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Consejo Editorial<br />

Jorge Rodríguez Gómez<br />

Freddy Ñáñez<br />

Felipe Saldivia<br />

Gustavo Borges Revilla<br />

Directora<br />

Mercedes Chacín<br />

Editor Jefe<br />

Carlos Cova<br />

DirecTORa de Arte<br />

Edarlys Rodríguez<br />

COORDINADOR DE FOTOGRAFÍA<br />

Asdrúbal Briceño<br />

Asesor Editorial<br />

Reinaldo González<br />

Redacción<br />

Rocío Cazal<br />

Mabe Chacín<br />

Kay Yam Hung<br />

Gustavo Mérida<br />

Diseñadoras<br />

Zonia García<br />

Melany Pérez<br />

Ilustrador<br />

Alfredo Rajoy<br />

Fotógrafos<br />

Ambrosio Plaza<br />

Jonathan Mendoza<br />

CORRECTOR<br />

Rodolfo Castillo<br />

LOGÍSTICA<br />

Idania Bracamonte<br />

Daniela Fernández<br />

Colaboran en esta edición<br />

José Roberto Duque, María Cristina Martínez,<br />

Gabriel Ramírez, Yanuva León, Osmar Romero,<br />

Instituto Geográfico de Venezuela Simón Bolívar,<br />

José Rivera y Marco Parra. Archivo Ciudad CCS.<br />

Ilustración de portada: Alfredo Rajoy.<br />

Impresión<br />

Editorial Metrópolis, C.A.<br />

epale.ciudadccs@gmail.com/@epaleccs<br />

Comercialización y Ventas:<br />

0212-8080323/0426-5112114<br />

Distribución: 0212-3686750<br />

Depósito Legal: pp201202dc4166<br />

Una publicación de la<br />

contenido<br />

02<br />

— Caracas<br />

Vivir en el cerro<br />

11<br />

— plan de manzano<br />

Una zona viable para vivir<br />

23<br />

— san agustín del sur<br />

Todos los barrios unidos...<br />

31<br />

— la toma<br />

Frío y caballos conviven en el barrio<br />

07<br />

— cruz de la vega<br />

De monte y culebra...<br />

18<br />

— la esperanza<br />

Cerca de la montaña<br />

27<br />

— el 70<br />

Los lunátikos del 7-cero<br />

FE DE ERRATA<br />

En la edición número 86 atribuimos erróneamente la fotografía de la sección<br />

“Vive Caracas” a Ambrosio Plaza. Su autor es Jonathan Mendoza.<br />

Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, 2014.<br />

Premio Municipal de Periodismo “Guillermo García Ponce”, 2014.


02<br />

CARACAS<br />

Vivir<br />

en el cerro<br />

POR Gustavo Mérida<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


03<br />

FOTO JONATHAN MENDOZA<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


04<br />

eran los años 80 cuando “Malula”, de Radio Rochela,<br />

decía que amaba al cerro porque había nacido en él,<br />

que su primer mal paso lo había dado en el cerro,<br />

pero que con gusto se mudaría a una zona de clase<br />

alta. Este “vivir en el cerro” es de esa época... y de esta<br />

No hay luz. Es febrero de 1989 y desde el cerro,<br />

en La Bandera, Juan enciende una linterna.<br />

Se asoma por la ventana, una ventana<br />

de esas que se abren bajando una palanca<br />

y que, en lugar de vidrios, tienen metal. La<br />

linterna apunta a los callejones, a otras casas<br />

y se diluye en la avenida Nueva Granada.<br />

Se oye la ráfaga de un FAL. Un par de<br />

proyectiles atraviesan la ventana. Juan apaga<br />

la linterna, se tira al suelo y se sorprende<br />

de estar vivo. Ya no se vuelve a asomar.<br />

Los cerros están unidos desde más allá de<br />

las paredes sin frisar hasta más acá del proyecto<br />

tricolor, desde más allá de El Valle<br />

hasta más acá de La Bandera. En El Cementerio,<br />

te puedes perder en Los Alpes.<br />

En 1° de Mayo el hilillo de agua putrefacta<br />

y verde bajaba sin prisa y sin pausa. Era<br />

mediados de 1977. Ya los cubanos tenían<br />

rato ayudando a los angoleños a dejar de<br />

ser colonia y Oscar Torres, de Los Sin Techo,<br />

el barrio de al lado, tenía seis meses<br />

de edad. Juan no lo conoció personalmente<br />

pero sí a su familia, conformada por algunos<br />

albañiles y un maestro de obras con<br />

quien competía para beberse más rápido<br />

las cervezas.<br />

Alguna vez, desde la ventana, otra ventana<br />

en el cerro, cerca de la medianoche<br />

y acabando de entrar, Juan se animaba<br />

a despegar el cable y le daba vueltas al<br />

bombillo como un vaquero de los Estados<br />

Unidos cuando va a enlazar. En realidad<br />

lo hacía desde la cornisa, pero no<br />

sabía que se llamaba así. Desde la avenida<br />

Roosevelt su novia respondía apagando<br />

y prendiendo el bombillo de su balcón.<br />

FOTO JOSÉ RIVERA<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


05<br />

Esas señales eran puro romanticismo entre<br />

la clase media y la otra clase. Y Juan<br />

olió pega en otro cerro de El Cementerio,<br />

y un perro casi le muerde las nalgas, y desde<br />

las cornisas (que es lo que sobra en los<br />

cerros) vio la ciudad allá abajo, a través<br />

de amaneceres, oyendo rock and roll y a<br />

Alí Primera con su pana del liceo, Binder,<br />

quien tenía las orejas como murciélago y<br />

el pelo impermeable.<br />

En su casa comían —o asaltaban la nevera—<br />

caraota con espagueti y huevo frito,<br />

todo revuelto. Pan con sabor a cucaracha<br />

que no sabe tan mal cuando tienes hambre.<br />

Comer directo de la olla o la sartén te ahorra<br />

fregar o que te formen un peo por no<br />

hacerlo. La abuela de Binder les permitía,<br />

solidaria, ciertas conductas porque, desde<br />

entonces, las abuelas preferían que uno se<br />

quedara en su casa y no anduviese realengo.<br />

En el cerro siempre, siempre, donde come<br />

uno comen dos, donde comen dos, tres, y<br />

así sucesivamente. Cuando, después de la<br />

tercera cerveza, tienes que orinar, meas justo<br />

en el desagüe, porque así no se arrecha la<br />

gente que pasa por ahí.<br />

Bañarse con tobito, quitarse el jabón azul<br />

(que también sirve para el pelo), comprar<br />

la bombona de gas y volver a llenar los tobos<br />

de madrugada. Comprar la bombona<br />

de anís.<br />

Cargar agua es un ritual. Equivale a ir a<br />

un museo a meditar. Piensas mientras ves<br />

el chorrito, doblas la manguera y te mudas<br />

para el otro tobo; te hueles los dedos y todavía<br />

te huelen a esa totona especial que huele<br />

igual pero diferente.<br />

Los domingos le compras empanadas a la<br />

señora Petra, que las hace bien sabrosas y<br />

con la masa finita. Te las llevan hasta tu casa<br />

sus hijos, que andan con los platos por el<br />

cerro dejándolas y luego pasan buscando el<br />

plato y la plata.<br />

En diciembre comes en cuanta casa te invitan<br />

y comes que jode porque a nadie le gusta<br />

que no coman lo que ofrecen. La pobreza se<br />

diluye entre tanta hallaca y pan de jamón.<br />

También atracaron a Juan: le quitaron una<br />

vez cincuenta céntimos, que era todo lo<br />

que tenía justo antes de subir las escaleras<br />

que casi terminaban en el cielo. Y Juan se<br />

creía poeta:<br />

La vida sin luz, sin madrugadas, sin pensar<br />

la poesía inscrita en los anaqueles<br />

la juvenil esperanza de alguna circunstancia<br />

y cogerte a tu mujer por el culo<br />

o meterle el dedo en el culo y cogerla por<br />

[delante y por detrás.<br />

Desde el cerro se mira a Petare desde Petare<br />

en la tarde se mira basura<br />

y más basura mientras compras el pan.<br />

Para la iglesia<br />

un monaguillo es la alimaña necesaria.<br />

En el cerro tomas de pico la poca agua de la<br />

[nevera<br />

y te arrecuestas, y te agachas y te arrebatas<br />

[agachao.<br />

Y no todos lo hacen.<br />

Subir el cerro a pie tiene un ritmo variable<br />

de trasnocho, de cansancio, de esperanza,<br />

de enamoramiento, de familia. De deseos<br />

de no subirlo, de mirar la televisión o masturbarse<br />

en silencio. Una vez arriba, en la<br />

seguridad del callejón, tu callejón, o de la<br />

esquina (porque también hay casi tantas<br />

Subir el cerro a pie tiene un<br />

ritmo variable de trasnocho,<br />

de cansancio, de esperanza,<br />

de enamoramiento, de familia<br />

—<br />

FOTO ASDRúBAL BRICEÑO<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


06<br />

esquinas como cornisas), te vacilas la existencia.<br />

La gente se conoce. Se saluda con la<br />

consabida, y masculina, elevación del mentón<br />

y se inventan excusas para comprar en<br />

la casa, que también es abasto, donde no te<br />

fían nada porque te la pasas rondando ya<br />

que allí vive esa muchacha tan bonita.<br />

Cuando llueve baja toda la basura, colchones<br />

y se hace un río que se atraviesa. Y si<br />

llueve muy fuerte hasta baja un cuerpo<br />

muerto que se llama, también, “peluche”.<br />

Antes que amanezca baja la gente, recién bañada<br />

y enratonada, ellas con el pelo mojado,<br />

negro y sabroso. Los yises suben vacíos a<br />

esta hora y se forman enormes colas de gente<br />

que madruga, quienes, según, son puros flojos.<br />

Flojos porque son explotados y quieren<br />

huir a las cinco de la tarde. Flojos y ladrones<br />

porque nos rebuscamos. Reivindicamos la<br />

explotación y por eso me tumbo las pinturas,<br />

las resmas, las propinas, ¿o no? Porque<br />

cuando le dieron el destornillador de pala y<br />

le dijeron: “Trae cuatro tazas”, él fue y se paró<br />

frente al carro, puso el destornillador y casi<br />

saca la primera, pero no se atrevió. Esa orden<br />

de iniciación no se la dieron en el cerro. Se<br />

truncó el apoderarse de lo ajeno como forma<br />

de conseguir billete. Pero hay que revisar<br />

qué es lo verdaderamente ajeno, porque<br />

al maldito que cobra comisión por venderte<br />

un carro de venezuelaproductivaautomotriz.<br />

mppi.gob.ve no le pertenece, realmente, ese<br />

dinero. Porque no es un rebusque. O el otro<br />

maldito hijo de puta que consigue dólares<br />

a menos de diez, escribiendo cualquier documento<br />

y cargándolo en un maletín, para<br />

luego venderlos a más de 70. A ese provoca<br />

pegarle un quieto.<br />

Y hablando de pegar quietos, aprovecho<br />

esta perorata sin fe de erratas para escribirle<br />

un mensaje al hampa. El hampa lee la prensa,<br />

hojea revistas, va al cine, sale con la jeva.<br />

Alguna vez Richard Peñalver dijo que “el<br />

hampa está con Chávez”. Cada quien elige<br />

cómo ganarse la vida. Si lo tuyo es ir pen-<br />

FOTO JONATHAN MENDOZA<br />

En diciembre<br />

comes en<br />

cuanta casa<br />

te invitan y<br />

comes que<br />

jode porque<br />

a nadie le<br />

gusta que no<br />

coman lo que<br />

ofrecen<br />

—<br />

diente de tal, bueno, es tu peo. Hay una vaina<br />

que se llama chavismo que te invita, de<br />

pana y todo, a otra cosa. Pero si decides seguir,<br />

he aquí lo revolucionario: el cachazo.<br />

Duro. Contundente. No quites una vida por<br />

una mariquera. No siempre es fácil entender<br />

que “quieto es quieto”. Por nerviosismo,<br />

porque le costó que jode ganárselo o por lo<br />

que sea, es posible que la reacción —de alguien<br />

que a lo mejor está pelando más bola<br />

que tú— no sea quedarse quieto. Si sucede,<br />

no tienes que disparar. Le dices que no te<br />

vea y le clavas un cachazo duro, durísimo,<br />

en la cabeza. O dos, o tres. Se la rompes pa’l<br />

coño. Y el tipo se va con el güiro roto pero<br />

se lo puede contar a su mujer y abrazar a sus<br />

hijos en la noche. No le quites esa vaina. No<br />

seas tan coño ’e tu madre.<br />

Ahora hay mototaxis<br />

Pero también hay comunas. Radios que<br />

hoy son más que unos altoparlantes. Ministerios<br />

de las tablitas de salvación y ministerios<br />

del Poder Popular. Pero así como<br />

hay gente que desea seguir viviendo en la<br />

calle por diversas razones, hay gente que<br />

no quiere ser parte del Consejo Comunal.<br />

Gente que saludamos con el consabido<br />

movimiento de mentón.<br />

Las mujeres en sus casas tienen lo socioproductivo.<br />

Se animan, como antes, como<br />

siempre, y son las primeras en organizarse.<br />

Son las primeras en creer que las cosas<br />

pueden cambiar. Te mandan a poner eso<br />

aquí o más allá porque es muy pesado, solo<br />

por eso. Y se sientan y trabajan, o se paran<br />

y trabajan, y creen que Consejo Comunal<br />

es igual a Poder Popular. Aunque algunas<br />

se distraen, hasta se mueren, colocándose<br />

culos postizos; son las menos. Juan tuvo sus<br />

15 minutos de fama y aprovecha para decir<br />

que quiere a su mamá y a su papá, aunque<br />

todo haya sido como fue.<br />

Entonces, Caracas cumple años, y tal. Un<br />

poeta de verdad dijo una vez que la había<br />

visto reír, que la había visto llorar. Caracas<br />

cumple años y no está el Comandante,<br />

quien caminó por Prado de María y en más<br />

de una pata ’e cerro estuvo. Cumple y lo extrañamos,<br />

lo queremos. Mientras la gente<br />

de los cerros hace lo que tiene que hacer<br />

para que el Poder Popular esté donde tiene<br />

que estar, sigue pendiente de la gente de los<br />

cerros, Nicolás.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


CRUZ DE LA VEGA<br />

07<br />

de monte y culebra<br />

a barrio vertical<br />

POR ROCÍO CAZAL<br />

FOTOGRAFÍAS AMBROSIO PLAZA<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


08<br />

En 1936 ya existía Cruz de la Vega. Los ranchos eran de<br />

madera y zinc hasta los años 50. Las condiciones eran<br />

precarias, pero los vecinos se levantaron al construir<br />

con ladrillos y cemento. Ahora hay 200 familias allí y<br />

la lucha por un mejor convivir está presente en todos<br />

Cuando hablamos de barrio, siempre se<br />

piensa en un gran cerro y en viviendas en<br />

alto riesgo. No. Pasajes, calles y callejones<br />

también forman parte de ese terruño que<br />

le da sentido de pertenencia a la gente que<br />

allí habita.<br />

Eso ocurre en Cruz de La Vega, un pequeño<br />

barrio que está algo escondido, en la parroquia<br />

San Juan, y que no llega ni a media<br />

cuadra. Allí casi todos se conocen y tienen<br />

todo a la mano: preescolares, colegios, ferreterías,<br />

lavanderías, abastos, un módulo<br />

de Barrio Adentro y demás.<br />

La señora Juana Mercedes Celis, mejor<br />

conocida como Juanita, de sus 80 años de<br />

vida lleva 77 viviendo allí. Es fundadora del<br />

lugar, al que llegó a los tres años junto a su<br />

mamá Asunción Yépez y su abuelita María<br />

Teresa Yépez.<br />

“Esto aquí era monte y culebra. Nosotras<br />

fuimos las primeras que llegamos aquí.<br />

Veníamos de Maracay a la plaza Capuchinos<br />

en el año 36 y, como estábamos recién<br />

llegadas, no hallábamos para dónde agarrar.<br />

Al frente había una pensión de un<br />

señor llamado Manuel Yambó, un negrote<br />

él, trinitario. Ellas hablaron con él para<br />

que pudiéramos alojarnos. Yo estaba muchachita,<br />

pero me acuerdo como si fuera<br />

ahorita. Ahí estuvimos un tiempito, pero<br />

eso lo iban a tumbar y él le dijo a ellas que<br />

teníamos que desalojar, pero que tenía<br />

aquí un pedacito de terreno y que nos lo<br />

iba a vender. Tenían que pagar un bolívar<br />

por día hasta llegar a 300”.<br />

Por supuesto, un bolívar era bastante para<br />

la época, pero la madre y abuela de Juanita<br />

lograron costearlo con esfuerzo y sudor.<br />

Allí, el señor Yambó les vendió un quiosco<br />

de lona verde, donde vivieron un tiempo,<br />

siempre pendientes de que los alacranes<br />

no las picaran. Después se fueron instalando<br />

otras familias y todos habían hecho<br />

sus ranchitos con tablitas de madera y zinc.<br />

Recuerda, incluso, que para la época había<br />

carretas arreadas a caballo.<br />

¿Cuándo comenzaron a sustituir los ranchos<br />

por casas? La señora Juanita recuerda<br />

que pasaron muchos años viviendo así porque<br />

los gobiernos de Eleazar López Contreras<br />

y de Isaías Medina Angarita no dejaban<br />

que hicieran otro tipo de construcción.<br />

Velas, leña y tobitos<br />

Las condiciones de vida eran muy precarias.<br />

No contaban con servicios de electricidad y<br />

mucho menos de agua. Las velas, lámparas<br />

de gas y tobitos eran la orden del día para<br />

las familias que allí residían. La leña también<br />

formaba parte de sus vidas a la hora<br />

de cocinar.<br />

“Esto era un campo. De hecho, siempre<br />

íbamos al Guaire, que estaba limpio. Allí lavábamos.<br />

La gente también venía hasta acá<br />

y se bañaba ahí. También pasábamos hacia<br />

el otro lado, que era puro monte” (ese otro<br />

lado ahora es la parroquia El Paraíso).<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


09<br />

Luego, las casas con bloques y cemento comenzaron<br />

a construirse en el barrio Cruz<br />

de La Vega a partir del gobierno de Marcos<br />

Pérez Jiménez. Todas esas viviendas se hicieron<br />

con mucho esfuerzo, con los recursos<br />

de sus residentes.<br />

Pero ya el barrio se llamaba así, desde que<br />

tiene uso de razón la señora Juanita, porque<br />

la esquina que da hacia la avenida San Martín<br />

se llama así, aunque la señora Zenaida,<br />

vocera del Consejo Comunal Francisco<br />

Pancho Rodríguez, señala que un monseñor<br />

que llegó a Caracas quería hacer una<br />

santidad en cada parroquia. Por eso creó las<br />

esquinas de Crucecita, la de Cruz Verde y<br />

Cruz de La Vega, por nombrar algunas.<br />

Allí, cuenta la señora Juanita, han pasado<br />

muchas cosas, pero la historia más increíble<br />

que recuerda fue cuando, al frente de su<br />

casa, un hombre se ahorcó amarrado a una<br />

mata y, luego, otro también hizo lo mismo<br />

en otra vivienda aledaña. ¿Crisis económica?<br />

¿Mal de amores? No, ella piensa que el<br />

motivo principal fue la manera exagerada<br />

que tenían de consumir aguardiente.<br />

En la unión<br />

está la fuerza<br />

Juanita fue enfermera de la Maternidad<br />

Concepción Palacios durante 40 años y<br />

poco a poco fue construyendo su modesta<br />

vivienda de cemento.<br />

Para los años 90 había 36 casas. A medida<br />

que ha pasado el tiempo, el barrio creció mucho,<br />

pero hacia arriba. Ese pedazo tiene casas<br />

hacia la vereda y hacia atrás y cada quien<br />

construye pisos encima de cada techo. Ahora<br />

hay 200 familias allí: unas despreocupadas<br />

porque son sus viviendas y no le deben nada<br />

a nadie, otras están alquiladas.<br />

Sin embargo, ya constituidos, la angustia<br />

llegó en un momento para los habitantes<br />

del barrio Cruz de La Vega. Por los 90 llegaron<br />

unos árabes a decir que eran supuestos<br />

dueños de esos terrenos y comenzaron una<br />

pugna legal, pero en Maracaibo. Algo muy<br />

extraño, pues muchos de sus fundadores tenían<br />

más de 50 años residiendo allí.<br />

“Querían tumbar todo esto, entonces nos<br />

unimos y cada uno tenía una misión. A mí<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


10<br />

Juanita es<br />

referencia en<br />

el barrio. Allí<br />

tuvo a sus<br />

hijos, tres de<br />

ellos paridos<br />

en su casa. Se<br />

graduó en la<br />

Misión Ribas<br />

hace 10 años<br />

—<br />

me tocó ir donde el síndico procurador, a<br />

otro a la Gobernación del Distrito Federal<br />

y así… Andábamos en las calles con unas<br />

pancartas y nos fuimos para Radio Rumbos,<br />

a la televisión y a los periódicos a denunciar<br />

a los árabes que se querían coger esto. Entonces<br />

nos fuimos la señora Zenaida y yo a<br />

Maracaibo. Nos movimos. Llevamos actas de<br />

matrimonio, de defunción y de nacimiento,<br />

facturas de luz. Todo eso. Hasta busqué una<br />

carta que mi abuelita le había hecho al señor<br />

Manuel Yambó donde le pedía a él su papel<br />

de propiedad o algunas escrituras de ese pedacito<br />

de terreno, porque ella le había pagado<br />

los 300 bolívares. No la conseguí, pero llevamos<br />

todos nuestros papeles. Resulta que los<br />

documentos de esos árabes estaban viciados.<br />

Eran forjados. Eso lo ganamos nosotros y no<br />

nos citaron más nunca”.<br />

A partir de allí, los vecinos tienen títulos<br />

supletorios sobre bienhechurías porque el<br />

terreno es de la municipalidad. Este documento<br />

les vale como título justo y auténtico<br />

para legitimar la posesión de las viviendas<br />

que construyeron. Por allí, la tranquilidad<br />

llegó a sus residentes.<br />

Pero no solo eso les genera paz. Para la señora<br />

Juanita, en este barrio se puede vivir, a pesar<br />

de los tiempos de violencia que escucha de<br />

otros lugares. “Siempre pasa una que otra cosita,<br />

pero yo le doy gracias a Dios porque salgo,<br />

vengo, voy y, de verdad, no veo que haya<br />

delincuencia acá. A veces dicen que vienen<br />

unos muchachos de El Guarataro para acá a<br />

jugar basquetbol y las mujeres se ponen ahí a<br />

hablar con ellos y los corren, pero yo no veo<br />

que haya mayores problemas”.<br />

Pero para tener más tranquilidad aún,<br />

cuentan con un módulo de Barrio Adentro<br />

“a pata ’e mingo”, como se dice. Ha sido lo<br />

mejor para ellos, a la hora de tener alguna<br />

emergencia médica primaria.<br />

La hija de la señora Juanita, Iliani Córdova,<br />

fue una de las que lucharon por ese módulo.<br />

“Tú sabes que se hizo una petición. Vinieron<br />

unos ingenieros y nada que terminaban<br />

la obra. Se hacían los locos y decían que se<br />

habían acabado esos reales. Entonces ella<br />

iba hasta Fuerte Tiuna, y a varios lugares, a<br />

hablar para que se culminara, hasta que por<br />

fin se hizo”. Incluso, Iliani trabajó allí como<br />

enfermera hasta hace tres años, cuando<br />

murió de una enfermedad pulmonar.<br />

Lo cierto es que la señora Juanita es referencia<br />

en el barrio. Allí tuvo a sus hijos, tres de<br />

ellos paridos en su casa. Se graduó en la Misión<br />

Ribas hace 10 años y desde 1996 goza<br />

de los beneficios de jubilación y pensión.<br />

Ahora, el Consejo Comunal tiene un proyecto<br />

de gas directo (aún cocinan con<br />

bombonas), tendrán un espacio para la recreación<br />

infantil y cuentan con otros dos<br />

planes: uno socioproductivo (taller de costura)<br />

y otro de viviendas para 77 familias,<br />

pues algunas están alquiladas, arrimadas<br />

y/o hacinadas.<br />

Asimismo, cuentan con un espacio para<br />

construir un polideportivo, aunque la mayor<br />

lucha que tienen es que salgan unos<br />

galpones de cerámica de allí (que antes<br />

eran una casa de vecindad, luego funcionaba<br />

el canal 5 y después fue el Palacio de<br />

los Deportes). No tiene lógica, para la señora<br />

Zenaida, del Consejo Comunal, que<br />

esos galpones estén allí, porque perjudican<br />

el ambiente y la salud de los habitantes.<br />

Sí, la lucha continúa en Cruz de La Vega,<br />

pero también persisten las alegrías: Juanita<br />

y sus vecinos participan en los carnavales,<br />

en las fiestas de San Juan y en las parrandas<br />

decembrinas. Todos, unos más que otros,<br />

están unidos por las buenas causas.<br />

Caramelo, tabaco<br />

y chocolate<br />

Un día de 1994 me avisaron<br />

que en la cancha del bloque<br />

18 del 23 de Enero, allí, a pocos<br />

metros de donde yo vivía,<br />

iba a presentarse el Sexteto<br />

Juventud. Una gracia más de<br />

la gente de la Coordinadora Simón Bolívar<br />

que solía, y suele, sorprender a la gente de<br />

la parroquia con sus invitados estelares, con<br />

sus humildes actividades que de pronto se<br />

convierten en conciertos para la historia. Así<br />

que esa noche invité a mi hermana mayor,<br />

Morella, y juntos fuimos para allá a presenciar<br />

la cosa. Grata sorpresa: ahí estaba<br />

ya Carlos Quintana, "Tabaco". Juan nos<br />

presentó al viejo, y al rato se montó en esa<br />

tarima a sonear.<br />

Varias cosas inolvidables tuvo para mí ese<br />

toque. Una, que a mitad de su presentación<br />

el inolvidable cantante se dirigió al público<br />

más o menos con estas palabras: "Bueno señores,<br />

yo sé que ustedes vinieron aquí fue a<br />

escuchar salsa, a vacilarse el son sabroso del<br />

Sexteto. Pero les pido que me disculpen un<br />

momento, porque hay una pieza que yo pegué<br />

hace un montón de años y que a los salseros<br />

no les gusta mucho porque les suena a guachi-guachi.<br />

Yo siempre la canto cada vez que<br />

me presento porque le tengo mucho cariño.<br />

Es que esa canción me dio de comer muchos<br />

años, y también dio a conocer al grupo en todas<br />

partes. Entonces, me disculpan ustedes,<br />

pero yo la voy a cantar aquí también".<br />

Acto seguido comenzó a sonar el Sexteto<br />

Juventud en ritmo de bugalú (¿o de twist?)<br />

y Tabaco nos metió en el túnel del tiempo<br />

y nos arrancó la ovación de la noche con<br />

aquella canción que dice: Tú eres caramelo<br />

‘e chocolate / Tú eres la alegría de mi vida…<br />

El hombre cantó también esa pieza que los<br />

presos convirtieron en su himno, “La Cárcel”<br />

(Cuando se desea / la bonita libertad...)<br />

y otras que pegó más tarde con Tabaco y sus<br />

Metales. Carlos Quintana murió pocos meses<br />

después de ese toque (mayo de 1995),<br />

cuya segunda cosa inolvidable es una que<br />

seguramente mi hermana tampoco olvidará<br />

jamás: Tabaco no le quitó los ojos de encima<br />

ni un instante, mientras cantaba.<br />

José Roberto Duque<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


pLAN DE MANZANO<br />

11<br />

UNA ZONA<br />

viable<br />

PARA VIVIR<br />

POR kAY YAM HUNG<br />

FOTOGRAFÍAS AMBROSIO PLAZA<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


12<br />

al igual que otras zonas populares de nuestra urbe,<br />

plan de manzano se configura como esa especial forma<br />

de vivir del caraqueño: una permanente dialéctica<br />

comunal. a pesar de las tragedias vividas en el lugar<br />

vuelven porque ese es su hogar<br />

La carretera vieja Caracas-La Guaira es<br />

poco utilizada hoy en día por los caraqueños,<br />

y cuando lo hacen es solo para evitar<br />

las colas. Sin embargo, este camino no es<br />

solo un desvío. Desde hace muchos años<br />

es el hogar de numerosas familias que a<br />

pesar de las tragedias ocurridas en el lugar<br />

regresan.<br />

Blanca Velázquez vive allá desde que nació,<br />

tiene 30 años, trabaja en la Asamblea Nacional<br />

como suplente auxiliar de mantenimiento<br />

y vende bollos los viernes. “Solo el<br />

bollo por ahora”, dijo mientras nos montábamos<br />

en la primera camioneta para ir a su<br />

casa, que se aborda en toda la entrada de<br />

La Guaira. A cualquier hora que llegues vas<br />

a conseguir transporte que te deja en Plan<br />

de Manzano.<br />

Mientras subíamos podíamos ver la “trocha”.<br />

Se acordó del tiempo en que se cayó el viaducto<br />

y una de las pocas opciones para llegar<br />

a Caracas era por la carretera vieja. “Los vecinos<br />

y yo invertimos el dinero que teníamos<br />

en comprar agua, refrescos y chucherías para<br />

venderle a la gente de la cola, que podía durar<br />

seis horas o más. Fue una manera en que<br />

nos ayudamos para conseguir dinero durante<br />

todo ese tiempo”.<br />

Al llegar a Plan de Manzano fue como si estuviéramos<br />

en una zona comercial: abastos,<br />

farmacias, carnicería, licorería, panadería,<br />

de todo. También hay un dispensario que<br />

atiende a los habitantes de todos los sectores.<br />

La joven recordó que este lugar fue<br />

donde trabajó por primera vez, básicamente<br />

lo que hacía era anotar a los que iban<br />

llegando. En una esquina se encuentra la<br />

iglesia Centro Lorenzo Herrera Mendoza,<br />

en la que los niños y niñas se bautizan y los<br />

adolescentes hacen su primera comunión y<br />

confirmación.<br />

“Es como la capital de aquí, el punto céntrico<br />

para agarrar a otros sectores”, afirmó Blanca<br />

mientras seguíamos el camino.<br />

Algunos de los sectores son La Colina, La<br />

Torre, Ojo de Agua, Nuevo Día, El Limón,<br />

El Futuro, El Porvenir, El Paují y el más famoso:<br />

La Vuelta del Diablo, que originalmente<br />

se llamaba La Vuelta de San Miguel<br />

Arcángel; los mismos vecinos le cambiaron<br />

el nombre. Este último es el final de la zona<br />

poblada y lo utilizan para reunirse los fines<br />

de semana mientras escuchan música con<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


13<br />

los carros y comen. “Hacemos parrilla, jugamos<br />

dominó y no puede faltar el truco”,<br />

comenta Blanca.<br />

La muchacha tiene su casa en El Paují. Para<br />

llegar hasta allá abordamos un carro que<br />

pasa por su casa y se regresa justo en La<br />

Vuelta del Diablo.<br />

En su barrio la gente se conoce de toda la<br />

vida. Mientras íbamos caminando, saludaba<br />

a los vecinos. Dice que todo aquel que quiera<br />

saber algo se lo pregunte a la señora Pastora,<br />

que lo sabe todo y si no te lo averigua. También<br />

tienes a otra vecina que le dicen Globovisión,<br />

quien es la competencia de aquella en<br />

el sector.<br />

El Paují se divide por escaleras, de la uno a<br />

la seis. Su casa está entre la tres y la cuatro y,<br />

justo en la dos, tienen un comedor popular.<br />

Aquellas personas que no tienen que comer<br />

se anotan en la lista y dejan sus potes para<br />

que se los llenen de comida, los pasan buscando<br />

justo al mediodía.<br />

Los niños de la zona, que salieron de sus<br />

clases, vienen caminando. Nosotros bajamos<br />

por las escaleras dos y llegamos a<br />

una de las tantas escuelas que se encuentran<br />

registradas allí. La escuela Arnoldo<br />

Gabaldón es una edificación de unos tres<br />

pisos que tiene una cancha en la azotea<br />

para que puedan recrearse los estudiantes.<br />

Los niños corrían por la entrada<br />

mientras una de las maestras nos cuenta<br />

que esta fue construida por unos misioneros<br />

evangélicos de Costa Rica, que fueron<br />

para allá y notaron la necesidad de<br />

una escuela.<br />

La señora Omaira es la encargada de la cantina<br />

que está al lado. “Ella es mi tía. Bueno,<br />

no es mi tía de sangre, pero sí de vida. Así<br />

El Paují se divide por escaleras,<br />

de la uno a la seis. Su casa<br />

está entre la tres y la cuatro<br />

y, justo en la dos, tienen un<br />

comedor popular<br />

—<br />

MITOS DE LA CARRETERA<br />

Cuando íbamos pasando por unas de<br />

las casas del barrio, Blanca nos cuenta<br />

que ahí vive una bruja. ¡Así como lo<br />

oyen! Y no es el caso de una sino de<br />

varias señoras que se convierten en<br />

unos pájaros enormes, parecidos a un<br />

búho, y se la pasan por los techos.<br />

Afirman que aquellos niños que no<br />

estén bautizados son visitados por<br />

ellas y los muerden; solo una mujer<br />

embarazada primeriza los puede<br />

salvar para que el niño o niña no se<br />

enferme o, como dice Blanca, “no le<br />

echen el mal de ojo”.<br />

Pero este, como es un mito, hay que<br />

explicarlo mejor. Lo publicaremos en<br />

otra edición para que tenga el espacio<br />

que le corresponde.<br />

Otros caso misterioso es el de la novia<br />

que se monta en el carro de aquellos<br />

conductores que pasan por la carreta<br />

en la noche. Les repaso rápido la historia.<br />

Se cuenta que en tiempos pasados,<br />

en los poblados de Vargas, una joven<br />

pedía cola en la carretera vieja de La<br />

Guaira. Al bajar, ella olvidaba en el carro<br />

unas flores que traía consigo. Cuando<br />

el chofer que le había dado la cola se<br />

devolvía a la casa donde había dejado<br />

a la joven a llevarle las flores, abría la<br />

puerta una señora quien, con una foto<br />

de la muchacha, le decía al conductor<br />

que ella había muerte hace años.<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


14<br />

El plan lo<br />

agarran<br />

muchas veces<br />

para hacer<br />

grandes<br />

fiestas para<br />

todos los<br />

que viven por<br />

esos lados...<br />

—<br />

les digo a muchos de los que viven aquí;<br />

imagínate, toda la vida viviendo juntos…<br />

ya son parte de mi familia”, dice Blanca<br />

mientras nos la presenta.<br />

Tía Omaira es evangélica y, mientras nos<br />

regala un jugo bien frío, nos cuenta que ella<br />

tiene al frente de su casa un conuco, arriba<br />

en la montaña. Allí ella dice que escuchó por<br />

primera vez a Dios y es donde también siembra<br />

todo lo posible: plátano, verduras, caña<br />

de azúcar y hasta cría sus propias gallinas y<br />

vende los huevos.<br />

Fuimos bajando hasta llegar donde quedaba<br />

antes el vertedero de basura, que ahora<br />

es una zona totalmente limpia y libre de<br />

contaminación.<br />

El plan lo agarran muchas veces para hacer<br />

grandes fiestas para todos los que viven<br />

por esos lados, también lo usan para hacer<br />

carreras de carro o simplemente para escuchar<br />

música sin molestar tanto a los vecinos.<br />

A sus alrededores están unos parques para<br />

niños y un gimnasio para que se ejerciten sin<br />

ir muy lejos.<br />

Blanca hace un tiempo —tres años— se<br />

mudó para Cúa pero no le gustó; además,<br />

era muy lejos, no era el mismo ambiente.<br />

“Siempre voy a regresar, aquí tengo amigos,<br />

vecinos, familia, esta es mi comunidad, mi<br />

barrio querido”.<br />

LA VAGUADA DEL 99<br />

Las lluvias que azotaron a la costa de La<br />

Guaira en 1999, también afectaron a una<br />

gran parte de los habitantes de los sectores<br />

de Plan de Manzano.<br />

Al comenzar a relatar lo sucedido ese diciembre,<br />

a Blanca se le entristecen los ojos.<br />

“Esa noche llovía mucho, el agua nos llegaba<br />

a las rodillas, salimos a la calle y no había luz.<br />

Recuerdo que por estas mismas calles bajaba<br />

un río de agua inmenso, varias casas de mis<br />

vecinos quedaron derrumbadas”.<br />

Al día siguiente tuvieron que bajar a pie<br />

hasta El Limón, que es la parte de la carretera<br />

que se comunica con la autopista.<br />

“Allá estaban unos carros que llevaban a<br />

la gente hasta Catia. Para llegar hasta ese<br />

punto tuvimos que pasar por encima de<br />

carros, escombros y piedras grandísimas<br />

que fueron arrastradas por la corriente.<br />

Cuando llegamos a la ciudad, estaban regalando<br />

comida y agua potable. Es impresionante<br />

cómo la gente se desesperaba y,<br />

a empujones y brincos, querían conseguir<br />

algo para comer y beber".<br />

Ella y su hermano menor se quedaron en<br />

casa de un tío y pudieron avisarle a los familiares<br />

que estaban bien, mientras su mamá se<br />

quedó en la casa. Así como también muchos<br />

de los vecinos se quedaron para cuidar sus<br />

cosas y entre todos se ayudaban para limpiar<br />

los escombros.<br />

“Al tercer día regresamos y lo que podíamos<br />

ver por el camino era una desolación, por<br />

toda la carretera. Aquellas enormes casas ya<br />

no existían y en su reemplazo había piedras y<br />

árboles caídos. Para ese día habían restablecido<br />

el transporte”, cuenta la muchacha.<br />

Ella recuerda que algunas de las personas lo<br />

veían como diversión; es que, a consecuencia<br />

de las lluvias, se formaron ríos, arriba en la<br />

montaña, que bajaban por la carretera y allí<br />

se bañaban.<br />

“Gracias a Dios nuestro sector no se vio tan<br />

afectado como otros y los daños fueron más<br />

que todo materiales, algo que poco a poco se<br />

recupera. Para el 31 de diciembre algunos de<br />

los vecinos se mudaron y el resto seguimos<br />

viviendo la vida como si nada”.<br />

El sueño que crece<br />

en El Ciprés<br />

Hay una manera efectiva de<br />

ahuyentar a un taxista. Pídale<br />

que le haga una carrera a Las<br />

Adjuntas, parroquia Macarao.<br />

Fruncirá el ceño. Subirá el<br />

vidrio del carro y se irá. Pero si<br />

pregunta ¿hasta dónde exactamente?, no se le<br />

ocurra responder que a El Ciprés. Diga mejor:<br />

a cuatro cuadras de la estación del Metro. Si el<br />

hombre acepta, usted debe prepararse para<br />

escuchar lo siguiente: “¡Esa zona es candela!<br />

¡Pa’cá lo que hay es malandro por coñazo!”.<br />

El taxista no exagera. El año pasado un adolescente<br />

asesinó a su novia cuando jugaba a<br />

sostenerle una pistola en su boca. Un señor<br />

acuchilló a un joven que le echó una broma de<br />

mal gusto y la celebración de Carnaval que se<br />

hizo en la entrada del barrio culminó con dos<br />

hombres en el cementerio y tres en el hospital.<br />

Hubo que limpiar con manguera la calle donde<br />

se consumó la carnicería y, de paso, presenciar<br />

el espectáculo del agua roja que fue a<br />

encontrar su cauce bajo el mural que rezaba:<br />

“Bienvenido a El Ciprés”.<br />

Pero El Ciprés tiene también sus encantos. Por<br />

ejemplo, debe su nombre a un árbol que se erige<br />

en el patio de una casa que, según versiones<br />

populares, perteneció a Antonia, la hermana<br />

de Bolívar. Se le conoce —gracias a un animal<br />

embalsamado que posaba en la terraza—<br />

como la Casa del León. Tanto el árbol, al que<br />

se le calcula más de un siglo, como la derruida<br />

casona, constituyen los dos grandes patrimonios<br />

que los vecinos se resisten a perder.<br />

El árbol está allí, viejo, gris y la casa se sigue<br />

cayendo, aguantando las contradicciones:<br />

por las noches es una guarida para el malandro<br />

que huye o prepara una emboscada y<br />

los domingos por la tarde es visitada por el<br />

Consejo Comunal La Charanga I. Sus integrantes<br />

le arreglan la cerca, le cortan la maleza y,<br />

cuando terminan de limpiarla, encienden el<br />

carbón para una parrillada, arman una mesa<br />

de dominó en el patio y dejan sonar la música<br />

que anuncia un baile de tambores. Porque aquí<br />

—dice una vecina que no va a parar nunca de<br />

soñar— tarde o temprano tendrá que funcionar<br />

una biblioteca, un preescolar, un club de<br />

abuelos o las tres cosas juntas, ¡ya verás!<br />

María Cristina Martínez<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


Ffififitfi: Ifistfitfitfi Gfifigfiáfifififififififififififififififififififififififififififififi<br />

BARRIOS DE CAR


ACAS<br />

Nfifistfifis fifififis


18<br />

la esperanza<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


19<br />

La Esperanza<br />

existe y queda<br />

cerca de la<br />

montaña<br />

POR mabe chacín<br />

FOTOGRAFÍAS JONATHAN MENDOZA<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


20<br />

en el piedemonte avileño del noroeste caraqueño<br />

ha brotado una diáspora que es inherente a tiempos<br />

de revolución: la comuna zona norte altagracia es<br />

una pujante organización vecinal que traspasa fronteras<br />

imaginarias y centrifuga necesidades comunes<br />

Si queremos una ubicación exacta, se podría<br />

decir que pertenece a la parroquia Altagracia,<br />

aunque tenga a pata ’e mingo la parroquia<br />

San José, Cotiza, La Pastora —por el Oeste—<br />

y Catedral —por el Sur. Dicen que, anteriormente,<br />

todo era un gran corredor comprendido<br />

por la sabana de Ñaraulí. “No había<br />

división, más se le dio el nombre de Cotiza<br />

a todo el pie del Ávila. Nosotros escuchamos<br />

que los que se sienten coticeños del Ávila llegan<br />

hasta Chapellín”.<br />

Jaskeherry —Kerry— Rivas tiene 26 años, la<br />

misma cantidad viviendo en el sector La Esperanza<br />

del barrio El Retiro de la parroquia<br />

Altagracia. Es deportista, disc- jockey de salsa<br />

y figura importante entre los jóvenes de su<br />

sector y de comunidades aledañas. Su visión<br />

es amplia, integradora y se ha paseado por un<br />

sinfín de organizaciones en busca de una sola<br />

cosa: la reivindicación de la vida en su barrio.<br />

“Nosotros nos sumamos, a la edad de 15, al<br />

trabajo voluntario. En aquel entonces, hace<br />

más de diez años, en el liceo hicieron un estudio<br />

donde se evidenció que de 100 chamos,<br />

70 perdían la vida antes de llegar a los 18 a<br />

manos de la delincuencia y las drogas. Se sabía<br />

que todo eso era producto de un sistema,<br />

nosotros no estábamos al tanto, hasta que<br />

Chávez se ocupó de elevar nuestros niveles<br />

de conciencia: ahí nos percatamos de que el<br />

sistema capitalista nos destruía a través de la<br />

droga, del consumismo”.<br />

En ese momento se formó un grupo de trabajo,<br />

integrado por jóvenes, para la elaboración<br />

de los proyectos comunitarios. Aunque del<br />

gran grupo voluntario, que empezó hace más<br />

de diez años, solo quedan cinco activos en la<br />

comunidad, el sector ha cosechado sus frutos.<br />

El primer proyecto en el que Kerry puso todo<br />

su empeño fue la construcción de la cancha<br />

en la que ahora nos encontramos. “Antes de<br />

que existiera doble cancha, de futbolito y de<br />

básquet, aquí solo había un aro. Esto lo fuimos<br />

construyendo poco a poco. Muchos<br />

de los compañeros que participaron en esta<br />

iniciativa, ya no nos acompañan físicamente.<br />

Quisiera nombrarlos, ellos formaron parte<br />

del primer equipo de básquet del sector llamado<br />

H2O: Maicol, Tusa, Cesita y Gasparín,<br />

mi hermano, que en paz descanse”.<br />

El trabajo de Kerry no se ha quedado en el<br />

sector donde vive, se extiende a las distintas<br />

partes que integran la gran comunidad que se<br />

ha formado gracias a la organización vecinal:<br />

Comuna Zona Norte Altagracia. En ella, sectores<br />

como Villas del Sol, La Esperanza, Terrazas<br />

del Ávila, El Retiro I, EL Retiro II, Nueva<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


21<br />

Esperanza Revolucionaria, Sol de Caraballo,<br />

José María Vargas, Brisas del Ávila, Gracia de<br />

Dios, Providencia y Alcantamar asumen un<br />

engranaje colectivo para enfrentar desafíos.<br />

Antes de que la cancha existiera, el espacio<br />

era una zona bastante hostil: mucha gente,<br />

que nada tenía que ver, moría por alguna<br />

bala entrometida. La lucha entre bandas por<br />

la apropiación de una plaza para vender drogas<br />

era un evento cotidiano, hasta que la comunidad<br />

armada —de argumentos y proyectos—<br />

batalló y reclamó el territorio que por naturaleza<br />

le pertenecía. “Nos autosacamos del ocio.<br />

La única manera de que el lugar estuviera<br />

libre de balas era llenándolo de chamos, aunque<br />

el espacio no estuviera en las mejores<br />

condiciones”, cuenta Kerry. “Nosotros creemos<br />

que los procesos de recuperación de los<br />

barrios empezaron gracias a que alguien le<br />

abrió los ojos a la juventud. Ese alguien tiene<br />

nombre y apellido: Hugo Rafael Chávez<br />

Frías”. Anteriormente se podía contar la cantidad<br />

de disparos que sonaban en una hora,<br />

ahora se cuentan la cantidad de puntos que<br />

hace un equipo jugando baloncesto.<br />

Una solo chispa puede<br />

incendiar una pradera<br />

Y la chispa se regó. Muchas comunidades<br />

comenzaron a organizarse y a ver qué era posible.<br />

“Ahora también nos enfrentamos, pero<br />

nos enfrentamos con un balón, un bate, un<br />

achante. Ya no existe esa entrega de sangre<br />

para poder vivir”.<br />

Arriba de La Esperanza se construyó una<br />

urbanización llamada Villas del Sol. Hay<br />

muchos testimonios de que cuando la obra<br />

estaba en pleno, el mismo Chávez venía a<br />

supervisarla. Se ponía un disfraz, bajaba por<br />

La Cota Mil y caminaba “cara pelá” por la<br />

comunidad. Cuando la gente se daba cuenta<br />

de que era el Presidente aquel sujeto “raro”<br />

que andaba caminando por sus calles, lo metían<br />

en una casa para agasajarlo. Cuando ya<br />

se sabía que Chávez estaba cerca, las calles<br />

adyacentes se volvían intransitables. Cuenta<br />

Kerry que, más de una vez, el mismo Chávez<br />

se topó con enfrentamientos entre bandas.<br />

“De ahí viene la idea de cambiar ‘la bicha’<br />

por reivindicaciones reales. Cómo no te va a<br />

motivar el hecho de tener al Presidente de la<br />

República en tu casa, diciéndote que te regeneres,<br />

que estudies, que le eches bola”.<br />

Luego vino la organización seria. Cada quien<br />

actuaba en base a sus necesidades: el basquetbolista<br />

formó un frente, el pelotero se<br />

Antes de que la cancha existiera,<br />

el espacio era una zona<br />

bastante hostil: mucha gente,<br />

que nada tenía que ver, moría<br />

por alguna bala entrometida<br />

—<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


22<br />

La idea es<br />

fusionar las<br />

aptitudes de<br />

los jóvenes<br />

de la Comuna<br />

Zona Norte y<br />

ponerlas al<br />

servicio de la<br />

comunidad<br />

—<br />

fue a un frente de peloteros, el DJ poco a poco<br />

fue reuniendo para comprar sus equipos, el<br />

cantante empezó a formarse. “Actualmente<br />

estamos en una nueva etapa gracias a la evolución<br />

que hemos tenido. Aquí lo tenemos<br />

todo. De nada sirve que yo estudie, me prepare<br />

y luego me vaya del barrio. Más bien la<br />

intención es quedarnos y mejorarlo”.<br />

Hoy Kerry ayuda a varios jóvenes de la zona,<br />

sin importar si son de su sector o no, a integrarse<br />

a procesos para el desarrollo comunitario.<br />

La potencialidad de cada joven es<br />

puesta al servicio de todos. Los espacios de<br />

vinculación fueron las reuniones del Jpsuv<br />

en el bulevar Panteón con movimientos de<br />

recreadores, de deportistas, de cultores. Allí<br />

se crearon alianzas y se articularon varias comunidades<br />

a través de los movimientos juveniles.<br />

“Actualmente estamos en un proceso de<br />

formación en varias comisiones. Existen 16:<br />

deporte, cultura, comunicación, formación,<br />

política electoral, finanzas, sexo-género-diversidad,<br />

análisis de políticas internacionales<br />

y otras que no recuerdo ahora”.<br />

En proceso<br />

de formación<br />

Kerry está formando un nuevo equipo de trabajo<br />

a través de las madres que asisten a las<br />

reuniones del Jpsuv en la parroquia Altagracia.<br />

La idea es fusionar las aptitudes de los jóvenes<br />

de la Comuna Zona Norte y ponerlas al<br />

servicio de la comunidad. Actualmente se encuentran<br />

en la planificación de un plan vacacional<br />

cuyo equipo preparador se ha vinculado<br />

naturalmente. Franyeli Mota tiene 17 años,<br />

vive en el OP 5 de la Misión Vivienda, entre<br />

Jesuítas y Maturín, y es la encargada de planificar<br />

estrategias comunicacionales a través de<br />

las Artes Gráficas. Acaba de salir de bachillerato<br />

y está en busca de una universidad para<br />

estudiar Diseño Gráfico. Drexler Daniel Véliz<br />

Díaz tiene 16, es familia de Franyeli y su tarea<br />

tiene que ver con el deporte. Diana Briceño es<br />

vecina de Franyeli y Drexler y también se unió<br />

a la labor de recreadora en el plan vacacional.<br />

Anthony da Silva es otro dieciséisañero, estudia<br />

de noche en un liceo y, al salir, tiene planes<br />

de estudiar en el Inces; es de la OP 6, se dedica<br />

al grafiti y llegó al colectivo de la misma<br />

manera que los demás: gracias a su mamá.<br />

Gilbeny Romero también es parte del equipo,<br />

pero no le gusta hablar mucho (todavía).<br />

“Sabemos que el tema ‘juventud’ es complejo.<br />

La intención es captar, aceptar y sumar, no<br />

ahuyentar a los chamos. Que cada quien pueda<br />

ayudar desde el espacio que le guste”, explica<br />

Kerry. Estas son apenas unas pocas caras de<br />

todas las que participan en proyectos con La<br />

Comuna Zona Norte Altagracia y otros vínculos.<br />

Acá se rompe totalmente con la división<br />

político-territorial de las parroquias: se trabaja<br />

para una gran comuna, no solo para el sector.<br />

Adrián Bielostotzky tiene 24 años y es fiel<br />

compañero de Kerry desde los inicios de la<br />

lucha organizativa en el sector. También hizo<br />

un importante trabajo voluntario para limpiar<br />

de delincuencia y drogas a La Esperanza<br />

a través del deporte. Nairoby Noguera es de<br />

la misma generación que Adrián y también<br />

le tocó vivir las vicisitudes de la zona. Juntos<br />

se apoyaron en los eventos deportivos para<br />

borrar la violencia de su contexto social.<br />

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción<br />

hasta biológica”, dijo una vez Salvador<br />

Allende, frase que toma Kerry como<br />

bandera de todo lo que su trabajo representa.<br />

Cotiza, Altagracia, La Esperanza, El Panteón,<br />

la OP 5, OP 6, La Pastora, El Retiro, Villas<br />

del Sol y cualquier comunidad aledaña, con<br />

sus distintos nombres y sus complicadas —e<br />

inexistentes— divisiones territoriales, son<br />

vistas como una sola masa que unifica, reúne<br />

muchos puntos de vista, formas de pensar,<br />

aptitudes y voluntades con una solo finalidad:<br />

mejorar la vida en el barrio.<br />

La Vega:<br />

fiel y amado callejón<br />

Justo antes del parque Juan<br />

Cuchara, y al frente del conocido<br />

Dispensario (hoy Sala de<br />

Rehabilitación Integral), está<br />

el callejón Canaima, lugar<br />

donde nací. No lo confunda,<br />

estimado lector, con la calle Canaima, otro<br />

lugar de mi querida parroquia: La Vega.<br />

Los vegueños tenemos algunas banderas<br />

que, orgullosamente, alzamos cuando<br />

estamos en cualquier otra parroquia de<br />

la capital: Carlos Quintana, alias Tabaco<br />

(emblema de la salsa en todo el mundo), el<br />

padre Francisco Wuytack y los tambores de<br />

San Juan más antiguos de Caracas.<br />

Para llegar al callejón, usted tiene que acercarse<br />

a la redoma de La India y adentrarse<br />

barrio adentro, pasar el bulevar y, cuando<br />

llegue al Dispensario, ver de par en par las<br />

rejas abiertas. Cruce no más y estará en el<br />

lugar. No tiene más de 15 casas, todas de dos<br />

o tres plantas. Es un callejón de dos partes: la<br />

primera recta de tres metros de ancho y unos<br />

20 de largo, la camina derechito y, al doblar<br />

a la izquierda (siempre vamos a la izquierda),<br />

verá el patio de nuestras vidas, nuestro<br />

estadio, nuestro salón de fiesta, nuestro<br />

centro de reuniones, nuestro jardín, nuestra<br />

sala, nuestra piscina, todo en tres metros<br />

de ancho. Ese callejón ha dado para todo.<br />

Quienes vivimos ahí nos conocemos desde<br />

hace tanto que no recordamos el momento de<br />

la presentación inicial. El callejón Canaima es<br />

una fiel muestra de cómo es Caracas: hay andinos,<br />

orientales, dominicanos, maracuchos,<br />

evangélicos, católicos, músicos, carpinteros...<br />

En el callejón Canaima difícilmente puedes<br />

guardarte algo. Los lutos son colectivos, las<br />

celebraciones también, las buenas noticias,<br />

las malas, los cambios, las mudanzas, todo.<br />

Hace tiempo mi mamá me enseñó una<br />

canción de Arabella, la sonera mayor, que se<br />

fue convirtiendo en el himno de ese adorado<br />

espacio y que, para finalizar, comparto un<br />

fragmento con ustedes:<br />

“Este callejón lo sabe, este callejón lo añora,<br />

este callejón sombrío, en silencio rememora.<br />

Una casa vieja, un sueño que soñé en sus<br />

ventanales, el mundo siempre es pequeño<br />

para los del callejón”.<br />

Gabriel Ramírez<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


San Agustín del Sur<br />

23<br />

Todos<br />

los<br />

barrios<br />

unidos...<br />

POR ROCÍO CAZAL<br />

FOTOGRAFÍAS Jonathan Mendoza<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


24<br />

San Agustín del Sur es la cuna de grandes músicos, quienes<br />

la consideran la capital musical de venezuela. Tiene<br />

una decena de barrios que se dividen en otros tantos<br />

y cada uno tiene sus artistas. El grupo Son del Barrio es<br />

muestra de que allí lo que sobra es rumba y guaguancó<br />

El calor de San Agustín se siente cuando<br />

caminas sus calles y veredas. Pareciera que<br />

todos se conocieran. Hay camaradería, hay<br />

alegría, hay rumba, hay son.<br />

Fue una parroquia olvidada por muchos<br />

años, además de estigmatizada, hasta que<br />

desde hace 15 comenzó a ser escuchada y<br />

reconocida. Y no es para menos, allí están<br />

congregadas 45 agrupaciones musicales<br />

y culturales registradas formalmente,<br />

los talentos son innumerables porque en<br />

cada rincón hay uno que otro dándole<br />

duro al tema sonoro. No en vano, allí<br />

nacieron, se criaron y surgieron Luisito<br />

Quintero, Carlín Rodríguez y el Grupo<br />

Madera, por nombrar algunos, para poner<br />

el nombre de Venezuela en alto con<br />

sus ritmos pegajosos.<br />

La agrupación Son del Barrio también nació<br />

en San Agustín del Sur, pero no desde<br />

ahora: sus 12 músicos tienen decenas de<br />

años de experiencia en esto de darle sabor y<br />

ritmo a todo lo que se les pase por el frente,<br />

y ahora están juntos para darle más orgullo<br />

y renombre a su parroquia, su gran barrio.<br />

...Vamos a cantar ahora<br />

Noel Márquez, productor de Son del Barrio,<br />

señala que allí se congrega un grupo de seres<br />

humanos que han transitado por la vida<br />

con dificultades de toda naturaleza, pero<br />

que no han perdido la fe, el encanto y el deseo<br />

de seguir aportando a la cultura de la<br />

parroquia. Es por esto que se convierten en<br />

ejemplo para las nuevas generaciones, que<br />

tiene que ser reconocido por las sociedades.<br />

Y es que cada vida ha hecho una historia.<br />

“¿Qué es ser del barrio? Es ser un ejemplo.<br />

En este barrio de donde somos, de donde<br />

venimos y de donde vamos a permanecer<br />

hasta el fin de nuestros días ha surgido un<br />

ejemplo para Venezuela y para el mundo de<br />

cómo se sortean las dificultades, cómo se<br />

desafía el fatalismo y cómo, a través de la<br />

música, se ha elaborado una razón de vida.<br />

San Agustín es la capital musical de Venezuela”,<br />

manifiesta Márquez<br />

De hecho, para él y su combo de músicos,<br />

desde ese gran barrio ha surgido un sentir<br />

y una esperanza que se mantiene con hidalguía.<br />

“Hemos dado sangre, sudor, vidas,<br />

alegría para ser lo que somos. Aquí hay un<br />

gabinete cultural de la parroquia San Agustin,<br />

donde convivimos y coexistimos más<br />

de 45 agrupaciones musicales y artísticas”.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


25<br />

Tanto es así que para Luis Avilán, vocalista<br />

de Son del Barrio, mejor conocido como<br />

“El abuelo de la salsa”, en San Agustín del<br />

Sur lo que hay es una verdadera cuna de<br />

músicos: “Yo me crié en La Ceiba, donde<br />

había un grupo musical en la tercera calle.<br />

Era Armando Flores y su sexteto. Yo trabajé<br />

con ellos de bongocero, pero en Marín (el<br />

barrio) es donde habían más músicos”.<br />

Claro, de Marín nació el grupo Madera y<br />

de allí también surgieron Carlín Rodríguez<br />

(padre e hijo). “Cuando mi papá era<br />

presidente del Afinque de Marín, acá en<br />

San Agustín, tenía este proyecto, con la<br />

amiga Mirna Tovar, de crear una agrupación<br />

fuera de lo común con músicos bohemios<br />

de la parroquia. Mi padre muere y<br />

deja esa propuesta musical de lo que es Son<br />

del Barrio. Entonces, mi hermano, Noel<br />

Márquez, y yo nos reunimos. Empezamos<br />

a conjugar el rompecabezas y formamos el<br />

mapa de lo que es esta agrupación: es la<br />

vivencia de cada uno de ellos como padres<br />

de familia, como músicos, como forjadores<br />

de la cultura”.<br />

La idea es demostrar a la parroquia, al país<br />

y al mundo el talento que hay en esa barriada<br />

popular, pues muchos músicos nacieron,<br />

se criaron y continúan dando sus frutos en<br />

San Agustín del Sur.<br />

Si alguien habla de salsa o<br />

de tambores tiene que hablar<br />

de San Agustín<br />

—<br />

Sonero soy<br />

y no te miento...<br />

Los barrios Marín, Hornos de Cal, El Manguito,<br />

Negro Primero, La Charneca, El Mamón,<br />

La Ceiba y demás son patrimonio, sin<br />

contar que cada rincón de San Agustín es<br />

musical.<br />

“San Agustín es una parroquia patrimonial<br />

en todos los barrios que la conforman, porque<br />

con sus espacios y personajes contribuye<br />

al incremento del patrimonio cultural de<br />

la ciudad. Además, hay un gran proyecto de<br />

recuperación de las calles, de todo el bulevar<br />

con sus fachadas bonitas, sin contar el<br />

metrocable, que es un patrimonio estructurado.<br />

Aquí, organizaciones y seres humanos<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


26<br />

San Agustín<br />

es una casa<br />

grande,<br />

bonita y<br />

una familia<br />

hermosa, que<br />

todo se puede<br />

hacer allí sin<br />

salirse de las<br />

coordenadas<br />

de Parque<br />

Central<br />

hasta Puente<br />

Hierro<br />

han aportado para conformar esa identidad<br />

del caraqueño. Si alguien habla de salsa o de<br />

tambores tiene que hablar de San Agustín”.<br />

Claro, para estos músicos de cepa no podría<br />

entenderse la ciudad sin el corazón artístico<br />

de este gran barrio, donde seguirán surgiendo<br />

grandes exponentes para exportar.<br />

Gregory Cedeño, vocalista, creció y continúa<br />

viviendo en La Charneca. Allí imparte<br />

clases de comida venezolana, incentiva a los<br />

adolescentes al deporte o cocina tortas para<br />

los más pequeños. Para él, San Agustín es<br />

una casa grande, bonita y una familia hermosa,<br />

que todo se puede hacer allí sin salirse<br />

de las coordenadas de Parque Central<br />

hasta Puente Hierro. “Es acogedora, chévere.<br />

Aquí te conoce desde el que vive en El<br />

Mamón como el de La Charneca, de punta<br />

a punta”.<br />

Y tanta es la sonoridad que se expresa en<br />

San Agustín que el timbalero Luis Quintero,<br />

Juan Palacios con la tumbadora, Luis Peña,<br />

Ismael Marcano y Mon Carrillo, entre tantos<br />

otros, también se unieron en este proyecto<br />

para darle más renombre a la parroquia<br />

y demostrar siempre sus virtudes.<br />

“No es fácil vivir en un barrio de San Agustin,<br />

ni de ningún lado, pero hemos tenido<br />

la dicha de tener a nuestros padres al lado<br />

con buenos consejos y de estar trabajando<br />

toda una vida. La comunidad es organizada<br />

en ciertas cosas, no en todo, por lo menos<br />

en lo que se refiere a la cultura, que mucha<br />

falta nos hace”, cuenta Peña.<br />

Pero anteriormente no eran visibilizados<br />

los dotes de los artistas que allí hacen vida.<br />

El apoyo a la cultura en este sector comenzó<br />

desde que el presidente Hugo Chávez<br />

ejerció el poder en 1999 y comenzó a dar<br />

apoyo a los cultores populares.<br />

“Yo tengo hijos que llevé a la Escuela de<br />

Música José Ángel Lamas, les hicieron las<br />

pruebas y después de que se enteraron que<br />

eran de la parroquia San Agustín, no los<br />

aceptaban. Ahorita tengo uno que tiene 11<br />

añitos y está estudiando en la Sinfónica sin<br />

pagar medio. Anteriormente no había esa<br />

posibilidad”, resalta Marcano.<br />

Y tanto se le ha dado importancia a esta parroquia<br />

que se recuperó el Teatro Alameda,<br />

escenario que recibió hace mucho tiempo,<br />

por los años 40, a artistas reconocidos<br />

como Jorge Negrete, Pedro Infante, Benny<br />

Moré, Celia Cruz, Julián Soler y Toña La<br />

Negra, entre tantas glorias de la música latinoamericana<br />

y caribeña.<br />

Se trata de un foco vivo y activo, como dice<br />

Noel Márquez, más que un teatro es la casa<br />

de la cultura. “Fue tomado por la comunidad<br />

como un espacio para respirar. Ese<br />

teatro fue un lugar histórico para la comunidad<br />

que sigue mandando energía. Pero<br />

también tenemos la Fundación Grupo Madera,<br />

la Coordinadora La Calle de los Niños,<br />

la Cofradía San Juan Bautista, también<br />

el trabajo que hay en las escuelas con talleres<br />

de percusión, de danza. Muchas organizaciones<br />

culturales hacen vida acá”.<br />

Lo cierto es que no solo estos músicos viven<br />

de eso: los de Son del Barrio, como los de<br />

otras agrupaciones, viven de ser serenateros,<br />

carpinteros, zapateros, cocineros, así como<br />

de la docencia, sin dejar a un lado lo que le da<br />

realmente vida a sus vidas y a la comunidad:<br />

la música, el son, la rumba y el sentir popular<br />

de su gran y querido barrio San Agustín.<br />

La quinta de los Cristanis<br />

Desde muy niña sentí una<br />

espesa curiosidad por la<br />

quinta de los Cristanis, sobre<br />

todo porque entendía cómo<br />

desentonaba en medio de las<br />

demás casitas, que seguían un<br />

ritmo de cosa hecha a las carreras y con lo que<br />

se pudo. Pero esa no, esa era una casota, con<br />

jardines profundos y caminerías de piedra. En<br />

el centro del patio lucían, siempre solas, una<br />

mesa redonda, blanca, rodeada de sillas de<br />

hierro, pintadas de nube luminosa y, crubriéndolas,<br />

una sombrilla que parecía enorme y<br />

orgullosa de la protección que le procuraba a<br />

nadie. En especial me admiraba de la cantidad<br />

de ventanales y puertas de madera gruesa que<br />

tenía aquella casa. Quedaba a una cuadra de la<br />

mía, y eran tan radicalmente distintas, como<br />

una vieja encopetada junto a una adolescente<br />

harapienta. Hasta la quinta Cristanis llegaba el<br />

Alto Hatillo que, sin previo aviso ni veredas o<br />

murallas de contención, daba paso al barrio El<br />

Calvario, mi barrio. Casi nunca veía a nadie en<br />

la quinta, a veces divisaba entre el jardín, bien<br />

adentro, una figura regando y podando matas;<br />

también a veces veía salir un carro del estacionamiento.<br />

Pero la mayor parte del tiempo era<br />

densa la soledad que exhalaba aquella casa,<br />

en contraste con las rochelas que se prendían<br />

en las esquinas cercanas. La quinta de los<br />

Cristanis era una abuelita en eterno luto.<br />

Un sábado por la mañana nos estremeció el<br />

grito de un vecino:<br />

—¡Se mató el muchacho de la quinta Cristanis!<br />

Mi abuelo y yo bajamos entre un pequeño tumulto<br />

de gente. Dos patrullas de policía y una<br />

ambulancia estaban mal paradas frente a la<br />

quinta, y dos hombres cargaban como podían<br />

un bulto largo entre una sábana blanca, que<br />

por un lado chorreaba rojo enfurecido. El chamo<br />

se había suicidado con un tiro en la boca.<br />

Las especulaciones eran muchas y diferentes.<br />

—Ese tipo se dejó matar por la soledad, sí es<br />

pajúo, hasta yo me hubiera tomado una de<br />

anís con ese muerto —dijo un adolescente<br />

sobre su moto.<br />

Yo era carajita, apenas tendría ocho años,<br />

pero alcancé a sentir una tristeza madura. A<br />

los días se apagaron los rumores. La quinta<br />

siguió siendo un escabroso silencio, mi barrio<br />

siguió siendo grito y barullo.<br />

Yanuva León<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


el 70<br />

27<br />

Los lunátikos<br />

del 7-Cero<br />

POR mabe chacín<br />

FOTOGRAFÍAS jONATHAN MENDOZA<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


28<br />

Como el fénix, El 70 resurge de sus cenizas. Durante<br />

años permaneció en la hostilidad, como todas las comunidades<br />

al margen de la sociedad. Hoy, gracias a la<br />

voluntad de una comunidad organizada, la historia es<br />

otra: la necesidad no es salir sino quedarse y mejorar<br />

Es la 1 de la tarde de un miércoles cualquiera.<br />

En el barrio El 70 se desata un fogoso partido<br />

de futbolito, mientras, en un extremo de<br />

la cancha, una decena de niños entre 10 y 12<br />

años con uniformes de colegio les hacen barra<br />

a los jugadores. No hay porteros, el reto es<br />

meter gol en un arco diminuto. Al otro lado<br />

empieza una tanda de balones al aro: es una<br />

cancha compartida. De vez en cuando pasa<br />

un transeúnte y termina con alguna pelota en<br />

sus pies o, en el peor de los casos, en su cara.<br />

El bullicio de los niños se mezcla con varios<br />

timbres de martillazos que se producen, al<br />

unísono, en una construcción que está más<br />

abajo: la Escuela Básica Parroquia El Valle.<br />

El estrépito del ambiente se intensifica con<br />

algún pum pum pum a lo lejos, proveniente<br />

de alguna corneta que probablemente estuvo<br />

encendida durante toda la noche anterior.<br />

Es la 1 de la tarde de un miércoles cualquiera<br />

en el barrio El 70 de la parroquia El Valle.<br />

Al final de esa cancha, justo en un cúmulo de<br />

bloques, cemento y cabillas, como en la cima<br />

de una pequeña montaña, se encuentra un<br />

espacio sin precedentes, tomado como ejemplo<br />

en muchas comunas para multiplicarlo: el<br />

Núcleo Cultural 7-Cero, compuesto por una<br />

radio comunitaria, un estudio de grabación,<br />

un estudio de televisión, una sala de ensayo,<br />

salones para talleres y un pequeño anfiteatro.<br />

Y, sin perder su estructura vertical, se le sumarán<br />

un café, un salón de baile y un taller<br />

de serigrafía.<br />

A ese espacio, Cristian Abreu, mejor conocido<br />

como DJ Lunátiko, llega todos los días<br />

a las 6 de la mañana para encender el radio<br />

transmisor y dar comienzo a la jornada diaria<br />

de La Radio Favela, un proyecto de la Misión<br />

Barrio Nuevo Barrio Tricolor inspirado en el<br />

sistema de comunicación por parlantes que<br />

algunas favelas brasileñas usan para informar<br />

a la comunidad sobre actividades y acontecimientos<br />

de la zona. El modelo fue tomado de<br />

una película del año 2002 con el mismo nombre,<br />

Radio Favela, donde se narra la historia<br />

de varios muchachos que fundaron una radio<br />

en la favela Belo Horizonte durante los años<br />

80. No trabaja con dial, sino con parlantes:<br />

cada Consejo Comunal tiene cinco. En total<br />

son treinta parlantes puestos en lugares estratégicos<br />

del sector. Son 12.000 metros de cable<br />

para informar sobre jornadas de vacunación,<br />

cedulación, Mercales, rendición de cuentas de<br />

cada Consejo Comunal y cualquier cosa que<br />

atañe a la comunidad. Luego de dar inicio a la<br />

transmisión, Cristian se queda operando las<br />

máquinas: todas; entre la radio, la sala de ensayo,<br />

el estudio de grabación, el estudio de televisión<br />

y los talleres para formar disc-jockeys,<br />

Lunátiko mantiene su día ocupado.<br />

“Fue un proyecto en conjunto con el Ministerio<br />

de la Juventud llamado Jóvenes de la<br />

Patria. Nosotros fuimos seleccionados para<br />

ser el primer estudio de grabación a nivel nacional.<br />

Fuimos el primer estudio inaugurado<br />

el 27 de febrero del presente año. Todo eso<br />

fue gracias a nuestra organización y al trabajo<br />

que venimos haciendo desde hace mucho:<br />

eventos culturales y deportivos con bastante<br />

frecuencia. Ya teníamos mucho camino adelantado.<br />

Hubo bastantes reuniones, asambleas<br />

y foros para que esto se llevara a cabo.<br />

En un principio Radio Favela era la que iba a<br />

funcionar aquí y el estudio iba a ir abajo, en el<br />

Tiuna, pero después de mucho hablar logramos<br />

que se quedara aquí en el barrio”.<br />

En años anteriores El 70 no era conocido por<br />

su estudio, por su radio o por su eventos deportivos<br />

y culturales, sino por el gen que estigmatiza<br />

a todos los barrios de Venezuela: la<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


29<br />

delincuencia, la violencia, la cultura hegemónica.<br />

“Con este proyecto hemos recuperado<br />

el nombre del barrio, de hecho lo modificamos,<br />

ahora lo llamamos el 7-Cero”. Aunque<br />

no hay mucha diferencia entre 70 y 7-Cero,<br />

el simple hecho de enunciarlo distinto significa<br />

que ha habido un cambio. “Ya hay mucha<br />

gente que lo conoce por su nuevo nombre. Es<br />

como si fuera un barrio nuevo. Hemos limpiado<br />

la mala fama que tenía la zona”.<br />

A Cristian, en el trabajo que ha realizado todos<br />

estos años, le ha tocado la difícil tarea de<br />

hacer cambiar a los jóvenes con conductas<br />

hostiles. Una historia muy dura, que siempre<br />

cuenta cuando se le pregunta cómo el núcleo<br />

ha ayudado en esas transformaciones: “La<br />

mayoría de mis amigos de infancia ya no se<br />

encuentran físicamente. La cosa ha sido dura<br />

y lo primero que se piensa es en buscar el<br />

dinero fácil, ya sea con la delincuencia o las<br />

drogas, y la mayoría no llega ni a los 18 años.<br />

Yo me alejé totalmente de esos escenarios y<br />

gracias a mis padres nunca tuve esas necesidades.<br />

Durante todos estos años he conocido<br />

personas metidas de lleno en la delincuencia.<br />

Siempre aprovecho la oportunidad para invitarlos<br />

al núcleo, les digo que piensen en sus<br />

hijos, en la mala vida que le dan a sus familias,<br />

que se busquen un trabajo. Una historia<br />

que se repite mucho: dejan a la mujer sola, a<br />

la mamá sufriendo y al hijo huérfano”.<br />

Sin embargo, la comunidad de El 70 está<br />

“activa y despierta”, no toleran amedrentamientos<br />

de ningún cuerpo policial. “Los que<br />

más nos han perjudicado son los medios de<br />

comunicación privados: dicen cosas que no<br />

son. Desde que existe el núcleo, como ya te<br />

he dicho, el barrio ha cambiado y cambiará<br />

más con los proyectos que vienen con Barrio<br />

Nuevo Barrio Tricolor; aquí pasan muchas<br />

cosas bonitas, pero no es eso lo que reseñan<br />

los medios privados. Cuando ocurre un incidente<br />

en algún otro barrio cerca de aquí,<br />

meten a El 70 aunque no tenga nada que ver”.<br />

Hace unos meses ocurrió un homicidio en<br />

Cerro Grande e inmediatamente lo vincularon<br />

con El 70, y lo cierto es que “hace años<br />

que aquí no ocurre una tragedia”.<br />

El Núcleo Cultural 7-Cero ha beneficiado a<br />

los —aproximadamente— 6.000 habitantes<br />

del sector, una comunidad integrada por seis<br />

Consejos Comunales. “Lo más importante de<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


30<br />

El parque<br />

cultural<br />

tiuna el<br />

fuerte<br />

fue una<br />

importante<br />

figura en<br />

la creación<br />

del núcleo<br />

cultural<br />

7-cero<br />

—<br />

este proyecto es que el joven que no ha tenido<br />

la oportunidad de estudiar, porque no cuenta<br />

con los recursos, por una barriga prematura o<br />

porque tuvo que empezar a trabajar, tendrá la<br />

opción de acercarse a este tipo de actividades.<br />

Ser disc-jockey, producir radio, ser grafitero,<br />

ser locutor, producir música o bailar pueden<br />

ser motivaciones que alejen a los jóvenes de<br />

los malos caminos”. Un ejemplo claro es la<br />

agrupación Hombres Libres, integrada por<br />

Jesús Sequera, Ángel Serrano y Maifer Bracamonte<br />

quienes, después de salir de la cárcel,<br />

lograron grabar un disco en el núcleo y regenerar<br />

su vida a través de la música.<br />

“El Valle es una parroquia musical”. El estudio<br />

de grabación ha sido una herramienta fundamental<br />

para la preservación de la cultura<br />

local. Salseros, raperos, merengueros, cantantes<br />

de música llanera, productores de música<br />

electrónica, de música reggae y de cualquier<br />

otro género musical han podido documentar<br />

su idiosincrasia, dejarla grabada, dar constancia<br />

de que existe y de que ese producto,<br />

ese logro, por pequeño o grande que sea, se<br />

hizo ahí: en el mismo barrio. “En cualquier<br />

estudio de grabación el costo de la hora no<br />

baja de mil bolívares. Aquí eso es impensable,<br />

a pesar de que tenemos la última tecnología<br />

en software y equipos”.<br />

La historia del Lunátiko empezó con el experimento<br />

de desarmar radios para examinarlos.<br />

Más adelante logró armar una miniteca<br />

a punta de cajones fabricados por él mismo.<br />

Después conoció Tiuna El Fuerte y ahora no<br />

hay rémora que lo detenga. Hace año y medio,<br />

en Épale CCS Nº 4, Cristian echaba su<br />

cuento: “Cuando yo llegué al Tiuna dije: ‘Este<br />

es mi mundo’. Vi esos containers, vi a los muchachos,<br />

vi que estaban produciendo, vi que<br />

estaban bailando y decidí que ahí era donde<br />

tenía que estar”. DJ Cristian Lunátiko, a pesar<br />

de todas las responsabilidades que ahora<br />

tiene, se mantiene en pie. Sigue mezclando lo<br />

imposible: puede pasar de una salsa brava a<br />

un merengue, luego a una cumbia y termina<br />

en un house. Su vida ha girado en torno al audio,<br />

a la ingeniera de sonido, a la música. “Mi<br />

inclinación a este mundo debe ser por todo lo<br />

que veía de niño, con la miniteca de mi papá”.<br />

La semilla del Tiuna<br />

El Parque Cultural Tiuna El Fuerte fue una<br />

importante figura en la creación del Núcleo<br />

Cultural 7-Cero. “Nosotros hemos recibido<br />

mucha información del Tiuna. A donde<br />

quiera que ellos llegan dejan una inquietud<br />

sembrada en los jóvenes. Nuestro nexo<br />

con ellos es muy importante. Allí fue donde<br />

aprendí muchas cosas de las que hoy sé respecto<br />

al audio y a la música”. El modelo del<br />

Núcleo Cultural 7-Cero se repetirá al menos<br />

unas 400 veces en varios estados del país.<br />

Hace dos meses se inauguró uno en Barquisimeto<br />

y, además de la formación diaria que<br />

reciben los muchachos que hacen vida en el<br />

núcleo, se establecen vínculos con otras instituciones,<br />

como el proyecto Onda en el Inces,<br />

donde se enseña la ingeniería de audio.<br />

Los jóvenes que hacen vida en el núcleo<br />

se consideran “multifacéticos y versátiles”.<br />

Cristian es desde radio operador hasta electricista,<br />

también hace trabajos de realizador<br />

audiovisual. Su vida es una mezcla: cuando<br />

no está trabajando en el núcleo, es disc-jockey<br />

en varios clubes, sin mencionar su papel<br />

en la comunidad como vocero del Comité<br />

de Protección de los Niños, Niñas y Adolescentes.<br />

Ha sido reelegido dos veces y próximamente<br />

piensa postularse como vocero de<br />

los Consejos Comunales.<br />

“Nosotros no ganamos ningún sueldo. Una vez<br />

que el Ministerio y la Misión Barrio Nuevo nos<br />

dotó, nosotros mantenemos el espacio a través<br />

de la autogestión”. Cristian hace todo desde su<br />

corazón y, lo más importante, no lo hace por<br />

un beneficio personal sino colectivo.<br />

Claro y raspao!<br />

Como los pobres no planificamos<br />

muy bien eso de tener<br />

muchachos, mis pures, sin<br />

cumplir 20 años, decidieron<br />

darme a luz justo después del<br />

Sacudón, época de neoliberalismo<br />

y perrarina.<br />

Mi caso es un lugar común: me criaron a<br />

duras penas en el oeste de Caracas. En principio,<br />

mi mamá no trabajaba y mi papá vendía<br />

sandalias y correas de cuero, es decir, el<br />

dinero no les alcanzaba pa’ un coño, así que<br />

de cuando en vez le mendigaban un poquito<br />

de plata a mis abuelos, que también eran pobres.<br />

En pocas palabras, las condiciones que<br />

nos tocó vivir no fueron fáciles. Chambeamos<br />

desde carajitos, porque el hambre pesa y las<br />

opciones no eran muchas. Pero a pesar de<br />

todo mi infancia fue de pinga, o por lo menos<br />

así la recuerdo; los fines de semana con mis<br />

primos, jugando desde tempranito hasta que<br />

mi tía me gritaba desde la esquina que tenía<br />

que regresar a la casa porque eran más de<br />

las diez de la noche y a esa hora los carajitos<br />

se tienen que dormir.<br />

Yo vivo justo al frente de una de las entradas<br />

de la quebrada de Catuche en La Pastora,<br />

muy cerca de la Av. Baralt. Allí he visto pasar<br />

la mayor parte de mi vida y la de mis vecinos.<br />

Hago énfasis en esto porque en el barrio<br />

todo el mundo sabe y quiere saber de todo<br />

el mundo, y esto es algo que nos diferencia<br />

fundamentalmente de quienes se criaron<br />

en alguna zona privilegiada. Por más que<br />

la junta de vecinos en una residencia hable<br />

de alguien, allí nadie quiere saber de nadie.<br />

Para nosotros la comunicación es cotidiana,<br />

nuestras relaciones son —o terminarán<br />

siendo— públicas. Al contrario, para la gente<br />

que se crío en zonas acomodadas comunicarse<br />

es un ejercicio calculado, frío, privado.<br />

Ese modelo comunicacional que germinó<br />

en las zonas populares del país fue el que<br />

utilizó nuestro comandante Chávez y, ahora,<br />

nuestro actual presidente obrero Nicolás<br />

Maduro. Sin pelos en la lengua se dice lo que<br />

se tenga que decir, de forma franca, sincera<br />

y abierta. Nunca más nuestro lenguaje será<br />

oprimido, porque ahora el pueblo es el que<br />

tiene la palabra.<br />

¡Háblale!<br />

Osmar Romero<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.


LA TOMA<br />

31<br />

CON FRÍO<br />

Y CABALLOS<br />

CONVIVEN<br />

EN EL BARRIO<br />

POR KAY YAM HUNG<br />

FOTOGRAFÍAS AMBROSIO PLAZA<br />

Caracas, 20 de julio de 2014.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS


32<br />

AQUÍ SE PUEDE estar tranquilo. PARA LOS VECINOS<br />

NO ES FÁCIL VIVIR CON LOS ANIMALES, PERO APOYAN<br />

A LOS MUCHACHOS PORQUE DE ESA MANERA SE GANAN LA VIDA<br />

Para muchos El Junquito es un lugar para<br />

pasar el día caminando, comiendo, paseando<br />

en caballo; sin embargo, para otros es su<br />

hogar. Es que detrás de los locales del pueblo<br />

se encuentra el barrio La Toma; tiene aproximadamente<br />

50 años desde que las primeras<br />

familias comenzaron a vivir allí.<br />

Cuando íbamos bajando por las escaleras se<br />

podía sentir el olor a café recién colado, al<br />

fondo se escucha una música llanera y una<br />

neblina que no te deja visualizar qué tan lejos<br />

queda la última casa.<br />

Luis Mujica es un muchacho de 26 años de<br />

edad y padre de cuatro hijos que tiene toda<br />

la vida viviendo en el barrio: “Desde que nací<br />

este ha sido mi hogar, yo me crié en el barrio<br />

así como también lo habrá hecho mi mamá y<br />

mi papá, porque siempre han vivido aquí”.<br />

Se dedica a la construcción, pero trabaja fines<br />

de semana y feriados haciendo paseos a<br />

caballo. En este último trabajo es que lleva<br />

más tiempo. “Apenas me levanto le doy de<br />

comer a los animales y los llevo hasta arriba<br />

para que se queden el día allá”, cuenta Luis<br />

mientras va subiendo por las escaleras a El<br />

Niño, uno de sus seis caballos.<br />

Muchos de los muchachos que viven en La<br />

Toma se sustentan con este trabajo, que es una<br />

de las principales atracciones turísticas para<br />

los visitantes de El Junquito. La señora Victoria<br />

Lopesa, residente del barrio por casi 40<br />

años, nos decía que no es fácil convivir con los<br />

caballos ahí. Ellos, como vecinos, tienen que<br />

apoyarlos porque ese es el sustento de muchas<br />

familias: “Cómo le vamos hacer eso, no los podemos<br />

sacar”, dijo mientras seguía su camino.<br />

Anteriormente todo el barrio se llamaba La<br />

Toma y ahora, con los Consejos Comunales,<br />

se han dividido por sectores. Algunos de ellos<br />

son: Santa Barbara, Pollo Guindado y El Hueco.<br />

Según los vecinos es un lugar tranquilo<br />

para vivir. Todavía cuentan con manantiales<br />

naturales y, lo más importante, con gente honesta;<br />

claro, siempre hay uno que otro que se<br />

la da de vivo y quiere hacer de las suyas.<br />

Al final de las escaleras se encuentra un potrero<br />

improvisado con techo de zinc, donde<br />

están algunos de los caballos.<br />

Luis nos cuenta que antes tenían la tradición,<br />

todos los diciembres, de hacer un nacimiento<br />

viviente con todos los protagonistas<br />

de la Nochebuena. Él prestaba los caballos<br />

para que los Reyes Magos llegaran con las<br />

ofrendas para el niño Jesús: “Lástima que<br />

esa tradición la hemos perdido, espero que<br />

la retomemos otra vez”.<br />

Nos agarró la lluvia subiendo y unas muchachas<br />

están tratando de llevarse a un<br />

abuelito para vacunarlo. Ese día había una<br />

jornada de vacunación para los habitantes<br />

y así evitar que les de gripe y pulmonía.<br />

Ellas siguieron su camino y nosotros buscando<br />

refugio por un rato.<br />

El papá de Nancy Méndez fue uno de los<br />

primeros habitantes del barrio, tiene 76 años<br />

y atiende un quiosco en el pueblo en el que<br />

vende chucherías. Ella trabaja con él solo los<br />

fines de semana, se ayudan el uno al otro.<br />

Al igual que Luis, Nancy tiene toda la vida viviendo<br />

en el barrio; si tuviera la oportunidad<br />

de ir a un lugar mejor lo haría. Pero mientras<br />

no pueda se siente cómoda ahí, pues la gente<br />

es sana todavía y afirma que ahora con los<br />

yips es una bendición llegar a la ciudad.<br />

Según un vecino (o como se hace llamar: un<br />

“junquiteño rencauchado”), a veces se escucha<br />

La Sayona por el barrio buscando a su hijo<br />

muerto ¿o será que se confunden con el llanto<br />

de alguien real? Lo cierto es que hay que tenerle<br />

más miedo a los vivos que a los muertos.<br />

Él relata que desde pequeño se la pasaba<br />

por las montañas de El Junquito y nos contó<br />

la historia del porqué ese pueblo tiene ese<br />

nombre, mientras nos enseñaba unas fotos<br />

viejas: “En la laguna que abarcaba el espacio<br />

donde se construyó la Plaza Bolívar del<br />

pueblo, abundaban las matas de junco, una<br />

planta parecida al cebollín. Y como aquí en<br />

el pueblo, que está más arriba, también se<br />

encontraba la planta, le pusieron a la parroquia<br />

El Junquito, se le agregó el diminutivo”.<br />

Luis nos cuenta que una vez iba bajando a<br />

las 9 de la noche a lomo de su caballo por<br />

las escaleras y se cayó encima de una de las<br />

casas, y dio gracias a Dios por no haber nadie<br />

dentro de la habitación porque, de haber<br />

estado, “no lo cuenta”. Ni al caballo ni a él le<br />

paso gran cosa y solo el techo de acerolit fue<br />

el que sufrió las consecuencias.<br />

Así como Luis, los vecinos están de acuerdo<br />

que La Toma es un barrio en donde pueden<br />

criar a sus hijos mientras trabajan en<br />

el pueblo. Como dijeron todos con quienes<br />

hablé: “¡El barrio es tranquilo, aquí todo<br />

está bien!”.<br />

Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.

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