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REPRESIÓN Y CONTROL POLÍTICO<br />
“De lo que tengo miedo es de tu miedo”<br />
“El torturador es un funcionario.<br />
El dictador es un funcionario.<br />
Burócratas armados que pierden su empleo,<br />
si no cumplen con eficiencia su tarea.<br />
Eso, y nada más que eso.<br />
No son monstruos extraordinarios.<br />
No vamos a regalarles esa grandeza.”<br />
Eduardo Galeano.<br />
Es inevitable que al escuchar la palabra represión aparezca en un nuestro imaginario un<br />
contexto de violencia, de horror, cárcel y brutalidad. Situaciones con las que difícilmente<br />
podríamos identificarnos en primera persona, ya que solo tomar consciencia de ellas nos<br />
llevaría a paralizarnos casi inmediatamente. Y si, esa es una de las caras de la represión y el<br />
control político, quizás esa sea su expresión más dura y demoledora, pero sería muy<br />
ingenuo pesar que ese es su único rostro.<br />
La represión y el control político forman parte de nuestras vidas, permean nuestros entornos<br />
más cercanos y cotidianos, basta empezar a seguir el hilo de su “tela de araña” para darnos<br />
cuenta que no empiezan y acaban donde casi todos pensamos.<br />
Por supuesto que estas estrategias están ligadas a un sistema capitalista y neoliberal dónde<br />
las líneas de poder político y económico se unifican y fusionan. El mercado manda y la<br />
política obedece a sus intereses.<br />
Todos somos focos y objeto de esta represión, dentro de sus mecanismos más sutiles e<br />
imperceptibles está el de poco a poco ir condicionando, alterando y modificando nuestros<br />
valores. Vaciando de contenido y significado conceptos que hace pocos años absolutamente<br />
podría poner en duda o cuestión. Tan es así, que hoy en día palabras como solidaridad,<br />
amistad, libertad, incluso la tan nombrada democracia, tienen un significado condicionado al<br />
mensaje que quieran hacernos llegar y el propio que la persona quiera darle, siempre<br />
atendiendo a sus propias circunstancias personales e individuales.<br />
Habitamos sociedades donde la indiferencia, la complicidad activa o pasiva, las concesiones<br />
políticas, los intereses personales , la falta de sentido de identidad social, las traiciones, la<br />
mentira, etc… son completamente toleradas, normalizadas e incorporadas como si siempre<br />
hubiera sido así y nada se pudiera hacer para remediarlo. Por eso, no es nada raro que, al<br />
tratar asuntos sociales y políticos que debieran ser prioridad en nuestras vidas, ya que de<br />
ellos depende la construcción de la realidad social de la que todos somos responsables, lo<br />
que nos encontremos sea respuestas como: “Esto es lo que hay” o “Yo bastante tengo con lo<br />
mío”, solo por citar algunas de una muy larga lista.<br />
Precisamente eso es lo que buscan, romper el sentido de la identidad social fortaleciendo la<br />
identidad individual. Que aceptemos el lenguaje del dominador como si del nuestro propio se<br />
tratase hasta acabar completamente impregnados de él y por lo tanto incapaces de<br />
confrontarlo. Al final, difícilmente podremos defendernos de un enemigo que ni tan siquiera<br />
somos capaces de identificar o que, en el peor de los casos, ya forma parte de nosotros.<br />
La única forma de poder enfrentar a esta hidra, es conocer sus métodos y estrategias. Saber<br />
que el poder necesita de nuestra sumisión para poder imponer sus propias reglas del juego y<br />
que siempre que se generan procesos de organización este inmediatamente se va a sentir<br />
cuestionado y, por lo tanto, amenazado. En ese momento se pondrán en marcha los<br />
mecanismo de la represión política con todos los métodos a su alcance con el objetivo de<br />
romper tanto nuestras convicciones, como los procesos de organización. Lo que algunos<br />
denominan “guerra de desgaste” intentará por todos los medios que abandonemos todo<br />
intento de resistencia y que volvamos a la identidad del “derrotado” que claudica y se somete<br />
a lo que supuestamente no puede transformar.<br />
Conocer que desde cualquier posición de poder es necesaria la creación de un enemigo que<br />
pone en peligro nuestra tranquilidad y que por otro lado justifica su actuar represivo. Se<br />
encargan de crear un imaginario en el que aceptemos su violencia como forma de confrontar<br />
la violencia, la pérdida de libertades como forma de ser más libres, la “mentira<br />
institucionalizada” como la verdad incuestionable. No es para nada casual que las personas<br />
que asumen un papel claro en la lucha, que alzan la voz y denuncian, que cuestionan directa<br />
y frontalmente ese poder sean los que son considerados “el más peligroso enemigo”.<br />
Normalizar y justificar estas situaciones, repetir ese tan conocido: “si se hubiera queda en su<br />
casa, nada le hubiera pasado” o el “algo habrá hecho para que se lo lleven”, es ser<br />
cómplices y parte de estas estrategias represivas, tenemos que tenerlo claro, porque dentro<br />
de estas lógicas actuales, cualquiera que se decida a alzar la voz puede ser el siguiente.<br />
Comprender que esa impunidad, de la que parecen gozar, funciona es porque así nos lo han<br />
hecho creer y porque así lo hemos admitido. Si incorporamos y asumimos sin cuestionar<br />
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