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COMO DECÍA MACHADO. COMO DECÍA MANRIQUE<br />
José Ramón Remírez Pérez<br />
Resulta curioso, o cruel según se mire, escribir los recuerdos que guardo<br />
de mi equipo el día en que se cumplen 75 años de la muerte de Antonio<br />
Machado. No porque compartiéramos el sentimiento blanquiazul, improbable,<br />
sino por ese tono nostálgico y suavemente melancólico que utilizaba a menudo.<br />
Como cuando nos emocionaba describiendo a aquel olmo lastimero, "viejo y<br />
hendido por un rayo, y en su mitad podrido". Igual que el Real Zaragoza de<br />
nuestros días.<br />
Los viernes salía excitado del colegio. Había recitado como un autómata<br />
el último padrenuestro, igual que la alineación que exponía de carrerilla.<br />
Cedrún, Belsué, Aguado, Cáceres, Solana, Poyet, Aragón, Nayim, Higuera,<br />
Pardeza y Esnáider. Tomaba la pesada mochila con mucho esfuerzo, la<br />
sujetaba con un sólo hombro porque era la moda, y corría ilusionado hacia<br />
afuera, con la certeza de que iba a disfrutar de un fin de semana tan rutinario<br />
como apasionante.<br />
Comenzaba viendo en familia la película que había elegido en el<br />
videoclub, casi siempre protagonizada por Bud Spencer y Terence Hill. Seguía<br />
jugando a fútbol con los amigos -imposible olvidar la perenne sed y el dolor de<br />
piernas tras partidos de cuatro horas- y disfrutaba de mi Spectrum, ese<br />
ordenador que cargaba cintas de cassette y que me hizo paciente, y que hoy<br />
resulta inconcebible. Los domingos, con la excusa de acudir a misa,<br />
abandonaba mi casa con impunidad, y acudía a la Plaza de los Sitios para<br />
jugar a las canicas. Por la tarde, por fin, penetraba orgulloso en el graderío de<br />
La Romareda. Llevo marcado a fuego el olor a césped húmedo, el griterío<br />
incesante y el ruido estremecedor de las enormes trompetas azules y blancas.<br />
Y me emociono al rememorar la alegría infinita de los goles, la sucesión de<br />
abrazos enternecedores y delirantes, y el impacto de advertir que aquellos<br />
miles de personas éramos en realidad sólo una.<br />
En aquellos tiempos, despertar un lunes no era malo, salvo si tenías<br />
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