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I.Relatos.Aupazaragoza

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EL ALMA DE LA RECOPA<br />

José Luis Artús Tejero<br />

Embutido en una cazadora bomber verde de las que se utilizaban en los<br />

años 80 y principio de los 90, con una gorra calada cubriendo su frente y unas<br />

gafas de sol tapándole los ojos, Sergi López Segú llegó el 17 de abril de 1990 a<br />

Zaragoza para vivir una de sus pasiones: la de aficionado al baloncesto y,<br />

concretamente, al FC Barcelona. Acompañado de un amigo que había militado<br />

en las categorías inferiores de la sección de balonmano del club azulgrana,<br />

Sergi, que entonces formaba parte de la plantilla embrionaria de lo que<br />

finalmente sería el ‘Dream Team’ de Johan Cruyff, visitaba la Ciudad del Ebro<br />

para asistir a un espectáculo de los grandes: la ‘Final Four’. Era la época de<br />

Epi, Audie Norris y compañía. Por entonces, el Barça no había logrado ganar<br />

todavía la máxima competición continental. Tardaría aún varios años. De<br />

hecho, en aquella edición de Zaragoza, la Jugoplastika de Toni Kukoc se cruzó<br />

en su camino en la gran final.<br />

Sergi no llegó a ver la finalísima, pero sí estuvo en las semifinales ante<br />

el Aris de Salónica, un encuentro en el que la máquina azulgrana aplastó a los<br />

griegos con un contundente 104-83. Tenía entonces 23 años recién cumplidos<br />

y en aquel momento no sabía la ligazón que más tarde le uniría a Zaragoza.<br />

Protagonizó dos anécdotas divertidas. La primera, cuando antes de entrar al<br />

Pabellón Príncipe Felipe y mientras buscaba el acceso que le correspondía,<br />

pasó por el que estaba asignado a los hinchas del Aris. Con su bufanda del<br />

Barça no pasó desapercibido. Las miradas le fulminaban y la chispa se<br />

encendió cuando uno de los seguidores griegos tiró de la citada bufanda. Sergi<br />

soltó un manotazo que derivó en un tumulto. Y el tumulto, en una carga policial<br />

a caballo que fue noticia al día siguiente en los principales diarios de la capital<br />

aragonesa. La segunda anécdota fue que una vez dentro y pese a que<br />

intentaba ir de incógnito, fue reconocido y saludado por uno de los entonces<br />

vicepresidentes del Barça, Josep Mussons. No le hizo gracia al directivo verlo<br />

de esa guisa, lo que derivó en que Sergi no estuviera presente al día siguiente<br />

en la final.<br />

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