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Edición<br />

Los Arboles<br />

Texto<br />

Susana Sánchez<br />

Ilustraciones<br />

Manuela Aldunate<br />

Diseño<br />

Manuela Aldunate<br />

Agradecimientos<br />

Manuela Aldunate<br />

Impresión<br />

Impreso en Los Arboles<br />

A todas las niñas y los niños, que me han hecho oír<br />

el canto de la Madre Tierra en sus pequeñas voces y<br />

sabias preguntas


Excursión<br />

La piel de la tierra<br />

Amazonía<br />

Hay florcitas que sanan<br />

Un día en la vida de papá<br />

Roberto y el pequeño Manu<br />

Fiesta de disfraces<br />

Los tres primitos verdes<br />

Diccionario de animales<br />

Willka Kuti<br />

La tierra tiene fiebre<br />

Avisadores de basura<br />

Los grandes espíritus<br />

hablan a los niños<br />

....................... 1 - 2<br />

....................... 3 - 4<br />

....................... 5 - 6<br />

....................... 7 - 8<br />

..................... 9 - 12<br />

.................. 13 - 14<br />

................... 15 - 16<br />

................... 17 - 20<br />

................... 21 - 23<br />

................... 24 - 26<br />

................... 27 - 28<br />

................... 29 - 34


Excursión<br />

Manu está parado en medio del camino, mirando<br />

con sus ojos azules cómo se mueven las ramas de<br />

un sauce. En eso llega corriendo su prima Bau,<br />

toda alborotada, igual que sus rizos. Sus ojitos<br />

café destellantes dicen que trae una buena idea.<br />

Detrás de ella corre su prima menor Aura, que<br />

solo quiere comer algún fruto del bosque y al<br />

ver unos damascos en el suelo, casi se abalanza<br />

sobre ellos. Su pelo rojizo brilla al sol y sus ojos<br />

verdosos y determinantes expresan que nada le<br />

impedirá comerse esos ricos damascos.<br />

Bau dice: –Corramos por el bosque y recojamos<br />

flores, Manu.<br />

–Comámonos los damascos –pide Aura.<br />

Pero Manu dice: –Primero pensemos en hacer<br />

una excursión y así recogeremos flores y frutas,<br />

y también veremos insectos, mariposas y ranas, y<br />

llegaremos al estero y lavaremos la fruta, pues te<br />

puede hacer mal, Aura, si la comes sucia.<br />

Bau está feliz porque va a poder juntar muchas<br />

flores y Aura piensa que va a comer muchos<br />

frutos.<br />

Parten los tres amiguitos, cada uno con su tarea.<br />

Todos se sienten más y más felices.<br />

Manu intenta distinguir cada uno de los insectos.<br />

Llegan al estero, lavan las frutas y comen el<br />

producto del esmero de Aura.<br />

Ellos están allí cantando cuando llega Pipo, la tía<br />

que los andaba buscando.<br />

Al verlos tan contentos, se sienta a su lado y le<br />

dice: –Vengan, niños. Están sentados en la Madre<br />

Tierra que tiene frutos, flores, agua, animalitos,<br />

árboles, aire y el sol que la mira y la ilumina todo<br />

el día. Qué más podemos querer para ser felices.<br />

Manu se levanta y dice: Parece que estamos<br />

dentro de ella, porque estamos en una quebrada<br />

y el aire nos recorre por todos lados.<br />

Mira –le dice Pipo–, tú tienes razón, pues la<br />

Madre Tierra no es solo el suelo que tú pisas, sino<br />

que también es la atmósfera en que tú vives y el<br />

agua que corre por ella, que son como sus venas,<br />

pues dan vida a todo, a los árboles, a los frutos,<br />

a nuestro cuerpo, a los animales e insectos.<br />

Es cierto. Aunque estemos tan altos como una<br />

montaña, estamos en la Madre Tierra. Eso se<br />

llama ecosistema y tenemos que cuidarlo.<br />

Bau dice: –Es como cuando mamá y papá se<br />

abrazan. Yo quiero amarlos tanto que quiero<br />

estar dentro de ellos.<br />

–Es verdad–dice tía Pipo–, es el amor que te<br />

envuelve cuando estás con tus papás. Así mismo,<br />

1 2<br />

la Madre Tierra nos abraza a todos y nos nutre.<br />

–¿A todo el mundo –pregunta Manu– o a los<br />

buenos?<br />

–A todos, buenos y malos –responde tía Pipo–.<br />

A todos nos da la oportunidad de ser libres en su<br />

corazón.<br />

Aura dice: –¡Qué buena es la Madre Tierra!<br />

Y todos ríen.<br />

Manu, Bau y Aura tienen ganas de contar a sus<br />

demás amiguitos lo mucho que han aprendido.


La piel de la tierra<br />

Los tres primitos Manu, Bau y Aura están muy<br />

contentos, porque sus tíos Pipo y Lucas los van a<br />

llevar a la playa.<br />

Tienen que vestirse adecuadamente y llevar sus<br />

juguetes y herramientas, para jugar con las olas y<br />

hacer castillos de arena.<br />

Después de lavarse los dientes, las manos y la cara,<br />

tía Pipo les pone una crema muy especial.<br />

Manu pregunta: –¿Por qué nos pones esa crema en<br />

la cara y en el cuerpo? –Y de inmediato interroga<br />

otra vez–: ¿Y por qué tenemos que usar anteojos,<br />

sombreros y llevar un quitasol?<br />

–Sí –dice Aura–, mejor solo llevemos la merienda<br />

que nos preparó mi mamá y que se ve muy rica.<br />

– Sí –añade Bau–, mejor llevemos solo los juegos de<br />

playa.<br />

–No se preocupen– los tranquiliza tío Lucas–.<br />

Yo llevaré los quitasoles y la merienda. Ustedes<br />

llevarán sus trajes de baño, sus anteojos y sus<br />

juguetes. –Y agrega–: –Cuando estemos en la playa<br />

les voy a explicar por qué es necesario usar anteojos,<br />

sombrero y estar bajo un quitasol.<br />

Manu toma su body.<br />

Bau coge el balde y la pala para hacer castillos de<br />

arena.<br />

3<br />

Y Aura se lleva una rica y roja manzana que empieza<br />

a comer de inmediato.<br />

Llegan a una playita de oleaje bajo, arenas suaves y<br />

árboles en sus alrededores.<br />

Los niños estiran sus toallas sobre la arena. Tía Pipo<br />

instala los quitasoles y se asegura de que la sombra<br />

que ellos proyectan proteja a los niños.<br />

–Antes de que vayamos a jugar con las olas y hacer<br />

castillos de arena, les voy a contar por qué nos<br />

tenemos que cuidar de no tomar mucho sol y usar<br />

anteojos –les comenta tío Lucas–. Sucede algo muy<br />

triste, pero que se puede reparar. La piel de la Tierra<br />

está un poquito rota. Tiene una herida. Por allí<br />

pasan unos rayos invisibles que nos dañan a todos,<br />

la piel y los ojos.<br />

–La piel de la Tierra está a más de quince kilómetros<br />

de altura y se llama capa de ozono– agrega tía Pipo.<br />

Los niños se miran sorprendidos, pensando cómo<br />

podrían curar la piel de la Madre Tierra.<br />

Manu dice: –Hay que mandar un doctor al cielo para<br />

que le ponga un parche.<br />

Bau añade: –Quizás un ángel puede arreglarlo.<br />

Aura piensa en subirse a una escalera para ver el<br />

hoyo.<br />

Tío Lucas afirma: –No, esa no es la solución.<br />

La posibilidad que tenemos es no cortar más<br />

árboles y plantar muchos, muchos, por todo el<br />

mundo. Así la Madre Tierra, que es muy sabia,<br />

llevará por el aire lo que necesita para curarse.<br />

Desde los grandes bosques y las algas marinas<br />

saldrá el remedio.<br />

Manu se levanta y exclama: –No voy a dejar que<br />

nadie nunca más corte un árbol.<br />

Bau dice: –Yo voy a plantar muchas flores y árboles<br />

para la Madre Tierra.<br />

Aura pone el dedo en su boca y murmura: –Le voy<br />

a decir a mi mamá.<br />

–Bueno, ahora– grita tía Pipo–, ¡a divertirnos!<br />

Lucas va con Manu a jugar en las olas y tía Pipo<br />

lleva a las niñas a construir castillos de arena.


Amazonía<br />

Balti va a visitar a su amigo Manu a su casa, que<br />

tiene un bosque muy lindo. Balti viene recién<br />

llegando de un gran viaje que ha hecho con su<br />

papá a la Amazonía y trae muchas novedades<br />

para relatar.<br />

–Cuéntame, Balti –pide Manu–. ¿Cómo es el río<br />

Amazonas?<br />

–Es grande y café como una taza de chocolate<br />

–responde Balti–. Y hay delfines, pirañas,<br />

otorongos y anacondas.<br />

–¿También hay cocodrilos? –pregunta Manu.<br />

–Sí –dice Balti–. Hay que andar con mucho<br />

cuidado. No puedes bañarte allí. Pero no importa,<br />

porque hay lluvias muy grandes. Yo y mi papá<br />

nos ponemos bajo un toldito de paja y después<br />

jugamos con barro.<br />

–¡Qué entretenido! –dice Manu–. Aquí podemos<br />

ir al estero y jugar a que estamos en Amazonía<br />

cazando otorongos.<br />

–Tengo unas flechas y unas cerbatanas que te traje<br />

de regalo para ti, Manu –dice Balti–. Creo que con<br />

ellas podríamos jugar en el estero. Pero primero<br />

te voy a enseñar a caminar más silencioso que el<br />

viento y más cauteloso que el otorongo, pues el<br />

abuelo chamán me dijo: “Mira, niño, aquí en la<br />

selva toda la sabiduría es ser cauteloso. Tienes que<br />

oír bien, olfatear bien, ver bien. Tus pies deben<br />

saber dónde pisan y tus manos deben saber qué<br />

tocan, sea de día o de noche. Ese es el poder de<br />

un hombre en Amazonía. Lo debes aprender de<br />

pequeño”.<br />

–Sí –dice Manu–. Hay que andar en cámara lenta.<br />

Hay muchos bichos y algunos son venenosos,<br />

como me contó mi papá. También hay que saber<br />

cazar, hacer una canoa y una casita de paja para<br />

poder vivir ahí.<br />

–Es cierto –dice Balti–. Y también es bueno tener<br />

un jeep. Esos con ruedas grandes para que no se<br />

atasquen en el barro.<br />

6<br />

–¿Por qué fuiste con tu papá a Amazonía?<br />

–pregunta Manu.<br />

–Mi papá me dijo que él quiere plantar árboles<br />

y a mí me quiere a enseñar a cuidar los bosques<br />

de Amazonía –responde Balti–. Allá va mucha<br />

gente que solo corta los árboles para ganar<br />

dinero. Por eso hay que plantar. Me explicó que<br />

lo más importante es comprender que Amazonía<br />

es el pulmón de la Madre Tierra y si se queda sin<br />

árboles, nos quedamos todos sin aire.<br />

Manu salta y dice a Balti: –Acompáñame. Vamos<br />

a contarle a mi papá, para que ayude al tuyo a<br />

plantar los árboles.<br />

Y así se fueron los dos amigos corriendo a relatar<br />

lo que está sucediendo en la gran Amazonía.


Hay florcitas<br />

que sanan<br />

Me llamo Florcita. Estoy todavía en el corazón de<br />

mamá. Ella vive en el reino de la Amazonía.<br />

Si miro por sus ojos veo todo de una luz verde.<br />

Ella tiene un monito que se llama Ru. Juega con el<br />

monito con papá.<br />

Mi mamá supo que estoy empezando a crecer en<br />

ella. Se preocupa porque está enferma. Mi papá<br />

la tranquiliza. Yo me doy cuenta por el sonido de<br />

su corazón. A veces se asusta y el corazón suena<br />

muy rápido.<br />

Mamá y papá se vinieron a sanar con un sabio de<br />

la Amazonía. Ahora van a volver a Chile a la casa<br />

de sus antepasados. El viaje es largo desde el río<br />

Ucayali al río Mapocho, al sur del mundo.<br />

Dicen que los bebés no sabemos nada, pero eso<br />

no es cierto, porque yo siento y percibo todo.<br />

Mi mamá dice que tiene una pequeña herida en<br />

la bolsita que me guarda. La he mirado, así que<br />

le mando besitos de amor y le pego patadas para<br />

que se vaya. Mi mamá parece que sabe que hago<br />

esto, porque se alegra y llama a mi papá y le dice:<br />

–Mira, toca, está pateando.<br />

No me recuerdo cómo viajamos a Chile y<br />

cómo llegué a los brazos de mi mamá. Perdí la<br />

memoria, pero ahora estoy tomando un líquido<br />

muy rico que sale de sus mamas y no quiero dejar<br />

de tomarlo.<br />

A veces se acerca a mí un cerro de luz de muchos<br />

colores, que me da cosquillas en todo el cuerpo y<br />

me llama “Florciii…”. Es papá.<br />

Los amo a los dos. A la mamá que me da de mamar<br />

y al papá que me habla todo el día.<br />

También hay varios niños que juegan conmigo<br />

y me hacen morisquetas. Se llaman Manu, Bau,<br />

Aura, Balti y Sofi. Me dan risa y me alegro.<br />

8<br />

Estoy tan enamorada, que siento que de mí<br />

salen tantos olores por mis poros, que suspiro y<br />

suspiro.<br />

Mi mamá se sanó. Ya no habla de su enfermedad.<br />

Dice que la alegría de tenerme la sanó. Y mi papá<br />

dice que no puede separarse de nosotros. Así que<br />

soy tan feliz.


Un día en la vida de papá Roberto<br />

y el pequeño Manu<br />

Manu despierta muy contento pensando en el<br />

rico desayuno que va a compartir con su papá.<br />

En su pijamita azul corre hacia la cocina desde<br />

donde salen ricos aromas.<br />

Manu, mirando a los ojos de papá Roberto,<br />

lleno de esperanza, pregunta: –¿Qué vamos a<br />

desayunar hoy?<br />

Papá Roberto lo alza en sus brazos y lo sienta en<br />

la silla blanca.<br />

–Hoy vamos a comer huevos, leche –dice papá<br />

Roberto–, jugo de frambuesa y tostadas con<br />

mantequilla, como todos los domingos. –Y<br />

pregunta a Manu–: ¿Por qué este es tu desayuno<br />

favorito?<br />

–Porque lo comemos juntos y nos reímos<br />

–contesta el pequeño.<br />

–¿Sabes por qué te hago este desayuno?<br />

–pregunta papá Roberto.<br />

–No –responde Manu.<br />

–Te lo voy a contar –dice papá Roberto–. La leche<br />

te da calcio para que tus huesos crezcan fuertes<br />

y sanos, al igual que tus dientes. Los huevos<br />

tienen muchas proteínas necesarias para<br />

que tus músculos se desarrollen bien. El jugo<br />

de frutas te dará vitaminas para que todo tu<br />

cuerpo sea muy fuerte y el pan con mantequilla<br />

es para que tengas energía para jugar.<br />

–¿Para tantas cosas sirve un desayuno?<br />

–pregunta impresionado Manu.<br />

–Sí –afirma papá Roberto–. También sirve<br />

para conversar y ser muy unidos. –Y enseguida<br />

pregunta–: ¿Tú sabes que cuando comes bien<br />

tienes la sonrisa más linda y tus ojos, que son<br />

como los míos, brillan más?<br />

–No sé –dice Manu–. Pero tú siempre estás<br />

contento.<br />

–Es verdad –responde papá Roberto–. Cuando<br />

comes bien, todo tu cuerpo se siente feliz.<br />

–Si es así, mejor comemos dulces –propone<br />

Manu–. Ahí sí que me siento feliz.<br />

–Esa alegría dura poco –explica papá<br />

Roberto–. Es así mientras te comes el dulce.<br />

Sin embargo, la fruta, los jugos, la leche y los<br />

huevos te dan una satisfacción que dura mucho<br />

más. Así que ahora que terminaste de comer,<br />

10<br />

vamos a bañarnos y cambiarnos ropa, porque<br />

hoy es nuestro día.<br />

El pequeño se ríe, mueve los ojos y le dice<br />

“bien” con un gesto de su cabeza. Comienza<br />

a saltar exclamando: –¡Vamos a la nieve a<br />

aprender a esquiar, vamos al parque a jugar a<br />

la pelota y andar en skate!<br />

–Hoy vamos a hacer otra cosa –dice papá<br />

Roberto–. Vamos a ir a buscar un tesoro que<br />

Mami Machi dejó enterrado bajo un árbol<br />

cuando yo tenía tu edad.<br />

–¡Un tesoro? –pregunta con asombro Manu.<br />

–Sí –responde papá Roberto–. Mami Machi<br />

me dijo que cuando tuviera un hijo de tu edad<br />

fuese a buscar ese tesoro.<br />

–Pero dime, papá, dime… –interrumpe Manu,<br />

mientras se cuelga de la cintura de su papá–.<br />

¿Dónde está?<br />

–Está a los pies de un cerro, bajo un árbol<br />

muy antiguo –cuenta papá Roberto–. Hoy que<br />

tú cumples cinco años estás preparado para<br />

acompañarme. Buscaremos una picota y una<br />

pala, subiremos a la camioneta y partiremos al<br />

viejo pueblo donde crecí.


–Tengo mucha energía, tengo unos músculos<br />

muy fuertes y mis huesos son muy firmes. Estoy<br />

seguro de que lo voy a encontrar, papá –dice<br />

entusiasmado Manu.<br />

–Sé que lo harás –confirma papá Roberto y<br />

acaricia el cabello de su hijo.<br />

–¿Qué será lo que Mami Machi dejó enterrado<br />

hace tanto tiempo? –pregunta Manu, mientras<br />

camina junto a su papá–. ¿Y cómo sabía que yo iba<br />

a ser tu hijo?<br />

–No lo sé –contesta papá Roberto–. Mami Machi<br />

siempre tiene algunos misterios.<br />

Caminan un par de horas y llegan al viejo pueblo,<br />

donde casi no vive nadie. De lejos se ve un cerrito.<br />

–Papá, papá. Allí está el cerro que me contaste<br />

–exclama Manu–. Y se ven las dos rocas gigantes<br />

en la punta, donde tú aprendiste a escalar.<br />

–Sí. Ya estamos muy cerca –afirma papá<br />

Roberto–. Debemos beber agua y comer unas<br />

frutas para tener fuerzas para cavar.<br />

Papá Roberto recuerda su niñez, sus luchas y<br />

paseos con su hermana y la tortuga Amaranta que<br />

tenía su mamá. Su familia. Mira a su hijo y siente<br />

en su corazón el orgullo de ser un padre. Cuánto<br />

tiempo ha pasado desde esos días. Ha estado en<br />

tanto lugares, en tantos mundos. Es difícil que<br />

alguien se imagine cuánta vida hay dentro de él.<br />

Ahora comienza con Manu a buscar el tesoro de<br />

la vida.<br />

Tras una hora de cavar y cavar, cuando el pequeño<br />

pierde ya la esperanza de encontrar el tesoro, su<br />

picota toca el metal, que suena como algo antiguo.<br />

Llama de inmediato a su papá y juntos, con ambas<br />

manos, sacan un cofre de cobre, herméticamente<br />

cerrado. Los ojos de Manu brillan de impresión,<br />

toma agua y se pasa un pañuelo por la frente.<br />

Padre e hijo se miran con complicidad y rompen<br />

el sello del cofre.<br />

Cuál sería su sorpresa cuando hallaron dentro<br />

del cofre un viejo mapa del Tíbet con una marca,<br />

una brújula, un telescopio, una moneda de oro y<br />

dos pasajes abiertos para viajar por el mundo en<br />

un barco que los llevaría a las costas de la India,<br />

teniendo que recorrer al igual que su abuela,<br />

muchos años atrás, un viaje mítico de la India al<br />

12<br />

Tíbet. Allí encontrarían el gran tesoro. También<br />

hay unos cigarritos mágicos para duendes, pues<br />

dónde hay un tesoro hay un duende.<br />

“Si tú le das un cigarrito –dice Mami Machi–, te<br />

entrega el oro”.<br />

Lo tienen todo. Son un padre y un hijo con una<br />

gran vida por delante.


Fiesta de disfraces<br />

Manu está un poco aburrido, sentado en una<br />

piedra que está justo bajo un palto. Bau viene<br />

saltando la cuerda tratando de no tropezarse y<br />

Aura empuja un carrito. Bau se detiene al lado de<br />

Manu y agacha su cabeza para encontrar los ojos<br />

de su primo, en un acto de curiosidad propio de<br />

ella.<br />

Bau pregunta a Manu: –¿Por qué estás sentado<br />

aquí solito?<br />

Manu, con cara de guatero, responde: –Todos mis<br />

amigos hombres salieron y no se me ocurre qué<br />

hacer.<br />

–Mmm –murmura Bau–. ¿Sabes? Mi Mami Machi<br />

me dijo que cuando estuviera aburrida usara mi<br />

creatividad.<br />

–Eso se usa para hacer dibujos y no tengo dónde<br />

dibujar –responde Manu.<br />

–No, no, se puede hacer con cualquier cosa –<br />

dice Bau–. Por ejemplo, Aura y yo hacemos<br />

cumpleaños de muñecas.<br />

–Sí –dice Aura–. Yo hago las tortas de barro y les<br />

pongo velas de palitos.<br />

–Puede ser –comenta Manu–. Pero yo no juego<br />

con muñecas, porque soy fuerte y me gusta jugar<br />

a la pelota.<br />

–Sí, pero hay cosas que podemos hacer niños y<br />

niñas –afirma Bau.<br />

–¿Cómo cuáles? –pregunta Manu, no dando<br />

mucho crédito a su prima.<br />

–Podemos hacer una fiesta de disfraces –propone<br />

Bau–. Podemos ser el animal que queramos o se<br />

nos ocurra.<br />

Aura dice: –Yo seré una ovejita.<br />

Manu, entusiasmado: –Yo seré un tigre.<br />

Bau dice: –Y yo seré mariposa.<br />

Manu corre a la bodega a buscar un saco de papas<br />

color café y una piedra de carbón. Se hace un traje<br />

a rayas como un verdadero tigre.<br />

Bau a su vez encuentra un trozo de alambre<br />

blando y unas bolsas de plástico celestes. Y se<br />

hace unas lindas alas.<br />

Aura parte al baño de su mamá, sin que nadie la<br />

vea, se sube a una silla y saca del botiquín un rollo<br />

del algodón. Pone algodón sobre su cabeza y su<br />

vestido.<br />

Al reunirse, los tres niños, estupendamente<br />

disfrazados, empiezan a hacer los sonidos y<br />

movimientos de los diferentes animales. El tigre<br />

ruge y salta, la mariposa bate sus alas y la ovejita<br />

berrea y al mismo tiempo come unas galletas que<br />

había traído.<br />

Empiezan a cantar una canción:<br />

Todos los niños cuidamos<br />

A nuestros amigos los animales<br />

Todo animalito tiene sus ruiditos<br />

Y procura hacerlo más y mejor<br />

Grita, llora y canta<br />

Con la vocecita que hay en su garganta.<br />

13 14


Manu, todo orgulloso, le cuenta a sus primas Bau<br />

y Aura que él tiene cinco años y que en su escuela<br />

le han hablado de una ciencia nueva que se llama<br />

ecología.<br />

–¿De qué se trata la ecología –preguntan Bau y<br />

Aura.<br />

Manu les dice: –Si botan demasiada basura, la<br />

basura va a llegar hasta el techo del mundo y no<br />

vamos a tener qué comer ni dónde vivir.<br />

Aura se mira a sí misma con desconfianza, pues<br />

justo ha dejado caer un papelito de dulce en el<br />

camino.<br />

–Mi mamá es verde –le dice Bau a Manu.<br />

Los tres primitos<br />

verdes<br />

–¿Cómo? ¿Verde? No, mi tía no es marciana<br />

–refuta Manu.<br />

–No, verde somos los que hacemos todo natural<br />

–dice Bau, poniendo cara de importancia y<br />

seriedad–. Hacemos abono con la basura,<br />

vendemos las botellas y no compramos nada<br />

plástico. Como dice mi papá, todo se recicla.<br />

–Mi mamá tiene ojos azules y el pelo rubio, y mi<br />

papá tiene ojos y pelo café, pero yo sí tengo los<br />

ojos verdes –interrumpe la pequeña Aura.<br />

–Bahhh… –dice Manu–. Aura, debes poner<br />

atención. No se trata del color del pelo y de los<br />

ojos de las personas, sino de los árboles y de los<br />

pastos. Debes cuidar la naturaleza y no llenarla<br />

de basura, si quieres ser ecologista.<br />

–Sí… ¡ecologistas verdes! –exclama Bau–.<br />

Podemos buscar a nuestros amigos y contarles,<br />

porque así como Aura, deben haber muchos que<br />

no saben de esto de ser verdes.<br />

–Es una muy buena idea –comenta Manu–.<br />

Y dicen que al agua también le echan basura.<br />

–Eso da mucha pena –dice Aura. Y le salió una<br />

lágrima de su ojito izquierdo–. El agua es tan<br />

linda… ¿Qué podemos hacer?<br />

–Mucho. Tengo una idea –dice Bau–. Pintémonos<br />

unas rayas verdes en la cara. Cuando nos<br />

pregunten nuestros amigos a qué estamos<br />

jugando, les diremos nosotros no estamos<br />

jugando, somos verdes, y ahí les contamos…<br />

Aura se acerca a su primo Manu, muy triste y le<br />

pregunta: –¿Es verdad que no va a haber nada<br />

para comer?<br />

Manu le dice: –No te preocupes, Aura. Si juntamos<br />

15 16<br />

muchos ecologistas, eso no va a suceder.<br />

Aura se alegra y empieza a saltar, diciendo: –Soy<br />

verde, soy verde, soy verde como un loro verde.<br />

Bau va a buscar a su casa témpera verde. Los tres<br />

primos se pintan rayas de ese color en su frente y<br />

en sus mejillas.<br />

Manu afirma, con tono solemne: –Somos<br />

guerreros verdes y vamos a dejar el mundo sin<br />

basura.<br />

Y los tres primos verdes inician así una nueva<br />

aventura.


Diccionario<br />

de animales<br />

–¿Dónde está Aura? –pregunta Bau.<br />

–Está viendo unas fotos de Mami Machi y sus<br />

animales –contesta Manu.<br />

–¿La del camello? –interroga Bau.<br />

–Sí, pero también la del elefante, la de la tortuga<br />

gigante, la del tapir, la de la boa y la de las<br />

hormigas que llevan hojitas –explica Manu.<br />

–¿Por qué la abuelita tiene tanta fotos con<br />

animalitos? –pregunta Bau.<br />

–Porque dice que desea conocer a todos los seres<br />

vivos y sus talentos –afirma con seguridad Manu.<br />

–Ohhh –se sorprende Bau–. ¿Cuántos son?<br />

–No sé. Muchos… La abuela con mi papá estaban<br />

conversando de algo que se llama biodiversidad<br />

–dice Manu.<br />

–¡Qué palabra tan rara! –exclama Bau.<br />

–Dice mi papá que todos los seres vivos, al igual<br />

que nosotros los hombres, cumplen una función<br />

que ayuda a la vida de los otros –cuenta con<br />

seriedad Manu.<br />

–Mmm –murmura Bau–. Entonces tenemos que<br />

contarlos, ponerles un nombre y anotar la gracia<br />

que hacen.<br />

–Sí, buena idea. Podemos hacer un diccionario de<br />

animales –dice Manu.<br />

–Sí. Y hacer dibujitos –se alegra Bau.<br />

–Vamos donde tía Pipo y tío Lucas. Ellos saben<br />

escribir bien –propone Manu.<br />

–Busquemos un cuaderno y lápices de colores.<br />

Además de tía Pipo y tío Lucas, llamemos a todos<br />

los niños y niñas para hacerle un lindo regalo a la<br />

abuelita –dice Bau.<br />

Corriendo y gritando reúnen a todos sus<br />

amiguitos y amiguitas.<br />

Tía Pipo accede a ayudarles a los niños, pero les<br />

advierte que la tarea será larga, pues son muchos<br />

los seres vivos.<br />

–En fin… –dice tía Pipo–. ¿Quiénes participarán?<br />

Todos están de acuerdo, menos la pequeña Aura,<br />

que prefiere seguir viendo a los animales solo en<br />

las fotos de Mami Machi, pues teme a los gansos<br />

que la han perseguido más de una vez, a unas<br />

palomas que le quitaron un pancito y a unas abejas<br />

que se enojaron con ella cuando muy calladita fue<br />

a sacarle un poquito de miel a un panal.<br />

Tío Lucas les cuenta que los animales se clasifican<br />

en mamíferos, reptiles, aves y peces.<br />

–Es verdad. Yo sé de eso. Mi papá me lo ha<br />

explicado –agrega Manu.<br />

–Yo quiero buscar insectos que vuelen como las<br />

mariposas –afirma Bau.<br />

–Yo prefiero buscar reptiles, pues en la selva hay<br />

muchos –dice Balti.<br />

–Yo me voy a dedicar a los mamíferos –sostiene<br />

Manu.<br />

–Y yo a los pájaros –dice Sofi.<br />

–¡Qué bueno! Yo veré los animalitos que se<br />

arrastran por la tierra, como los caracoles y los<br />

gusanos –añade tía Pipo.<br />

–Y yo buscaré a los peces que viven en los esteros<br />

–dice tío Lucas.<br />

Tío Lucas, para poner un poco de orden, como<br />

buen guardabosques, propone un plan:<br />

–Primero nos entrenaremos en acercarnos a los<br />

animales. Hay que hacerlo con calma, para que<br />

no se asusten y no se pongan de mal humor o<br />

nos ataquen. Hay que saber un poco de nuestros<br />

hermanos animalitos para ser sus amigos.<br />

Después los dibujamos.<br />

–Sí, porque mi chanchita Ilusión siempre se<br />

arranca cuando la voy a buscar para bañarla<br />

–dice Bau.<br />

–A mí, en cambio, mi perro Lobo siempre me<br />

sigue y hace “huuu” bien fuerte –cuenta Manu.<br />

–Balti y yo aprovecharemos de conocer reptiles<br />

y pájaros distintos a los de la Amazonía –agrega<br />

entusiasmada Sofi.<br />

Tía Pipo dice: –Como cuenta Sofi, hay muchas<br />

18<br />

zonas en el mundo con diferentes tipos de<br />

animales y de plantas, de acuerdo al clima, como<br />

los otorongos de la Amazonía, los pingüinos de<br />

la Antártida o los camellos del desierto. Ahora<br />

es importante que conozcamos qué animalitos<br />

viven aquí con nosotros.<br />

–Entonces… lo primero es la observación –dice<br />

tío Lucas mientras mira a los niños con seriedad.<br />

–Observen –continúa tío Lucas–. Y si algo les<br />

llama la atención, cualquier cosa, lo primero que<br />

sea, me avisan a mí o a tía Pipo para anotarlo.<br />

–Partamos por el gallinero, pues me gustan<br />

mucho los pollitos –dice Sofi, muy decidida.<br />

–Vamos –dice tía Pipo.


Tía Pipo toma de la mano a Sofi y entran juntas<br />

al corral de las gallinas y de los patos. Los demás<br />

niños y niñas las siguen con curiosidad.<br />

Tía Pipo se detiene y ordena: –Miren a su alrededor<br />

y observen qué animalitos hay y qué hacen.<br />

–Hay gallinas que ponen ricos huevos afirma Aura.<br />

–También hay pollitos que siguen a las gallinas<br />

–comenta Sofi.<br />

–Las gallinas rascan la tierra –dice Bau.<br />

–¿Para qué rascan tanto la tierra? –pregunta Manu.<br />

Tía Pipo instruye: –Observen. Las gallinas están<br />

enseñando a buscar comida a los pollitos.<br />

–Sí, la roja está sacando un gusanito con su pico<br />

–dice Balti.<br />

–¿Es para dar comida a los pollitos? –pregunta<br />

Aura.<br />

Tía Pipo les dice: –Han hecho entre todos una<br />

muy buena observación. Ahora les contaré que<br />

estamos en un pequeño ciclo de vida. Las gallinas<br />

ponen huevos, los que tienen embriones, o sea,<br />

pollitos chicos. Las gallinas los empollan y nacen<br />

los pollitos. Los que no tienen pollitos van a parar<br />

a nuestras cocinas para comer. Las gallinas, como<br />

observaron, les enseñan a buscar comida a sus<br />

pollitos. Comen gusanitos y otros insectos de<br />

19<br />

tierra, que tienen muchas proteínas, además del<br />

pasto, verduras, maíz y el trigo que les damos<br />

nosotros.<br />

–Como la canción de los pollitos dicen pío, pío, pío<br />

–murmura Aura.<br />

–¿Y los gusanos? –pregunta Balti.<br />

–Los gusanos oxigenan la tierra e impiden que se<br />

seque –explica tía Pipo–. Todos tienen una función.<br />

Si miramos a nuestro alrededor veremos en la<br />

tierra y en el mar, cerca y en territorios lejanos,<br />

hasta en los lugares más recónditos, animales y<br />

plantas que son dependientes unos de otros. Una<br />

gran biodiversidad.<br />

–Hay casos impresionantes en que algunas<br />

especies de animales se ayudan unas a otras –dice<br />

tío Lucas–. Por ejemplo, las hormigas defienden<br />

a las acacias de cualquier depredador que se les<br />

acerque o las abejas se alimentan del néctar y polen<br />

de las flores, y a la vez las ayudan a dispersarse por<br />

los campos al llevar los granos de polen entre sus<br />

patas.<br />

–Nuestros cuerpos también tienen bichitos<br />

dentro, me dijo mi mamá –comenta Sofi.<br />

–Sí, es algo maravilloso. Todo es pura vida –dice<br />

tía Pipo.<br />

–Todo está vivo. Igual que en la selva –afirma Balti.<br />

–Ahora que ya saben, vamos a anotar y a dibujar en<br />

el cuaderno para Mami Machi –ordena tío Lucas.<br />

–Yo quiero dibujar a mi perro Lobo cuidando a las<br />

ovejas –dice Manu.<br />

–Yo a las abejitas y las flores –dice Bau.<br />

–Yo a un tapir de la selva –dice Balti.<br />

Tía Pipo agrega: –Hay que cuidar a los animalitos,<br />

a sus pequeños ecosistemas, a la gran variedad de<br />

animales y plantas que hay en la naturaleza y que<br />

llamamos biodiversidad.<br />

–Sería triste no tener miel, huevitos ni ovejitas<br />

–reflexiona Bau.<br />

–Bueno, niños y niñas, es hora de la merienda.<br />

Vamos a comer y descansar. Después saldrán a<br />

mirar con nuevos ojos la naturaleza y nunca se<br />

olviden del Sol y de la Luna, que son rey y reina<br />

de los animales y las plantas de la Madre Tierra<br />

–termina diciendo tío Lucas, mientras hace un<br />

guiño al Padre Sol.


Balti se levanta temprano a despertar a su prima<br />

Sofi y a sus amigos. Está muy animado y lleva una<br />

bolsa misteriosa en sus manos.<br />

–¿Por qué nos despiertas tan temprano? –le<br />

preguntan sus amigos.<br />

–Porque hoy –dice Balti– es el Año Nuevo<br />

amazónico y andino. Y ya está por salir el sol.<br />

–Es verdad –recuerda Sofi–. Hoy es 21 de junio.<br />

Hay que pedir una bendición a los primeros rayos<br />

del sol. Debemos apurarnos.<br />

–¿Cómo es eso? –pregunta Manu.<br />

–Primero hacemos sonar el pututu, que es una<br />

concha de mar –dice Balti.<br />

–Después prendemos fuego en un pocillo de<br />

greda y ponemos regalos para la Madre Tierra<br />

–explica Sofi.<br />

–Y cantamos y bailamos todo el día –sigue con<br />

entusiasmo Balti.<br />

Willka Kuti<br />

21<br />

–Qué raro –dice Manu–. Aquí en Chile el Año<br />

Nuevo es en verano y a las doce de la noche.<br />

–Sí. Y hay grandes fuegos artificiales –cuenta<br />

Bau.<br />

–Y también nos damos abrazos –agrega Aura.<br />

–Entonces hay muchos años nuevos –dice con<br />

alegría Sofi.<br />

–Vamos a preguntarle a Mami Machi –dice Bau–.<br />

Ella es bien viejita. Seguro que sabe.<br />

Parten todos los niños, un poco confundidos, a<br />

casa de la abuelita.<br />

La abuelita siente de lejos el alboroto de los<br />

niños. Sale a la puerta a recibirlos, extrañada de<br />

que vengan por las galletas tan temprano.<br />

–Hola, abuelita –saluda Manu.<br />

–Venimos a preguntarte algo muy importante<br />

–dice Bau.<br />

–Y a buscar galletitas también –acota Aura.<br />

–Galletitas tengo –dice la abuelita–. Pero estoy<br />

curiosa por verlos venir tan temprano por la<br />

mañana. Pasen y siéntense a la mesa.<br />

Manu toma la palabra: –Es muy raro. Mi amigo<br />

Balti y su prima Sofi dicen que hoy al salir el sol es<br />

Año Nuevo en Amazonía y también en los Andes.<br />

¿Cómo es eso?<br />

–Ahhh… –exclama Mami Machi, mirando con<br />

ternura y comprensión a los pequeños–. Sucede<br />

que en los pueblos andinos y amazónicos, hoy<br />

llega el verano. Es un asunto de estaciones. El<br />

cambio de estaciones se rige por equinoccios y<br />

solsticios. Y también sucede en otras partes del<br />

mundo.<br />

–¿Qué son los equinoccios y solsticios? –pregunta<br />

Bau.<br />

–Nunca escuché esas palabras tan raras –dice<br />

Manu.<br />

–Los solsticios y equinoccios son los días en<br />

que cambian las estaciones en el año. Hay dos<br />

solsticios y dos equinoccios. Marcan el cambio de<br />

primavera a verano, de verano a otoño, de otoño<br />

a invierno y de invierno nuevamente a primavera,<br />

en un círculo perfecto de la Tierra girando<br />

alrededor del Sol.<br />

–¿O sea, que pueden haber varios años nuevos?<br />

–pregunta Manu.<br />

–Sí –contesta Mami Machi–. Nosotros celebramos<br />

el Año Nuevo cerca del solsticio de verano, que es<br />

el 21 de diciembre.<br />

–¿Cómo? ¿No es el 31 de diciembre? –inquiere<br />

Bau.


–Sí, pero usamos esos diez días para nuestras<br />

fiestas religiosas.<br />

–Ay, la Navidad –dice Aura–. Tanto que me<br />

gusta…<br />

Los niños se tranquilizan y sacian su curiosidad.<br />

–Todos celebramos –dice Bau.<br />

–Sí –dice Aura–. Igual que los cumpleaños.<br />

–¡Yo estoy de cumpleaños mañana! –exclama<br />

Manu.<br />

–Así es la vida. Todos los días hay celebración<br />

–afirma con una gran sonrisa la abuelita–.<br />

Vamos a saludar al sol con Balti y Sofi, y después<br />

empezaremos a preparar la torta del cumpleaños<br />

de Manu.<br />

–¡Viva! ¡Hurra! ¡Yupi! –gritan los niños.<br />

La tierra tiene fiebre<br />

–Ola de calor, ola de calor –sale gritando Aura<br />

desde la puerta de su casa, mientras se termina<br />

de poner un gorro de lana y sus mitones.<br />

Mientras Manu juega fútbol en el patio con Balti.<br />

–¿Qué dices, Aura? –exclama Manu–. Estamos en<br />

invierno, jugando con la pelota para que se nos<br />

quite el frío… Y tú hablas de ola de calor.<br />

–Es que mi papá y mi mamá estaban contando<br />

que en otros países muy lejanos hay una ola<br />

de calor y que se están muriendo los abuelitos<br />

–contesta Aura–. Así que voy corriendo a decirle<br />

a Mami Machi que no vaya para allá.<br />

–Bahhh… Mira Aura… Yo te voy a explicar<br />

–afirma Manu–. ¿Ves esta pelota de fútbol? Pues<br />

bien, la Tierra, nuestro planeta, es así.<br />

–Redondo como una pelota de fútbol –ratifica<br />

Balti.<br />

–En esta época en la parte de arriba hace calor y es<br />

verano –continúa Manu–. Y en la parte de abajo,<br />

donde estamos nosotros, hace frío y es invierno.<br />

–O sea, que la Tierra tiene fiebre –concluye la<br />

pequeña Aura–. Porque cuando yo tengo los pies<br />

helados y la cabeza caliente, mi mamá me dice:<br />

“Por Dios, tienes fiebre”.


Tía Pipo, al ver a los niños reunidos, se acerca.<br />

Escucha su interesante conversación y les dice:<br />

–Es verdad. La Tierra está un poco enferma. El<br />

clima está desequilibrado.<br />

–¿Qué vamos a hacer para que se mejore?<br />

–pregunta Aura, tiritando de frío.<br />

–La Tierra es muy grande –acota Balti. Como él<br />

viaja mucho con su papá, sabe lo que dice.<br />

–Muy cierto –dice tía Pipo–. Este es un trabajo<br />

para toda la humanidad.<br />

Bau también se acerca, atraída por el alboroto de<br />

sus primos y amigos.<br />

–Tengo una buena idea –dice Bau–. Podemos<br />

mandarle una carta al Viejito Pascuero y le<br />

pediremos que nos regale a todos los niños del<br />

mundo un libro con instrucciones para arreglar<br />

el clima.<br />

–Sí –dice Aura–. Él debe saber.<br />

–Tenemos un problema que se llama efecto<br />

invernadero. ¿Ustedes conocen los invernaderos?<br />

–explica y pregunta tía Pipo.<br />

–Sííí –contestan a coro los niños.<br />

–Los papás tienen uno para cultivar plantas y<br />

verduras en invierno –cuenta Bau.<br />

–¿Se han fijado que está más caliente adentro que<br />

afuera? –pregunta tía Pipo.<br />

–Claro que sí –dice Aura, mientras camina al<br />

invernadero para ver si se le quita el frío.<br />

Todos siguen a la pequeña Aura hacia el<br />

invernadero.<br />

Tía Pipo les explica: –Al entrar al invernadero se<br />

nos quita el frío. Imagínense que hubiera un gran<br />

invernadero en torno a la Tierra. ¿Qué sucedería?<br />

¿Adónde nos iríamos?<br />

Los niños se miran con gran preocupación, sin<br />

saber qué decir.<br />

–Por la atmósfera han subido gases que emitimos<br />

los seres humanos con nuestras industrias y<br />

nuestros autos –continúa tía Pipo–. Los gases no<br />

dejan salir al espacio el calor que naturalmente<br />

debiera salir, como pasa en un invernadero. El<br />

clima está cambiando y se ha desequilibrado. Por<br />

eso hay grandes olas de frío y de calor, muchas<br />

veces donde antes no hacía tanto frío o tanto<br />

calor.<br />

–Ohhh –exclaman sorprendidos los niños.<br />

–Entonces la carta se la tenemos que mandar al<br />

presidente del mundo –dice Manu.<br />

–Mejor se la mandamos a Dios –propone Bau.<br />

26<br />

–Lo mejor es eliminar las emanaciones de gases<br />

tóxicos, o sea, andar en bicicleta, no quemar<br />

basura y decirles a los adultos que ocupen la<br />

locomoción colectiva cuando se trasladen de un<br />

lugar a otro. Pero lo de las cartas me parece muy<br />

bueno también –dice tía Pipo.<br />

–¿Quién sabe escribir? –se preguntan los niños<br />

unos a otros.<br />

–Yo sé escribir –afirma Sofi–. Pero todos tienen<br />

que dar ideas para escribir una carta al presidente<br />

del mundo.<br />

–Y también al Viejito Pascuero –pide Aura.<br />

–Yo me voy a poner a rezar, mejor –dice Bau.<br />

–Balti y yo iremos a hablar con nuestros papás de<br />

este problema del efecto invernadero –concluye<br />

Manu.


Bau está muy atareada ayudando a su tío Lucas<br />

a preparar una excursión para pasar un día en el<br />

bosque junto a sus amigos.<br />

Lucas, el tío de Bau, es guardabosques.<br />

Manu llega en una bicicleta y la pequeña Aura lo<br />

sigue en un triciclo. A su lado corren Balti y su<br />

prima Sofi.<br />

Tío Lucas y Bau los reciben con mucho entusiasmo<br />

y dan a cada uno la visera que habían preparado y<br />

una botellita de agua.<br />

–¿Qué haremos? –pregunta Sofi.<br />

–Lo primero que haremos es sentarnos para<br />

conversar sobre el bosque –explica tío Lucas.<br />

–¿A conversar? –exclama Balti, un poco<br />

decepcionado, mirando de reojo a Manu.<br />

–Tengan paciencia –dice tío Lucas–. Después<br />

haremos un paseo por el bosque con una misión...<br />

–Una misión importante –aclara Bau.<br />

–Haber… ¿Qué hacen cuando vienen al bosque?<br />

–pregunta tío Lucas, el guardabosques.<br />

–Mis papás y yo hacemos ricos picnics –declara<br />

Aura.<br />

–Con Balti jugamos a los cazadores, con<br />

cerbatanas y flechas que le hizo su papá en<br />

Amazonía –cuenta Manu.<br />

Avisadores<br />

de Basura<br />

27<br />

–Yo prefiero buscar y observar los pájaros del<br />

bosque –dice Sofi.<br />

–Y a mí me gusta perseguir mariposas y ver flores<br />

–agrega Bau.<br />

–O sea…, ustedes usan y disfrutan el bosque<br />

–dice tío Lucas–. Así que debemos cuidarlo.<br />

–¿Cómo podemos ayudar? –pregunta Sofi.<br />

–Hoy comenzaremos por aprender el manejo de<br />

la basura –les cuenta tío Lucas.<br />

–¿Manejo de basura? ¡Los autos se manejan!<br />

–reclama Manu.<br />

–Este es otro tipo de manejo –interrumpe Bau.<br />

–Lo mejor es que empecemos a trabajar y así se<br />

aclarará todo –afirma tío Lucas–. Primero hay<br />

que traer tres basureros que están a la entrada<br />

del bosque.<br />

Caminan juntos hasta la entrada del bosque y ven<br />

tres cajas de madera con su cubierta.<br />

–Estos son los basureros –explica tío Lucas.<br />

–¿Por qué son tres? –pregunta Aura.<br />

–Porque son para distintos tipos de basura –dice<br />

tío Lucas.<br />

–Es verdad –dice Balti–. En la reserva de mi<br />

pueblo también tenemos basureros parecidos a<br />

estos.<br />

–Mi tío Andrés es muy cuidadoso –acota Sofi–.<br />

Dice que hay que aprender de pequeño a poner la<br />

basura donde se debe.<br />

–Qué loco –dice Bau–. Mi mamá ocupa la basura<br />

de la cocina para hacer el huerto.<br />

Aura, mirando al cielo, dice: –Mi mamá me<br />

manda a dar miguitas de pan a los pajaritos.<br />

–Bahhh…. Mi papá hizo en la parcela una pieza<br />

de botellas de plástico de arena. Las pegaba con<br />

barro. Yo le ayudé a llenar las botellas –cuenta<br />

con orgullo Manu.<br />

–¡Qué bueno! –dice tío Lucas–. Son niños con<br />

mucha experiencia en el manejo de basura.<br />

–Cuéntanos para qué son –pide Sofi.<br />

Tío Lucas va mostrando al grupo de amigos las<br />

funciones de cada basurero.<br />

–Este es para papeles, este otro para plásticos y<br />

28<br />

este último para restos de frutas y verduras.<br />

–Ahhh… –exclama con sorpresa Bau–. Por eso<br />

uno tiene dibujado una servilleta, otro una botella<br />

y otro una manzana.<br />

–Bueno, ahora estamos listos para nuestra<br />

misión –declara tío Lucas–. Iré por mi carretilla<br />

y mis guantes, y ustedes serán avisadores de<br />

basura. Dónde vean basura, me avisan y yo la<br />

recojo. Y después la traemos en la carretilla a los<br />

basureros.<br />

–Sí, eso es. Una misión muy importante<br />

–continúa Bau–. Porque si el bosque está sucio,<br />

no vienen las hadas.<br />

–Y no podemos jugar con las flechas y cerbatanas<br />

con Balti –agrega Manu.<br />

Todos los niños siguen a tío Lucas por el bosque,<br />

con los ojos muy abiertos, en su misión de<br />

avisadores de basura.


Manu está sentado bajo su árbol preferido, un<br />

viejo olivo. Está muy triste porque echa de menos<br />

a unos amiguitos que no vienen a verlo hace<br />

mucho tiempo.<br />

Su abuelita con su papá vienen por el camino y lo<br />

divisan desde lejos.<br />

Se acerca su papá a preguntarle qué le sucede,<br />

pues normalmente al verlo Manu corre a saltar a<br />

sus brazos y subirse a sus hombros.<br />

–¿Qué pasa Manu que no me saludas? –pregunta<br />

papá Roberto.<br />

–Estoy preocupado –contesta Manu–. No me di<br />

ni cuenta que llegaste.<br />

Y Manu abraza fuerte a su papá.<br />

–Dicen que mis amigos Guillo y Vicente no van a<br />

venir más porque se van de Chile –explica Manu–<br />

. Y yo los echo mucho de menos.<br />

Papá Roberto toma en brazos a Manu, acaricia su<br />

cabeza y le dice:<br />

–Yo te voy a explicar.<br />

Los grandes espíritus<br />

hablan a los niños<br />

29<br />

Mami Machi interrumpe y le dice a Manu:<br />

–Cuando yo era una niña de tu edad se me fue un<br />

gran amigo al Reino del Sol y estuve muy triste<br />

como tú.<br />

–Cuéntame abuelita –pide Manu.<br />

Manu y su papá se sientan alrededor del viejo<br />

olivo a escuchar la historia de Mami Machi.<br />

Tiago era un avión muy poderoso y me imaginaba<br />

que viajaba con él a todas partes del mundo. Me<br />

lo había regalado mi papá. Su gran ambición<br />

era llegar volando al sol. A veces se convertía en<br />

un jeep o en un bote a vela. Era un transformer<br />

de verdad. Pero nunca podíamos viajar al Sol.<br />

Viajábamos, sí, a tantas partes. Lo tenía en mi<br />

pieza arriba de mi repisa. Era blanco con rayas<br />

verdes y era tan soñador como yo.<br />

A veces movía su nariz con hélice y era como<br />

si olfateara un aroma conocido. Esa era una<br />

señal clara de que saldríamos de viaje. Así que<br />

me levantaba muy rápido y me ponía mi casco,<br />

sacaba a mi amigo Tiago y partía corriendo con<br />

él en la mano para ver qué viento estaba oliendo.<br />

Le preguntaba al norte, al sur, al este o al oeste,<br />

y me hacía una señal de rugir de motores… y<br />

partíamos. Yo nunca sabía dónde iba a aterrizar,<br />

pero siempre me daba muy buenas sorpresas.<br />

Yo tenía cinco años. Todos me preguntaban por<br />

qué andaba con mi avión y no con una muñeca.<br />

Las muñecas no hacían nada conmigo, mientras<br />

30<br />

mi querido Tiago siempre tenía tantas ideas<br />

para jugar. Es verdad que a veces se le acababa la<br />

gasolina y caíamos en cualquier parte. También<br />

es verdad que antes de convertirse en el vehículo<br />

que necesitábamos se equivocaba unas pocas<br />

veces, pero era muy empeñoso. Así que nadie lo<br />

detenía, siempre lograba lo que quería, aunque<br />

nunca se sabía muy bien qué era, porque se daba<br />

vueltas y vueltas hasta que me mareaba y me<br />

enfermaba. Pero igual era mi mejor amigo.<br />

También es cierto que a veces me llevaba a<br />

escuchar el mejor canto de hadas y salíamos con<br />

ellas. O íbamos a ver las sirenas y las sacábamos<br />

de paseo. Siempre volvíamos medio desarmados,<br />

pero muy contentos. Mi mamá me mandaba a la<br />

tina y a Tiago lo bañábamos con esponjas, jabón<br />

y cloro, y quedaba listo para una nueva aventura.<br />

Un día mi avioncito me dijo que había descubierto<br />

cómo ir al Sol. Había que ir al mar y cuando el Sol<br />

entraba en el océano tenía que tomar todas sus<br />

fuerzas y seguir el camino dorado hasta llegar a<br />

su corazón.


Otro día me dormí muy cansada. Al despertar en<br />

la mañana no encontré a mi avioncito. Me puse<br />

triste, pero me di cuenta que había resultado su<br />

viaje al Sol.<br />

–¡Qué loco abuelita! –exclama Manu– ¿Y ese<br />

avión va a venir de nuevo?<br />

–No lo he visto, pero ha venido muchas veces<br />

–responde Mami Machi–. Supe que Guillo lo<br />

vio cuando vino a buscar a sus hermanitos para<br />

llevarlos al Reino del Sol.<br />

–Ahhh, ahora voy entendiendo –dice Manu– ¿Y<br />

cómo es eso de Guillo? Cuéntame, abuelita…<br />

La abuelita respiró hondo, recogió algunas<br />

aceitunas del suelo y contó la historia de “Guillo y<br />

los Grandes Espíritus” a su hijo Roberto y su nieto<br />

Manu.<br />

Guillo fue a buscar a sus hermanitos Juanita<br />

y León. Juanita paseaba cerca de la playa y<br />

empujaba el carrito donde dormía León. Se<br />

estaba poniendo el sol y los pequeños niños se<br />

veían iluminados. Absorta y estremecida de<br />

alegría, Juanita se fue con su hermanito León por<br />

el camino dorado del sol poniente. La atmósfera<br />

era tibia y el aire los elevaba sobre el agua rojiza.<br />

Toda la fuerza de la naturaleza los deseaba<br />

coronar como los reyecitos del Reino del Sol.<br />

Guillo miraba asombrado: por el camino del Sol,<br />

alrededor de sus hermanitos pequeños, iban en<br />

fila sirenitas y caballitos de mar como una corte<br />

de miles de colores.<br />

De repente se acercó una poderosa ballena azul,<br />

guiada por el avioncito, para trasladar a los<br />

niños al mundo de la luz eterna, donde no hay ni<br />

oscuridad ni miedo.<br />

Guillo corrió a la orilla del mar y vio a sus<br />

hermanitos arriba de la ballena azul, saludando<br />

con sus manitos a los seres del mar. Solo una vez<br />

se dieron vuelta y miraron hacia atrás. Gritaron<br />

a su hermano: “No te preocupes, Guillo” y<br />

desaparecieron en el horizonte, entrando al Sol.<br />

El ángel Gabriel apareció al lado de Guillo y le<br />

dijo: –Tus hermanitos serán los que siempre les<br />

recordarán qué es la felicidad, y tú, mi buen<br />

mensajero, les dirás a tus papás que el buen Sol<br />

los llevó a su reino para iluminar más a los seres<br />

del mar y de la tierra. Piensa, ¿puedes acordarte<br />

de ellos y no verlos felices?<br />

–Te digo que por más que pienso –dijo Guillo–,<br />

solo los recuerdo muy felices.<br />

–Ese es el amor que los une –dijo el ángel–. Estén<br />

lejos o cerca, siempre será así.<br />

Entonces Guillo interrogó al ángel: –¿Puedo<br />

conversar con ellos y preguntarles cómo es el<br />

Reino del Sol?<br />

El ángel lo miró y respondió: –Hay una fuente de<br />

agua maravillosa, donde cae una cascada, en un<br />

escondido lugar de tu país. Si nadas en ella y te<br />

acercas a la cascada, podrás oír las alegres voces<br />

de Juanita y León.<br />

–Te digo que voy a ir a buscar esa fuente –afirmó<br />

Guillo–, pues me interesa mucho saber del mundo<br />

del sol.<br />

–Es pura vida –respondió el ángel. Y preguntó a<br />

Guillo–: ¿Qué te gusta comer?<br />

–Me gusta la lasagna –dijo Guillo.<br />

–De qué se compone –preguntó otra vez el ángel.<br />

–Te digo que se compone de salsa de carne,<br />

tomate y queso –respondió Guillo.<br />

–Pon atención –dijo el ángel–. La masa viene<br />

de la harina, la harina viene del trigo y el trigo<br />

se nutre de luz y agua, y crece libre en la tierra.<br />

La carne viene de la vaca, la vaca come pasto y<br />

el pasto y, al igual que el trigo, se nutre de luz y<br />

agua y crece en la tierra.<br />

–Ahhh… –intervino Guillo–. El tomate también<br />

se nutre de la misma manera y el queso también<br />

sale de la vaca.<br />

32


–Estás en lo correcto –dijo el ángel–. Pero aun<br />

más. El agua que baja por las montañas viene del<br />

vapor que produce la luz del sol sobre el mar.<br />

–Sí… –exclamó Guillo–. Es el proceso de<br />

condensación. Me lo han enseñado en el colegio.<br />

–Entonces –continuó el ángel–. Tú comprenderás<br />

que cuando comes lasagna, comes luz. O sea, tú<br />

eres luz y vives en el Reino del Sol. Tus hermanos<br />

son ahora esencia del gran espíritu del Sol e<br />

hicieron su camino por el gran espíritu del mar.<br />

Guillo miró a los ojos al ángel y vio el Espíritu. Era<br />

como agua de sol que sana y produce mucha paz.<br />

–Ahora –dijo el ángel– irás a buscar a tu<br />

hermano Vicente y en tu camino, cuando crezcas,<br />

encontrarás la fuente de agua de sol.<br />

–Te digo qué… –dijo Guillo–. Es un muy buen<br />

trabajo. Le diré a Vicente que la busquemos en<br />

nuestro tiempo libre en bicicleta.<br />

El ángel se fue por el camino de luz, sobre el mar,<br />

hacia el corazón del Sol.<br />

Antes de partir, dijo a Guillo: –Cuida el Reino<br />

del Sol. Tú sabes. Todo es luz que toma forma y<br />

después se libera de la forma, entrando en los<br />

corazones de los grandes espíritus. Las formas<br />

se nutren de luz, pero tú que ahora sabes, tienes<br />

algo más. Tienes conciencia y eso también ayuda<br />

a iluminar la vida. No solo te nutres de luz.<br />

También das luz.<br />

–Te digo qué –dijo Guillo–. Ya entendí. Ahora se<br />

me quitó el miedo a los grandes espíritus.<br />

–¿Cuál miedo, abuelita? –pregunta Manu.<br />

–Muchas veces la Madre Tierra se mueve un poco<br />

fuerte. A eso lo llamamos terremotos, erupciones<br />

de volcanes, maremotos o vientos muy rápidos<br />

–explica Mami Machi–. Esos son movimientos de<br />

los grandes espíritus que vienen a buscar a algunas<br />

personas para llevarlos a sus reinos. Y como los<br />

grandes espíritus hacen mucho ruido, nosotros<br />

nos asustamos. Pero antiguamente, cuando los<br />

hombres ponían oído a los grandes espíritus<br />

más que a la televisión, los reverenciaban y eran<br />

amigos de ellos. Ahora, en estos tiempos, casi<br />

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todos se olvidan de su existencia. Sin embargo,<br />

siempre vienen a visitarnos.<br />

–¿Y cómo lo haré para oír los grandes espíritus,<br />

abuelita? –pregunta Manu.<br />

–Cuidando mucho a la Madre Tierra, que es<br />

nuestra casa grande –responde Mami Machi.<br />

Y los tres se fueron caminando a comer galletas<br />

y a preparar las aceitunas que la abuela había<br />

recogido para compartirlas con el resto de la<br />

familia.

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