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Editor Jefe<br />
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CORRECTOR<br />
Rodolfo Castillo<br />
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Daniela Fernández<br />
Colaboran en esta edición<br />
José Roberto Duque, María Cristina Martínez,<br />
Gabriel Ramírez, Yanuva León, Osmar Romero,<br />
Instituto Geográfico de Venezuela Simón Bolívar,<br />
José Rivera y Marco Parra. Archivo Ciudad CCS.<br />
Ilustración de portada: Alfredo Rajoy.<br />
Impresión<br />
Editorial Metrópolis, C.A.<br />
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Una publicación de la<br />
contenido<br />
02<br />
— Caracas<br />
Vivir en el cerro<br />
11<br />
— plan de manzano<br />
Una zona viable para vivir<br />
23<br />
— san agustín del sur<br />
Todos los barrios unidos...<br />
31<br />
— la toma<br />
Frío y caballos conviven en el barrio<br />
07<br />
— cruz de la vega<br />
De monte y culebra...<br />
18<br />
— la esperanza<br />
Cerca de la montaña<br />
27<br />
— el 70<br />
Los lunátikos del 7-cero<br />
FE DE ERRATA<br />
En la edición número 86 atribuimos erróneamente la fotografía de la sección<br />
“Vive Caracas” a Ambrosio Plaza. Su autor es Jonathan Mendoza.<br />
Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, 2014.<br />
Premio Municipal de Periodismo “Guillermo García Ponce”, 2014.
02<br />
CARACAS<br />
Vivir<br />
en el cerro<br />
POR Gustavo Mérida<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
03<br />
FOTO JONATHAN MENDOZA<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
04<br />
eran los años 80 cuando “Malula”, de Radio Rochela,<br />
decía que amaba al cerro porque había nacido en él,<br />
que su primer mal paso lo había dado en el cerro,<br />
pero que con gusto se mudaría a una zona de clase<br />
alta. Este “vivir en el cerro” es de esa época... y de esta<br />
No hay luz. Es febrero de 1989 y desde el cerro,<br />
en La Bandera, Juan enciende una linterna.<br />
Se asoma por la ventana, una ventana<br />
de esas que se abren bajando una palanca<br />
y que, en lugar de vidrios, tienen metal. La<br />
linterna apunta a los callejones, a otras casas<br />
y se diluye en la avenida Nueva Granada.<br />
Se oye la ráfaga de un FAL. Un par de<br />
proyectiles atraviesan la ventana. Juan apaga<br />
la linterna, se tira al suelo y se sorprende<br />
de estar vivo. Ya no se vuelve a asomar.<br />
Los cerros están unidos desde más allá de<br />
las paredes sin frisar hasta más acá del proyecto<br />
tricolor, desde más allá de El Valle<br />
hasta más acá de La Bandera. En El Cementerio,<br />
te puedes perder en Los Alpes.<br />
En 1° de Mayo el hilillo de agua putrefacta<br />
y verde bajaba sin prisa y sin pausa. Era<br />
mediados de 1977. Ya los cubanos tenían<br />
rato ayudando a los angoleños a dejar de<br />
ser colonia y Oscar Torres, de Los Sin Techo,<br />
el barrio de al lado, tenía seis meses<br />
de edad. Juan no lo conoció personalmente<br />
pero sí a su familia, conformada por algunos<br />
albañiles y un maestro de obras con<br />
quien competía para beberse más rápido<br />
las cervezas.<br />
Alguna vez, desde la ventana, otra ventana<br />
en el cerro, cerca de la medianoche<br />
y acabando de entrar, Juan se animaba<br />
a despegar el cable y le daba vueltas al<br />
bombillo como un vaquero de los Estados<br />
Unidos cuando va a enlazar. En realidad<br />
lo hacía desde la cornisa, pero no<br />
sabía que se llamaba así. Desde la avenida<br />
Roosevelt su novia respondía apagando<br />
y prendiendo el bombillo de su balcón.<br />
FOTO JOSÉ RIVERA<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
05<br />
Esas señales eran puro romanticismo entre<br />
la clase media y la otra clase. Y Juan<br />
olió pega en otro cerro de El Cementerio,<br />
y un perro casi le muerde las nalgas, y desde<br />
las cornisas (que es lo que sobra en los<br />
cerros) vio la ciudad allá abajo, a través<br />
de amaneceres, oyendo rock and roll y a<br />
Alí Primera con su pana del liceo, Binder,<br />
quien tenía las orejas como murciélago y<br />
el pelo impermeable.<br />
En su casa comían —o asaltaban la nevera—<br />
caraota con espagueti y huevo frito,<br />
todo revuelto. Pan con sabor a cucaracha<br />
que no sabe tan mal cuando tienes hambre.<br />
Comer directo de la olla o la sartén te ahorra<br />
fregar o que te formen un peo por no<br />
hacerlo. La abuela de Binder les permitía,<br />
solidaria, ciertas conductas porque, desde<br />
entonces, las abuelas preferían que uno se<br />
quedara en su casa y no anduviese realengo.<br />
En el cerro siempre, siempre, donde come<br />
uno comen dos, donde comen dos, tres, y<br />
así sucesivamente. Cuando, después de la<br />
tercera cerveza, tienes que orinar, meas justo<br />
en el desagüe, porque así no se arrecha la<br />
gente que pasa por ahí.<br />
Bañarse con tobito, quitarse el jabón azul<br />
(que también sirve para el pelo), comprar<br />
la bombona de gas y volver a llenar los tobos<br />
de madrugada. Comprar la bombona<br />
de anís.<br />
Cargar agua es un ritual. Equivale a ir a<br />
un museo a meditar. Piensas mientras ves<br />
el chorrito, doblas la manguera y te mudas<br />
para el otro tobo; te hueles los dedos y todavía<br />
te huelen a esa totona especial que huele<br />
igual pero diferente.<br />
Los domingos le compras empanadas a la<br />
señora Petra, que las hace bien sabrosas y<br />
con la masa finita. Te las llevan hasta tu casa<br />
sus hijos, que andan con los platos por el<br />
cerro dejándolas y luego pasan buscando el<br />
plato y la plata.<br />
En diciembre comes en cuanta casa te invitan<br />
y comes que jode porque a nadie le gusta<br />
que no coman lo que ofrecen. La pobreza se<br />
diluye entre tanta hallaca y pan de jamón.<br />
También atracaron a Juan: le quitaron una<br />
vez cincuenta céntimos, que era todo lo<br />
que tenía justo antes de subir las escaleras<br />
que casi terminaban en el cielo. Y Juan se<br />
creía poeta:<br />
La vida sin luz, sin madrugadas, sin pensar<br />
la poesía inscrita en los anaqueles<br />
la juvenil esperanza de alguna circunstancia<br />
y cogerte a tu mujer por el culo<br />
o meterle el dedo en el culo y cogerla por<br />
[delante y por detrás.<br />
Desde el cerro se mira a Petare desde Petare<br />
en la tarde se mira basura<br />
y más basura mientras compras el pan.<br />
Para la iglesia<br />
un monaguillo es la alimaña necesaria.<br />
En el cerro tomas de pico la poca agua de la<br />
[nevera<br />
y te arrecuestas, y te agachas y te arrebatas<br />
[agachao.<br />
Y no todos lo hacen.<br />
Subir el cerro a pie tiene un ritmo variable<br />
de trasnocho, de cansancio, de esperanza,<br />
de enamoramiento, de familia. De deseos<br />
de no subirlo, de mirar la televisión o masturbarse<br />
en silencio. Una vez arriba, en la<br />
seguridad del callejón, tu callejón, o de la<br />
esquina (porque también hay casi tantas<br />
Subir el cerro a pie tiene un<br />
ritmo variable de trasnocho,<br />
de cansancio, de esperanza,<br />
de enamoramiento, de familia<br />
—<br />
FOTO ASDRúBAL BRICEÑO<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
06<br />
esquinas como cornisas), te vacilas la existencia.<br />
La gente se conoce. Se saluda con la<br />
consabida, y masculina, elevación del mentón<br />
y se inventan excusas para comprar en<br />
la casa, que también es abasto, donde no te<br />
fían nada porque te la pasas rondando ya<br />
que allí vive esa muchacha tan bonita.<br />
Cuando llueve baja toda la basura, colchones<br />
y se hace un río que se atraviesa. Y si<br />
llueve muy fuerte hasta baja un cuerpo<br />
muerto que se llama, también, “peluche”.<br />
Antes que amanezca baja la gente, recién bañada<br />
y enratonada, ellas con el pelo mojado,<br />
negro y sabroso. Los yises suben vacíos a<br />
esta hora y se forman enormes colas de gente<br />
que madruga, quienes, según, son puros flojos.<br />
Flojos porque son explotados y quieren<br />
huir a las cinco de la tarde. Flojos y ladrones<br />
porque nos rebuscamos. Reivindicamos la<br />
explotación y por eso me tumbo las pinturas,<br />
las resmas, las propinas, ¿o no? Porque<br />
cuando le dieron el destornillador de pala y<br />
le dijeron: “Trae cuatro tazas”, él fue y se paró<br />
frente al carro, puso el destornillador y casi<br />
saca la primera, pero no se atrevió. Esa orden<br />
de iniciación no se la dieron en el cerro. Se<br />
truncó el apoderarse de lo ajeno como forma<br />
de conseguir billete. Pero hay que revisar<br />
qué es lo verdaderamente ajeno, porque<br />
al maldito que cobra comisión por venderte<br />
un carro de venezuelaproductivaautomotriz.<br />
mppi.gob.ve no le pertenece, realmente, ese<br />
dinero. Porque no es un rebusque. O el otro<br />
maldito hijo de puta que consigue dólares<br />
a menos de diez, escribiendo cualquier documento<br />
y cargándolo en un maletín, para<br />
luego venderlos a más de 70. A ese provoca<br />
pegarle un quieto.<br />
Y hablando de pegar quietos, aprovecho<br />
esta perorata sin fe de erratas para escribirle<br />
un mensaje al hampa. El hampa lee la prensa,<br />
hojea revistas, va al cine, sale con la jeva.<br />
Alguna vez Richard Peñalver dijo que “el<br />
hampa está con Chávez”. Cada quien elige<br />
cómo ganarse la vida. Si lo tuyo es ir pen-<br />
FOTO JONATHAN MENDOZA<br />
En diciembre<br />
comes en<br />
cuanta casa<br />
te invitan y<br />
comes que<br />
jode porque<br />
a nadie le<br />
gusta que no<br />
coman lo que<br />
ofrecen<br />
—<br />
diente de tal, bueno, es tu peo. Hay una vaina<br />
que se llama chavismo que te invita, de<br />
pana y todo, a otra cosa. Pero si decides seguir,<br />
he aquí lo revolucionario: el cachazo.<br />
Duro. Contundente. No quites una vida por<br />
una mariquera. No siempre es fácil entender<br />
que “quieto es quieto”. Por nerviosismo,<br />
porque le costó que jode ganárselo o por lo<br />
que sea, es posible que la reacción —de alguien<br />
que a lo mejor está pelando más bola<br />
que tú— no sea quedarse quieto. Si sucede,<br />
no tienes que disparar. Le dices que no te<br />
vea y le clavas un cachazo duro, durísimo,<br />
en la cabeza. O dos, o tres. Se la rompes pa’l<br />
coño. Y el tipo se va con el güiro roto pero<br />
se lo puede contar a su mujer y abrazar a sus<br />
hijos en la noche. No le quites esa vaina. No<br />
seas tan coño ’e tu madre.<br />
Ahora hay mototaxis<br />
Pero también hay comunas. Radios que<br />
hoy son más que unos altoparlantes. Ministerios<br />
de las tablitas de salvación y ministerios<br />
del Poder Popular. Pero así como<br />
hay gente que desea seguir viviendo en la<br />
calle por diversas razones, hay gente que<br />
no quiere ser parte del Consejo Comunal.<br />
Gente que saludamos con el consabido<br />
movimiento de mentón.<br />
Las mujeres en sus casas tienen lo socioproductivo.<br />
Se animan, como antes, como<br />
siempre, y son las primeras en organizarse.<br />
Son las primeras en creer que las cosas<br />
pueden cambiar. Te mandan a poner eso<br />
aquí o más allá porque es muy pesado, solo<br />
por eso. Y se sientan y trabajan, o se paran<br />
y trabajan, y creen que Consejo Comunal<br />
es igual a Poder Popular. Aunque algunas<br />
se distraen, hasta se mueren, colocándose<br />
culos postizos; son las menos. Juan tuvo sus<br />
15 minutos de fama y aprovecha para decir<br />
que quiere a su mamá y a su papá, aunque<br />
todo haya sido como fue.<br />
Entonces, Caracas cumple años, y tal. Un<br />
poeta de verdad dijo una vez que la había<br />
visto reír, que la había visto llorar. Caracas<br />
cumple años y no está el Comandante,<br />
quien caminó por Prado de María y en más<br />
de una pata ’e cerro estuvo. Cumple y lo extrañamos,<br />
lo queremos. Mientras la gente<br />
de los cerros hace lo que tiene que hacer<br />
para que el Poder Popular esté donde tiene<br />
que estar, sigue pendiente de la gente de los<br />
cerros, Nicolás.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
CRUZ DE LA VEGA<br />
07<br />
de monte y culebra<br />
a barrio vertical<br />
POR ROCÍO CAZAL<br />
FOTOGRAFÍAS AMBROSIO PLAZA<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
08<br />
En 1936 ya existía Cruz de la Vega. Los ranchos eran de<br />
madera y zinc hasta los años 50. Las condiciones eran<br />
precarias, pero los vecinos se levantaron al construir<br />
con ladrillos y cemento. Ahora hay 200 familias allí y<br />
la lucha por un mejor convivir está presente en todos<br />
Cuando hablamos de barrio, siempre se<br />
piensa en un gran cerro y en viviendas en<br />
alto riesgo. No. Pasajes, calles y callejones<br />
también forman parte de ese terruño que<br />
le da sentido de pertenencia a la gente que<br />
allí habita.<br />
Eso ocurre en Cruz de La Vega, un pequeño<br />
barrio que está algo escondido, en la parroquia<br />
San Juan, y que no llega ni a media<br />
cuadra. Allí casi todos se conocen y tienen<br />
todo a la mano: preescolares, colegios, ferreterías,<br />
lavanderías, abastos, un módulo<br />
de Barrio Adentro y demás.<br />
La señora Juana Mercedes Celis, mejor<br />
conocida como Juanita, de sus 80 años de<br />
vida lleva 77 viviendo allí. Es fundadora del<br />
lugar, al que llegó a los tres años junto a su<br />
mamá Asunción Yépez y su abuelita María<br />
Teresa Yépez.<br />
“Esto aquí era monte y culebra. Nosotras<br />
fuimos las primeras que llegamos aquí.<br />
Veníamos de Maracay a la plaza Capuchinos<br />
en el año 36 y, como estábamos recién<br />
llegadas, no hallábamos para dónde agarrar.<br />
Al frente había una pensión de un<br />
señor llamado Manuel Yambó, un negrote<br />
él, trinitario. Ellas hablaron con él para<br />
que pudiéramos alojarnos. Yo estaba muchachita,<br />
pero me acuerdo como si fuera<br />
ahorita. Ahí estuvimos un tiempito, pero<br />
eso lo iban a tumbar y él le dijo a ellas que<br />
teníamos que desalojar, pero que tenía<br />
aquí un pedacito de terreno y que nos lo<br />
iba a vender. Tenían que pagar un bolívar<br />
por día hasta llegar a 300”.<br />
Por supuesto, un bolívar era bastante para<br />
la época, pero la madre y abuela de Juanita<br />
lograron costearlo con esfuerzo y sudor.<br />
Allí, el señor Yambó les vendió un quiosco<br />
de lona verde, donde vivieron un tiempo,<br />
siempre pendientes de que los alacranes<br />
no las picaran. Después se fueron instalando<br />
otras familias y todos habían hecho<br />
sus ranchitos con tablitas de madera y zinc.<br />
Recuerda, incluso, que para la época había<br />
carretas arreadas a caballo.<br />
¿Cuándo comenzaron a sustituir los ranchos<br />
por casas? La señora Juanita recuerda<br />
que pasaron muchos años viviendo así porque<br />
los gobiernos de Eleazar López Contreras<br />
y de Isaías Medina Angarita no dejaban<br />
que hicieran otro tipo de construcción.<br />
Velas, leña y tobitos<br />
Las condiciones de vida eran muy precarias.<br />
No contaban con servicios de electricidad y<br />
mucho menos de agua. Las velas, lámparas<br />
de gas y tobitos eran la orden del día para<br />
las familias que allí residían. La leña también<br />
formaba parte de sus vidas a la hora<br />
de cocinar.<br />
“Esto era un campo. De hecho, siempre<br />
íbamos al Guaire, que estaba limpio. Allí lavábamos.<br />
La gente también venía hasta acá<br />
y se bañaba ahí. También pasábamos hacia<br />
el otro lado, que era puro monte” (ese otro<br />
lado ahora es la parroquia El Paraíso).<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
09<br />
Luego, las casas con bloques y cemento comenzaron<br />
a construirse en el barrio Cruz<br />
de La Vega a partir del gobierno de Marcos<br />
Pérez Jiménez. Todas esas viviendas se hicieron<br />
con mucho esfuerzo, con los recursos<br />
de sus residentes.<br />
Pero ya el barrio se llamaba así, desde que<br />
tiene uso de razón la señora Juanita, porque<br />
la esquina que da hacia la avenida San Martín<br />
se llama así, aunque la señora Zenaida,<br />
vocera del Consejo Comunal Francisco<br />
Pancho Rodríguez, señala que un monseñor<br />
que llegó a Caracas quería hacer una<br />
santidad en cada parroquia. Por eso creó las<br />
esquinas de Crucecita, la de Cruz Verde y<br />
Cruz de La Vega, por nombrar algunas.<br />
Allí, cuenta la señora Juanita, han pasado<br />
muchas cosas, pero la historia más increíble<br />
que recuerda fue cuando, al frente de su<br />
casa, un hombre se ahorcó amarrado a una<br />
mata y, luego, otro también hizo lo mismo<br />
en otra vivienda aledaña. ¿Crisis económica?<br />
¿Mal de amores? No, ella piensa que el<br />
motivo principal fue la manera exagerada<br />
que tenían de consumir aguardiente.<br />
En la unión<br />
está la fuerza<br />
Juanita fue enfermera de la Maternidad<br />
Concepción Palacios durante 40 años y<br />
poco a poco fue construyendo su modesta<br />
vivienda de cemento.<br />
Para los años 90 había 36 casas. A medida<br />
que ha pasado el tiempo, el barrio creció mucho,<br />
pero hacia arriba. Ese pedazo tiene casas<br />
hacia la vereda y hacia atrás y cada quien<br />
construye pisos encima de cada techo. Ahora<br />
hay 200 familias allí: unas despreocupadas<br />
porque son sus viviendas y no le deben nada<br />
a nadie, otras están alquiladas.<br />
Sin embargo, ya constituidos, la angustia<br />
llegó en un momento para los habitantes<br />
del barrio Cruz de La Vega. Por los 90 llegaron<br />
unos árabes a decir que eran supuestos<br />
dueños de esos terrenos y comenzaron una<br />
pugna legal, pero en Maracaibo. Algo muy<br />
extraño, pues muchos de sus fundadores tenían<br />
más de 50 años residiendo allí.<br />
“Querían tumbar todo esto, entonces nos<br />
unimos y cada uno tenía una misión. A mí<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
10<br />
Juanita es<br />
referencia en<br />
el barrio. Allí<br />
tuvo a sus<br />
hijos, tres de<br />
ellos paridos<br />
en su casa. Se<br />
graduó en la<br />
Misión Ribas<br />
hace 10 años<br />
—<br />
me tocó ir donde el síndico procurador, a<br />
otro a la Gobernación del Distrito Federal<br />
y así… Andábamos en las calles con unas<br />
pancartas y nos fuimos para Radio Rumbos,<br />
a la televisión y a los periódicos a denunciar<br />
a los árabes que se querían coger esto. Entonces<br />
nos fuimos la señora Zenaida y yo a<br />
Maracaibo. Nos movimos. Llevamos actas de<br />
matrimonio, de defunción y de nacimiento,<br />
facturas de luz. Todo eso. Hasta busqué una<br />
carta que mi abuelita le había hecho al señor<br />
Manuel Yambó donde le pedía a él su papel<br />
de propiedad o algunas escrituras de ese pedacito<br />
de terreno, porque ella le había pagado<br />
los 300 bolívares. No la conseguí, pero llevamos<br />
todos nuestros papeles. Resulta que los<br />
documentos de esos árabes estaban viciados.<br />
Eran forjados. Eso lo ganamos nosotros y no<br />
nos citaron más nunca”.<br />
A partir de allí, los vecinos tienen títulos<br />
supletorios sobre bienhechurías porque el<br />
terreno es de la municipalidad. Este documento<br />
les vale como título justo y auténtico<br />
para legitimar la posesión de las viviendas<br />
que construyeron. Por allí, la tranquilidad<br />
llegó a sus residentes.<br />
Pero no solo eso les genera paz. Para la señora<br />
Juanita, en este barrio se puede vivir, a pesar<br />
de los tiempos de violencia que escucha de<br />
otros lugares. “Siempre pasa una que otra cosita,<br />
pero yo le doy gracias a Dios porque salgo,<br />
vengo, voy y, de verdad, no veo que haya<br />
delincuencia acá. A veces dicen que vienen<br />
unos muchachos de El Guarataro para acá a<br />
jugar basquetbol y las mujeres se ponen ahí a<br />
hablar con ellos y los corren, pero yo no veo<br />
que haya mayores problemas”.<br />
Pero para tener más tranquilidad aún,<br />
cuentan con un módulo de Barrio Adentro<br />
“a pata ’e mingo”, como se dice. Ha sido lo<br />
mejor para ellos, a la hora de tener alguna<br />
emergencia médica primaria.<br />
La hija de la señora Juanita, Iliani Córdova,<br />
fue una de las que lucharon por ese módulo.<br />
“Tú sabes que se hizo una petición. Vinieron<br />
unos ingenieros y nada que terminaban<br />
la obra. Se hacían los locos y decían que se<br />
habían acabado esos reales. Entonces ella<br />
iba hasta Fuerte Tiuna, y a varios lugares, a<br />
hablar para que se culminara, hasta que por<br />
fin se hizo”. Incluso, Iliani trabajó allí como<br />
enfermera hasta hace tres años, cuando<br />
murió de una enfermedad pulmonar.<br />
Lo cierto es que la señora Juanita es referencia<br />
en el barrio. Allí tuvo a sus hijos, tres de<br />
ellos paridos en su casa. Se graduó en la Misión<br />
Ribas hace 10 años y desde 1996 goza<br />
de los beneficios de jubilación y pensión.<br />
Ahora, el Consejo Comunal tiene un proyecto<br />
de gas directo (aún cocinan con<br />
bombonas), tendrán un espacio para la recreación<br />
infantil y cuentan con otros dos<br />
planes: uno socioproductivo (taller de costura)<br />
y otro de viviendas para 77 familias,<br />
pues algunas están alquiladas, arrimadas<br />
y/o hacinadas.<br />
Asimismo, cuentan con un espacio para<br />
construir un polideportivo, aunque la mayor<br />
lucha que tienen es que salgan unos<br />
galpones de cerámica de allí (que antes<br />
eran una casa de vecindad, luego funcionaba<br />
el canal 5 y después fue el Palacio de<br />
los Deportes). No tiene lógica, para la señora<br />
Zenaida, del Consejo Comunal, que<br />
esos galpones estén allí, porque perjudican<br />
el ambiente y la salud de los habitantes.<br />
Sí, la lucha continúa en Cruz de La Vega,<br />
pero también persisten las alegrías: Juanita<br />
y sus vecinos participan en los carnavales,<br />
en las fiestas de San Juan y en las parrandas<br />
decembrinas. Todos, unos más que otros,<br />
están unidos por las buenas causas.<br />
Caramelo, tabaco<br />
y chocolate<br />
Un día de 1994 me avisaron<br />
que en la cancha del bloque<br />
18 del 23 de Enero, allí, a pocos<br />
metros de donde yo vivía,<br />
iba a presentarse el Sexteto<br />
Juventud. Una gracia más de<br />
la gente de la Coordinadora Simón Bolívar<br />
que solía, y suele, sorprender a la gente de<br />
la parroquia con sus invitados estelares, con<br />
sus humildes actividades que de pronto se<br />
convierten en conciertos para la historia. Así<br />
que esa noche invité a mi hermana mayor,<br />
Morella, y juntos fuimos para allá a presenciar<br />
la cosa. Grata sorpresa: ahí estaba<br />
ya Carlos Quintana, "Tabaco". Juan nos<br />
presentó al viejo, y al rato se montó en esa<br />
tarima a sonear.<br />
Varias cosas inolvidables tuvo para mí ese<br />
toque. Una, que a mitad de su presentación<br />
el inolvidable cantante se dirigió al público<br />
más o menos con estas palabras: "Bueno señores,<br />
yo sé que ustedes vinieron aquí fue a<br />
escuchar salsa, a vacilarse el son sabroso del<br />
Sexteto. Pero les pido que me disculpen un<br />
momento, porque hay una pieza que yo pegué<br />
hace un montón de años y que a los salseros<br />
no les gusta mucho porque les suena a guachi-guachi.<br />
Yo siempre la canto cada vez que<br />
me presento porque le tengo mucho cariño.<br />
Es que esa canción me dio de comer muchos<br />
años, y también dio a conocer al grupo en todas<br />
partes. Entonces, me disculpan ustedes,<br />
pero yo la voy a cantar aquí también".<br />
Acto seguido comenzó a sonar el Sexteto<br />
Juventud en ritmo de bugalú (¿o de twist?)<br />
y Tabaco nos metió en el túnel del tiempo<br />
y nos arrancó la ovación de la noche con<br />
aquella canción que dice: Tú eres caramelo<br />
‘e chocolate / Tú eres la alegría de mi vida…<br />
El hombre cantó también esa pieza que los<br />
presos convirtieron en su himno, “La Cárcel”<br />
(Cuando se desea / la bonita libertad...)<br />
y otras que pegó más tarde con Tabaco y sus<br />
Metales. Carlos Quintana murió pocos meses<br />
después de ese toque (mayo de 1995),<br />
cuya segunda cosa inolvidable es una que<br />
seguramente mi hermana tampoco olvidará<br />
jamás: Tabaco no le quitó los ojos de encima<br />
ni un instante, mientras cantaba.<br />
José Roberto Duque<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
pLAN DE MANZANO<br />
11<br />
UNA ZONA<br />
viable<br />
PARA VIVIR<br />
POR kAY YAM HUNG<br />
FOTOGRAFÍAS AMBROSIO PLAZA<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
12<br />
al igual que otras zonas populares de nuestra urbe,<br />
plan de manzano se configura como esa especial forma<br />
de vivir del caraqueño: una permanente dialéctica<br />
comunal. a pesar de las tragedias vividas en el lugar<br />
vuelven porque ese es su hogar<br />
La carretera vieja Caracas-La Guaira es<br />
poco utilizada hoy en día por los caraqueños,<br />
y cuando lo hacen es solo para evitar<br />
las colas. Sin embargo, este camino no es<br />
solo un desvío. Desde hace muchos años<br />
es el hogar de numerosas familias que a<br />
pesar de las tragedias ocurridas en el lugar<br />
regresan.<br />
Blanca Velázquez vive allá desde que nació,<br />
tiene 30 años, trabaja en la Asamblea Nacional<br />
como suplente auxiliar de mantenimiento<br />
y vende bollos los viernes. “Solo el<br />
bollo por ahora”, dijo mientras nos montábamos<br />
en la primera camioneta para ir a su<br />
casa, que se aborda en toda la entrada de<br />
La Guaira. A cualquier hora que llegues vas<br />
a conseguir transporte que te deja en Plan<br />
de Manzano.<br />
Mientras subíamos podíamos ver la “trocha”.<br />
Se acordó del tiempo en que se cayó el viaducto<br />
y una de las pocas opciones para llegar<br />
a Caracas era por la carretera vieja. “Los vecinos<br />
y yo invertimos el dinero que teníamos<br />
en comprar agua, refrescos y chucherías para<br />
venderle a la gente de la cola, que podía durar<br />
seis horas o más. Fue una manera en que<br />
nos ayudamos para conseguir dinero durante<br />
todo ese tiempo”.<br />
Al llegar a Plan de Manzano fue como si estuviéramos<br />
en una zona comercial: abastos,<br />
farmacias, carnicería, licorería, panadería,<br />
de todo. También hay un dispensario que<br />
atiende a los habitantes de todos los sectores.<br />
La joven recordó que este lugar fue<br />
donde trabajó por primera vez, básicamente<br />
lo que hacía era anotar a los que iban<br />
llegando. En una esquina se encuentra la<br />
iglesia Centro Lorenzo Herrera Mendoza,<br />
en la que los niños y niñas se bautizan y los<br />
adolescentes hacen su primera comunión y<br />
confirmación.<br />
“Es como la capital de aquí, el punto céntrico<br />
para agarrar a otros sectores”, afirmó Blanca<br />
mientras seguíamos el camino.<br />
Algunos de los sectores son La Colina, La<br />
Torre, Ojo de Agua, Nuevo Día, El Limón,<br />
El Futuro, El Porvenir, El Paují y el más famoso:<br />
La Vuelta del Diablo, que originalmente<br />
se llamaba La Vuelta de San Miguel<br />
Arcángel; los mismos vecinos le cambiaron<br />
el nombre. Este último es el final de la zona<br />
poblada y lo utilizan para reunirse los fines<br />
de semana mientras escuchan música con<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
13<br />
los carros y comen. “Hacemos parrilla, jugamos<br />
dominó y no puede faltar el truco”,<br />
comenta Blanca.<br />
La muchacha tiene su casa en El Paují. Para<br />
llegar hasta allá abordamos un carro que<br />
pasa por su casa y se regresa justo en La<br />
Vuelta del Diablo.<br />
En su barrio la gente se conoce de toda la<br />
vida. Mientras íbamos caminando, saludaba<br />
a los vecinos. Dice que todo aquel que quiera<br />
saber algo se lo pregunte a la señora Pastora,<br />
que lo sabe todo y si no te lo averigua. También<br />
tienes a otra vecina que le dicen Globovisión,<br />
quien es la competencia de aquella en<br />
el sector.<br />
El Paují se divide por escaleras, de la uno a<br />
la seis. Su casa está entre la tres y la cuatro y,<br />
justo en la dos, tienen un comedor popular.<br />
Aquellas personas que no tienen que comer<br />
se anotan en la lista y dejan sus potes para<br />
que se los llenen de comida, los pasan buscando<br />
justo al mediodía.<br />
Los niños de la zona, que salieron de sus<br />
clases, vienen caminando. Nosotros bajamos<br />
por las escaleras dos y llegamos a<br />
una de las tantas escuelas que se encuentran<br />
registradas allí. La escuela Arnoldo<br />
Gabaldón es una edificación de unos tres<br />
pisos que tiene una cancha en la azotea<br />
para que puedan recrearse los estudiantes.<br />
Los niños corrían por la entrada<br />
mientras una de las maestras nos cuenta<br />
que esta fue construida por unos misioneros<br />
evangélicos de Costa Rica, que fueron<br />
para allá y notaron la necesidad de<br />
una escuela.<br />
La señora Omaira es la encargada de la cantina<br />
que está al lado. “Ella es mi tía. Bueno,<br />
no es mi tía de sangre, pero sí de vida. Así<br />
El Paují se divide por escaleras,<br />
de la uno a la seis. Su casa<br />
está entre la tres y la cuatro<br />
y, justo en la dos, tienen un<br />
comedor popular<br />
—<br />
MITOS DE LA CARRETERA<br />
Cuando íbamos pasando por unas de<br />
las casas del barrio, Blanca nos cuenta<br />
que ahí vive una bruja. ¡Así como lo<br />
oyen! Y no es el caso de una sino de<br />
varias señoras que se convierten en<br />
unos pájaros enormes, parecidos a un<br />
búho, y se la pasan por los techos.<br />
Afirman que aquellos niños que no<br />
estén bautizados son visitados por<br />
ellas y los muerden; solo una mujer<br />
embarazada primeriza los puede<br />
salvar para que el niño o niña no se<br />
enferme o, como dice Blanca, “no le<br />
echen el mal de ojo”.<br />
Pero este, como es un mito, hay que<br />
explicarlo mejor. Lo publicaremos en<br />
otra edición para que tenga el espacio<br />
que le corresponde.<br />
Otros caso misterioso es el de la novia<br />
que se monta en el carro de aquellos<br />
conductores que pasan por la carreta<br />
en la noche. Les repaso rápido la historia.<br />
Se cuenta que en tiempos pasados,<br />
en los poblados de Vargas, una joven<br />
pedía cola en la carretera vieja de La<br />
Guaira. Al bajar, ella olvidaba en el carro<br />
unas flores que traía consigo. Cuando<br />
el chofer que le había dado la cola se<br />
devolvía a la casa donde había dejado<br />
a la joven a llevarle las flores, abría la<br />
puerta una señora quien, con una foto<br />
de la muchacha, le decía al conductor<br />
que ella había muerte hace años.<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
14<br />
El plan lo<br />
agarran<br />
muchas veces<br />
para hacer<br />
grandes<br />
fiestas para<br />
todos los<br />
que viven por<br />
esos lados...<br />
—<br />
les digo a muchos de los que viven aquí;<br />
imagínate, toda la vida viviendo juntos…<br />
ya son parte de mi familia”, dice Blanca<br />
mientras nos la presenta.<br />
Tía Omaira es evangélica y, mientras nos<br />
regala un jugo bien frío, nos cuenta que ella<br />
tiene al frente de su casa un conuco, arriba<br />
en la montaña. Allí ella dice que escuchó por<br />
primera vez a Dios y es donde también siembra<br />
todo lo posible: plátano, verduras, caña<br />
de azúcar y hasta cría sus propias gallinas y<br />
vende los huevos.<br />
Fuimos bajando hasta llegar donde quedaba<br />
antes el vertedero de basura, que ahora<br />
es una zona totalmente limpia y libre de<br />
contaminación.<br />
El plan lo agarran muchas veces para hacer<br />
grandes fiestas para todos los que viven<br />
por esos lados, también lo usan para hacer<br />
carreras de carro o simplemente para escuchar<br />
música sin molestar tanto a los vecinos.<br />
A sus alrededores están unos parques para<br />
niños y un gimnasio para que se ejerciten sin<br />
ir muy lejos.<br />
Blanca hace un tiempo —tres años— se<br />
mudó para Cúa pero no le gustó; además,<br />
era muy lejos, no era el mismo ambiente.<br />
“Siempre voy a regresar, aquí tengo amigos,<br />
vecinos, familia, esta es mi comunidad, mi<br />
barrio querido”.<br />
LA VAGUADA DEL 99<br />
Las lluvias que azotaron a la costa de La<br />
Guaira en 1999, también afectaron a una<br />
gran parte de los habitantes de los sectores<br />
de Plan de Manzano.<br />
Al comenzar a relatar lo sucedido ese diciembre,<br />
a Blanca se le entristecen los ojos.<br />
“Esa noche llovía mucho, el agua nos llegaba<br />
a las rodillas, salimos a la calle y no había luz.<br />
Recuerdo que por estas mismas calles bajaba<br />
un río de agua inmenso, varias casas de mis<br />
vecinos quedaron derrumbadas”.<br />
Al día siguiente tuvieron que bajar a pie<br />
hasta El Limón, que es la parte de la carretera<br />
que se comunica con la autopista.<br />
“Allá estaban unos carros que llevaban a<br />
la gente hasta Catia. Para llegar hasta ese<br />
punto tuvimos que pasar por encima de<br />
carros, escombros y piedras grandísimas<br />
que fueron arrastradas por la corriente.<br />
Cuando llegamos a la ciudad, estaban regalando<br />
comida y agua potable. Es impresionante<br />
cómo la gente se desesperaba y,<br />
a empujones y brincos, querían conseguir<br />
algo para comer y beber".<br />
Ella y su hermano menor se quedaron en<br />
casa de un tío y pudieron avisarle a los familiares<br />
que estaban bien, mientras su mamá se<br />
quedó en la casa. Así como también muchos<br />
de los vecinos se quedaron para cuidar sus<br />
cosas y entre todos se ayudaban para limpiar<br />
los escombros.<br />
“Al tercer día regresamos y lo que podíamos<br />
ver por el camino era una desolación, por<br />
toda la carretera. Aquellas enormes casas ya<br />
no existían y en su reemplazo había piedras y<br />
árboles caídos. Para ese día habían restablecido<br />
el transporte”, cuenta la muchacha.<br />
Ella recuerda que algunas de las personas lo<br />
veían como diversión; es que, a consecuencia<br />
de las lluvias, se formaron ríos, arriba en la<br />
montaña, que bajaban por la carretera y allí<br />
se bañaban.<br />
“Gracias a Dios nuestro sector no se vio tan<br />
afectado como otros y los daños fueron más<br />
que todo materiales, algo que poco a poco se<br />
recupera. Para el 31 de diciembre algunos de<br />
los vecinos se mudaron y el resto seguimos<br />
viviendo la vida como si nada”.<br />
El sueño que crece<br />
en El Ciprés<br />
Hay una manera efectiva de<br />
ahuyentar a un taxista. Pídale<br />
que le haga una carrera a Las<br />
Adjuntas, parroquia Macarao.<br />
Fruncirá el ceño. Subirá el<br />
vidrio del carro y se irá. Pero si<br />
pregunta ¿hasta dónde exactamente?, no se le<br />
ocurra responder que a El Ciprés. Diga mejor:<br />
a cuatro cuadras de la estación del Metro. Si el<br />
hombre acepta, usted debe prepararse para<br />
escuchar lo siguiente: “¡Esa zona es candela!<br />
¡Pa’cá lo que hay es malandro por coñazo!”.<br />
El taxista no exagera. El año pasado un adolescente<br />
asesinó a su novia cuando jugaba a<br />
sostenerle una pistola en su boca. Un señor<br />
acuchilló a un joven que le echó una broma de<br />
mal gusto y la celebración de Carnaval que se<br />
hizo en la entrada del barrio culminó con dos<br />
hombres en el cementerio y tres en el hospital.<br />
Hubo que limpiar con manguera la calle donde<br />
se consumó la carnicería y, de paso, presenciar<br />
el espectáculo del agua roja que fue a<br />
encontrar su cauce bajo el mural que rezaba:<br />
“Bienvenido a El Ciprés”.<br />
Pero El Ciprés tiene también sus encantos. Por<br />
ejemplo, debe su nombre a un árbol que se erige<br />
en el patio de una casa que, según versiones<br />
populares, perteneció a Antonia, la hermana<br />
de Bolívar. Se le conoce —gracias a un animal<br />
embalsamado que posaba en la terraza—<br />
como la Casa del León. Tanto el árbol, al que<br />
se le calcula más de un siglo, como la derruida<br />
casona, constituyen los dos grandes patrimonios<br />
que los vecinos se resisten a perder.<br />
El árbol está allí, viejo, gris y la casa se sigue<br />
cayendo, aguantando las contradicciones:<br />
por las noches es una guarida para el malandro<br />
que huye o prepara una emboscada y<br />
los domingos por la tarde es visitada por el<br />
Consejo Comunal La Charanga I. Sus integrantes<br />
le arreglan la cerca, le cortan la maleza y,<br />
cuando terminan de limpiarla, encienden el<br />
carbón para una parrillada, arman una mesa<br />
de dominó en el patio y dejan sonar la música<br />
que anuncia un baile de tambores. Porque aquí<br />
—dice una vecina que no va a parar nunca de<br />
soñar— tarde o temprano tendrá que funcionar<br />
una biblioteca, un preescolar, un club de<br />
abuelos o las tres cosas juntas, ¡ya verás!<br />
María Cristina Martínez<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
Ffififitfi: Ifistfitfitfi Gfifigfiáfifififififififififififififififififififififififififififififi<br />
BARRIOS DE CAR
ACAS<br />
Nfifistfifis fifififis
18<br />
la esperanza<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
19<br />
La Esperanza<br />
existe y queda<br />
cerca de la<br />
montaña<br />
POR mabe chacín<br />
FOTOGRAFÍAS JONATHAN MENDOZA<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
20<br />
en el piedemonte avileño del noroeste caraqueño<br />
ha brotado una diáspora que es inherente a tiempos<br />
de revolución: la comuna zona norte altagracia es<br />
una pujante organización vecinal que traspasa fronteras<br />
imaginarias y centrifuga necesidades comunes<br />
Si queremos una ubicación exacta, se podría<br />
decir que pertenece a la parroquia Altagracia,<br />
aunque tenga a pata ’e mingo la parroquia<br />
San José, Cotiza, La Pastora —por el Oeste—<br />
y Catedral —por el Sur. Dicen que, anteriormente,<br />
todo era un gran corredor comprendido<br />
por la sabana de Ñaraulí. “No había<br />
división, más se le dio el nombre de Cotiza<br />
a todo el pie del Ávila. Nosotros escuchamos<br />
que los que se sienten coticeños del Ávila llegan<br />
hasta Chapellín”.<br />
Jaskeherry —Kerry— Rivas tiene 26 años, la<br />
misma cantidad viviendo en el sector La Esperanza<br />
del barrio El Retiro de la parroquia<br />
Altagracia. Es deportista, disc- jockey de salsa<br />
y figura importante entre los jóvenes de su<br />
sector y de comunidades aledañas. Su visión<br />
es amplia, integradora y se ha paseado por un<br />
sinfín de organizaciones en busca de una sola<br />
cosa: la reivindicación de la vida en su barrio.<br />
“Nosotros nos sumamos, a la edad de 15, al<br />
trabajo voluntario. En aquel entonces, hace<br />
más de diez años, en el liceo hicieron un estudio<br />
donde se evidenció que de 100 chamos,<br />
70 perdían la vida antes de llegar a los 18 a<br />
manos de la delincuencia y las drogas. Se sabía<br />
que todo eso era producto de un sistema,<br />
nosotros no estábamos al tanto, hasta que<br />
Chávez se ocupó de elevar nuestros niveles<br />
de conciencia: ahí nos percatamos de que el<br />
sistema capitalista nos destruía a través de la<br />
droga, del consumismo”.<br />
En ese momento se formó un grupo de trabajo,<br />
integrado por jóvenes, para la elaboración<br />
de los proyectos comunitarios. Aunque del<br />
gran grupo voluntario, que empezó hace más<br />
de diez años, solo quedan cinco activos en la<br />
comunidad, el sector ha cosechado sus frutos.<br />
El primer proyecto en el que Kerry puso todo<br />
su empeño fue la construcción de la cancha<br />
en la que ahora nos encontramos. “Antes de<br />
que existiera doble cancha, de futbolito y de<br />
básquet, aquí solo había un aro. Esto lo fuimos<br />
construyendo poco a poco. Muchos<br />
de los compañeros que participaron en esta<br />
iniciativa, ya no nos acompañan físicamente.<br />
Quisiera nombrarlos, ellos formaron parte<br />
del primer equipo de básquet del sector llamado<br />
H2O: Maicol, Tusa, Cesita y Gasparín,<br />
mi hermano, que en paz descanse”.<br />
El trabajo de Kerry no se ha quedado en el<br />
sector donde vive, se extiende a las distintas<br />
partes que integran la gran comunidad que se<br />
ha formado gracias a la organización vecinal:<br />
Comuna Zona Norte Altagracia. En ella, sectores<br />
como Villas del Sol, La Esperanza, Terrazas<br />
del Ávila, El Retiro I, EL Retiro II, Nueva<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
21<br />
Esperanza Revolucionaria, Sol de Caraballo,<br />
José María Vargas, Brisas del Ávila, Gracia de<br />
Dios, Providencia y Alcantamar asumen un<br />
engranaje colectivo para enfrentar desafíos.<br />
Antes de que la cancha existiera, el espacio<br />
era una zona bastante hostil: mucha gente,<br />
que nada tenía que ver, moría por alguna<br />
bala entrometida. La lucha entre bandas por<br />
la apropiación de una plaza para vender drogas<br />
era un evento cotidiano, hasta que la comunidad<br />
armada —de argumentos y proyectos—<br />
batalló y reclamó el territorio que por naturaleza<br />
le pertenecía. “Nos autosacamos del ocio.<br />
La única manera de que el lugar estuviera<br />
libre de balas era llenándolo de chamos, aunque<br />
el espacio no estuviera en las mejores<br />
condiciones”, cuenta Kerry. “Nosotros creemos<br />
que los procesos de recuperación de los<br />
barrios empezaron gracias a que alguien le<br />
abrió los ojos a la juventud. Ese alguien tiene<br />
nombre y apellido: Hugo Rafael Chávez<br />
Frías”. Anteriormente se podía contar la cantidad<br />
de disparos que sonaban en una hora,<br />
ahora se cuentan la cantidad de puntos que<br />
hace un equipo jugando baloncesto.<br />
Una solo chispa puede<br />
incendiar una pradera<br />
Y la chispa se regó. Muchas comunidades<br />
comenzaron a organizarse y a ver qué era posible.<br />
“Ahora también nos enfrentamos, pero<br />
nos enfrentamos con un balón, un bate, un<br />
achante. Ya no existe esa entrega de sangre<br />
para poder vivir”.<br />
Arriba de La Esperanza se construyó una<br />
urbanización llamada Villas del Sol. Hay<br />
muchos testimonios de que cuando la obra<br />
estaba en pleno, el mismo Chávez venía a<br />
supervisarla. Se ponía un disfraz, bajaba por<br />
La Cota Mil y caminaba “cara pelá” por la<br />
comunidad. Cuando la gente se daba cuenta<br />
de que era el Presidente aquel sujeto “raro”<br />
que andaba caminando por sus calles, lo metían<br />
en una casa para agasajarlo. Cuando ya<br />
se sabía que Chávez estaba cerca, las calles<br />
adyacentes se volvían intransitables. Cuenta<br />
Kerry que, más de una vez, el mismo Chávez<br />
se topó con enfrentamientos entre bandas.<br />
“De ahí viene la idea de cambiar ‘la bicha’<br />
por reivindicaciones reales. Cómo no te va a<br />
motivar el hecho de tener al Presidente de la<br />
República en tu casa, diciéndote que te regeneres,<br />
que estudies, que le eches bola”.<br />
Luego vino la organización seria. Cada quien<br />
actuaba en base a sus necesidades: el basquetbolista<br />
formó un frente, el pelotero se<br />
Antes de que la cancha existiera,<br />
el espacio era una zona<br />
bastante hostil: mucha gente,<br />
que nada tenía que ver, moría<br />
por alguna bala entrometida<br />
—<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
22<br />
La idea es<br />
fusionar las<br />
aptitudes de<br />
los jóvenes<br />
de la Comuna<br />
Zona Norte y<br />
ponerlas al<br />
servicio de la<br />
comunidad<br />
—<br />
fue a un frente de peloteros, el DJ poco a poco<br />
fue reuniendo para comprar sus equipos, el<br />
cantante empezó a formarse. “Actualmente<br />
estamos en una nueva etapa gracias a la evolución<br />
que hemos tenido. Aquí lo tenemos<br />
todo. De nada sirve que yo estudie, me prepare<br />
y luego me vaya del barrio. Más bien la<br />
intención es quedarnos y mejorarlo”.<br />
Hoy Kerry ayuda a varios jóvenes de la zona,<br />
sin importar si son de su sector o no, a integrarse<br />
a procesos para el desarrollo comunitario.<br />
La potencialidad de cada joven es<br />
puesta al servicio de todos. Los espacios de<br />
vinculación fueron las reuniones del Jpsuv<br />
en el bulevar Panteón con movimientos de<br />
recreadores, de deportistas, de cultores. Allí<br />
se crearon alianzas y se articularon varias comunidades<br />
a través de los movimientos juveniles.<br />
“Actualmente estamos en un proceso de<br />
formación en varias comisiones. Existen 16:<br />
deporte, cultura, comunicación, formación,<br />
política electoral, finanzas, sexo-género-diversidad,<br />
análisis de políticas internacionales<br />
y otras que no recuerdo ahora”.<br />
En proceso<br />
de formación<br />
Kerry está formando un nuevo equipo de trabajo<br />
a través de las madres que asisten a las<br />
reuniones del Jpsuv en la parroquia Altagracia.<br />
La idea es fusionar las aptitudes de los jóvenes<br />
de la Comuna Zona Norte y ponerlas al<br />
servicio de la comunidad. Actualmente se encuentran<br />
en la planificación de un plan vacacional<br />
cuyo equipo preparador se ha vinculado<br />
naturalmente. Franyeli Mota tiene 17 años,<br />
vive en el OP 5 de la Misión Vivienda, entre<br />
Jesuítas y Maturín, y es la encargada de planificar<br />
estrategias comunicacionales a través de<br />
las Artes Gráficas. Acaba de salir de bachillerato<br />
y está en busca de una universidad para<br />
estudiar Diseño Gráfico. Drexler Daniel Véliz<br />
Díaz tiene 16, es familia de Franyeli y su tarea<br />
tiene que ver con el deporte. Diana Briceño es<br />
vecina de Franyeli y Drexler y también se unió<br />
a la labor de recreadora en el plan vacacional.<br />
Anthony da Silva es otro dieciséisañero, estudia<br />
de noche en un liceo y, al salir, tiene planes<br />
de estudiar en el Inces; es de la OP 6, se dedica<br />
al grafiti y llegó al colectivo de la misma<br />
manera que los demás: gracias a su mamá.<br />
Gilbeny Romero también es parte del equipo,<br />
pero no le gusta hablar mucho (todavía).<br />
“Sabemos que el tema ‘juventud’ es complejo.<br />
La intención es captar, aceptar y sumar, no<br />
ahuyentar a los chamos. Que cada quien pueda<br />
ayudar desde el espacio que le guste”, explica<br />
Kerry. Estas son apenas unas pocas caras de<br />
todas las que participan en proyectos con La<br />
Comuna Zona Norte Altagracia y otros vínculos.<br />
Acá se rompe totalmente con la división<br />
político-territorial de las parroquias: se trabaja<br />
para una gran comuna, no solo para el sector.<br />
Adrián Bielostotzky tiene 24 años y es fiel<br />
compañero de Kerry desde los inicios de la<br />
lucha organizativa en el sector. También hizo<br />
un importante trabajo voluntario para limpiar<br />
de delincuencia y drogas a La Esperanza<br />
a través del deporte. Nairoby Noguera es de<br />
la misma generación que Adrián y también<br />
le tocó vivir las vicisitudes de la zona. Juntos<br />
se apoyaron en los eventos deportivos para<br />
borrar la violencia de su contexto social.<br />
“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción<br />
hasta biológica”, dijo una vez Salvador<br />
Allende, frase que toma Kerry como<br />
bandera de todo lo que su trabajo representa.<br />
Cotiza, Altagracia, La Esperanza, El Panteón,<br />
la OP 5, OP 6, La Pastora, El Retiro, Villas<br />
del Sol y cualquier comunidad aledaña, con<br />
sus distintos nombres y sus complicadas —e<br />
inexistentes— divisiones territoriales, son<br />
vistas como una sola masa que unifica, reúne<br />
muchos puntos de vista, formas de pensar,<br />
aptitudes y voluntades con una solo finalidad:<br />
mejorar la vida en el barrio.<br />
La Vega:<br />
fiel y amado callejón<br />
Justo antes del parque Juan<br />
Cuchara, y al frente del conocido<br />
Dispensario (hoy Sala de<br />
Rehabilitación Integral), está<br />
el callejón Canaima, lugar<br />
donde nací. No lo confunda,<br />
estimado lector, con la calle Canaima, otro<br />
lugar de mi querida parroquia: La Vega.<br />
Los vegueños tenemos algunas banderas<br />
que, orgullosamente, alzamos cuando<br />
estamos en cualquier otra parroquia de<br />
la capital: Carlos Quintana, alias Tabaco<br />
(emblema de la salsa en todo el mundo), el<br />
padre Francisco Wuytack y los tambores de<br />
San Juan más antiguos de Caracas.<br />
Para llegar al callejón, usted tiene que acercarse<br />
a la redoma de La India y adentrarse<br />
barrio adentro, pasar el bulevar y, cuando<br />
llegue al Dispensario, ver de par en par las<br />
rejas abiertas. Cruce no más y estará en el<br />
lugar. No tiene más de 15 casas, todas de dos<br />
o tres plantas. Es un callejón de dos partes: la<br />
primera recta de tres metros de ancho y unos<br />
20 de largo, la camina derechito y, al doblar<br />
a la izquierda (siempre vamos a la izquierda),<br />
verá el patio de nuestras vidas, nuestro<br />
estadio, nuestro salón de fiesta, nuestro<br />
centro de reuniones, nuestro jardín, nuestra<br />
sala, nuestra piscina, todo en tres metros<br />
de ancho. Ese callejón ha dado para todo.<br />
Quienes vivimos ahí nos conocemos desde<br />
hace tanto que no recordamos el momento de<br />
la presentación inicial. El callejón Canaima es<br />
una fiel muestra de cómo es Caracas: hay andinos,<br />
orientales, dominicanos, maracuchos,<br />
evangélicos, católicos, músicos, carpinteros...<br />
En el callejón Canaima difícilmente puedes<br />
guardarte algo. Los lutos son colectivos, las<br />
celebraciones también, las buenas noticias,<br />
las malas, los cambios, las mudanzas, todo.<br />
Hace tiempo mi mamá me enseñó una<br />
canción de Arabella, la sonera mayor, que se<br />
fue convirtiendo en el himno de ese adorado<br />
espacio y que, para finalizar, comparto un<br />
fragmento con ustedes:<br />
“Este callejón lo sabe, este callejón lo añora,<br />
este callejón sombrío, en silencio rememora.<br />
Una casa vieja, un sueño que soñé en sus<br />
ventanales, el mundo siempre es pequeño<br />
para los del callejón”.<br />
Gabriel Ramírez<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
San Agustín del Sur<br />
23<br />
Todos<br />
los<br />
barrios<br />
unidos...<br />
POR ROCÍO CAZAL<br />
FOTOGRAFÍAS Jonathan Mendoza<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
24<br />
San Agustín del Sur es la cuna de grandes músicos, quienes<br />
la consideran la capital musical de venezuela. Tiene<br />
una decena de barrios que se dividen en otros tantos<br />
y cada uno tiene sus artistas. El grupo Son del Barrio es<br />
muestra de que allí lo que sobra es rumba y guaguancó<br />
El calor de San Agustín se siente cuando<br />
caminas sus calles y veredas. Pareciera que<br />
todos se conocieran. Hay camaradería, hay<br />
alegría, hay rumba, hay son.<br />
Fue una parroquia olvidada por muchos<br />
años, además de estigmatizada, hasta que<br />
desde hace 15 comenzó a ser escuchada y<br />
reconocida. Y no es para menos, allí están<br />
congregadas 45 agrupaciones musicales<br />
y culturales registradas formalmente,<br />
los talentos son innumerables porque en<br />
cada rincón hay uno que otro dándole<br />
duro al tema sonoro. No en vano, allí<br />
nacieron, se criaron y surgieron Luisito<br />
Quintero, Carlín Rodríguez y el Grupo<br />
Madera, por nombrar algunos, para poner<br />
el nombre de Venezuela en alto con<br />
sus ritmos pegajosos.<br />
La agrupación Son del Barrio también nació<br />
en San Agustín del Sur, pero no desde<br />
ahora: sus 12 músicos tienen decenas de<br />
años de experiencia en esto de darle sabor y<br />
ritmo a todo lo que se les pase por el frente,<br />
y ahora están juntos para darle más orgullo<br />
y renombre a su parroquia, su gran barrio.<br />
...Vamos a cantar ahora<br />
Noel Márquez, productor de Son del Barrio,<br />
señala que allí se congrega un grupo de seres<br />
humanos que han transitado por la vida<br />
con dificultades de toda naturaleza, pero<br />
que no han perdido la fe, el encanto y el deseo<br />
de seguir aportando a la cultura de la<br />
parroquia. Es por esto que se convierten en<br />
ejemplo para las nuevas generaciones, que<br />
tiene que ser reconocido por las sociedades.<br />
Y es que cada vida ha hecho una historia.<br />
“¿Qué es ser del barrio? Es ser un ejemplo.<br />
En este barrio de donde somos, de donde<br />
venimos y de donde vamos a permanecer<br />
hasta el fin de nuestros días ha surgido un<br />
ejemplo para Venezuela y para el mundo de<br />
cómo se sortean las dificultades, cómo se<br />
desafía el fatalismo y cómo, a través de la<br />
música, se ha elaborado una razón de vida.<br />
San Agustín es la capital musical de Venezuela”,<br />
manifiesta Márquez<br />
De hecho, para él y su combo de músicos,<br />
desde ese gran barrio ha surgido un sentir<br />
y una esperanza que se mantiene con hidalguía.<br />
“Hemos dado sangre, sudor, vidas,<br />
alegría para ser lo que somos. Aquí hay un<br />
gabinete cultural de la parroquia San Agustin,<br />
donde convivimos y coexistimos más<br />
de 45 agrupaciones musicales y artísticas”.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
25<br />
Tanto es así que para Luis Avilán, vocalista<br />
de Son del Barrio, mejor conocido como<br />
“El abuelo de la salsa”, en San Agustín del<br />
Sur lo que hay es una verdadera cuna de<br />
músicos: “Yo me crié en La Ceiba, donde<br />
había un grupo musical en la tercera calle.<br />
Era Armando Flores y su sexteto. Yo trabajé<br />
con ellos de bongocero, pero en Marín (el<br />
barrio) es donde habían más músicos”.<br />
Claro, de Marín nació el grupo Madera y<br />
de allí también surgieron Carlín Rodríguez<br />
(padre e hijo). “Cuando mi papá era<br />
presidente del Afinque de Marín, acá en<br />
San Agustín, tenía este proyecto, con la<br />
amiga Mirna Tovar, de crear una agrupación<br />
fuera de lo común con músicos bohemios<br />
de la parroquia. Mi padre muere y<br />
deja esa propuesta musical de lo que es Son<br />
del Barrio. Entonces, mi hermano, Noel<br />
Márquez, y yo nos reunimos. Empezamos<br />
a conjugar el rompecabezas y formamos el<br />
mapa de lo que es esta agrupación: es la<br />
vivencia de cada uno de ellos como padres<br />
de familia, como músicos, como forjadores<br />
de la cultura”.<br />
La idea es demostrar a la parroquia, al país<br />
y al mundo el talento que hay en esa barriada<br />
popular, pues muchos músicos nacieron,<br />
se criaron y continúan dando sus frutos en<br />
San Agustín del Sur.<br />
Si alguien habla de salsa o<br />
de tambores tiene que hablar<br />
de San Agustín<br />
—<br />
Sonero soy<br />
y no te miento...<br />
Los barrios Marín, Hornos de Cal, El Manguito,<br />
Negro Primero, La Charneca, El Mamón,<br />
La Ceiba y demás son patrimonio, sin<br />
contar que cada rincón de San Agustín es<br />
musical.<br />
“San Agustín es una parroquia patrimonial<br />
en todos los barrios que la conforman, porque<br />
con sus espacios y personajes contribuye<br />
al incremento del patrimonio cultural de<br />
la ciudad. Además, hay un gran proyecto de<br />
recuperación de las calles, de todo el bulevar<br />
con sus fachadas bonitas, sin contar el<br />
metrocable, que es un patrimonio estructurado.<br />
Aquí, organizaciones y seres humanos<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
26<br />
San Agustín<br />
es una casa<br />
grande,<br />
bonita y<br />
una familia<br />
hermosa, que<br />
todo se puede<br />
hacer allí sin<br />
salirse de las<br />
coordenadas<br />
de Parque<br />
Central<br />
hasta Puente<br />
Hierro<br />
han aportado para conformar esa identidad<br />
del caraqueño. Si alguien habla de salsa o de<br />
tambores tiene que hablar de San Agustín”.<br />
Claro, para estos músicos de cepa no podría<br />
entenderse la ciudad sin el corazón artístico<br />
de este gran barrio, donde seguirán surgiendo<br />
grandes exponentes para exportar.<br />
Gregory Cedeño, vocalista, creció y continúa<br />
viviendo en La Charneca. Allí imparte<br />
clases de comida venezolana, incentiva a los<br />
adolescentes al deporte o cocina tortas para<br />
los más pequeños. Para él, San Agustín es<br />
una casa grande, bonita y una familia hermosa,<br />
que todo se puede hacer allí sin salirse<br />
de las coordenadas de Parque Central<br />
hasta Puente Hierro. “Es acogedora, chévere.<br />
Aquí te conoce desde el que vive en El<br />
Mamón como el de La Charneca, de punta<br />
a punta”.<br />
Y tanta es la sonoridad que se expresa en<br />
San Agustín que el timbalero Luis Quintero,<br />
Juan Palacios con la tumbadora, Luis Peña,<br />
Ismael Marcano y Mon Carrillo, entre tantos<br />
otros, también se unieron en este proyecto<br />
para darle más renombre a la parroquia<br />
y demostrar siempre sus virtudes.<br />
“No es fácil vivir en un barrio de San Agustin,<br />
ni de ningún lado, pero hemos tenido<br />
la dicha de tener a nuestros padres al lado<br />
con buenos consejos y de estar trabajando<br />
toda una vida. La comunidad es organizada<br />
en ciertas cosas, no en todo, por lo menos<br />
en lo que se refiere a la cultura, que mucha<br />
falta nos hace”, cuenta Peña.<br />
Pero anteriormente no eran visibilizados<br />
los dotes de los artistas que allí hacen vida.<br />
El apoyo a la cultura en este sector comenzó<br />
desde que el presidente Hugo Chávez<br />
ejerció el poder en 1999 y comenzó a dar<br />
apoyo a los cultores populares.<br />
“Yo tengo hijos que llevé a la Escuela de<br />
Música José Ángel Lamas, les hicieron las<br />
pruebas y después de que se enteraron que<br />
eran de la parroquia San Agustín, no los<br />
aceptaban. Ahorita tengo uno que tiene 11<br />
añitos y está estudiando en la Sinfónica sin<br />
pagar medio. Anteriormente no había esa<br />
posibilidad”, resalta Marcano.<br />
Y tanto se le ha dado importancia a esta parroquia<br />
que se recuperó el Teatro Alameda,<br />
escenario que recibió hace mucho tiempo,<br />
por los años 40, a artistas reconocidos<br />
como Jorge Negrete, Pedro Infante, Benny<br />
Moré, Celia Cruz, Julián Soler y Toña La<br />
Negra, entre tantas glorias de la música latinoamericana<br />
y caribeña.<br />
Se trata de un foco vivo y activo, como dice<br />
Noel Márquez, más que un teatro es la casa<br />
de la cultura. “Fue tomado por la comunidad<br />
como un espacio para respirar. Ese<br />
teatro fue un lugar histórico para la comunidad<br />
que sigue mandando energía. Pero<br />
también tenemos la Fundación Grupo Madera,<br />
la Coordinadora La Calle de los Niños,<br />
la Cofradía San Juan Bautista, también<br />
el trabajo que hay en las escuelas con talleres<br />
de percusión, de danza. Muchas organizaciones<br />
culturales hacen vida acá”.<br />
Lo cierto es que no solo estos músicos viven<br />
de eso: los de Son del Barrio, como los de<br />
otras agrupaciones, viven de ser serenateros,<br />
carpinteros, zapateros, cocineros, así como<br />
de la docencia, sin dejar a un lado lo que le da<br />
realmente vida a sus vidas y a la comunidad:<br />
la música, el son, la rumba y el sentir popular<br />
de su gran y querido barrio San Agustín.<br />
La quinta de los Cristanis<br />
Desde muy niña sentí una<br />
espesa curiosidad por la<br />
quinta de los Cristanis, sobre<br />
todo porque entendía cómo<br />
desentonaba en medio de las<br />
demás casitas, que seguían un<br />
ritmo de cosa hecha a las carreras y con lo que<br />
se pudo. Pero esa no, esa era una casota, con<br />
jardines profundos y caminerías de piedra. En<br />
el centro del patio lucían, siempre solas, una<br />
mesa redonda, blanca, rodeada de sillas de<br />
hierro, pintadas de nube luminosa y, crubriéndolas,<br />
una sombrilla que parecía enorme y<br />
orgullosa de la protección que le procuraba a<br />
nadie. En especial me admiraba de la cantidad<br />
de ventanales y puertas de madera gruesa que<br />
tenía aquella casa. Quedaba a una cuadra de la<br />
mía, y eran tan radicalmente distintas, como<br />
una vieja encopetada junto a una adolescente<br />
harapienta. Hasta la quinta Cristanis llegaba el<br />
Alto Hatillo que, sin previo aviso ni veredas o<br />
murallas de contención, daba paso al barrio El<br />
Calvario, mi barrio. Casi nunca veía a nadie en<br />
la quinta, a veces divisaba entre el jardín, bien<br />
adentro, una figura regando y podando matas;<br />
también a veces veía salir un carro del estacionamiento.<br />
Pero la mayor parte del tiempo era<br />
densa la soledad que exhalaba aquella casa,<br />
en contraste con las rochelas que se prendían<br />
en las esquinas cercanas. La quinta de los<br />
Cristanis era una abuelita en eterno luto.<br />
Un sábado por la mañana nos estremeció el<br />
grito de un vecino:<br />
—¡Se mató el muchacho de la quinta Cristanis!<br />
Mi abuelo y yo bajamos entre un pequeño tumulto<br />
de gente. Dos patrullas de policía y una<br />
ambulancia estaban mal paradas frente a la<br />
quinta, y dos hombres cargaban como podían<br />
un bulto largo entre una sábana blanca, que<br />
por un lado chorreaba rojo enfurecido. El chamo<br />
se había suicidado con un tiro en la boca.<br />
Las especulaciones eran muchas y diferentes.<br />
—Ese tipo se dejó matar por la soledad, sí es<br />
pajúo, hasta yo me hubiera tomado una de<br />
anís con ese muerto —dijo un adolescente<br />
sobre su moto.<br />
Yo era carajita, apenas tendría ocho años,<br />
pero alcancé a sentir una tristeza madura. A<br />
los días se apagaron los rumores. La quinta<br />
siguió siendo un escabroso silencio, mi barrio<br />
siguió siendo grito y barullo.<br />
Yanuva León<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
el 70<br />
27<br />
Los lunátikos<br />
del 7-Cero<br />
POR mabe chacín<br />
FOTOGRAFÍAS jONATHAN MENDOZA<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
28<br />
Como el fénix, El 70 resurge de sus cenizas. Durante<br />
años permaneció en la hostilidad, como todas las comunidades<br />
al margen de la sociedad. Hoy, gracias a la<br />
voluntad de una comunidad organizada, la historia es<br />
otra: la necesidad no es salir sino quedarse y mejorar<br />
Es la 1 de la tarde de un miércoles cualquiera.<br />
En el barrio El 70 se desata un fogoso partido<br />
de futbolito, mientras, en un extremo de<br />
la cancha, una decena de niños entre 10 y 12<br />
años con uniformes de colegio les hacen barra<br />
a los jugadores. No hay porteros, el reto es<br />
meter gol en un arco diminuto. Al otro lado<br />
empieza una tanda de balones al aro: es una<br />
cancha compartida. De vez en cuando pasa<br />
un transeúnte y termina con alguna pelota en<br />
sus pies o, en el peor de los casos, en su cara.<br />
El bullicio de los niños se mezcla con varios<br />
timbres de martillazos que se producen, al<br />
unísono, en una construcción que está más<br />
abajo: la Escuela Básica Parroquia El Valle.<br />
El estrépito del ambiente se intensifica con<br />
algún pum pum pum a lo lejos, proveniente<br />
de alguna corneta que probablemente estuvo<br />
encendida durante toda la noche anterior.<br />
Es la 1 de la tarde de un miércoles cualquiera<br />
en el barrio El 70 de la parroquia El Valle.<br />
Al final de esa cancha, justo en un cúmulo de<br />
bloques, cemento y cabillas, como en la cima<br />
de una pequeña montaña, se encuentra un<br />
espacio sin precedentes, tomado como ejemplo<br />
en muchas comunas para multiplicarlo: el<br />
Núcleo Cultural 7-Cero, compuesto por una<br />
radio comunitaria, un estudio de grabación,<br />
un estudio de televisión, una sala de ensayo,<br />
salones para talleres y un pequeño anfiteatro.<br />
Y, sin perder su estructura vertical, se le sumarán<br />
un café, un salón de baile y un taller<br />
de serigrafía.<br />
A ese espacio, Cristian Abreu, mejor conocido<br />
como DJ Lunátiko, llega todos los días<br />
a las 6 de la mañana para encender el radio<br />
transmisor y dar comienzo a la jornada diaria<br />
de La Radio Favela, un proyecto de la Misión<br />
Barrio Nuevo Barrio Tricolor inspirado en el<br />
sistema de comunicación por parlantes que<br />
algunas favelas brasileñas usan para informar<br />
a la comunidad sobre actividades y acontecimientos<br />
de la zona. El modelo fue tomado de<br />
una película del año 2002 con el mismo nombre,<br />
Radio Favela, donde se narra la historia<br />
de varios muchachos que fundaron una radio<br />
en la favela Belo Horizonte durante los años<br />
80. No trabaja con dial, sino con parlantes:<br />
cada Consejo Comunal tiene cinco. En total<br />
son treinta parlantes puestos en lugares estratégicos<br />
del sector. Son 12.000 metros de cable<br />
para informar sobre jornadas de vacunación,<br />
cedulación, Mercales, rendición de cuentas de<br />
cada Consejo Comunal y cualquier cosa que<br />
atañe a la comunidad. Luego de dar inicio a la<br />
transmisión, Cristian se queda operando las<br />
máquinas: todas; entre la radio, la sala de ensayo,<br />
el estudio de grabación, el estudio de televisión<br />
y los talleres para formar disc-jockeys,<br />
Lunátiko mantiene su día ocupado.<br />
“Fue un proyecto en conjunto con el Ministerio<br />
de la Juventud llamado Jóvenes de la<br />
Patria. Nosotros fuimos seleccionados para<br />
ser el primer estudio de grabación a nivel nacional.<br />
Fuimos el primer estudio inaugurado<br />
el 27 de febrero del presente año. Todo eso<br />
fue gracias a nuestra organización y al trabajo<br />
que venimos haciendo desde hace mucho:<br />
eventos culturales y deportivos con bastante<br />
frecuencia. Ya teníamos mucho camino adelantado.<br />
Hubo bastantes reuniones, asambleas<br />
y foros para que esto se llevara a cabo.<br />
En un principio Radio Favela era la que iba a<br />
funcionar aquí y el estudio iba a ir abajo, en el<br />
Tiuna, pero después de mucho hablar logramos<br />
que se quedara aquí en el barrio”.<br />
En años anteriores El 70 no era conocido por<br />
su estudio, por su radio o por su eventos deportivos<br />
y culturales, sino por el gen que estigmatiza<br />
a todos los barrios de Venezuela: la<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
29<br />
delincuencia, la violencia, la cultura hegemónica.<br />
“Con este proyecto hemos recuperado<br />
el nombre del barrio, de hecho lo modificamos,<br />
ahora lo llamamos el 7-Cero”. Aunque<br />
no hay mucha diferencia entre 70 y 7-Cero,<br />
el simple hecho de enunciarlo distinto significa<br />
que ha habido un cambio. “Ya hay mucha<br />
gente que lo conoce por su nuevo nombre. Es<br />
como si fuera un barrio nuevo. Hemos limpiado<br />
la mala fama que tenía la zona”.<br />
A Cristian, en el trabajo que ha realizado todos<br />
estos años, le ha tocado la difícil tarea de<br />
hacer cambiar a los jóvenes con conductas<br />
hostiles. Una historia muy dura, que siempre<br />
cuenta cuando se le pregunta cómo el núcleo<br />
ha ayudado en esas transformaciones: “La<br />
mayoría de mis amigos de infancia ya no se<br />
encuentran físicamente. La cosa ha sido dura<br />
y lo primero que se piensa es en buscar el<br />
dinero fácil, ya sea con la delincuencia o las<br />
drogas, y la mayoría no llega ni a los 18 años.<br />
Yo me alejé totalmente de esos escenarios y<br />
gracias a mis padres nunca tuve esas necesidades.<br />
Durante todos estos años he conocido<br />
personas metidas de lleno en la delincuencia.<br />
Siempre aprovecho la oportunidad para invitarlos<br />
al núcleo, les digo que piensen en sus<br />
hijos, en la mala vida que le dan a sus familias,<br />
que se busquen un trabajo. Una historia<br />
que se repite mucho: dejan a la mujer sola, a<br />
la mamá sufriendo y al hijo huérfano”.<br />
Sin embargo, la comunidad de El 70 está<br />
“activa y despierta”, no toleran amedrentamientos<br />
de ningún cuerpo policial. “Los que<br />
más nos han perjudicado son los medios de<br />
comunicación privados: dicen cosas que no<br />
son. Desde que existe el núcleo, como ya te<br />
he dicho, el barrio ha cambiado y cambiará<br />
más con los proyectos que vienen con Barrio<br />
Nuevo Barrio Tricolor; aquí pasan muchas<br />
cosas bonitas, pero no es eso lo que reseñan<br />
los medios privados. Cuando ocurre un incidente<br />
en algún otro barrio cerca de aquí,<br />
meten a El 70 aunque no tenga nada que ver”.<br />
Hace unos meses ocurrió un homicidio en<br />
Cerro Grande e inmediatamente lo vincularon<br />
con El 70, y lo cierto es que “hace años<br />
que aquí no ocurre una tragedia”.<br />
El Núcleo Cultural 7-Cero ha beneficiado a<br />
los —aproximadamente— 6.000 habitantes<br />
del sector, una comunidad integrada por seis<br />
Consejos Comunales. “Lo más importante de<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
30<br />
El parque<br />
cultural<br />
tiuna el<br />
fuerte<br />
fue una<br />
importante<br />
figura en<br />
la creación<br />
del núcleo<br />
cultural<br />
7-cero<br />
—<br />
este proyecto es que el joven que no ha tenido<br />
la oportunidad de estudiar, porque no cuenta<br />
con los recursos, por una barriga prematura o<br />
porque tuvo que empezar a trabajar, tendrá la<br />
opción de acercarse a este tipo de actividades.<br />
Ser disc-jockey, producir radio, ser grafitero,<br />
ser locutor, producir música o bailar pueden<br />
ser motivaciones que alejen a los jóvenes de<br />
los malos caminos”. Un ejemplo claro es la<br />
agrupación Hombres Libres, integrada por<br />
Jesús Sequera, Ángel Serrano y Maifer Bracamonte<br />
quienes, después de salir de la cárcel,<br />
lograron grabar un disco en el núcleo y regenerar<br />
su vida a través de la música.<br />
“El Valle es una parroquia musical”. El estudio<br />
de grabación ha sido una herramienta fundamental<br />
para la preservación de la cultura<br />
local. Salseros, raperos, merengueros, cantantes<br />
de música llanera, productores de música<br />
electrónica, de música reggae y de cualquier<br />
otro género musical han podido documentar<br />
su idiosincrasia, dejarla grabada, dar constancia<br />
de que existe y de que ese producto,<br />
ese logro, por pequeño o grande que sea, se<br />
hizo ahí: en el mismo barrio. “En cualquier<br />
estudio de grabación el costo de la hora no<br />
baja de mil bolívares. Aquí eso es impensable,<br />
a pesar de que tenemos la última tecnología<br />
en software y equipos”.<br />
La historia del Lunátiko empezó con el experimento<br />
de desarmar radios para examinarlos.<br />
Más adelante logró armar una miniteca<br />
a punta de cajones fabricados por él mismo.<br />
Después conoció Tiuna El Fuerte y ahora no<br />
hay rémora que lo detenga. Hace año y medio,<br />
en Épale CCS Nº 4, Cristian echaba su<br />
cuento: “Cuando yo llegué al Tiuna dije: ‘Este<br />
es mi mundo’. Vi esos containers, vi a los muchachos,<br />
vi que estaban produciendo, vi que<br />
estaban bailando y decidí que ahí era donde<br />
tenía que estar”. DJ Cristian Lunátiko, a pesar<br />
de todas las responsabilidades que ahora<br />
tiene, se mantiene en pie. Sigue mezclando lo<br />
imposible: puede pasar de una salsa brava a<br />
un merengue, luego a una cumbia y termina<br />
en un house. Su vida ha girado en torno al audio,<br />
a la ingeniera de sonido, a la música. “Mi<br />
inclinación a este mundo debe ser por todo lo<br />
que veía de niño, con la miniteca de mi papá”.<br />
La semilla del Tiuna<br />
El Parque Cultural Tiuna El Fuerte fue una<br />
importante figura en la creación del Núcleo<br />
Cultural 7-Cero. “Nosotros hemos recibido<br />
mucha información del Tiuna. A donde<br />
quiera que ellos llegan dejan una inquietud<br />
sembrada en los jóvenes. Nuestro nexo<br />
con ellos es muy importante. Allí fue donde<br />
aprendí muchas cosas de las que hoy sé respecto<br />
al audio y a la música”. El modelo del<br />
Núcleo Cultural 7-Cero se repetirá al menos<br />
unas 400 veces en varios estados del país.<br />
Hace dos meses se inauguró uno en Barquisimeto<br />
y, además de la formación diaria que<br />
reciben los muchachos que hacen vida en el<br />
núcleo, se establecen vínculos con otras instituciones,<br />
como el proyecto Onda en el Inces,<br />
donde se enseña la ingeniería de audio.<br />
Los jóvenes que hacen vida en el núcleo<br />
se consideran “multifacéticos y versátiles”.<br />
Cristian es desde radio operador hasta electricista,<br />
también hace trabajos de realizador<br />
audiovisual. Su vida es una mezcla: cuando<br />
no está trabajando en el núcleo, es disc-jockey<br />
en varios clubes, sin mencionar su papel<br />
en la comunidad como vocero del Comité<br />
de Protección de los Niños, Niñas y Adolescentes.<br />
Ha sido reelegido dos veces y próximamente<br />
piensa postularse como vocero de<br />
los Consejos Comunales.<br />
“Nosotros no ganamos ningún sueldo. Una vez<br />
que el Ministerio y la Misión Barrio Nuevo nos<br />
dotó, nosotros mantenemos el espacio a través<br />
de la autogestión”. Cristian hace todo desde su<br />
corazón y, lo más importante, no lo hace por<br />
un beneficio personal sino colectivo.<br />
Claro y raspao!<br />
Como los pobres no planificamos<br />
muy bien eso de tener<br />
muchachos, mis pures, sin<br />
cumplir 20 años, decidieron<br />
darme a luz justo después del<br />
Sacudón, época de neoliberalismo<br />
y perrarina.<br />
Mi caso es un lugar común: me criaron a<br />
duras penas en el oeste de Caracas. En principio,<br />
mi mamá no trabajaba y mi papá vendía<br />
sandalias y correas de cuero, es decir, el<br />
dinero no les alcanzaba pa’ un coño, así que<br />
de cuando en vez le mendigaban un poquito<br />
de plata a mis abuelos, que también eran pobres.<br />
En pocas palabras, las condiciones que<br />
nos tocó vivir no fueron fáciles. Chambeamos<br />
desde carajitos, porque el hambre pesa y las<br />
opciones no eran muchas. Pero a pesar de<br />
todo mi infancia fue de pinga, o por lo menos<br />
así la recuerdo; los fines de semana con mis<br />
primos, jugando desde tempranito hasta que<br />
mi tía me gritaba desde la esquina que tenía<br />
que regresar a la casa porque eran más de<br />
las diez de la noche y a esa hora los carajitos<br />
se tienen que dormir.<br />
Yo vivo justo al frente de una de las entradas<br />
de la quebrada de Catuche en La Pastora,<br />
muy cerca de la Av. Baralt. Allí he visto pasar<br />
la mayor parte de mi vida y la de mis vecinos.<br />
Hago énfasis en esto porque en el barrio<br />
todo el mundo sabe y quiere saber de todo<br />
el mundo, y esto es algo que nos diferencia<br />
fundamentalmente de quienes se criaron<br />
en alguna zona privilegiada. Por más que<br />
la junta de vecinos en una residencia hable<br />
de alguien, allí nadie quiere saber de nadie.<br />
Para nosotros la comunicación es cotidiana,<br />
nuestras relaciones son —o terminarán<br />
siendo— públicas. Al contrario, para la gente<br />
que se crío en zonas acomodadas comunicarse<br />
es un ejercicio calculado, frío, privado.<br />
Ese modelo comunicacional que germinó<br />
en las zonas populares del país fue el que<br />
utilizó nuestro comandante Chávez y, ahora,<br />
nuestro actual presidente obrero Nicolás<br />
Maduro. Sin pelos en la lengua se dice lo que<br />
se tenga que decir, de forma franca, sincera<br />
y abierta. Nunca más nuestro lenguaje será<br />
oprimido, porque ahora el pueblo es el que<br />
tiene la palabra.<br />
¡Háblale!<br />
Osmar Romero<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.
LA TOMA<br />
31<br />
CON FRÍO<br />
Y CABALLOS<br />
CONVIVEN<br />
EN EL BARRIO<br />
POR KAY YAM HUNG<br />
FOTOGRAFÍAS AMBROSIO PLAZA<br />
Caracas, 20 de julio de 2014.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS
32<br />
AQUÍ SE PUEDE estar tranquilo. PARA LOS VECINOS<br />
NO ES FÁCIL VIVIR CON LOS ANIMALES, PERO APOYAN<br />
A LOS MUCHACHOS PORQUE DE ESA MANERA SE GANAN LA VIDA<br />
Para muchos El Junquito es un lugar para<br />
pasar el día caminando, comiendo, paseando<br />
en caballo; sin embargo, para otros es su<br />
hogar. Es que detrás de los locales del pueblo<br />
se encuentra el barrio La Toma; tiene aproximadamente<br />
50 años desde que las primeras<br />
familias comenzaron a vivir allí.<br />
Cuando íbamos bajando por las escaleras se<br />
podía sentir el olor a café recién colado, al<br />
fondo se escucha una música llanera y una<br />
neblina que no te deja visualizar qué tan lejos<br />
queda la última casa.<br />
Luis Mujica es un muchacho de 26 años de<br />
edad y padre de cuatro hijos que tiene toda<br />
la vida viviendo en el barrio: “Desde que nací<br />
este ha sido mi hogar, yo me crié en el barrio<br />
así como también lo habrá hecho mi mamá y<br />
mi papá, porque siempre han vivido aquí”.<br />
Se dedica a la construcción, pero trabaja fines<br />
de semana y feriados haciendo paseos a<br />
caballo. En este último trabajo es que lleva<br />
más tiempo. “Apenas me levanto le doy de<br />
comer a los animales y los llevo hasta arriba<br />
para que se queden el día allá”, cuenta Luis<br />
mientras va subiendo por las escaleras a El<br />
Niño, uno de sus seis caballos.<br />
Muchos de los muchachos que viven en La<br />
Toma se sustentan con este trabajo, que es una<br />
de las principales atracciones turísticas para<br />
los visitantes de El Junquito. La señora Victoria<br />
Lopesa, residente del barrio por casi 40<br />
años, nos decía que no es fácil convivir con los<br />
caballos ahí. Ellos, como vecinos, tienen que<br />
apoyarlos porque ese es el sustento de muchas<br />
familias: “Cómo le vamos hacer eso, no los podemos<br />
sacar”, dijo mientras seguía su camino.<br />
Anteriormente todo el barrio se llamaba La<br />
Toma y ahora, con los Consejos Comunales,<br />
se han dividido por sectores. Algunos de ellos<br />
son: Santa Barbara, Pollo Guindado y El Hueco.<br />
Según los vecinos es un lugar tranquilo<br />
para vivir. Todavía cuentan con manantiales<br />
naturales y, lo más importante, con gente honesta;<br />
claro, siempre hay uno que otro que se<br />
la da de vivo y quiere hacer de las suyas.<br />
Al final de las escaleras se encuentra un potrero<br />
improvisado con techo de zinc, donde<br />
están algunos de los caballos.<br />
Luis nos cuenta que antes tenían la tradición,<br />
todos los diciembres, de hacer un nacimiento<br />
viviente con todos los protagonistas<br />
de la Nochebuena. Él prestaba los caballos<br />
para que los Reyes Magos llegaran con las<br />
ofrendas para el niño Jesús: “Lástima que<br />
esa tradición la hemos perdido, espero que<br />
la retomemos otra vez”.<br />
Nos agarró la lluvia subiendo y unas muchachas<br />
están tratando de llevarse a un<br />
abuelito para vacunarlo. Ese día había una<br />
jornada de vacunación para los habitantes<br />
y así evitar que les de gripe y pulmonía.<br />
Ellas siguieron su camino y nosotros buscando<br />
refugio por un rato.<br />
El papá de Nancy Méndez fue uno de los<br />
primeros habitantes del barrio, tiene 76 años<br />
y atiende un quiosco en el pueblo en el que<br />
vende chucherías. Ella trabaja con él solo los<br />
fines de semana, se ayudan el uno al otro.<br />
Al igual que Luis, Nancy tiene toda la vida viviendo<br />
en el barrio; si tuviera la oportunidad<br />
de ir a un lugar mejor lo haría. Pero mientras<br />
no pueda se siente cómoda ahí, pues la gente<br />
es sana todavía y afirma que ahora con los<br />
yips es una bendición llegar a la ciudad.<br />
Según un vecino (o como se hace llamar: un<br />
“junquiteño rencauchado”), a veces se escucha<br />
La Sayona por el barrio buscando a su hijo<br />
muerto ¿o será que se confunden con el llanto<br />
de alguien real? Lo cierto es que hay que tenerle<br />
más miedo a los vivos que a los muertos.<br />
Él relata que desde pequeño se la pasaba<br />
por las montañas de El Junquito y nos contó<br />
la historia del porqué ese pueblo tiene ese<br />
nombre, mientras nos enseñaba unas fotos<br />
viejas: “En la laguna que abarcaba el espacio<br />
donde se construyó la Plaza Bolívar del<br />
pueblo, abundaban las matas de junco, una<br />
planta parecida al cebollín. Y como aquí en<br />
el pueblo, que está más arriba, también se<br />
encontraba la planta, le pusieron a la parroquia<br />
El Junquito, se le agregó el diminutivo”.<br />
Luis nos cuenta que una vez iba bajando a<br />
las 9 de la noche a lomo de su caballo por<br />
las escaleras y se cayó encima de una de las<br />
casas, y dio gracias a Dios por no haber nadie<br />
dentro de la habitación porque, de haber<br />
estado, “no lo cuenta”. Ni al caballo ni a él le<br />
paso gran cosa y solo el techo de acerolit fue<br />
el que sufrió las consecuencias.<br />
Así como Luis, los vecinos están de acuerdo<br />
que La Toma es un barrio en donde pueden<br />
criar a sus hijos mientras trabajan en<br />
el pueblo. Como dijeron todos con quienes<br />
hablé: “¡El barrio es tranquilo, aquí todo<br />
está bien!”.<br />
Edición Número Ochenta y nueve. Año 02. ÉPALE CCS Caracas, 20 de julio de 2014.