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VE-01 ABRIL 2014

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VALENCIA ESCRIBE<br />

La revista<br />

Número 1 – Abril 2<strong>01</strong>4


© Eulalia Rubio Pérez (Valencia)<br />

©de los textos: Lu Hoyos, Marco Antonio Torres Mazón, Asun Ferri,<br />

David Rubio, Lidia Castro Hernando, Elena Casero, Concha García Ros,<br />

Pilar Descalza, Malén Carrillo, Germán Repetto, Amparo Hoyos, Luis<br />

Alberto Molina, Reca Refojos, Benjamín Blanch, Noelia Baviera, Alberto<br />

Casado Alonso, Mariam Bronchal, Rafa Sastre, Pernando Gaztelu, Eric<br />

Grants, Eva Franco, Puri Otero Domarco, Carmen Ferrer, Manuel<br />

Alejandro Ramos Ayala, Meryross, Lucho Bruce.<br />

Foto portada: All Nib - Karl Blessing (www.500px.com)<br />

Colaboradora: Eulalia Rubio (http://jardinesrioturia.blogspot.com.es/)<br />

Diseño y edición: Rafa Sastre<br />

Para ver y descargar esta revista en formato pdf (3.94 mb):<br />

http://www.mediafire.com/view/81vzxc77xzovotc/<strong>VE</strong>-<strong>ABRIL</strong>.pdf


Índice<br />

Partiendo de la nada (Rafa Sastre) Pág. 1<br />

Las noches de los vasos largos (Lu Hoyos) Pág. 3<br />

M. o la huida (Marco Antonio Torres) Pág. 5<br />

Lo último que se pierde (Asun Ferri) Pág. 7<br />

Bienvenidos a Marte (David Rubio) Pág. 9<br />

El duelo (Lidia Castro) Pág. 11<br />

Ruido (Elena Casero) Pág. 15<br />

Intensidad musical (Concha García) Pág. 17<br />

Viaje en tren (Pilar Descalza) Pág. 19<br />

Nuestro mar (Malén Carrillo) Pág. 21<br />

La leyenda (Germán Repetto) Pág. 23<br />

El jardín de los Fielding (Amparo Hoyos) Pág. 27<br />

Coral (Luis Alberto Molina) Pág. 29<br />

De amores y desamores…y un valor añadido (Reca Refojos) Pág. 33<br />

Tarde de versos (Benjamín Blanch) Pág. 37<br />

Lo relativo de la felicidad (Noelia Baviera) Pág. 39<br />

Cómo me hice cazador de vampiros (Alberto Casado) Pág. 41<br />

Sabor a silencio (Mariam Bronchal) Pág. 43<br />

¡Vive Dios! (Rafa Sastre) Pág. 45<br />

A cup of café con leche, my darling? (Pernando Gaztelu) Pág. 47<br />

Maldita (Eric Grants) Pág. 51<br />

Las almas de la Plaza de Porlamar (Eva Franco) Pág. 53<br />

Reservado el derecho de admisión (Puri Otero) Pág. 55<br />

Andante non troppo (Carmen Ferrer) Pág. 57<br />

He ahí la cuestión (Manuel Alejandro Ramos) Pág. 59<br />

Vivirás en mí (Merysoss) Pág. 61<br />

La armadura del caballero (Lucho Bruce) Pág. 63


WRITE anyway - Sharon Brogan (www.flickr.com)


Partiendo de la nada<br />

Dijo Groucho que “partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas<br />

cimas de la miseria”. Aunque ese enunciado podría ser perfectamente<br />

aplicable a la actual situación política, económica y social, no va con<br />

nosotros. Porque, partiendo de la nada, debutamos a finales de Marzo<br />

con 17 buenos textos y con apenas unos días de diferencia ya tenemos<br />

delante el número 1, en el que como podréis comprobar, vamos<br />

sumando colaboradores. Hemos limitado la extensión de los escritos<br />

para dar cabida a los viejos o nuevos amigos que han mostrado una<br />

inequívoca ilusión por publicar en la revista Valencia Escribe. La<br />

ampliación del grupo deseamos interpretarla como un excelente augurio<br />

para el futuro y la continuidad de este proyecto literario.<br />

Ahora solo queda que los autores nos hagamos un favor y sigamos en la<br />

brecha. Mientras Onetti aseguraba que “escribir es un acto de amor (sin<br />

eufemismo)” y Carmen Posadas lo describe como “un psicoanálisis<br />

baratísimo” (Hemingway opinaba algo parecido), mi venerado Paul<br />

Auster declara que ”escribir es un acto de supervivencia”. Amemos/nos,<br />

psicoanalicémonos y sobrevivamos, pues.<br />

Antes de la despedida, un ruego a todos los que mantenéis un blog<br />

personal o frecuentáis las redes sociales: difundid esta publicación.<br />

Vuestros amigos, seguidores y contactos, al menos aquellos que sean<br />

auténticos aficionados a la literatura, os lo agradecerán.<br />

Y no olvidéis ser felices, nos vemos en Mayo.<br />

Rafa Sastre<br />

1


Pool Drinks - Tara Angkor Hotel (www.flickr.com)<br />

2


Las noches de los vasos largos<br />

Todo empezó un domingo de madrugada. Volví a casa después de una<br />

difusa noche de vasos largos adornados con rajitas de limón y mucho<br />

hielo. No atinaba con la llave que se negaba a introducirse por la esquiva<br />

cerradura. De pronto alguien abrió la puerta desde el interior y me invitó<br />

a entrar. Estaba oscuro, me pegó un susto de defunción, pero me armé<br />

de valor y apreté, como un valiente, el interruptor de la luz que me cegó<br />

de golpe con su fulgor. Me quedé hondamente perplejo cuando pude<br />

abrir de nuevo los ojos. Había un hombre exactamente igual a mí,<br />

¡vamos, era mi vivo retrato!, no daba crédito a lo que veía. Pensé que,<br />

en los últimos tiempos, me estaba pasando con el alcohol y que<br />

probablemente aquella visión era un desvarío producto de mis excesos.<br />

Así que le dije buenas noches con mucha educación y me metí en la<br />

cama vestido para poder dormirme lo antes posible; confiaba en que,<br />

cuando despertara, habría desaparecido aquella alucinación. Pero no fue<br />

así. A las cinco de la tarde sonó el teléfono y vi como mi doble entraba<br />

en mi cuarto y me lo acercaba para que yo pudiera contestar sin<br />

moverme de la cama. Se instaló en mi casa y me seguía como una<br />

sombra allá donde yo iba. Pronto me acostumbré a él y hasta me<br />

resultaba agradable tener a alguien con quien hablar y que, además,<br />

nunca me contradecía, pensaba exactamente lo mismo que yo. Lo malo<br />

vino después, el día en que nos fuimos a celebrar nuestro cumpleaños y<br />

cuando volvimos, otro exactamente igual a nosotros nos abrió la puerta.<br />

Ahora ya somos cuatro y nunca salimos por las noches.<br />

Autora: Lu Hoyos (Valencia)<br />

http://inventariodelucrecia.blogspot.com.es/<br />

3


Escape V2 – Franck Barlet (www.500px.com)<br />

4


M. o la huida<br />

Donde se nos habla de M., personaje que curiosamente coincide con la<br />

inicial del autor del texto y con la primera letra de la palabra<br />

metaliteratura. Vemos a M. debatiéndose entre la elección de tres<br />

textos, optando finalmente por eliminarlos todos y huir.<br />

M. escribió tres relatos para el número 1 de la revista Valencia Escribe.<br />

El primero de ellos estaba ambientado en la actualidad. Un hombre de<br />

mediana edad, acuciado por graves problemas financieros, decide, en un<br />

intento desesperado para poder sobrevivir unos meses más, vender la<br />

mayor parte de su biblioteca. Éste hombre poseía una gran cantidad y<br />

variedad de libros, algunas primeras ediciones y algunos tomos<br />

heredados de su padre. El relato hacía una exhaustiva enumeración de<br />

los libros, citando títulos y autores, y aprovechaba, como en un<br />

homenaje al eterno libro de Cervantes, para atizar a unos y otros y dejar<br />

clara su opinión sobre ciertas literaturas. M. borró el relato por<br />

considerarlo demasiado largo, demasiado social y demasiado obvio. A<br />

M. no le gusta mucho la literatura que cree que puede salvarnos de algo,<br />

y mucho menos la literatura de tipo social. M. cree que toda literatura es<br />

social y anti social a un mismo tiempo. M. piensa más o menos igual que<br />

Nabokov.<br />

El segundo relato que M. escribió y M. borró era un texto de ciencia<br />

ficción. En una habitación aséptica, como aquella que salía al final de<br />

20<strong>01</strong>, dos hombres dialogan. A lo largo de este diálogo vamos<br />

descubriendo que de lo que hablan es de la raza humana, de si ha<br />

llegado el momento de pasar página o los humanos todavía merecen<br />

otra oportunidad. El relato, una vez acabado, en un final abierto donde<br />

no se sabía muy bien si los tipos que hablaban eran extraterrestres o<br />

5


Dios y uno de sus ángeles de confianza, le ha sonado a M. como ya leído.<br />

Es algo que le suele pasar. Todo lo que escribe le suena a ya leído. Igual<br />

es que sufre asfixia de la influencia, como diría el orondo Bloom. O igual<br />

es que siempre, tras escribir un relato, lo lee repetidas veces.<br />

El tercer relato estaba ambientado en un monasterio trapense, en los<br />

años 50, en Estados Unidos. Narraba un día en la vida de los allí<br />

presentes, sus quehaceres diarios, sus oraciones, sus actos más<br />

cotidianos. Pretendía M. con esta narración ejercitar un poco su estilo<br />

más descriptivo; tratar de imaginar si podía describir algo que no había<br />

visto en su vida (M. no ha estado jamás en un monasterio trapense; M.<br />

no ha vivido en los años 50; M. no ha viajado a los Estados Unidos<br />

nunca) Sin embargo, el texto ha quedado largo y M. no sabía por donde<br />

cortar, si por los trabajos en la pequeña granja de los monjes, si por sus<br />

momentos de oración, si por el desayuno, la comida o la cena. Al final lo<br />

ha borrado todo. M. aún puede escuchar en su interior los gritos<br />

desesperados de los pobres monjes trapenses al desaparecer para<br />

siempre.<br />

M., finalmente, ha decidido jugar a ese juego al que ahora todos parecen<br />

jugar: al contar que no hay nada que contar; o que todo ya está contado;<br />

o que no importa lo que se cuente sino cómo se cuente. M. ha huido; M.<br />

ha sido un cobarde; M. ha hecho metaliteratura.<br />

Autor: Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)<br />

http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/<br />

6


Lo último que se pierde<br />

Grito de esperanza - Jafeth Gómez<br />

Se alejan las esperanzas,<br />

nos dicen adiós abatidas,<br />

el aire huele a derrota,<br />

sabor amargo se masca.<br />

Nunca tan grotesca vi<br />

la estatua de la libertad,<br />

ni tan falsa la banda que oculta<br />

los ojos de la justicia,<br />

por no hablar de la igualdad,<br />

7


que sólo se alcanza en la muerte,<br />

y ni eso se respeta,<br />

pues ahora a los herederos<br />

se les legan hipotecas.<br />

Los sueños ya se fabrican<br />

en la antes lejana China,<br />

y tienen un precio irrisorio,<br />

el de nuestra cobardía.<br />

Ni a Marte podremos huir,<br />

todo se compra y se vende,<br />

ya planean el negocio<br />

de ofrecernos las miserias,<br />

a años luz de la Tierra.<br />

Se alejan las esperanzas,<br />

de nuevo nos dicen adiós,<br />

aunque digan que no se pierden,<br />

reconozcámoslo,<br />

tenerlas sin pelearlas,<br />

es cometer un error.<br />

Autora: Asun Ferri (Valencia)<br />

http://patadeelefanta.wordpress.com/<br />

8


Bienvenidos a Marte<br />

Not Mars - Dani Stein (www.500px.com)<br />

El Arca XIV comienza a penetrar en la atmósfera; enciendo el<br />

intercomunicador:<br />

—La comunidad humana de Marte les da la bienvenida al planeta donde<br />

la lluvia es como polvo de diamante —Oigo vítores y jolgorio de fondo—.<br />

Pueden amartizar en el sector 6B.<br />

Confirmo el inicio del protocolo de acogida y corto la comunicación.<br />

Miro a través del ventanal la niebla que cada noche nace en este suelo<br />

marciano. Pronto envolverá el Domo y ascenderá. Cuando las partículas<br />

de agua que la forman lleguen a la atmósfera, se harán cristales de hielo<br />

y se precipitarán sobre la superficie: como pequeñas piedras preciosas.<br />

9


“Un nuevo mundo, todo para vosotros”, eso nos prometieron.<br />

A lo lejos, veo el descenso de la nave. Pronto descubrirán que los<br />

diamantes solo brillan si hay luz, y en este condenado planeta sólo llueve<br />

de noche; de día, no hay más tormentas que las de arena y polvo.<br />

Apenas recuerdo el olor a tierra mojada ni la sonoridad de una tormenta<br />

de verdad.<br />

¿A qué huele Marte? Dicen que, en el exterior, se puede resistir hasta<br />

diez segundos sin el traje.<br />

Alguna noche saldré.<br />

Ojalá merezca la pena después de todo.<br />

Autor: David Rubio (Sant Adrià de Besòs, Barcelona)<br />

http://elreinorobado.blogspot.com.es/<br />

10


El duelo<br />

Fractal Cowboy - Jérémie Lacoste (www.500px.com)<br />

Son temerarios y arrogantes, los más rápidos en el manejo de la<br />

Colt 45; solitarios, valientes y temidos en toda la comarca; rivales<br />

históricos en la conquista de mujeres del Far West y ladrones de banco<br />

por toda profesión conocida. Por esas cosas imprevistas del destino,<br />

ambos coincidirán en Lone Star City una mañana de verano.<br />

Las gargantas de los hombres del pueblo se van humedeciendo con<br />

whisky y cerveza desde las primeras horas para evitar que el calor del sol<br />

las seque. Aunque no salen de sus casas ni del ‘saloon’, los chismosos<br />

observan los trámites de la carreta especial de la Wells Fargo, la<br />

empresa que recoge el dinero de los bancos de Texas, estacionada<br />

frente al único de Lone Star, y custodiada por dos uniformados con<br />

armas largas.<br />

11


Alguien ha traído la noticia de que Baby Face aparecerá antes de<br />

que logren llevarse lo recaudado. El suspenso acompaña la escena.<br />

Como ante una orden recibida que nadie ha dado, las caras tras las<br />

ventanas se vuelven hacia la salida norte del poblado. Jimmy “the Swift”<br />

hace su entrada sin previo aviso, en el caballo árabe. Vestido de negro<br />

desde el sombrero a las botas y su rostro cubierto con un pañuelo que<br />

una vez fue blanco, apuesto pero polvoriento por el viaje, se dirige con la<br />

mano derecha apoyada en su cartuchera y lentitud premeditada, hacia<br />

el carromato de la Wells. No hace falta decir que el sheriff y los<br />

comisarios se preparan para una balacera. Por la salida sur de Lone Star<br />

se acerca despacioso, Baby Face, desaliñado y recio, a cara descubierta,<br />

en una rara combinación de adolescente y matón. Su mano izquierda se<br />

apoya en la pistola de caño largo.<br />

Todo presagia violencia sin límites. Los rostros pueblerinos,<br />

aburridos por la rutina, delatan una actitud morbosa, deseosa de sangre.<br />

La distancia entre los pistoleros se acorta lentamente por la calle<br />

polvorienta, mientras los guardias, temblorosos, se aprestan a descargar<br />

sus Smith & Wesson. Parecen anticipar que todo esfuerzo será inútil<br />

ante la famosa velocidad de disparo de los ladrones.<br />

El incidente se desata con celeridad. Caen los custodios heridos de<br />

muerte. El sheriff y los comisarios desorientados por el fuego cruzado, ni<br />

siquiera llegan a sacar las armas. La carreta de la Wells Fargo ha<br />

quedado solitaria y rebosante de dólares. Ni un alma se atrevió a salir a<br />

la calle principal. Es un silencio expectante el que marca el ritmo de los<br />

minutos.<br />

Ahora les falta saber quién se llevará el botín. Los bandidos se<br />

encuentran separados por escasos cincuenta metros. Desmontan.<br />

Enfrentados, sus miradas amenazantes, serpientes hipnotizadoras, se<br />

clavan en el cerebro del rival. El ambiente es denso. El viento, hasta hace<br />

minutos caliente y pesado, se detuvo. Los ojos del pueblo recorren la<br />

12


distancia entre los bandoleros, deseosos de captar el gesto que<br />

preanuncia el momento de desenfundar. Hombres y mujeres parecen<br />

tener la certeza de que no habrá heridos: sólo un muerto. Ese minuto les<br />

resulta una eternidad.<br />

En el velocísimo instante de las Colt, las respiraciones se<br />

suspenden. Jimmy está muriendo. Mientras, la bala de su pistola roza el<br />

hombro de Baby Face y termina alojada en el corazón del cameraman de<br />

la Metro.<br />

Autora: Lidia Castro Hernando (Mar del Plata – Argentina)<br />

http://escritosdemiuniverso.blogspot.com.es/<br />

13


© Eulalia Rubio Pérez (Valencia)<br />

14


Ruido<br />

Afuera hay un estrépito de hojas. Las ramas de las palmeras parecen<br />

aplaudir la furia del viento. Los chopos del jardín son el rumor más<br />

acariciante de este comienzo de otoño tardío. Ana confunde sus<br />

recuerdos con el ruido que escucha. Sus recuerdos son como el<br />

entrechocar de piedras enormes. No soporta los chillidos, dice que le<br />

oscurecen el pensamiento. El golpeteo afuera se hace cada vez más<br />

insoportable. Las contraventanas se abren y cierran sacudiéndose como<br />

locos contra una pared. Ana abre el balcón para cerrarlas y acabar con<br />

los crujidos que le rompen el cerebro. Logra cerrar el balcón. La<br />

habitación queda sumida en una semipenumbra pero los crujidos están<br />

en su cabeza. Al girar en redondo, ve su figura frente al espejo y los<br />

chirridos se hacen imágenes.<br />

Ve reflejado en el fondo la espalda de su madre contra su propia<br />

imagen.<br />

Sus ojos redondos, abrasados de curiosidad miran hacia arriba, a lo alto,<br />

a la cara irritada que abre la boca desmesurada y profiere gritos<br />

estridentes que sobresalen por encima del ruido de la calle.<br />

Los ojos que miran a lo alto son rotundos, las pupilas negras, dilatadas<br />

por la curiosidad y el miedo que resaltan sobre el globo blanco,<br />

enrojecidos por minúsculas venillas a punto de reventar. Los ojos<br />

redondos y grandes se desvían de la boca desmesurada, buscando<br />

consuelo en alguna otra boca. Pero no encuentra ninguna. Están ellas<br />

dos solas. Entorna los párpados, agacha la cabeza y las lágrimas<br />

silenciosas comienzan a rodar por su rostro crispado. Están saladas, es lo<br />

único bueno que queda tras los gritos y el viento. Saca la lengua y sorbe<br />

una de ellas, la que se aligeraba hacia la comisura izquierda. Con el dorso<br />

de la mano recoge las que descienden por el tobogán de su cara. La niña<br />

15


arruga la naricilla llena de mocos y lágrimas porque le molesta el olor a<br />

alcohol que sale de la boca de su madre.<br />

Ana se aparta de la visión que le devuelve el espejo. Es como un desafío.<br />

Mirar y no mirar; huir y quedarse; renunciar o continuar atrapada. Algún<br />

día tendrá que decidirse. Algún día, quizás mañana.<br />

Autora: Elena Casero (Valencia)<br />

http://elenacasero.blogspot.com.es/<br />

16


Intensidad musical<br />

Broken note - Yueshi Zhang (www.500px.com)<br />

Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola. Ella lo<br />

acarició. Después, sus manos, poseídas por un ímpetu fogoso,<br />

comenzaron a tocar cada vez con más fuerza, conforme la pieza musical<br />

ganaba en ritmo y en intensidad. Sin apenas darse cuenta sus dedos se<br />

enraizaron, mezclándose confusamente con el teclado. Sus brazos se<br />

convirtieron en ramas, llenas de nudos. Su cabello, en hojas brillantes y<br />

sedosas que hicieron desaparecer su rostro. El resto de su cuerpo se<br />

fundió con la madera del piano formando un hermoso tronco retorcido.<br />

Él, al amanecer, quiso contarle su sueño y, al volverse para buscarla, sólo<br />

encontró su hueco en la cama.<br />

Autora: Concha García Ros (Cartagena, Murcia)<br />

http://nosvemosenkairos.blogspot.com.es/<br />

17


Rail yards – Jay B. Wilson (www.500px.com)<br />

18


Viaje en tren<br />

Voy de camino a alguna parte, en tren, sola y con poco equipaje. Todo<br />

son risas y buen humor alrededor, pero a mí me invade la tristeza. No sé<br />

por qué pero los viajes me ponen melancólica.<br />

El tren va cogiendo velocidad, poco a poco, a medida que se va alejando<br />

de la ciudad.<br />

Mi mente navega entre pensamientos. Me siendo sola aunque esté<br />

rodeada de gente. Miro por la ventana y aún distingo a personas, cada<br />

una con su mundo. Intento imaginarme cada historia. Son pequeños<br />

cuentos en mi mente. Echo de menos el traqueteo y el sonido de los<br />

antiguos trenes.<br />

Ahora no te das cuenta del movimiento si no es que miras por la ventana<br />

y sólo escuchas las conversaciones de los pasajeros que hay a tu<br />

alrededor. Vuelvo a mirar por la ventana y veo que ya no hay nadie, tan<br />

solo un monótono paisaje que no da tiempo a distinguir por la velocidad<br />

con la que pasa.<br />

Cojo mis auriculares y me pongo música. Música melancólica para una<br />

chica melancólica. Cierro los ojos e imagino mi vida: los momentos<br />

vividos y los que me gustaría vivir.<br />

Alguien me toca suavemente el hombro. Abro los ojos y le veo delante<br />

de mí. No le conozco pero su sonrisa me es cercana. Debe tener mi<br />

edad, con barbita de días y vestido de forma desenfadada pero elegante.<br />

Me habla moviendo suavemente los labios y me vuelve a regalar una<br />

sonrisa. Le hago un gesto de que no le oigo y me quito los auriculares.<br />

Vuelve a hablarme, esta vez percibo una voz suave pero muy varonil. Me<br />

indica que me he equivocado y que estoy sentada en su asiento.<br />

Extrañada busco en mi bolso el billete y compruebo que estoy sentada<br />

19


correctamente y que el equivocado es él. Su asiento está junto al mío.<br />

Me pregunta por la música que escucho y ahí empieza una agradable<br />

conversación. Hablamos de música, de cine, de lo divino y de lo humano.<br />

Fue el inicio de algo que acabó cuando el tren llegó a la estación de<br />

destino. Se despidió con un beso en la mejilla y un adiós, y yo volví a<br />

encontrarme sola en la estación aunque rodeada de gente.<br />

Autora: Pilar Descalza (Valencia)<br />

http://micuartosecret.blogspot.com.es/<br />

20


Nuestro mar<br />

Obra de Nuria Messeguer (http://nuriameseguer.blogspot.com.es/)<br />

Unos días éramos sirenas; otros, estrellas de mar; la mayoría de las<br />

veces gigantescos cefalópodos, ballenas o tiburones. Y a bordo de las<br />

olas, recorríamos entusiasmadas los siete mares buscando nuestras<br />

incautas presas.<br />

Nos hicimos mayores y ya no somos nada. Dejamos que nuestros<br />

recuerdos floten ingrávidos como nuestros cuerpos en el agua. No<br />

nadamos, solo hablamos y recordamos. Con nuestros sombreros bien<br />

atados a la cabeza, como entonces, sentimos que el tiempo no pasa y no<br />

pesa y seguimos charlando y charlando. Los pececillos nos mordisquean<br />

los pies, pero les dejamos hacer, estamos acostumbradas, nos creemos<br />

que son los mismos de siempre, aquellos de cuando éramos niñas...<br />

Autora: Malén Carrillo, “Maga” (Sóller, Mallorca)<br />

http://enredadaenlaspalabras.blogspot.com.es<br />

21


The thought – Bo Hallengren (www.500px.com)<br />

22


La leyenda<br />

Cuenta una antiquísima leyenda india, casi desconocida por haberse<br />

perdido los últimos vestigios de esa extinta raza indígena, que las almas<br />

de sus guerreros fallecidos quedaban pululando en el éter, como suaves<br />

plumas suspendidas en una especie de dimensión sin nombre, y así se<br />

mantenían en ese quieto limbo hasta que volvían a reencarnarse en otra<br />

nueva vida. Pero había una ocasión muy especial cada siete lustros en<br />

que un bello ángel con figura de exuberante mujer elegía a su pareja de<br />

entre los guerreros que habían fallecido ya seis veces, en cuyo caso la<br />

reencarnación no conocería más la muerte, permitiéndosele así vivir una<br />

séptima y última vez, junto a ella, en la misma tierra de sus antepasados.<br />

Explica también que la angelical hembra, descrita en sus versos como<br />

«… de larga melena negra y sensuales labios dispuestos a recibir los<br />

ardorosos besos del felizmente elegido…», seguiría un breve pero<br />

complicado ritual antes de consumar su decisión: ejecutaría una danza<br />

junto a un crepitante fuego sostenido por las blancas brasas de estrellas<br />

fugaces, a cuyo alrededor removería sus caderas con enardecida<br />

voluptuosidad mientras cantara un extraño himno nupcial y, después de<br />

saludar con mucho respeto y una suave inclinación de cabeza a las siete<br />

viejas indias que le harían coro para observar el correcto protocolo de su<br />

frenético baile, le entregaría finalmente al afortunado una fina red<br />

confeccionada con los sedosos y níveos hilos del primer calostro de la<br />

Vía Láctea para que él se la lanzara, y con ello quedaría prendida de su<br />

eterno amor por ella. Después, el guerrero y la hermosa india vivirían<br />

eternamente en lozana juventud, sin que nada ni nadie pudiera<br />

separarlos, con la sola obligación por parte de aquel de atender los<br />

íntimos deseos de la hembra en todos los momentos que ella quisiera,<br />

pero bajo la dura pena de una muerte eterna caso de contravenir esa<br />

condición.<br />

23


También dice la fábula que no es el gato el que tiene siete vidas, sino el<br />

hombre; y aclara que es por eso que siempre se confundió una realidad<br />

con otra, pues en verdad es el ser humano el que se hace acompañar<br />

siete veces de un felino de esta especie en su largo caminar por esas<br />

siete vivencias terrenales. Dicen los legendarios versos que las almas de<br />

estos animales domésticos también están presentes en el limbo, y es allí<br />

cuando el guerrero elegido adopta también una de esas félidas almas,<br />

para después marcharse con él reencarnado y agarrado firmemente por<br />

la cintura de su bella dama. La figura del gato es todo un símbolo de<br />

futuro, porque sigue diciendo que «… al regresar a la tierra de sus<br />

antepasados el guerrero hará de ese gato su alimento diario, y su carne<br />

imperecedera les hará subsistir a ambos por los tiempos de los tiempos».<br />

Lo que le ocurrió al indio Zum’ah fue algo parecido, aunque… diferente.<br />

Y, ya que veo que has tenido la paciencia de llegar hasta aquí, no puedo<br />

dejar de contártelo. Antes te he de decir que Zum’ah fue siempre algo<br />

torpe y sus seis vidas anteriores no le sirvieron de mucho en cuanto a<br />

tomar experiencia de las cosas; en la aldea era conocido con un<br />

apelativo entre cariñoso y jocoso, algo así como “El Guerrero Bobo”,<br />

traducción más o menos aproximada, y -a fuer de ser sinceros- sus<br />

gentes no se equivocaban, esa es la verdad.<br />

Bueno; pues lo cierto es que una mañana de pleno invierno amaneció el<br />

poblado totalmente nevado, consecuencia lógica de la larga tormenta<br />

ocurrida durante la noche anterior. Los alimentos estaban escaseando y<br />

se hacía necesaria una partida de caza, y a ella se unió Zum’ah<br />

debidamente pertrechado de su arco y carcaj partiendo de inmediato<br />

junto con el resto de los guerreros; una vez llegaron a la nevada llanura<br />

de caza, divisaron en pacífica congregación a cientos de enormes<br />

búfalos, por lo que se acercaron con prudencia hasta la distancia de tiro<br />

de sus flechas. Sin embargo, tras producirse inopinadamente la<br />

estampida de la manada, Zum’ah tuvo la mala fortuna de ser arrollado y<br />

pisoteado miles de veces por las poderosas pezuñas de esos animales,<br />

24


quedando allí descuartizado, totalmente ensangrentado y perdiendo de<br />

esta manera tan estúpida su sexta vida.<br />

Fueron veintiocho los lustros que transcurrieron hasta que Zum’ah tuvo<br />

la gran suerte de ser elegido por la angelical dama india de la leyenda y,<br />

mientras su alma estallaba en un gozo inmenso soñando ya en la forma<br />

que haría gozar eternamente a la bella hembra, aquella terminó su<br />

danza y –conforme a la fábula- lanzó hacia él la fina red de sedosos y<br />

níveos hilos pidiéndole que le prendiera con ella para obtener su amor.<br />

Zum’ah, muy torpe él, como ya he dicho, cumplió el recado de la bella,<br />

pero con tan mala fortuna y peor puntería, que la red fue a parar hasta<br />

la cabeza de Seit’ah, la más fea de las siete viejas que le hacían de coro<br />

alrededor de la hoguera… Y ya puestos, nervioso del todo, pero<br />

creyendo con ello cumplido el encargo, tomó el alma de la belleza como<br />

si el mismo gato fuera, trastocando de esta boba forma el rito y saliendo<br />

los tres del limbo para reencarnarse de nuevo en la tierra. Lo cierto es<br />

que, desde entonces, Zum’ah “brega” cada dos por tres con la vieja<br />

india, y eso a diario, según lo exigido por la antigua leyenda. Mientras,<br />

llora cada día muy amargamente al deglutir la carne de la bella india<br />

que, suplantando al gato, ahora alimentará a ambos por los siglos de los<br />

siglos.<br />

Te preguntarás que, si no existe vestigio alguno de esa extinguida raza,<br />

cómo es posible que conozca la leyenda… Pues…, tan sencillo como que<br />

yo soy Zum’ah.<br />

Perdona; tengo que retirarme… otra vez me llama la vieja Seit’ah… ¿Qué<br />

querrá ahora…?<br />

Autor: Germán Repetto (Albalate de Zorita, Guadalajara)<br />

http://grepettoblog1949.wordpress.com<br />

25


Unidentified Man and Woman - George Eastman House<br />

(https://www.flickr.com/commons)<br />

26


El jardín de los Fielding<br />

Todos los días pasaba por la misma calle al salir del trabajo. Siempre me<br />

llamaba la atención el enorme seto que rodeaba una gran mansión. Su<br />

espesura no dejaba adivinar el interior, pero yo siempre imaginaba un<br />

bello y florido jardín con una elegante casa al fondo.<br />

Un día, decidí apartar las ramas para saciar mi curiosidad y poder<br />

contemplar con mis ojos lo que mi imaginación había recreado tantas y<br />

tantas veces. Ante mí, el paisaje no podía ser más desolador: los árboles<br />

habían crecido de forma descontrolada y algunas ramas yacían en el<br />

suelo arrancadas por algún vendaval. Los yermos rosales estaban<br />

descuidados y resecos. La salvaje yedra ascendía por las paredes de la<br />

casa formando un tapiz de oxidados colores. Las hojas secas se<br />

extendían por todos los lados sembrando los paseos de tonos grisáceos y<br />

tristes. No se escuchaba el trinar de los pájaros. Tan sólo reinaba el<br />

silencio.<br />

Al día siguiente, decidí fijarme en la casa. Debió ser hermosa en otro<br />

tiempo. Ahora se encontraba descolorida, las ventanas tenían los<br />

cristales rotos y las cerraduras estropeadas, tan sólo en la pequeña<br />

torre, algunas parecían haberse salvado de las tormentas. Las cortinas se<br />

encontraban corridas, hasta me pareció ver la trémula luz de una vela<br />

que se deslizaba tras ellas.<br />

Al llegar a casa, decidí investigar sobre el actual propietario de ese<br />

extraño inmueble. Tras indagar durante un par de horas, todas las<br />

fuentes consultadas coincidían en la misma dirección: “Edificio de tres<br />

plantas. Mandado construir por lord Fielding entre 1870 y 1872.<br />

Propietario actual… Mary Fielding, única heredera con vida. Sus padres y<br />

27


hermanos murieron asesinados una noche a manos de un grupo de<br />

ladrones. Se llevaron toda la colección de pintura, las joyas y el dinero…”<br />

¡Mary Fielding! ¿Sería la portadora de la vela encendida que creí ver en<br />

la torre?<br />

***<br />

Periódico “The Times” jueves 25 de abril de 1984<br />

“Hallado un hombre muerto en extrañas circunstancias. Su cuerpo se<br />

encontró en la calle sobre un charco de sangre. La cabeza estaba<br />

encajada en el espeso seto de la mansión Fielding. Presentaba herida<br />

profunda en el cuello por arma blanca. Afectó a la vena carótida y murió<br />

desangrado. La policía registró minuciosamente la propiedad que<br />

parecía estar abandonada. No encontró nada que pudiera relacionarse<br />

con el asesinato. La investigación sigue abierta en busca de pruebas o<br />

testigos que pudieran esclarecer el crimen”.<br />

***<br />

Mansión Fielding 28 de septiembre de 1984<br />

“Papi, hoy ha venido otro hombre. Estaba mirando a través del seto,<br />

como los anteriores. No os preocupéis. Mary sabe lo que hacer. Nadie<br />

conseguirá entrar en la casa para haceros daño. Afilo con cuidado mi<br />

cuchillo todos los días. Ellos no me temen cuando ven que me acerco en<br />

la silla de ruedas…”<br />

Autora: Amparo Hoyos (Valencia)<br />

28


Coral<br />

El Columpio I – Juan Manuel Robledo (www.flickr.com)<br />

Siempre soñó una vida plena, estudió, se preparó, luchó incansable para<br />

ser una próspera empresaria. Todo marchaba bien, consiguió entrar en<br />

un círculo de primer nivel siendo reconocida por sus pares, su hermosa<br />

figura despertaba admiración. Así lo conoció.<br />

Era un trepador sin escrúpulos, supo envolverla, ganando su corazón y<br />

confianza, se sintió dichosa de tener un compañero que se ocupaba de<br />

sus cosas, dándole más tiempo para su vida social. Tan enamorada<br />

estaba que no vio la realidad hasta muy tarde. Él huyó cobardemente<br />

con una nueva víctima más joven que ella, dejando cuantiosas deudas<br />

tras de sí.<br />

Su mundo se derrumbó, comenzó a perder todo por lo que había<br />

luchado, sola y desesperada sumida en una profunda depresión, solo<br />

29


ansiaba terminar con su vida. Terribles noches de insomnio se<br />

sucedieron, aletargada en la oscuridad de su estancia favorita,<br />

arrebujada en el sillón sintió un extraño sopor que la inducía al sueño. Se<br />

levantó, saliendo a la carretera dispuesta a terminar.<br />

Un vehículo de gran porte se aproximaba, no lo pensó, se arrojó a su<br />

paso, sintió su cabeza estallar, atronando su cerebro. Una potente luz y<br />

luego, la nada.<br />

Despertó, ese sueño terrible la asustó. No, no podía terminar así. Pensó<br />

¿Para qué serviría todo ese potencial que tenía?<br />

Se levantó, se sirvió un café, mientras su pensamiento volaba, no podía<br />

comprender que con toda su capacidad no pueda rehacer su vida, se<br />

quedó largo tiempo sentada pensando. Hasta que, harta, tomó su abrigo<br />

y salió, no tenía rumbo fijo, solo quería huir, huir de sí misma.<br />

No recuerda cuánto caminó, pero se encontró en un parque, de<br />

frondosa arboleda, donde había juegos para niños, se sentó en un banco<br />

bajo un árbol añoso, las palomas revoloteaban alrededor, sintió una paz<br />

reconfortante, algo nuevo para ella, lejos del análisis, todo era simple,<br />

sonrió.<br />

— Hola —se sobresaltó, no lo vio llegar — ¿cómo te llamas…?<br />

— Coral, ¿Y tú?<br />

— Me dicen Nacho, ¿estás sola?<br />

— Sí, salí a pasear, para despejarme un poco.<br />

— Yo también.<br />

Lo miró, era flaco y desgarbado, su ropa era pobre, su calzado no estaba<br />

en buenas condiciones, pero su mirada era fresca, limpia, unos ojos<br />

claros casi transparentes que la miraban fijamente, como si desnudaran<br />

su alma. Sintió un estremecimiento y quedó callada mirándolo.<br />

30


— ¿Te pasa algo? , te ves triste y eres tan bonita…<br />

Sintió algo dentro, como si una corriente eléctrica la recorriese, ¿Qué le<br />

ocurría? Él lo había notado, él, sólo un chiquillo, mal vestido, quizás con<br />

hambre y sin educación.<br />

— Nooo… —balbuceó —solo estaba pensando…<br />

— Tienes lágrimas en los ojos, estás muy triste…<br />

— No, creo que se me metió algo en el ojo, no es nada.<br />

Él se quedó mirándola, ella no quería llorar, pero…<br />

Trató de hilvanar una conversación, aunque su voz sonaba quebrada.<br />

— ¿Qué haces solo por aquí? ¿Tus padres saben dónde te encuentras?<br />

— ¡Já!, no tengo padres, vivo en la calle, siempre estoy solo.<br />

Lo miró tratando de comprender, era solo un niño, ¿Solo? Él tenía esa<br />

seguridad que a ella le faltaba, parecía feliz, era ilógico, con toda su<br />

sapiencia no lo podía entender.<br />

La miró con una sonrisa y le pidió…<br />

— ¿Me hamacas? —Señalando hacia donde se encontraban éstas.<br />

Con los ojos desmesuradamente abiertos, desconociéndose a sí misma<br />

gritó:<br />

— ¡Síííííí! —Hacia allá partieron, corría cual si fuera una niña entre risas<br />

y tropezones.<br />

Se quitó el calzado y sintió la arena acariciando sus pies, ambos reían,<br />

luego de dar suficiente impulso a la hamaca ella también se hamacó a la<br />

par, hacía tiempo que no se sentía así.<br />

Notó para su sorpresa que eso no necesitaba análisis, que era normal,<br />

que la hacía feliz, era algo nuevo, solo un chiquillo de la calle había<br />

31


logrado mostrarle un mundo diferente, un mundo desconocido para ella,<br />

tenía hambre, pero no deseaba ir a ese restaurante exclusivo donde<br />

acostumbraba, y en su mente surgió esa loca idea —Jamás antes se le<br />

hubiera ocurrido.<br />

— Nacho, ¿Tienes hambre? ¿Me acompañas a comer algo, así<br />

charlamos?<br />

Los ojos del niño se abrieron desorbitados, no lo podía entender, esa<br />

señorita tan bien vestida lo invitaba a comer. Asintió con la cabeza y<br />

tomados de la mano partieron.<br />

No recuerda hasta que hora siguió la charla, el un postre, ella café, la<br />

noche se fue cerrando y el fantasma de la muerte se alejó<br />

malhumorado.<br />

Autor: Luis Alberto Molina (Rosario, Argentina)<br />

http://www.luismolin.blogspot.com.es/<br />

32


De amores y desamores…<br />

y un valor añadido<br />

Las noches de agosto - Evelyn Carell (Valencia) http://evelyncarell.artelista.com/<br />

Se detuvo un instante antes de entrar, apoyó su hombro izquierdo en el<br />

marco de la puerta contemplando la soledad del cuarto. La cama,<br />

pulcramente hecha, muda espectadora de tantas horas de pasión, le<br />

parecía ahora un frío témpano de hielo navegando en un océano de<br />

recuerdos. Rompió a llorar una vez más.<br />

Con paso vacilante entró y se sentó en el borde del lecho. Se miró en el<br />

enorme espejo de pared enfrente del cual se había desnudado solo para<br />

33


él. Tenía la cara hinchada y los ojos enrojecidos por las lágrimas<br />

derramadas. El aspecto era horrible.<br />

No quería volver a llorar, pero no podía evitarlo. Se echó hacia atrás<br />

sobre la cama y cerró los ojos dejando que el edredón y la almohada la<br />

envolvieran y acariciaran.<br />

¡Seguía allí!<br />

Su fragancia, impregnada en cada hebra de aquella tela, inundó sus<br />

sentidos. Todos sus sentidos. Sentía sus dedos mesándole el cabello. Sus<br />

labios, ardientes, ascendiendo por el cuello hasta el lóbulo de la oreja,<br />

susurrándole aquellas cálidas palabras de amor que su pudor le impedía<br />

reproducir y su mente se negaba a olvidar. Su lengua, explorando los<br />

confines más profundos e íntimos de su garganta. Una vez más sintió sus<br />

manos, rudas, fuertes y expertas, deslizándose entre sus muslos,<br />

buscando con ansia y apetito el más jugoso fruto de la lujuria. Todo su<br />

cuerpo se estremeció.<br />

¿Cómo era posible enamorarse de esa forma si apenas hacía tres días<br />

que le había conocido?<br />

¿Cómo era posible echarle tanto de menos si apenas hacia unas horas<br />

que la había dejado?<br />

¿Cómo era posible derramar un mar de lágrimas por su ausencia si en un<br />

par de días estaría de regreso?<br />

Abrió los ojos y lentamente se incorporó. Plantada delante del espejo,<br />

de cuerpo entero, comprobó que estaba medio vestida. Cruzó los brazos<br />

por sus hombros descendiendo las manos, temblorosas, por los pechos.<br />

Ahí el pulso se hizo firme y los apretó con fuerza. El reflejo de la pared le<br />

insinuó entonces que estaba casi desnuda.<br />

Girando sobre sí misma se acercó al armario. Al abrirlo se dio cuenta que<br />

no había ni una sola prenda de él. Nada. Introdujo la mano entre la<br />

34


delicada ropa interior, colocada en montoncitos desordenados en un<br />

estante intermedio, y extrajo el regalo que se hiciera a sí misma en el<br />

aniversario de su divorcio. Lo miró detenidamente mientras se sentaba,<br />

otra vez, en el borde de la cama. No podía decir el por qué, ni el cómo,<br />

pero le atraía el color azul turquesa de aquel objeto, su textura, su ligera<br />

curvatura. Pausadamente giró hacia la derecha la tapa redonda de su<br />

base. Le gustaba ese cosquilleo en la palma de la mano.<br />

Muy despacio le fue indicando el camino, a través de sus senos,<br />

alrededor de su vientre, entre sus ingles, hasta el interior de su sexo,<br />

vibrante y hambriento.<br />

El color de su mirada mudó del agrio enrojecimiento de la soledad al<br />

blanco lunar del éxtasis.<br />

Autor: Reca Refojos (Vigo, Pontevedra)<br />

35


Winter is finally over... – Samrat Mukhopadhyay (www.500px.com)<br />

36


Tarde de versos<br />

Llega el poeta<br />

cargado con sus versos a la espalda,<br />

y la tarde se alarga iluminada<br />

por la estela de su voz sin altibajos.<br />

Cerrar los ojos y escuchar atento<br />

la música que invade los sentidos,<br />

que penetra y ensancha los pulmones<br />

para aspirar con gozo la palabra.<br />

Abrazar la corteza de los pinos,<br />

mirar en el espejo de los charcos<br />

y en las mágicas grietas de los muros.<br />

Estimar la humildad que se desprende<br />

de un malogrado intento de celaje,<br />

recolectar las uvas transparentes,<br />

existir sin temor a la intemperie<br />

y dejar lo de ayer para mañana.<br />

Mirarnos transformados sin ser otro<br />

como agua del vapor o de la lluvia.<br />

Se va el hacedor de versos,<br />

más ligera la carga en su mochila,<br />

permanecen en nosotros sus poemas.<br />

Autor: Benjamín Blanch (Valencia)<br />

37


The Thinker – Blue Muse Fine Art (www.500px.com)<br />

38


Lo relativo de la felicidad<br />

¿No oyes que ya amanece? Se ha acabado el tiempo que teníamos aquí<br />

tumbados, están cantando los pájaros y el sol se cuela por los pequeños<br />

agujeros de la persiana. Ya no queda nada para volver a la realidad. Y es<br />

que solo somos nosotros, aquí escondidos, bajo la oscuridad de este<br />

cuarto.<br />

Te susurro que te quiero, pero no que te amo. Fermín, tú que siempre<br />

sabes qué decir, ahora te quedas en blanco.<br />

A veces cuentas cómo nos conocimos, dices que llegué por sorpresa, que<br />

fue inesperado.<br />

Pobre Fermín, nunca le he confesado que la nota que me dejó su esposa<br />

fue el único reclamo.<br />

<br />

Releo estas palabras cada mañana cuando se marcha. Piensa que esto es<br />

una trepidante aventura, un erótico sueño que le llena de vida, y sí, es<br />

feliz, es feliz viviendo una realidad amañada.<br />

Un falso matrimonio sumido en la rutina, dos personas unidas que no<br />

podrían ser más felices por vivir una mentira. Qué dura es la existencia<br />

para mí, qué fácil es para Fermín a pesar de su desdicha.<br />

Autora: Noelia Baviera (Valencia)<br />

http://destinodescrito.blogspot.com.es/<br />

39


Somewhere in the Carpathian Mountains – Peter Saar (www.500px.com)<br />

40


Cómo me hice cazador de vampiros<br />

Yo vivía feliz con mi esposa y mis dos hijos en la ciudad de Tabasco<br />

(México). Trabajaba como contable para una importante multinacional y<br />

en un mes ganaba más dinero que lo que obtenía en un año en mis<br />

anteriores empleos. Vivíamos confortablemente en nuestra linda casita,<br />

recién adquirida. Pero dicen que la felicidad nunca es completa, y es<br />

cierto. Mi esposa, que procedía de una familia humilde, se deslumbró<br />

con la mejoría alcanzada en su posición social, y pronto me suplicó que<br />

la llevase a reuniones de la alta sociedad: quería codearse con la gente<br />

que antes la había menospreciado por ser pobre. Fue en una de esas<br />

reuniones que mi vida cambió por completo.<br />

Unos hacendados muy importantes habían invitado a mis jefes a una<br />

comida que se celebraría el siguiente domingo en su finca, sugiriéndoles<br />

trajesen consigo a las personas de su entera confianza. Como en esos<br />

momentos así me consideraban, me invitaron a acompañarles junto con<br />

mi esposa. Claudia, así se llamaba la mujer de mi vida, se entusiasmó con<br />

la idea de asistir a una comida en la que estarían las más importantes<br />

personalidades de la ciudad. Como no podía negarle nada accedí a que<br />

fuésemos al almuerzo. Mi esposa se puso su mejor vestido, y a decir<br />

verdad estaba hermosísima. Nos trataron como si nosotros ya<br />

formásemos parte de la alta sociedad, y Claudia se movía entre esa<br />

gente como pez en el agua; había nacido para triunfar.<br />

La comida se prolongó por espacio de una hora, tras la cual se celebró<br />

una animada sobremesa con la participación de la mayoría de los<br />

comensales. Entre charla y charla nos fueron sirviendo un trago tras<br />

otro, hasta que ya no nos cupo ni una gota más de licor. Como ambos<br />

estábamos bastante mareados preferí que saliéramos a tomar un poco<br />

el aire. Ya en la calle, caminamos un trecho para que el aire fresco que<br />

corría nos hiciese efecto sobre nuestras abotagadas mentes. Todavía<br />

41


paseando de la mano nos topamos con lo que parecía ser un borracho<br />

tumbado en el suelo, pero nada más lejos de la realidad, pues el sujeto<br />

estaba haciendo «teatro». Cuando le dimos la espalda se incorporó de<br />

un salto y me agarró del hombro haciéndome trastabillar. Cuando me<br />

disponía a encararme con él, me levantó del suelo, como si fuese una<br />

simple pluma, y me arrojó violentamente contra un árbol que se<br />

encontraba en la acera de enfrente. Del fuerte golpe que recibí en la<br />

cabeza quedé inconsciente, y de lo que sucedió a continuación no pude<br />

ser testigo presencial. Por lo que luego supe, el atacante era un vampiro<br />

al que yo no le interesaba en absoluto, pues se sintió atraído únicamente<br />

por el olor de la sangre de mi esposa. Conmigo fuera de combate pudo<br />

saciarse a su gusto, pues Claudia no pudo oponerle resistencia alguna.<br />

Cuando desperté, ella yacía muerta a mi lado. Dos pequeños orificios en<br />

su cuello eran la prueba del ataque del vampiro. A raíz de su muerte casi<br />

me vuelvo loco. Dejé a mis hijos al cuidado de mi cuñada, hermana de<br />

Claudia, que les adora, y me dediqué durante los dos siguientes años a<br />

buscar a su asesino. Antes, me puse en contacto con los más<br />

importantes especialistas en seres «extraordinarios» y ellos me<br />

enseñaron todo lo que ahora sé. Mis hijos se acostumbraron a vivir con<br />

su tía y yo me dediqué de forma profesional a la búsqueda y eliminación<br />

de los chupadores de sangre. El encontrar y destruir al que había<br />

asesinado a mi esposa me causó un enorme placer.<br />

Autor: Alberto Casado Alonso (Trujillo, Perú)<br />

Notas del autor:<br />

Este texto es un fragmento de la novela titulada El retorno de los inmortales,<br />

publicada por la editorial San Marcos.<br />

Entrevista publicada en internet: http://blog.gongoracorrecciones.com/?p=108<br />

42


Sabor a silencio<br />

Broken heart – Rebeca Saray (www.500px.com)<br />

Muere un beso,<br />

y en una oscuridad luminosa<br />

se escondió el te quiero,<br />

huidizo del amargo oscuro<br />

sabor del silencio.<br />

Muere un beso,<br />

y yo aferrada a este intento<br />

de repetirme a mí misma...<br />

"¡No es cierto,<br />

no se congeló el deseo<br />

ni se marchó el anhelo!"<br />

Buscando en la profundidad<br />

de mis escasos pensamientos,<br />

significados de palabras<br />

en las que no pienso.<br />

43


Con las cuales justificar los amaneceres<br />

de mis cristalinos ojos,<br />

que se entregan<br />

a los rejuvenecidos días...<br />

¿Me acostumbré y mentí?<br />

Muere un beso,<br />

y en cada agónico latido<br />

de esta verdad inmodesta,<br />

mis rebeladas lágrimas<br />

se olvidaron de reverenciar al desprecio.<br />

¡Estoy viva!<br />

Entre escurridizos te quieros<br />

y congelados deseos...<br />

Dentro de mi ser,<br />

hay fuerzas para olvidar el duelo,<br />

sangrar la herida,<br />

cerrar los ojos, sonreírle a la mañana<br />

sin sonreírle al pensamiento.<br />

Dar pasos de gigantes<br />

en terrenos bien pequeños,<br />

y repetirle al cielo:<br />

¡Estoy viva, no ausente!<br />

Preparada para el desafío<br />

de enamorarme de nuevo...<br />

y que de nuevo...<br />

"Muera el beso".<br />

Autora: Mariam Bronchal (Sagunto, Valencia)<br />

http://laagujadorada.blogspot.com.es/<br />

44


¡Vive Dios!<br />

Anuncio en revista ”Iris” 09.12.1899<br />

A Don Gonzalo le encendía la sangre y desgarraba el alma que también<br />

Maese Nuño cortejase a Doña Isabel de Velada, la hermosísima dama<br />

que tiempo ha tenía secuestrado su inflamado corazón, y no halló más<br />

sabio ni certero remedio que promover un duelo que dirimiese cuál de<br />

los dos caballeros alcanzaría la merced de pretender en exclusiva a<br />

doncella tan maravillosa. Resuelto a semejante enfrentamiento, pues<br />

bien prefería arrostrar la inconveniencia de la muerte al sinvivir de los<br />

celos, el loco enamorado encomendó a un lacayo allegase al rival su<br />

aviso de desafío, brindándole el privilegio de elegir armas como era de<br />

ley en el Concejo.<br />

Mas cuando Gonzalo leyó la réplica de Nuño primeramente palideció,<br />

luego blasfemó y maldijo a su taimado enemigo: los pertrechos<br />

escogidos no eran sino la pluma de un ganso, un tintero y una lámina de<br />

papel; el más galante soneto de amor, al decir de la propia Isabel,<br />

dispondría el vencedor de la contienda.<br />

Autor: Rafa Sastre (Valencia)<br />

http://rafasastre.blogspot.com.es<br />

45


Decathlon reflections, Olympic Games, London, 1948 – National Media Museum<br />

(www.flickr.com/commons)<br />

46


A cup of café con leche, my darling?<br />

Y se despachó a gusto. Así, después de haberlo ensayado alguna docena<br />

de veces, la mujer del ex primer mandatario Español sintió que había<br />

representado de la mejor manera posible a su país, a su ciudad y a sus<br />

votantes (bueno, a los votantes de su sucesor, que es casi lo mismo...). El<br />

caso es que ella estaba con su mejor peinado, con su mejor cara y con el<br />

noventa y uno por ciento de apoyo popular. Y el más popular de los<br />

apoyos, el de los lobbies del mundo, le dio la espalda.<br />

Ana estaba que no cabía en sí misma antes de la decisión fatal. «Los<br />

turcos no tienen ni idea, los nipones van a tener que esperar como nos<br />

tocó a nosotros», pensaba encantada. Exultante y para nada nerviosa<br />

compartía impresiones con Alberto, con Felipe, con Pau. El momento<br />

culmen de su carrera profesional, que no política, había llegado y nada<br />

podía arruinarlo. Todo parecía estar bajo control, un control que solo su<br />

marido con la sencillez y tranquilidad de sus palabras había podido<br />

enseñarle y que ella había aprendido a entender desde lo profundo de<br />

su corazón. «¡Nada puede con los grandes de España, vamos a<br />

triunfar!». El momento de la primera votación, del primer eliminado, ese<br />

que tenía que pasar desapercibido para transformarse en emoción una<br />

hora después, ese estúpido paso transmutó la cara de Ana.<br />

Oyó mil voces después del fatídico «eliminated». Voces de su interior,<br />

voces de sus recuerdos, la voz de su marido, de su presidente, de sus<br />

compatriotas heridos, de su seguidores, la voz de apoyo de muchos;<br />

voces que se confundían con las de ese falso nueve por ciento, ese<br />

nueve por ciento infinito que ahora mismo le reprochaba por qué no<br />

había gastado todo ese dinero en algo más que en su propio ego.<br />

Respiró hondo y, fuerte como una roca, evitó que asomara una lágrima.<br />

Nadie más que ella podía reprocharse algo. Había puesto todo de sí,<br />

había practicado una y mil veces ese discurso, de día y de noche, había<br />

47


autorizado inversiones millonarias y planificado dar la vuelta a Madrid.<br />

Había convencido a todos de que era una apuesta austera y eficiente,<br />

divertida y contundente… Y era eso. Eran los enemigos de su familia, los<br />

enemigos de su gobierno, los malditos envidiosos europeos que no<br />

habían aceptado los negociados, las propuestas de negocio, la<br />

austeridad necesaria en un país que invertía por encima de sus<br />

posibilidades y aún así podía plantearse una obra gigante. Envidiosos e<br />

incultos, indecentes y mal aprendidos votantes de una organización sin<br />

fines de lucro, que como otras tantas es ávida de dinero para poder<br />

funcionar en condiciones. ¿Por qué no habían lubricado suficientemente<br />

los engranajes lobbistas? ¿Por qué hacer caso a Mariano, a Soraya con la<br />

maldita austeridad? El que no apuesta no gana. El que no invierte no<br />

crea… Su pensamiento se transformaba en rabia durante el regreso a<br />

casa. No tuvo un momento de desazón y cuando José María la recibió en<br />

sus brazos, solo en ese instante al ver su inmutable cara de decepción,<br />

echó a llorar.<br />

Tomó un baño de sales, con agua bien caliente. Se hundió en la espuma<br />

y salió con una sonrisa extensa, brillante, con la boca abierta. Cogió sin<br />

mirar del lateral de la bañera perfumada una copa de vino Ribera de<br />

Duero, un gran reserva aromático, con cuerpo. De dos tragos acabó la<br />

copa y apoyó la cabeza en el borde de la bañera. Veía imágenes pasadas,<br />

caras que empezaba a odiar un poco más que antes de salir de España y<br />

otras que pasaban a ser definitivamente el mal en persona. Respiraba<br />

hondo y luego suspiraba oyéndose, contando los latidos de su corazón y<br />

sintiendo cómo todo volvía a ser como antes, como aquella maldita<br />

pesadilla acababa y no era más que un sueño destrozado, un desafío<br />

indemne y una prueba más para su carrera profesional, que no política.<br />

Ahora las internas, los internos y el partido pedirían su cabeza, ahora<br />

otra copa de vino, por favor, ahora reclinarse de nuevo y salir cuando las<br />

arrugas de los dedos indiquen que es la hora de desayunar, sea la hora<br />

que sea.<br />

48


José María la esperaba en la sala de estar, debían ser las once de la<br />

mañana. Estaba guapo con su bigote sutil, así que raspaba pero que no<br />

dolía, ropa deportiva cómoda y una sonrisa de bienvenida. Ella se sentó<br />

con su bata y el cabello recogido dentro de una toalla. Se miraron sin<br />

hablar y él le dijo alegre:<br />

—A cup of café con leche, my darling?<br />

Aquel fue el fin de Ana como la conocemos. Nadie supo la razón de su<br />

cambio radical, hasta hoy en que José María, deshecho, me pidió que la<br />

contara.<br />

Autor: Pernando Gaztelu (Iruña, Navarra)<br />

http://lokos-a-disfrutar.blogspot.com.es/<br />

49


Where do you hide your Ace? – André Ramos (www.500px.com)<br />

50


Maldita<br />

Antes de llegar ya se sentía derrotada.<br />

Posó su mano en el lavabo y se sostuvo en puntillas unos pocos<br />

segundos, pensando que la altura en el espejo le devolvería su grandeza,<br />

pero no fue así. Se odiaba. Detestaba mentirse en aquel reflejo cada<br />

mañana mientras intentaba convertirlo en un largo túnel que la hiciera<br />

viajar a través del tiempo para poder verse de nuevo como aquella chica<br />

joven y arrebatadora que fue antaño y poder verlo a él, tal y como lo<br />

recordaba.<br />

Se enredó con muchos hombres.<br />

Compartió momentos con algunos menos.<br />

Se encaprichó de tres y se enamoró de uno.<br />

Cuando oyó su voz, sintió sus manos, vio sus ojos y recordó su rostro con<br />

detalle, atrapó un tarro de colonia y lo estrelló contra la bañera. Los<br />

cristales lo inundaron todo en una danza de fragancia dulce y amargo<br />

recuerdo. Su corazón se dividía en tantos trozos como veía yacer en el<br />

suelo. Se entregó a él y lloró.<br />

Nunca había sido demasiado justa con él. Cuanto más notaba que la<br />

amaba, más lo destrozaba. Ella le regaló un pequeño periodo de tiempo<br />

en el que él agotó su vida, envejeció sus gestos, enloqueció su mente y<br />

mirándola fijamente una cálida noche de verano, le regaló su corazón y<br />

ella lo rompió. Apostó todo por ella misma. Le gustaba construirlo todo a<br />

su alrededor, convenciéndose de que no le hacía falta nada más. Miraba<br />

al mundo con desprecio. Se sentía ganadora en todos y cada uno de los<br />

aspectos.<br />

Pero ahora ella lloraba. Y lo hacía sola. Era real. Se asfixiaba. Sus<br />

recuerdos eran como un camión de paja mal tapado siendo acariciado<br />

51


por un viento audaz que lo desvanecía todo y lo esparcía por cada una<br />

de las esquinas de su castigada memoria.<br />

Intentaba respirar. Nada. Las horas se suicidaban en aquella habitación.<br />

Tuvo la vida que quiso pero no la que pudo. Quiso poder tenerla, pero se<br />

le hizo tarde. La vida es un reloj perfectamente sincronizado para<br />

enseñarte la felicidad cuando no la puedes coger y hacerte llegar tarde a<br />

cada una de tus citas importantes. Ella escogió un camino sin él y<br />

descubrió tarde que sin él, ese camino no llevaba donde realmente<br />

creía.<br />

Nadie la miró jamás como lo hizo él.<br />

Se volvió a mirar al espejo y se alzó de nuevo sobre sus pies... Pero ahora<br />

ella lloraba. Intentó mantenerse cuanto pudo. Las fuerzas le fallaron y<br />

volvió a besar el suelo. Se cortó con un cristal que ella había dejado<br />

huérfano, y mientras miraba la herida, su mente hizo el resto.<br />

Olvidó a muchos hombres.<br />

Nunca soñaba con algunos.<br />

No recordaba a tres... Y ahora, solo necesitaba a uno.<br />

Autor: Eric Grants (Málaga)<br />

http://writtenrumors.com/inicio/<br />

52


Las almas de la Plaza de Porlamar<br />

Old Hands - Giovanni Corti (www.500px.com)<br />

Un hombre de avanzada edad, caminaba por el centro de la ciudad,<br />

cansado de tanto trabajar, esperando por una jubilación perdida en el<br />

tecnicismo de un escabroso sistema; decidió sentarse a esperar a su<br />

esposa, en un banco de la plaza de Porlamar. Fatigado y casi sin aliento,<br />

se quedó mirando a las palomas, que volaban sobre la estatua de<br />

Bolívar, que imponente observaba a cada ser errante perdido en el<br />

tiempo. Eran almas, sólo almas; todas cruzando frente a él. Algunas,<br />

vestidas de indio con sus pies descalzos y sus manos reventadas del<br />

dolor, y aun así, cargando la cruz de una nueva fe. Almas negras,<br />

mestizas, mulatas, tatuadas de la sangre de algún opresor. Héroes de<br />

ayer y de siempre, damas de antaño y de hoy. Amantes eternos, llenos<br />

de reencuentros y despedidas, con lágrimas mojando el pavimento, que<br />

un día fue la tierra que los cubrió.<br />

53


Con sus ojos abiertos traspasando su presente, se perdió en el bullicio de<br />

risas, llantos y niños corriendo por siempre. Creyó ver a sus padres,<br />

abrazados con su hijo en las raíces del tiempo, sosteniendo el cometa<br />

que junto a él construyó. Vio al cantor de su pueblo con los ángeles del<br />

cielo; también al desconocido que tal vez cruzó su camino, y a tantos<br />

que compartieron un día la cama de un hospital, hasta que durmieron<br />

por siempre en su dolor. A los sin rostros, aquellos que un día olvidaron<br />

lo que eran para ser nada, en un mundo que los olvidó. Todas las almas<br />

imaginables, llenando la plaza en su pequeña inmensidad; traspasando<br />

el horizonte de lo posible, de lo que realmente fue.<br />

El hombre, se levantó del banco, impregnado del olor a mar traído por la<br />

brisa de la costa, que seductora lo llamaba hacia la luz. Su hijo sonriente,<br />

tomó su mano, entregándole el papagayo para volarlo los dos. El frio<br />

cemento, que fue grama y luego la tierra de los recuerdos, ahora era la<br />

arena tibia de la playa, que calentaba con ternura sus pies; llenándolo de<br />

una extraña dicha que parecía paz. Sin embargo, escuchó un llanto<br />

diferente que lo hizo detenerse; volteó su mirada, y la vio: era su mujer<br />

que lloraba, abrazándolo con fuerza, porque se había quedado dormido,<br />

en el banco frío de la plaza de Porlamar.<br />

Autora: Eva Franco (Isla de Margarita – Venezuela)<br />

Nota:<br />

Relato publicado en la página “La ira de Morfeo”.<br />

Seleccionado para ser leído en el programa Radio Piano Bar de Marzo 2<strong>01</strong>3.<br />

(http://radiopianobar.blogspot.com.es/2<strong>01</strong>3_03_<strong>01</strong>_archive.html)<br />

54


Reservado el derecho de admisión<br />

Café – Leo Photography (www.flickr.com)<br />

No perdamos la perspectiva, estoy harta de decirlo, es lo único que<br />

importa. Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, dejando a su<br />

paso un reguero de sonrisas.<br />

Es el alma del local, con sus ojos sedientos de amor, su boca a la<br />

búsqueda de palabras que le hagan vibrar y sus labios temerosos a la vez<br />

que sensuales forman un conjunto enternecedor. Los que por allí<br />

pululaban la habían convertido en la reina de sus pensamientos. Ella,<br />

conocedora de todos sus secretos, acudía siempre al que reclamaba su<br />

atención.<br />

— Doña Rosa.<br />

—Sí, respondía solícita.<br />

55


No hacía falta más, sus miradas se cruzaban y las palabras fluían entre<br />

las mesas. Así día tras día, sin descanso abría las puertas a las nueve y las<br />

cerraba no se sabía cuándo. A la entrada, un letrero por ella escrito<br />

rezaba lo siguiente:<br />

Reservado el derecho de admisión, aquí solo pueden entrar los más solos,<br />

los sedientos de amores imposibles, los soñadores en blanco y negro, los<br />

amantes de palabras vacías y los que viven en las nubes y pasean por las<br />

estrellas. Abstenerse el resto.<br />

Con toda esta clientela, Doña Rosa era feliz, no deseaba nada más,<br />

aunque en un rinconcito de su corazón latía con fuerza la pena de un<br />

amor robado a la vida. No había perdido la esperanza de encontrarlo<br />

después de tantos años de soledad, por eso el día que lo vio entrar por la<br />

puerta de su local creyó que Dios y el cielo existían, ella que siempre se<br />

declaraba atea. Ya no era el mismo, los años habían dejado su huella<br />

marcada a fuego en su rostro, pero los ojos, que estaban sumidos en un<br />

nido de arrugas, le dijeron nada más verla que ella era la más bella de<br />

todas las que por su vida habían pasado.<br />

Autora: Puri Otero Domarco (Vigo, Pontevedra )<br />

http://puri-dulcinea.blogspot.com.es/<br />

56


Andante non troppo<br />

Foto de Robert Doisneau (1912-1994)<br />

Subía las escaleras ruidosamente, pisando firme y pensando cómo<br />

poner fin al tormento que le suponía escuchar día tras día esa dichosa<br />

música.<br />

Estaba harto de ese “maldito instrumento”, que era cómo solía llamarlo.<br />

Cansado de soportar las penas y lamentos que llenaban de amargura su<br />

ya de por sí triste vida. “Nunca una canción alegre”, se repetía escaleras<br />

arriba “siempre tristeza, siempre penas; ya no puedo soportarlo más”.<br />

Se detuvo en el rellano del tercer piso, disimulando su enfado y<br />

dibujando una sonrisa forzada en su rostro. Hundió el dedo índice en<br />

57


aquel botón amarillento y en el mismo instante en que el timbre sonó,<br />

cesó la música detrás de la puerta.<br />

“Buenas tardes, espero no molestarle. Me preguntaba si podría darme<br />

usted un poco de sal” le dijo amablemente.<br />

Un leve giro de su vecino bastó para que alzara el brazo con rapidez y<br />

asestara el primer golpe certero en su cabeza. Después, con el cuerpo<br />

inmóvil del culpable de su furia tirado en el suelo, llegó el segundo<br />

golpe, y un tercero. Y otro más.<br />

Golpeaba con rabia mientras tarareaba la melodía de aquella triste<br />

canción de violoncelo tantas veces escuchada. Con los dientes<br />

apretados, lleno de arrugas su rostro, golpeaba sin prisa, sin pausa. Lo<br />

que en el argot musical podría denominarse con un ritmo “andante non<br />

troppo”.<br />

Sudoroso y excitado, casi sin aliento, con las manos ensangrentadas y sin<br />

dejar de canturrear, miró a su alrededor buscando algo grande donde<br />

esconder el cadáver para sacarlo de allí.<br />

Una sonora carcajada salió de su garganta cuando sus ojos toparon con<br />

el estuche del “maldito instrumento”.<br />

Autora: Carmen Ferrer (Barcelona)<br />

58


He ahí la cuestión<br />

Nutres mi pensar con palabras sabias,<br />

abonas mi crecimiento con tu compañía,<br />

riegas mi vida con tus sonrisas.<br />

¿Cómo puedo no fijarme en ti?<br />

Tienes una belleza que irradia colores y vida,<br />

manjar entre inmortales fotografías en mi recuerdo,<br />

desprendes de ti una melodiosa voz<br />

¿Por qué habría de dudar que eres arte?<br />

Podría contar tus pecas como estrellas,<br />

formar constelaciones entre ellas<br />

y recitarte los poemas que me cuentan a susurros<br />

¿Cómo no observarte con asombro?<br />

Tu cabello enredado encaja entre mis dedos,<br />

como piezas de rompecabezas<br />

que sabíamos estaba por resolver<br />

¿Por qué no jugar con ello una eternidad o dos?<br />

De tus ojos desprendes tristeza,<br />

de tu cuello deseo,<br />

tu piel es magnética a mis labios<br />

¿Qué puedo hacer para apaciguar los demonios que desatas?<br />

59


Creo firmemente en tu paraíso,<br />

rezo a todo Dios por tu bienestar,<br />

por primera vez me preocupa que no me escuche<br />

¿Por qué siento celos de tu ángel de la guarda?<br />

Te miro de reojo cuando no me ves,<br />

tratando de encubrir mis huellas<br />

con un poco más que dulces letras anónimas.<br />

¿Por qué escondo tan bien mis secretos?<br />

Ahora hablo de lo que ya sabía,<br />

y comprendo el sentimiento que siempre estuvo ahí<br />

haciéndome preguntas que nunca debí.<br />

¿Sera que tú también me amas?<br />

Autor: Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)<br />

http://chatomusik.blogspot.mx<br />

60


Vivirás en mí<br />

© Eulalia Rubio Pérez (Valencia)<br />

Era una sobria dama de la sociedad porteña de los años cuarenta, no<br />

había sentido jamás la sensación de la vida en la piel, escondía su recato<br />

debajo del corsé de raso rosado, olía a estrato francés y el rubí de sus<br />

aros iluminaba su rostro virginal.<br />

Con temor y sin rumbo caminaba las calles de San Telmo, como<br />

escapando de su monótona existencia. Oyó pasos y sin darse vuelta se<br />

detuvo, el temblor de su cuerpo fue percibido por quien a su lado se<br />

acercaba.<br />

Tímidamente lo miró a los ojos, deseó desaparecer, era el momento en<br />

que caía la tarde y asomaba la primera estrella en el horizonte.<br />

61


Juntos en silencio, caminaron sin rumbo, nunca supo porqué se quedó<br />

contándole su vida hasta el amanecer.<br />

Con la mirada encendida prometió volver, su barco partió, oriente era su<br />

destino…<br />

Durante meses nada supo de aquel misterioso hombre. Inmersa en su<br />

fantasía, tuvo una vaga sensación de engaño, su limitada experiencia no<br />

le permitía darse cuenta que le estaba sucediendo.<br />

Un día recibió una carta, él confesaba su amor, sin dudarlo preparó su<br />

valija y se embarcó en una fría mañana de Junio.<br />

Treinta largos días cruzando el Atlántico y el Mediterráneo, su corazón<br />

latía acelerado mientras las gaviotas anunciaban su llegada a las islas del<br />

Egeo.<br />

Buscó con desesperación a su hombre entre tan gente, pero la angustia<br />

se apoderó de ella cuando comprendió que no había ido a su encuentro.<br />

Dolor, dudas, incertidumbre…<br />

Se alojó en un precario hotel de la isla, quiso descansar, estaba aturdida,<br />

lloró con desconsuelo hasta casi el amanecer. Solo pensaba en buscarlo<br />

al día siguiente sin saber por dónde.<br />

Así pasaron días, semanas sin saber nada de él, hasta que alguien le<br />

contó que había fallecido en un naufragio. Profunda fue su angustia,<br />

gritó su nombre, pero fue en vano, él ya no volvería.<br />

Estaba vencida, su dinero era escaso, tuvo que prostituirse, aquella<br />

mujer a la que apenas alguna vez besaron.<br />

Autora: Meryross (Rosario, Argentina)<br />

http://www.meryross-meryrosa.blogspot.com/<br />

62


La armadura del caballero<br />

El caballero se bamboleaba como una rama tierna y azotada por la brisa,<br />

andando los pasos que alguna vez alguien había desandado. De la frente<br />

le caían gotas de mercurio, resbalando y surcando su cara ajada de años<br />

y de soles. Ya perdida la cuenta de los días y las mañanas pasadas y<br />

pensando que seguro su deambular sería eterno, montaba su caballo<br />

sobre el polvoriento e incansable camino que no dejaba de desplegarse<br />

ante sus párpados cansados y entrecerrados.<br />

Una vida acabada, apenas recordada en explosiones de recuerdos<br />

salpicados de colores ajados por el tiempo y el olvido; siguiendo el<br />

impulso de seguir andando, de seguir a pesar del sol que quema y la luna<br />

que refuerza con su luz el frío de la noche.<br />

Su armadura pesa y arde... aún más cuando el sol cae a pleno sobre los<br />

cuerpos y las cosas y no se ven sombras. A medida que va escondiendo<br />

sus rayos y el atardecer cede el paso a la noche, va tornándose gélida y<br />

opresora, como una mortaja que atenaza el alma. Alma que alguna vez<br />

se encontró plena y henchida de fulgores, de rosas y de risas, risas<br />

amadas, rosas que aromaban y fulgores que hacían que los días<br />

merecieran ser vividos.<br />

Ahora el camino seguía abriéndose inexorable e interminable y el<br />

resonar de los cascos de su montura, apagados y cansados, le<br />

recordaban que aún seguía andando, a pesar de él, en contra de él. Por<br />

momentos levantaba su vista hacia la nada, mirando más allá de lo que<br />

podía ver, y como una ensoñación le parecía ver imágenes conocidas y<br />

amables, pero sólo conseguía divisar un paisaje lunar, árido y estéril de<br />

esperanza; las pocas ilusiones que anidaban bajo su armadura volvían a<br />

63


adormecerse y sólo escuchaba los pasos monótonos y repetidos de su<br />

corcel.<br />

Los días y las noches pasaban como relámpagos, destellando y siendo<br />

vistos apenas un instante, como si el tiempo se volviese de pronto<br />

elástico y burlón, haciendo que su yelmo quemara más bajo los rayos del<br />

sol y se congelara en la sombras de la noche.<br />

Bajando la cabeza, bamboleante y desprovista casi de vida, rememoraba<br />

batallas pasadas, vencedor y espléndido en el majestuoso campo de<br />

batalla, regresando con las sienes palpitantes de emociones<br />

encontradas; matar para no morir, no perdonar al enemigo que no le iba<br />

a perdonar, defendiendo su cielo y su infierno... su dios y su demonio.<br />

Regresando a reposar pegado al hogar crepitante junto a su hembra,<br />

coagulando la sangre de sus heridas al calor de las manos amadas,<br />

agotado y dulcemente yacente. Su armadura en un extremo, marcada<br />

por los golpes de espada, de hacha, de mazo... pero entera y<br />

descansando, esperando la próxima batalla. Siempre fiel, siempre<br />

dispuesta, siempre suya. Y las ferias, los mercados, las luces y los bailes,<br />

amplificados por el vino oscuro y puro disfrutado entre gentes amigas,<br />

entre seres queridos. Y los cielos claros del amanecer y los oscuros cielos<br />

orlados de estrellas y deseos, las brisas del verano y las nieves vistas<br />

desde su hogar, pegado al fuego y al cuerpo de su amada.<br />

Los golpes de los cascos lo despejan de su ensoñación y siente que sus<br />

hombros no pueden ya soportar el peso de su armadura, que sus manos<br />

avejentadas no pueden sostener su espada y que, cansado ya de vivir<br />

recordando, dejará de recordar y disfrutar las migajas de lo que alguna<br />

vez disfrutó con su mesa llena de manjares que la vida alguna vez hubo<br />

de haberle brindado; y su armadura quedará fiel y machacada, testigo y<br />

prueba final de sus verdades.<br />

Autor: Lucho Bruce (Mar del Plata – Argentina<br />

64


El caballero, la muerte y el diablo (1513) – Alberto Durero<br />

65


The Iliad - S. Demmer (www.500px.com)<br />

Visita nuestro blog: http://valenciaescribe.blogspot.com.es/<br />

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