I.Relatos.Aupazaragoza

Hoy no puede moverse de la cama, le duele demasiado. Les ha dicho a
las enfermeras que le digan a los del Zaragoza que no se vayan sin dejarle su
regalo. Y es que es zaragocista casi desde que nació, con sólo un mes ya tenía
su tarjeta.
Aunque tiene 3 años menos que yo y no me conoce de nada, se cabreó
como el delantero que falla un gol clarísimo, cuando supo que me gustaba el
FC Barcelona. Llegó a decirme que se iba a chivar a los jugadores para que no
me dejasen regalo, pero estoy tranquila y sé que es tan bueno que no lo hará.
Y llega el momento que se abre la puerta de la habitación, y se hace el
silencio entre nosotros tres. De repente todo se llena de jugadores, miró sus
caras y compruebo que he ganado la porra y ha venido Villarroya.
También está Belsué, Pardeza, Señor, Higuera, Salillas (que me caen
bien por qué se llaman Paco como mi padre, aunque a uno le digan Paquete) y
sobresaliendo por encima de todos: Andoni Cedrún.
Reparten los regalos, reparten preguntas sobre cómo nos encontramos y
sus deseos para que podamos ir pronto a casa, incluso nos ayudan a
desenvolver lo que nos traído.
A mi compañera, la han traído una Nancy, a mi me han traído un
peluche de un conejo y el pequeño Pedro ha sido el que más suerte ha tenido,
pues le han traído un Exit Basket.
Ha tardado unos segundos en desenvolverlo y ponerlo a punto para
jugar y aún ha tardado menos en preguntarle a Andoni, si quería jugar una
partida.
Cedrún lo ha mirado mientras sonreía, le ha preguntado si podría
sentarse en la cama para poder jugar, que le vendría bien hacer una pausa en
eso de repartir y que con tanto jugador seguro que no le iban a poner falta.
De repente como si le hubieran aplicado el mejor calmante del mundo,
Pedro Javier se ha incorporado con una rectitud que no le he visto en los cuatro
días que llevo aquí.
El efecto Cedrún, ha hecho más por sus dolores que una semana de
tratamiento con pastillas.
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