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La ultima morada. Zona Prohibida.

¡La búsqueda ha terminado! Un grupo de viajeros extraterrestres ha arribado a la Tierra con intenciones desconocidas. Maravillados por la hermosura del planeta deciden descender a investigar; mientras, en el bosque Amazónico, el comandante de operaciones John Waterstone lidera un proyecto secreto del gobierno de los Estados Unidos, pero todo sale mal para las dos partes involucradas... Por otra parte, Miguel ha confirmado el diagnostico de su enfermedad, sin saber que pronto cambiará todo en su vida. ¿Qué les depara el destino a estos seres? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Quienes son y de donde provienen? ¿Cómo y por qué cambiará la vida de Miguel?

¡La búsqueda ha terminado! Un grupo de viajeros extraterrestres ha arribado a la Tierra con intenciones desconocidas. Maravillados por la hermosura del planeta deciden descender a investigar; mientras, en el bosque Amazónico, el comandante de operaciones John Waterstone lidera un proyecto secreto del gobierno de los Estados Unidos, pero todo sale mal para las dos partes involucradas... Por otra parte, Miguel ha confirmado el diagnostico de su enfermedad, sin saber que pronto cambiará todo en su vida. ¿Qué les depara el destino a estos seres? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Quienes son y de donde provienen? ¿Cómo y por qué cambiará la vida de Miguel?

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crujir de los escalones le despabiló de su calma, levantándose a ver que lo producía. Se encontró<br />

con Mirta subiendo por la escalera lentamente, cargando una bandeja con dos tazas de café,<br />

dulces empolvados y un bol con ensalada de verduras mixtas. Le ayudó, tomando la pesada<br />

merienda, dejándola sobre la cama y agarrándola del brazo para impulsarla en su subida.<br />

Compartieron los dulces y el café, pero la ensalada era enteramente para la joven, sirviéndosela<br />

de último bocado. Mirta le habló de todo durante la improvisada cena, sabiendo que no le<br />

entendería nada, prefiriendo eso a un silencio que incomodara a la visitante. Al término del<br />

refrigerio, se despidió de la niña con un beso en su mejilla y se dirigió a su habitación a dormir,<br />

dejando primero la bandeja con vajilla sucia en el lavadero.<br />

<strong>La</strong> noche se hizo eterna, cosa gratificante para Mirta, recuperando su maduro vigor. <strong>La</strong> joven<br />

descanso como siempre, desvinculándose casi completamente de su entorno, no preocupándole<br />

tanto su seguridad esta vez, por encontrarse en un lugar cerrado. Se despertó con unos rui dos<br />

provenientes de la planta baja de la casa, producidos por la puerta de la casa. Era la anciana que<br />

había salido del hogar, dejándola sola en el sitio, volviendo al cabo de algunas horas con bolsas de<br />

compras.<br />

Subió a la habitación de su nieto para despertar a la joven; no obstante, esta se encontraba ya de<br />

pie, contemplando la calle desde la terraza. Bajaron juntas al primer piso, dirigiéndose al baño,<br />

donde le enseño la bañera, explicándole cual era la llave del agua caliente y que debía regular la<br />

temperatura abriendo al mismo tiempo el agua fría y le pasó la toalla más grande que tenía y la<br />

dejó para que se bañara. <strong>La</strong> muchacha utilizó sólo agua tibia –sin tocar ninguna de las botellas de<br />

jabón, champú y acondicionador; ya que no sabía para que eran– y demoró unos pocos minutos<br />

en limpiar su cuerpo.<br />

Se dispuso a lavar también su traje, cubriéndose la espalda con la toalla, pero fue interrumpida<br />

por la anciana, que traía ropa y utensilios de aseo que fue a comprar para ella: un vestido blanco<br />

de tirantes estampado de rosas, una enagua, ropa interior y un cepillo de dientes. <strong>La</strong> joven se<br />

incorporó de su tarea, dejando caer la toalla al piso, mostrando su cuerpo desnudo a Mirta, quien<br />

se abalanzó para recoger el trapo y taparle. Después de un buen rato intentando hacerse entender,<br />

logró que la joven se vistiera correctamente con la ropa, dejando el rasgado traje enjuagándose en<br />

la bañera para limpiarlo después.<br />

Desayunaron rápidamente, saliendo a ver a Miguel, esperando el visto bueno de los médicos para<br />

llevarlo de vuelta a casa. Ya en el hospital, el muchacho les esperaba vestido, dispuesto a salir de<br />

aquel lugar lo más pronto posible. Al ver llegar a su abuela con la joven, se sorprendió de verla<br />

vestida así, mas no bajo su guardia frente a la extraña, aún le producía cierta inquietud y se<br />

mostró reticente ante su presencia.<br />

- ¡Hola, Abu! ¿Cómo estás?, ¿Dormiste bien? – saludó Miguel.<br />

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