El Cielo y el Infierno
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<strong>El</strong> <strong>Ci<strong>el</strong>o</strong> y <strong>el</strong> <strong>Infierno</strong> o la Justicia Divina según <strong>el</strong> Espiritismo - Allan Kardec<br />
condenados a las penas d<strong>el</strong> Tártaro por haberse dejado gobernar por los males que dejaron cometer<br />
a la sombra de su autoridad. Además, la mayor parte de aqu<strong>el</strong>los reyes no fueron ni buenos ni<br />
malos. Tan grande fue su debilidad. Nunca temieron por no conocer la verdad, y no se<br />
complacieron en hacer <strong>el</strong> bien.<br />
“Al mismo tiempo, una furia les repetía con ironía todas las alabanzas que sus aduladores les<br />
habían prodigado durante su vida, y les presentaba otro espejo en <strong>el</strong> cual se veían tal como la lisonja<br />
les decía que eran. La oposición de esas dos pinturas tan opuestas era <strong>el</strong> suplicio de su vanidad. Se<br />
notaba que los peores entre <strong>el</strong>los eran aqu<strong>el</strong>los reyes a quienes habían tributado las alabanzas más<br />
extremas mientras vivieron, porque los malos son más temidos que los buenos, y exigen<br />
impúdicamente las cobardes alabanzas de los poetas y de los oradores contemporáneos suyos.<br />
“Se les oye gemir en aqu<strong>el</strong>las profundas tinieblas, en las que sólo pueden ver los insultos y<br />
las mofas que tienen que sufrir. Nada ven alrededor suyo que no les rechace y contraríe, que no les<br />
confunda, al revés de los que en la Tierra les pasaba, que les importaba poco la vida de los hombres<br />
y pretendían que todo era hecho para servirles.<br />
“En <strong>el</strong> Tártaro están sometidos a todos los caprichos de ciertos esclavos que les hacen sentir<br />
a su vez una cru<strong>el</strong> servidumbre: están sometidos a esos esclavos que se han vu<strong>el</strong>to sus tiranos<br />
implacables, como <strong>el</strong> yunque está bajo los martillos de los Cíclopes cuando Vulcano les obliga al<br />
trabajo en las fraguas candentes d<strong>el</strong> monte Etna.<br />
“Allí, T<strong>el</strong>émaco divisó pálidos, asquerosos y consternados. Es una negra tristeza la que roe a<br />
aqu<strong>el</strong>los criminales. Se horrorizan de sí mismos, y no pueden quedar libres de este horror, ni<br />
tampoco de su propia naturaleza. No necesitan otro castigo para sus faltas que sus mismas faltas.<br />
Las ven sin cesar en toda su enormidad, se les presentan como espectros horribles y les persiguen.<br />
Para liberarse, buscan una muerte más efectiva que la que los separó de su cuerpo. En su<br />
desesperación, llaman en su socorro una muerte que pueda apagar en <strong>el</strong>los todo sentimiento y todo<br />
conocimiento. Suplican a los abismos que les traguen para huir de los rayos vengadores de la<br />
verdad que les persigue. Pero tienen que sufrir la venganza que destila sobre <strong>el</strong>los gota a gota, y que<br />
nunca concluirá. La verdad que temieron ver es su suplicio. La ven, y cuando cierran los ojos para<br />
no verla, se levanta contra <strong>el</strong>los. Su vista los traspasa, los desgarra, los arrebata a sí mismos. Es<br />
como <strong>el</strong> rayo, que sin destruirlos, los envu<strong>el</strong>ve, les penetra hasta <strong>el</strong> centro de sus entrañas.”<br />
Cuadro d<strong>el</strong> infierno cristiano<br />
11. La opinión de los teólogos sobre <strong>el</strong> infierno está resumida en las citas siguientes. 6 Siendo<br />
esta descripción sacada de los autores sagrados y de la vida de los santos, puede considerarse tanto<br />
más la expresión de la fe ortodoxa en esta materia, cuanto que a cada paso se encuentra<br />
reproducida, con algunas variaciones, en los sermones de la Cátedra evangélica y en las<br />
instrucciones pastorales.<br />
6. Estas citas están sacadas de la obra titulada <strong>El</strong> <strong>Infierno</strong>, por Augusto Callet.<br />
12. “Los demonios son puros espíritus y los condenados actualmente en <strong>el</strong> infierno pueden<br />
también ser considerados como puros espíritus, puesto que sólo su alma bajó allí, y sus huesos,<br />
hechos polvo, se transforman incesantemente en hierbas, en plantas, en frutas, en minerales, en<br />
líquido, pasando, sin saberlo, por las continuas metamorfosis de la materia. Pero los condenados, lo<br />
mismo que los santos, deben resucitar <strong>el</strong> último día y volver a tomar, para no dejarlo ya, un cuerpo<br />
carnal, <strong>el</strong> mismo cuerpo con que fueron conocidos entre los vivos. Lo que distinguirá a los unos de<br />
los otros será que los <strong>el</strong>egidos resucitarán en un cuerpo purificado y resplandeciente, y los<br />
condenados en un cuerpo manchado y disforme por <strong>el</strong> pasado. No sólo estarán ya en <strong>el</strong> infierno los<br />
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