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El Cielo y el Infierno

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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />

CAPÍTULO IV<br />

<strong>El</strong> <strong>Infierno</strong><br />

Intuición de las penas futuras<br />

1. En todos los tiempos <strong>el</strong> hombre ha creído, por intuición, que la vida futura debía ser<br />

dichosa o desgraciada, en proporción al bien o al mal que hizo en la Tierra. La idea o cuadro que de<br />

<strong>el</strong>la se forma está en r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> desarrollo de su sentido moral y de las nociones más o menos<br />

exactas que tiene d<strong>el</strong> bien y d<strong>el</strong> mal; las penas y los premios son <strong>el</strong> reflejo de los instintos<br />

predominantes. Así es que los pueblos guerreros colocan la suprema f<strong>el</strong>icidad en los honores<br />

tributados al valor; los pueblos cazadores, en la abundancia de la caza; los pueblos sensuales, en las<br />

d<strong>el</strong>icias de la voluptuosidad. Mientras <strong>el</strong> hombre está dominado por la materia, sólo puede<br />

comprender de una manera imperfecta la espiritualidad, y por eso se crea, de las penas y goces<br />

futuros, un cuadro más material. Se figura que debe uno beber y comer en <strong>el</strong> otro mundo, pero<br />

mejor que la Tierra y cosas mejores. 1 Más tarde se encuentra en las creencias respecto al porvenir<br />

una mezcla de espiritualidad y de materialidad, y por eso es que al lado de la beatitud<br />

contemplativa, se coloca un infierno con tormentos físicos.<br />

1. Un subyugado, a quien <strong>el</strong> cura de su aldea pintaba la vida futura de un modo seductor y atractivo, le<br />

preguntó si allí todo <strong>el</strong> mundo comía pan blanco como en París.<br />

2. Al no poder comprender más que lo que vio, <strong>el</strong> hombre primitivo calcó naturalmente su<br />

porvenir en <strong>el</strong> presente. Para comprender otros tipos distintos de los que tenía a la vista, necesitaba<br />

de un desarrollo int<strong>el</strong>ectual que debía conseguirse con <strong>el</strong> tiempo. Por tanto, <strong>el</strong> cuadro que se<br />

imagina de los castigos de la vida futura no es más que <strong>el</strong> reflejo de los males de la Humanidad,<br />

pero en mayor extensión. Reúne en él todos los tormentos, todos los suplicios, todas las aflicciones<br />

que sufren en la Tierra. De este modo, en los climas abrasadores, imaginó un infierno de fuego, y en<br />

las regiones boreales, un infierno de hi<strong>el</strong>o. No habiendo desarrollado todavía <strong>el</strong> sentido que debía<br />

hacerle comprender <strong>el</strong> mundo espiritual, sólo podía concebir penas materiales. He aquí la razón por<br />

la que, con algunas diferencias en la forma, <strong>el</strong> infierno de todas las r<strong>el</strong>igiones se asemeja.<br />

<strong>El</strong> infierno cristiano imitado d<strong>el</strong> infierno pagano<br />

3. <strong>El</strong> infierno de los paganos, descrito y dramatizado por los poetas, ha sido <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o más<br />

grandioso en su género. Se ha perpetuado en <strong>el</strong> de los cristianos, <strong>el</strong> cual también tuvo sus cantores<br />

poéticos. Comparándolos se encuentra en <strong>el</strong>los, salvo los nombres y algunas variaciones en los<br />

detalles, numerosas analogías: en uno y en otro <strong>el</strong> fuego material es la base de los tormentos,<br />

porque simboliza los más cru<strong>el</strong>es padecimientos. Pero, ¡cosa extraña!, los cristianos, en muchos<br />

puntos, han sobrepujado al infierno de los paganos. Si estos últimos tenían en <strong>el</strong> suyo <strong>el</strong> ton<strong>el</strong> de las<br />

Danaides, la rueda de Ixan, la roca de Sísifo, eran suplicios individuales, pero <strong>el</strong> infierno cristiano<br />

tiene, para todos, sus calderas hirviendo, cuyas coberturas levantan los áng<strong>el</strong>es para ver las<br />

contorsiones de los condenados, 2 y Dios oye sin piedad los gemidos de éstos durante la<br />

eternidad. Jamás dijeron los paganos que los moradores de los Campos <strong>El</strong>íseos recreasen su vista con<br />

2. Sermón predicado en Montp<strong>el</strong>lier en 1860.<br />

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