenalismo carece <strong>de</strong> fundamento; nada nos<br />

asegura que el espacio y el tiempo sean intuiciones a<br />

priori <strong>de</strong> la sensibilidad que, añadidas a la materia <strong>de</strong><br />

la sensación, <strong>de</strong>n lugar a los fenómenos. Con esto, tampoco<br />

queremos dar por sentado que el problema <strong>de</strong> la<br />

realidad <strong>de</strong> las cosas sensibles esté resuelto. ¿Quién nos<br />

garantiza que en efecto existen el espacio y el tiempo<br />

como propieda<strong>de</strong>s reales <strong>de</strong> las cosas? ¿Quién nos pue<strong>de</strong><br />

asegurar que las cosas sean en sí tal como nos aparecen?<br />

Este es el problema <strong>de</strong>l conocimiento en su faceta «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»<br />

que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estudiar<br />

a KANT, no po<strong>de</strong>mos consi<strong>de</strong>rarlo resuelto a favor <strong>de</strong><br />

ninguna <strong>de</strong> las tesis.<br />

3. LA SUPERACIÓN DE CARNAP<br />

DEL PROBLEMA REALISMO-IDEALISMO<br />

Vamos a exponer la <strong>superación</strong> <strong>de</strong> CARNAP <strong>de</strong> la antítesis<br />

«i<strong>de</strong>alismo-realismo» y, <strong>de</strong>spués, vamos a intentar<br />

hacer extensivos sus argumentos a la antítesis «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l^sn-sí».<br />

Si lo conseguimos, habremos<br />

<strong>de</strong>mostrado que en CARNAP se da, implícitamente, un intento<br />

<strong>de</strong> <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento en su<br />

doble aspecto.<br />

Es necesario comenzar aclarando que CARNAP no preten<strong>de</strong><br />

resolver el problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo» sino, cosa<br />

que en cierto modo es más radical, superarlo, manifestando<br />

que se trata <strong>de</strong> un pseudoproblema. <strong>La</strong> posición <strong>de</strong><br />

CARNAP es, pues, neutral. No adoptará ni una tesis ni la<br />

otra sino que mostrará que ambas son sinsentidos. Su<br />

40


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

manera <strong>de</strong> conseguir esto es <strong>de</strong>cepcionante por su misma<br />

sencillez. Se trata <strong>de</strong> la siguiente:<br />

Dos geógrafos, uno <strong>de</strong> ellos realista y el otro i<strong>de</strong>alista<br />

en cuanto filósofos, son enviados a África para tratar <strong>de</strong><br />

encontrar y <strong>de</strong>scribir cierta montaña acerca <strong>de</strong> la cual<br />

no se sabe a ciencia cierta si su existencia es real o meramente<br />

legendaria. Ambos regresarán exactamente con<br />

los mismos resultados, sean estos positivos o negativos.<br />

En efecto, en geografía, como en física, existen criterios<br />

relativos al concepto <strong>de</strong> realidad que permitirán discernir<br />

si la montaña es o no geográficamente real. Se trata,<br />

por supuesto, <strong>de</strong> una realidad empírica, que nada tiene<br />

que ver con lo que los filósofos llaman «realismo».<br />

Los resultados obtenidos por los dos geógrafos no sólo<br />

serán idénticos por lo que se refiere a la existencia o no<br />

<strong>de</strong> la montaña sino también, si ésta existe, por respecto<br />

a su situación, altura, configuración, etc. Tan sólo diferirán<br />

entre sí, si se expresan no como geógrafos sino como<br />

filósofos. El realista dirá: «esta montaña no sólo tiene tal<br />

altura, configuración, etc., sino que a<strong>de</strong>más es real». El<br />

i<strong>de</strong>alista dirá: «al contrario, la montaña que posee tales<br />

propieda<strong>de</strong>s geográficas no es real, solamente son reales<br />

nuestros (o mí, en el caso <strong>de</strong> que se trate <strong>de</strong> un solipsista)<br />

procesos <strong>de</strong> conciencia y nuestras percepciones».<br />

CARNAP admite también que se podrá dar una respuesta<br />

fenomenalista. Será la siguiente: «la montaña que hemos<br />

encontrado es un fenómeno cuyo soporte es algo real<br />

pero que no pue<strong>de</strong> ser conocido por nosotros».<br />

Ahora bien, la divergencia entre los dos geógrafos no<br />

se da en el dominio puramente empírico: en ese campo<br />

existirá completa unanimidad <strong>de</strong> criterios. Por tanto, dicha<br />

divergencia se referirá a algo que está más allá <strong>de</strong><br />

lo empírico y no podrá, por tanto, tener un contenido fáctico.<br />

Siendo así, ninguno <strong>de</strong> los dos geógrafos podrá justificar<br />

su tesis acerca <strong>de</strong> la realidad o no <strong>de</strong> la montaña<br />

mediante alguna experimentación, ni tampoco podrán dar<br />

al menos una indicación acerca <strong>de</strong>l modo cómo podría ser<br />

realizada una experimentación <strong>de</strong> esta especie.<br />

41


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

El ejemplo <strong>de</strong> la montaña pue<strong>de</strong> ser generalizado y<br />

aplicado a la existencia o no <strong>de</strong>l mundo externo. Des<strong>de</strong><br />

que se admite solamente el tener contenidos fácticos<br />

como criterio para el sentido <strong>de</strong> las proposiciones, ni la<br />

tesis <strong>de</strong>l realismo ni la <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>aismo pue<strong>de</strong>n consi<strong>de</strong>rarse<br />

como con sentido. Se concluye <strong>de</strong> aquí que tanto el realismo<br />

como el i<strong>de</strong>alismo son sinsentidos y que tal es también<br />

la condición <strong>de</strong> la pregunta que formula el problema<br />

acerca <strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong>l mundo externo 18 .<br />

De la misma manera, y siguiendo los criterios <strong>de</strong><br />

CARNAP, po<strong>de</strong>mos superar el problema «fenomenalismoobj<br />

etivismo-<strong>de</strong>l-en-sí».<br />

Si los dos geógrafos son realistas, pero uno <strong>de</strong> ellos<br />

es fenomenalista, mientras el otro es partidario <strong>de</strong>l objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí,<br />

coincidirán enteramente en cuanto geógrafos,<br />

pero diferirán en cuanto filósofos. El objetivista<br />

dirá que todos los datos recogidos acerca <strong>de</strong> la montaña<br />

se dan en la montaña en sí, con absoluta in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong>l conocimiento <strong>de</strong> la misma. El fenomenalista, en cambio,<br />

afirmará que todos esos datos pertenecen al fenómeno<br />

«montaña <strong>de</strong> tales y tales características», que a tal fenómeno<br />

correspon<strong>de</strong>rá alguna realidad en sí, pero que tal<br />

realidad será distinta <strong>de</strong>l fenómeno y absolutamente incognoscible.<br />

Ahora bien, si la única manera <strong>de</strong> resolver los problemas<br />

es la experiencia, si no existen otros criterios <strong>de</strong> verificación<br />

o <strong>de</strong> falsación 19 , entonces la distinción <strong>de</strong> criterios<br />

entre ambos geógrafos no tendrá sentido. No será<br />

posible encontrar una experimentación que dé la razón a<br />

una cualquiera <strong>de</strong> las tesis opuestas.<br />

Se tiene que concluir entonces que, según los criterios<br />

<strong>de</strong> CARNAP, el problema <strong>de</strong>l conocimiento es siempre un<br />

sinsentido, tanto referido a la antítesis «i<strong>de</strong>alismo-realis-<br />

18. Cfr. CARNAT, op. cit, pág. 203-204.<br />

19. Usamos esta palabra en vez <strong>de</strong> «falsificación» como opuesto a<br />

«verificación», <strong>de</strong>bido a que «falsificación» ya tiene un sentido <strong>de</strong>terminado<br />

y distinto en la lengua castellana<br />

42


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

mo» como por or<strong>de</strong>n a la cuestión «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí».<br />

Como se ve, obviamente, el criterio <strong>de</strong> CARNAP para<br />

superar el problema <strong>de</strong>l conocimiento se fundamenta en<br />

el famoso principio <strong>de</strong> verificabilidad <strong>de</strong> los neopositivistas<br />

lógicos. En efecto, si para que un enunciado tenga<br />

sentido es necesario que la proposición que expresa sea<br />

analítica o verificable empíricamente, entonces cualquier<br />

respuesta al problema <strong>de</strong>l conocimiento en sus dos facetas<br />

será un sinsentido. Lo mismo suce<strong>de</strong>rá, por tanto, respecto<br />

<strong>de</strong> las preguntas que formulan el problema.<br />

Esto nos obliga a prestar alguna atención al principio<br />

<strong>de</strong> verificabilidad. Pero, antes <strong>de</strong> eso, po<strong>de</strong>mos presentar<br />

las tesis <strong>de</strong> CARNAP y sus argumentaciones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto<br />

<strong>de</strong> vista diverso que, aunque también recorre a la experiencia<br />

como último criterio <strong>de</strong> conocimiento, tiene la<br />

ventaja <strong>de</strong> parecer aun más convincente.<br />

En efecto, tratar <strong>de</strong> resolver el problema <strong>de</strong>l conocimiento<br />

es una pretensión inútil y <strong>de</strong>stinada al fracaso.<br />

Para que yo pueda ver si el mundo exterior que percibo<br />

existe en sí y si es en sí tal como lo percibo o no existe<br />

en sí o, existiendo en sí, no es en sí tal como lo percibo,<br />

tendría que salir <strong>de</strong> mí mismo y comprobar si mi conocimiento<br />

<strong>de</strong> la cosa correspon<strong>de</strong> a alguna cosa y si ésta es<br />

tal como se presenta a mi conocimiento. Pero al salir <strong>de</strong><br />

mí, cosa por lo <strong>de</strong>más imposible, aun podría preguntarme<br />

si mi conocimiento acerca <strong>de</strong> mi conocimiento y sobre<br />

todo si mi nuevo conocimiento <strong>de</strong> la cosa es tal que a<br />

él correspon<strong>de</strong> algo existente y tal como yo lo conozco.<br />

De esta manera, la solución <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento<br />

postularía un proceso al infinito —que, por tanto, nunca<br />

se podría concluir— <strong>de</strong> sucesivos actos <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> mí<br />

mismo una y otra vez.<br />

Así parece, en efecto, que la tesis <strong>de</strong> CARNAP es válida<br />

y que el problema <strong>de</strong>l conocimiento no es más que un pseudo-problema.<br />

Claro que, para eso, será necesario admitir<br />

el principio <strong>de</strong> verificabilidad, principio que, a su vez,<br />

plantea problemas <strong>de</strong> difícil o imposible solución.<br />

43


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

4. EL PRINCIPIO DE VERIFICABILIDAD<br />

El principio <strong>de</strong> verificabilidad se pue<strong>de</strong> enunciar <strong>de</strong><br />

la siguiente manera. «Un enunciado tiene significado literal<br />

si y sólo si la proposición que expresa es analítica<br />

o verificable empíricamente» 20 .<br />

Este principio, casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento <strong>de</strong> su<br />

formulación, suscitó problemas y controversias en el seno<br />

mismo <strong>de</strong>l neopositivismo. Presentemos <strong>de</strong>l modo más<br />

breve posible los problemas que plantea.<br />

a) <strong>La</strong>s dificulta<strong>de</strong>s en torno al principio <strong>de</strong> verificabilidad<br />

<strong>La</strong> primera dificultad que se planteó y que, a<strong>de</strong>más,<br />

no fue <strong>de</strong>finitivamente resuelta es la siguiente: ¿qué<br />

<strong>de</strong>cir entonces <strong>de</strong> los enunciados universales <strong>de</strong> las ciencias<br />

empíricas? Efectivamente, las proposiciones universales<br />

no pue<strong>de</strong>n ser empíricamente verificadas.<br />

No vamos a entrar al <strong>de</strong>talle en las diferentes soluciones<br />

propuestas. Nos limitaremos a presentar la más reciente<br />

y quizás más aceptable. Se trata <strong>de</strong> la solución<br />

propuesta por Alfred J. AYER en su libro Lenguaje, verdad<br />

y lógica que apareció en su primera edición inglesa<br />

en 1935. En dicha obra se sostiene que «ninguna proposición,<br />

fuera <strong>de</strong> las tautologías, tiene posibilidad <strong>de</strong> ser<br />

más que una hipótesis probable» 21 .<br />

Ahora bien, esta opinión no salva el principio <strong>de</strong> verificabilidad.<br />

Si continuamos admitiendo que fuera <strong>de</strong> las<br />

proposiciones analíticas sólo tienen sentido las empíricamente<br />

verificables, entonces, las proposiciones universales<br />

<strong>de</strong> las ciencias no tendrán sentido ni siquiera como<br />

hipótesis probables, puesto que se sabe que nunca podrán<br />

20. Alfred J. AYER, Lenguaje, verdad y lógica, trad. <strong>de</strong> Ricardo<br />

Resta, Ed. Universitaria <strong>de</strong> Buenos Aires, 1965, pág. 8. Corregimos la<br />

traducción sustituyendo en ella la palabra «sentencia» por la palabra<br />

«enunciado», que nos parece una más correcta traducción <strong>de</strong>l término<br />

inglés «sentence».<br />

21. Op. cit., pág. 45.<br />

44


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

ser absolutamente verificadas. A este respecto, conviene<br />

advertir que AYER reduce también a hipótesis las proposiciones<br />

fácticas acerca <strong>de</strong> sujetos singulares. Ahora bien,<br />

no es ni siquiera necesario aclarar que el estatuto <strong>de</strong><br />

una proposición fáctica singular por lo que respecta a<br />

su verificabilidad es distinto <strong>de</strong>l <strong>de</strong> una proposición fáctica<br />

universal. De todos modos, si seguimos la solución<br />

<strong>de</strong> AYER, lo que hacemos es restringir el principio <strong>de</strong>l<br />

modo siguiente: todo enunciado que no exprese una proposición<br />

analítica o una proposición fáctica probable por<br />

hipótesis, es sinsentido. Pero, enunciado <strong>de</strong> este modo, el<br />

principio, o contiene un contrasentido oculto: que pue<strong>de</strong><br />

verificarse empíricamente algo que no es más que una hipótesis<br />

probable y que, por tanto, no siempre —como en el caso<br />

<strong>de</strong> las proposiciones universales— es una proposición verificable,<br />

o, si se entien<strong>de</strong> la expresión «hipótesis probable»<br />

en su sentido más amplio, entonces el principio <strong>de</strong> verificación<br />

no restringe el sentido <strong>de</strong> los enunciados al campo<br />

estricto <strong>de</strong> las proposiciones analíticas o empíricas. En<br />

efecto, la proposición «Dios existe», pue<strong>de</strong> presentarse<br />

también como una hipótesis meramente probable.<br />

Otra dificultad con respecto a la formulación <strong>de</strong>l principio<br />

<strong>de</strong> verificabilidad aparece levantada por el propio<br />

AYER en la introducción a la segunda edición <strong>de</strong> la obra<br />

citada aparecida en 1945. <strong>La</strong> dificultad consiste en lo siguiente:<br />

si se formula el principio <strong>de</strong> este modo: «Un<br />

enunciado tiene significado literal si y sólo si la proposición<br />

que expresa es analítica o empíricamente verificable»,<br />

se podrá objetar que si un enunciado expresa una<br />

proposición, entonces tiene significado literal y, si no tiene<br />

significado literal, entonces no expresa ninguna proposición<br />

22 . AYER preten<strong>de</strong> resolver el problema estableciendo<br />

una nueva entidad entre la entidad «enunciado»<br />

(sentence) y la entidad «proposición» (proposition). Esta<br />

nueva entidad será la aserción (statement). De este modo,<br />

el principio <strong>de</strong> verificabilidad se enunciará correctamente<br />

22. Cfr. op. cit, pág. 8.<br />

45


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

<strong>de</strong> la siguiente manera: «Un enunciado tiene significado<br />

literal si y sólo si la aserción que expresa es analítica o<br />

verificable empíricamente». Ahora bien, ¿en qué difiere<br />

esa nueva entidad —«aserción»— <strong>de</strong> la entidad «enunciado»<br />

y <strong>de</strong> la entidad «proposición»? AYER propone que<br />

se reserve la palabra «enunciado» para <strong>de</strong>signar cualquier<br />

conjunto <strong>de</strong> palabras gramaticalmente significativas. Así,<br />

«César pero y» será un enunciado. Por otro lado, según<br />

AYER, todo enunciado, sea o no literalmente significativo,<br />

expresa una aserción. Así, dos enunciados recíprocamente<br />

traducibles expresarán la misma aserción. Por último, la<br />

palabra «proposición» se reservará para <strong>de</strong>signar aquello<br />

que expresan los enunciados literalmente significativos 23 .<br />

Pero, si las cosas son <strong>de</strong> este modo, habrá que admitir<br />

que enunciados carentes <strong>de</strong> sentido expresen alguna cosa;<br />

es <strong>de</strong>cir, una aserción. Pero esto es, obviamente, un contrasentido.<br />

O la aserción se i<strong>de</strong>ntifica con el enunciado<br />

o es lo mismo que la proposición, pero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no<br />

pue<strong>de</strong> consistir en un tertium quid. Eso a menos que se<br />

admita que el principio <strong>de</strong> verificación no es más que<br />

una convención que establece arbitrariamente lo que, a<br />

partir <strong>de</strong> ahora, ha <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse por «enunciado con significación<br />

literal». En efecto, si se quiere negar el sentido<br />

<strong>de</strong> los enunciados <strong>de</strong> la metafísica —y esa es la<br />

intención <strong>de</strong> AYER— y se observa que ciertos enunciados<br />

metafísicos no son puramente sinsentidos pero que son,<br />

en cambio, sinsentidos según el principio <strong>de</strong> verificabilidad,<br />

para esos enunciados cabrá admitir que expresan una<br />

aserción pero no una proposición. Pero esto será una<br />

patente arbitrariedad. Por otra parte, tampoco es lo que<br />

AYER preten<strong>de</strong>. Para AYER pue<strong>de</strong> darse el caso <strong>de</strong> un enunciado<br />

no literalmente significativo y que, sin embargo, exprese<br />

algo; esto es, una aserción. Pero entre «ser literalmente<br />

significativo» y «expresar algo» existe una i<strong>de</strong>ntidad,<br />

<strong>de</strong> modo que, como hemos dicho, la noción misma <strong>de</strong><br />

aserción, como la entien<strong>de</strong> AYER, es un contrasentido.<br />

46<br />

23. Cfr. ibid., pág. 0.


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

b) El principio <strong>de</strong> verificabilidad y la autorreferencia<br />

Otra objeción que se pue<strong>de</strong> levantar contra el principio<br />

<strong>de</strong> verificabilidad se refiere a su propia autorreferencia.<br />

En efecto, formulemos el principio <strong>de</strong> la siguiente manera:<br />

«todos los enunciados que no sean ni analíticos ni<br />

empíricamente verificables son sinsentidos» 24 .<br />

Ahora bien, partamos <strong>de</strong>l principio que esta enunciación<br />

<strong>de</strong>l principio en cuestión sea correcta. Preguntaríamos<br />

ahora «¿el principio <strong>de</strong> verificabilidad es o no es un<br />

enunciado?». <strong>La</strong> respuesta tiene que ser afirmativa, luego<br />

el principio se refiere a sí mismo, es autorreferente.<br />

Ante esta situación caben dos posturas. <strong>La</strong> primera<br />

será la <strong>de</strong> quien admita la autorreferencia que se da<br />

cuando una proposición se refiere a una totalidad <strong>de</strong> proposiciones<br />

<strong>de</strong> la que ella misma forma parte como algo<br />

no carente <strong>de</strong> sentido. De este modo se podría <strong>de</strong>cir con<br />

HUSSERL que el principio <strong>de</strong> contradicción es regla <strong>de</strong> sí<br />

mismo 25 en cuanto, si se niega, al mismo tiempo es afirmado.<br />

En esta postura, la autorreferencia tiene un valor<br />

autoprobativo o autorrefutativo, como suce<strong>de</strong>, por ejemplo,<br />

en el caso <strong>de</strong>l enunciado «Todas las proposiciones son<br />

falsas» 26 . Si adoptamos esta posición, el principio <strong>de</strong> verificabilidad<br />

se aniquila a sí mismo, puesto que no es un<br />

enunciado ni analítico ni empíricamente verificable.<br />

<strong>La</strong> segunda postura consiste en negar el sentido <strong>de</strong> toda<br />

proposición autorreferente. Esta es la posición <strong>de</strong> RUSSELL<br />

24. De esta manera, obviamos la dificultad planteada por AYER.<br />

Pero nuestro modo <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r no es correcto. Los enunciados no son<br />

ni analíticos ni empíricamente verificables, sino las proposiciones y<br />

éstas son los significata <strong>de</strong> los enunciados. <strong>La</strong> objección planteada por<br />

AYER es en realidad irresoluble.<br />

25. Cfr. Prolegómenos a la lógica pura, en «Investigaciones lógicas»,<br />

trad. <strong>de</strong> Manuel G. Morente y José Gaos, Revista <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte,<br />

Madrid, 1967, Vol. I, pág. 190-191.<br />

26. En otro trabajo hemos <strong>de</strong>sarrollado este aspecto <strong>de</strong> la autorreferencialidad<br />

(Cfr. <strong>La</strong> noción <strong>de</strong> paradoja y la autorreferencialidad,<br />

en «Anuario filosófico», Ed. <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Navarra</strong>, S. A., Vol. V,<br />

1972, págs. 59-96. Sin embargo, hay que reconocer que esta manera<br />

<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r la autorreferencialidad levanta problemas que <strong>de</strong>berán<br />

ser resueltos.<br />

47


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

quien llega a afirmar que, dada su autorreferencia, el<br />

principio «todas las proposiciones son verda<strong>de</strong>ras o falsas»<br />

es un sinsentido 27 . Es más, según el mismo RUSSELL,<br />

es imposible eliminar el sinsentido <strong>de</strong> las proposiciones<br />

autorreferentes estableciendo <strong>de</strong> una vez por todas que<br />

no se han <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r como aplicables a sí misma. Concretamente,<br />

dice RUSSELL: «NO po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir 'Cuando hablo<br />

<strong>de</strong> todas las proposiciones, quiero <strong>de</strong>cir todas excepto<br />

aquellas en que se alu<strong>de</strong> a todas las proposiciones'; pues<br />

en esta aclaración habríamos hecho mención <strong>de</strong> las proposiciones<br />

en que son mencionadas todas las proposiciones,<br />

cosa que no nos es posible llevar a cabo con sentido»<br />

».<br />

De este modo, RUSSELL concluye que, por lo que se<br />

refiere al principio <strong>de</strong> tercero excluido, será necesario<br />

formularlo <strong>de</strong> otra manera en la que, bajo ningún aspecto,<br />

aparezca la autorreferencia 29 . Ahora bien, esa formulación<br />

se consigue expresando el principio como un teorema<br />

<strong>de</strong>l cálculo proposicional y usando variables preposicionales.<br />

El principio lo tenemos entonces en la forma<br />

«pV—p». Pero resulta que en el cálculo proposicional,<br />

como en todos los cálculos lógicos, caben fórmulas bien<br />

formadas que no sean ni <strong>de</strong>rivables ni refutables, sin que<br />

por eso el cálculo resulte incompleto. Esto es así porque<br />

las letras <strong>de</strong> proposiciones o <strong>de</strong> predicados funcionan al<br />

modo <strong>de</strong> variables libres —si comparamos estos cálculos<br />

con los no lógicos— por or<strong>de</strong>n a la interpretación. Es<br />

<strong>de</strong>cir, suce<strong>de</strong> con las fórmulas bien formadas <strong>de</strong>l cálculo<br />

proposicional como con algunas igualda<strong>de</strong>s aritméticas.<br />

Así «x + y = y + x» es una fórmula con dos variables<br />

libres y, sin embargo, es siempre válida, mientras que<br />

«x + y = z» sólo será verda<strong>de</strong>ra para <strong>de</strong>terminadas interpretaciones<br />

<strong>de</strong> las variables.<br />

27. Cfr. <strong>La</strong> lógica matemática y su fundamentación en la teoría <strong>de</strong><br />

los tipos, en «Lógica y conocimiento», trad. <strong>de</strong> J. Muguerza, Taurus,<br />

Madrid, 1966, págs. 77-144, pág. 84.<br />

28. Ibid., pág. 83.<br />

29. Cfr. ibid., pág. 84.<br />

48


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

Ahora bien, dada la fórmula «x + y = y + x», po<strong>de</strong>mos<br />

cuantificar en la forma «(x) (y) (x + y = 2/ + x)»,<br />

obteniendo una fórmula cerrada y <strong>de</strong>rivable. Si, sin embargo,<br />

cuantificamos <strong>de</strong>l mismo modo la fórmula «x -f<br />

y = z», obtenemos una fórmula cerrada pero refutable.<br />

Si proce<strong>de</strong>mos igualmente respecto <strong>de</strong> las fórmulas bien<br />

formadas <strong>de</strong>l cálculo proposicional «pV—p» y «pV q»,<br />

aunque para eso tengamos que tomarnos ciertas liberta<strong>de</strong>s,<br />

obtenemos en el primer caso una fórmula cerrada<br />

en or<strong>de</strong>n a la interpretación y <strong>de</strong>rivable, y, en el segundo<br />

caso, una fórmula cerrada en or<strong>de</strong>n a la interpretación<br />

y refutable. Pero si concebimos <strong>de</strong> este modo la expresión<br />

«pV—p», tendremos que será correctamente leída<br />

en la forma «para toda proposición p (o q, o r, o s, etc.)<br />

se tiene p o no p». Ahora bien, esto que acabamos <strong>de</strong><br />

escribir es una proposición y se refiere a todas las proposiciones,<br />

luego será autorreferente.<br />

Pero <strong>de</strong>jemos <strong>de</strong> lado esta cuestión. Supongamos, contra<br />

el pensamiento <strong>de</strong> RUSSELL en el trabajo <strong>La</strong> lógica<br />

matemática y su fundamentación en la teoría <strong>de</strong> los tipos,<br />

que es al que nos estábamos refiriendo, que cuando una<br />

proposición es aparentemente autorreferente, como en el<br />

caso <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> tercero excluido, basta enten<strong>de</strong>rlo<br />

como no autorreferente para que no sea un sinsentido. Es<br />

<strong>de</strong>cir, supongamos que existe una jerarquía <strong>de</strong> lenguajes<br />

<strong>de</strong> tal modo que una proposición <strong>de</strong>l lenguaje li se refiera<br />

solamente a las proposiciones <strong>de</strong>l lenguaje 1 0 . Con<br />

esto, po<strong>de</strong>mos seguir el mismo pensamiento <strong>de</strong> RUSSELL<br />

expresado en la introducción al Tractatus <strong>de</strong> WITTGES-<br />

TEIN 30 .<br />

Aplicando este criterio al principio <strong>de</strong> verificabilidad,<br />

po<strong>de</strong>mos admitir que éste pertenece a un metalenguaje li<br />

y que se refiere solamente a los enunciados <strong>de</strong> un lenguaje<br />

1 0 . Así se obvia el problema <strong>de</strong> la autorreferencia,<br />

pero aparecen nuevos problemas.<br />

30. Cfr. Tractatus logico-philosophicus, ed. bilingüe, trad. <strong>de</strong> E. Tierno<br />

Galván, Revista <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte, Madrid, 1957, pág. 25.<br />

49


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

En efecto, si el principio <strong>de</strong> verificabilidad no se aniquila<br />

a sí mismo proclamando su propio sinsentido dada<br />

la autorreferencia, tendremos que admitir que sólo vale<br />

para las proposiciones <strong>de</strong>l lenguaje <strong>de</strong> objetos y no <strong>de</strong>l<br />

metalenguaje. En ese caso, tal principio no es capaz <strong>de</strong><br />

eliminar toda metafísica, pues al menos ciertas proposiciones<br />

<strong>de</strong> la metafísica, y no las menos importantes, pertenecen<br />

propiamente al metalenguaje. En efecto, como dice<br />

Sto. Tomás, nosotros no conocemos la existencia <strong>de</strong> Dios<br />

—cosa que podría parecer, dada la <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> la<br />

proposición «Dios existe»— sino que tan sólo sabemos que<br />

es verda<strong>de</strong>ra la proposición «Dios existe» 31 . <strong>La</strong> afirmación<br />

metafísica <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> Dios se sitúa, pues, para<br />

Sto. Tomás, en el metalenguaje.<br />

Por supuesto que no po<strong>de</strong>mos establecer que los enunciados<br />

<strong>de</strong>l metalenguaje sólo tienen sentido si y sólo si<br />

son analíticos o empíricamente verificables, pues entonces<br />

también sería un sinsentido el principio <strong>de</strong> verificabilidad.<br />

Llegamos, pues, a la conclusión <strong>de</strong> que el principio<br />

<strong>de</strong> verificabilidad es el maocimum <strong>de</strong> metafísica que se<br />

permiten los neopositivistas y que es un enunciado que<br />

carece <strong>de</strong> fundamento efectivo. <strong>La</strong> metafísica, entonces,<br />

podrá ser consi<strong>de</strong>rada como el campo <strong>de</strong> proposiciones<br />

meramente hipotéticas y opcionales, y entre ellas se encontraría<br />

el principio <strong>de</strong> verificabilidad. Pero resulta que<br />

si el principio <strong>de</strong> verificabilidad carece <strong>de</strong> fundamento y<br />

es puramente opcional, entonces la negación <strong>de</strong> toda la<br />

metafísica también carece <strong>de</strong> fundamento y es arbitraria.<br />

Ahora bien, el principio <strong>de</strong> verificabilidad nos interesaba<br />

en cuanto fundamento último en el que CARNAP se<br />

apoya para su <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento.<br />

Resulta entonces que si el principio carece <strong>de</strong> fundamento,<br />

también carece <strong>de</strong> él su <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento a pesar <strong>de</strong> su apariencia <strong>de</strong> verosimilitud.<br />

50<br />

31. Cfr. I q 3, a 4, ad 2.


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

5. EL SINSENTIDO DE LAS PREGUNTAS<br />

<strong>La</strong> <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento <strong>de</strong> CAR­<br />

NAP pier<strong>de</strong> su vali<strong>de</strong>z en cuanto se consi<strong>de</strong>ra que pue<strong>de</strong><br />

haber proposiciones con sentido que no sean ni puramente<br />

analíticas —como las <strong>de</strong> la lógica o las <strong>de</strong> la matemática—<br />

ni pertenecientes a las ciencias empíricas.<br />

En efecto, los dos geógrafos estarán <strong>de</strong> acuerdo en<br />

cuanto a los datos empíricos acerca <strong>de</strong> la montaña. Sin<br />

embargo, si se acepta la posibilidad <strong>de</strong> la metafísica y,<br />

por tanto, el sentido <strong>de</strong> las tesis <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>alismo y <strong>de</strong>l realismo,<br />

su <strong>de</strong>sacuerdo por lo que se refiere a la realidad<br />

<strong>de</strong> la montaña ha <strong>de</strong> mantenerse.<br />

Admitiendo, en efecto, que el principio <strong>de</strong> verificabilidad<br />

no se pue<strong>de</strong> fundamentar, hay que aceptar, al menos,<br />

que tengan sentido enunciados que puedan ser verificados<br />

por criterios distintos <strong>de</strong> los puramente empíricos<br />

o, incluso, por criterios empíricos pero <strong>de</strong> modo indirecto.<br />

Este será el caso, por ejemplo, <strong>de</strong> las cinco vías<br />

<strong>de</strong> Sto. Tomás acerca <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> Dios.<br />

Ahora bien, hay que reconocer, aunque sólo sea provisoriamente,<br />

que por lo que se refiere al problema i<strong>de</strong>alismo-realismo,<br />

CARNAP parece tener cierta razón.<br />

Aunque las tesis <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>alismo y <strong>de</strong>l realismo no fuesen<br />

sinsentidos, rigurosamente hablando, el argumento <strong>de</strong><br />

CARNAP se pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar basado en que la pregunta<br />

que formula el problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo» (o «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»)<br />

es un sinsentido en cuanto<br />

no existe ningún criterio <strong>de</strong> verificabilidad para ninguna<br />

<strong>de</strong> las dos respuestas posibles. <strong>La</strong> pregunta sería un<br />

sinsentido en cuanto sería irrespondible.<br />

Si esto es así, si las preguntas irrespondibles son sinsentidos<br />

en cuanto preguntas, po<strong>de</strong>mos intentar una clasificación<br />

<strong>de</strong> las diferentes preguntas sin sentido.<br />

Examinemos, en primer lugar, el caso <strong>de</strong> la pregunta<br />

siguiente:<br />

¿Hay o no hay vida humana en otros planetas, <strong>de</strong><br />

otros sistemas solares distintos <strong>de</strong>l nuestro?<br />

51


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

En el caso <strong>de</strong> que no haya hombres en otros planetas,<br />

la pregunta es prácticamente irrespondible, aunque en<br />

teoría se podrían examinar todos los planetas <strong>de</strong>l universo,<br />

si, como cabe pensar, éste no es infinito, para verificar<br />

que no existe en ninguno <strong>de</strong> ellos vida humana.<br />

Ahora bien ¿esta irrespondibilidad práctica <strong>de</strong> la pregunta<br />

la convierte en un sinsentido? Si así fuese el<br />

sentido <strong>de</strong> la pregunta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ría en última instancia<br />

<strong>de</strong> su respondibilidad en un momento dado. Es <strong>de</strong>cir,<br />

una pregunta podría ser un sinsentido en un momento<br />

y no serlo en otro. Pero, claro está, esto no resulta satisfactorio<br />

y habrá que concluir —y seguramente CARNAP<br />

estaría <strong>de</strong> acuerdo con nosotros— que la pregunta a la<br />

que nos estamos refiriendo no es un sinsentido.<br />

Con esto, ya hemos <strong>de</strong>terminado más el carácter <strong>de</strong><br />

sinsentido <strong>de</strong> una pregunta. Una pregunta será sinsentido<br />

si es irrespondible teóricamente. Así nos encontramos con<br />

una serie <strong>de</strong> preguntas carentes <strong>de</strong> sentido. Se trata <strong>de</strong><br />

aquéllas que son irrespondibles no por razones fácticas<br />

sino por sí mismas; es <strong>de</strong>cir, aquéllas que son irrespondibles<br />

metafísicamente, para usar una terminología consagrada<br />

por la escolástica.<br />

Ahora bien, este es precisamente el caso <strong>de</strong> las preguntas<br />

paradójicas. Tales preguntas no pue<strong>de</strong>n ser teóricamente<br />

respondidas, puesto que, si se respon<strong>de</strong> que es verdad<br />

el enunciado que resulta cuando suprimimos los signos<br />

<strong>de</strong> interrogación, entonces se concluirá que es falsa<br />

y, si se respon<strong>de</strong> que es falso, se concluirá que es verda<strong>de</strong>ro.<br />

Este es, por ejemplo, el caso <strong>de</strong> la siguiente pregunta:<br />

«¿el número richardiano es richardiano?». Si es<br />

verdad que es richardiano es falso que lo sea y, si es<br />

falso que lo sea, es verdad que es richardiano.<br />

Pero con esta especie <strong>de</strong> preguntas no se agota el<br />

campo <strong>de</strong> las preguntas sin sentido. Una nueva especie pue<strong>de</strong><br />

ser la <strong>de</strong> preguntas tales que, si suprimimos los signos<br />

<strong>de</strong> interrogación, nos encontramos con un contrasentido. Este<br />

es el caso <strong>de</strong> la pregunta «¿El A que es B es no B?». O, si<br />

se quiere «¿El A que es B es o no es B?». Estas preguntas<br />

52


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

son sinsentidos en cuanto preguntas, puesto que, dada su<br />

enunciación misma, se tiene ya la respuesta.<br />

Otra especie <strong>de</strong> preguntas sin sentido, muy semejantes<br />

a la que acabamos <strong>de</strong> exponer, es el caso <strong>de</strong> aquéllas que,<br />

si suprimimos los signos <strong>de</strong> interrogación, nos encontramos<br />

con una tautología. Tales preguntas son <strong>de</strong> la forma<br />

siguiente «¿A es A?». Son, como las anteriores, preguntas<br />

sin sentido en cuanto preguntas, pues una vez enunciadas<br />

se tiene ya la respuesta.<br />

Hemos <strong>de</strong> advertir a este respecto que, <strong>de</strong> ningún<br />

modo, una tautología ha <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse como un sinsentido<br />

o como una expresión carente <strong>de</strong> sentido. Po<strong>de</strong>mos<br />

pensar que «A es A» no aporta ningún nuevo conocimiento<br />

acerca <strong>de</strong> A, pero esto no es cierto. Como ejemplo <strong>de</strong><br />

expresión tautológica, que efectivamente aporta un nuevo<br />

conocimiento, po<strong>de</strong>mos poner la frase <strong>de</strong> Pilatos «Lo que<br />

escribí, escribí» 32 , que no es, como es fácil <strong>de</strong> ver, un<br />

sinsentido. <strong>La</strong> expresión <strong>de</strong> Pilatos quiere <strong>de</strong>cir que lo<br />

que está escrito, está escrito <strong>de</strong> una vez por todas. Es lo<br />

mismo que se expresa en el principio <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad, el<br />

cual, a su vez, es perfectamente convertible —mediante<br />

la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong>l conectivo <strong>de</strong> la implicación— en el principio<br />

<strong>de</strong> contradicción. Este último no es evi<strong>de</strong>ntemente<br />

un sinsentido, sino precisamente la ley que se ha <strong>de</strong> tener<br />

en cuenta para evitar el contrasentido.<br />

Con esto, tampoco hemos agotado el campo <strong>de</strong> las preguntas<br />

sin sentido. Este campo se ve enriquecido por<br />

todas aquellas especies <strong>de</strong> enunciados indicativos sin sentido<br />

que pue<strong>de</strong>n expresarse en forma interrogativa.<br />

Así, y para expresarnos en la terminología <strong>de</strong> HUSSERL,<br />

tenemos el campo <strong>de</strong> las preguntas a partir <strong>de</strong> las cuales,<br />

cuando se suprimen los signos <strong>de</strong> interrogación, se obtiene<br />

una expresión carente <strong>de</strong> sentido cuanto a su forma. Este<br />

es el caso <strong>de</strong>l enunciado «César pero y». Lo que en este<br />

enunciado —y en su pregunta correspondiente— se da es<br />

una ausencia <strong>de</strong> aplicación <strong>de</strong> las leyes sintácticas. Tal<br />

32. J. 19, 22.<br />

53


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

enunciado, es una expresión mal formada sintácticamente.<br />

En ella no se ha tenido en cuenta las reglas <strong>de</strong> formación<br />

<strong>de</strong>l lenguaje ordinario, es <strong>de</strong>cir, se trata <strong>de</strong> una<br />

expresión que viola las leyes <strong>de</strong> la sintaxis fundadas en<br />

las categorías sintácticas.<br />

Otro caso <strong>de</strong> preguntas sin sentido son aquellas que<br />

se obtienen al añadir los signos <strong>de</strong> interrogación a un<br />

enunciado carente <strong>de</strong> sentido en cuanto a su contenido,<br />

para usar la terminología <strong>de</strong> HUSSERL. Este mismo aporta<br />

un ejemplo <strong>de</strong> tales enunciados: «la suma <strong>de</strong> los ángulos<br />

<strong>de</strong> un triángulo es igual al color rojo» 33 . En este caso,<br />

se da también un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> categorías, sólo que éstas, en<br />

vez <strong>de</strong> ser las meras categorías sintácticas, es <strong>de</strong>cir, las<br />

categorías que se pue<strong>de</strong>n establecer a partir <strong>de</strong> las nociones<br />

<strong>de</strong> functores y <strong>de</strong> argumentos 34 , son las categorías en<br />

el sentido aristotélico, sean éstas ontológico-formales, ontológico-materiales<br />

o, simplemente, categorías semánticas.<br />

De todos modos, hay que reconocer que entre las categorías<br />

sintácticas y las categorías <strong>de</strong> Aristóteles existe una<br />

cierta correspon<strong>de</strong>ncia, aunque ésta no sea total 35 .<br />

Es necesario <strong>de</strong>cir, sin embargo, que el sinsentido <strong>de</strong><br />

expresiones tales como «la suma <strong>de</strong> los ángulos <strong>de</strong> un<br />

triángulo es igual al color rojo», y, por tanto, <strong>de</strong> la pregunta<br />

correspondiente, es diverso <strong>de</strong>l <strong>de</strong> expresiones <strong>de</strong>l<br />

tipo «César pero y» y <strong>de</strong> sus formulaciones en forma interrogativa.<br />

Ante la expresión «César pero y», como inmediatamente<br />

se hace patente, no es posible enten<strong>de</strong>r nada. El<br />

sinsentido es— en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los enunciados— equivalente<br />

al <strong>de</strong> las palabras mal formadas, por llamarlas así,<br />

las palabras que consisten en una concatenación <strong>de</strong> letras<br />

que no tienen significación en un lenguaje dado.<br />

Ahora bien, el sinsentido <strong>de</strong> «la suma <strong>de</strong> los ángulos<br />

33. HUSSERL, Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal, pág. 229.<br />

34. Cfr. I. M. BOCHENSKI, Los métodos actuales <strong>de</strong>l pensamiento,<br />

trad. <strong>de</strong> Raimundo Drudis Baldrich, Ed. Rialp, Madrid, 1965, págs.<br />

98^100.<br />

35. Cfr. ibid., págs. 97-98.<br />

54


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

<strong>de</strong> un triángulo es igual al color rojo» no es tan evi<strong>de</strong>nte.<br />

Aparentemente la expresión parece significar algo, pero,<br />

a poco que se reflexione sobre ella, se concluye que no<br />

pue<strong>de</strong> ser ni verda<strong>de</strong>ra ni falsa y que, por tanto, es un<br />

sinsentido. Su tipo <strong>de</strong> sinsentido es semejante al <strong>de</strong> los<br />

enunciados paradójicos.<br />

Con esto aun no están agotadas las especies <strong>de</strong> preguntas<br />

sin sentido. Cabe pensar todavía en las preguntas<br />

obtenidas al añadir los signos <strong>de</strong> interrogación a expresiones<br />

<strong>de</strong> tal modo ambiguas que no tienen un sentido<br />

<strong>de</strong>finido y que, por tanto, pue<strong>de</strong>n ser consi<strong>de</strong>radas como<br />

sinsentidos. Se trata <strong>de</strong> las expresiones supuestamente metafísicas<br />

contra las que se ceban los neopositivistas. Este<br />

es el caso <strong>de</strong> «lo absoluto es real» o <strong>de</strong> «la nada anonada».<br />

Se hace difícil enten<strong>de</strong>r qué es lo que en la primera<br />

<strong>de</strong> estas expresiones se entien<strong>de</strong> por «lo absoluto».<br />

Por otra parte, el predicado «ser real» no ayuda nada<br />

—antes al contrario— para <strong>de</strong>scifrar su contenido significativo.<br />

Lo mismo suce<strong>de</strong> con «la nada anonada». Si la<br />

nada no es ¿cómo pue<strong>de</strong> hacer algo, aunque ese «algo»<br />

sea anonadar?<br />

Hay que aclarar que tales expresiones tienen un sentido<br />

peculiar. Se trata <strong>de</strong> expresiones que parecen pertenecer<br />

más bien al lenguaje poético que al lenguaje ordinario,<br />

científico o filosófico. Sean, por ejemplo, los dos<br />

versos con que comienza el poema Oficina y <strong>de</strong>nuncia <strong>de</strong><br />

la obra Un poeta en Nueva York <strong>de</strong> GARCÍA LORCA:<br />

Debajo <strong>de</strong> las multiplicaciones<br />

hay una gota <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> pato.<br />

Si esta expresión se preten<strong>de</strong> analizar con los criterios<br />

que se aplican al lenguaje ordinario o científico, habrá<br />

que concluir que se trata <strong>de</strong> un sinsentido.<br />

En efecto, ¿cómo pue<strong>de</strong> haber <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las multiplicaciones<br />

una gota <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> pato? Se habla, a<strong>de</strong>más, <strong>de</strong><br />

«las multiplicaciones», es <strong>de</strong>cir, no <strong>de</strong> una multiplicación,<br />

sino <strong>de</strong> todas ellas. Por tanto, hay que pensar que las<br />

multiplicaciones están todas reunidas, cosa que es un<br />

55


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

absurdo. Por otra parte, las multiplicaciones constituirán<br />

algo que se pue<strong>de</strong> levantar. No el papel en que están escritas,<br />

sino las mismas multiplicaciones. Ahora bien, que<br />

una multiplicación se pueda levantar <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> ella se encuentre una gota <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> pato es<br />

por lo menos tan sinsentido como «la suma <strong>de</strong> los ángulos<br />

<strong>de</strong> un triángulo es igual al color rojo».<br />

Pero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro punto <strong>de</strong> vista, la expresión tiene<br />

sentido, es <strong>de</strong>cir, tiene contenido, aunque éste sea tal<br />

que —como correspon<strong>de</strong> al lenguaje poético— sea indiscernible<br />

<strong>de</strong> su misma forma 36 .<br />

Pues bien, lo mismo suce<strong>de</strong> con respecto a algunas<br />

expresiones supuestamente metafísicas, tales como «lo<br />

absoluto es real» o la «nada anonada». Se trata <strong>de</strong> expresiones<br />

ambiguas, imprecisas, carentes <strong>de</strong> un sentido <strong>de</strong>finido,<br />

pero que, como las expresiones poéticas, tienen un<br />

contenido y un contenido inseparable <strong>de</strong> su forma. Porque<br />

¿qué quiere <strong>de</strong>cir «lo Absoluto es real»? <strong>La</strong> respuesta sólo<br />

pue<strong>de</strong> ser ésta: «lo Absoluto es real» no quiere <strong>de</strong>cir más<br />

que lo Absoluto es real.<br />

Aun cabe añadir otra especie <strong>de</strong> preguntas sin sentido.<br />

Se trata <strong>de</strong> las preguntas que se obtienen al añadir a un<br />

enunciado circular los signos <strong>de</strong> interrogación. Sostenemos,<br />

con RUSSELL, que los enunciados circulares —los que<br />

se refieren a sí mismo y sólo a sí mismo— son sinsentidos,<br />

aunque no suscribimos la tesis <strong>de</strong> que el enunciado autorreferente,<br />

que se refiere a sí mismo en cuanto se dice<br />

<strong>de</strong> una totalidad <strong>de</strong> proposiciones <strong>de</strong> la que él mismo<br />

forma parte, sea un sinsentido 37 .<br />

Po<strong>de</strong>mos ahora clasificar las diferentes especies <strong>de</strong> preguntas<br />

sin sentido a que nos hemos referido, partiendo <strong>de</strong>l<br />

36. Cfr. J. Miguel IBÁÑEZ LANGLOIS, <strong>La</strong> creación poética, ed. Rialp,<br />

Madrid, 1964, págs. 58-59.<br />

37. Cfr. <strong>Emilio</strong> <strong>DÍAZ</strong> <strong>ESTÉVEZ</strong>, op. cit., págs. 79-85. <strong>La</strong> aserción <strong>de</strong><br />

que todo enunciado circular en el sentido <strong>de</strong>finido en el texto es un<br />

sinsentido ha <strong>de</strong> ser probada, dada la supuesta circularidad <strong>de</strong> la<br />

proposición in<strong>de</strong>cidible <strong>de</strong> GOEDEL y el enunciado que presenta BETH<br />

en su libro The foundations of mathematics, North-Holland p.c, Amsterdam,<br />

1965, pág. 486.<br />

56


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

más patente y <strong>de</strong>jando para el final aquellas preguntas<br />

que sólo son sinsentidos en cuanto preguntas. <strong>La</strong> clasificación<br />

la hacemos a través <strong>de</strong> los ejemplos con que hemos<br />

ilustrado nuestro estudio. Cada especie <strong>de</strong> pregunta sin<br />

sentido, constituirá un <strong>de</strong>terminado tipo que <strong>de</strong>signaremos<br />

mediante una letra mayúscula <strong>de</strong>l alfabeto latino.<br />

<strong>La</strong> clasificación es la siguiente:<br />

A.—«¿César pero y?».<br />

B.—«¿<strong>La</strong> suma <strong>de</strong> los ángulos <strong>de</strong> un triángulo es igual<br />

al color rojo?».<br />

C.—«¿El número richardiano es dichardiano?».<br />

D.—«¿A dice que A es B?».<br />

E.—«¿Lo Absoluto es real?<br />

F.—«¿El A que no es B es B?».<br />

G.—«¿A es A?».<br />

Queda patente que el tipo <strong>de</strong> sinsentido que se pue<strong>de</strong><br />

atribuir a expresiones supuestamente metafísicas —habría<br />

que admitirlas al menos como expresiones poéticas— es<br />

el tipo E. «Sinsentido» es aquí ambigüedad, equivocidad,<br />

imprecisión; es <strong>de</strong>cir, ausencia <strong>de</strong> un sentido <strong>de</strong>finido.<br />

Ahora bien, con esto no queremos indicar que las preguntas<br />

que plantean el problema <strong>de</strong>l conocimiento sean<br />

sinsentidos <strong>de</strong> este tipo. El tipo a que pertenecen, si es<br />

que son ciertamente sinsentidos, lo veremos más a<strong>de</strong>lante.<br />

Por ahora, conviene que nos <strong>de</strong>tengamos a examinar<br />

otros intentos <strong>de</strong> <strong>superación</strong> —o <strong>de</strong> solución neutralista—<br />

<strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento, distintos <strong>de</strong>l <strong>de</strong> CARNAP.<br />

Nos referimos, concretamente, a la <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento en el seno <strong>de</strong> la filosofía fenómenológica.<br />

6. LA FENOMENOLOGÍA DE HUSSERL<br />

Y EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

HUSSERL es un pensador que en cierto modo supera la<br />

antítesis i<strong>de</strong>alismo-realismo, y un filósofo que se sitúa ante<br />

el problema <strong>de</strong>l conocimiento para darle solución.<br />

57


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

Nos interesa tanto una cosa como la otra. Luego veremos,<br />

a<strong>de</strong>más, cómo ambas actitu<strong>de</strong>s no son incompatibles.<br />

Por lo tanto, po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que, si HUSSERL supera la antítesis<br />

«i<strong>de</strong>alismo-realismo» —y se refiere a un realismo especial;<br />

a saber, el empirismo—, lo hace <strong>de</strong> modo diferente<br />

al <strong>de</strong> CARNAP. Para éste la pregunta misma no tiene sentido;<br />

para HUSSERL, en cambio, lo que suce<strong>de</strong> es que rechaza<br />

tanto la solución realista —empirista— como la<br />

i<strong>de</strong>alista.<br />

a) <strong>La</strong> posición neutralista <strong>de</strong> HUSSERL ante el problema<br />

realismo-i<strong>de</strong>alismo<br />

Propiamente hablando, la antítesis ante la que HUSSERL<br />

escoge la posición neutralista —ni una ni otra— es la<br />

antítesis «empirismo-i<strong>de</strong>alismo». Ahora bien, el empirismo<br />

es, como dice HUSSERL «un realismo teórico-práctico<br />

que quiere hacer valer en contra <strong>de</strong> todos los 'ídolos', en<br />

contra <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> la tradición y la superstición,<br />

<strong>de</strong> los principios <strong>de</strong> toda índole, rudimentarios y refinados,<br />

los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> la razón autónoma como única autoridad<br />

en las cuestiones que se refieren a la verdad. Juzgar<br />

sobre las cosas racional o científicamente quiere <strong>de</strong>cir<br />

dirigirse por las cosas mismas, o retroce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los<br />

dichos y las opiniones hasta las cosas mismas interrogándolas<br />

tales cuales se <strong>de</strong>n en sí mismas y rechazando<br />

a un lado todos los principios extraños a ellas» 38 .<br />

Ahora bien, el realismo empirista es inaceptable para<br />

HUSSERL porque conduce al escepticismo, tesis que se encuentra<br />

ya <strong>de</strong>fendida en los Prolegómenos a la lógica<br />

pura.<br />

Allí afirma HUSSERL que el empirismo es tan absurdo<br />

como el escepticismo extremo: «anula la posibilidad <strong>de</strong><br />

una justificación <strong>de</strong>l conocimiento mediato; y por en<strong>de</strong><br />

38. I<strong>de</strong>as relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenología,<br />

trad. <strong>de</strong> José Gaos, Fondo <strong>de</strong> cultura económica, México,<br />

1962, pág. 48.<br />

58


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

anula su propia posibilidad como teoría científicamente<br />

fundada» 39 . En efecto, como <strong>de</strong>clara más a<strong>de</strong>lante, «el<br />

empirismo extremo, que no conce<strong>de</strong> en el fondo plena<br />

confianza sino a los juicios empíricos particulares..., renuncia<br />

eo ipso a la posibilidad <strong>de</strong> justificar racionalmente<br />

el conocimiento mediato» 40 . Pero parecido juicio pue<strong>de</strong><br />

hacerse, todavía según HUSSERL, acerca <strong>de</strong> un empirismo<br />

mo<strong>de</strong>rado que, como el <strong>de</strong> HUME, «trate <strong>de</strong> salvar, como<br />

justificado a priori la esfera <strong>de</strong> la lógica y <strong>de</strong> la matemática<br />

y sólo entrega al empirismo las ciencias <strong>de</strong> hechos.<br />

También esta posición epistemológica se revela insostenible<br />

e incluso absurda». En efecto, «los juicios mediatos<br />

sobre hechos... no admiten, con toda universalidad, ninguna<br />

justificación racional, sino sólo una explicación psicológica.<br />

Basta plantear la cuestión <strong>de</strong> cuál sea la justificación<br />

racional <strong>de</strong> los juicios psicológicos... en que se<br />

apoya esta misma teoría y <strong>de</strong> los argumentos <strong>de</strong> hecho<br />

que ella misma emplea, para reconocer la evi<strong>de</strong>nte pugna<br />

entre el sentido <strong>de</strong> la proposición que la teoría quiere<br />

<strong>de</strong>mostrar y el sentido <strong>de</strong> las <strong>de</strong>rivaciones que preten<strong>de</strong><br />

emplear para ello. <strong>La</strong>s premisas psicológicas <strong>de</strong> la teoría<br />

son ellas mismas juicios mediatos sobre hechos; carecen,<br />

pues, <strong>de</strong> toda justificación racional, según la tesis que<br />

se trata <strong>de</strong> probar» 41 . Así pues, el empirismo conduce<br />

al escepticismo.<br />

Ahora bien, «el escepticismo —dice HUSSERL— se anula<br />

a sí mismo por el contrasentido que entraña» 42 . Por tanto,<br />

el empirismo conduce a una contradicción. «Basta<br />

preguntar al empirista por la fuente <strong>de</strong> vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> sus<br />

tesis generales (por ejemplo 'todo pensar válido se funda<br />

en la experiencia, en cuanto ésta es la única intuición en<br />

que se da algo') para que se enre<strong>de</strong> en un contrasentido<br />

fácil <strong>de</strong> exhibir. <strong>La</strong> experiencia directa sólo da, en efecto,<br />

39. Investigaciones lógicas, Vol. I, pág. 114.<br />

40. Ibid., pág. 115.<br />

41. Ibid., pág. 116<br />

42. I<strong>de</strong>as..., págs. 50-51.<br />

59


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

cosas y casos singulares, nunca universales; pero eso no<br />

basta. A la evi<strong>de</strong>ncia esencial no pue<strong>de</strong> apelar, puesto<br />

que la niega; apelará, pues, a la inducción y, en general,<br />

al complejo <strong>de</strong> raciocinios indirectos por medio <strong>de</strong> los<br />

cuales llega la ciencia empírica a sus proposiciones generales.<br />

Pero... ¿qué pasa con los principios <strong>de</strong> los raciocinios...,<br />

por ejemplo, qué pasa con los principios silogísticos,<br />

el principio <strong>de</strong> 'la igualdad entre sí <strong>de</strong> dos cosas<br />

iguales a una tercera', etc....?» 43 .<br />

Esta objeción pue<strong>de</strong> parecer no válida para el empirismo<br />

<strong>de</strong>l neopositivismo lógico o para el empirismo mo<strong>de</strong>rado.<br />

En ambos casos se retira <strong>de</strong> la esfera <strong>de</strong> los<br />

hechos los principios lógicos y matemáticos. Sin embargo,<br />

las objeciones <strong>de</strong> HUSSERL se revelan claramente válidas<br />

contra toda especie <strong>de</strong> empirismo o <strong>de</strong> positivismo. Si<br />

nos fijamos concretamente en el neopositivismo lógico,<br />

vemos que su peculiar empirismo radica en el principio<br />

<strong>de</strong> verificabilidad. Ahora bien ¿cómo es posible admitir<br />

como con sentido las proposiciones analíticas junto con<br />

las empíricas? Se podrá respon<strong>de</strong>r que las proposiciones<br />

analíticas son a priori y, por tanto, no <strong>de</strong>scansan en la<br />

experiencia. Pero, en ese caso ¿por qué no admitir una<br />

metafísica <strong>de</strong> proposiciones a priori sean o no analíticas?<br />

A su vez, como ya vimos, el mismo principio ni es analítico<br />

ni verificable empíricamente, <strong>de</strong> don<strong>de</strong>, siguiendo<br />

los caminos <strong>de</strong> HUSSERL, se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que se anula a<br />

sí mismo o, mejor dicho, que se autoestablece como un<br />

sinsentido.<br />

Pero HUSSERL señala también las obscurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l lado<br />

i<strong>de</strong>alista, afirmando así su posición neutral frente al<br />

problema en cuestión. Añadamos aquí, antes <strong>de</strong> exponer<br />

la refutación <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>alismo por parte <strong>de</strong> HUSSERL, que el<br />

realismo empirista no es más que el realismo llevado hasta<br />

sus últimas consecuencias. En efecto, si admitimos la<br />

realidad esencial o i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> las cosas no nos situamos en<br />

un realismo puro, sino en un realismo i<strong>de</strong>alista, un rea-<br />

60<br />

43. Ibid., pág. 51.


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

lismo que acabaría afirmando como real la entidad inteligible<br />

<strong>de</strong> las cosas y <strong>de</strong>l mundo y posponiendo la realidad<br />

sensible <strong>de</strong> las mismas. Así, lo que CARNAP hace al<br />

superar la antítesis «i<strong>de</strong>alismo-realismo» es, en cierto<br />

modo, pronunciarse a favor <strong>de</strong>l empirismo. En este sentido,<br />

su negación <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong>l problema no es tal,<br />

sino una solución extrafilosófica, ingenua, podríamos <strong>de</strong>cir,<br />

que hace coincidir lo real con lo empíricamente verificable.<br />

HUSSERL critica al i<strong>de</strong>alismo en cuanto en él «no se<br />

llega a tener por medio <strong>de</strong> la reflexión una clara conciencia<br />

<strong>de</strong> que hay algo que es una intuición pura, como<br />

una forma <strong>de</strong> darse algo en que se dan originariamente<br />

esencias como objetos..., no se reconoce que también todo<br />

juicio intelectualmente evi<strong>de</strong>nte, en especial las verda<strong>de</strong>s<br />

absolutamente universales, caen bajo el concepto <strong>de</strong> intuición<br />

en que se da algo... Sin duda se habla <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>ncia,<br />

pero, en lugar <strong>de</strong> ponerla, como evi<strong>de</strong>ncia intelectual, en<br />

relaciones esenciales con la visión corriente, se habla <strong>de</strong><br />

un sentimiento <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>ncia que, como un místico in<strong>de</strong>x<br />

veri, prestaría al juicio una coloración afectiva... Estos<br />

presuntos sentimientos <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>ncia... no son sino sentimientos<br />

teóricamente inventados»<br />

u .<br />

b) <strong>La</strong> solución <strong>de</strong> HUSSERL <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento<br />

Aunque HUSSERL niegue tanto el empirismo como el<br />

i<strong>de</strong>alismo, su filosofía es un planteamiento y una solución<br />

nueva <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento.<br />

En efecto, en la Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal y en<br />

las Meditaciones cartesianas, HUSSERL se plantea el problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento <strong>de</strong> modo semejante a como se lo<br />

pone DESCARTES aunque para resolverlo <strong>de</strong> modo totalmente<br />

diverso.<br />

44. Ibid., pág. 53.<br />

61


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

<strong>La</strong> solución <strong>de</strong> dicho problema para HUSSERL comienza<br />

por una epojé, un poner entre paréntesis la existencia <strong>de</strong><br />

las cosas para quedarnos solamente con su eidos o esencia.<br />

Así, con palabras <strong>de</strong> ZUBIRI, «en lugar <strong>de</strong>l puro hecho,<br />

tenemos el eidos. Si en este rojo <strong>de</strong> hecho, prescindo<br />

<strong>de</strong> que sea '<strong>de</strong> hecho' rojo, me quedo tan sólo con 'lo'<br />

rojo» 45 . De este modo, al prescindir <strong>de</strong> que una cosa sea<br />

<strong>de</strong> hecho tal, se prescin<strong>de</strong> <strong>de</strong> la existencia misma <strong>de</strong> la<br />

cosa, se pone entre paréntesis, practicando la epojé o<br />

reducción.<br />

Esta reducción es primeramente fenomenológica, pues<br />

el mundo, puesta entre paréntesis su existencia, queda<br />

reducido a puro fenómeno; es <strong>de</strong>cir, queda reducido a no<br />

ser sino lo que me aparece y en tanto que me aparece.<br />

Al mismo tiempo, es una reducción eidética, puesto que<br />

al prescindir <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> las cosas me quedo con<br />

sus eidos. Por último, la reducción es también trascen<strong>de</strong>ntal<br />

y en un doble sentido. Primero, en cuanto el fenómeno<br />

en su irrealidad, una vez suspendido el carácter<br />

<strong>de</strong> existencia, sólo se da en una conciencia y por el acto<br />

mismo <strong>de</strong> esa conciencia que es la reducción. Segundo,<br />

en cuanto la conciencia revela una subjetividad trascen<strong>de</strong>ntal<br />

y en cuanto ella misma, una vez realizada la reducción,<br />

es la que, por así <strong>de</strong>cirlo, pone las cosas 46 .<br />

Así, el planteamiento <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l conocimiento<br />

en HUSSERL es, como hemos dicho, semejante al <strong>de</strong> DES­<br />

CARTES. Este duda <strong>de</strong> todo, aquél simplemente pone entre<br />

paréntesis. El principio <strong>de</strong> solución también parece semejante.<br />

DESCARTES parte <strong>de</strong>l ego cogito y HUSSERL proce<strong>de</strong><br />

a partir <strong>de</strong>l ego-cogito-cogitatum como estructura <strong>de</strong> la intencionalidad.<br />

Pero, a pesar <strong>de</strong> eso, las diferencias son<br />

profundas. Se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que HUSSERL reprocha a DES­<br />

CARTES el no haber reparado que toda cogitatio, aun puesta<br />

45. Cinco lecciones <strong>de</strong> filosofía, Sociedad <strong>de</strong> estudios y publicaciones,<br />

Madrid, 1963, pág. 226.<br />

46. Cfr. ZUBIRI, op. cit, pág. 226-227.<br />

62


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

en duda su presunta verdad, tiene un cogitatum propio<br />

que, en cuanto cogitatum, es un objeto sui generis. Pero<br />

DESCARTES resbala sobre esta circunstancia para ir <strong>de</strong> la<br />

cogitatio al ego 47 . Este error <strong>de</strong> DESCARTES se fundamenta<br />

en que él postula <strong>de</strong> hecho la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l mundo real y<br />

concibe el cogito como un medio <strong>de</strong> justificar este presupuesto.<br />

De ahí que pase <strong>de</strong>l cogito, a través <strong>de</strong> la veracidad<br />

divina, al mundo real; en vez <strong>de</strong> pasar inmediatamente<br />

<strong>de</strong>l cogito al cogitatum* 8 .<br />

A<strong>de</strong>más HUSSERL afirma que DESCARTES ha confundido<br />

el ego con la realidad <strong>de</strong>l alma humana, cuando en realidad<br />

el ego no es más que el mero polo subjetivo <strong>de</strong> la<br />

intencionalidad, que es el acto <strong>de</strong> conciencia, y la realidad<br />

<strong>de</strong>l alma humana es un objeto <strong>de</strong> conocimiento, un<br />

cogitatum 49 .<br />

Por último, y eso tiene menos interés para nosotros,<br />

HUSSERL reprocha a DESCARTES el no haber acertado con<br />

el sentido trascen<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>l ego <strong>de</strong>scubierto por él, puesto<br />

que aun admite el a priori <strong>de</strong> la causalidad y el presupuesto<br />

ingenuo <strong>de</strong> las evi<strong>de</strong>ncias lógicas 50 .<br />

<strong>La</strong> estructura ego-cogito-cogitatum obliga a HUSSERL<br />

a una triple reflexión: la reflexión noemática sobre el<br />

cogitatum, la reflexión noética sobre el cogito y, finalmente,<br />

la reflexión última sobre el ego 51 .<br />

En la última reflexión es don<strong>de</strong> el mundo y los objetos<br />

externos vuelven a recuperar la existencia puesta entre<br />

paréntesis en la primera reflexión. <strong>La</strong> reflexión noemática<br />

sobre el cogitatum coinci<strong>de</strong>, en efecto, con el primer<br />

nivel <strong>de</strong> la reducción fenomenológica, en don<strong>de</strong> es puesta<br />

47. Cfr. ibid., pág. 222.<br />

48. Cfr. Quintín LAUER, Phénoménologie <strong>de</strong> Husserl, Presses universitaires<br />

<strong>de</strong> France, París, 1955, pág. 269.<br />

49. Cfr. Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal, pág. 240.<br />

50. Cfr. ibid., pág. 238-239.<br />

51. Cfr. A. DE MURALT, <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la fenomenología, trad. <strong>de</strong> Ricardo<br />

Guerra, <strong>Universidad</strong> nacional autónoma <strong>de</strong> México, México, 1963,<br />

pág. 281.<br />

63


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

entre paréntesis la existencia <strong>de</strong>l mundo y éste es reducido<br />

a la condición <strong>de</strong> puro fenómeno 52 .<br />

En la Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal muestra HUSSERL<br />

cómo el mundo recobra su carácter <strong>de</strong> existencia, pero<br />

<strong>de</strong> una existencia relativa y presunta. En efecto, lo que<br />

se conoce con necesidad apodíctica es la existencia <strong>de</strong>l<br />

ego. Yo «existo para mí con necesidad apodíctica», dice<br />

expresamente HUSSERL. En cambio, el mundo en cuanto<br />

es constituido por el ego —pues la cogitatio es la misma<br />

conciencia y por ésta, que es siempre conciencia <strong>de</strong>, el<br />

ego pone al mundo— «aunque existe —dice HUSSERL— continuamente<br />

para mí en la corriente <strong>de</strong> mi experiencia<br />

coherente, aunque exista sin duda alguna (nunca podría<br />

sustentar una duda sobre una existencia que cualquier<br />

experiencia confirma), sólo tiene el sentido <strong>de</strong> una existencia<br />

presunta y conserva este sentido con necesidad<br />

esencial. El mundo real sólo existe con la presunción,<br />

constantemente sostenida, <strong>de</strong> que la experiencia continuará<br />

transcurriendo con el mismo estilo constitutivo» 53 .<br />

Obviamente, esa existencia será también relativa, es <strong>de</strong>cir,<br />

relativa a la <strong>de</strong>l ego, en cuanto es el ego el que en<br />

cierto sentido, constituye el mundo.<br />

De esta manera resuelve HUSSERL el problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo».<br />

Por lo que se refiere a la antítesis «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»,<br />

la misma reducción eidética<br />

resuelve el problema.<br />

Está claro, pues, que la solución <strong>de</strong> HUSSERL al problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento consiste en la adopción <strong>de</strong> un<br />

i<strong>de</strong>alismo <strong>de</strong> nuevo cuño. Se trata <strong>de</strong> un i<strong>de</strong>alismo sólo<br />

en el sentido <strong>de</strong> una aprioridad <strong>de</strong>l ser esencial respecto<br />

<strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong> hecho y en el sentido <strong>de</strong> que la conciencia<br />

pura es el ser objetivo y todo otro ser objetivo<br />

se funda intencionalmente en el ser <strong>de</strong> la conciencia,<br />

en la existencia apodícticamente evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l ego 5 *.<br />

64<br />

52. Cfr. ibid., pág. 282.<br />

53. Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal, pág. 262.<br />

54. Cfr. ZUBIRI, op. cit., pág. 254.


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

7. LA FENOMENOLOGÍA EXISTENCIAL<br />

Y EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

Si en HUSSERL encontramos una posición neutralista y<br />

una solución al problema <strong>de</strong>l conocimiento, en la fenomenología<br />

existencial el problema aparece plenamente superado.<br />

De todos modos, ya en HUSSERL se encuentran ciertos<br />

pensamientos que apuntan en esa dirección 55 .<br />

MERLEAU-PONTY, en el prólogo <strong>de</strong> su Fenomenología <strong>de</strong><br />

la percepción, comienza interrogándose por el ser <strong>de</strong> la<br />

fenomenología y dando <strong>de</strong> ésta dos <strong>de</strong>finiciones aparentemente<br />

contradictorias; la primera, que se aplica perfectamente<br />

a la filosofía <strong>de</strong> HUSSERL y la segunda, que se <strong>de</strong>be<br />

al pensamiento <strong>de</strong> HEIDEGGER quien, a su vez, se apoya<br />

sobre algunas observaciones <strong>de</strong> HUSSERL en su último período<br />

acerca <strong>de</strong>l Lebenswelt o mundo <strong>de</strong> la vida.<br />

<strong>La</strong> primera <strong>de</strong>finición es ésta: «la fenomenología es el<br />

estudio <strong>de</strong> las esencias, y todos los problemas, según ella,<br />

se reducen a <strong>de</strong>finir esencias» 56 .<br />

<strong>La</strong> segunda <strong>de</strong>finición es ésta: «la fenomenología es...<br />

una filosofía que vuelve a colocar las esencias en la existencia<br />

y consi<strong>de</strong>ra que no se pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r al hombre<br />

y al mundo sino a partir <strong>de</strong> su 'facticidad'» 57 .<br />

<strong>La</strong>s dos <strong>de</strong>finiciones no son contradictorias más que aparentemente.<br />

Al final <strong>de</strong> su vida, HUSSERL piensa que el<br />

Lebenswelt, el mundo que se opone al <strong>de</strong> la ciencia físicomatemática<br />

58 , el mismo mundo <strong>de</strong> la actitud natural,<br />

pero <strong>de</strong>snudado <strong>de</strong> su ingenuidad y concebido como constituido<br />

por la conciencia 59 , es el objeto último <strong>de</strong> la<br />

filosofía fenomenológica 60 . Ahora bien, el Lebenswelt es<br />

55. Cfr. LAUER, op. cit., pág. 373-374.<br />

56. Op. cit., trad. <strong>de</strong> <strong>Emilio</strong> Uranga; Fondo <strong>de</strong> cultura económica,<br />

México, 1957, pág. V.<br />

57. Ibid.<br />

58. Cfr. MURALT, op. cit., pág. 264.<br />

59. Cfr. ibid., pág. 269-273.<br />

60. Cfr. ibid., pág. 267-268.<br />

65


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

el término final <strong>de</strong> toda la fenomenología, el término <strong>de</strong><br />

la reducción <strong>de</strong> la ciencia y <strong>de</strong> la lógica 61 .<br />

Así, la reducción fenomenológica adquiere un nuevo<br />

sentido que es adoptado por los fenomenólogos existencíales.<br />

<strong>La</strong> reducción fenomenológica significa, en cierto<br />

modo, un volver al principio. En efecto, «es una contradicción<br />

reemplazar la experiencia corriente <strong>de</strong> todos los<br />

días por la <strong>de</strong> las ciencias físicas, como lo es también<br />

suplir el mundo <strong>de</strong> la experiencia cotidiana con un sistema<br />

<strong>de</strong> significados constituidos por una ciencia. <strong>La</strong> reflexión<br />

filosófica exige una vuelta a la experiencia original,<br />

al mundo original <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> la supraestructura<br />

<strong>de</strong> teorías que le agregan las ciencias» 62 .<br />

Por otra parte, existe en la fenomenología <strong>de</strong> HUSSERL<br />

un aspecto que hace comprensible su evolución hacia una<br />

fenomenología existencial. Se trata <strong>de</strong>l hecho, a que ya<br />

hemos aludido, <strong>de</strong> que lo único que existe, o que sabemos<br />

que existe, con evi<strong>de</strong>ncia apodíetica es el hombre o,<br />

para ser más exactos, el puro ego <strong>de</strong>l hombre. De aquí<br />

que HEIDEGGER llame al hombre «existencia» o «lo existente»,<br />

es <strong>de</strong>cir, el Dasein. Ahora bien, esto hace que la<br />

fenomenología, que en HUSSERL era esencial, dada su reducción<br />

eidética, se transforme en existencial. En efecto,<br />

la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong>l hombre como existencia nos obliga a<br />

concebir como mundo real al mundo en el que el hombre<br />

está involucrado como sujeto 63 .<br />

Pero una fenomenología existencial no es opuesta, sino<br />

complementaria, <strong>de</strong> la fenomenología esencial: «el énfasis<br />

que se da a la existencia implica precisamente poner<br />

<strong>de</strong> relieve la importancia atribuida a la i<strong>de</strong>a clásica <strong>de</strong><br />

esencia, pues cuando el filósofo <strong>de</strong> la existencia llama<br />

existencia al hombre, quiere expresar el punto <strong>de</strong> vista<br />

61. Ibid., págs. 253 y 265-266.<br />

62. Cfr. W. LUYPEN, Fenomenología existencial, trad. <strong>de</strong> Pedro Martín<br />

y <strong>de</strong> la Cámara; ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires 1967, págs. 103-104.<br />

63. Cfr. ibid., pág. 34.<br />

66


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

<strong>de</strong> que ser-consciente-en-el-mundo constituye la esencia <strong>de</strong>l<br />

hombre» 64 .<br />

En todo caso, entre la fenomenología existencial y la<br />

<strong>de</strong> HUSSERL habrá que admitir, como única y esencial<br />

diferencia, el hecho <strong>de</strong> que para HUSSERL la atención se<br />

dirige principalmente a las cosas mismas, mientras que<br />

la fenomenología existencial se presenta, como es patente<br />

en HEIDEGGER, como una ontología antropológica, como si<br />

la ciencia <strong>de</strong>l hombre ocupara el lugar <strong>de</strong> la antigua ontología.<br />

Por lo que respecta al problema <strong>de</strong>l conocimiento, la<br />

posición <strong>de</strong> la fenomenología existencial es clara.<br />

Por lo pronto, la pretensión <strong>de</strong> probar la realidad <strong>de</strong><br />

un mundo exterior a partir <strong>de</strong> la conciencia <strong>de</strong> un mundo<br />

interior se vuelve superflua, tan pronto como se concibe<br />

al sujeto como existente, como inmerso en el mundo. No<br />

tiene sentido preguntrase si hay un mundo real, pues el<br />

mundo es precisamente aquello sin cuya realidad el hombre<br />

no es existencia y, por tanto, no es hombre 65 .<br />

Esto es obvio, si se piensa que la estructura ego-cogitocogitatum<br />

es fácilmente convertible en la estructura cogitatum-cogito-ego.<br />

Es el ego el que pone al mundo, pero<br />

el ego es precisamente tal, y por tanto existente, en cuanto<br />

pone al mundo. Si no hubiera mundo puesto por el ego,<br />

no podríamos afirmar la existencia <strong>de</strong>l ego mismo.<br />

Claro está que esta <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo»,<br />

supone que no tiene sentido hablar <strong>de</strong><br />

mundos existentes sin el hombre. <strong>La</strong> palabra «hay» no<br />

pue<strong>de</strong> tener otro significado que haber-para-el-hombre 66 .<br />

Esto se encuentra ya claramente afirmado en HUSSERL<br />

-—<strong>de</strong> ahí su i<strong>de</strong>alismo— cuando dice que «el a priori subjetivo<br />

es lo que prece<strong>de</strong> al ser <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong><br />

todas y cada una <strong>de</strong> las cosas que son para mí, el sujeto<br />

pensante» 67 .<br />

64. Ibid., pág. 32.<br />

65. Cfr. ibid., pág. 35.<br />

66. Cfr. ibid., pág. 36.<br />

67. Lógica formal v trascen<strong>de</strong>ntal, pág. 261.<br />

67


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

Pero esto no quiere <strong>de</strong>cir que el ego invente o incluso<br />

cree al mundo. El mismo HUSSERL tiene el cuidado <strong>de</strong><br />

afirmar que el hecho <strong>de</strong> que sea el ego el que ponga a<br />

Dios no pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse una blasfemia. Lo que se<br />

quiere <strong>de</strong>cir tan solo es que Dios es para mí lo que es,<br />

a partir <strong>de</strong> mi propia operación <strong>de</strong> conciencia 68 ; y la<br />

verdad es que siempre que afirmo o pruebo que Dios<br />

existe, afirmo o pruebo que existe algo en sí pero que<br />

es para mí. Este, y no pue<strong>de</strong> ser otro, es el sentido <strong>de</strong><br />

las pruebas <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> Dios. Con ellas lo que<br />

hacemos es <strong>de</strong>mostrar que sin la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un Dios existente,<br />

no tiene sentido el mundo en que vivimos, no tiene<br />

sentido mi propia existencia; en otras palabras, que Dios<br />

existe para mí con necesidad, pero con una necesidad<br />

<strong>de</strong>rivada en última instancia <strong>de</strong>l hecho incontrovertible<br />

<strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> mi ego trascen<strong>de</strong>ntal.<br />

Por otra parte, la estructura <strong>de</strong> la intencionalidad,<br />

esto es, la estructura <strong>de</strong>l acto <strong>de</strong> conciencia, conduce, cuando<br />

se reflexiona sobre ella, a una <strong>superación</strong> <strong>de</strong>l problema<br />

«i<strong>de</strong>alismo-realismo». Lo que es evi<strong>de</strong>nte es que la conciencia,<br />

siendo siempre conciencia <strong>de</strong>, existe, o es, conjuntamente<br />

con la cosa <strong>de</strong> que es conciencia 69 y, por<br />

tanto, es comunicación con la realidad. En efecto, «si la<br />

intencionalidad excluye la inmanencia pura <strong>de</strong> la conciencia,<br />

si se dice que la conciencia no es jamás conciencia<br />

<strong>de</strong> la conciencia misma sino que lo es siempre <strong>de</strong><br />

aquello que no es la propia conciencia, ya no es posible<br />

plantear la cuestión <strong>de</strong> si la conciencia perceptiva capta<br />

o no la realidad, es <strong>de</strong>cir, si lo que percibe es realmente» 70 .<br />

Sin embargo, estos argumentos no sirven para restaurar<br />

la posición realista, sino para instaurar una posición<br />

neutra respecto <strong>de</strong>l realismo y <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>alismo.<br />

Por una parte, es cierto que toda evi<strong>de</strong>ncia y toda<br />

verdad siempre vuelve al propio darse <strong>de</strong> lo percibido<br />

tal cual es. Pero, por otra parte, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> intenciona-<br />

68<br />

68. Cfr. ibid.<br />

69. Cfr. LYUPEN, op. cit., pág. 94.<br />

70. Ibid., pág. 95.


(6 2007 Servicio <strong>de</strong> Pubiiceciones ds la Unirecsidad <strong>de</strong> <strong>Navarra</strong>


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

ta aquella clasificación, po<strong>de</strong>mos analizar las preguntas<br />

que plantea el problema <strong>de</strong>l conocimiento, para ver si<br />

son o no sinsentidos.<br />

Nos referimos en este epígrafe solamente al problema<br />

«i<strong>de</strong>alismo-realismo». <strong>La</strong> pregunta que se plantea el problema<br />

pue<strong>de</strong> formularse <strong>de</strong> la siguiente manera:<br />

1. ¿Existe el mundo externo?<br />

Para que esta pregunta no sea un sinsentido <strong>de</strong>l tipo E,<br />

es necesario que precisemos el significado <strong>de</strong> «mundo externo».<br />

En cuanto a la palabra «existe» la damos por<br />

entendida con precisión, aunque más tar<strong>de</strong> la analizaremos<br />

convenientemente. Si algún problema se levanta<br />

por relación a esta palabra es precisamente en cuanto se<br />

pue<strong>de</strong> o no aplicar al mundo externo. Volvemos, pues, a<br />

lo mismo: ¿qué se entien<strong>de</strong> por «mundo externo»?<br />

Se pue<strong>de</strong> dar la siguiente respuesta: el mundo externo<br />

es el no interno. Pero, en ese caso, ¿qué se entien<strong>de</strong> por<br />

«mundo interno»? O, dicho <strong>de</strong> otro modo, ¿qué cosas tienen<br />

existencia en el mundo interno? <strong>La</strong> respuesta es inmediata:<br />

mi mismo acto <strong>de</strong> conocer, <strong>de</strong> sentir, <strong>de</strong> querer,<br />

etc., son actos y realida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mi mundo interno. Más<br />

aún, ellos son los que lo constituyen.<br />

Ahora bien, por lo que se refiere al problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo»,<br />

no existe válidamente ninguna diferencia<br />

entre las cosas externas e internas. Ambas son cosas<br />

que <strong>de</strong>nominamos reales, por lo menos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una actitud<br />

ingenua. Tan real es esta silla como mi ver la silla<br />

o, si se prefiere, como la impresión que la silla produce<br />

en mi retina. En efecto, la misma inteligencia que conoce<br />

tal cosa externa es la que, por reflexión, conoce su propio<br />

conocer y es capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribirlo, mediante introspección,<br />

<strong>de</strong>l mismo modo que es capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir el mundo <strong>de</strong><br />

las cosas externas.<br />

Llegamos a la conclusión, por tanto, <strong>de</strong> que la noción<br />

<strong>de</strong> lo externo como lo no interno no es satisfactoria, o,<br />

mejor dicho, que la pregunta 1 no es una buena formu-<br />

70


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

lación <strong>de</strong>l problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo». Si lo fuese,<br />

el problema quedaría resuelto totalmente, pero, dadas<br />

nuestras reflexiones lo que suce<strong>de</strong> es lo inverso; es <strong>de</strong>cir,<br />

que el problema se radicaliza. Ya no se trata <strong>de</strong> saber si<br />

existen o no las cosas <strong>de</strong>l mundo externo sino también, y<br />

por la misma razón, si existen las <strong>de</strong>l mundo interno. En<br />

todo caso sólo podríamos consi<strong>de</strong>rar como más allá <strong>de</strong><br />

toda pregunta la existencia <strong>de</strong>l ego como lo entien<strong>de</strong><br />

HUSSERL, es <strong>de</strong>cir, como mero polo subjetivo <strong>de</strong>l acto <strong>de</strong><br />

conciencia. <strong>La</strong> pregunta tiene, pues, que ser tal que se<br />

pueda referir tanto a las cosas internas como a las externas.<br />

Formulamos así la pregunta siguiente:<br />

2. ¿Existen cosas que no sean puramente entes <strong>de</strong><br />

razón?<br />

<strong>La</strong> pregunta se formula <strong>de</strong> modo negativo y así resulta<br />

más correcta. Tengamos en cuenta que nos vimos obligados<br />

a <strong>de</strong>finir el mundo externo por oposición al interno.<br />

Ahora bien, ¿qué son esas cosas, si es que existen, que<br />

no son entes <strong>de</strong> razón? Y, por tanto, ¿qué enten<strong>de</strong>mos<br />

por «ente <strong>de</strong> razón»?<br />

No nos vamos a meter en disquisiciones metafísicas o<br />

lógicas acerca <strong>de</strong> la noción <strong>de</strong> ente <strong>de</strong> razón y <strong>de</strong> sus especies.<br />

Nos basta respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un modo genérico y apuntar<br />

una serie <strong>de</strong> ejemplos escogidos al azar.<br />

Ente <strong>de</strong> razón es aquél cuyo ser objetivo se agota en<br />

el mismo acto <strong>de</strong> ser pensado o <strong>de</strong> ser conocido. Es aquello<br />

que sólo tiene existencia objetiva en el conocimiento. Así,<br />

entes <strong>de</strong> razón son las quimeras, las ficciones, las negaciones<br />

y las privaciones, las relaciones <strong>de</strong> razón <strong>de</strong> segunda<br />

intención —tales como «ser sujeto <strong>de</strong> una proposición»—,<br />

etcétera.<br />

El problema se pone en cuanto intentamos distinguir<br />

el ente <strong>de</strong> razón <strong>de</strong>l ente no puramente <strong>de</strong> razón; es<br />

<strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>l ente real. Por lo pronto, el ente <strong>de</strong> razón tiene,<br />

como el ente real, una cierta existencia objetiva (más<br />

a<strong>de</strong>lante la llamaremos «objetual»), aunque, según <strong>de</strong>-<br />

71


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

cimos, sólo la tiene en el entendimiento. Ahora bien<br />

¿pue<strong>de</strong> ser pensable que algo tenga existencia objetiva<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong>l entendimiento? En principio, parece<br />

que no, dada la noción <strong>de</strong> «objeto». Objeto es solamente<br />

lo que es objeto <strong>de</strong> conocimiento para alguien; es<br />

<strong>de</strong>cir, lo que el conocimiento proyecta fuera <strong>de</strong> sí y lo<br />

pone frente a sí. Este es el sentido etimológico <strong>de</strong> la<br />

palabra «objeto», ob-iectum.<br />

Ahora bien, po<strong>de</strong>mos distinguir dos especies <strong>de</strong> objetos<br />

<strong>de</strong> conocimiento o, mejor dicho, dos especies <strong>de</strong> objetividad.<br />

Para eso nos remitimos a la distinción <strong>de</strong> HUSSERL<br />

entre Gegenstánlichkeit y Objektivitát. <strong>La</strong> primera, que<br />

traducimos por «objetividad», es la objetividad propia <strong>de</strong><br />

las cosas materiales, aunque también se pue<strong>de</strong> hablar<br />

—HUSSERL lo hace— <strong>de</strong> la Gegenstándlichkeit <strong>de</strong> las irrealida<strong>de</strong>s.<br />

<strong>La</strong> segunda, que traducimos por «objetualidad»,<br />

es la propiedad que tiene el objeto <strong>de</strong> conocimiento en<br />

cuanto puro objeto, connotando —al menos, para HUS­<br />

SERL— la no existencia real <strong>de</strong>l mismo 74 .<br />

Pero, al recurrir a esta distinción husserliana, hemos<br />

tenido que volver a usar una expresión cuyo sentido no<br />

es todavía claro. Hemos dicho que la Objektivitát —para<br />

HUSSERL— connota la no existencia real <strong>de</strong>l objeto. Pero<br />

¿qué quiere <strong>de</strong>cir «existencia real»?<br />

Como hablamos <strong>de</strong> objetos, la existencia real es algo<br />

que tiene que darse en el mismo objeto <strong>de</strong> conocimiento<br />

y formando parte <strong>de</strong>l mismo. Aquí conviene invertir, en<br />

cierto modo, los usos que hace HUSSERL <strong>de</strong> las palabras<br />

que hemos traducido por «objetividad» y por «objetualidad».<br />

De esta manera, estaremos, a<strong>de</strong>más, más <strong>de</strong> acuerdo<br />

con el significado intuitivo <strong>de</strong> estos dos vocablos en la<br />

lengua castellana. «Objetividad» y «Objetualidad» tendrán<br />

los mismos significados antes referidos, pero la objetividad<br />

no se referirá a los entes <strong>de</strong> razón o irrealida<strong>de</strong>s, sino<br />

solamente a los que tienen existencia real. Por el con-<br />

74. Cfr. MURALT, op. cit., pág. 133-134.<br />

72


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

trario, la objetualidad se referirá a todo objeto <strong>de</strong> conocimiento,<br />

sea el ente real o el ente <strong>de</strong> razón.<br />

Teniendo esto en cuenta, diremos que hay objetos que<br />

se presentan a la conciencia no sólo con objetualidad<br />

sino también con objetividad. Esos son los objetos que<br />

tienen —o acerca <strong>de</strong> los cuales <strong>de</strong>cimos que tienen— existencia<br />

real.<br />

Ahora bien, ¿qué es en el objeto objetivo —no sólo<br />

objetual—, la objetividad? Dado que la objetividad es<br />

propia <strong>de</strong> algunos objetos, diremos que en ellos hay algo<br />

que los hace ser objetivos. Esta objetividad será una propiedad<br />

<strong>de</strong> tales objetos y, como hablamos <strong>de</strong> objetos y no<br />

<strong>de</strong> cosas, será una nota, pues los objetos <strong>de</strong> pensamiento<br />

o <strong>de</strong> conocimiento se constituyen mediante notas. Esta<br />

nota no será otra que la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia o in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

respecto <strong>de</strong> la conciencia. Diremos así que un<br />

objeto es real, que tiene objetividad, cuando se presenta<br />

con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto <strong>de</strong> la conciencia.<br />

Aun el más extremista <strong>de</strong> los i<strong>de</strong>alistas tendrá que<br />

reconocer que ciertos objetos se presentan a la conciencia<br />

con esta nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia, mientras que otros objetos<br />

—los entes <strong>de</strong> razón— no se presentan con esta nota<br />

o, incluso, se presentan con la nota <strong>de</strong> <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia respecto<br />

<strong>de</strong> la conciencia.<br />

El hecho <strong>de</strong> que existan objetos que se presentan a<br />

la conciencia con in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia respecto <strong>de</strong> la misma no<br />

invalida, por lo pronto, el planteamiento <strong>de</strong> la fenomenología<br />

existencial por lo que se refiere al conocimiento.<br />

Aunque estos fenomenólogos afirman, siguiendo a Hus-<br />

SERL, que sin ego y sin conciencia no hay mundo, con eso<br />

no quieren <strong>de</strong>cir más que la conciencia es la que pone<br />

al mundo, pero no que lo haga. Como dice LUYPEN «el<br />

hecho <strong>de</strong> que el mundo aparezca en el conocimiento en<br />

forma in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> la conciencia sólo significa que<br />

la conciencia no pue<strong>de</strong> ser la causa eficiente <strong>de</strong>l mundo» 75 .<br />

Con esto, no queremos <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este momento<br />

75. <strong>La</strong> fenomenología es un humanismo, pág. 25-26.<br />

73


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

afirmemos con los fenomenólogos que la conciencia ponga<br />

al mundo Eso, en todo caso, podrá ser concluido y aclarado<br />

con nuestras reflexiones posteriores.<br />

Volvamos ahora a la pregunta 2 y tratemos <strong>de</strong> formularla<br />

<strong>de</strong> nuevo teniendo en cuenta nuestras elucidaciones<br />

acerca <strong>de</strong> lo que significa «no ser ente <strong>de</strong> razón». <strong>La</strong><br />

pregunta se podrá, entonces, formular <strong>de</strong>l modo siguiente:<br />

3. ¿Existen objetos que presentan la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

respecto <strong>de</strong> la conciencia?<br />

<strong>La</strong> respuesta es, evi<strong>de</strong>ntemente, afirmativa. Pero se nos<br />

podría acusar <strong>de</strong> haber camuflado la cuestión. Tal acusación<br />

no <strong>de</strong>jará, en cierto modo, <strong>de</strong> ser acertada. Ya hemos<br />

<strong>de</strong>jado <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> cosas externas y <strong>de</strong> entes reales;<br />

es <strong>de</strong>cir, ya no estamos planteando el problema <strong>de</strong>l<br />

conocimiento por lo que se refiere a la existencia <strong>de</strong>l<br />

mundo, sino sólo refiriéndonos a la existencia <strong>de</strong> objetos<br />

—como tales objetos, no como cosas— que poseen una<br />

nota <strong>de</strong>terminada. Nuestra pregunta 3 será válida, sin<br />

embargo, si la enunciamos <strong>de</strong>l modo siguiente:<br />

4. ¿El mundo externo es realmente trascen<strong>de</strong>nte a mi<br />

conciencia?<br />

Ante esta pregunta, <strong>de</strong>bemos interrogarnos por el sentido<br />

<strong>de</strong> «ser realmente». Cuando yo digo que A es realmente<br />

B, lo que afirmo es que B se predica con verdad<br />

<strong>de</strong> A.<br />

Ahora bien, si tenemos esto en cuenta, y sin entrar por<br />

ahora en <strong>de</strong>talles acerca <strong>de</strong> la noción <strong>de</strong> «verdad», po<strong>de</strong>mos<br />

transformar la pregunta 4, dadas nuestras disquisiciones<br />

acerca <strong>de</strong>l mundo externo. Como vimos, el mundo<br />

externo ha <strong>de</strong> ser entendido como el mundo <strong>de</strong> los objetos<br />

que se presentan con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. <strong>La</strong><br />

pregunta quedará formulada <strong>de</strong>l modo siguiente:<br />

74


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

5 ¿Lo que presenta la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto<br />

<strong>de</strong> la conciencia es verda<strong>de</strong>ramente trascen<strong>de</strong>nte a<br />

la conciencia?<br />

Ahora bien, si nosotros <strong>de</strong>cimos <strong>de</strong> un objeto que es<br />

trascen<strong>de</strong>nte respecto <strong>de</strong> la conciencia, lo único que afirmamos<br />

es que ese objeto tiene la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

respecto <strong>de</strong> la conciencia. Por otra parte, cuando <strong>de</strong>cimos<br />

que un predicado B se predica con verdad <strong>de</strong> un sujeto A,<br />

lo único que afirmamos es que, <strong>de</strong> una vez por todas, A<br />

es B.<br />

Teniendo esto en cuenta, la pregunta 5 queda transformada<br />

<strong>de</strong> la siguiente manera:<br />

6. ¿Lo que presenta la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto<br />

<strong>de</strong> la conciencia presenta la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

respecto <strong>de</strong> la conciencia?<br />

Ahora bien, 6 es una pregunta sinsentido <strong>de</strong>l tipo G.<br />

En efecto, 6 es una pregunta tautológica y su respuesta<br />

viene dada en la misma pregunta. No tiene, pues, sentido<br />

en cuanto pregunta.<br />

¿Quiere esto <strong>de</strong>cir que el realista está en la verdad<br />

mientras que el i<strong>de</strong>alista labora en el error?<br />

El realista afirma que lo que tiene la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

es realmente trascen<strong>de</strong>nte, y subraya el «realmente».<br />

Ahora bien, como hemos visto, por mucho que se<br />

insista en el «realmente» esta palabra sólo significa que<br />

un predicado se afirma una vez por todas <strong>de</strong> un sujeto.<br />

Sin embargo, el realista, en cuanto subraya el «ser realmente»,<br />

preten<strong>de</strong> que exista una trascen<strong>de</strong>ncia en los<br />

objetos que sea algo más que la simple tenencia <strong>de</strong> la<br />

nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. Pero si esto es así, como en los<br />

objetos sólo hay notas, la teoría <strong>de</strong>l realista no sólo no<br />

es una tautología sino que aboca en una contradicción,<br />

en cuanto viene a afirmar que la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia no<br />

es sin más la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. En efecto, hablando<br />

<strong>de</strong> objetos sólo se pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> notas <strong>de</strong> los objetos<br />

75


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

y no <strong>de</strong> propieda<strong>de</strong>s en sí, entre otras cosas porque el<br />

objeto, en cuanto tal objeto, por <strong>de</strong>finición, no es sino<br />

sólo ante mi conciencia. Así, las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l objeto<br />

serán notas y la trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l objeto no será sino<br />

una nota más <strong>de</strong>l mismo. Por otra parte, es obvio que no<br />

po<strong>de</strong>mos tratar al objeto prescindiendo <strong>de</strong> su carácter <strong>de</strong><br />

objeto y consi<strong>de</strong>rándolo como algo en sí. O bien, cuando<br />

hacemos tal cosa, lo único que afirmamos es que dicho<br />

objeto posee la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. A<strong>de</strong>más, no po<strong>de</strong>mos<br />

hurtarnos a esta i<strong>de</strong>ntidad entre tener trascen<strong>de</strong>ncia<br />

y tener la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia, indicando que hablamos<br />

<strong>de</strong> cosas, y no puramente <strong>de</strong> objetos. Una cosa, en todo<br />

caso, sólo será una especie <strong>de</strong> objetos, concretamente aquellos<br />

que caen bajo nuestra aprehensión sensible y por el<br />

hecho mismo <strong>de</strong> ser objetos <strong>de</strong> los sentidos no tienen ni<br />

más ni menos realidad en sí —si no es que tienen menos—<br />

que los objetos <strong>de</strong> conocimiento intelectual.<br />

9. EL SINSENTIDO DEL PROBLEMA<br />

DEL CONOCIMIENTO POR RESPECTO A LA ANTÍTESIS<br />

«FENOMENALISMO-OBJETIVISMO-DEL-EN-SI»<br />

a) Primer enunciado <strong>de</strong> la pregunta y primera aclaración.<br />

<strong>La</strong> pregunta ante el problema «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»<br />

se pue<strong>de</strong> formular <strong>de</strong> la siguiente manera:<br />

1. ¿<strong>La</strong>s cosas son en si tal como las conocemos?<br />

Como es obvio, una vez superada la antítesis ((i<strong>de</strong>alismo-realismo»,<br />

esta pregunta se pone dada la posibilidad<br />

<strong>de</strong>l error. Según esto, po<strong>de</strong>mos preguntarnos, y a eso se<br />

refiere la pregunta 7, si el error se da siempre o no se<br />

da siempre.<br />

Analicemos la pregunta. Por lo pronto, y para que 7<br />

76


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

no sea un sinsentido <strong>de</strong>l tipo E, tenemos que interrogarnos<br />

por la significación <strong>de</strong>l «ser-en-sí».<br />

Es evi<strong>de</strong>nte que «ser-en-sí» significa lo mismo que ser<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> mi propia conciencia. Pero como<br />

aquí no nos preguntamos si la cosa es o no es en sí,<br />

sino si es en sí tal como la conocemos, y como nuestro<br />

conocimiento se expresa en predicaciones, cuando nos<br />

planteamos la pregunta 7, queremos saber si las cosas tienen<br />

en sí los predicados que les atribuimos; es <strong>de</strong>cir, si<br />

cada predicado <strong>de</strong> la cosa es in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> mi conciencia<br />

en cuanto predicado <strong>de</strong> tal cosa. Ahora bien ¿qué<br />

se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir cuando se pregunta, se afirma o se niega<br />

que un predicado <strong>de</strong> una cosa es <strong>de</strong> esa cosa in<strong>de</strong>pendientemente<br />

<strong>de</strong> mi conciencia? Como un predicado no<br />

es un algo real que está añadido a la cosa, sino más bien<br />

la representación intelectual <strong>de</strong> lo que contribuye a la<br />

constitución <strong>de</strong> la cosa en su totalidad 76 , resulta que,<br />

cuando se habla <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia por relación a la conciencia<br />

<strong>de</strong> un predicado en cuanto dicho <strong>de</strong> una cosa, sólo<br />

nos po<strong>de</strong>mos estar refiriendo a la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

respecto a la conciencia que presenta tal predicado en<br />

cuanto <strong>de</strong> tal cosa. Es <strong>de</strong>cir, hay predicados —los predicados<br />

reales— que al atribuirse a un sujeto presentan la<br />

nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia respecto <strong>de</strong> ese sujeto;<br />

pero hay otros predicados —los predicados <strong>de</strong> razón—<br />

que no presentan tal nota aun cuando los prediquemos<br />

con verdad <strong>de</strong> la cosa misma. Así, si <strong>de</strong>cimos «Pedro<br />

es ciego», y esto es verda<strong>de</strong>ro, no por eso afirmamos que<br />

la ceguera tenga alguna entidad (en Pedro) in<strong>de</strong>pendientemente<br />

<strong>de</strong> mi conciencia. <strong>La</strong> ceguera es una privación y<br />

las privaciones se dan porque algo no existe, pero no<br />

suponen una propiedad real en el sujeto. Así, a poco que<br />

se reflexione sobre la predicación «Pedro es ciego», vemos<br />

que, aun siendo verda<strong>de</strong>ra, la ceguera no presenta<br />

76. Un conjunto sustancia-acci<strong>de</strong>nte forma una unidad entitativa.<br />

En efecto, el acci<strong>de</strong>nte no existe en sí sino en la sustancia. De suyo<br />

el acci<strong>de</strong>nte no existe. Por eso dice Sto. Tomás acerca <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte<br />

que es más bien <strong>de</strong>l ente que ente (Cfr. I, q 5, a 5, ad 2).<br />

77


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia en cuanto predicada<br />

<strong>de</strong> Pedro.<br />

b) Situación peculiar <strong>de</strong>l predicado «existe»<br />

Atendiendo a lo dicho, compren<strong>de</strong>mos el estatuto especial<br />

<strong>de</strong>l predicado «existe», que tanto ha preocupado<br />

a los filósofos. En efecto, consi<strong>de</strong>rar al «existe» como un<br />

predicado más implicaría la admisión <strong>de</strong> la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l<br />

argumento ontológico.<br />

Supongamos que ante un objeto dado a la sensación<br />

<strong>de</strong>cimos que existe. Supongamos, todavía más, que las<br />

sensaciones mediante las que percibimos el objeto sean<br />

<strong>de</strong> tal modo vagas que nuestro conocimiento no se atreve<br />

a predicar <strong>de</strong> ese objeto que sea <strong>de</strong> este o <strong>de</strong> aquel color,<br />

que tenga esta o aquella figura o, incluso, que sea o no<br />

un cuerpo. Aun en este caso extremo diremos —señalando<br />

mediante esa vaga sensación—: «esto existe». Pero<br />

¿qué es lo que digo cuando afirmo <strong>de</strong> tal «esto» que<br />

existe? Nada más, exclusivamente, que hay un algo con<br />

la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto <strong>de</strong> mi conciencia.<br />

Des<strong>de</strong> este punto <strong>de</strong> vista, se pue<strong>de</strong> concluir que el<br />

«existe» no es, hablando con propiedad, ningún predicado,<br />

sino la trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia <strong>de</strong> un sujeto o <strong>de</strong><br />

una serie <strong>de</strong> predicados respecto <strong>de</strong> un sujeto; es <strong>de</strong>cir,<br />

en este segundo caso, la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia que<br />

presenta un conjunto <strong>de</strong> predicados que configuran<br />

un sujeto. Así, cuando <strong>de</strong>cimos «Pedro existe», y Pedro<br />

no es algo meramente señalado sino que tiene ya<br />

un contenido intelectual; es <strong>de</strong>cir, que constituye lo que<br />

los escolásticos llaman un concepto singular, lo que hacemos<br />

es conferir la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto a la<br />

conciencia <strong>de</strong> ese conjunto <strong>de</strong> notas que constituye el concepto<br />

singular <strong>de</strong> Pedro.<br />

De este modo, podría pensarse que «existe» no es un<br />

predicado <strong>de</strong> cosas sino un predicado <strong>de</strong> predicados. Pero<br />

más justo sería <strong>de</strong>cir que «existe» es tan sólo una nota <strong>de</strong><br />

trascen<strong>de</strong>ncia que se adhiere a la nota que cada predicado<br />

es respecto <strong>de</strong> la cosa, pero no para afirmar solamente la<br />

78


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l predicado, sino la trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l predicado<br />

en cuanto predicado <strong>de</strong> tal sujeto.<br />

En este sentido PÉREZ BALLESTAR acierta cuando afirma<br />

que «así como es propio <strong>de</strong> las proposiciones el ser verda<strong>de</strong>ras<br />

o falsas, es propio <strong>de</strong> las nociones el tener 'existencia'<br />

o Vacuidad'» 77 y cuando asegura que «el 'es' <strong>de</strong> segundo<br />

adyacente se refiere a nombres, <strong>de</strong>scripciones o signos<br />

y significata en general, indicando que poseen un <strong>de</strong>signatum<br />

es <strong>de</strong>cir, que el término afectado no es un mero<br />

jlatus vocis o que el concepto afectado no carece <strong>de</strong> objeto<br />

material)) 78 . Razón tiene, incluso, cuando afirma que<br />

el predicado «existe)) es un predicado metalógico y al sostener<br />

que «las proposiciones 'S es' y 'S no es' pertenecen<br />

a un lenguaje respecto al cual el <strong>de</strong> su S es un lenguaje<br />

objeto)) 79 . Pero solamente si, como el mismo PÉREZ BALLES­<br />

TAR hace notar, no se hace con eso un flaco servicio a la<br />

metafísica en cuanto se quita <strong>de</strong> su órbita la noción <strong>de</strong><br />

existencia para pasarla a la <strong>de</strong> la semántica, pues en realidad<br />

el predicado «existe)) pue<strong>de</strong> ser metalógico y semántico,<br />

pero la metalógica, en cuanto se ocupa <strong>de</strong>l fundamento<br />

in re <strong>de</strong> las entida<strong>de</strong>s lógicas, no es tan forastera<br />

a la metafísica como pudiera parecer a simple vista 80 .<br />

De todos modos, nosotros observamos el predicado<br />

«existen bajo un ángulo diverso. Para nosotros, como ya<br />

hemos hecho notar, no se trata exactamente <strong>de</strong> un predicado<br />

<strong>de</strong> predicados sino <strong>de</strong> una nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

a la conciencia que se adhiere a la nota que cada predicado<br />

es en cuanto la cosa se configura como un haz <strong>de</strong><br />

tales predicados. Así, lo que existe no son los predicados<br />

en sí, sino los predicados predicándose <strong>de</strong> sus sujetos y<br />

en cuanto se predican.<br />

77. <strong>La</strong> interpretación metalógica <strong>de</strong> las proposiciones existenciales,<br />

en «Convivium», n.o 17-18, Barcelona, 1964, págs. 64-88, pág. 80.<br />

78. Ibid<br />

79. Ibid., pág. 81.<br />

80. Cfr. ibid., pág. 87-88.<br />

79


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

c) Nuevas formulaciones <strong>de</strong> la pregunta y nuevas<br />

aclaraciones<br />

Si tenemos en cuenta estas aclaraciones, po<strong>de</strong>mos formular<br />

la pregunta 7 <strong>de</strong> la siguiente manera:<br />

8. ¿Cada predicado que se dice <strong>de</strong> un sujeto y que se<br />

presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia<br />

en cuanto dicho <strong>de</strong> ese sujeto es realmente<br />

trascen<strong>de</strong>nte a la conciencia en cuanto dicho <strong>de</strong> tal<br />

sujeto?<br />

Por supuesto, lo predicados que se dicen <strong>de</strong> un sujeto<br />

que no se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia<br />

—un ente <strong>de</strong> razón— no se dicen <strong>de</strong> ese sujeto<br />

con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. Los entes <strong>de</strong> razón son creaciones<br />

<strong>de</strong> la mente y así como ellos no son trascen<strong>de</strong>ntes<br />

a la conciencia, tampoco lo son los predicados que se le<br />

atribuyen en cuanto se predican.<br />

Ante la pregunta 8 tendríamos que volver a interrogarnos<br />

por el sentido <strong>de</strong> «ser realmente». Pero ya vimos<br />

que esta expresión no quiere <strong>de</strong>cir más que predicarse<br />

con verdad.<br />

Siendo así, la pregunta 8 se transforma en la siguiente:<br />

9. ¿Cada predicado que se dice <strong>de</strong> un sujeto y que<br />

se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia<br />

en cuanto se dice <strong>de</strong> tal sujeto es verda<strong>de</strong>ramente<br />

trascen<strong>de</strong>nte a la conciencia respecto<br />

<strong>de</strong>l sujeto <strong>de</strong> que se predica?<br />

<strong>La</strong> pregunta 9 es semejante a la pregunta 5 <strong>de</strong>l epígrafe<br />

anterior y, a<strong>de</strong>más, reductible a ella. Lo único que<br />

tenemos que hacer es sustituir en 5 la expresión genérica<br />

«lo que presenta la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia» por la expresión<br />

específica «cada predicado que se dice <strong>de</strong> un sujeto<br />

y que se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia en cuanto<br />

dicho <strong>de</strong> ese sujeto».<br />

80


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

En efecto, el problema «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>len-sí»<br />

es en todo semejante al problema «i<strong>de</strong>alismo-realismo».<br />

<strong>La</strong> única diferencia estriba en que en el segundo caso<br />

nos preguntamos por la trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l mundo tomado<br />

en su totalidad, mientras que en el primero nos interrogamos<br />

por la trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> cada predicado dicho <strong>de</strong><br />

un sujeto y en cuanto dicho <strong>de</strong> él. Si un predicado se<br />

presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto <strong>de</strong> un sujeto,<br />

po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir —sometiéndonos a la ambigüedad que<br />

caracteriza cualquier respuesta acerca <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l<br />

conocimiento— que ese predicado es real respecto <strong>de</strong> la<br />

cosa <strong>de</strong>signada por el sujeto e incluso que, por respecto<br />

a tal predicado, la cosa es en sí tal como la conocemos,<br />

pero, claro está, suponiendo que tenga sentido hablar <strong>de</strong><br />

un «ser en sí» <strong>de</strong> la cosa.<br />

Ahora bien, <strong>de</strong>l mismo modo que la pregunta 5 se<br />

transforma en la pregunta 6, la pregunta 9 se convierte<br />

en la siguiente:<br />

10. ¿Cada predicado que se dice <strong>de</strong> un sujeto y que<br />

se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia en relación<br />

a la conciencia en cuanto se dice <strong>de</strong> ese sujeto<br />

se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la<br />

conciencia respecto <strong>de</strong> ese sujeto?<br />

Pero resulta que en la pregunta 10 se da ya la respuesta.<br />

Se trata, en efecto, <strong>de</strong> una pregunta sin sentido<br />

en cuanto pregunta, <strong>de</strong> un sinsentido <strong>de</strong>l tipo G. Afirmar,<br />

ciertamente, <strong>de</strong> un predicado que es trascen<strong>de</strong>nte en cuanto<br />

dicho <strong>de</strong> su sujeto no es otra cosa que <strong>de</strong>cir que tal<br />

predicado se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia en<br />

cuanto se dice <strong>de</strong> tal sujeto. Por otra parte, cuando <strong>de</strong>cimos<br />

«A es verda<strong>de</strong>ramente B», lo único que hacemos, como<br />

ya hemos visto, es afirmar <strong>de</strong> una vez por todas que A<br />

es B.<br />

Que en efecto es lo mismo para un predicado ser trascen<strong>de</strong>nte<br />

a la conciencia respecto <strong>de</strong> un sujeto que tener<br />

81


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia respecto <strong>de</strong> este sujeto, es obvio,<br />

si tenemos en cuenta que hablamos <strong>de</strong> predicados y no <strong>de</strong><br />

una entidad tal como podría ser la propiedad real. A<strong>de</strong>más,<br />

no po<strong>de</strong>mos pasar <strong>de</strong> los predicados a las propieda<strong>de</strong>s<br />

como si se tratase <strong>de</strong> entida<strong>de</strong>s diversas. Cuando <strong>de</strong>cimos<br />

que tal cosa tiene tal propiedad real lo único que<br />

hacemos es afirmar que <strong>de</strong> dicha cosa como sujeto se<br />

pue<strong>de</strong> predicar un <strong>de</strong>terminado predicado que se presenta<br />

a la conciencia con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la misma<br />

en cuanto dicho <strong>de</strong> tal sujeto. Por otra parte, no tiene<br />

sentido distinguir los predicados reales o predicados<br />

trascen<strong>de</strong>ntes a la conciencia <strong>de</strong> los predicados que se<br />

presentan con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia en cuanto predicados<br />

<strong>de</strong> un <strong>de</strong>terminado sujeto. El predicado es un concepto,<br />

una nota o un complejo <strong>de</strong> notas y, como concepto,<br />

no pue<strong>de</strong> existir en sí sino solamente en el conocimiento.<br />

Así, la noción <strong>de</strong> predicado trascen<strong>de</strong>nte a la conciencia<br />

respecto <strong>de</strong> un sujeto se ha <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r siempre como<br />

predicado con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia en cuanto dicho<br />

<strong>de</strong> su sujeto.<br />

También po<strong>de</strong>mos hablar, en efecto, <strong>de</strong> propieda<strong>de</strong>s<br />

reales que las cosas tienen. Pero, en este caso, lo que<br />

hacemos es concebir que a cada predicado correspon<strong>de</strong><br />

una propiedad y que ésta es real y pertenece a la cosa si<br />

y sólo si el predicado se presenta con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

en cuanto dicho <strong>de</strong>l sujeto que nombra a la cosa.<br />

d) Los predicados sensibles y la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

a la conciencia<br />

Claro está que existen diferentes especies <strong>de</strong> predicados<br />

y que, por consiguiente, su estatuto epistemológico<br />

será distinto. Así, por ejemplo, po<strong>de</strong>mos distinguir entre<br />

los predicados sensibles —como el color, el sonido, el<br />

olor, etc.— y los predicados inteligibles.<br />

Pues bien, cuando afirmamos que tal sujeto posee un<br />

predicado sensible no hacemos exactamente lo mismo que<br />

cuando atribuimos un predicado inteligible a un <strong>de</strong>terminado<br />

sujeto. En el primer caso, como, por ejemplo, en<br />

82


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

el enunciado «esto que tengo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí es rojo», se<br />

trata obviamente <strong>de</strong> una predicación, <strong>de</strong> un acto <strong>de</strong> composición<br />

<strong>de</strong> la mente y, por tanto, <strong>de</strong> un acto intelectual.<br />

Pero este acto <strong>de</strong> conocimiento intelectual se refiere inmediatamente<br />

a un acto <strong>de</strong> conocimiento sensible, <strong>de</strong><br />

modo que, si abstraemos <strong>de</strong> esta referencia a lo sensible,<br />

en el entendimiento sólo persiste el predicado «existe»<br />

tal como lo hemos <strong>de</strong>finido más arriba como una nota<br />

<strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia unida a algo vacío. Siendo así, el intelecto<br />

no afirma que tal objeto presente a los sentidos<br />

tenga un predicado o una nota —la rojez— la cual es a<br />

su vez inteligida y afirmada, junto con la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia,<br />

<strong>de</strong> tal sujeto. En efecto, la rojez no es propiamente<br />

inteligida, sino solamente sentida. Así, cada vez<br />

que el intelecto preten<strong>de</strong> pensar en la rojez —como cuando<br />

se pregunta por la causa <strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> lo rojo—<br />

su pensamiento no consiste en otra cosa que en una pura<br />

remisión a la sensación <strong>de</strong> rojez, cosa que no suce<strong>de</strong> con<br />

los predicados inteligibles, pues, si siempre se da una<br />

cierta remisión a una sensación o imagen sensible, la<br />

conversio ad phantasmata <strong>de</strong> que habla Sto. TOMÁS 81 , la<br />

relación entre la imagen correspondiente y lo inteligido<br />

es diversa en cada caso. En el caso <strong>de</strong> un predicado o<br />

conjunto <strong>de</strong> predicados inteligibles —como es obvio en<br />

el caso <strong>de</strong>l concepto «Dios»—, a una intelección pura y<br />

siempre la misma pue<strong>de</strong>n correspon<strong>de</strong>r diferentes y hasta<br />

arbitrarias imágenes sensibles, mientras que en el caso<br />

<strong>de</strong> un predicado sensible, toda su intelección <strong>de</strong>scansa<br />

—a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> en la aprehensión <strong>de</strong> la nota «existe» como<br />

añadida a las notas sensibles— en la pura remisión a la<br />

imagen; <strong>de</strong> ahí que ésta tenga que ser siempre la misma,<br />

como es patente en el caso <strong>de</strong> la rojez, pues aunque existan<br />

diversas tonalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lo rojo —rojo pálido, rojo<br />

púrpura, etc.— en cada caso la sensación a que se remite<br />

el intelecto correspon<strong>de</strong> a una tonalidad <strong>de</strong>terminada.<br />

Claro que al hablar <strong>de</strong> conceptos inteligibles hemos<br />

81. Cfr. I, q 84, a 7.<br />

83


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

puesto un caso extremo. Pero algo parecido suce<strong>de</strong> cuando<br />

aquello en lo que se piensa es <strong>de</strong> suyo sensible-inteligible,<br />

como es el caso <strong>de</strong>l concepto «hombre».<br />

En este caso, a la intelección <strong>de</strong>l concepto pue<strong>de</strong> acompañar,<br />

por lo pronto, la imagen visual o auditiva <strong>de</strong> la<br />

palabra hombre,


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

que algo existe y remite a una sensación, pero no asegura,<br />

por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> algún modo, que lo rojo, por ejemplo,<br />

existe <strong>de</strong> hecho en el sujeto. En este caso, por tanto, las<br />

cualida<strong>de</strong>s sensibles, y tanto las primarias como las secundarias,<br />

no gozan estrictamente hablando <strong>de</strong> una nota<br />

intelectual <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. No se presentan a la conciencia<br />

en cuanto dichas <strong>de</strong> tal sujeto. Solamente se pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir que se presentan a la conciencia sensible con la única<br />

comprensión que el sentido pueda tener <strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia<br />

a la conciencia respecto <strong>de</strong> un sujeto.<br />

Pero el sentido no pue<strong>de</strong> tener una comprensión perfecta<br />

<strong>de</strong> lo que sea la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia relativamente<br />

a las cualida<strong>de</strong>s sensibles. <strong>La</strong> nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia comprendida<br />

por el sentido sólo está en que éste ve rojo, por<br />

ejemplo, lo que ve rojo; lo cual no quiere <strong>de</strong>cir que la<br />

cosa sea realmente roja: pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r que simplemente<br />

lo parezca en cuanto está vista bajo una luz <strong>de</strong> ese color.<br />

El mismo sentido ni siquiera pue<strong>de</strong> juzgar si la cosa es<br />

roja en sí (usamos esta expresión para mayor brevedad)<br />

o no es roja en sí. El único que pue<strong>de</strong> juzgar si una cosa<br />

tiene la cualidad sensible <strong>de</strong> la rojez bajo una luz artificial<br />

o bajo la luz natural es el entendimiento, puesto que<br />

sólo el entendimiento es capaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r las relaciones.<br />

Pero aun cuando se compruebe que la cosa es roja<br />

? la luz natural, el entendimiento no confiere a la rojez<br />

la nota intelectual <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia en<br />

cuanto esta rojez se dice <strong>de</strong> tal sujeto, sino, en todo caso,<br />

confiere la correspondiente nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia en el<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> lo sensible. Así, el entendimiento pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

que la cosa aparece roja (incluso a la luz natural), pero<br />

no que lo rojo sea una propiedad que haya que atribuir<br />

a la cosa en sí. Efectivamente, el rojo o la rojez no es<br />

algo inteligido y no pue<strong>de</strong>, por tanto, conllevar la nota<br />

inteligible <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia a la conciencia respecto <strong>de</strong> un<br />

sujeto, sino, en todo caso, la nota inteligible <strong>de</strong> la nota<br />

sensible <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia. Pero esta nota sensible <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

no es más que la objetualidad con que el sentido<br />

mira a su objeto. En efecto, en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> lo pura-<br />

85


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

mente sensible no cabe distinguir la objetividad <strong>de</strong> la<br />

objetualidad.<br />

Esta distinción que hacemos entre los predicados sensibles<br />

e inteligibles no da la razón a KANT por lo que se<br />

refiere a su Estética trascen<strong>de</strong>ntal. Los predicados sensibles<br />

traen al menos la nota inteligible <strong>de</strong> la nota sensible <strong>de</strong><br />

trascen<strong>de</strong>ncia o, lo que es lo mismo, la nota inteligible<br />

<strong>de</strong> la objetualidad <strong>de</strong> los datos sensibles respecto <strong>de</strong>l<br />

sentido.<br />

A<strong>de</strong>más, los predicados sensibles se pue<strong>de</strong>n reducir <strong>de</strong><br />

una manera u otra a predicados inteligibles. Por lo que<br />

?e refiere a las cualida<strong>de</strong>s primarias, esto resulta obvio,<br />

puesto que se pue<strong>de</strong> dar <strong>de</strong> ellas una inteligibilidad matemática,<br />

anque la matematicidad que se entien<strong>de</strong> no es<br />

la misma que la que se siente. Suce<strong>de</strong> lo mismo por lo<br />

que se refiere a las cualida<strong>de</strong>s secundarias. Por ejemplo,<br />

tal color será una serie <strong>de</strong> vibraciones electromagnéticas<br />

<strong>de</strong> una <strong>de</strong>terminada longitud <strong>de</strong> onda. También <strong>de</strong> este<br />

modo, y pasando por lo mensurable, se obtiene una inteligibilidad<br />

matemática.<br />

e) El significado <strong>de</strong> «-predicarse con verdad)}<br />

Nuestra manera <strong>de</strong> superar el problema <strong>de</strong>l conocimiento,<br />

en su doble faceta, consiste en i<strong>de</strong>ntificar el tener<br />

la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia con el predicarse con verdad<br />

dicha nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia.<br />

Ahora bien ¿qué quiere <strong>de</strong>cir que un predicado se predica<br />

con verdad? Entramos en el problema <strong>de</strong> la verdad,<br />

la cual, por tanto, <strong>de</strong>berá ser <strong>de</strong>finida.<br />

Por lo pronto, comencemos con la <strong>de</strong>finición (por llamarla<br />

<strong>de</strong> algún modo) que ofrece TARSKI en un trabajo<br />

<strong>de</strong> suma importancia para el tema <strong>de</strong> la verdad. <strong>La</strong> <strong>de</strong>finición<br />

es ésta:<br />

«Xa nieve es blanca' es un enunciado verda<strong>de</strong>ro si y<br />

sólo si la nieve es blanca» 82 .<br />

86<br />

82. The concept of truth in formalized languages, in «Logic, Se-


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

No nos interesa entrar en disquisiciones <strong>de</strong>masiado<br />

profundas acerca <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>finición. Basta <strong>de</strong>cir que el<br />

primer enunciado «la nieve es blanca» que aparece entrecomillado<br />

es el nombre metalingüístico <strong>de</strong>l enunciado <strong>de</strong>l<br />

lenguaje <strong>de</strong> objetos «la nieve es blanca». El segundo<br />

enunciado «la nieve es blanca», que no aparece entrecomillado,<br />

es una traducción metalingüística <strong>de</strong>l enunciado<br />

<strong>de</strong>l lenguaje <strong>de</strong> objetos «la nieve es blanca». No se presenta,<br />

por tanto, ni siquiera como el mismo enunciado<br />

ya verificado, pues por eso aparece en la <strong>de</strong>finición la<br />

expresión «es un enunciado verda<strong>de</strong>ro si y sólo si».<br />

A pesar <strong>de</strong> esto, la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> TARSKI es correcta,<br />

pues cuando <strong>de</strong>cimos «'A es B' es verdad» sólo queremos<br />

<strong>de</strong>cir que A es B, aunque afirmando con más fuerza que<br />

el predicado B conviene a sujeto A.<br />

Ahora bien, si esto es así, entonces la proposición «la<br />

nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un predicado respecto <strong>de</strong> un<br />

sujeto no se predica con verdad <strong>de</strong> tal predicado por<br />

or<strong>de</strong>n a tal sujeto», afirmada para todas las predicaciones<br />

posibles, es una contradicción. En efecto, «predicarse con<br />

verdad» es simplemente predicarse <strong>de</strong> una vez por todas.<br />

Por otra parte, la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> la verdad <strong>de</strong> TRASKI<br />

concuerda con la <strong>de</strong>finición tradicional «adaequatio intellectus<br />

ad rem» y, como veremos, partiendo <strong>de</strong> esta última,<br />

también llegamos a una contradicción, si continuamos<br />

negando en general que el tener la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

respecto <strong>de</strong> un sujeto no es garante <strong>de</strong> que el predicado<br />

sea en verdad trascen<strong>de</strong>nte en cuanto dicho <strong>de</strong> tal sujeto.<br />

El sentido <strong>de</strong> la <strong>de</strong>finición clásica <strong>de</strong> verdad se pue<strong>de</strong><br />

obtener analizando cada una <strong>de</strong> las palabras que la componen.<br />

Aquí no po<strong>de</strong>mos hacer un análisis exhaustivo<br />

—cosa que sería tema para toda una monografía— y damos<br />

por supuesto el sentido <strong>de</strong> «adaequatio», a<strong>de</strong>cuación.<br />

En cuanto a «intellectus», aparece en la <strong>de</strong>finición en<br />

lugar <strong>de</strong> la significación <strong>de</strong> un enunciado. No se refiere<br />

mantics, Metamathematics», At The Clarendon press, Oxford, 1956,<br />

págs. 152-278, pág. 156.<br />

87


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

pues a la inteligencia <strong>de</strong>l hombre, sino al contenido significativo<br />

<strong>de</strong> un enunciado, esto es, a la proposición 83 .<br />

Ahora po<strong>de</strong>mos enten<strong>de</strong>r el significado <strong>de</strong> «rem». <strong>La</strong><br />

res es precisamente el <strong>de</strong>signatum <strong>de</strong> un término o, en<br />

este caso, <strong>de</strong> un enunciado. Es <strong>de</strong>cir, la res es lo que po<strong>de</strong>mos<br />

<strong>de</strong>nominar «un hecho». Ese hecho pue<strong>de</strong> ser o no<br />

directamente observable. Si fuéramos empiristas, negaríamos<br />

que existiese una verdad que no fuese la a<strong>de</strong>cuación<br />

<strong>de</strong> una proposición a un hecho observable. Pero el empirismo,<br />

como ya hemos visto a lo largo <strong>de</strong> este trabajo, ha<br />

<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse superado. Por tanto, po<strong>de</strong>mos admitir que<br />

la res es un hecho observable directa o indirectamente e<br />

incluso, si se quiere, no observable <strong>de</strong> ninguna <strong>de</strong> las maneras;<br />

pero en ese caso <strong>de</strong>berá haber un medio <strong>de</strong> verificación<br />

<strong>de</strong> la proposición que lo <strong>de</strong>signa. Así, hablamos <strong>de</strong><br />

constatación <strong>de</strong> los hechos, <strong>de</strong> comprobación <strong>de</strong> las hipótesis<br />

y le <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> las tesis o <strong>de</strong> los teoremas, en<br />

el sentido más amplio <strong>de</strong> la palabra, siendo éstos proposiciones<br />

analíticas o sintéticas, a priori o a posteriori, mediatas<br />

o inmediatas. ((Constatación», «comprobación» y<br />

«<strong>de</strong>mostración», son nombres concretos que asume el concepto<br />

general <strong>de</strong> «verificación».<br />

El intellectus a<strong>de</strong>cuado a una res así entendida, será<br />

una proposición en la cual, mediante su a<strong>de</strong>cuación a la<br />

res^ se garantiza que tal sujeto tiene tal predicado.<br />

Ahora bien, la única garantía <strong>de</strong> que tal predicado<br />

convenga a tal sujeto la da el mismo conocimiento, sea<br />

éste una constatación, una comprobación o una <strong>de</strong>mostración.<br />

Siendo así, y volviendo al caso concreto <strong>de</strong> la nota <strong>de</strong><br />

trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los predicados dichos <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminados<br />

sujetos, se concluye que la única garantía <strong>de</strong> que tal predicado<br />

sea verda<strong>de</strong>ramente trascen<strong>de</strong>nte dicho <strong>de</strong> un sujeto<br />

consiste en que el conocimiento aprehenda la nota <strong>de</strong><br />

trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> dicho predicado respecto <strong>de</strong> tal sujeto.<br />

83. Enten<strong>de</strong>mos por «enunciado» el mero signo oral o escrito y<br />

por «proposición» su significatum, pero no su <strong>de</strong>signatum.<br />

88


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

Por tanto la afirmación <strong>de</strong> que un predicado pue<strong>de</strong><br />

presentar la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia sin que eso implique,<br />

en general, que sea trascen<strong>de</strong>nte es contradictoria.<br />

f) El problema <strong>de</strong>l error y la trascen<strong>de</strong>ncia respecto<br />

a la conciencia<br />

Hemos tenido el cuidado <strong>de</strong> intercalar en el último párrafo<br />

la expresión «en general». En efecto, <strong>de</strong> otro modo<br />

se nos podría objetar que cuando constatamos, comprobamos<br />

o <strong>de</strong>mostramos erróneamente, atribuimos la nota <strong>de</strong><br />

trascen<strong>de</strong>ncia a lo que no tiene tal trascen<strong>de</strong>ncia. Efectivamente,<br />

el hecho <strong>de</strong>l error es una <strong>de</strong> las causas, aunque<br />

no la única ni la más importante, <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong>l problema<br />

<strong>de</strong>l conocimiento. Sin embargo, como veremos enseguida,<br />

este hecho no implica el divorcio entre la nota<br />

<strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia y la trascen<strong>de</strong>ncia misma.<br />

En efecto, supongamos que hemos constatado un hecho,<br />

comprobado una hipótesis o <strong>de</strong>mostrado una proposición,<br />

pero que o nosotros mismos, <strong>de</strong>bido al cauce que<br />

a partir <strong>de</strong> ahí toman nuestros pensamientos, o alguien<br />

fuera <strong>de</strong> nosotros, tuviera dudas acerca <strong>de</strong> si nuestra constatación,<br />

comprobación o <strong>de</strong>mostración es o no errónea.<br />

En ese caso, suce<strong>de</strong>rá que junto a la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> un predicado respecto <strong>de</strong> un sujeto <strong>de</strong>bemos poner<br />

un interrogante; es <strong>de</strong>cir que admitimos que tal predicado<br />

tenga dicha nota o que quizás no la tenga. De todas maneras,<br />

el único proceso para salir <strong>de</strong> la duda, o <strong>de</strong>l error<br />

mismo si ese es el caso, será realizar una nueva constatación,<br />

comprobación o <strong>de</strong>mostración más <strong>de</strong>tallada o, más<br />

simplemente, someter a verificación la constatación, comprobación<br />

o <strong>de</strong>mostración ya realizadas. Será necesario<br />

que realicemos esta nueva verificación <strong>de</strong> modo <strong>de</strong>finitivo,<br />

cosa que no es en manera alguna imposible. <strong>La</strong>s<br />

<strong>de</strong>mostraciones pue<strong>de</strong>n ser verificadas aplicándoles con<br />

todo cuidado las leyes y reglas <strong>de</strong> la lógica. En cuanto a<br />

los hechos y a las hipótesis pue<strong>de</strong>n ser verificados <strong>de</strong> una<br />

vez por codas, basándonos en la confianza que tenemos que<br />

dar a nuestros modos <strong>de</strong> conocimiento, realizando consta-<br />

89


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

taciones o comprobaciones <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los posibles puntos<br />

<strong>de</strong> vista.<br />

Un caso posible <strong>de</strong> error, para poner un ejemplo, pue<strong>de</strong><br />

ser la alucinación. Se pue<strong>de</strong> dar incluso que el alucinado,<br />

aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> su estado, continúe afirmando que<br />

vio y que oyó y que las cosas eran tal como las veía y<br />

oía. Pero aun en este caso extremo tenemos la falsación<br />

efectuada sobre los juicios expresados por el alucinado<br />

por personas sanas o, para mayor seguridad, por un médico<br />

que constate <strong>de</strong> modo científico que el paciente no<br />

se hallaba en un estado <strong>de</strong> normalidad.<br />

El problema <strong>de</strong>l error no <strong>de</strong>be, pues, afectar a la filosofía<br />

misma, sino que se <strong>de</strong>be <strong>de</strong>jar a la lógica, cuando<br />

se trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostraciones, o bien a la ciencia médica,<br />

cuando se trata <strong>de</strong> alucinaciones o fenómenos semejantes,<br />

o bien a la propia constatación <strong>de</strong>l sujeto mismo que se<br />

equivocó, <strong>de</strong>bido a la oscuridad, si ese era el caso y si<br />

se trataba <strong>de</strong> una percepción visual, o <strong>de</strong>bido a cualquier<br />

ilusión óptica: siempre se encuentra un medio para comprobar<br />

que las ilusiones ópticas son verda<strong>de</strong>ras ilusiones,<br />

<strong>de</strong> modo que no correspon<strong>de</strong>n a la realidad. A<strong>de</strong>más, en<br />

los casos <strong>de</strong> ilusiones ópticas o <strong>de</strong> algo entrevisto en la<br />

obscuridad, el individuo que las pa<strong>de</strong>ce suele ya poner<br />

en duda su propio conocimiento, con lo que no atribuye<br />

<strong>de</strong> modo <strong>de</strong>finitivo, sino sólo provisorio, la nota <strong>de</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> tal predicado en cuanto dicho <strong>de</strong> tal sujeto.<br />

10. LA RAZÓN DE SER DE LA EXISTENCIA<br />

DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

EN LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA<br />

Una vez superado el problema <strong>de</strong>l conocimiento; es<br />

<strong>de</strong>cir una vez <strong>de</strong>mostrado el sinsentido <strong>de</strong> las preguntas<br />

ante las antítesis «i<strong>de</strong>alismo-realismo», «fenomenalismoobjetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»,<br />

nos encontramos con un nuevo problema;<br />

a saber, la necesidad <strong>de</strong> justificar la existencia <strong>de</strong>l<br />

problema <strong>de</strong>l conocimiento en la historia <strong>de</strong> la filosofía<br />

sobre todo a partir <strong>de</strong> DESCARTES.<br />

90


EL PROBLEMA DEL<br />

CONOCIMIENTO<br />

Nosotros no po<strong>de</strong>mos proce<strong>de</strong>r como los neopositivistas<br />

que rechazan <strong>de</strong> un plumazo el sentido <strong>de</strong> la metafísica,<br />

siendo así que los filósofos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l filosofar,<br />

se han planteado cuestiones metafísicas, han creído resolverlas<br />

y han sido entendidos por otros filósofos o por estudiosos<br />

<strong>de</strong> la filosofía.<br />

Nos acogemos más bien a otro principio que, paradójicamente,<br />

aparece formulado por un positivista lógico y<br />

precisamente al mismo tiempo que <strong>de</strong>clara la tesis <strong>de</strong>l<br />

sinsentido <strong>de</strong> la metafísica. En efecto, Otto NEURATH dice<br />

en su artículo Sociología en jisicalismo que «la posibilidad<br />

<strong>de</strong> la ciencia se <strong>de</strong>muestra por la existencia <strong>de</strong> la ciencia<br />

misma» 84 .<br />

Pues bien, referido este principio al problema <strong>de</strong>l conocimiento,<br />

tendremos que admitir que tal problema, aunque<br />

como hemos visto sea un sinsentido, es <strong>de</strong> alguna manera<br />

posible o. lo que es lo mismo, que tiene una cierta razón<br />

<strong>de</strong> ser.<br />

Por lo que se refiere a la antítesis «i<strong>de</strong>alismo-realismo»,<br />

po<strong>de</strong>mos aventurar la hipótesis <strong>de</strong> que su razón <strong>de</strong> ser<br />

estriba en la precariedad <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong>l mundo observable,<br />

o mejor dicho, en la patencia <strong>de</strong> tal precariedad<br />

o contingencia.<br />

En efecto, cuando, como es el caso, las cosas no se<br />

muestran ser <strong>de</strong> un modo absoluto, cuando su existir<br />

coexiste con la posibilidad <strong>de</strong> su no existir, resulta que<br />

no encontramos en las cosas mismas una fundamentación<br />

o justificación tajante <strong>de</strong> su existencia.<br />

Por respecto a la antítesis «fenomenalismo-objetivismo-<strong>de</strong>l-en-sí»,<br />

la razón <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l problema es semejante.<br />

El fenomenalismo cree que el mundo existe, pero no cree<br />

que existan, que sean trascen<strong>de</strong>ntes a la conciencia, las<br />

notas o predicados con las que se presentan las cosas <strong>de</strong>l<br />

mundo. En efecto, no ya tales cosas sino sus mismos pre-<br />

84. Op. cit., en «El positivismo lógico», compilado por A. J. AYER,<br />

trad. <strong>de</strong> L. Aldama y otros, Fondo <strong>de</strong> cultura económica, México,<br />

1965, págs. 287-322, pág. 290.<br />

91


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

dicados presentan un carácter <strong>de</strong> contingencia, <strong>de</strong> precariedad<br />

en la existencia, que induce al menos a poner la<br />

hipótesis <strong>de</strong> que en la realidad no existen.<br />

De esta manera, el problema <strong>de</strong>l conocimiento se transforma<br />

en el problema <strong>de</strong>l ser <strong>de</strong> las cosas y, en este aspecto,<br />

ya tiene sentido. Dicho problema se formularía <strong>de</strong><br />

la siguiente manera: «¿Cómo es posible que las cosas <strong>de</strong>l<br />

mundo, las cosas contigentes, existan?» Y también «¿Cuál<br />

pue<strong>de</strong> ser la causa o fundamentación <strong>de</strong> su existencia?».<br />

Si tal causa no fuera hallada —y dada la contingencia <strong>de</strong><br />

las cosas es patente que no tienen en sí mismas la causa<br />

<strong>de</strong> su existir— sería necesario concluir que el mundo que<br />

nos aparece a la conciencia no existe o que, por lo menos,<br />

no existe tal como se nos presenta.<br />

El problema <strong>de</strong>l conocimiento queda así convertido en<br />

un problema metafísico y, precisamente, en el problema<br />

metafísico fundamental según la concepción <strong>de</strong> la metafísica<br />

<strong>de</strong> LEIBNIZ O <strong>de</strong> HEIDEGGER: «¿Por qué el ser y no<br />

más bien la nada?». Dicha formulación <strong>de</strong>l problema pue<strong>de</strong><br />

parecer una pregunta sin sentido <strong>de</strong>l tipo E. En efecto,<br />

¿qué querrá <strong>de</strong>cir «más bien la nada»? ¿cómo pue<strong>de</strong> pensarse<br />

si quiera en la posibilidad <strong>de</strong> que la nada exista?<br />

Por lo pronto, <strong>de</strong>cir ya que el ser es, que el existir existe,<br />

pue<strong>de</strong> parecer un sinsentido semejante al <strong>de</strong> la expresión<br />

«el correr corre». El correr ni corre ni no corre, el comer<br />

ni come ni no come, etc. Todas estas expresiones no son<br />

más que sinsentidos. De ahí cabría concluir que <strong>de</strong>l existir<br />

no se pue<strong>de</strong> predicar, ni verda<strong>de</strong>ra ni falsamente, el<br />

predicado «existe», a no ser que éste sea un verbo muy<br />

especial y el único que se pueda <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> sí mismo.<br />

De todas estas elucidaciones, parece enteramente satisfactoria<br />

la tesis que afirma que el problema metafísico<br />

<strong>de</strong> LEIBNIZ es un sinsentido. En realidad no se sabe qué<br />

es lo que se pregunta cuando se dice «¿por qué el ser y<br />

no más bien la nada?».<br />

Sin embargo, esta pregunta ya tiene sentido si la formulamos<br />

<strong>de</strong> otra manera, por lo <strong>de</strong>más más <strong>de</strong> acuerdo<br />

con la filosofía aristotélico-tomista. <strong>La</strong> pregunta sería ésta:<br />

92


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

«¿Cuál es el fundamento <strong>de</strong>l existir <strong>de</strong> las cosas? ¿Cómo<br />

es posible que las cosas existan no teniendo en sí mismas,<br />

pues son contingentes, la causa <strong>de</strong> su existir?».<br />

Se observa ya que el problema <strong>de</strong>l conocimiento no<br />

es más que una formulación camuflada —y en sí misma<br />

sin sentido— <strong>de</strong>l problema <strong>de</strong>l fundamento mismo <strong>de</strong> la<br />

entidad <strong>de</strong> los entes que caen bajo nuestra experiencia.<br />

Ahora bien, éste es según nos parece —y aquí no po<strong>de</strong>mos<br />

<strong>de</strong>mostrarlo porque eso daría pie a otro estudio<br />

en el que tendríamos que entrar en discusión con JAEGER—<br />

el problema que se plantea la Metafísica <strong>de</strong> ARISTÓTELES.<br />

Toda ella se pue<strong>de</strong> concebir como una búsqueda <strong>de</strong>l ente.<br />

Así, se parte <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> las cosas a que llamamos<br />

«ente» hasta llegar a la oúcría, el ente por excelencia <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> los que caen bajo nuestra experinecia. Pero con<br />

esto el problema no está resuelto. <strong>La</strong>s oúcríca o sustancias<br />

observables son todavía contingentes, son entes per se,<br />

pero no entes a se. En ese caso será necesario encontrar<br />

un sustancia que sea ente a se y que, <strong>de</strong> este modo, sea<br />

la causa última <strong>de</strong> la entidad <strong>de</strong> todas las cosas. Este ente<br />

a se <strong>de</strong>berá ser su misma entidad, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>berá existir<br />

por sí mismo y será Dios.<br />

Por otra parte, en la filosofía <strong>de</strong> ARISTÓTELES encontramos<br />

algo semejante a la epojé <strong>de</strong> HUSSERL, <strong>de</strong> modo<br />

que el proceso <strong>de</strong> la filosofía aristotélica, aunque diverso,<br />

es comparable al <strong>de</strong> la <strong>de</strong> HUSSERL. <strong>La</strong>s relaciones y diferencias<br />

son las siguientes:<br />

1.° Lo que en HUSSERL es problema <strong>de</strong>l conocimiento<br />

en ARISTÓTELES es problema <strong>de</strong>l ser. 2.° Lo que en HUSSERL<br />

es fundamento <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong>l mundo, la existencia<br />

<strong>de</strong>l ego, en ARISTÓTELES es la existencia <strong>de</strong> Dios. 3.° Lo<br />

que en HUSSERL es poner entre paréntesis, en ARISTÓTE­<br />

LES es proce<strong>de</strong>r suspendiendo el juicio. Así, la Física <strong>de</strong><br />

ARISTÓTELES es una ciencia obviamente anterior —no ya<br />

en su redacción sino en su or<strong>de</strong>nación lógica— a la Metafísica.<br />

En el libro VIII <strong>de</strong> la Física, ARISTÓTELES llega a<br />

concluir la existencia <strong>de</strong>l motor inmóvil. En este momento<br />

se ha pasado ya <strong>de</strong>l umbral <strong>de</strong> la metafísica. En la<br />

93


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

Metafísica, en efecto, se advierte <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio la<br />

preocupación por la fundamentación <strong>de</strong> la entidad.<br />

Por otra parte, tanto la Física como la Metafísica estudian<br />

el ente real y, en principio, el ente que es inteligido<br />

a partir <strong>de</strong> los datos <strong>de</strong> la sensibilidad. Ahora bien,<br />

la Física se fija en la mobilidad <strong>de</strong>l ente, como algo propio<br />

<strong>de</strong> las entes observables, pero su objeto es siempre<br />

el ente móvil en su totalidad. Aquí es don<strong>de</strong> ARISTÓTELES<br />

practica una especie <strong>de</strong> epojé o suspensión <strong>de</strong>l juicio. En<br />

efecto, en la Física, don<strong>de</strong> se preten<strong>de</strong> estudiar el ente<br />

móvil, se polariza el estudio en la misma mobilidad, <strong>de</strong><br />

modo que, si luego en la Metafísica no se pudiese justificar<br />

la entidad misma, todas las conclusiones <strong>de</strong> la Física<br />

caerían por tierra. Ahora bien, en la Metafísica es don<strong>de</strong><br />

se pone en cuestión el juicio que estaba suspendido, dando<br />

razón <strong>de</strong> la entidad <strong>de</strong> los entes que caen bajo nuestra<br />

experiencia. Entonces, y sólo entonces, adquieren valor todas<br />

las conclusiones <strong>de</strong> la Física.<br />

Por lo <strong>de</strong>más, también las conclusiones <strong>de</strong> la Metafísica,<br />

o <strong>de</strong> la misma Física corroborada por la Metafísica,<br />

son en cierto modo semejantes a las <strong>de</strong> HUSSERL. Este,<br />

como hemos visto, llega a una especie <strong>de</strong> i<strong>de</strong>alismo, pero<br />

este i<strong>de</strong>alismo —la prioridad <strong>de</strong> la esencia respecto <strong>de</strong><br />

los hechos— se encuentra también en ARISTÓTELES. En este<br />

aspecto, ARISTÓTELES se muestra discípulo <strong>de</strong> PLATÓN. Es<br />

cierto que las i<strong>de</strong>as, como tantas veces se ha dicho, ya no<br />

están para ARISTÓTELES en un mundo aparte, sino configurando<br />

las cosas <strong>de</strong> este mundo material. Ahora bien,<br />

no es verdad, aristotélicamente hablando, que las formas<br />

reciban su apoyatura en cuanto a la existencia en la materia.<br />

Al contrario, la materia no pue<strong>de</strong> existir por sí<br />

misma sino por la forma, que es el sujeto <strong>de</strong>l existir <strong>de</strong><br />

la cosa y, por tanto, la causa misma <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong><br />

la materia, si se pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> existencia referida a<br />

la materia.<br />

Así, si concebimos el i<strong>de</strong>alismo a la manera <strong>de</strong> HUSSERL<br />

o incluso a la manera <strong>de</strong> los marxistas, esto es, i<strong>de</strong>ntificando<br />

el i<strong>de</strong>alismo con el esplritualismo y el realismo<br />

94


EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO<br />

con el materialismo, entonces, ARISTÓTELES es también un<br />

i<strong>de</strong>alista. Según su filosofía, lo que existe no es propia<br />

y primeramente lo que vemos y tocamos, es <strong>de</strong>cir, los<br />

predicados sensibles, sino las formas inteligibles. Si queremos<br />

investigar <strong>de</strong> modo sensible acerca <strong>de</strong> la existencia<br />

<strong>de</strong> lo que vemos y tocamos, llega un momento en que esa<br />

existencia se <strong>de</strong>svanece y nos encontramos con que lo<br />

que existe es lo inteligible y que, en todo caso, lo inteligible<br />

confiere una cierta entidad a lo sensible en cuanto<br />

lo funda.<br />

A conclusiones semejantes llegan los científicos <strong>de</strong> nuestro<br />

tiempo. Ha sucedido que al querer investigar sensiblemente<br />

acerca <strong>de</strong> la materia, ésta se les ha escapado,<br />

llegando entonces a la conclusión <strong>de</strong> que la realidad física<br />

no es más que un haz <strong>de</strong> fórmulas matemáticas. Ahora<br />

bien, esas fórmulas matemáticas son objetos inteligibles<br />

y puramente tales, pues no se trata <strong>de</strong> relaciones<br />

entre sujetos materiales, sino <strong>de</strong> puras relaciones inteligibles.<br />

Por eso, hace unos años, en una conferencia dada en<br />

Atenas bajo el título <strong>de</strong> <strong>La</strong> ley natural y la estructura <strong>de</strong><br />

la materia, HEISENBERG se preguntaba cuál era el filósofo<br />

<strong>de</strong> la antigüedad griega que tenía razón a la luz <strong>de</strong> la<br />

física mo<strong>de</strong>rna, si el materialista DEMÓCRITO O el espiritualista<br />

PLATÓN. Acababa concluyendo que era PLATÓN el<br />

que estaba en lo cierto y, concretamente, por lo que se<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>ducir <strong>de</strong> la conferencia <strong>de</strong> HEISENBERG, el PLATÓN<br />

<strong>de</strong>l Timeo; es <strong>de</strong>cir, precisamente el PLATÓN que es seguido<br />

más <strong>de</strong> cerca por ARISTÓTELES 85 .<br />

Por último, hemos <strong>de</strong> referirnos a la distinción fundamental<br />

entre la solución <strong>de</strong> HUSSERL al problema <strong>de</strong>l<br />

conocimiento y la <strong>de</strong> ARISTÓTELES al problema <strong>de</strong>l ser.<br />

Para HUSSERL el máximo existente es el puro polo subjetivo<br />

<strong>de</strong> la conciencia: el ego trascen<strong>de</strong>ntal. En cambio,<br />

85. Cfr. Werner HEISENBERG, <strong>La</strong> ley natural y la estructura <strong>de</strong> la<br />

materia, en «Folia humanística», ed. Glarma, Barcelona, tomo VII,<br />

págs. 769-783.<br />

95


EMILIO <strong>DÍAZ</strong> ESTEVEZ<br />

para ARISTÓTELES, el máximo existente no se encuentra<br />

en la subjetividad sino en la objetividad (aunque en cierto<br />

modo en cuanto es la inteligencia que se entien<strong>de</strong> se<br />

encuentra en una subjetividad) y es el mismo Dios.<br />

Esta diversidad <strong>de</strong> soluciones se <strong>de</strong>be a los diversos<br />

ámbitos <strong>de</strong> planteamiento <strong>de</strong>l problema. HUSSERL tenía<br />

que concluir necesariamente en lo máximamente conocido<br />

para nosotros. Por el contrario, en una metafísica<br />

<strong>de</strong> cuño aristotélico se concluye en lo máximamente ente<br />

y máximamente cognoscible en sí.<br />

De todos modos, una vez que HUSSERL resuelve el problema<br />

y concluye: «existo para mí con necesidad apodíctica»<br />

86 , se pue<strong>de</strong> plantear el problema mismo <strong>de</strong> la fundamentación<br />

<strong>de</strong> la consistencia en el existir <strong>de</strong>l ego. Dado<br />

que, si es verdad que existo para mí con necesidad apodíctica,<br />

también observo que mi propia existencia no es<br />

necesaria y que, por tanto, se exige una fundamentación<br />

<strong>de</strong> dicha existencia y, por consiguiente, una solución al<br />

problema <strong>de</strong>l ser.<br />

96<br />

86. Lógica formal y trascen<strong>de</strong>ntal, pág. 262.

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