Versión Pdf - Prensa Libre

nuestra
recomendación
Novela furiosa
POR JUAN CARLOS
LEMUS
Tenía 25 años de
edad, el 4 de marzo
de 1977, cuando
el escritor colombiano
Andrés Caicedo
se tragó 60 pastillas de
Seconal. Por entonces, trabajaba
en su libro Noche sin
fortuna.
Vida atormentada, de más
está decirlo. Patrón de los cinéfilos
y santo de los críticos
de cine, su obra incluye novelas,
cuentos, guiones y, por
supuesto, crítica de cine.
“Emo literario”lo llama Alberto
Fuguet en su interesante
prólogo al libro Noche
sin fortuna. Sandro Romero
Rey, en un texto para la misma
novela, escribe: “En 1976, Andrés
Caicedo se refirió aun
texto en el que estaba trabajando
(“muy violento”, según
sus palabras) llamado
Despezcueznarizorejamiento.
Este texto, por lo que intuimos,
se convirtió más tarde en
esta novela inclasificable y
contundente —y sin duda una
de sus más ambiciosas propuestas
literarias—”.
El protagonista es un joven
llamado Solano que tiene
cierta dependencia emocional
con su madre. Un muchacho
solitario va a una fiesta
alaque no quiere ir. Tiene
mal aliento yes propenso a
sufrir de gases en el estómago.
El estilo de Caicedo es No
Borges, No Gabo, su lenguaje
es desenfrenado, nada erudito,
furioso; es un caballo suelto
por la llanura de sus páginas.
En todo caso, su agilidad
verbal es más cercana a
El guardián entre el centeno,
de J. D. Salinger, publicada en
1951. Pero la referencia es solo
eso, una referencia, pues Caicedo
escribe con soltura propia,
casi con desquicio; retuerce
el lenguaje a su antojo.
Esta es una novela que disfrutarán
mucho quienes gustan
de cierto humor negro
combinado con una buena caracterización
sicológica de
los personajes.
Noche sin fortuna.
Andrés Caicedo. 237 páginas.
Grupo Editorial Norma.
PRESTO NON TROPPO
Una Madama Butterfly
-I-
Por Paulo Alvarado
Las presentaciones de la popular Madama Butterfly en la
Gran Sala del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, hará un
mes y medio, quizá pasaron demasiado rápido al olvido, tras las
críticas que recibieron alos pocos días de su puesta enescena.
Que el montaje adoleció de esto. Que alaorquesta lefaltó
aquello. Que todo se hubiera hecho mejor, de una manera
distinta.
Ciertamente, después de los atrevimientos conceptuales que
hemos apreciado durante los últimos años en Il Trovatore, Don
Giovanni o Carmen, las representaciones de esta ópera resultaron
tímidas en su diseño, acaso preocupados sus productores
por no ahuyentar a un público de gusto tradicionalista.
También es cierto que en este caso, a diferencia de otros
montajes, la orquesta esencialmente estuvo integrada por estudiantes
de música, no por profesionales. Además, a excepción
del tenor Eliomín Zelaya —quien ratificó sus condiciones como
uno de los mejores exponentes del bel canto en Centroamérica—,
los protagonistas no evidenciaron grandes recursos
vocales como cantantes de ópera. Sobre eso, el coro volvió a ser
el talón de Aquiles musical de un evento escénico, ydiversos
errores técnicos yde dirección le fueron restando calidad a los
detalles del montaje.
Pero, pecaríamos de superficiales si nos limitáramos a señalar
carencias y desaciertos obvios para todo mundo porque, visto de
ese ángulo, elfuturo dela ópera enGuatemala no pintaría un
panorama muy halagüeño que digamos. Es preciso que penetremos
los aspectos relevantes de esta propuesta.
Comencemos con la Orquesta Municipal. Qué bien se desempeñaron
estos muchachos y estas jovencitas. A quienes
hemos actuado muchas veces en ensambles sinfónicos, no nos es
posible enjuiciar negativamente el rendimiento que demostraron
alolargo de una obra que dura más de dos horas en
tiempo corrido; y aunque la música de Puccini les quedó grande
en varios momentos, su labor fue encomiable. Qué bueno que se
les dio la oportunidad yqué bueno que, en términos generales,
supieron dar la talla, a pesar de los pesares. (Continuará)
presto_non_troppo@yahoo.com
10 de mayo del 2009 : D-29