01.11.2014 Views

1GPVEkvYv

1GPVEkvYv

1GPVEkvYv

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

«Amémonos los unos sobre los otros.»<br />

Woody Allen<br />

STAFF 28<br />

DIRECCIÓN<br />

Edición y maquetación<br />

Ainize Salaberri<br />

salaberri@graniteandrainbow.com<br />

Coordinadora sección Literatura en<br />

Internet, recomendaciones, novedades,<br />

breves, tema central, columnas de<br />

opinión, reportajes<br />

Consejo editorial<br />

Ignacio Ballestero<br />

iballestero@graniteandrainbow.com<br />

Coordinador sección entrevistas<br />

Verónica Lorenzo<br />

veronicalorenzo@<br />

graniteandrainbow.com<br />

Pedro Larrañaga<br />

pedrinhola@yahoo.es<br />

Diseño logo y portada<br />

Inge Conde<br />

inge_conde@hotmail.com<br />

REDACTORES<br />

Miguel Alcázar<br />

Ignacio Ballestero<br />

Laura Bordonaba<br />

Fusa Díaz<br />

José Braulio Fernández<br />

Pablo Hernández Blanco<br />

Yolanda Izard<br />

Alejandro Larrañaga<br />

Pedro Larrañaga<br />

Verónica Lorenzo<br />

Aldo Medinaceli<br />

Julio Oliva<br />

Raquel G. Otero<br />

Guiomar Quintana Suárez<br />

Elena Rius<br />

Anabel Rodríguez<br />

Ainize Salaberri<br />

Salvador J. Tamayo<br />

Elena Triana<br />

Woody Allen siempre tiene la clave. Él, que tanto ha hablado del sexo en sus<br />

películas, él, ha superado a tantas otras citas famosas. Cito algunas:<br />

«El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación... las otras ocho no<br />

son importantes.» HENRY MILLER<br />

«De todas las aberraciones sexuales, la más singular tal vez sea la castidad.»<br />

REMY DE GOURMONT<br />

«La lujuria merece tratarse con piedad y disculpa cuando se ejerce para aprender<br />

a amar.» DANTE ALIGHIERI<br />

Si unimos literatura y sexo, que va unido a la lujuria, al erotismo, al desnudo<br />

poético, a la suciedad (porque, como el propio Allen dice, «El sexo sólo es sucio<br />

si se hace bien»), al desparrame, a la imaginación, a pequeños Marqueses de<br />

Sade, la mezcla es explosiva, sublime e irresistiblemente atractiva. Si hemos de<br />

tener orgasmos literarios que sean justificados. La literatura también es sexo,<br />

la literatura también es orgasmo. No están todos los que son pero son todos los<br />

que están. Habrá, aún hoy, quien nos llame depravados, quien se fustigue por<br />

sentir y por no seguir sus instintos, víctimas de lastres ajenos e impropios; habrá<br />

quien aún se haga nudos y se cercene, imaginariamente, su sexo, para no caer<br />

en la tentación de un cuerpo, en la tentación del placer, en la tentación de la vida<br />

eterna con una persona de la que amamos hasta la última gota de su jugo. Pero,<br />

como dijo Wilde, y Wilde nunca se equivoca (¿verdad?): «La única manera de<br />

librarse de la tentación es ceder ante ella.» Allá que nos vamos, entonces. Bienvenidos.<br />

P.D.: En mi afán por asegurarme de que la cita de Wilde era exactamente como<br />

mi memoria la recordaba, la he buscado en Google. El tercero de los resultados<br />

era de un blog llamado «Cristiano en construcción» que hablaba de cómo vencer<br />

la tentación. Cómo, dicho sea de paso, sin tilde. La tentación insoportable a la<br />

que los impuros nos entregamos es una mentira de Satanás, dicen. Ay, Satanás,<br />

qué pillín eres. Pero Dios, eso sí, en su bondad, nunca planta una semilla en<br />

nuestro interior que no podamos vencer. La entrada en el blog, cuyo lema es «La<br />

Santidad no es el camino a Cristo, Cristo es el camino a la Santidad», nos da las<br />

claves para superar al monstruo. Claves bíblicas. Citan a Job, bendito, y a un salmista<br />

que oró «Guárdame de prestar atención a lo que no tiene valor.» También<br />

nos dice que hay que vencer al mal con el bien. La tentación es el mal, graniteros.<br />

La entrada se extiende hasta la eternidad y no estoy lo suficientemente inspirada<br />

como para derrocar, hoy, al diablo. Lo que sí diré, y termino, es que si Dios nos<br />

quería puros que no nos hubiese permitido sentir placer. Reproducción sí, tentación<br />

de devorar a tu pareja salvajemente no.<br />

Qué queréis que os diga. Qué pereza. FOLLAD MUCHO, COÑO.<br />

Felices orgasmos, graniteros.<br />

NOTA: G&R ES INTERACTIVA<br />

Pinchando en círculos como este (que encontrarás en algunos artículos) accedes<br />

a la descarga del número en el que, previamente, hemos hablado de ese<br />

autor en G&R.<br />

Además, pinchando sobre los blogs de los redactores, que encontraréis bajo sus<br />

nombres, seréis redirigidos a sus páginas web.<br />

2


Sumario #28<br />

4<br />

Talento<br />

5<br />

Literatura en internet<br />

7<br />

Columnas de opinión<br />

12<br />

EDITOR: Ardicia Editorial<br />

16<br />

Reportaje: Yo soy el amor<br />

20<br />

SEXO<br />

58<br />

TRADUCTOR: Juan Carlos Postigo<br />

62<br />

Recomendaciones<br />

65<br />

Novedades<br />

18, 57, 61, 64 BREVES<br />

Reuters


Talento<br />

Laia López Manrique<br />

http://palidofuego.wordpress.com/<br />

A Laia López Manrique me la imagino yo como una araña. Al principio quizás te asustan sus ojos, su pose<br />

segura, pero después, cuando notas la suavidad, aunque abismal, de su tacto, llega la tranquilidad, llega la<br />

literatura. No recuerdo cómo llegué a ella, y es lo de menos, realmente. Recuerdo la sensación al leer uno<br />

de sus poemas, recuerdo la sensación de entrar en su blog y sentirme, en muchos momentos, identificada.<br />

Los hilos de los versos de otros, anclados en una memoria colectiva de la que no somos conscientes. Entrar<br />

en Acéldama, su blog, es entrar en un universo que está repleto de cosas, de mochilas de sentimientos,<br />

de giros inesperados, quizás incluso de mareos. Por ejemplo: «Resistencia a la espera. Resistencia a lo<br />

que aguarda, al propio acto de aguardar. Convulsión o espiral. Violencia pura. // Habito un velatorio. Mi<br />

propio velatorio. Soy el velatorio de otros. Anunciada en el dolor prematuro de la risa infantil. // Y lo que<br />

habito no es lo que soy. Siempre hubo alguien más detrás de mí. Habito un préstamo. Un remedo, un lazo.<br />

Una malla de fibras oscuras.» Hay arañas, hay oscuridad, y la indecible, innombrable, lucidez del espanto.<br />

4


Twitter<br />

Literature & Books<br />

@Lit_Books<br />

Citas, cumpleaños, citas, citas, citas. Citas que nos despiertan el día que estamos dormidos, citas que nos<br />

recuerdan lo que hemos aprendido y hemos perdido por el camino, citas que nos enseñan lo intranquilo de<br />

una vida ajena y la paz de la nuestra propia. Fotos de libros, fotos de librerías, fotos donde huir y escribir.<br />

La literatura que lleva a la literatura. La insatisfecha necesidad, siempre, de más páginas, de más citas,<br />

de más anécdotas, de más libros. «Algunos libros resultan muy familiares: son como estar de nuevo en<br />

casa.» Una cita de Mary Shelley que aparece en el Twitter de Literature & Books y que nos recuerdan que<br />

el ser humano, como dijo aquella, es capaz de hacer magia, y sin ningún truco. El Twitter de Literature<br />

& Books no es como volver a casa pero sí como encontrar un refugio: por la imágenes de, por ejemplo, el<br />

Frankenstein de la película leyendo en el rodaje los cómics de Batman, o por las citas de Arthur Rimbaud<br />

que nos dicen «He convertido los silencios y las noches en palabras.»<br />

5


Blog<br />

Miguel Alcázar<br />

http://elblogdemiguelalcazar.blogspot.com.es/<br />

Miguel Alcázar lo mismo te escribe una reseña sobre un libro que sobre una película; también te<br />

hace un comentario jocoso en Twitter o te devasta con una frase en una de sus críticas. Empecé a<br />

leer su blog hace mucho. En internet abundan aquellos que escriben sobre libros, que creen saber<br />

escribir; blogs que se llenan de seguidores porque la mediocridad está por bandera. Y eso es lo que<br />

vende, lo que triunfa. Miguel Alcázar es un salvavidas en medio de tanto desastre. Las valoraciones<br />

de los libros que lee —como los artículos que hace para esta revista— están bien escritas, bien<br />

desarrolladas, y no están vacías. Si algo hay, precisamente, es contenido. Y Alcázar sabe hilar un<br />

libro con otro, sabe ver donde otros no ven, sabe dónde reside la esencia del libro. Y si no le gusta te<br />

lo dice. Si lo abandona, te lo dice. La honestidad es esencial. Y saber lo que se hace también. Y él lo<br />

sabe, y lo hace envidiosamente bien. Ojalá más Migueles Alcázar en la blogosfera.<br />

6


Opinión<br />

Pedro Larrañaga<br />

Los últimos días de... un poema<br />

La despedida, el adiós, tiene algo de<br />

incomprensible para el ser humano. El fin, del<br />

que la despedida no es más que otra de sus<br />

múltiples formas, es un abismo desconocido<br />

que se abre ante nuestros pies. Radica ahí, en<br />

el desconocimiento, su principal capacidad<br />

para provocar miedo, para asustarnos.<br />

Y es que, aunque muchas cosas conocidas pueden<br />

provocarnos pánico, son las desconocidas<br />

las que más temblores y taquicardias llegan<br />

a generarnos. Es un miedo, el miedo a lo<br />

desconocido, que no se relaciona de forma<br />

racional con ese fin del que procede, sino que es<br />

el producto de una mezcla nada equilibrada con<br />

nuestra imaginación, de la que obtiene una forma<br />

única, un diseño exclusivo que se adapta a las<br />

mil maravillas a nuestras fobias, para conformar<br />

un pánico personalizado que siempre será más<br />

contundente que cualquier miedo genérico.<br />

El fin, la despedida, el adiós, asusta, y mucho. Y<br />

lo hace no tanto por lo que es en sí mismo, sino<br />

por lo que podría ser, por lo que podría haber<br />

sido incluso. Un adiós, un hasta luego tal vez, que<br />

nos hace temer por lo que no va a venir. Un final,<br />

el de un poema, que nos deja desconcertados,<br />

obligados a volver a abrir sus versos en busca de<br />

un sentido que, puede ser, no hemos sabido leer.<br />

Y volvemos, y releemos, y<br />

buscamos, y rebuscamos, y<br />

queremos, y soñamos, y deseamos...<br />

Pero después de todos nuestros “y...”, siempre<br />

está el final, la última línea. El adiós. Si<br />

cien mil veces volvemos a leerlo, cien mil<br />

veces llega el fin, y cien mil veces el miedo<br />

a lo desconocido que viene tras ese fin. Una<br />

angustia que no sabemos donde se esconde,<br />

pero que está ahí, tal vez estrangulando a<br />

nuestra sombra antes de saltarnos a la yugular.<br />

Después del mordisco en la yugular, sólo puede<br />

venir la muerte. Una como la que cantaba<br />

Dylan Thomas, que no tendrá señorío, como<br />

decía el poeta galés en sus versos. Una muerte<br />

que sólo es un reflejo del desconcierto que llega<br />

tras el fin, cuando el hombre, el ser humano,<br />

supera el último cruce y entra en un túnel tras<br />

el que no hay una luz, sino la misma locura. Y<br />

así “aunque se vuelvan locos serán cuerdos,/<br />

aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo,/<br />

aunque los amantes se pierdan quedará el<br />

amor”, por lo que dará igual que hayamos<br />

terminado con la lectura del poema, porque<br />

estaremos de nuevo al principio del camino,<br />

uno que debemos recorrer sin saber si lo hemos<br />

entendido, si cuando nos gritan “y la muerte no<br />

tendrá señorío” se refieren a que en la muerte,<br />

en el final de la vida, no puede haber elegancia<br />

y dignidad, sólo derrota y un dolor de mayor o<br />

menor intensidad. Tal vez, en cambio, quieran<br />

susurrarnos que en ese final (¿el nuestro?), “la<br />

muerte no tendrá señorío” y dejaremos de verla<br />

como un poder oscuro al que temer. Puede que<br />

sea eso, que la muerte no esté fuera, mirándonos<br />

con desprecio, sino que sea una parte de nosotros<br />

mismos, un yo que tiene nuestro mismo<br />

reflejo al que no hay que odiar o temer porque<br />

siempre ha estado ahí, sólo que en silencio,<br />

acompañándonos en nuestra vida hasta el<br />

momento en el que le ha tocado ser protagonista.<br />

Pueden ser muchas cosas, tanto la muerte<br />

como el poema, y volvemos al poema, porque<br />

en la muerte ya no hay vuelta atrás. Volvemos<br />

al poema, a leerlo, a repetir, como Dylan<br />

Thomas, que “los que yacen tendidos no<br />

morirán aterrados;/retorciéndose en el potro<br />

cuando los nervios ceden,/ amarrados a una<br />

rueda, aún no se romperán”, a entender, ahora<br />

sí, que incluso en ese instante de colapso de<br />

nuestras células, podemos dejar a un lado el<br />

miedo. ¿Es cierto? No lo sé y vuelvo al poema<br />

para encontrarme con que “las cabezas de los<br />

cadáveres martillearán margaritas;/estallarán<br />

al sol hasta que el sol estalle” y perder todo<br />

el consuelo ofrecido unos versos antes,<br />

temiendo por ese último “y la muerte no tendrá<br />

señorío” con el que se cierra la composición.<br />

Ante ese miedo, uno más, sólo queda regresar,<br />

de nuevo, al texto, a buscar otro rostro para<br />

la muerte antes del final del poema. Sólo ahí,<br />

en el poema, se puedo ensayar la muerte y<br />

ponerle cara a ese último minuto de vida.<br />

En la vida, no habrá segundas muertes<br />

en las que buscar la victoria o el consuelo.<br />

7


Opinión<br />

José Braulio Fernández<br />

¿Y si no tenemos palabra?<br />

Ahora no lo recordaréis, pero, cuando<br />

empezasteis a hablar, ignorabais lo<br />

que estabais aprendiendo. De hecho,<br />

ignorabais casi todo, por no decir todo, lo<br />

que os rodeaba. Algunos tendréis la fortuna<br />

de conservar algún recuerdo audiovisual<br />

de vuestros primeros pasos y chapurreos,<br />

si la familia tuvo la iluminación de pensar<br />

en futuros momentos de nostalgia. Otros<br />

habréis tenido el infortunio de nacer<br />

en una época en la que no se estilaba el<br />

recuerdo audiovisual. O, sencillamente,<br />

para no buscar una explicación a cada<br />

circunstancia, bastaba con el recuerdo<br />

limpio de unos y el relato para los<br />

demás. Con suerte, en alguna cavidad<br />

de la muchas que vuestro cerebro posee<br />

para almacenar información, tendréis<br />

escondida la primera memoria, un<br />

vago recuerdo al que etiquetáis como el<br />

primero.<br />

El mío, por ejemplo, es un paseo<br />

en carricoche en el que, alarmado,<br />

comentaba a mi madre que dormía<br />

despierto. Acababa de darme cuenta de<br />

que respiraba como lo hacían los mayores<br />

cuando dormían. Existen algunos detalles<br />

del relato que me invitan a ponerlo en<br />

entredicho, sin ir más lejos, que yendo en<br />

carricoche pudiese articular más de dos<br />

palabras con coherencia respondería a<br />

una inteligencia de la que posteriormente<br />

no he hecho demasiada gala, y no porque<br />

no lo hubiese pretendido, que me he<br />

esforzado. De modo que, ese elaborado<br />

pensamiento, por absurdo que pueda<br />

parecer ahora para los adultos, habría<br />

sido considerado en un mocoso así algo<br />

digno de estudio, o, al menos, de un dulce<br />

premio.<br />

El resto de la ambientación es nítida.<br />

La tarde era soleada, la muchedumbre<br />

inundaba el paseo, el ruido... Pero ahí<br />

comienza y termina el recuerdo, nada<br />

de lo que me llevó hacia él ni de lo que<br />

sucedió después pervive en mi memoria.<br />

Cuando lo rememoro es tan real que no<br />

puede ser un espejismo.<br />

He intentado siempre otorgar el valor<br />

8<br />

que se merecen las palabras, porque<br />

sin ellas, quienes hemos aprendido a<br />

amarlas e ignoramos otras formas de<br />

expresión, sabemos lo difícil que resulta<br />

representar con ellas los pensamientos.<br />

Por eso es importante no olvidar que,<br />

cuando alguien intenta impartir justicia<br />

sobre las palabras, lo está haciendo sobre<br />

los pensamientos, y que los pensamientos<br />

son los que nos confieren una identidad<br />

y la identidad nos hace personas. Claro<br />

que no todos los pensamientos merecen<br />

la misma categoría, y todos sabemos<br />

cuáles son esos pensamientos sin que<br />

un encorbatado pagado de sí mismo nos<br />

ayude a discernirlo. También sabemos<br />

cuáles son los libros que nos gustan, los<br />

artículos que nos enseñan, las comidas<br />

que nos sientan mal, los paisajes que nos<br />

estimulan. ¿Necesitamos para ello que<br />

nos orienten a base de normas y decretos?<br />

Las palabras son un valor añadido<br />

del hombre, el uso que haga de ellas<br />

colocará al individuo en la categoría<br />

que se merece. ¿Cuántas veces nos ha<br />

ofendido un comentario? ¿Y cuántas<br />

veces hemos enzarzado en una discusión<br />

con su autor? Yo, muchas. Y no por ello<br />

recurrimos al ministro de turno para<br />

dirimir nuestra disputa. Con fortuna, una<br />

tercera persona, con su amonestación<br />

o con su amparo, zanjaría la discusión.<br />

Imaginad por un instante que nuestros<br />

comentarios fuesen objeto de análisis<br />

por una cantidad ingente de personas,<br />

¿no favorecería eso que nuestros<br />

pensamientos traducidos en palabras se<br />

puliesen, se desbrozasen? Como tengo<br />

una confianza ciega en el ser humano,<br />

doy por hecho que su inteligencia es<br />

superior a la mía y, por tanto, su juicio es<br />

mucho más certero que el mío, por lo que<br />

ante pensamientos necios, optaría por la<br />

ceguera antes que por la refriega y con su<br />

ceguera contribuiría al olvido y al silencio<br />

de quien no se ha ganado el galardón<br />

de la palabra. Pero, ¿determinar el uso<br />

de las palabras con leyes? Significaría<br />

condicionar el pensamiento, convertir a<br />

la humanidad en rebaño, idiotizar para<br />

gobernar. Me niego.


Opinión<br />

Alejandro Larrañaga<br />

Estudio de campo<br />

El número 28 de G&R es un número festivo.<br />

Las órdenes fueron: toca ponerse picantes,<br />

juguetear un poco. Ya llegará el invierno, las<br />

lluvias, el viento y será momento de ponerse<br />

nostálgico o denso. Exigencia alta cuando el<br />

cuerpo te pide grandes verdades, universales,<br />

sabiduría pura en menos de mil palabras. Como<br />

aparte de dar la chapa también me gusta salir<br />

por la noche y dejarme llevar (ligeramente)<br />

por los ambientes embriagadores, la elección<br />

más obvia era una labor de observación. Así,<br />

sin necesidad de prismáticos, cual ornitólogo<br />

(te encuentras con auténticas aves de rapiña,<br />

jeje) toca esperar, estar atento y sorprenderte<br />

a cada paso.<br />

La primera conclusión a la que llego es que el<br />

género no diferencia a estas especies sexuales<br />

en el mercado de los garitos nocturnos.<br />

Entre los tipos diferenciados, no se aprecian<br />

variaciones significativas en cuestiones de<br />

género y orientación sexual, hay de todo<br />

en todas las opciones. Se acabó eso de unos<br />

esperan y otros atacan, lo que abre una puerta<br />

a la esperanza de los tímidos de ambos sexos<br />

y permite, si tu mente está lo suficientemente<br />

abierta, descubrir opciones en cualquier lado.<br />

Podríamos catalogar el mercado nocturno, la<br />

fauna, en tres grandes grupos, no estancos, por<br />

supuesto, pero sí fácilmente diferenciables. El<br />

nivel de alcohol o lo que sea en sangre puede<br />

hacerte saltar de un grupo a otro, empujón<br />

necesario para algunos más limitados por la<br />

racionalidad exacerbada, la timidez extrema o<br />

la simple falta de talento para las relaciones<br />

sociales.<br />

inflamadas. Son carne de after, porque el<br />

tiempo de descuento es el ideal para dejar los<br />

prejuicios y los escrúpulos atrás.<br />

Grupo 2: sí, si alguien quiere y me lo pone fácil<br />

Esta es una catalogación que parte del respeto<br />

y la educación, que nadie se confunda. Las<br />

personas del primer grupo ni son acosadoras<br />

ni criminales. Pero tienen iniciativa, por unos<br />

motivos o por otros, sienten la necesidad y<br />

lo van a intentar, de un modo más o menos<br />

torpe, según sus habilidades y período desde<br />

el último contacto. Quieren jugar, competir<br />

ye, en general, es su convicción la clave de su<br />

éxito o su fracaso.<br />

En este segundo grupo estarían tímidos,<br />

observadoras, acomplejados, racionales,<br />

torpes, analistas. Gente demasiado<br />

preocupada por las consecuencias, víctimas del<br />

exceso de sudoración cuando la oportunidad<br />

llega de improviso. Es la consecuencia de<br />

moverse a la contra, cualquier aproximación<br />

es un ataque, una situación de presión. Por<br />

tu cabeza pueden pasar cosas como el orden<br />

de tu habitación, la idoneidad de mostrar tu<br />

ropa interior, el riesgo de un idilio tormentoso<br />

o como celebrarás tu vigesimoquinto<br />

aniversario con ese desconocido que tienes<br />

delante. Lo paradójico es que en la cabeza del<br />

que se acerca no hay nada de eso y es bastante<br />

probable que cualquier lugar y circunstancia<br />

sean lo suficientemente buenos.<br />

Grupo 3: no<br />

Grupo 1: Sexo – sí, ¿cómo no?<br />

Es la opción mayoritaria a priori. ¿Quién<br />

podría negarse? Contacto humano, íntimo,<br />

cálido, húmedo, hormonas a tope. Y por<br />

encima de todo, la sensación de plenitud, de<br />

triunfo, tanto físico como psicológico.<br />

Hay aquí una pequeña diferencia de enfoque,<br />

que separaría a los miembros de esta opción en<br />

dos subgrupos. Por un lado estarían aquellas<br />

personas convencidas de esta opción, que se<br />

mueven con comodidad en distancias cortas,<br />

seguras de una cosa, es la mejor actividad a<br />

la que puedo dedicar mi tiempo. Su idea es, si<br />

me decido a salir de casa es para ir a lo grande<br />

y no me corto ante nada ni ante nadie. El otro<br />

subgrupo es el que se enfrenta a prolongados<br />

períodos de abstinencia, el deseo latente<br />

como fuerza ingobernable. La mirada delata.<br />

Se desprende necesidad, desesperación,<br />

como un bebé clamando por atención; a voz<br />

en grito, con las amígdalas muy rojas y muy<br />

9<br />

En realidad es más un nnaaaaahhhhhh…, así,<br />

arrastrao, fingiendo convencimiento. Modo<br />

no me interesa, es mi opción. Es una mezcla<br />

clara entre los dos grupos anteriores. En un<br />

momento dado podría optar por el grupo 1 por<br />

su capacidad de convicción o si ve una ocasión<br />

clara, pero podría acabar en el 2 por la ausencia<br />

de talento o el exceso de pensamientos. Su<br />

posición será sólida mientras se lo crea. En<br />

cuanto esa reafirmación no la sostenga ni<br />

la razón ni los sustitutivos, puede llegar el<br />

momento de cuestionarse la pose.<br />

Conclusión<br />

El estudio necesita más trabajo. Son solo las<br />

tres primeras especies reconocidas y no está<br />

clara la idoneidad de los estudios con una<br />

bebida de alta graduación en la mano. Aún<br />

así, me he divertido y la intención era que<br />

alguien se lo pasara bien con esta columna…<br />

Objetivo conseguido.


Hijo de Dios<br />

Opinión<br />

Pablo Hernández Blanco<br />

Hablar de nuestros libros preferidos<br />

siempre es complicado: indudablemente,<br />

nuestras impresiones se basan más en la<br />

intuición que en parámetros razonados,<br />

de ahí la ardua tarea que ello supone. La<br />

mayoría de las veces es una cuestión de mero<br />

sentimiento: cuando un libro te golpea,<br />

cuando un libro te sacude sin marcha atrás,<br />

es imposible ignorarlo, pues su marca sigue<br />

ahí, indeleble, inmortal. Por mucho que<br />

queramos decir, nuestras palabras serán<br />

incapaces de hacerles justicia, incluso a<br />

nuestras propias impresiones de él, ya<br />

que su calado es tan profundo que, para<br />

honorarlo siquiera, hemos de buscar en<br />

aguas profundas, casi a tientas; esto es,<br />

buscar en nuestros adentros y tratar de<br />

explicar lo que nuestras palabras a duras<br />

penas pueden dilucidar.<br />

Hijo de Jesús ocupa lugar entre mis libros<br />

preferidos. Es difícilmente equiparable a<br />

cualquier otro, anterior o posterior; sus<br />

influencias son visibles, pero su estilo es<br />

totalmente suyo, personalísimo y único.<br />

Publicada en 1992, fue la obra que, de<br />

manera definitiva, catapultó a Denis<br />

Johnson a la fama. El título original, Jesus’<br />

Son, viene sacado de la canción Heroin<br />

de The Velvet Underground (“When I’m<br />

rushing on my run, and I feel just like<br />

Jesus’ son.”, cantaba Lou Reed); el libro<br />

no es tanto una colección de relatos como<br />

una serie de viñetas —impresionistas a<br />

veces, impactantes siempre— en torno a un<br />

bestiario de personajes aislados, marginales<br />

y autodestructivos, personajes que entran y<br />

salen como almas condenadas a un limbo<br />

incierto —la América rural—, paisaje de<br />

sueños truncados y tendente a estallidos de<br />

violencia inesperada, donde las drogas y el<br />

alcohol parecen ofrecer la única salvación.<br />

Johnson escribe como en un estado de<br />

consciencia adormecida, sumiendo al lector<br />

en un extraño sueño lúcido literario en el<br />

que crueldad y compasión van de la mano<br />

como dos hermanas mellizas. Su destreza<br />

para describir situaciones fatales (un<br />

accidente de coche que el narrador predice<br />

al inicio del relato, la cercanía de la muerte<br />

en los pasillos de un hospital) es tan precisa<br />

como evocadora, propia de un cirujano<br />

literario colocado de anfetaminas: con una<br />

intensidad alucinatoria, entre el sueño y el<br />

despertar, Johnson se adentra en el lado<br />

oscuro de la tierra de las oportunidades,<br />

con sus sombras y sus espectros, a la vez<br />

que nos ofrece una certera radiografía de<br />

las dichas y miserias del alma humana, en<br />

la que lo feroz y lo bello se suceden como<br />

actores que aparecen y desaparecen tras el<br />

escenario. Algunos no dudaron en calificar<br />

a Johnson como “el Raymond Carver de<br />

los perdedores” —Carver fue, de hecho,<br />

profesor suyo en la Universidad de Iowa,<br />

en 1969—, aunque dicha descripción es<br />

un tanto fallida; antes que describir los<br />

milagros de la cotidianidad, lo mágico de lo<br />

ordinario, Johnson opta por sumergirnos de<br />

lleno en un submundo de yonquis y adictos,<br />

individuos tragicómicos que parecen bailar<br />

al son de una danza macabra, con una<br />

crudeza que únicamente cabría esperar<br />

de alguien que lo ha vivido todo en carne<br />

propia.<br />

Johnson describió su escritura como<br />

“un zoo de voces salvajes”, y en este zoo<br />

precisamente son sus personajes (a veces<br />

más animales que racionales) quienes se<br />

aferran como a un clavo ardiendo a cualquier<br />

cosa que irradie ilusiones de esperanza —<br />

una bailarina de diecisiete años, una coneja<br />

preñada tirada en la cuneta—, todo sea<br />

con tal de vencer a sus demonios internos<br />

y olvidar de una vez por todas. En último<br />

término, estas historias, no exentas de cierta<br />

moral y de borrosas metáforas religiosas,<br />

parecen acercarnos a una verdad que no<br />

por ser sucia es menos verdadera. Plagadas<br />

de cierta espiritualidad, aun terrenal y<br />

terriblemente humana, en las historias<br />

brilla ocasionalmente la trascendencia<br />

entre la interminable bruma y el exceso;<br />

una trascendencia que, en última instancia,<br />

logra elevar tanto a sus protagonistas como<br />

al lector mismo.<br />

Y es que, pese a lo deprimente de las<br />

historias que el autor nos relata (inspirado,<br />

muy seguramente, por sus propias vivencias<br />

con el alcohol y las drogas), Johnson logra<br />

hacernos entrever algo de esperanza en<br />

medio de todo el caos y sinsentido; esa<br />

luz al final del túnel que, por tenue que<br />

parezca, alumbra en todo momento las<br />

vanas esperanzas de las almas perdidas<br />

que pululan sin rumbo a lo largo de estas<br />

once historietas, que no son sino historias<br />

de adicción y, también, de redención. En<br />

apenas cien páginas el autor deja al lector,<br />

paradójicamente, con una sensación de<br />

inmenso placer tras semejante de ejercicio<br />

de intensidad y alto voltaje. ¿Pero quién<br />

somos nosotros para explicar esto? Al fin y<br />

al cabo, este el poder de los libros, el poder<br />

de las palabras, cuya misteriosa fuerza es<br />

tan enigmática como irrefutable. Y cuando<br />

uno lee un libro así, lo sabe, no porque sea<br />

capaz de razonarlo con palabras y señales<br />

sino porque, en definitiva, ha sentido su<br />

impacto en todo su esplendor cual boxeador<br />

noqueado.<br />

10


Opinión<br />

Ainize Salaberri<br />

«Old habits die hard.»<br />

Asistí, no hace mucho, a un recital poético.<br />

En él, una de las poetas dijo que sospechaba,<br />

como muchos otros, que los escritores siempre<br />

terminaban hablando de lo mismo. Y pienso yo<br />

ahora: es verdad, cambia el disfraz pero no el<br />

grito. Estamos tejidos de obsesiones. Somos lo<br />

que leemos, lo que escribimos. Lo que buscamos<br />

en la literatura es un texto, un poema, que calme a<br />

alguien que está encerrado en nuestras entrañas.<br />

Ese alguien somos nosotros mismos y a veces las<br />

entrañas están oxidadas, podridas, malheridas.<br />

Y buscamos salvación en la literatura.<br />

Los poetas dicen que la poesía no es un género<br />

sino supervivencia. Y pienso: lo fue para Anne<br />

Sexton, lo fue para Leopoldo María Panero, lo<br />

fue para un francés al que acabo de descubrir,<br />

de apellido Tarkos; lo fue, asimismo, para<br />

Sylvia Plath, para Alejandra Pizarnik, para<br />

Miguel Hernández cuando escribió aquellos<br />

versos que componen Me sobra la fe; lo fue<br />

para Princesa Inca, quien invocaba a Alejandra,<br />

a su Alejandra Pizarnik particular, y le pedía<br />

que la salvara. Y no debemos olvidar la poesía<br />

en la prosa. Porque los que escriben narrativa<br />

poética son también poetas, ¿verdad? Si la<br />

poesía es supervivencia, si la poesía es disfraz en<br />

muchas ocasiones, si la poesía trata de sortear<br />

el dolor, la pena, la melancolía, a veces incluso<br />

la vida, da igual si es un verso narrado, un verso<br />

libre, o una narración lírica y poética. ¿No?<br />

Pienso en las cartas de los Fitzgerald, en las<br />

cartas de Tsviétaieva, Rilke y Pasternak, pienso<br />

en Erri de Luca, en Sándor Márai, en Gabriel<br />

García Márquez, en Francisco Umbral, en<br />

Virginia Woolf y sus olas. Quizás, en realidad,<br />

eso sea la poesía: olas. Pienso en todos aquellos<br />

libros que forman mi biblioteca y que son<br />

desgarro. Carlos Castán, por ejemplo. Primo<br />

Levi. Y he de detenerme ante semejante<br />

portento humano. Primo Levi, superviviente<br />

de los campos de concentración, superviviente<br />

de sí mismo, superviviente de lo más indigno,<br />

demoledor y repugnante del ser humano.<br />

Escribió hasta desnudarse, escribió hasta<br />

vaciarse, y cuando no pudo soportarlo más<br />

—y nadie puede culparle por ello— se suicidó.<br />

De nuevo la literatura unida a la tragedia. Y a<br />

veces pienso qué sentido tiene escribir si no es<br />

para dañar, aunque sea levemente, a quien te<br />

lee; si no es para dejar un vacío, a la orilla de<br />

un abismo, si no es, digo, para hacerte temblar,<br />

¿para qué escribir, para qué la literatura?<br />

Y cuando el vómito debe ser inmediato se<br />

crea poesía. Entonces, quizás, he caído en<br />

dos trampas: la de creer que la poesía no es<br />

un género sino supervivencia, inmediata al<br />

menos, de esos fragmentos y escenas de vida<br />

que son puro veneno, y la de que siempre<br />

acabamos hablando de lo mismo. Mirad<br />

arriba: he mencionado todas mis obsesiones<br />

literarias. Y yo también he necesitado escribir<br />

para ser más liviana, y he vivido en ocasiones<br />

agarrada a un árbol en mitad de una tormenta<br />

y una ciclogénesis explosiva. Eso es para mí la<br />

literatura, precisamente. Y eso es lo que busco en<br />

ella: el árbol, el sustento, y el viento arrollador.<br />

Y también pienso hasta qué punto necesitamos<br />

estar hechos mierda para escribir. Hasta qué<br />

punto la genialidad de un poema o de una<br />

narración está unida a la desesperanza más<br />

absoluta, al llanto más amargo, o a la locura<br />

más desafiante. Hasta qué punto debe habitar<br />

un laberinto de precipicios en nuestro interior<br />

para poder crear, y crear algo digno. ¿No se<br />

puede escribir siendo feliz? Si leo de nuevo<br />

los ejemplos arriba mencionados pienso que<br />

no, que es imposible. Entonces, la literatura<br />

es un salvoconducto. Entonces, en verdad, la<br />

literatura es un estado de ánimo. Es habitar<br />

un infierno para alcanzar algo que aún no está<br />

a nuestro alcance. Es intentar respirar bajo el<br />

agua a pleno pulmón. La literatura, por tanto, es<br />

una inconsciencia, un acto suicida y confesional.<br />

Siento que no es la primera vez que escribo<br />

sobre esto. Siento que necesito extenuarme<br />

intentando entender no tanto lo que es la<br />

literatura como qué es la literatura en los libros<br />

de mis estanterías. Intentando entender hasta<br />

qué punto es necesario abandonar el traje de<br />

huesos y dejarse la sangre en las páginas, seas<br />

escritor o lector. Sé que no es la primera vez<br />

que escribo sobre esto y que tampoco será la<br />

última. Divagaré más y peor. Sólo espero que<br />

no tengáis que leerme otra vez hablando sobre<br />

lo mismo; que de ahí a ser escritor hay un paso<br />

y entonces sí que estamos todos perdidos.<br />

11


Ardicia Editorial es una<br />

de esas pequeñas pero<br />

grandes editoriales independientes.<br />

Su catálogo<br />

Ardicia<br />

Editorial<br />

es toda una declaración<br />

de intenciones. Acaban<br />

de cumplir un año y ofrecen<br />

en G&R un relato de<br />

cómo les ha ido, de cuáles<br />

son sus objetivos; un<br />

relato apasionado sobre<br />

la literatura. Muchos nos<br />

sentiremos identificados.<br />

Muchos sentiremos envidia.<br />

Larga vida a Ardicia<br />

Editorial.<br />

n Ainize Salaberri<br />

Ardicia: deseo ardiente o eficaz<br />

de algo. «Deseo ardiente de<br />

publicar, de editar, de rescatar.<br />

Deseo de libros y lecturas.» Así<br />

os definís en vuestra web, http://<br />

www.ardiciaeditorial.es, y fieles<br />

os habéis mantenido. ¿Cómo<br />

ha sido este primer año de vida<br />

editorial?<br />

Han sido unos meses apasionantes,<br />

de mucho trabajo y muchas<br />

satisfacciones. Hemos conocido a<br />

un montón de profesionales cuyo<br />

trabajo, como lectores anónimos,<br />

admirábamos desde hace mucho<br />

tiempo, y con los que jamás<br />

hubiéramos imaginado que un día<br />

llegaríamos a tener trato: escritores,<br />

traductores, ilustradores, críticos...<br />

Algo que, para nosotros, no tiene<br />

precio. Los libros han tenido buena<br />

acogida, y en ese sentido estamos<br />

contentos, aunque nos quede mucho<br />

camino por recorrer aún. Apenas<br />

hemos dado nuestros primeros pasos.<br />

Crear una editorial en medio<br />

de una revolución como la que<br />

llevamos tiempo viviendo puede<br />

parecer, casi, un acto kamikaze.<br />

¿Qué os habéis encontrado en<br />

el mundo editorial? ¿Cómo han<br />

respondido los lectores a vuestra<br />

propuesta?<br />

Sabíamos de la situación del sector,<br />

pero las ganas de poner en marcha un<br />

proyecto con el que habíamos soñado<br />

largamente pudieron más que los


malos augurios. No somos kamikazes<br />

ni tampoco inconscientes, simplemente<br />

estamos intentando levantar algo en lo<br />

que creemos. La respuesta, tanto de los<br />

lectores como de la prensa, ha sido muy<br />

positiva. Ahora esperamos no defraudar<br />

a quienes ya nos siguen y darnos a<br />

conocer entre aquellos lectores a los<br />

que no hemos llegado todavía.<br />

¿Qué os hizo editores?<br />

En primer lugar, la pasión por la<br />

lectura. Tras una vida como lector, uno<br />

siente que ha adquirido una especie de<br />

deuda con los libros, esos compañeros<br />

silenciosos que tanto gozo y compañía<br />

nos han procurado. Editar, de alguna<br />

manera, es una forma de saldar esa<br />

deuda invisible, y de transmitir a otras<br />

personas el amor por la palabra escrita.<br />

También, por qué no decirlo, nos<br />

empujó la ilusión de ganarnos el pan<br />

haciendo aquello que verdaderamente<br />

nos gusta. O al menos, de intentarlo.<br />

Todos los buenos editores, y<br />

recalco lo de buenos, deben ser<br />

grandes lectores, deben honrar<br />

la literatura antes que pretender<br />

llenar sus bolsillos. ¿Qué otras<br />

características debe tener un<br />

editor? ¿Cuáles son las vuestras?<br />

¿Qué es para vosotros editar?<br />

Además del amor -o el vicio, más bienpor<br />

la lectura, un editor debe ser una<br />

persona de curiosidad incansable.<br />

Alguien que conserve capacidad de<br />

sorpresa y la pasión del descubrimiento.<br />

A ello habría que sumarle otras virtudes<br />

más prácticas, si se quiere, esas que<br />

hacen que una editorial tenga una<br />

vida larga y fructífera. El tiempo dirá<br />

si las atesoramos o no. De momento,<br />

encontrar buenos libros y darlos a<br />

conocer a los demás nos parece una<br />

hermosa tarea.<br />

Se percibe, en vuestro pequeño<br />

pero gran catálogo, que cuidáis<br />

mucho las ediciones y los títulos.<br />

Como lectora lo agradezco porque<br />

estamos atravesando un período<br />

en el que, y esta es mi sensación, al<br />

lector se le falta un poco al respeto,<br />

al menos desde las editoriales que<br />

no son independientes. ¿Qué es<br />

lo que más valoráis a la hora de<br />

publicar un libro? ¿Qué factores<br />

tenéis en cuenta? ¿De qué forma<br />

estáis construyendo vuestra<br />

propia identidad?<br />

Como bien dices, el respeto al lector y a<br />

nosotros mismos es fundamental, una<br />

seña de identidad que compartimos<br />

con otras muchas pequeñas editoriales<br />

que, antes de nosotros, han marcado<br />

el camino a seguir. Respeto a nuestros<br />

lectores y, por encima de todo, a<br />

los libros y los autores, a ese legado<br />

artístico que nos dejaron y que debemos<br />

reconocer y cuidar. No se trata de<br />

hacer libros bonitos porque sí, ni de<br />

concebirlos como objetos puramente<br />

decorativos, sino de intentar, en la<br />

medida de nuestras posibilidades, que<br />

el resultado final esté a la altura que<br />

el texto merece. En cuanto a nuestra<br />

identidad, aunque tengamos claro<br />

qué libros nos gusta editar, aún es<br />

temprano para emitir un juicio sin<br />

resultar petulantes. La identidad de<br />

una editorial es su catálogo, y el nuestro<br />

apenas acaba de nacer.<br />

Hasta la fecha de esta entrevista<br />

habéis publicado ocho libros:<br />

http://www.ardiciaeditorial.es/<br />

libros/ ¿Qué hilo une cada una de<br />

las publicaciones?<br />

Cada libro es diferente, proceden<br />

de tradiciones literarias diversas,<br />

pero creemos que poco a poco van<br />

estableciendo sutiles lazos entre ellos,<br />

afinidades secretas de las que, en<br />

ocasiones, ni nosotros mismos somos<br />

del todo conscientes. Cuando uno<br />

repasa los impresionantes catálogos de<br />

algunas editoriales legendarias se da<br />

cuenta de ese misterioso aire de familia<br />

que terminan por compartir autores en<br />

principio muy distintos.<br />

¿Cuál ha sido la publicación<br />

más complicada, si es que la ha<br />

habido, y de cuál os sentís muy<br />

orgullosos?<br />

No ha habido ningún parto<br />

especialmente dificultoso. Quizás el<br />

lanzamiento más arriesgado fue Mi<br />

Carso, por la dificultad que planteaba<br />

su traducción y por la exigencia del<br />

texto, pero lo que en principio parecían<br />

escollos acabaron convirtiéndose en<br />

las grandes virtudes del libro, gracias<br />

a la magnífica traducción de Pepa


Linares, unánimente elogiada. El libro<br />

tuvo mucha repercusión en prensa,<br />

lanzamos una segunda edición y a<br />

día de hoy es el título más vendido de<br />

nuestro todavía pequeño catálogo,<br />

así que podemos decir que estamos<br />

orgullosos de habernos atrevido a<br />

editarlo, sí. Además, se trata de un libro<br />

fundamental para entender Trieste<br />

y su excelsa tradición literaria, un<br />

título que merecía llegar a los lectores<br />

castellanoparlantes.<br />

Una vez dentro del mundillo<br />

editorial supongo que os<br />

habréis dado de bruces con<br />

muchos imprevistos, con mucho<br />

papeleo, con muchas estrategias<br />

comerciales y editoriales...<br />

Habréis visto ya los dientes al<br />

lobo. ¿Hay algo que os haya<br />

sorprendido? ¿Hay algo que<br />

os resulta desagradable de la<br />

edición?<br />

La verdad es que no nos hemos<br />

encontrado con ninguna sorpresa<br />

desagradable. Los imprevistos, hasta el<br />

momento, son los inherentes a cualquier<br />

oficio, más si eres novato. Intentamos<br />

ir aprendiendo de nuestros errores de<br />

principiante. En cuanto a las estrategias<br />

comerciales y las zancadillas, supongo<br />

que es algo que se da en el mundo de<br />

las grandes editoriales, las tiradas<br />

inmensas y los beneficios millonarios,<br />

no en el de los sellos independientes,<br />

donde nos conocemos casi todos y<br />

las relaciones generalmente son muy<br />

buenas, no hay rivalidad alguna. Con<br />

los libreros sucede lo mismo, quienes<br />

lo son de verdad no están en ello para<br />

hacerse ricos, sino por vocación y<br />

amor a su trabajo. Igualmente con los<br />

traductores, ilustradores, correctores...<br />

A fin de cuentas, todos estamos en el<br />

mismo barco.<br />

He leído en http://www.koratai.<br />

es que en el próximo trimestre<br />

vais a publicar a Una bandada de<br />

cuervos, de Denji Kuroshima. ¿Qué<br />

más nos espera en los próximos<br />

meses?<br />

Tras Una bandada de cuervos llegará un<br />

libro de relatos de Doppo Kunikida, otro<br />

autor japonés, de estética y sensibilidad<br />

muy diferente a Kuroshima, pero<br />

igualmente fascinante. A él le seguirá<br />

una novela francesa de corte clásico y<br />

temática amorosa, para la que hemos<br />

contado con la colaboración de Gustavo<br />

Martín Garzo, que ha escrito un<br />

prólogo precioso. Y habrá muchas más<br />

sorpresas, como un entretenidísimo<br />

relato policiaco, que iremos desvelando<br />

en su momento.<br />

¿Qué debe tener una obra para que<br />

decidáis publicarla en Ardicia?<br />

En primer lugar, la calidad, su grosor<br />

literario. Después, que permanezca<br />

inédito en nuestra lengua, o que, pese<br />

a haber sido publicado en su día, no<br />

recibiera la atención que se merecía,<br />

o no haya llegado a los lectores.<br />

Sigue habiendo muchísimos títulos<br />

por descubrir y redescubrir, tanto de<br />

nuestra tradición literaria como de<br />

otras que, de manera injusta, hemos<br />

arrinconado en Occidente.<br />

¿Cómo llegáis a los libros que<br />

publicáis, cómo los descubrís?<br />

Tras una vida como lectores uno<br />

va teniendo noticia de multitud de<br />

tesoros escondidos. Ponemos en común<br />

nuestros descubrimientos y afinidades<br />

y así vamos dando forma al catálogo.<br />

Muchas veces un autor te lleva a otro,<br />

en esa cadena de transmisión y de<br />

comunicación silenciosa a través de<br />

los tiempos que es la literatura. Una<br />

experiencia que todo buen lector conoce.<br />

Al final, como señalabas, un editor no<br />

deja de ser, antes que cualquier otra<br />

cosa, un lector impenitente.<br />

Si tuviérais que definir vuestros<br />

libros con tres palabras, ¿cuáles<br />

serían?<br />

Monstruos parisinos: desmesura,<br />

fascinación, mordacidad.<br />

El libro de jade: delicadeza, emoción,<br />

exquisitez.<br />

Mi Carso: hondura, lirismo, desgarro.<br />

Doctor Krupov: clarividencia, ironía,<br />

melancolía.<br />

Vigilia inquieta: nocturnidad, misterio,


efinamiento.<br />

Los caníbales: parodia, lucidez,<br />

modernidad<br />

El general Ople y Lady Camper:<br />

ingenio, diversión, encanto.<br />

La casa de las persinas verdes:<br />

sarcasmo, invectiva, negrura.<br />

Portadas vistosas, edición<br />

cuidada, amor por lo que se<br />

hace. Esas son tres de las<br />

características de las mejores<br />

editoriales independientes.<br />

Contadnos, ¿cuánto tiempo le<br />

dedicáis a un libro? ¿Cuántas<br />

correcciones pasa, cuánto tiempo<br />

os pasáis eligiendo las portadas,<br />

cuánta dedicación hay entre las<br />

páginas?<br />

La verdad es que detrás de cada título,<br />

desde que decidimos publicarlo hasta<br />

que lo tenemos en las manos, hay<br />

muchísimas horas de trabajo. Buscar<br />

el traductor, elegir una ilustración<br />

que no sea simplemente decorativa,<br />

sino que dialogue con el texto...<br />

Cuando recibimos la traducción, pasa<br />

por varias correcciones, primero por<br />

nuestras manos, antes y después de<br />

maquetarla, y más tarde, por las de<br />

una correctora que se enfrenta al<br />

texto por vez primera, sin los tics que<br />

hemos adquirido nosotros al estar<br />

tan familiarizados con él. Podemos<br />

pulir y corregir un texto media docena<br />

de veces, incluso más. En realidad,<br />

nos pasaríamos la vida buscando<br />

esa perfección imposible, pero por<br />

fortuna hay unos plazos que cumplir<br />

que, pese a los agobios de última hora,<br />

evitan que nos volvamos locos.<br />

¿Qué opinión os merece el mundo<br />

del ebook? ¿Estará presente<br />

Ardicia en él en algún momento?<br />

De momento no entra en nuestros<br />

planes publicar ebooks. El papel es el<br />

formato ideal para nuestra manera de<br />

concebir los libros, como un trabajo<br />

artesanal. Pero no estamos en contra<br />

del libro electrónico, qué duda cabe<br />

que, para otro tipo de publicaciones<br />

y lecturas, como los libros de texto,<br />

por ejemplo, ofrece innumerables<br />

ventajas. En nuestro caso, no creemos<br />

que sea así, nos dirigimos a un tipo de<br />

lector diferente.<br />

TEST RÁPIDO<br />

Como lector<br />

Una escritora: Carson McCullers<br />

Un escritor: Luis Cernuda<br />

Un libro que salvar de un<br />

incendio: Sobre héroes y tumbas<br />

Un libro para regalar siempre: El<br />

gran Meaulnes<br />

Una ciudad literaria: San<br />

Petersburgo<br />

Un estilo: Más que un estilo, un<br />

género literario, el más puro y<br />

olvidado, quizás: la poesía<br />

Como editor<br />

Una escritora: Isak Dinesen<br />

Un escritor: Sándor Márai<br />

Un libro que salvar de un<br />

incendio: Ada o el ardor<br />

Un libro para regalar siempre:<br />

Crimen y castigo<br />

Una ciudad literaria: Trieste<br />

Un estilo: Otro género, la nouvelle.


R E P O R T A J E<br />

Yo soy el amor<br />

Tantos idiomas para un único lenguaje universal. El<br />

erotismo y la libertad de amar a través del surrealismo<br />

literario; o cómo divagar sobre la erotomanía.<br />

Variaciones.<br />

Me dicen que el amor es un capricho, un estilo de vida o una<br />

ilusión; que comienza con la primavera y remata en invierno; que<br />

sobrevive a los siglos reinventándose; que es maestro en disfraces<br />

y catedrático de la construcción de la vejez compañera; que está<br />

en continuo combate con la realidad y la filosofía; que desafía a<br />

la razón y se escuda en frases manidas. Dime tú, ¿qué es el amor?<br />

Me hablas así, dulcemente, mientras una yace en cama ajena,<br />

mirando al techo, escuchando sin escuchar, pensando en lo que<br />

me ha llevado hasta aquí, hasta este punto. Demasiada literatura.<br />

La literatura me ha enseñado a amar, como ama una persona<br />

a otra, sin distinguir, sin preferencias, sin cánones de belleza<br />

exterior o interior. Qué importa más que el nombre, más que la<br />

curvatura de sus labios, tus labios. La mirada dice más de lo que<br />

puedas callar, eso me enseña; a adivinar los pasos de baile antes de<br />

que la orquesta comience a tocar. No suena hoy Chet Baker, ni la<br />

Verónica Lorenzo<br />

n Verónica Lorenzo Sar<br />

Orquesta de ningún hotel perdido en los años 80 a medio camino<br />

entre el norte y el sur. Esta cama reutilizada guarda más palabras,<br />

más movimientos musicales, más riffs que cualquier instrumentos<br />

musical. La voz es un instrumento más, la narradora que cuenta<br />

esas historias en la barra de un bar de barrio, recordando viejos<br />

tiempos, cuando era joven y comprendió el significado del<br />

libertinaje, de la erotomanía, de la ninfomanía respetada. Dime,<br />

amor, ¿cómo podrías tú superar esto?<br />

La literatura me enseña los lenguajes secretos de la seducción sin<br />

yo comprender cómo se llega al éxito. ¿qué es el éxito? ¿A cuántos<br />

amar para ser exitosa? Las preguntas surgen antes de la lectura,<br />

porque luego esto no importa; importa la velocidad de la desnudez<br />

ajena, la apreciación de los temblores ante la primera caricia, de<br />

las sonrisas que se esconden en los poros de su piel, de sus dientes<br />

mostrándose atrevidos ante tu cuerpo que se va deslizando, que se<br />

va adaptando, que se va mojando. EL sudor surge o se construye<br />

y se resbala, como surgen o se construyen las palabras y éstas<br />

resbalan lengua abajo, recordando el mapa del amante-destino,<br />

mi maestro.<br />

El erotismo; el que se aprende o se desprende de ti. Sé que no


entiendes lo que quiero decir pero los ejemplos salen de mí sin<br />

mucho investigar. Lo prefiero así, sin planear, como no se planea<br />

el amor, la lluvia o el sexo consecuente del desbordamiento<br />

pasional. Pasión se llama mi mano traviesa. El erotismo es una<br />

Anaïs Nin que se escabulle de la realidad y la desafía e inventa su<br />

propia sociedad. El erotismo es el alimento físico e intelectual.<br />

Nos seduce una cabeza bien amueblada, como un buen bailarín,<br />

horizontal o vertical, que nos haga reír y al tiempo nos desafíe a<br />

vivir. Vivir por ti, a través de ti y aprender después a deshacerme<br />

de ti.<br />

Escribo mecánicamente, sin volver atrás, ni pensar, sólo tecleo,<br />

tecleo, tecleo, así como tú lees, sin reflexión. Sólo mi corazón<br />

tiembla, ansía una pasión, el secretismo de un silencio entre<br />

amantes, que se comprenden sin que el alrededor comprenda;<br />

sin que nadie sepa, se cruzan unas caricias bajo la mesa, unas<br />

miradas distintas en la superficie, pero en público nada hace<br />

sospechar el después. Erotismo es el lenguaje comprendido sólo<br />

por dos. Por tres. Por los amantes. Dime Simone de B., ¿cómo<br />

se vive siendo mujer y compartiendo, cómo se lucha contra el<br />

desbordamiento múltiple de este río? No vive el Guadiana en ti,<br />

eres constante, eres libre, eres cuerpo, eres mente, eres mano<br />

que acaricias, boca que besa, y corazón que late al límite de la<br />

taquicardia. Pienso en ti y pienso en mi amada María Casares,<br />

siempre favorita de Albert Camus pero libre como tú. Tan gallega<br />

y francesa, tan de ti y de mí. Cuando hablan de ella, olvidan sus<br />

“manías afrancesadas”, la libertad amorosa, la alimentación del<br />

stéréotype. ¿Sólo los franceses son capaces de amar así? ¿Es el<br />

erotismo un alimento importado de Francia?<br />

¡Oh, no! Pienso en Lou Andreas-Salomé, pienso en Marlene<br />

Dietrich, pienso en Edith Wharton... La culpa puede ser de<br />

Lord Byron. Él comenzó con el destrozo de las convenciones<br />

inculcadas. Me dices que debo amar unicamente a quien se<br />

me presente por primera vez con el objetivo de cuidarme; ni<br />

siquiera de corresponderme. Sólo cuidarme, como se cuida de<br />

una planta. No hay lugar para el amor, la pasión, el erotismo,<br />

la desvergüenza intima, el buen-trato privado. Pero el erotismo<br />

inglés, primero, sacudió mi cuerpo, desafió y rompió las cuatro<br />

paredes de mi pensamiento cuadriculado. Y entonces ocurrió lo<br />

inesperado. La muerte dulce no la provoca el óxido de carbono,<br />

sino el beso cálido de la entrega.<br />

Del deseo.<br />

Entonces comprendí los dietarios del amor ajeno y abrió mi<br />

hambre de la infidelidad permitida, del pensamiento lujurioso,<br />

del ensayo ante el espejo, del tecleo infinito, del oleaje nocturno.<br />

Este barco que construyo con palabras me servirá para surcar<br />

los siete mares con nuestros héroes literarios, pero además me<br />

permitirá aumentar mi biblioteca erótica. Hay algo más que<br />

Madame Bovary y Constance Chatterley, más que Anna Karenina<br />

y Ana Ozores. Pareciera que todo erotismo, todo amor pasional<br />

rematara en tragedia. Pero, ¿quién soy yo para adelantarme a las<br />

consecuencias? Yo, una simple aprendiz...<br />

Amor es experimentar un placer viendo, tocando, sintiendo con<br />

todos los sentidos y tan de cerca como sea posible un objeto<br />

amable que nos ama. Stendhal.<br />

¿Quién nos ama? ¿Qué amor nos corresponde?¿Cómo amar?<br />

¿Quién parte el bacalao?<br />

El amor erótico es exclusivo, pero ama en la otra persona a<br />

toda la humanidad, a todo lo que vive. Erich Fromm<br />

Leo las teorías sobre el amor, las divagaciones de “gente que<br />

sabe” pero nada resuelve mis dudas, ¿por qué? Porque el amor<br />

no es teoría, es práctica, es la inconsciencia en plena acción.<br />

Cuando piensas te pillas con las manos en la masa... nunca<br />

mejor dicho.<br />

¿Es el deseo un manifiesto de nuestro origen animal? ¿Somos<br />

salvajes domesticados? ¿Somos las mujeres las tentadoras y los<br />

hombres pobres víctimas de nuestra maldad serpentina? ¡Oh,<br />

mi lengua desbocada! Callarme ya, a golpe de beso. Mostradme<br />

el camino de la penitencia. Expiar mis pecados. Borrar las<br />

pensiones de mi foursquare, los estados con doble sentido<br />

de mis redes sociales y esta adolescencia alimentada con la<br />

literatura erótica.<br />

La ramera del pueblo era una novela pulp para adultos de<br />

los años 70 que cayó en mis manos a los ocho años. Después<br />

de un primer descubrimiento de mi señora madre y haberme<br />

escondido la novelita, yo, más lista que el hambre, rebusqué por<br />

la casa hasta encontrarlo de nuevo y dedicarme a devorarlo en<br />

la oscuridad, bajo la cama y con linterna. No entendía nada, se<br />

escapaban palabras de mi vocabulario. La emoción extraña que<br />

sentía la relación con la presunta historia de amor que leía. No<br />

era amor, sino deseo. Y una gran verga por el medio. Fuera lo<br />

que fuera eso que asociaban al americano protagonista como<br />

leitmotiv. Oh, pero después Nabokov rellenó mis lagunas, sin<br />

adjetivos superlativos. El erotismo era la sugerencia, la llamada<br />

de lo salvaje, la invitación a tomar el té con Venus. Te entiendo,<br />

mon cher H. Miller, ¿quién se podría resistir a salvajear por<br />

el París tardío, prorrogar el mito del amor aguardando con las<br />

bragas bajadas?<br />

Reconozco la precocidad de la lectura que coincidió con la<br />

manía tardía del deseo manifestado. Soy el amor. ¿Justifica eso<br />

el surrealismo de lo que estás leyendo en este preciso instante?<br />

¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Te has perdido? ¿Precisas<br />

ayuda? Ya lo decía mi señora “madre”, doña Emilia Pardo<br />

Bazán: no hay nada más peligroso que lo reprimido y oculto, lo<br />

que se queda dentro. Por ello declaro este escrito un manifiesto<br />

del deseo. Mi permiso ante el mundo para ejercer la libertad de<br />

amar, platónica y/o físicamente a quien se me pete y como a mi<br />

me da la gana. Que para eso yo soy yo y no tú. He aquí el deseo<br />

hecho real. La libertad es todo lo que me queda en el mundo; y<br />

el amor es mi posesión más valiosa. El erotismo es la suma de<br />

los dos elementos. El vino y las copas para servir. Las últimas<br />

palabras antes del Beso que abra la vereda.<br />

Dice mi amor platónico Anaïs Nin en Ser Mujer que “la lucha<br />

de la mujer moderna consiste en el conflicto que existe entre su<br />

deseo de unirse al ser amado y el deseo de mantener su propia<br />

identidad”. Pues lo diré claramente: esta soy yo y a quien no le<br />

guste, que no mire mi desnudez. Hagan el favor de pasarme el<br />

vestido que está sobre el sillón detrás de ustedes. Gracias.<br />

Fromm, Erich. El arte de amar : una investigación sobre la<br />

naturaleza del amor. Epílogo de Rainer Funk ; [traducción de<br />

Noemí Rosenblatt]. Barcelona : Paidós, 2007.<br />

Nin, Anaïs. Ser mujer. Versión castellana de Teresa Fernández<br />

Muro. 4ª ed. Madrid : Debate, 1983.<br />

Pardo Bazán, Emilia. Insolación. Introducción, Marina Mayoral.<br />

4ª ed. Madrid : Espasa-Calpe, 1991.<br />

Stendhal. Del amor. Prólogo y cronología de Guillermo Suazo<br />

Pascual ; [traducido por Gregorio Lafuente]. Madrid : EDAF,<br />

1994.


B reves<br />

Un paseíto por el barrio puede ser muy agradable, aunque no procura la sensación<br />

de haberse superado a uno mismo. Subir una montaña de dos mil metros, en cambio,<br />

puede resultar una tortura por momentos, pero conseguirlo procura una satisfacción<br />

incomparable. Leer una novela romántica puede ser una buena manera de pasar una<br />

velada de invierno, acurrucada en el sofá. Sin embargo, no proporciona, ni de lejos,<br />

la satisfacción intelectual que acompaña a la lectura de los Ensayos de Montaigne,<br />

por ejemplo. Está comprobado: al cerebro humano le gustan los obstáculos, se crece<br />

ante la dificultad; es más, según los últimos descubrimientos de la neurociencia, absorbemos<br />

mejor la información que nos ha costado conseguir, y la retenemos durante<br />

más tiempo. Que las limitaciones espolean la creatividad es algo que los poetas saben<br />

desde hace muchos siglos: por difícil que parezca, si uno se esfuerza lo suficiente casi<br />

todo se puede decir en catorce versos de once sílabas, que para colmo deben rimar<br />

entre sí siguiendo un patrón determinado. Que se lo pregunten a Lope de Vega y a<br />

Violante, si no. Revalidando algo que todos los lectores intuíamos, ahora resulta que<br />

leer es una actividad excelente también desde el punto de vista neurolingüístico. Y si<br />

se trata de lo que llaman “lectura profunda”, es decir, lectura crítica y analítica, aún<br />

mejor. Según recientes investigaciones, ambas formas de enfrentarse a un texto -la<br />

superficial y la profunda- movilizan partes distintas del cerebro. La lectura profunda,<br />

en especial, hace trabajar al cerebro de una forma que sorprendió a los propios investigadores.<br />

Está bien que la ciencia corrobore los beneficios de la lectura -sobre todo<br />

porque eso nos da argumentos para dedicarnos a ella con aún más ahínco-, pero los<br />

bibliómanos podríamos habérselo dicho sin necesidad de escáners ni de laboratorios.<br />

Leer una argumentación llena de inteligencia, por intrincada que resulte, descifrar<br />

las barrocas metáforas gongorinas o analizar las complejidades de los narradores<br />

faulknerianos produce una satisfacción que no sólo es estética, sino que a todas luces<br />

es “alimento para el cerebro”, el equivalente intelectual de las proteínas sin las cuales<br />

nuestra materia gris decaería y moriría. La próxima vez que alguien armado de una<br />

maquinita de juegos me diga que está entrenando su cerebro, podré responderle con<br />

toda tranquilidad, sin levantar la vista del volumen que estoy leyendo, que “yo más”.<br />

El cerebro y la lectura<br />

ELENA RIUS<br />

Máxima expresión del amor<br />

Shanghai Baby de Wei Hui<br />

ALEJANDRO LARRAÑAGA<br />

“Cuando levantaron a esos amantes de las cenizas, estaban fuertemente abrazados.<br />

El cuerpo calcinado de uno estaba metido en el cuerpo del otro; no hubo manera de<br />

separarlos.”<br />

Un número dedicado al sexo no puede quedar completo si no lo unimos, aunque sea<br />

de refilón, al ideal del amor. La pasión producto de la necesidad física del ser amado,<br />

máximo expresión del ansiado sentimiento. Dicen que las relaciones más completas<br />

llegan cuando esa conexión es total y es por esto que el enamoramiento, el primer<br />

estadio de la relación donde todo es nuevo y excitante, es el instante ideal para esa<br />

consumación.<br />

Aquí, en G&R, todo lo unimos con la literatura y tocaba buscar en los libros la perfecta<br />

representación de esa verdad. La china Wei Hui, en un libro lleno de choques<br />

a flor de piel como Shanghai Baby, donde el sexo y el amor se mezclan sin descanso<br />

convierte un momento dramático y doloroso en el epílogo perfecto para una historia<br />

de amor trágica. Que mejor manera hay de afrontar un incendio que fundiéndote por<br />

última vez (percíbase el chiste de dudoso gusto) con la persona amada.<br />

“No se percataron del peligro hasta el momento en el que el aire de la habitación<br />

empezó a arder. Sabían que ya no era posible salir de allí; el fuego había sellado todas<br />

las ventanas y salidas. Sólo les quedó una cosa: hacer el amor locamente en medio de<br />

las llamas. Mi nariz de veras que logró percibir ese olor a quemado, el aire caliente y<br />

seco de la desesperación.”


Sexo<br />

20<br />

Yolanda Izard<br />

MARGUERITE DURAS<br />

23<br />

Guiomar Quintana<br />

ALMUDENA GRANDES<br />

25<br />

José Braulio Fernández<br />

GUILLAUME APOLLINAIRE<br />

27<br />

Miguel Alcázar<br />

ANGELA CARTER<br />

30<br />

Anabel Rodríguez<br />

PHILIP ROTH<br />

32<br />

Fusa Díaz<br />

CHODERLOS DE LACLOS<br />

34<br />

Ignacio Ballestero<br />

ISAAC ROSA<br />

36<br />

Laura Bordonaba<br />

ARTHUR SCHNITZLER<br />

39<br />

Verónica Lorenzo Sar<br />

MILLER, NIN, LAWRENCE<br />

41<br />

Elena Triana<br />

CHARLES BUKOWSKI<br />

44<br />

Salvador J. Tamayo<br />

ALMUDENA GRANDES<br />

47<br />

Pedro Larrañaga<br />

KUNDERA Y HOUELLEBECQ<br />

51<br />

Raquel G. Otero<br />

GREGOR VON REZZORI<br />

54<br />

Alejandro Larrañaga<br />

VVAA


Sexo<br />

El amante,<br />

de Marguerite Duras<br />

Yolanda Izard


n Yolanda Izard<br />

¿Por qué el encuentro, fortuito o no, con un breve libro como<br />

“El amante” no parece haber dejado nunca indemne a ninguno<br />

de sus lectores? ¿Por qué esta herida que provoca, esta herida<br />

gozosa –oxímoron más propio de la poesía mística, que empleo<br />

a sabiendas de su valor-y esta paradójica seducción que sigue<br />

a su lectura nos turban tanto? Quizá porque Marguerite Duras,<br />

cuyo verdadero nombre era Marguerite Donnadieu, quiso, por<br />

una vez en su vida de escritora y después de publicar casi una<br />

cuarentena de libros, legarnos este profundo y desgarrador<br />

desnudamiento que había antes ocultado o tergiversado. Hizo<br />

lo que Kafka sugirió que debía hacerse: abrir con un hacha de<br />

palabras el mar congelado que habitaba en su interior. Y lo<br />

hizo de la mejor forma posible: sin morderse la lengua y sin<br />

ningún exceso. Esta mezcla de contención y lucidez, de verdad<br />

y sugerencia, de desnudamiento y de elegancia, de desgarro y de<br />

distancia, tan infrecuentes en el mundo literario, produjo una<br />

obra maestra, la gran obra maestra, a mi juicio, de la literatura<br />

del siglo XX.<br />

Ella misma lo anunciaba en una de las primeras páginas de esta<br />

novela: “He escrito mucho acerca de los miembros de mi familia,<br />

pero mientras lo hacía aún vivían, la madre y los hermanos, y he<br />

escrito sobre ellos, sobre esas cosas sin ir hasta ellas”. Marguerite<br />

Donnadiue toma por una vez el relevo de Marguerite Duras y<br />

decide ir hasta ellas escribiendo sobre una época concreta, la de<br />

sus quince años, fundamental en su vida, tanto que ve en ella<br />

una especie de presciencia, una huella adelantada a lo que le<br />

sucederá después. La huella en su rostro de estragos futuros.<br />

La amalgama del dolor que la vida parece ya imprimir en su<br />

cara antes, durante y después de que este suceda sin remedio.<br />

Quizá no hay mejor definición de lo que es el destino que esta<br />

impresionante reflexión que un simple espejo puede provocar:<br />

“Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho<br />

años ya era demasiado tarde. /…/. A los dieciocho años envejecí.<br />

/… /. He conservado aquel nuevo rostro. Ha sido mi rostro.” O<br />

esta otra: “El alcohol suplió la función que no tuvo Dios /… /.<br />

Ese rostro del alcohol llegó antes que el alcohol /… / Al igual que<br />

estaba en mí el del deseo. A los quince años tenía el rostro del<br />

placer y no conocía el placer”.<br />

Decide, pues, Marguerite Duras escribir sobre sus quince<br />

años sabiendo que son el símbolo de toda su existencia, por<br />

eso este es un libro pseudoautobiográfico en apariencia pero<br />

definitivamente autobiográfico en su carga de verdad, que exige<br />

que las cosas no sean lo que parecen sino lo que son dentro de<br />

uno. Aun a costa de una vuelta de tuerca a la realidad, sustituida<br />

por la memoria. Porque la memoria, aunque parcial, aunque<br />

ilógica, aunque distorsionante, es siempre más verdadera que<br />

la realidad. Marguerite Donnadieu vivía entonces en Saigón, la<br />

Indochina francesa -donde había nacido en 1914-, con su madre<br />

y sus dos hermanos. Debiendo tener los privilegios de los blancos<br />

en aquel país, vivían sin embargo en medio de necesidades desde<br />

que el padre había muerto, cuando la niña contaba cuatro años.<br />

Su madre había visto desaparecer paulatinamente todos sus<br />

sueños y vivía solo para su hijo mayor, un joven despótico y<br />

cruel que convertiría la vida de su hermano pequeño, y en menor<br />

medida la de su hermana, en un infierno. Duras despoja de toda<br />

mítica a su familia y describe sin pudor –y ya sin rabia, con ese<br />

sosiego que la edad imprime a la fatalidad- esa abducción del<br />

hijo hacia la madre, que acarrea el irresponsable abandono de<br />

esta hacia el resto de sus hijos: “Quería matar, a mi hermano<br />

mayor, quería matarle, llegar a vencerle una vez, una sola vez<br />

y verle morir. Para quitar de delante de mi madre el objeto de<br />

su amor, ese hijo, castigarla por quererle tanto, tan mal, y sobre<br />

todo para salvar a mi hermano pequeño, mi niño, de la vida llena<br />

de vida de ese hermano mayor plantada encima de la suya, /...<br />

/, el miedo en esa vida, miedo que una vez alcanzó su corazón y<br />

lo mató.”<br />

El peso de la familia, de la madre y de los dos hermanos, es<br />

definitorio en la narración, quizá más que el de su carga erótica,<br />

que es la que comúnmente se ha destacado. En realidad, no sé qué<br />

es más turbador en este libro, si la experiencia amorosa de una


chiquilla blanca y sin recursos, pero de extraordinaria fortaleza<br />

interior, con un joven de veintiocho, chino y adinerado, pero<br />

débil en todos los sentidos, o el relato contenido –y al mismo<br />

tiempo sobrecogedor- de su familia, de su madre y de sus dos<br />

hermanos. Lo que hace que esta pequeña gran novela sea del<br />

todo inolvidable es quizá la fuerza impactante de esta mezcla,<br />

la perturbadora fuerza de una voz que escribe en eso que<br />

llamamos estado de gracia, sobre los dos temas centrales de<br />

toda vida: el amor y desamor familiares, el hallazgo del deseo y<br />

del sexo, y, para rematar, las necesidades materiales.<br />

La familia. El deseo. El amor. El odio: (Ya he hablado) del<br />

“amor que sentíamos por nuestra madre pero no sé si he<br />

hablado del odio que también le teníamos y del amor que<br />

nos teníamos unos a otros y también del odio, terrible, en<br />

esta historia común”. El paso de este amor-odio al del deseo<br />

es estrecho, y la autora imbrica constantemente uno en otro,<br />

pasando del drama familiar al de la casa en Cholen donde la<br />

niña y el joven se encuentran, al mismo tiempo que se produce<br />

el del pasado al presente y el de la primera persona a la tercera<br />

persona narrativas, en un vaivén que estrecha el cerco en<br />

torno a las perspectivas, desde la inminencia del presente y la<br />

proximidad de la primera persona, a la necesidad de objetivad<br />

y distancia del pasado y la tercera persona narrativa, aunque<br />

sin duda priman los primeros.<br />

Marguerite Duras, de nuevo, es una maestra en la disposición<br />

de estos recursos que permiten que el lector disfrute con<br />

una literatura de calidad. Su escritura además es escueta,<br />

esencial, y obvia cualquier entrometimiento discursivo que<br />

no corresponda a estos dos grandes y únicos temas. Lo hace<br />

con una escritura de ritmo poético, frases breves, brevísimas,<br />

pobladas de intensos recursos, como la anáfora, en momentos<br />

cruciales. Y una gran habilidad para crear escenarios y<br />

atmósferas sugerentes, donde los sonidos y los olores se<br />

engarzan en un universo de percepciones sensoriales para<br />

potenciar esa sensualidad de su relato amoroso. Porque lo<br />

que desea, y logra, es revelar: evocar, seducir: “Lo recuerdo<br />

perfectamente, en la habitación hay poca luz, no se habla, está<br />

envuelta por el estrépito continuo de la ciudad /… / Los olores<br />

de caramelo llegan a nuestra habitación, el de cacahuetes<br />

tostados, el de sopa china, de carnes asadas, de jazmín, de<br />

ceniza, de incienso, de fuego de leña /… / el aroma de la ciudad<br />

es el de los pueblos del campo, de la selva.”<br />

El amor casi no existe por parte de la niña, al menos el concepto<br />

más arraigado de lo que es amor. La niña quiere ser amada,<br />

conocer el placer. Pero en el fondo, aunque ella aún no lo sepa,<br />

sabe que esa es la única salida de su alma acorralada en un<br />

universo familiar deshecho: “Los besos en el cuerpo hacen<br />

llorar. Diríase que consuelan. En familia no lloro. Ese día, en<br />

esa habitación, las lágrimas consuelan del pasado y también<br />

del futuro. Y: “Con frecuencia llora porque no encuentra<br />

fuerzas para amar más allá del miedo”, porque “tanto si se<br />

ama como si no se ama, siempre es terrible.”<br />

En realidad, si sumamos las páginas eróticas, no llegaremos<br />

mucho más allá de una treintena, pero hemos de añadir que<br />

no por escasas son menos intensas, con ellas basta para dar<br />

una potente imagen de un mundo de iniciación en el gozo y<br />

en el dolor. Todo cuanto se hubiera añadido habría mermado<br />

su intensidad, la granazón de lo que importa: dos cuerpos<br />

desgarrados: el de él por un amor imposible; el de ella por un<br />

gozo imposible de mantener en una vida dolida. Marguerite<br />

Duras logró con su escritura trascender las modas, los cánones<br />

estéticos y morales. Ir más allá de sí misma. Solo por “El<br />

amante” merece la pena saber leer.


Salvando a Lulú<br />

Sexo<br />

Guiomar Quintana Suárez<br />

http://definitely-ecno.blogspot.com.es<br />

@GQ_72<br />

16


n Guiomar Quintana Suárez<br />

“Todo aquello que desafíe costumbres profundamente<br />

arraigadas parece amenazante, especialmente si es desafío<br />

se orienta a las estructuras de poder consolidadas.”<br />

Marta C. Nussbaum<br />

Relacionar mujer, poder y sexualidad no es difícil, sobretodo cuando<br />

se hace con una connotación negativa o desde una perspectiva social<br />

causada por un proceso deductivo, por un conocimiento “común”<br />

o “general”. El poder es el ingrediente principal del caldo en el que<br />

las especias sumisas no aportan sabor si falta patriarcado. En esta<br />

receta, la del mundo sin implantación de la defensa de la reforma<br />

en la educación liberal para el ciudadano crítico, los estudios de<br />

género y la sexualidad quedan relegados a un tercer o cuarto plano,<br />

a un plano de locos e irracionales, de “dionisiacos” e impredecibles,<br />

o de otras mujeres, únicas en tratar de llevar a mejor terreno lo que<br />

otros no quieren reflejar en ninguna superficie. Esto se debe a que<br />

los roles y situaciones -en ocasiones secundados y establecidos por<br />

nosotras mismas- en los que la mujer se ha visto inmersa como sexo<br />

débil durante siglos, han sido constituidos como hazañas o luchas,<br />

como ensayos, críticas y reflexiones lanzadas contra un muro que,<br />

manchado por la discriminación, ha sido nombrado y creado por<br />

“los otros”. La mujer ha jugado un papel fundamental antropológica<br />

y socialmente hablando. Olvidarlo es fácil y tarea de demasiados<br />

pues, entre otras cosas, no se puede recordar algo que nunca se ha<br />

sabido, así como no se puede aprender lo que no ha sido enseñado ni<br />

se puede entender algo que no se conoce. Partiendo de esta base, no<br />

es tarea ardua encontrar ejemplos de la invisibilidad que las rodea:<br />

cuando se entrega un informe sobre el producto nacional bruto de<br />

un estado moderno para poder hablar de política o economía al<br />

respecto, el trabajo doméstico no computa como trabajo productivo.<br />

¿Cómo iba entonces, si quiera, a ser entendido como trabajo por<br />

las diversas generaciones que precedieron el momento actual?<br />

Sin embargo esta, como otros comportamientos “obligatorios”<br />

atribuidos a la mujer, han permitido al hombre (principalmente en el<br />

mundo académico) centrar su atención en aspectos y cuestiones de<br />

estudios determinados que, sin duda, han ayudado a traernos hasta<br />

aquí, hasta hoy.<br />

La inserción de la mujer en el mundo académico y laboral ha<br />

supuesto un camino de trabas y despropósitos, desestimación e<br />

infravaloración. En la Antigua Grecia, consideradas seres humanos<br />

de segunda, tardando luego en ser incluidas en investigaciones,<br />

siendo absurdo incluso tratarlas como objetos de estudio desde<br />

un punto de vista objetivo (todo lo objetivos que nos permite ser<br />

la ciencia). ¿Para qué estudiar a la mujer? ¿Para qué impulsar o<br />

apoyar a las feministas? ¿Por qué, siendo hombre, aceptar algo así<br />

como “El sometimiento de las mujeres” de John Stuart Mill? El<br />

pensamiento lleva su tiempo y a él le siguen los cambios, a los siglos<br />

les acompañan sus dichas. Nos molesta, por defecto y de forma<br />

irracional, lo que desconocemos. Desechamos sistemáticamente lo<br />

que no nos produce una empatía directa previamente constituida.<br />

Pero un día a alguien le da por fijarse en la otra cara de la moneda,<br />

y es así como comienzan las grandes historias. Aunque al principio<br />

todas estén llenas de observaciones y conclusiones infundadas, si<br />

Sigmund Freud no hubiera dicho tonterías, por ejemplo, referentes a<br />

la sexualidad femenina, hoy desconoceríamos lo que se nos muestra<br />

como “verdadero”. No sabríamos nada del psicoanálisis, nadie<br />

hubiera buscado resolver esos enigmas que permanecen “ocultos”<br />

y “evitados” en una sociedad puritana y convencional. El orgasmo,<br />

la impotencia, la homosexualidad, la fertilidad, las relaciones de<br />

pareja o la frigidez seguirían siendo tabúes y nadie se preocuparía<br />

por entender a la mujer como mujer (que es lo que constituye de<br />

manera natural) y no como madre. Hombres como Richard Posner<br />

o Alfred Kinsey no hubieran tenido nada interesante que decir; y<br />

seguramente yo no entendería la sexualidad como una construcción<br />

social sino como algo biológico o, peor aún, como algo ligado a otras<br />

áreas (la religiosa).<br />

Si Austen no hubiera imaginado a mujeres inquietas, si Woolf no<br />

hubiera pensado en una habitación concreta, si Beauvoir se hubiera<br />

dedicado a limpiar o si Wollstonecraft hubiera decidido pensar en<br />

cosas “más propias de su condición”, no podríamos hablar de Lulú,<br />

que es lo que toca ahora. Y es que Lulú es una niña que quiere ser<br />

mayor, que quiere ser mujer. Lulú (la de Almudena Grandes, no la<br />

de Bigas Luna), es atrevida y tímida, contradictoria, comedida y a la<br />

vez desafiante. Libre pero sumisa, enamoradiza y a veces, en la edad<br />

adulta, irremediablemente kamikaze.<br />

En “Las edades de Lulú” la mujer es impredecible, las madres no<br />

conocen a sus hijas, el desamor lírico no existe y el sexo acaba siendo<br />

peligroso. Las amistades se sobrepasan, las edades no importan, la<br />

ingenuidad desgarra y araña, y Lulú nos da pena, porque es libre,<br />

completamente libre, pero está atrapada. Lo que no podemos obviar<br />

de la novela son dos cosas: que está escrita por una mujer, una<br />

mujer que sigue viva y no ha sido aún convertida en mito, y que la<br />

sexualidad, esa de la que no se habla, actúa como arma de doble filo,<br />

se camufla y se transforma. La misma, es abordada con intensidad y<br />

sin tapujos, se pasea desnuda y con gracia, desemboca en desgracia,<br />

es sucia, no se calla nada. El clima es húmedo y la atmósfera lúgubre,<br />

todo se torna desagradable. “Huye Lulú, huye. Deja de lanzarte<br />

contra ti misma y vuelve a casa. Sálvate. Para.”, nos gustaría gritar.<br />

¿Salvarse? ¿Salvar a Lulú? ¿De qué? ¿Por qué?<br />

Y es que “estaban allí, semiescondidos en los portales, emperifollados<br />

y tambaleantes sobre los tacones puntiagudos, pantalones<br />

brillantes y ceñidos, fantasmagóricos leopardos sintéticos sobre<br />

una superficie inverosímilmente lisa, escotes magnánimos, telas<br />

perfectas, perfectas, envidiables, labios rojísimos, pestañas postizas<br />

empastadas de rimmel de colores y peinados infantiles, se debían<br />

haber pasado de moda las melenas de leona y ahora casi todas<br />

llevaban coletitas, con gomas y lazos de colores, sus cabecitas<br />

cosidas con horquillitas, maripositas y manzanitas.” Escondidos,<br />

ellas, escondidas, ellos. Heterosexuales, homosexuales, bisexuales,<br />

transexuales, metrosexuales. Así comenzó su carrera Almudena<br />

Grandes, a los veintinueve años. Con un grito feminista de pura<br />

libertad sexual y socorro. Dejando ser a quien quiera ser como quiera<br />

serlo. Con la voz cortada, la garganta rasgada de contar una historia<br />

que, condimentada a base de elementos eróticos, parece decir “salvad<br />

a Lulú de sí misma pero dejadla disfrutar de lo que es, dejadla usar<br />

su cuerpo como quiera, dejadla fuera de estereotipos y asociaciones<br />

arraigadas. Ella no os pertenece, no pertenece a nadie.” Parece que va<br />

completamente en serio, pero Almudena y Lulú sólo están jugando.<br />

Se rizan el rizo con el dedo, mientras te miran, desafiantes. Desafían<br />

costumbres, el poder se tambalea cuando ellas abren los ojos por<br />

las mañanas. Muestran fuerza y no debilidad, destituyen absurdas<br />

objeciones, inquietan a esa ignorancia que gira entorno a la mujer,<br />

junto a ellas, a través del sexo. Hay muchas “Lulús” sueltas, hay<br />

muchas mujeres que experimentan, muchas niñas con ganas de<br />

crecer, demasiadas que necesitarían ser salvadas. “Necesitarían”.<br />

Ellas juegan pero no saben a lo que están jugando. Lulú está viva,<br />

Lulú está loca. Lulú no sabe lo que hace. A Lulú hay que salvarla. Lulú<br />

es la que nos salva. ¿Salvarnos? ¿Ella? ¿De qué? ¿Por qué, por qué<br />

íbamos a necesitar ser salvadas?


Sexo<br />

Las hazañas de un<br />

joven Don Juan<br />

Guillaume Apollinaire<br />

José Braulio Fernández Riesgo<br />

@JoseBrauliofr


Uno acaba comprendiendo, con la ayuda de los años y<br />

la experiencia (escasa, que la inmodestia es otra de las<br />

características que suelen brotar cuando de él se habla), por<br />

qué siempre se ha vinculado al pecado y al diablo, y a un sinfín<br />

de otras imágenes de tan negativos atributos, el sexo. Digo<br />

siempre desde la perspectiva religiosa y la social aparejada a<br />

ella, lo cual es lo suficientemente estrecho para relativizar el<br />

adverbio.<br />

Dios creó el sexo (por decirlo de algún modo), dirán,<br />

simplemente para que la especie humana se reprodujera y<br />

repoblara el planeta a partir de Adán y Eva, no para recrearse<br />

en el proceso sin que tal ejercicio proporcionase resultados<br />

satisfactorios. Hoy nos podríamos preguntar si el ejercicio<br />

reproductivo no se le estará yendo de las manos a quien<br />

propugna el sexo reproductivo y si en vez de eso habría sido<br />

preferible que aflojase sus normas para deleite y salud del<br />

planeta. Y, ya puestos manos a la obra, también para deleite<br />

y salud del ser humano, incluido el encargado de regular los<br />

instintos si supiera lo que es el sexo, en cualquiera de sus<br />

vertientes, más allá de lo que en los libros aparece y lo que las<br />

homilías le susurran.<br />

Conviene no trasladar nuestra concepción occidental y liberal<br />

del sexo a otros rincones del planeta y a otras épocas en las que<br />

la libertad sexual, al igual que otras libertades, han sido, y son,<br />

perseguidas con la ferocidad que se persiguen las agresiones,<br />

aunque éstas no lo sean ni lo fueran con la misma ferocidad.<br />

Es paradójico, ¿verdad? El ser humano encierra una magnitud<br />

de paradojas que harían replantearse todos sus principios al<br />

más esclarecido. Y, con estos corsés adornando las mentes del<br />

planeta, llega Guillaume Apollinaire (Roma, 26 de agosto de<br />

1880 – París, 9 de noviembre de 1918) con “Las hazañas de un<br />

joven Don Juan” para arruinar esos postulados engendrados<br />

durante siglos que se levantaron como muros con los que<br />

orientar la mentalidad colectiva. Bien es cierto que unos pocos<br />

antes que él, casi anecdóticos, y otros muchos después se<br />

soltaron los grilletes que esclavizaban sus ideas y empujaron<br />

en auxilio de la libertad, lo que hoy en día debemos agradecer<br />

sobremanera, porque nos permite escribir esto sin que medie<br />

censura alguna que tache términos tan audaces como sexo o<br />

libertad.<br />

El sexo ya no es tabú. Pero, antes, sí. Antes es otro adverbio que<br />

invita a la controversia. Antes puede ser hace diez minutos o<br />

hace diez años. Pregúntese, lector, si hace diez años, un tiempo<br />

relativamente reciente, existía cierto tabú en lo tocante al sexo.<br />

¿Y hace quince? Y quince años no es nada. Si nos vamos más<br />

atrás, tampoco mucho, llegaríamos a presenciar la época del<br />

destape, famoso periodo de liberación sexual de dudoso gusto<br />

que epataba los sentidos, sobre todo los masculinos, ante la<br />

presencia de lo más natural que podríamos encontrarnos. Y con<br />

solo girar la cabeza otro poco, este texto ya habría sido retocado<br />

de arriba abajo. Es por esto que el mérito de Apollinaire es<br />

grande, no tanto por una acusada voluntad de estilo como por<br />

la ruptura de unos moldes que sirvió de inspiración para otros<br />

posteriores que podríamos tener como referencia a la hora de<br />

tratar el sexo y su libertad. Un faro que en la niebla orienta a<br />

los marineros.<br />

“Empecé a mear, pero intermitentemente, porque mi miembro<br />

estaba aún tieso. Vi el chorro, que caía al suelo provocando<br />

salpicaduras. Al final éste se hizo más débil. Finalmente me<br />

pareció que mi hermana hacía esfuerzos, su raja se abría en<br />

lo alto y se veía la carne roja. Aquello no había durado más<br />

que unos segundos, el chorro cesó y cayeron aún algunas gotas<br />

solas.<br />

Entonces empuñé con las dos manos los labios de su coño y<br />

los separé. Esto pareció producirle un gran placer, ya que de<br />

no ser así no habría mantenido su camisa al aire con tanta<br />

complacencia.<br />

Al final descubrí que su raja, que podía compararse a un<br />

mejillón entreabierto, contenía otros dos labios, pero más<br />

pequeños que los de fuera.<br />

Estos toques parecían gustar a mi hermana, pues se mantenía<br />

tranquila, aunque echaba un poco el vientre hacia delante.<br />

Se puso muy excitada y levantó aún más su camisa, por encima<br />

del ombligo. Entonces repasé su vientre. Le pasé las manos por<br />

todas partes. Le hice cosquillas en el ombligo y pasé la lengua<br />

alrededor. Luego retrocedí un poco para ver mejor.<br />

Sólo entonces vi los bonitos pelos que ornaban la mota grande<br />

y triangular de Berthe”.<br />

Apollinaire no invirtió demasiado tiempo en suavizarnos la<br />

incipiente relación de su protagonista con el sexo. Lo cual es de<br />

agradecer si lo observamos desde un punto de vista puramente<br />

neutral. Estéticamente podría ser cuestionable el tratamiento,<br />

pero no estamos aquí para juzgar al gran Apollinaire, que sabrá<br />

más que nosotros sobre ello. Y sobre el sexo también.<br />

El protagonista, un joven de buena familia, descubre el sexo,<br />

todo, absolutamente todo, y recorre la casa de vacaciones<br />

husmeando por todas las esquinas a todas las mujeres que allí<br />

se concitan, a excepción de su madre, a la que husmea, pero<br />

desde otra óptica más aséptica. Sirvientas, hermanas, tías, él,<br />

reúnen las características idóneas para que Roger respire el<br />

novedoso aroma sexual que penetra en sus tejidos como una<br />

adictiva droga y le estimula para que continúe explorando los<br />

parajes de ese territorio virgen.<br />

Apollinaire nos demuestra que el sexo puede ser divertido a<br />

la vez que irreverente, sucio e interesante. Un descubrimiento<br />

que marcará la trayectoria vital de una u otra forma. Se puede<br />

aprender, se puede errar, pero lo importante, y Roger así<br />

parece decírnoslo, es que se disfruta mucho. Y yo me pregunto,<br />

¿no tendrá algo que ver que el ejercicio sexual proporcione<br />

ese placer inenarrable para que provoque tanta controversia?<br />

Quizá es por eso por lo que quienes lo intentan regular son tan<br />

reticentes a su práctica por puro goce. ¿Lo habrán disfrutado<br />

para tener una opinión formada? Seguro que no, ¡irían al<br />

infierno!<br />

“Mi madre: -Todavía tengo que hacerle un ruego, padre. Mi<br />

marido exige de mí, desde hace cierto tiempo, ciertas cosas. En<br />

nuestra noche de bodas me había desnudado y había repetido<br />

esto de cuando en cuando. Pero ahora quiere siempre verme<br />

desnuda y me ha enseñado un viejo libro cuyo autor era un<br />

religioso en el cual se encuentra, entre otras cosas, esto: “Los<br />

esposos deben realizar el acto carnal completamente desnudos,<br />

de modo que la simiente del hombre se mezcle más íntimamente<br />

con la de la mujer”. Ahora tengo escrúpulos a este respecto, me<br />

han venido a medida que me hacía mayor.<br />

El confesor: -Ese libro fue escrito en la Edad Media. La moda<br />

de llevar camisón no era general. Sólo las personas de categoría<br />

elevada lo llevaban. La gente llana dormía sin camisón en la<br />

cama conyugal, y aún ahora existen zonas donde este uso ha<br />

persistido. Nuestras campesinas, por ejemplo, duermen casi<br />

todas así, principalmente a causa de los chinches. La Iglesia no<br />

ve esta práctica con buenos ojos, pero no la prohíbe de manera<br />

expresa.<br />

Mi madre: -Ahora me siento más segura sobre este punto”.<br />

Sobre todo, Apollinaire utiliza un lenguaje distendido, sin<br />

alharacas, divertido, indecente, con el que nos acerca a la<br />

realidad turbia que un adolescente encuentra en sus primeras<br />

distracciones. Nos sonreímos, a veces, si encontramos una<br />

analogía con nuestros sucesos de entonces; nos estremecemos<br />

ante semejante inmundicia; nos excitamos, incluso, si el cuerpo<br />

lo solicita y el texto nos invita. Y seguro que aprenderemos, si<br />

algo tenemos que aprender, de todo lo que leamos. Aunque, en<br />

la práctica, como ya sabréis, las letras y la práctica distan entre<br />

sí tanto como imagináis, si no más.


Sexo<br />

Bizarra<br />

educación sexual<br />

Miguel Alcázar<br />

http://elblogdemiguelalcazar.blogspot.com.es/<br />

@mikealcazardice


n Miguel Alcázar<br />

Allá por 1979 —esto es, mucho antes de las películas<br />

pornográficas basadas en Blancanieves y los siete enanitos o<br />

Caperucita roja y también de oscuras y deplorables revisiones<br />

de clásicos infantiles a lo Hensel & Gretel: Cazadores de<br />

brujas— la escritora británica Angela Carter (1940-1992)<br />

ya publicaba La cámara sangrienta, una colección de relatos<br />

basados en cuentos infantiles tradicionales —sobre todo bebía<br />

de la obra de Charles Perrault y de los hermanos Grimm—<br />

que rescribía estos territorios literarios comunes a todo hijo<br />

de vecino para ofrecer unas terroríficas historias góticas de<br />

marcada y violenta sexualidad. ¿Revoltosa aproximación<br />

propia de los agitados y estimulantes años 70 o ahondamiento<br />

subversivo en la naturaleza real de estas historias anti-<br />

Disney que escandalizarían a cualquier padre o madre de<br />

nuestros días? Para Carter, sin duda la opción correcta sería<br />

esta última, pero es que la escritora estuvo desde muy joven<br />

interesadísima en las teorías feministas y psicoanalíticas tan en<br />

boga en los años de su maduración intelectual, y estas dejaban<br />

poco lugar a dudas respecto al hecho de que los cuentos de<br />

hadas tradicionales escondían pespuntes deshilvanados que<br />

revelaban ciertas verdades incómodas —emisión de un mensaje<br />

patriarcal, contenido sexual latente, represión y fagocitación de<br />

la feminidad— sobre el lado oscuro del ser humano. Esta base<br />

ideológica, unida a la admiración de Carter por el pornográfico<br />

y violento Marqués de Sade —a quien, en un enfoque muy<br />

original para su época, la autora no veía como un autor misógino<br />

sino todo lo contrario: un verdadero liberador para la mujer<br />

puesto que no veía a esta como mera hembra engendradora—,<br />

sembró el caldo de cultivo para la tórrida y terrorífica obra que<br />

recientemente ha vuelto a publicar Sexto Piso en nuestro país<br />

con el buen hacer y el mimo a los que esta editorial nos tiene<br />

acostumbrados (y unas poéticas y fascinantes ilustraciones de<br />

Alejandra Acosta, además). En ella, diez relatos en los que la<br />

opresiva y fiera masculinidad de los cuentos tradicionales es<br />

puesta patas arriba por un feminismo que encuentra su poder<br />

en la feroz crítica hacia el sexo masculino, en la exhaustiva<br />

defensa de los derechos de la mujer y, quizás sobre todo, en<br />

una sexualidad que convierte al tradicionalmente llamado<br />

sexo débil en un sexo tan dominante que es capaz de hacer que<br />

los hombres pierdan la razón, el corazón o, sencillamente, la<br />

propia vida al toparse con ellas en su camino. ¿Les suena eso<br />

de la liberación sexual? Pues pocas obras tan contundentes y<br />

representativas de este movimiento y probablemente la que<br />

más agresivamente defiende sus postulados gracias a escenas<br />

tan ardientes y tabúes como las que analizaremos en el párrafo<br />

de detrás de este punto y aparte.<br />

La cámara sangrienta empieza fuerte, sicalípticamente<br />

hablando, con un relato homónimo de fuertes resonancias<br />

sadianas en el que una joven, por supuesto que virgen, se<br />

estrena como esposa de un rico libertino con el que se va<br />

a vivir a un castillo más gótico que el del Drácula Ye-Ye de<br />

Andrés Pajares. Basado en “Barbazul”, este cuento ya pone<br />

de manifiesto la oscurísima concepción de la autora sobre el<br />

amor (“el supremo y único placer del amor es la certeza de que<br />

uno está haciendo el mal”) y también nos regala en la figura<br />

del libertino la imagen que muchas feministas tenían por la<br />

época respecto a cualquier descendiente de Adán: adicto a la<br />

pornografía y coleccionista de amantes (al bueno del marqués<br />

le pone follarse a sus jóvenes esposas… para a continuación<br />

ejecutarlas y embalsamarlas). Amor y honestos matrimonios<br />

no es lo que nos vamos a encontrar, por tanto, en este libro,<br />

a no ser que se trate de bestialismo, de mujeres terriblemente<br />

atraídas por monstruos, bestias, o como queramos llamarlo,<br />

como es el caso de las protagonistas de los dos siguientes<br />

relatos, “El cortejo del señor León” y “La novia del tigre”, ambos<br />

basados en “La bella y la bestia” y en los que Carter expone<br />

su ciega fe en el poder de las relaciones amorosas… siempre<br />

y cuando sean, como decía, de corte monstruófilo o zoófilo. El<br />

segundo de estos dos relatos está cargado de imaginería sexual,<br />

y la protagonista, quien como un mero objeto de mercancía<br />

ha sido intercambiada a través de una partida de póker entre<br />

padre y Bestia, acaba desnuda (toda piel es blanquísima en<br />

este libro, todo pezón rojísimo) delante de un monstruo que<br />

ella espera “le arranque la piel a lametones”. Recordarán lo de<br />

Ricky Martín y la mermelada… Pues eso, pero en gótico y bien<br />

escrito.<br />

Seguimos para línea y llegamos al que sin duda es el relato más<br />

divertido de la colección. En El gato con botas nos encontramos<br />

a un felino protagonista que haría palidecer al de Antonio<br />

Banderas en un concurso al Minino Con Más Soltura del Año, y<br />

es que el de Carter no es solo ingenioso e inteligente, sino que<br />

además es prostituto, alcahuete y cuenta, faltaría más, con una<br />

“reluciente pollita”. Cuando su hasta entonces libertino amo —<br />

que se acostaba hasta con madres e hijas a un mismo tiempo—<br />

se enamora perdidamente de una princesa (de las de dragón y<br />

bruja guardianes), al gato con botas le entra el bajón y empieza<br />

a despotricar contra el amor (sentimiento al que cínicamente<br />

define como “deseo alimentado por la insatisfacción”) de una<br />

forma tan graciosa e irónica que merece la pena poner aquí un<br />

extracto:


—¿Podré vivir sin ella?<br />

Has vivido sin ella veintisiete años, patrón, y no la<br />

has extrañado ni un momento.<br />

—¡Ardo con la fiebre del amor!<br />

Pues nos ahorraremos el gasto del fuego.<br />

—Se la arrebataré a su esposo y la llevaré a vivir<br />

conmigo.<br />

—¿Y de qué viviréis, señor?<br />

—De besos —responde, distraído—. De abrazos.<br />

—No engordaréis con eso, pero ella sí. Y luego, serán<br />

dos bocas que alimentar.<br />

Y es que el gato con botas no es tonto y así prefiere antes<br />

el sexo más hedonista que el complicado amor, por eso<br />

disfrutando más de ver a su amo hacerle el amor a la princesa<br />

(“arriba y abajo, arriba y abajo, el culo de mi patrón; adentro<br />

y afuera, adentro y afuera, las piernas de la dama”) que verlo<br />

cavilando bajo la luz de la luna, patéticamente enamorado.<br />

Pero bestias, gatos… ¡que va a parecer que La cámara<br />

sangrienta solo va de sexo con animales! Y no, no es verdad:<br />

también hay dendrofilia. Es decir, sí, sexo con árboles o<br />

plantas, como sucede en el cuento “El rey de los tragos”, en<br />

el que una muchacha que se pierde en un bosque acaba con<br />

un misterioso hombre planta que al grito de “¡A despellejar el<br />

conejo!” se abalanza cada dos por tres sobre ella en un juego de<br />

dominación cuyos “misterios profanos” no dejan de gustarle<br />

a la protagonista de un relato que bien podría haber servido<br />

de inspiración para los integrantes del grupo pornoecologista<br />

—visiten su página web, por si dudan de su existencia—<br />

Fuck the Forest. Tras este relato seguimos para bingo y<br />

añadimos la necrofilia pedófila de “La niña de nieve” (cuento<br />

ultrapoético sobre cómo ellos las prefieren jovencitas y cómo<br />

los celos de ellas —quizás lo que busca la fantasía masculina<br />

en primera instancia— pueden terminar en fatal desenlace),<br />

el vampirismo sexual de “La dama de la casa del amor” (en<br />

el que una hija de Nosferatu con la boca “de una puta” y la<br />

belleza “febril y enfermiza de una tísica” va alimentándose<br />

de hombres despistados que tienen la desgracia —o la<br />

fortuna, uno con Carter ya no sabe— de perderse por sus<br />

dominios) y, tras un par de relatos en los que no hay sexo<br />

(aunque sí, siempre, insinuación sexual), volvemos al plato<br />

estrella del menú de Casa Angela, con más bestialismo en<br />

los dos últimos relatos de La cámara sangrienta. Ambos, el<br />

famoso “La compañía de los lobos” y “Lobalicia”, son relatos<br />

lobunos, y es que pocos animales más relacionados con el<br />

frenesí sexual que el canis lupus. En el primero de ellos nos<br />

encontramos con una precuela literaria al “Hola, mi amor, yo<br />

soy tu lobo” de la Orquesta Mondragón, con una caperucita<br />

que llega a casa de su abuela para comprobar gustosamente<br />

que las tradicionales manos grandes se han cambiado aquí<br />

por “genitales, enormes” con los que se acaba acostando<br />

olvidándose fácilmente de la complicada suerte de su recién<br />

fallecida abuela. En “Lobalicia”, la protagonista misma es la<br />

licántropa, habiendo sido amamantada de cría por lobos y<br />

terminando sus jóvenes días bajo la protección de un duque<br />

de los de castillo y pálida tez. Despertares sexuales con<br />

autofelaciones y menstruaciones sexualizadas conforman<br />

este relato en el que llegados a punto se explica un símbolo de<br />

vital importancia para entender La cámara sangrienta: que<br />

“el lobo es la encarnación del carnívoro”. Y eso es lo que según<br />

Carter somos los hombres y mujeres cuando nos entregamos<br />

al libertinaje y al desenfreno sexuales: carnívoros voraces<br />

que de forma irracional nos abalanzamos sobre todo lo que<br />

se nos ponga por delante (bestias, niños, cadáveres, plantas,<br />

duques y princesas… recuerden la colección y horrorícense)<br />

en un intento autodestructivo de alcanzar un conocimiento<br />

más profundo del animal que todos llevamos dentro.


El sexo<br />

Sexo<br />

como<br />

fuente<br />

del caos<br />

Anabel Rodríguez<br />

http://lapuertadeshecha.blogspot.com.es<br />

@achocucha<br />

14<br />

“El animal moribundo” es la tercera de una serie de novelas protagonizadas<br />

por David Kepesh, profesor universitario, seductor,<br />

culto, despreocupado, que vive buscando parejas ocasionales entre<br />

sus alumnas. Será una de ellas Consuelo Castillo la que despierte<br />

su obsesión y necesidad de una forma que había evitado<br />

hasta entonces. La relación entre la joven de 24 años y el profesor<br />

de 62 (en el momento de iniciarse) es la fuente de la que surge esta<br />

novela corta.


n Anabel Rodríguez<br />

No me gusta la literatura erótica, no suelo leerla, me aburre. Al tercer<br />

polvo estoy deseando tirar el libro y echar a correr, para qué voy a<br />

engañaros. Así las cosas mi predisposición para reseñar en este<br />

número no era la mejor. Se me puso mala cara al pensarlo, estuve<br />

tentada de no participar, pero entonces, llegó el salvavidas en forma<br />

de sugerencias de la señora directora (Ainize, gracias, gracias,<br />

gracias). Entre otros títulos propuso “El Animal Moribundo” de<br />

Philip Roth. Y yo tratándose de Roth no puedo resistirme. Me aferré<br />

a la propuesta, con un “por favor, por favor, dejádmela a mí que no sé<br />

que voy a hacer si no” y los compañeros de Granite, gente rumbosa<br />

donde los haya, me han permitido hacerlo.<br />

La novela es breve y está narrada en forma de monólogo dirigido<br />

a un interlocutor desconocido. Protagonizada por David Kepesh,<br />

personaje principal de otras dos novelas de Roth: “El Pecho” (1972),<br />

“El Profesor del Deseo” (1977).<br />

Kepesh es un profesor universitario, seductor, y culto que después<br />

de desembarazase de su mujer y su hijo, allá por los años sesenta,<br />

ha vivido sin compromisos, buscando parejas entre las alumnas<br />

de sus clases. Egocéntrico, sexual y obsesivo, el profesor de crítica<br />

literaria tiene una regla fija que nunca rompe “ no tengo ningún tipo<br />

de contacto personal con ellas hasta que han pasado el examen final,<br />

se han graduado”. Para atraer a esas alumnas practica siempre un<br />

ardid consistente en organizar una fiesta en su piso para el grupo<br />

de alumnos, tras examinarlos y calificarlos. Una fiesta en la que<br />

siempre acaba cazando la presa que se propone y así transcurre su<br />

vida, saltando de pareja en pareja, hasta el día que conoce a Consuelo<br />

Castillo, cuando ella tiene veinticuatro años y él sesenta y dos. Por<br />

cierto ¿no os habéis dado cuenta de que Consuelo comparte apellido<br />

con los protagonistas de “Los reyes del Mambo tocan canciones de<br />

amor”?, no sé si será coincidencia o se hizo a propósito, pero me ha<br />

llamado la atención. Tal vez alguien deba escribir una novela sobre<br />

el posible parentesco entre estos personajes, que además coinciden<br />

en tener una carga sexual muy importante en sus respectivas vidas.<br />

Consuelo es una norteamericana de ascendencia cubana, “Habla con<br />

propiedad, es seria, su postura es perfecta; parece saber algo de la<br />

vida adulta, junto con la manera de sentarse, permanecer en pie y<br />

caminar”, “vi de inmediato que ésta iba a ser mi chica” y así sucede.<br />

Se inicia una relación de contenido eminentemente sexual entre el<br />

profesor y la exalumna, que él simultanea con otras mujeres (también<br />

exalumnas).En el culmen del cinismo y la contradicción, David no<br />

soporta que Consuelo esté con otros hombres. Siente una obsesión<br />

enfermiza por ella, sufre por la existencia de amantes pasados,<br />

y se obsesiona pensando en el hombre que se la robará, porque<br />

necesariamente debe robársela un hombre, que es él mismo con<br />

muchos años menos. David desea conocer toda la vida sexual previa<br />

de Consuelo, llegando a límites enfermizos. Está cegado por ella, por<br />

su cuerpo, sus pechos, su regla. El sexo con la muchacha desordena<br />

totalmente su vida “No importa cuánto sepas, no importa cuánto<br />

pienses, no importa cuánto maquines, finjas y planees, no estás<br />

por encima del sexo. Es un juego muy arriesgado. Uno no tendría<br />

dos tercios de los problemas que tiene si no corriera el albur de la<br />

jodienda. El sexo es lo que desordena nuestras vidas normalmente<br />

ordenadas”.<br />

Sin embargo, su relación termina después de un año y medio “fue<br />

lo mejor para los dos que lo nuestro terminara, pero yo no había<br />

planeado el final y luego me sentí afligido. Sufrí accesos depresivos<br />

intermitentes durante casi tres años. Atormentado continuamente<br />

mientras estuve con ella y cien veces más atormentado por haberla<br />

perdido”. La obsesión de él se mantiene, hasta llegar al punto en el<br />

que se inicia el libro, una noche cualquiera, ocho años después de<br />

liarse con Consuelo, esa se pregunta “Esta necesidad. Este trastorno<br />

mental. ¿Cesará alguna vez? Al cabo de un tiempo, ni siquiera sé<br />

por qué estoy desesperado. ¿Sus tetas? ¿Su alma? ¿Su juventud ¿Su<br />

mente simple? Tal vez es algo peor que eso, tal vez ahora que estoy<br />

cerca de la muerte, también ansío en secreto no ser libre”.<br />

Kepesh informa a su interlocutor (podríamos ser nosotros) de<br />

todas sus miserias, y del último y dramático encuentro que tuvo con<br />

Consuelo, en la Nochevieja del año 1999 (¿recordáis el efecto 2000?).<br />

Ella ha sufrido un duro revés y necesita de nuevo la compañía de ese<br />

hombre que adoraba su cuerpo. Así, se adentran en una noche que<br />

no desvelaré por contener uno de los secretos esenciales de la novela.<br />

Puede que no sea su último encuentro…<br />

Pero el libro no es sólo trata sólo la relación intensa entre Consuelo<br />

y David, sino que permite dar un repaso a la vida del profesor. Nos<br />

hace sabedores de la nefasta relación que mantiene con su hijo Kenny<br />

“Estuve ausente y demasiado cargado de significado. Le decepcione.<br />

Esa es razón suficiente para que sea imposible una relación serena” y<br />

es que, mientras David ha hecho de su vida lo que ha querido, Kenny<br />

ha tratado de actuar de forma honesta, pero no puede evitar engañar<br />

a su mujer con su amante, desencadenando los consiguientes<br />

remordimientos y reproches a su padre, que lo tacha de ridículo<br />

“Tengo un hijo de cuarenta y dos años ridículo. Ridículo porque<br />

es hijo mío, encarcelado en su matrimonio debido a que yo huí del<br />

mío, la importancia que eso ha tenido para él y la protesta contra mi<br />

vida personal que se ha obstinado en hacer suya. La ridiculez es el<br />

precio que paga por haber sido transformado demasiado pronto en<br />

un Telémaco, pequeño y heroico defensor de su madre desatendida.<br />

No obstante, durante los tres años en que sufrí accesos intermitentes<br />

de depresión, fui mil veces más ridículo que Kenny. ¿Qué quiero<br />

decir con la palabra ridículo? ¿Qué es la ridiculez? Renunciar<br />

voluntariamente a tu libertad, esa es la definición de ridiculez.” David<br />

ridiculiza el adulterio de Kenny se burla de que esté comprometido<br />

hasta puntos insospechables con su amante. Kenny posee lo que a su<br />

padre le falta: deseo de compromiso. Compromiso con la estabilidad<br />

familiar, con su esposa, con su amante, con su madre. Un compromiso<br />

que lo ahoga y le devuelve la imagen del padre que detesta, pero al<br />

que no duda en acudir cada vez que necesita reivindicarse. “Y el mes<br />

que viene me visitará de nuevo para decirme que no me soporta. Y el<br />

otro mes, y el siguiente. Después de todo, no lo he perdido. Su padre<br />

es por fin un recurso”<br />

También trata la novela el tema de la vejez, la enfermedad y la muerte.<br />

Una de las partes que más me conmovió fue la escena en la que<br />

fallece el mejor amigo del protagonista, otro profesor universitario<br />

que ,a pesar de llevar una vida también disipada, mantiene sus<br />

vínculos familiares. La agonía de ese hombre está narrada con tal<br />

maestría que te deja clavado al libro y sin embargo cuando buscas<br />

referencias sobre este libro, nadie hace mención alguna a esa parte<br />

que me parece magistral.<br />

La novela me atrapó, porque Roth suele lo hace, lo que no significa<br />

que sus protagonistas despierten mis simpatías, desde luego David<br />

Kepesh no lo hace. Resulta en muchas ocasiones patético, enfermizo,<br />

egocéntrico, el típico hombre que trata de justificar todas sus acciones<br />

y ponerse en un plano superior al resto de humanos, hasta cuando<br />

da asco y risa. Me asusta reconocer alguno de mis pensamientos en<br />

los de semejante individuo, supongo que ahí está parte del arte de<br />

Philiph Roth.


Sexo<br />

Una marquesa<br />

depravada<br />

Fusa Díaz<br />

http://fragmentodeinterior.blogspot.com.es<br />

@jnndiaz


La marquesa de Merteuil está vengando al sexo femenino, y lo está<br />

haciendo desde su femineidad: pero no una puritana, aunque sí<br />

discreta. No, se venga con su cuerpo, su sensualidad, su venganza,<br />

su maldad. Y se venga en 1782, que no es lo mismo que vengarse<br />

con las armas que una mujer puede tener hoy. Dicho esto, y como<br />

poco puedo añadir a la novela, a la película y a todo lo que encierra<br />

en sí la —ya popular— expresión las amistades peligrosas, lo que me<br />

propongo es analizar las diferencias entre el vizconde de Valmont y<br />

la marquesa de Merteuil. Para empezar, y sin indagar demasiado,<br />

encuentro en una sinopsis de la película que la marquesa es una<br />

viuda depravada mientras que del vizconde se dice que es<br />

seductor de profesión. La sinopsis no es de 1782, por si queda<br />

alguna duda.<br />

La marquesa de Merteuil es una viuda depravada que sabe<br />

encubrir su mala conducta; ha mantenido relaciones de amistad<br />

con el vizconde de Valmont, su ex amante, seductor de profesión.<br />

¿Qué ocurre para que una mujer que decide dar rienda suelta<br />

a su imaginación y emplee todo su ingenio para conseguir de los<br />

hombres lo que quiere se convierta en una depravada? ¿Por qué<br />

nos siguen pareciendo peores las artimañas de la marquesa que<br />

las del vizconde? ¿Se nos olvida que Valmont persuade y engaña<br />

a Cécile de Volanges y a la presidenta de Tourvel, sin olvidarnos<br />

del joven caballero Danceny? Es más: ¿se nos olvida que ambos<br />

son cómplices de todo lo que ocurre a su alrededor? A mí no se me<br />

olvida. Así, hablaré de la seductora marquesa de Merteuil y del<br />

depravado vizconde de Valmont.<br />

¡Cuánta piedad me inspiran sus temores! ¡Cuánto me prueban<br />

mi superioridad sobre usted! ¡Ay! Mi pobre Valmont, ¡cuánta<br />

distancia hay todavía aún entre usted y yo! No, ni todo el orgullo<br />

de su sexo bastaría para colmar el espacio que nos separa!<br />

En 1782, evidentemente, los roles eran bien distintos, y el<br />

depravado podía presumir de sus depravaciones, pero la seductora<br />

debía ser consecuente con su papel no sólo de marquesa, sino de<br />

mujer: quizá es eso, que se oculta, lo que molesta tanto, lo que nos<br />

hace repeler el comportamiento de una dama como ella. Por eso las<br />

sinopsis, aunque no sean de siglos anteriores, siguen manteniendo<br />

la reacción social de la época, la que hizo que la seductora marquesa<br />

se mantuviera al margen de sus éxitos y los viviera en la intimidad,<br />

en su casita para el amor. Ocultarse no es lo que la vuelve depravada,<br />

es nuestra mentalidad. En cambio, el seductor vizconde nos divierte<br />

tanto engatusando a la presidenta, qué gracia nos hace el seductor<br />

vizconde, perdón, el depravado vizconde, qué entrañable, qué<br />

cercano. Cuántas veces hemos visto a un hombre así.<br />

En fin, lo que quiero no es envilecer el comportamiento del vizconde,<br />

sino alabar el gran atrevimiento de la seductora marquesa. Hay<br />

que ser muy marquesa para comportarse como la de Merteuil y<br />

dejar su estatus social intacto. En alguna ocasión, incluso, cuando<br />

la señora de Volanges, la madre de Cécile, habla mal de Valmont,<br />

advierte que la única mujer que ha podido mantener la amistad<br />

con el vizconde sin caer en sus redes es la marquesa: ingenua no lo<br />

sabe, pero fueron amantes. ¿Qué pensaría la señora de Volanges si<br />

lo supiera? Probablemente, no sería su confidente. Probablemente,<br />

dejaría de ir a su casa, de recibirla. ¿Por qué la seductora marquesa<br />

tiene que ser más cruel que el depravado Valmont?<br />

—A veces me pregunto cómo habéis conseguido inventaros a vos<br />

misma.<br />

—No he tenido otra opción, soy mujer. Y las mujeres estamos<br />

obligadas a ser más hábiles que los hombres. Que podáis destrozar<br />

nuestra reputación y nuestra vida con sólo unas cuantas palabras.<br />

Por eso he tenido que inventarme no sólo a mí misma, sino formas<br />

de escapar que nadie había imaginado. Y si lo he conseguido es<br />

porque siempre he sabido que había nacido para dominar a<br />

vuestro sexo y vengar el mío.<br />

La seductora, no, seductorísima, domina al sexo opuesto y venga<br />

el suyo, y para hacerlo con cierta permanencia, enseña y aconseja<br />

a la pequeña Cécile. Pero para ser depravada sin parecerlo hay que<br />

nacer depravada sin parecerlo, y a la dulce y tierna e inexperta<br />

Cécile le queda mucho por aprender: tanto, que no basta con los<br />

aprendizajes de Valmont y Merteuil. Hay algo que la marquesa sabe<br />

y las demás parecen ignorar: más por recato que por curiosidad.<br />

Algo universal, en 1782 y en 2014 —que una mujer acaba teniendo<br />

el control en cuanto hay pasión masculina por en medio. Por eso<br />

cuando Cécile le cierra por dentro la puerta a Valmont, tiene la<br />

situación controlada, aunque ella no lo crea, aunque esté demasiado<br />

asustada para reconocer el poder. No sabe cuán furioso está el<br />

depravado vizconde, qué humillación es que no le dejen entrar en<br />

la habitación de una niña.<br />

Mientras tomes unas cuantas elementales precauciones podrás<br />

hacerlo o no con tantos hombres como desees, siempre que quieras<br />

y de la forma que quieras. Nuestro sexo disfruta de tan pocas<br />

ventajas, que más vale que aproveches las que tiene.<br />

Pero la mujer en 1782 sigue siendo una mujer en 1782 y hoy: su<br />

coquetería, su miedo, su seguridad. Y la marquesa tampoco es<br />

que pueda frenar sus impulsos y sus celos, no puede controlar los<br />

desastres que ella misma provoca. Choderlos de Lacos no va a dejar<br />

que los grandes anfitriones de la aristocracia francesa salgan ilesos<br />

de su maldad y su maquiavelismo, y como dice el seductor John<br />

Malkovich en la película: siempre son los mejores nadadores los<br />

que se ahogan. La marquesa fue engullida por el mar y el vizconde<br />

ni siquiera tuvo tiempo de coger aire antes de sumergirse para<br />

siempre. Depravados y seductores, peces de ciudad.


Sexo<br />

El sexo<br />

oscuro<br />

Ignacio Ballestero<br />

@NachoBallestero<br />

http://uncuerpoquelate.blogspot.com


n Ignacio Ballestero<br />

¿Y si, en realidad, el cambio generacional, la madurez, el<br />

crecimiento en definitiva, no fuera una cuestión física sino algo<br />

relacionado con el pudor? ¿Y si uno entrara de verdad en la<br />

edad adulta en ese momento en el que la oscuridad no es una<br />

justificación suficiente para entregarse a los deseos más ocultos<br />

y sea, desde algún momento, un motivo para la vergüenza y la<br />

reflexión? ¿Y si la habitación oscura que algún día fue nuestra<br />

juventud, nuestra adolescencia, fuera de repente un espacio<br />

que pesa, que no se puede respirar, que cuesta masticar y deja<br />

un sabor amargo en el fondo del paladar?<br />

El secreto de la literatura de Isaac Rosa es la facilidad con la<br />

que pone palabras a sentimientos difíciles de explicar, pero<br />

que se encuentran en todo momento en el epicentro de nuestro<br />

discurrir cotidiano. Porque todos hemos tenido una habitación<br />

oscura, un lugar apartado del mundo en el que había alcohol<br />

malo y un humo peor destilados ambos por bocas ansiosas<br />

de crecer, de ser mayores, de que la barba apareciera y el<br />

sexo fuera algo común en nuestras vidas, sin saber que en ese<br />

momento la habitación oscura desaparece, el lugar apartado<br />

del mundo incomoda y uno se deja mecer en la rutina hasta<br />

que adormila al chaval que fue y se convierte en un hombre,<br />

o en una mujer, cuyas noches son cunas para los recuerdos de<br />

un pasado que deja, sí, algún labio mordido, pero también un<br />

montón de voces discordantes en la cabeza.<br />

El planteamiento, por simple, no puede ser más efectivo.<br />

Cantaba Sabina que al lugar donde has sido feliz no debieras<br />

tratar de volver, y lo cierto es que si ese lugar es una juventud<br />

desatada, el verso se convierte en axioma. Un grupo de amigos<br />

vuelve, años después, a ese local en el que se fumaron los<br />

primeros porros y abrazaron las primeras borracheras y en<br />

el que guardan uno de sus secretos más negros: la oscuridad<br />

de una habitación en la que un día dieron rienda suelta a los<br />

impulsos más primarios y que desde entonces fue una cita para<br />

el pecado común, el de todos con todos, que es también el que<br />

más penitencia deja. Superados los calores de los años en los<br />

que el sexo opuesto pasa de una molestia a una necesidad,<br />

esa habitación oscura es ahora un silencio negro en el que el<br />

narrador identifica por sus pasos a aquellos que fueron a través<br />

de las figuras que ahora son, con una vida a sus espaldas, con<br />

problemas, con más fardos que la culpa con los que cargar.<br />

Toca reconocerlo: todos tenemos una habitación oscura. Y<br />

es precisamente nuestra actitud hacia esa habitación la que<br />

marca de manera cierta nuestro despertar. Los hay que apenas<br />

cumplidos los dieciocho años detestan el ambiente cargado de<br />

sudor y sexo a medias de un lugar en el que nadie se ve pero<br />

todos se tocan. Los hay también que superada ampliamente<br />

la veintena continúan sentándose en el centro del silencio de<br />

aquella habitación esperando la compañía de una mano, de<br />

un brazo, de una cara, de un cuerpo con el que mojar el sudor<br />

que sobra, con el que apagar un fuego que no ha sido mitigado<br />

todavía por la frialdad de la madurez. Pero en todos los casos,<br />

la habitación, que empezó como un lugar en el que entrar<br />

despojado de todo y en el que acabar arrancándose la ropa,<br />

termina siendo un rincón del mundo en el que uno entra sin<br />

ropa, quizá, pero lleva consigo todos los problemas.<br />

A esa edad, pongámonos serios, no existen amores verdaderos<br />

y no dura en el cuerpo el latigazo amargo de la infidelidad.<br />

Quizá la novela sea grandilocuente en las situaciones, pero<br />

si uno quisiera componer el relato más fiel de aquellos años<br />

de descubrimiento mutuo le quedaría un relato similiar,<br />

atropellada la respiración por las sucesivas comas, un texto de<br />

roce y cuerpos compuestos todos por situaciones subordinadas.<br />

Cierren los ojos y dejen un rato la mente en blanco, metan la<br />

mano en el cajón de la memoria y remuevan un poco hasta<br />

conseguir localizar el espacio en el que guardan, desordenados,<br />

los recuerdos de juventud. Y encuentren el lugar en el que<br />

habitan las primeras veces. La primera borrachera con vodka<br />

barato y naranja, los primeros cigarros que uno compraba<br />

sueltos y guardaba en una pitillera barata. Ahí estarán también<br />

las náuseas del primer porro, fumado a medias entre siete bocas<br />

que empezaban a pedir algo más que picos sin saliva. Y alguien,<br />

inocente con las peores intenciones, que en medio de la calma<br />

apaga la luz y convierte aquello en una refriega. Y conoces<br />

algunas manos que buscan el mismo objetivo que tú, y rozas las<br />

primeras bragas y rompes los primeros sujetadores, y lo único<br />

que te preocupa es llegar mientras te llegan, alcanzar un trozo<br />

de piel para soñar con los ojos abiertos, pero el día convertido<br />

en noche, en que es un palmo de la piel con la que sueñas, de la<br />

niña de ojos verdes que reía sentada en el rincón opuesto y que,<br />

como tú, se ha abierto paso en una nube de brazos y piernas<br />

saciando deseo para llegar al centro de la sala y tocarte, y que<br />

la toques, y que del roce nazca una historia que construyes<br />

luego con imágenes idealizadas. Pasa un rato de golpes y roces,<br />

de dolor agradable, hasta que alguien vuelve hacia la puerta<br />

y enciende el interruptor de la luz, y os descubrís todos en<br />

la habitación con la ropa descolocada, sudando, jadeantes, y<br />

ves que la chica sí, está más cerca, está a tu lado, quizá no al<br />

que esperabas, pero sabes que una de las pieles con las que<br />

te has topado es la suya. Y con la luz encendida todos añoráis<br />

la oscuridad. Y como nadie protesta, la siguiente quedada<br />

en el local viene ya con las ventanas tapadas, con las puertas<br />

cerradas, con la sonrisa expectante hasta que alguien apaga la<br />

luz y le da rienda suelta al deseo oculto de unos adolescentes<br />

que han mojado su crecimiento idolatrando Historias del<br />

Kronen, y que tienen un punto de adrenalina tan cercano que<br />

no están dispuestos a dejarlo escapar.<br />

Pero luego viene la vida y te aplasta. Y el local no es una<br />

escapatoria sino una cárcel a la que uno entra cada vez menos,<br />

y la oscuridad, como años antes, cuando uno es canijo, da<br />

miedo más que libera. Porque lo que era el pecado en común se<br />

convierte en historias entrelazadas en las que uno ha echado su<br />

vida por la alcantarilla por la droga, en la que a otro la sangre<br />

se le está haciendo mierda por una enfermedad, en la que una<br />

corta el crecer maduro de golpe con una cuchilla en un baño<br />

mugriento de una discoteca. El pecado común, en definitiva, se<br />

diluye, y llega la madurez.<br />

De todo esto va La habitación oscura. Ni siquiera he tenido<br />

que releer el libro para recuperar la sensación que me despertó<br />

al leerlo, porque en cierta medida era un libro que hablaba<br />

de mí. Y de ti. Y de todos. De ese despertar de ojos abiertos<br />

en una habitación cerrada que se convirtió poco a poco en un<br />

recuerdo culpable. De la vida que acaba por apagar esos deseos<br />

de conocerse palpando. De ese fuego que nunca vuelve porque<br />

cada vez hay más pasado con el que cargar. Del sexo oscuro y<br />

militante de una juventud que nunca vuelve.


Arthur Schnitzler<br />

LA RONDA<br />

Sexo<br />

Laura Bordonaba<br />

Arthur Schnitzler está considerado uno de los más grandes escritores<br />

de las letras austríacas.<br />

El autor más representativo de la décadance de principios de siglo, el<br />

gran retratista de la época dorada del modernismo vienés, el mejor<br />

analista moderno de la pasión erótica. Sutilezas, crueldades y trampas,<br />

todo cabe en la literatura de Schnitzler. Todo eso es el austríaco,<br />

considerado junto a Zweig y Roth, uno de los 3 nombres escritos en oro<br />

en la literatura de ese país.


n Laura Bordonaba<br />

“¿Qué quieres que sea el día de mañana?<br />

—le pregunta Canetti a su madre, ya para entonces viuda.<br />

—Lo mejor es ser escritor o médico<br />

—dijo ella.<br />

—¡Eso lo dices por Schnitzler!<br />

—Un médico hace el bien, un médico ayuda de verdad a la<br />

gente.<br />

—¿Como el doctor Weinstock?<br />

Era una pregunta artera<br />

—continúa Canetti—,<br />

yo sabía que ella no soportaba a nuestro médico de<br />

cabecera porque intentaba siempre abrazarla<br />

—No, no como el doctor Weinstock. ¿Crees que es un<br />

escritor? No piensa en nada. Sólo piensa en su placer.<br />

Un buen médico entiende también algo de las personas.<br />

Puedes muy bien ser un escritor y no escribir tonterías.<br />

—¿Como el profesor?<br />

—pregunté, consciente de lo peligroso que se estaba<br />

poniendo el asunto.<br />

—No es necesario que sea como el profesor.<br />

—dijo ella—,<br />

sino como Schnitzler.<br />

—Entonces,<br />

¿porqué no me permites que lo lea?<br />

Ella no contestó a esta pregunta”<br />

Fue Canetti el que dijo que temía al escritor que había logrado<br />

conquistar a su madre, quien le prohibió leerlo. Malinterpretada a<br />

veces de forma burda, La Ronda (Reigen), la obra con la que más se<br />

asocia al escritor, contiene una gran riqueza a muchos niveles y una<br />

mirada inquisitiva sobre la condición humana. A él le debemos una<br />

gran mirada sobre el finis austriae, un gran retratista de los cambios<br />

que se produjeron en una época determinada en una o varias clases<br />

sociales. Nos pone delante de los ojos un mundo tan grandilocuente<br />

como vacío y corrupto moralmente, frívolo y exhibicionista, de<br />

doble moral, con una tremenda obsesión por distraerse y distraerse<br />

así de sus propias vidas vacías. Es el mundo de la seducción fácil y<br />

el duelo, en una obra que también está marcada por la profunda<br />

zambullida en el alma humana y, al mismo tiempo, por el abordaje<br />

del mundo que está fuera. Schnitzler estaba lejos de ser considerado<br />

un revolucionario, pero la difusión de unas cuantas copias de Reigen<br />

(La ronda) entre algunos de sus amigos, supuso un gran escándalo en<br />

la sociedad vienesa y le confirieron parte de notoriedad, aunque tuvo<br />

consecuencias como perder su rango de oficial de la reserva. Señores,<br />

había llegado el escándalo a la literatura austríaca.<br />

A finales del XIX y tras la aparición en Viena de Ibsen y Stefan<br />

George, se forman una serie de cenáculos literarios, en los que<br />

destaca la figura de Hermann Bahr, y de los que surgió entre otros<br />

el grupo Jung-Wien, en el que militaban muchos autores jóvenes,<br />

deseosos de una nueva originalidad. Uno de ellos fue nuestro<br />

Arthur, un autor que cambiará el ejercicio de la medicina por el de la<br />

literatura, pero que no se desvinculará de esa visión que la medicina<br />

le proporcionaba en cuanto a lo humano, y que traslada a la literatura.<br />

Su preocupación por la psicología y la psicoterapia, presente en sus<br />

primeras obras, le hizo derivar luego hacia un aspecto psíquico muy<br />

presente en toda vida humana: el erotismo. Desde sus primeras<br />

obras manifiesta una constante temática a la que después se daría<br />

una formulación científica: la motivación inconsciente de los actos<br />

humanos. Ejerce siempre una profunda reflexión, casi desde una<br />

perspectiva psicoanalítica, acerca de la relación erótica. El Eros visto<br />

como un papel básico en los impulsos humanos. Y sobre esta visión,<br />

quiere construir toda una visión literaria.<br />

Hacia 1900, el mismo año que Sigmund Freud publica su<br />

“Interpretación de los sueños”, Schnitzler publica una edición<br />

restringida de 200 ejemplares, destinada a amigos y conocidos, de<br />

una serie de escenas, que concibe bajo la luz de un baño impresionista,<br />

a las que bautiza como Reigen (La Ronda), en la que cada una de ellas<br />

presenta el rito del acercamiento y del apareamiento sexuales entre<br />

personas de diversos estamentos sociales y culturales de la Viena<br />

de finales del XIX. Y es ese espectro que pretende dar uniformidad<br />

lo que le da gran riqueza. Todos somos víctimas del Eros. El título<br />

alemán hace referencia a los corros en los que antiguamente, y con<br />

la utilización de canto y danza, se celebraban episodios festivos<br />

dentro de un grupo social. Las danzas de la muerte de la Edad Media,<br />

que jugaba con las figuras del caballero, el obispo y el caballero,<br />

reduciendo su identidad nuclear a la muerte, y que tenían ya una<br />

larga tradición literaria europea, se adaptan a la obra de Schnitzler,<br />

transformándolas de manera intensa y poética. El tono lúdico y de<br />

juego social, ingenioso, posibilita el tratamiento de este tema: en<br />

el amor y en la atracción existe una igualdad de caracteres, el sexo<br />

iguala, más allá del dinero y la condición social, y las diferencias<br />

sociales y políticas, de edad, estado o condición.<br />

Schnitzler además arriesgó formalmente, rompiendo la tradicional<br />

estructura del teatro aristotélico y optando por la asociación<br />

de diez escenas , que se conectaban temáticamente y por uno<br />

de los personajes, que siempre aparece en la escena siguiente,<br />

intercambiándose. Se desarrollan siempre en un ambiente íntimo,<br />

desde un apartado rincón de un parte (la prostituta y el soldado de<br />

la primera escena), en el separée de algunos establecimientos de<br />

diversión de esa Viena de fin de siglo, bien en la alcoba matrimonial,<br />

en el que ambos protagonistas disfrutan de una relación sexual. La<br />

ronda no son más que unas bellas páginas donde diez parejas se<br />

encuentran para mantener uniones eróticas.<br />

Una de las curiosidades de esta joya, es darse cuenta conforme se va<br />

leyendo de cómo presenta Schnitzler a las parejas. Desde esa primera<br />

pareja de soldado y prostituta que pasan la noche a orillas del Danubio<br />

con la luz de la luna como tercero en discordia, vamos asistiendo a un<br />

intercambio de personajes mientras vamos ascendiendo en la escala<br />

social de Viena. El soldado cambia a la prostituta por una sirvienta en<br />

la segunda escena, en la tercera es la sirvienta la que toma la iniciativa<br />

y seduce (o se deja seducir) por el señorito de la casa, en la cuarta<br />

el señorito aparece enredado en un juego peligroso con una joven y<br />

bella dama recién casada, que a su vez, en la quinta escena, aparece en<br />

la cama matrimonial junto a su marido, escena central del libro y de<br />

la estructura. No es casualidad que aquí los personajes se “igualen”,<br />

y que sea la única relación aceptable en realidad por los ojos de la<br />

sociedad vienesa. En la sexta escena, el marido, continuando por la<br />

escala social, se verá con la süsses Mädl, un tipo femenino peculiar<br />

de la sociedad vienesa, que a su vez, en la séptima escena, tendrá una<br />

aventura con un escritor; éste a su vez en la octava, se verá enredado


en los juegos de una actriz, que en la novena, ejercerá de diva y<br />

mantendrá una breve relación con un conde, que a su vez, y cerrando<br />

ese corro o ronda, ese ciclo o baile del sexo, mantendrá una relación<br />

con la prostituta Leocadia, la prostituta de la primera escena.<br />

Schnitzler introduce de manera finísima la formulación de sus<br />

principios morales, al hacer compartir el lecho muchas veces, a<br />

personajes “marginados”. Ninguno de esos personajes por otra<br />

parte es intercambiable, porque se rompería esa perfecta cadena<br />

social que teje y entreteje con esta forma cíclica, y que tiene como<br />

fin destruir la compleja situación en la que se encuentra la sociedad<br />

vienesa de esa época. Los personajes dejan de ser individuos para ser<br />

estamentos sociales y tipos de pensamiento y actuación. La sociedad<br />

se convierte en un cuerpo en movimiento , que se mueve en base<br />

a un instinto tan primario como el sexo, y motivaciones como la<br />

satisfacción personal en la seducción al otro. La mujer toma el papel<br />

de seductora en las escenas octava y novena, convirtiéndose así en<br />

protagonista, manejando la acción y los hechos como ella quiere,<br />

cazadora fuera de las normas establecidas en la cultura europea. La<br />

igualdad entre sexos, sujeto agente y paciente, llevando y dejándose<br />

llevar por las pasiones, seduciendo y dejándose seducir, es otro de<br />

esas formulaciones del autor.<br />

No es casualidad que entre las clases o capas más bajas y altas de la<br />

jerarquía social haya contacto, y así el aristócrata se codea con la diva<br />

o la prostituta, y sin embargo, no entraría nunca en contacto con una<br />

muchacha de clase media, o con la burguesía, porque ese contacto<br />

sí podría poner en peligro su autoridad, su crédito y su apariencia<br />

frente a gran parte de la sociedad. Schnitzler, en cada una de las<br />

escenas, presta mucha más importancia al juego, al erotismo, que al<br />

acto sexual que siempre se produce después, y que elide de manera<br />

consciente, hábilmente, desde el punto de vista de la dramaturgia y<br />

la escenografía. El dicho atribuido a Aristóteles de que a la plenitud<br />

erótica le sucede una cierta tristeza existencial, queda dibujado y<br />

representado por esa elipsis del acto sexual.<br />

Los 200 ejemplares destinados a amigos y familiares, pronto se<br />

agotaron y fueron insuficientes. Se hicieron reproducciones piratas<br />

que comenzaron a circular, y que asociaron a nuestro autor con el<br />

escándalo, tachándolo de escritor que bordeaba la pornografía,<br />

curioso cuando como hemos dicho, se elide de manera consciente todo<br />

rasgo más sexual. Su reincidencia temática posterior, en obras tanto<br />

atribuidas (se le atribuye una obra de ficción erótica firmada por Felix<br />

Salten bajo el título de “Memorias de una prostituta vienesa”), como<br />

escritas por él, como la colección de relatos breves que incluyen “Frau<br />

Beate y su hijo” (1913), o Señorita Else (1924), han hecho del autor,<br />

un autor si no maldito, sí marcado por el estigma del escándalo, que<br />

adquirió unas dimensiones insospechadas cuando, años más tarde,<br />

diversos escenarios de la Europa Central, intentaron representar<br />

en el teatro “La Ronda”. La censura social y política lo impidió. El<br />

autor, cansado de estos escándalos, retiró de la circulación este ciclo<br />

de escenas, a lo que siguieron distintos intentos de representación<br />

ya bajo la tutela de la República de Weimar en Berlín, que llegaron<br />

a llegar a juicio. El público berlinés y europeo siguió muy atento<br />

el juicio, que afortunadamente, acabó con la absolución de los<br />

implicados. Schnitzler, pionero de la filmoliteratura, había cedido los<br />

derechos de filmación de su obra a la industria cinematográfica, y<br />

gracias a ello, esta magnífica y necesaria obra siguió estando presente<br />

en la cultura europea. Queremos creer que lo que molestó de la obra<br />

de Schnitzler, al igual que las grandes obras de la literatura, es todo lo<br />

que está en potencia y no en acto, todo lo que afecta a las estructuras<br />

profundas de la psicología humana. Esa transtextualidad que resultó<br />

opaca para una sociedad que, deseosa de escándalo, sólo quiso ver<br />

los motivos de escándalo y discordia. El sexo, en lugar de ser factor<br />

de armonía, reveló una sociedad que en realidad no tenía tanto de<br />

culta, liberal y progresista. Incluso acusada de incitar la lascivia<br />

de los “intrusos asiáticos” (judíos de Viena), hoy se le ve no como<br />

una celebración del sexo, sino como un gran canto a la tristeza, una<br />

denuncia del desamor de una sociedad corrupta y decadente, y sobre<br />

todo, un estudio que sigue vigente, acerca del comportamiento<br />

erótico humano. Fue un maestro en el análisis de la complejidad<br />

psicológica del alma humana. Y el feliz apocalipsis de esa Viena de fin<br />

de siglo que está plasmada en sus obras, refleja una dura crítica que<br />

encuentra en el centro de la cultura la bestialidad que caracteriza a la<br />

modernidad: junto a la líbido está la muerte, junto a la convicción el<br />

fanatismo, junto al amor, la violencia.


Délicatesse<br />

Sexo<br />

et violence<br />

Verónica Lorenzo Sar<br />

http://pantuflasdecor.blogspot.com.es<br />

@pantuflasdecor<br />

14 14 22


Guardo en mí la sustancia de un deseo reprimido, guardado,<br />

custodiado con cariño, protegido del viento del nordés. El deseo<br />

de un viaje en el tiempo, más allá de mi nacimiento físico. Viajar<br />

a mi despertar literario. Mi madre literaria es y, difícilmente<br />

dejará de ser, la mujer-niña de la literatura francesa. Ella, que con<br />

sus maneras españolas y su acento francés y su deseo universal,<br />

construyó la base para este edificio poético que se está construyendo<br />

frente al Atlántico costamortino. Me la imagino yo, sentada frente<br />

a mí en esta terraza improvisada con una caja grande de cartón por<br />

mesa y dos cubos del revés por sillas, mirándome intensamente,<br />

sonriendo, sincera, cálida, gesticulando con suavidad, a ritmo de la<br />

brisa vespertina que se levanta a estas horas en el pueblo.<br />

La conversación, imaginemos, es interrumpida con el sonido de los<br />

pasos de un hombre hermoso, de mirada sonriente, fachendoso,<br />

como es nuestro Henry M. Carga con una bolsa de comida y un<br />

buen vino, se sienta con nosotras, abre la botella y, por otro lado,<br />

David Herbert Lawrence baja cuatro copas de mi casa. Sirven el<br />

vino y la comida mientras se zambullan en una conversación que<br />

yo no puedo seguir; sólo observo y escucho, atentamente. El vino<br />

se me sube y busco el consuelo de un sueñecito en las palabras que<br />

se disparan los invitados. ¿O eran anfitriones?<br />

La inmortal Nin nos dice:<br />

Hay libros que leemos al principio de nuestra vida y se hunden en<br />

nuestra consciencia pareciendo desaparecer sin dejar rastro. Y<br />

después un día, en una recapitulación de nuestra vida y nuestra<br />

actitud ante la experiencia, nos damos cuenta de que su influencia<br />

ha sido enorme.<br />

Inicios como los de El amante de Lady Chatterley, tan lúcidos,<br />

tan significativos, los hay pocos. Sin duda el mejor de los párrafos<br />

iniciales fue, es y siempre será el de Anna Karenina; no le puedo<br />

quitar méritos. Pero es en El amante... donde la protagonista<br />

adquiere otro carácter, otra dimensión. Su autor, D.H. Lawrence,<br />

es un conocedor de las mujeres, de su psicología, a unos niveles<br />

que pocos literatos alcanzan. Es un inicio que deja huella y se<br />

guarda en el corazón, lugar inaccesible para la mayor parte de la<br />

literatura en todos sus tiempos y lugares.<br />

La nuestra es esencialmente una época trágica, así que nos<br />

negamos a tomarla por lo trágico. El cataclismo se ha producido,<br />

estamos entre las ruinas, comenzamos a construir hábitats<br />

diminutos, a tener nuevas esperanzas insignificantes. Un trabajo<br />

no poco agobiante: no hay un camino suave hacia el futuro, pero<br />

le buscamos las vueltas o nos abrimos paso entre los obstáculos.<br />

Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se<br />

hayan desplomado.<br />

Esta era, más o menos, la posición de Constance Chatterley. La<br />

guerra le había derrumbado el techo sobre la cabeza. Y ella se<br />

había dado cuenta de que hay que vivir y aprender.<br />

Una joven Angela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin y<br />

Culmell, casada con el banquero y artista Hugh Parker Guiler,<br />

había llegado a identificarse con las mujeres lawrencianas. ¿Y<br />

cómo no hacerlo? Ella, que vivía como debían vivir las mujeres<br />

en su época, las mujeres casadas; cuidando de la casa, cuidando<br />

del marido, cuidando. Y entre lo uno y lo otro ella se encerraba en<br />

su Diario, aquel que le acompaña desde los once años. Y entre el<br />

deber y el querer, se desviaba del camino convencional. Anaïs Nin<br />

no era mujer convencional. Su poder intelectual, su aura erótica,<br />

su mirada curiosa, todo en ella desafiaba a la mujer convencional.<br />

El impulso de crecer y de vivir intensamente es tan imperioso en<br />

mí que me es imposible resistirme a él. Trabajaré, amaré a mi<br />

marido, pero también me realizaré a mí misma.<br />

¿No ven ninguna conexión entre Constance y Anaïs?<br />

Anaïs escribió D.H. Lawrence: an unprofessional study que le<br />

unió intelectualmente con un escritor americano, Henry Miller.<br />

Sin embargo, fue el abogado Richard Osborn quien los reunió en<br />

el mismo lugar. Anaïs se había puesto en contacto con Osborn<br />

para publicar su ensayo por su cuenta y en cada visita el abogado<br />

le hablaba de un escritor que se alojaba en su casa y que estaba<br />

trabajando en una novela de mil páginas que trataba de todos los<br />

temas tabúes que se suele descartar de una novela: Henry Miller.<br />

Anaïs había leído su nombre firmando un artículo sobre La edad<br />

de oro, de Luis Buñuel, y ya entonces le había impresionado<br />

profundamente la prosa de Miller. Por otra parte, Osborn hablaba<br />

a Miller de Anaïs. El deseo de conocerse era mutuo y aumentaba<br />

en el tiempo, gracias a Lawrence y a Osborn. Así lo expresa Anaïs<br />

en su Diario:<br />

Se lo llevé [el manuscrito] a Richard y él preparó los contratos, y<br />

luego me habló de su amigo Henry Miller. Le había mostrado mi<br />

manuscrito a Henry Miller y Miller dijo: «Nunca había oído decir<br />

verdades tan duras con tanta delicadeza».«Me gustaría llevarlo<br />

a cenar a tu casa», me dijo Richard. Y yo le dije sí.<br />

Así, delicadeza y violencia están a punto de conocerse y desafiarse<br />

mutuamente.<br />

Y en esa cena comenzó una de las historias de amor y amistad más<br />

recordadas en la historia de la literatura del siglo XX, en tiempos<br />

de máquinas de escribir y cartas manuscritas; de desafíos y luchas;<br />

en tiempos, pues, de la literatura valiente.<br />

Los dos hallan su complemento correspondiente, el salvajismo de<br />

uno, la dulzura de la otra, el Macho y la Hembra. La sensualidad<br />

en sus miradas, el lenguaje que sólo ellos comprenden y que<br />

apenas tenemos acceso los demás. No comprendemos, vivimos<br />

distantes al lazo que los une. Aunque Anaïs Nin recoge minuciosa<br />

y detalladamente su historia común, existe todavía un muro que<br />

debemos derribar, que difícilmente derribaremos. Y éste no es otro<br />

más que la experiencia interior. El conocimiento que compartían<br />

está censurado para nosotros. No somos quienes para absorberlo.<br />

No somos ellos.<br />

Podremos imitarlos, como si fueran modelos de vida, pero nunca<br />

alcanzaremos esa dimensión, ese mundo paralelo en el que<br />

convivían.<br />

Se calienta el vino, se enfría la tarde y la humedad penetra en mis<br />

huesos diluyendo la reunión improvisada. Lawrence se despide<br />

amablemente para regresar a casa, o eso parece. Miller ni se<br />

despide, sólo se levanta y sale del solar hacia el horizonte que se<br />

pierde entre las calles del pueblo. Pero Nin me mira; sonríe y me<br />

mira, y dice: cierra la puerta y la ventana al mundo durante un<br />

momento, vuelve al diario y a sus notas musicales, y empieza otra<br />

historia 1 , antes de zambullirse en el mar para ser de nuevo sirena.<br />

La niebla que se instaura en el pueblo me deja sola en aquella<br />

terraza casera, sin saber muy bien qué hacer, impresionada,<br />

emocionada, enamorada de la palabra destruida y recompuesta,<br />

del erotismo reconstruido, de la mujer nueva. No quiero ser Nin, ni<br />

vivir por Miller, ni ser discípula de Lawrence. Ser yo con ellos a mis<br />

espaldas, reforzando mis debilidades, desvistiendo mi sensualidad<br />

perdida en la virtualización del deseo. Quiero ser el teclado de sus<br />

máquinas de escribir y aprenderme cada ritmo. Ser la sexualidad<br />

que se interpreta en la mirada, en las sonrisas codificadas. Ser<br />

mujer en su completo significado.<br />

Lo que Lawrence unió que no lo separe la maldad literaria.<br />

1<br />

Frase final del Diario III (1939-1944).


Las niñas buenas<br />

Sexo<br />

van al cielo<br />

(y las malas leen a Charly)<br />

Elena Triana<br />

14 14<br />

20<br />

22<br />

23


n Elena Triana<br />

(Pero Toñi era guapa, lo que pasa es que nadie la peinaba, y tenía<br />

siempre los labios así fruncidos, el gesto tan de rabia, y la cara<br />

sucia, restos de comida y polvo pegados en las mejillas, mocos<br />

sobre el labio superior. Así era Toñi, pero muy rubia, con los ojos<br />

tan bonitos, tan claros. Lola me decía, gesticulando y hablando<br />

bajo, para nosotras: “pero chica, ¿es que la tienen que peinar? ¿a ti<br />

te peina alguien? ¿te suenan los mocos? Es que ya con la edad que<br />

tenemos nos lo hacemos nosotras, pero la Toñi no se lava porque<br />

no le da la gana”. Aún así, yo disculpaba a la Toñi, porque en su<br />

casa vivían unas veinte personas, porque su padre estaba preso en<br />

Carabanchel por drogas, porque su madre parecía una vieja a pesar<br />

de ser diez años menor que la mía, porque nadie acompañaba<br />

a Toñi a ninguna parte, que siempre iba sola o cuidando de los<br />

hermanos más chicos; porque además ella era algo más pequeña<br />

que nosotras, que habíamos cumplido ya quince (Lola un día antes<br />

que yo). y Toñi tenía trece. Bajo la camiseta gigante de propaganda<br />

de un supermercado, unas tetas enormes, demasiado para un<br />

cuerpo tan joven y tan delgado; y, encima de las tetas, una cara<br />

sucia y bonita.<br />

- A mi me gustaría ser como vosotras, pero ya no puedo. Ni monja<br />

tampoco puedo ser, ya. – la Toñi nos había seguido a través de<br />

medio parque, por entre la arboleda, “ésta nos viene detrás, a<br />

saber qué querrá”, y se había decidido a hablarnos cuando nos vio<br />

sentarnos en el banco de madera, frente a los columpios.<br />

- A ver qué es eso de ser “como nosotras”, dije, un poco molesta,<br />

porque ya sabía lo que quería decir: lesbianas.<br />

- Bollo, tortis. Ya sabes. ¿No?- dijo Toñi, sin pestañear, y Lola se<br />

reía, le hacía mucha gracia aquello y asentía con la cabeza: que<br />

sí, que somos novias. Pero a mi no me apetece que la gente vaya<br />

diciendo eso, no es para hacer bromas. Quiero decir, que en mi<br />

casa se habla de esas cosas, que yo sé que lesbianas no es un<br />

insulto, pero me parece una cosa muy de cada uno, de cada una,<br />

una cosa personal. Yo no quiero que se diga eso de Lola y de mí,<br />

que somos amigas de nacimiento y nos queremos mucho. Y a Lola<br />

le parece divertido porque ella tiene un novio en el pueblo, pero a<br />

mí, que me gusta Santi, que es del barrio, pues ni puñetera gracia<br />

me hace, porque si él se piensa eso no va a acercarse ni a invitarme<br />

a salir ni nada. Lola dice que si es tan tonto como para creerse todo<br />

lo que dicen, es que no merece la pena, el chico. Pero yo no creo<br />

que sea tonto y no me apetece que haya confusiones. Y además,<br />

que no somos. No somos novias, ya está, le dije a la Toñi.<br />

- Ah.<br />

Se quedó parada porque lo que quería preguntarnos era que cómo<br />

lo hacían las lesbianas, y claro, si era que no, pues igual no lo<br />

sabíamos. Lola dijo que para qué quería saber ella esas cosas, y<br />

Toñi contestó que para comparar, porque seguro que era mejor<br />

que follar con un hombre. Y Lola, que cómo sabe ella si es mejor o<br />

peor, y Toñi, toda ufana, dice: es que yo ya he follao, ¿sabéis?<br />

- Cuenta, cuenta- dijo Lola, aunque yo prefería no escuchar, pero la<br />

Toñi quería hablar y dijo todas estas cosas:<br />

- Pues que Julio el de los talleres es primo segundo mío. Me manda<br />

el otro día mi madre a avisarle no sé qué de su mujer, que está<br />

enferma y la tienen ingresada y la cuida mi abuela. Y fui a llevarle<br />

un papel en el que mi madre le había apuntado el recado. Y entro<br />

y como siempre me dice, hola, bonita y me empieza a decir que<br />

cuánto tiempo hacía y que vaya cómo he crecido y que estoy muy<br />

guapa, no, muy guapa no, muy buena. Eso son cosas bonitas que<br />

te tiene que gustar que te las digan, ¿no? Pues yo diciendo gracias,<br />

gracias. Y me dice si quiero ver sus músculos y se levanta la camiseta<br />

para enseñarme la tripa tan dura. Pero lleva el pantalón muy abajo<br />

y se le marcaba el caminito ese que baja hasta la polla, ¿sabéis? Yo


no había visto eso nunca y me dio por pasarle el dedo un poco por<br />

ahí, por el caminito, y ya el Julio empezó: guarrona, puta, y me<br />

acariciaba suave que me gustaba. Pero le dije: no me insultes, ¿eh?<br />

Y él me dijo, vale, te voy a llamar todo el rato Princesa, pero vamos<br />

a pasar ahí atrás. Y echó la verja de fuera del taller y pasamos atrás<br />

y me quitó la camiseta y ahí venga a tocarme las tetas hasta que<br />

dijo que me la iba a meter y que yo bien calladita mejor. Y yo no<br />

dije ni mu.<br />

La Toñi nos miraba con la barbilla levantada, como desafiante, y<br />

le hacían surcos las lágrimas en las mejillas sucias, grises. Lola<br />

me dio dos golpes en la pierna, nerviosa, diciéndome Paz, Paz,<br />

tía, qué hacemos, y se levantaba y se volvía a sentar, y la Toñi de<br />

repente gritó: Tortilleras, lesbianas, fiesta de almejas, ja, ja, qué<br />

asco. Y se marchó a todo correr. Pero Lola y yo ya sabíamos lo que<br />

había pasado, lo que le había hecho el de los talleres a la Toñi, que<br />

era una cría, lo que le había hecho era violarla, y algo habría que<br />

hacer, ¿no? Porque a nosotras ya nos habían explicado en casa,<br />

en nuestras casas se hablaba de éstas cosas, veíamos el telediario<br />

con nuestros padres, y las madres nos habían contado lo de tomar<br />

precauciones con el sexo, y que el sexo es una cosa que se hace<br />

si se quiere y cuando una es mayor para saber bien clarito si<br />

quiere o no, y que nadie tiene que obligar a nadie. Estábamos tan<br />

nerviosas, y Lola pensó que seguramente podríamos ir las dos al<br />

taller y decirle algo a Julio, que nos enseñe la tripa, los músculos,<br />

o algo así, decirle que vayamos atrás a follar porque seguro que<br />

quiere, con las dos, seguro seguro, y cuando tenga los pantalones<br />

bien abajo le cortamos la polla. Pero con qué, pues con unas tijeras<br />

o algo así que llevemos, o con un cuchillo enrollado en un trapo,<br />

me lo guardo yo en la espalda, pero, y si nos hace daño, o y si<br />

nos toca y nos morimos del asco, pero qué más da, vamos y le<br />

cortamos todo el cipote y que se desangre y que se joda, por cerdo,<br />

que se va a cagar.<br />

Pero ya con la hora que era había que irse a casa y dejar el plan<br />

para otro día, pero pronto, y nos despedimos en mi portal. Lo que<br />

pasa es que cuando subí vomité en la taza del váter y mi madre no<br />

dejaba de preguntar qué pasa, por qué lloras, qué ha pasado, y yo<br />

muy nerviosa se lo conté todo, todo lo de la Toñi, y ella y mi padre<br />

muy serios, y llamando a la policía, y a una asistente social, y<br />

todos preguntándome. Y ya luego se lió la de Dios es Cristo con las<br />

sirenas y las luces y la madre de la Toñi llorando que se me llevan<br />

a la niña. En el taller de Julio la verja estaba echada y la policía<br />

llamando, y los hermanos mayores de la Toñi jurando que lo<br />

mataban y todo eso. Pero yo he vomitado muchísimo, y he escrito<br />

todo esto para no acordarme más, no quiero acordarme más de<br />

ésta historia, porque si un día soy la novia de Santi y estamos en<br />

su coche o algo así y queremos follar los dos, sin que nadie viole<br />

a nadie, no quiero acordarme de esto y que me de otra vez pena y<br />

asco y volver a vomitar. No quiero. )<br />

“ Su boca se abrió, me atrapó, su cabeza subía, bajaba, chupaba.<br />

Dándole un tremendo tirón a mis pelotas al tiempo que casi<br />

cercenaba mi polla por la mitad, me forzó a echare al suelo. Los<br />

sonidos de succión invadían la habitación mientras en mi radio<br />

sonaba Mahler. Me sentía como si estuviese siendo devorado<br />

por una fiera inclemente.” Charles Bukowski, “Factotum”. Pasaje<br />

recogido en “Peleando a la contra”, Editorial Anagrama.<br />

Bukowski escribe sobre sexo, Bukowski escribe sobre toda la<br />

realidad, sobre todo lo cotidiano y extraordinario, sin distinción,<br />

sin filtro. Escribe vomitando. Vomita lo horrible, lo sucio, lo que<br />

molesta estando dentro de uno. Vomita, escribe para quedarse<br />

limpio, para quedarse en paz. Así lo leo yo, al menos. Aunque las<br />

historias que cuenta no son tan ajenas, no son tan lejanas, pero al<br />

leerlas en sus libros, al leer ese sexo brutal, ofensivo, lo colocamos<br />

en otra dimensión, la literaria, para separarlo de la vida. Aunque<br />

sabemos que no existe esa frontera. Aunque a los niños del barrio,<br />

Charles no nos pudo enseñar nada que no hubiéramos escuchado<br />

ya.


Sexo<br />

El tres no ha sido nunca un<br />

número:<br />

Equilibrio y caos en Castillos de Cartón.<br />

Castillos de Cartón (2004),<br />

Almudena Grandes.<br />

Salvador J. Tamayo<br />

http://salvadorjtamayo.com<br />

@salvadorjtamayo


n Salvador J. Tamayo<br />

El tres es un número impar, el tres es un número aparte, el tres es<br />

un número par, el tres no ha sido nunca un número. Así comienzan<br />

cada una de las partes de Castillos de Cartón: el arte, el sexo, el<br />

amor y la muerte. El tres esconde el equilibrio y al mismo tiempo el<br />

caos. Algunos de los ejemplos de tres son: Max Ernst, Paul Éluard y<br />

Gala (antes de ser pareja de Salvador Dalí), y Ezra Pound, Dorothy<br />

Shakespear y Olga Rudge. Por muy tentador que resulte, no es<br />

momento de imaginar la manera en la que Ezra Pound o Max Ernst<br />

se desenvolvían con el resto de sus respectivas ecuaciones, pero sí es<br />

interesante cómo Almudena usa el sexo como elemento de cohesión,<br />

como canalizador donde lo que menos importa es la manera en la que<br />

la protagonista comienza besando y acariciando a Marcos, el torso de<br />

Marcos, la boca de Marcos, para terminar bajo el peso de Jaime que<br />

se desliza por el lado derecho de la cama y acaba entre sus piernas.<br />

«Y quien no esté colocado, que se coloque», decía Tierno Galván<br />

el mismo año en el que se ubica esta nouvelle. Almudena Grandes<br />

ha demostrado de sobra el compromiso ideológico y político de su<br />

obra, sólo hay que observar el trabajo galdosiano que está realizando<br />

en estos momentos con su serie de novelas sobre la Guerra de<br />

España, pero Castillos de Cartón tiene la virtud de ser la novela<br />

bisagra de dos periodos, el actual y el inmediatamente anterior.<br />

Madrid sigue siendo un personaje literario más en las novelas de<br />

Almudena Grandes. No es casual que la historia se desarrolle en<br />

1984, a pesar de que parta In extremis res con la muerte de Marcos,<br />

ya que aunque la experimentación sexual, las relaciones a tres y el<br />

autodescubrimiento a través del arte y el sexo han tenido lugar en<br />

todas las épocas y culturas (según Marvin Harris, la poligamia se da<br />

en el noventa por ciento de las mismas), mil novecientos ochenta y<br />

cuatro y el contexto de La Movida, hace que el breve y desmemoriado<br />

imaginario español reconozca ese tipo de libertinaje como plausible<br />

e incluso aplaudible. En Castillos de Cartón no hay libertinaje, hay<br />

sensaciones y emociones perfectamente retratadas desde los ojos, los<br />

labios y las ganas de María José (Jose). Los tres protagonistas: Jose,<br />

Jaime y Marcos, estudian Bellas Artes y, durante las casi doscientas<br />

páginas de novela, se besan, ríen, hacen el amor y superan la idea<br />

inicial del equilibrio, la idea de que la relación a tres es justificable<br />

en la medida en la que lo es su relación con el arte y con su propia<br />

juventud.<br />

—Pues porque no puede ser, Jaime, porque es una salvajada,<br />

porque… Porque no. Porque no es normal.<br />

—(…) Nosotros somos artistas bohemios, semidioses, ¿no lo<br />

entiendes?<br />

—¡Vete a la mierda!—pero me reía, estaba muerta de risa (…).<br />

¿Dónde termina el arte y comienza el sexo?, la pregunta adecuada<br />

sería ¿Cuándo empieza el caos? Marcos, impotente, bello como un<br />

efebo de Praxímenes. Jose, incapaz de tener un orgasmo y Jaime,<br />

cuyo talento creativo se limita a copiar con precisión quirúrgica y<br />

de memoria la obra de cualquiera con sus lápices. Los cuadros de<br />

Jaime no tienen alma, Jaime tiene una polla descomunal y consigue<br />

hacer que Jose termine gimiendo como una flor atropellada pero<br />

sus cuadros no tienen alma y el tres no es un número par, ni un<br />

número aparte, ni siquiera es un número en el momento en el que<br />

se esfuerzan por negar su propia identidad para dejar de ser uno y<br />

convertirse en lo más parecido a un tercio de un ente imaginado, un<br />

milagro hipostático con olor a aguarrás en una cama enorme, vacía<br />

con dos, pero incómoda hasta la extenuación con tres corazones<br />

latiendo al mismo tiempo. Jose lo sabe, Marcos lo sabe, Jaime lo sabe<br />

y Almudena Grandes no sólo lo sabe, sino que hace que las líneas<br />

supuren con desvergüenza la inocencia y la juventud de los veintiún<br />

años en el Madrid del ochenta y cuatro.<br />

Tú tienes talento pero no tienes ambición. Yo tengo las dos cosas,<br />

soy muy ambicioso y tengo mucho talento. Jaime también es<br />

ambicioso, pero su talento es muy limitado.<br />

Has elegido que te quiera antes de que te admire, porque te importa<br />

más conservarlo que pintar, porque prefieres que te chupe la sangre<br />

a demostrarle que eres mejor que él.<br />

Tenía más ganas de pintar que nunca porque se notaba que iba


a dar un salto, lo sabía, y sin embargo dejé de pintar. Para que<br />

Jaime no empezara a odiarme, para que no me odiaras tú, para no<br />

perderte, para no perderos.<br />

Es complicado escoger entre amar y admirar, la suerte es caprichosa.<br />

El proceso creativo es lo que demuestra al artista quién es y, lo más<br />

importante, si es lo que hace. ¿Pintar o haber pintado? ¿Escribir o<br />

haber escrito? ¿Follar o haber follado? No es sencillo compartir<br />

ambición, arte y cama, y los tres son conscientes de ello pero no por<br />

eso es más sencillo. La generosidad de Jose es envidiable y terrible<br />

al mismo tiempo, es la única que deja de pintar, la única que decide<br />

romper con Madrid, con el arte y continuar, sin dejar de seguir la obra<br />

de Marcos por la prensa o los catálogos, sin dejar de verse en cada<br />

cuadro ya que Marcos sólo la pinta a ella, años después sólo sigue<br />

pintándola a ella con veintiún años. ¿Podemos amar a dos personas,<br />

podemos estar enamorado de un hombre y una mujer sin tener<br />

ningún contacto ni deseo sexual hacia el sexo opuesto? Almudena<br />

Grandes logra lo que parece a priori imposible, que no sólo se pueda<br />

sino que los conflictos que se generan de esa relación vayan más allá<br />

de la cama. Marcos ama a Jose, Jaime ama a Jose y Jose los ama a<br />

los dos y ellos, encuentran el equilibrio mientras sigan siendo parte<br />

del todo. Muy complicado. Marcos y Jaime son dos caras de la misma<br />

moneda, se muestran como personajes sumamente complejos, sin<br />

embargo, uniendo carencias y virtudes hacen que los dos sean la<br />

pareja perfecta para la chica que, pese al escándalo inicial, parece ser<br />

la única que cree firmemente en el equilibrio aunque todo termine<br />

yéndose a la mierda. Marcos quiere el tres, el equilibrio del tres del<br />

que depende su estabilidad artística y emocional, del que depende<br />

que no decidiera apretar el gatillo y arañar su mandíbula de efebo<br />

con una bala que le entró por el cuello y le salió por el lado izquierdo<br />

del cerebro, «abriendo un camino visible a través de la mejilla».<br />

Marcos consigue lo que quería, que no puedan separarse nunca de<br />

él, que los suicidas ni están vivos ni han muerto del todo y que Jose y<br />

Jaime jamás llegarán solos a ninguna parte. Aún así el sexo es lo de<br />

menos. El arte, el humo del hachís y el hedor del aceite de linaza son<br />

lo de menos. Castillos de cartón plantea el ménage à trois desde la<br />

inocencia y la naturalidad más absoluta, desde el redescubrimiento<br />

del propio cuerpo a los veinte, después de las primeras y torpes<br />

experiencias adolescentes. Oí alguna vez decir a Eduardo Mendicutti<br />

que las novela eróticas se leen con una sola mano, y él sabe bastante<br />

de eso. Castillos de Cartón es diferente, no estamos ante Las<br />

edades de Lulú, ni Malena es nombre de tango, aquí se realiza una<br />

propuesta estética, no da la impresión de que se quieran provocar<br />

estímulos sexuales, el sexo se narra y se insinúa pero lo realmente<br />

interesante es precisamente eso, que lejos de narrar infinidad de<br />

posturas y explicar sobre qué parte del cuerpo de la chica le gusta<br />

eyacular a los dos protagonistas, intentamos ponernos en la piel de<br />

Jose, haciendo el amor a seis brazos, en las manos precisas, clónicas y<br />

agónicas de Jaime o en la boca tímida casi cerrada de Marcos, a quien<br />

la tierra le fue demasiado leve. Intentamos comprenderlos, pero<br />

sobre todo intentamos asimilar, al mismo tiempo que los personajes,<br />

esa transición de la luz a las sombras, del equilibrio al caos.


Ponerle nombre al sexo,<br />

Sexo<br />

según Kundera y<br />

Houellebecq<br />

Pedro Larrañaga<br />

14<br />

21<br />

La literatura, como parte de la vida que es, tiene en el<br />

sexo uno de sus grandes referentes. El sexo, como parte<br />

de la vida que es, también se convierte en palabras, y<br />

en algo más comprensible, por medio de la literatura.


n Pedro Larrañaga<br />

Por cosas de la vida, en las que se mezclaban la literatura, el deseo<br />

y la casualidad, me encontré hace no mucho en un auditorio en el<br />

que la mayor parte del público eran adolescentes. Su presencia en<br />

el evento, una entrega de premios literarios, nada tenía que ver con<br />

la casualidad o con la pasión desaforada por la narrativa breve. Por<br />

supuesto, no hice una encuesta pormenorizada entre los chavales<br />

para conocer el motivo de su asistencia, pero era sabido por todos<br />

que la profesora de literatura de su instituto, miembro del jurado en<br />

esa edición del certamen, había organizado aquella salida cultural<br />

dentro del programa de su asignatura en horario escolar.<br />

Esa cadena de acontecimientos (el premio, la inclusión como<br />

jurado, la celebración en horario lectivo...) llevó a los adolescentes<br />

al auditorio una soleada mañana de primavera. Unos jóvenes que<br />

venían cargados con sus hormonas, sus shorts vaqueros, sus brazos<br />

de gimnasio cuando aún no han terminado de crecer, su acné, sus<br />

risas exageradas y esa coreografía de comportamientos que ahora,<br />

viéndola desde la distancia de un par de décadas, parece imposible de<br />

representar, pero de la que también nosotros (cómo no) formamos<br />

parte en ese tiempo de nuestras vidas.<br />

Vaya por delante que el comportamiento del grupo de chavales, más<br />

de cincuenta, fue ejemplar en todo momento, y así lo reconocieron<br />

varios de los invitados que cogieron el micro. Todos ellos, los que<br />

tomaron la palabra, se dirigieron a los jóvenes en algún instante para<br />

pedirles que leyeran, que fueran a los libros, que se dejaran arrastrar<br />

por la literatura. Todos, incluido yo, que no dije ni mú, dimos por<br />

supuesto de entrada que no leían. No sé si es cierto que no leían, pero<br />

a tenor de lo que apuntan las estadísticas sobre los índices de lectura<br />

y, lo que es más importante, de sus gestos y acciones, probablemente<br />

no estábamos ante grandes lectores, salvo en casos aislados.<br />

Los adolescentes tienen mayores alicientes a su alrededor<br />

que los libros<br />

Viendo sus gestos, sus movimientos, sus miradas, sus toqueteos... está<br />

claro que todos aquellos adolescentes tenían muchos más alicientes<br />

a su alrededor que en los libros que los llamaban desde el escenario.<br />

Evidentemente, así, por simple comparación, el llamamiento a la<br />

lectura va a perder seguro en la lucha contra el ajetreo hormonal<br />

y el atractivo de otros cuerpos. Puede que en ese momento de sus<br />

vidas, en vez de enfocar la cuestión de la lectura desde un genérico, y<br />

condenado al fracaso, ¿por qué no leéis?, resultaría más provechoso<br />

para las estadísticas de lectura plantearlo con un ¿no queréis leer<br />

sobre vosotros? ¿sobre lo que sentís o sobre las dudas que tenéis?<br />

¿no os apetece leer sobre las relaciones? ¿y sobre el sexo?<br />

Ninguno de los que tomaron la palabra ese día optó por enfocar el<br />

tema de ese modo, así que no pude comprobar el efecto que podría<br />

haber tenido un llamamiento de ese tipo. Sin embargo, estoy<br />

convencido de que abordar la cuestión de la lectura desde esa óptica<br />

tendría más posibilidades de éxito que el escuchar recomendaciones<br />

y consejos de personas situadas a mil millones de años luz del<br />

universo que ellos ocupan.<br />

La literatura estaba ahí, como el verano, la lluvia en otoño<br />

o las discusiones con los hermanos<br />

Quien esto escribe, como todos los compañeros y compañeras de<br />

este proyecto, como imagino que la práctica totalidad de los que<br />

estáis al otro lado del texto (¿al otro lado del texto? ¡qué geografía<br />

más complicada!), leía en su adolescencia. Al igual que empujaba<br />

a las chicas y me apartaba el flequillo de los ojos, como hacían los<br />

jóvenes, aparentemente tan distantes, del auditorio, también leía.<br />

No recuerdo que nunca nadie me pidiera que leyera. Leer y los libros<br />

eran algo que siempre habían estado ahí, como el verano, la lluvia en


otoño o las discusiones con los hermanos.<br />

Si alguien me hubiera preguntado entonces por qué leía, mi<br />

incomprensión habría sido la misma que si me hubiera preguntado<br />

por qué respiraba o por qué jugaba al baloncesto (en mi mente<br />

adolescente las tres necesidades se situaban al mismo nivel, incluso<br />

en un plano fisiológico, por mucho que el médico se empeñara en<br />

asegurar lo contrario). Seguramente, a pesar de todas las lecturas,<br />

no tendría una explicación en palabras más acertada que señalar al<br />

pecho y decir ‘me sale de ahí’. Era algo incontrolable, algo sobre lo que<br />

no podía imponer mi voluntad, al igual que no podía decidir sobre<br />

el proceso de inspiración y exhalación de mis pulmones. Sí, podía<br />

hacerme el valiente y taparme la nariz y la boca hasta ponerme azul,<br />

pero al final eran los pulmones los que ganaban el pulso y apartaban<br />

mis manos, recuperando en grandes bocanadas el aire perdido en<br />

el frustrado intento de establecer mi autonomía respiratoria. Con<br />

la lectura pasaba exactamente lo mismo. De hecho, si alguien me<br />

hubiera preguntado de forma directa ¿por qué lees?, como buen (y<br />

tópico) gallego, no me habría quedado otra que responder con otra<br />

pregunta ¿y por qué no iba a leer?, una devolución de la pelota al<br />

tejado del ‘preguntador’, obligado él entonces a buscar las palabras<br />

que no aparecen para formar una respuesta.<br />

Ahora, viendo mi adolescencia con la misma distancia con la que<br />

contemplo la de los jóvenes en el auditorio, puedo interpretar (con<br />

un amplio margen de error) que leía para comprender. Desde que<br />

mi memoria me permite recordar, no he entendido ni comprendido<br />

gran cosa hasta que no la he visto por escrito, hecha palabras. En<br />

ese ponerle palabras, darles nombre, a las emociones, las dudas,<br />

los miedos y deseos, hay un proceso de domesticación, de hacerlas<br />

dóciles y darles forma para que encajen en nuestro pensamiento.<br />

A fin de cuentas, y eso es por todos conocido, nuestro pensamiento<br />

está asentado sobre el lenguaje, con que lo que no se inscribe en<br />

ese código no llega a ‘pensarse’ de forma adecuada por estar en un<br />

idioma distinto al que utiliza (el mismo lenguaje, sea en la lengua que<br />

sea) nuestro pensamiento.<br />

Acudir a los libros en busca de una comprensión del sexo<br />

Así, asignándole las palabras que encontraba en frases y párrafos, en<br />

narraciones y ensayos, tuve una idea, primero aproximada, después<br />

más precisa, de lo que implicaba la pérdida, sobre qué podría<br />

generar una obsesión o qué significaba volar sobre un dragón. Al<br />

mismo ritmo que iba aumentando mi aún limitado entendimiento<br />

del mundo en la adolescencia a base de lecturas, fueron surgiendo<br />

otra serie de impulsos, también difíciles de situar en el organismo,<br />

pero que tenían un claro (y declarado en muchos casos) carácter<br />

sexual. Como animal de costumbres, acudí también a los libros en<br />

busca de una comprensión del sexo, y he de decir que sigo acudiendo,<br />

porque aunque ahora ya practico el sexo, eso no quiere decir que lo<br />

comprenda. Practicar el sexo, ya sea follando, haciendo el amor o<br />

copulando, es una cuestión de ejecución, de práctica, un acto entre<br />

dos o más individuos que no tiene por qué implicar, ni mucho<br />

menos, comprensión, ni del acto en sí, ni del otro, o los otros, que<br />

toman parte en él.<br />

Mi comprensión del sexo, limitada, por supuesto (las lecturas y las<br />

prácticas siempre han sido menores de las ideales), se asienta en dos<br />

obras a las que llegué en la fase final de mi adolescencia, cuando uno<br />

se acerca a los veinte. Dos novelas que han marcado el modo en el que<br />

entiendo o comprendo el sexo, algo que, por supuesto, nada tiene que<br />

ver con el modo en el que practico el sexo (por las razones aludidas en<br />

el párrafo anterior). Que nadie se asuste, que no vamos a entrar aquí<br />

en una relación de mis orgasmos y gatillazos, tanto sexuales como<br />

emocionales, sino en el sexo literario que nos muestran las obras de<br />

dos genios como Milan Kundera y Michel Houellebecq.<br />

Las novelas en cuestión son “La insoportable levedad del ser”, del


autor checo, y “Las partículas elementales”, que sigo considerando<br />

la obra cumbre de uno de los múltiples enfant terribles que ha<br />

tenido la literatura francesa. Dos historias que no giran alrededor del<br />

sexo, pero en las que el sexo es un elemento tan central como lo es<br />

en la actual cultura occidental, donde no sólo se circunscribe a los<br />

‘contextos de cama’, sino que se ha convertido en un aspecto capital<br />

en la construcción de las relaciones de pareja (he escrito ‘construir’ a<br />

propósito, porque las relaciones se ‘construyen’) o de la imagen social<br />

del individuo. Una vez más, la huella de Freud, uno de los artífices del<br />

actual discurso del ser humano occidental desde finales del siglo XIX<br />

(y no porque sus postulados fueran ciertos, sino porque organizaron<br />

un discurso que puede ser tomado como cierto), es notable y, aunque<br />

no aludan a él de forma directa, tanto Kundera como Houellebecq<br />

explotan sus ideas para poner sobre la mesa los múltiples conflictos<br />

que nuestro carácter sexual puede plantear.<br />

El sexo como una moneda de mil caras tirada al aire<br />

En “La insoportable levedad del ser”, además de otras muchas<br />

reflexiones de gran valor, de esas que obligan a sacar la vista del<br />

libro y pensar por nosotros mismos, se nos muestra el rol que puede<br />

desempeñar el sexo en una relación de pareja, donde se convierte<br />

en un utensilio, en un medio para conseguir ciertos fines. No es<br />

casualidad que Kundera mantenga las referencias a “Anna Karenina”,<br />

ya que la relación entre los dos protagonistas puede entenderse<br />

como una recreación de las que tuvieron el escritor ruso y su esposa,<br />

marcadas por los celos, los enfrentamientos y las sospechas, de los<br />

que se afirmaba que Tolstoi daba amor para conseguir sexo, mientras<br />

que Sofía utilizaba el sexo para conseguir amor. Tomás y Teresa, los<br />

protagonistas de la novela, repiten esas mismas pautas de relación,<br />

pero añadiendo a su acercamiento al sexo incluso un carácter social y<br />

político. En un contexto como el de la Chequia ocupada por la URSS,<br />

para Tomás, despojado de su puesto como cirujano, el sexo (sus<br />

conquistas e infidelidades) es su modo de vencer al control externo<br />

de su vida. Para Teresa, por contra, el sexo es la tortura, porque es<br />

la puerta por la que se escapa Tomás a otros rincones, en los que no<br />

hay espacio para ella. Incluso su sexo (y por extensión su cuerpo)<br />

pasa a ser un potro de tortura, comparado constantemente con esos<br />

otros sexos (y cuerpos) en un bucle del que no puede salir, porque<br />

romperlo sería decirle adiós a él.<br />

Las caras del sexo que, por contra, nos muestra Michel Houellebecq<br />

en “Las partículas elementales” son otras y no se limitan al círculo<br />

de la pareja. No, en el caso de la obra del escritor francés, el impacto<br />

del sexo en la vida de las personas se mide a nivel global, en especial<br />

para todos aquellos que han sido apartados de la carrera por el éxito<br />

sexual, ese que se mide por los centímetros de nuestros atributos<br />

(ya sean del pene, de los pechos o de los abdominales), expuestos<br />

constantemente a unos estímulos (en televisión, en publicidad, en la<br />

calle) a los que no tienen, ni tendrán (salvo pagando) acceso.<br />

Por supuesto, en ambas obras, la variante del sexo que conocemos<br />

(¿que comprendemos?) no es la del sexo feliz, esa que termina con<br />

perdices en un horno de leña. No, se trata del otro, el sexo a veces<br />

cruel y tirano, que busca la propia satisfacción, el placer y también<br />

el dominio, ese sexo también capaz de llevarnos al cielo desde el<br />

infierno. Un sexo convertido en una moneda de mil caras de la que es<br />

imposible saber de qué lado va a caer. Dos lecturas que ahora se me<br />

antojan más que interesantes, y recomendables, para todos aquellos<br />

jóvenes del auditorio, que ya estarán experimentando sus primeras<br />

victorias y derrotas sexuales, algunas a las que siempre viene bien ir<br />

poniendo nombre para hacerlas más dóciles. Y comprensibles.


Sexo<br />

Gregor von Rezzori.<br />

La flor en el ojal<br />

Raquel G. Otero<br />

@SybilaCardinale<br />

“Hay una frase de Septimio que es enigmática y terrible:<br />

Amat qui scribet, paedicatur qui leget (El que escribe sodomiza,<br />

el que lee es sodomizado). El auctor sigue siendo<br />

un paedicator. Es el viejo estatus del hombre libre romano.<br />

Pero el lector es servus. La lectura se aproxima a la<br />

pasividad. La lectura deviene la esclava de otra domus.<br />

Escribir desea. Leer goza”.<br />

Pascal Quignard, El sexo y el espanto (Ed. Minúscula)


n Raquel G. Otero<br />

Ay, las primeras veces. Más tarde que pronto me llega la lectura<br />

de Sobre el acantilado y otros relatos, volumen de tres largos que<br />

publica Sexto Piso con motivo del centenario del nacimiento del<br />

autor. Un estreno con Gregor von Rezorri es digno de contarse<br />

veinte. Me embarco en el intento de deconstruir la fama de<br />

gamberro elegante de este señor que desde la ventana eterna de su<br />

estudio en Donnini, Toscana, sigue ganándonse corazones a pulso<br />

y borbotón. Con lo que han dicho sobre él lectores, colegas y amigos<br />

saldría una colección de fajas editoriales bien bonita y ajustada.<br />

Dice VolKer Schlöndorff que «su vida comenzó en otro mundo, no<br />

tanto en el de la aristocracia como en el mundo realmente perdido<br />

del Este europeo. Bucovina se llamaba el territorio perteneciente<br />

a la monarquía austrohúngara que más tarde se integraría en<br />

Rumania y, poco después, formaría parte de la Unión Soviética».<br />

La escritura de Gregor von Rezzori, empapada de la idea de pérdida<br />

de la Mittleuropa, se caracteriza por el humor pícaro tan necesario<br />

de quien, desde su condición de apátrida, quiere algo más de la<br />

vida, de la razón, de la belleza, del resto, como apuntaba Krüger.<br />

Pero la declaración que más justicia le hace a Gregor von Rezzori<br />

es suya: «Fue debido a que yo estaba desocupado y aburrido que<br />

tomé una pluma y escribí un cuento. Alguien lo leyó, le gustó y<br />

lo envió a un editor. Así me convertí en escritor. Por supuesto,<br />

convoco cualquier plausible argumento para probar que nunca me<br />

habría convertido ni sido otra cosa que escritor. Ya desde niño era<br />

un soñador y un mentiroso. De adolescente fui un solitario. Y a una<br />

edad en que los demás eran adultos yo era completamente ajeno a<br />

la realidad –y así sucesivamente–. Trato de convencerme de que la<br />

escritura no fue el último recurso del fracaso. Pero para probar que<br />

fue una vocación, no tengo más recurso que escribir».<br />

No queda otra que leerle.<br />

El sexo sin sombras<br />

El sexo leído es como una primera cita. No ya por cómo se maneja<br />

el escritor ante las múltiples opciones de abordarlo, narrarlo,<br />

rodearlo o circuncidarlo, sino por algo tan sutil y tan mondo como<br />

es el acercamiento. Usaré la tensión expresiva y la potencia en<br />

el estilo literario de las que habla Vicente Luis Mora en su blog<br />

decreciente para sacar a escena la tensión sexual que debe existir<br />

entre el autor y su hoja: me atrevo a decir que es ahí donde radica<br />

la diferencia entre el goce lector y el mero entretenimiento terreno.<br />

En neto. Seguimos hablando de literaturas pero, sí, podríamos<br />

estar hablando de sexo.<br />

Para Pascal Quignard, en El sexo y el espanto, la fascinación es la<br />

percepción del ángulo muerto del lenguaje; de ahí que la mirada sea<br />

siempre oblicua. Et c’était le coup de foudre. Gregor von Rezzori<br />

me lo pone difícil. Ni un solo párrafo sirve mínimamente como<br />

ejemplo (salvo rozando el spoiler) de lo que pretendo exponer<br />

aquí. El hilado es tan fino, pisa tan punta tacón, que la huella de lo<br />

que enuncia ya se está yendo cuando lo que no dice se le ha comido<br />

el terreno. Estoy fascinada, literal y quignardianamente. Tres<br />

relatos componen este libro: «El cisne», «Sobre el acantilado» y<br />

«“Afanjauer” o La prolongación del amor por otros medios». La<br />

temática de este número me ha hecho apuntar impresiones en


una sola dirección y por este motivo dejo en el cajón otras tantas<br />

notas caleidoscópicas. Las solemnidades y fragmentos de distintas<br />

sociedades marcan el tránsito entre épocas y sirven de escenario<br />

a una pasión incestuosa entre dos hermanos y al enamoramiento<br />

hasta las últimas consecuencias del hijo de una reputada<br />

diseñadora italiana con una bella izquierdista radical. Pero es sin<br />

duda el central, «Sobre el acantilado», el relato fetiche de este<br />

libro: un tallador de imágenes marianas asentado en la angustia<br />

existencial de la creación artística, al galope entre lo erótico y lo<br />

grotesco. Tres veces he leído este cuento, y de cada una he sacado<br />

una lectura y media; algo que es sexo pero no es sexo, tal vez la<br />

metáfora arjé: el vértigo mismo de la literatura. He disfrutado<br />

tanto y tanto con él que de no ser por este encandilamiento con el<br />

autor, quitaría los otros dos y lo llamaría solo Sobre el acantilado.<br />

Gregor von Rezzori escoge una manera y no otra. Los escarceos de<br />

Mario con las clientas de su madre o con Miss O’Connor, jefa de<br />

ventas, católica americana y estricta devota; el apetito libidinoso de<br />

la almiranta saciado únicamente con su posición de poder social;<br />

el protagonista de «El cisne» y su sospecha de que el poder ganado<br />

por Tania, su hermana, lo dejaría expuesto a ella y a todas las demás<br />

mujeres a las que amaría alguna vez, convertido para siempre en<br />

un esclavo rebelde y, en ocasiones, en el poco magnánimo amo y<br />

señor de sus futuras amantes (sic); el tallador ante el recuerdo,<br />

turbador, de la madre que le ordena meterse en su cama a la hora<br />

de la siesta. La estética del erotismo extraño, el impulso puntual<br />

hacia lo extremo, las místicas de otro género lo delatan en la<br />

elegancia del gesto. El gesto como postura. En su Monólogo del<br />

desorientado (discurso disponible en el monográfico de julio de<br />

Revista Crítica) dice: «¿Y la pose, la actitud? La ambigüedad entre<br />

la razón y la existencia disuelta en lo que uno se pone en el ojal:<br />

la flor cortada de raíz como símbolo, la vida antes de marchitar<br />

elevada a prenda: eso es algo que todavía puede personificarse. Un<br />

dandy, en fin. La flor en el ojal en lugar del emblema del partido.<br />

Llevar puños en lugar de tener puños. Soportar el dolor en unos<br />

zapatos de punta afilada. Eso sí, Beau Brummel surgió gracias<br />

a las compresiones de su tiempo, y nuestro tiempo es la época<br />

de los vuelos dispersos, a la desbandada. De modo que hay que<br />

cohesionarse, preservar. Vivir en connivencia con la época, no en<br />

complicidad con ella. Ser soberano del propio estilo: encapsularse<br />

en la línea de una tendencia, como un proyectil, un cruce entre<br />

Malte Laurids Brigge y Rhett Butler: el dandy de entretiempo, ése<br />

que, si no existiera, habría que inventar».<br />

Decíamos de Sobre el acantilado y otros relatos; tres breves<br />

novelas como tres encuentros fortuitos. Gregor von Rezzori le<br />

confesó a Michael Krüger que la pared maestra de un buen título<br />

se reconoce en la medida en que pueda añadírsele la frase “bajo<br />

las sábanas” (por ejemplo: El hombre sin cualidades... bajo las<br />

sabanas; En busca del tiempo perdido... bajo las sábanas). No<br />

rectificaré el título de este artículo.<br />

Vuelvo a Quignard para maridar y concluir esta fábula nuestra del<br />

sexo y la literatura: «La sacerdotisa Proselenos golpea al narrador<br />

con su escoba, pero no consigue nada. Tiene que llevarlo ante<br />

una sacerdotisa de Príapo, Enotea (en griego “aquella cuyo dios<br />

es el vino”). Enotea le introduce por el ano un fascinum de cuero<br />

(scorteum fascinum) untado con aceite y pimienta. Luego le sacude<br />

el sexo con un manojo (fascem) de ortigas verdes (viridis urticae).<br />

Y el sexo reanimado levanta por fin la túnica del narrador. No<br />

sabemos cómo termina la novela. Es posible que este fragmento<br />

incierto valga por todos los finales».<br />

Gregor Von Rezzori nos sonríe de medio lado. Es la creación,<br />

estúpidos.


Sexo<br />

Cambio de género<br />

Alejandro Larrañaga<br />

http://www.basketblog.es<br />

http://lectorbajito.wordpress.com


n Alejandro Larrañaga<br />

El verano es siempre un buen momento para ponerse a jugar.<br />

Y ya metidos en faena literario-sexual, una idea interesante<br />

podría ser el cambio de roles. Vamos a probar con tres novelas<br />

gráficas en las que el sexo es uno de los temas principales, con<br />

el objetivo único de comprobar las diferencias provocadas por<br />

convertir a todos los personajes masculinos en femeninos y<br />

viceversa.<br />

Comedia sentimental pornográfica de Jimmy Beaulieu<br />

Empezamos por una novela coral, por la variedad de personajes,<br />

aunque acabemos viendo en todos ellos un patrón similar.<br />

Primero, abrimos boca con un secundario, Martin, convertido<br />

en escritora frustrada en busca de dos Santos Griales. Por<br />

un lado, esa novela que suponga el paso de la adolescencia<br />

a la madurez artística. Por otro, el amor de su mejor amigo<br />

homosexual al que asedia, limitando el espacio personal, y con<br />

el que se excita mientras escucha sus aventuras sexuales llenas<br />

de detalles explícitos. Curiosa mezcla de frustración, pasión y<br />

paciencia.<br />

“He debido de escribir sus 300 y pico páginas de elogio del<br />

hastío, ya no soy un producto de la generación del déficit de<br />

atención.”<br />

Ese amigo sexy responde en las páginas de “Comedia<br />

sentimental pornográfica” al nombre de Annie. Su historia es la<br />

de un chico colgado de su ex, pero convencido de que vivir tus<br />

fantasías es el único modo de seguir adelante. La más brillante<br />

es la de ese panadero, auténtica bomba sexual, voluptuoso, muy<br />

jugoso. Años después siempre podrás recordar el día gastado<br />

en la cama, entre polvo y polvo. Difícilmente recordarás un<br />

paseo por muy romántico que sea.<br />

“Y porque el cómic tenga por costumbre abordar el tema sexual<br />

de una manera un tanto equivocada no me voy a privar de<br />

hablar de lo que ocupa la mayor parte de mi actividad cerebral.”<br />

Como comentábamos, Annie nunca pudo olvidar a su ex,<br />

Corrine. Nos paramos ahora ante un homosexual con bastante<br />

éxito entre su público. Sus conquistas son numerosas y deja<br />

un sello imborrable en todos ellos, pero él también tiene su<br />

debilidad. Su amiga, su confidente, la narradora y creadora<br />

de todo el entramado de “Comedia sentimental pornográfica”,<br />

Louis Dubois. Una dibujante de comics obsesionada con el<br />

cuerpo masculino, con las formas voluptuosas y que reta a<br />

cualquiera a mostrar la sexualidad de un modo diferente. Es<br />

probable que si esto no fuera una distracción más, la novedad<br />

de ver a una artista obsesionada con los atributos masculinos<br />

y las relaciones homosexuales entre ellos, cuando ella es una<br />

heterosexual convencida del atractivo del otro sexo sería algo<br />

más que novedoso.<br />

Y acabaremos este cambio de roles de la novela gráfica francesa<br />

con una secuencia significativa. Imaginémonos dos parejas<br />

heterosexuales en una casa apartada de la civilización. Y dos<br />

de los integrantes de esas parejas, ellos sí del mismo sexo,<br />

son examantes. En medio de una velada cualquiera, la cosa<br />

sube de tono entre esas dos personas mientras las otras dos<br />

observan más con lujuria que con desagrado. Las dos primeras<br />

prohíben el acceso al juego a las otras dos, que acaban fuera de<br />

la casa masturbándose una al lado de la otra pero sin mirarse<br />

y pensando en las dos personas que se quedaron en la casa.<br />

Todos tenemos claro el sexo de cada una de esas personas, ¿no?<br />

Ahí está la limitación de todo el planteamiento.<br />

“Yo no tengo la sensación de estar diciéndole a nadie lo que<br />

tiene que hacer, ser o pensar.”


El condón asesino de Ralf<br />

König<br />

Para<br />

esta<br />

transformación vamos<br />

a tener que llegar<br />

un poco más lejos y<br />

modificaremos hasta a<br />

objetos. Pasaremos del condón<br />

asesino al consolador asesino, para<br />

mantener la componente fálica de la trama<br />

y evitar los problemas de anatomía derivados<br />

de la falta de utilidad de un condón en una relación<br />

entre dos mujeres. Estamos en un ambiente donde la<br />

prostitución, los abusos, el sadomasoquismo y todo tipo<br />

de conductas sexuales no convencionales son la norma; en<br />

un hotel sin demasiado interés por lo que hacen sus clientes<br />

dentro de sus habitaciones.<br />

Todos los temas pueden ser tratados, pero siempre<br />

condicionados por los instintos y la violencia mezclados con<br />

el humor surrealista y soez. Y como prólogo, nada mejor que<br />

una madre de familia recién llegada a casa que charla con su<br />

marido sobre cómo le ha ido el día. Responde que no muy bien,<br />

que tiene un dolor muy molesto en el ano, porque una de sus<br />

clientas utilizó un consolador con poco tino. Y así, de repente,<br />

el consolador, con vida propia, salta del culo de la desdichada<br />

mujer y escapa dejándole un estropicio curioso en la zona.<br />

El caso es lo suficientemente llamativo para despertar el<br />

interés del inspector Macarroni. Ahora convertido en la<br />

inspectora. Se mueve con soltura por los bajos fondos y conoce<br />

a todo dios. El hotel es su primera parada. Al margen de la<br />

madre de familia que ya conocemos, hay ya varias víctimas y<br />

los sospechosos se acumulan entre las trabajadoras habituales<br />

del establecimiento. Solo la inspectora descubre al verdadero<br />

culpable, a pesar de la incredulidad de su jefa, y por ello acaba<br />

suspendida.<br />

No puede renunciar a pelear contra lo que ha visto y por el<br />

camino se enamora de una joven dedicada a saciar a mujeres<br />

maduras. La inspectora, dueña de una habilidad innata para el<br />

sexo, solo quiere sentirse amada y esta chica, en la batalla final<br />

contra el consolador asesino, le demuestra que lo suyo no es<br />

solo la búsqueda del placer y del aquí te pillo, aquí te mato. Hay<br />

mucho más, ha nacido un sentimiento; algo todavía pequeño<br />

pero con claras posibilidades de crecimiento.<br />

“El condón asesino”, para nosotros el consolador asesino,<br />

se basa en el humor, en tratar situaciones potencialmente<br />

dramáticas y muy serias de un modo desvergonzado. Se apoya<br />

en una constante en la obra de Ralf König: el ser humano<br />

disfruta cuando sus instintos mandan. Y solo cabe añadir que<br />

el cambio de roles no afecta al conjunto como sí le pasaba a<br />

“Comedia sentimental pornográfica”.<br />

El azul es un color cálido de Julie Maroh<br />

No todo va a ser fiesta, así que nos ponemos un poco serios para<br />

acabar este artículo. Aún así, conservamos nuestra premisa<br />

de cambio de sexo para todos los personajes. En este acaso<br />

tenemos a Clementine, un chico de instituto, convencido de su<br />

lugar en el mundo. Debe salir con sus amigos, ligar con chicas<br />

y hacerlo cuanto antes. Pero una mirada en un paso de cebra le<br />

descubre a otro chico, Emma, con su pelo azul tan especial, que<br />

trastoca sus planes.<br />

Se inicia entonces una pelea en su interior, muy igualada<br />

entre lo que debe ser y lo que es. El desempate es complicado<br />

porque a favor de lo que es está su amiga gay, firme defensora<br />

del amor entre personas y en contra está el objeto de su<br />

amor, convencido de estar ante una fase de definición de<br />

un adolescente confundido. Por el camino, descubrirán sus<br />

dudas sus compañeros de clase y su familia. La comprensión<br />

no figura entre sus principales características y ello provoca<br />

un amor furtivo, a espaldas del mundo y que desembocará,<br />

inevitablemente, en una ruptura cuando todo salga a la luz.<br />

En el plano puramente sexual, origen de toda selección en<br />

este número de la revista tenemos secuencias explícitas pero<br />

limitadas, la intención, más que un curso de anatomía, es la<br />

representación de la pasión, de la necesidad corporal que uno<br />

siente por el otro. Un deseo destinado a romper las barreras<br />

personales y sociales.<br />

Como toda relación que se desarrolla en el tiempo, después del<br />

enamoramiento llega la rutina, aquí definida por un paso del<br />

azul como tono predominante a los tonos pastel. Acostumbrarte<br />

a ver la cara, día a día, cuando ya ese contacto físico no es una<br />

imposición. Entonces llegan los retos en forma de desidia en la<br />

pareja, tentaciones externas y el amor se pone verdaderamente<br />

a prueba. En nuestro juego de máscaras, tendríamos a una<br />

compañera de trabajo de la protagonista, colocada como<br />

manzana del pecado. Lo hará caer, inevitablemente, y con él se<br />

llevará esa relación idealizada vencida por el paso de los días,<br />

los meses y los años.<br />

El desarrollo temporal de “El azul es un color cálido” no<br />

permite las sorpresas. Empezamos por el final (se adelanta el<br />

fatal desenlace) para centrarnos solo en el camino. Se elimina<br />

el factor sorpresa para poder pararnos más en el drama en sí<br />

mismo. Julie Maroh presenta con calma los pasos vitales de<br />

la protagonista (para nosotros el protagonista) y su relación.<br />

Con calma, dando la oportunidad a los que se quedan de<br />

lamerse sus heridas y comprobar errores. Al final, vuelven a<br />

idealizar momentos y personas que han demostrado ser solo<br />

eso, personas.<br />

Conclusión<br />

Dos cuestiones pequeñas para terminar. Este cambio de<br />

papeles propuesto para las tres obras deja bien claro que el<br />

género condiciona demasiado a según qué autores y autoras.<br />

La perspectiva es importante y ciertas barreras todavía están<br />

lejos de haberse superado. Por otro lado, la libertad no se<br />

busca, las elecciones no son tan propias como creemos y, a<br />

menudo, dejarse los prejuicios en la puerta no es tan fácil como<br />

queremos hacernos creer a nosotros mismos.


B reves<br />

Mucho me habían hablado de lo que puede desequilibrar la lectura de esta obra. Los<br />

halagos no eran exagerados. Emmanuel Carrère construye una obra desasosegante y<br />

destructora. No hay vuelta atrás tras la lectura, que nos obliga a enfrentarnos a una<br />

de esas “zonas muertas” de nuestra existencia y a hacernos preguntas muy difíciles<br />

de responder. Y es esa falta de respuestas que da la novela lo que todavía nos hace<br />

temblar más, esa intuición de que a veces la falta de motivos claros ya constituye<br />

un motivo. ¿Hasta qué punto nuestras vidas son reales? El protagonista construye<br />

con una enorme sofisticación todo un universo de mentiras, pero... ¿hasta qué punto<br />

no somos todos una mentira? La mentira y el vacío humano construyen esta novela<br />

maravillosa y apabullante que parece querer decirnos que muchas veces la existencia<br />

carece de salidas en la autopista, y que a veces la convivencia con nuestro yo íntimo y<br />

el yo que construimos hacia fuera, el yo de los demás, no pueden convivir juntos sin<br />

asesinarse el uno al otro. Una novela muy recomendable a la que hay que enfrentarse<br />

sabiendo que no se va a salir indemne. Todos somos nuestro propio adversario.<br />

EL ADVERSARIO - EMMANUEL CARRÈRE<br />

LAURA BORDONABA<br />

Ventajas de la poligamia<br />

ELENA RIUS<br />

Lo digo sin sonrojo, la poligamia es un gran sistema. La monogamia tendrá sus virtudes,<br />

sin duda. Según dicen los monógamos, uno se concentra más, está más pendiente<br />

de ese único objeto de su pasión. Un argumento que palidece en comparación con<br />

los placeres y la variedad de la poligamia. En cualquier caso, también en los monógamos<br />

la fidelidad es perecedera. Hasta en las novelas más largas, se acaba por llegar<br />

a la última página. Porque estamos hablando de libros, naturalmente. Pero una tiene<br />

la sospecha de que los monógamos en lectura tienden a ser como los monógamos<br />

sucesivos en el sexo: las nuevas parejas suelen parecerse mucho a las anteriores.<br />

Yo, qué quieren, soy polígama. Porque no todas las lecturas sirven para todas las ocasiones.<br />

En determinados momentos del día puede apetecer sumergirse en una novela<br />

llena de acción y pasión, mientras que en otros lo que pide el cuerpo es ejercitar la<br />

mente con un ensayo, o tal vez saborear un poema, o deleitarse con un cómic... Nada<br />

de esto es incompatible. Ni tampoco una cosa es mejor que la otra; sólo diferente.<br />

Es más, resulta muy conveniente para la salud mental de todo lector llevar una dieta<br />

variada. Aunque, igual que sucede con la poligamia, es inevitable que se establezcan<br />

categorías. Por lo común, hay una “lectura principal” - el libro que uno suele mencionar<br />

cuando le preguntan “¿qué estás leyendo ahora?”, no es cuestión de soltar toda la<br />

lista- y una serie de lecturas “de apoyo”, que se van alternando de acuerdo al tiempo<br />

disponible, a los intereses... Algunos de estos secundarios consiguen hacer méritos y<br />

se convierten, por un tiempo, en “primera esposa”. Otros, en cambio, languidecen en<br />

un rincón, recordados sólo de tarde en tarde. Los más desgraciados (no ocurre a menudo,<br />

pero que hay quien hace méritos para ello) consiguen incluso ser repudiados.<br />

Siempre hay otro que ocupa su lugar.<br />

Por si fuera poco, el panorama de la poligamia lectora se ha enriquecido recientemente<br />

con una innovación: el soporte digital. Mejor dicho, los soportes. Ahora los<br />

polígamos ya no tenemos sólo libros diseminados por diferentes partes de la casa,<br />

sino que alimentamos nuestra voracidad lectora con los que moran en el Kindle, la<br />

Tablet o -para casos de emergencia- en el teléfono móvil. Un festín.<br />

A mí que no me hablen de amor eterno. Lo mío, decididamente, es la poligamia.


Juan<br />

Carlos<br />

Postigo<br />

Juan Carlos Postigo<br />

Ríos (Málaga, 1985) es licenciado<br />

en Traducción e<br />

Interpretación por la Universidad<br />

de Málaga. Al volver a<br />

España cursó el máster que<br />

ofrecía la Universidad de<br />

Málaga, especializándose en<br />

traducción literaria y mundo<br />

editorial. Tras vivir una temporada<br />

en Lisboa traduciendo<br />

para la Unión Europea, en la<br />

actualidad reside en su ciudad<br />

natal y trabaja como traductor,<br />

colaborando con editoriales<br />

como Blossoming Books<br />

y la Asociación de Directores<br />

de Escena de España, y como<br />

lector, valorando manuscritos<br />

y redactando informes de<br />

lectura; ha colaborado con<br />

las revistas Función Lenguaje,<br />

FLIC Magazine, Global<br />

Affairs y Prometeica, entre<br />

otras.<br />

La traducción tiene muchas<br />

trampas: la fidelidad, los límites,<br />

el lenguaje, el contexto y, sobre<br />

todo, la libertad del traductor.<br />

¿Hasta qué punto es libre el<br />

traductor para cambiar, mejorar,<br />

añadir, quitar, cosas de un texto?<br />

En mi opinión, el traductor nunca debe<br />

cambiar, añadir o quitar nada de un<br />

texto; si lo hiciera estaría tergiversando<br />

el texto original y la intención del autor.<br />

Creo que es importante diferenciar<br />

entre cambiar un texto y adaptar un<br />

texto, obviamente el traductor debe<br />

adaptar las referencias culturales al<br />

idioma del lector pero, así y todo, debe<br />

mantener el mismo ritmo y tono que<br />

hubiera usado el autor en el original.<br />

Alan Duff, que ha escrito sobre<br />

la traducción, dice que aunque<br />

es necesario mantener la calidad<br />

de la escritura cuando un texto<br />

está bien escrito, tampoco sería<br />

perverso decir que un texto mal<br />

escrito se merece que sea mal<br />

traducido. Es decir, que el tiempo<br />

empleado por el traductor en<br />

la hazaña de traducir debe ser<br />

directamente proporcional al<br />

tiempo empleado por el escritor<br />

en el cuidado y buen hacer de<br />

la escritura. Y te pregunto qué<br />

n Ainize Salaberri<br />

opinas sobre eso y hasta qué punto<br />

debe mejorarse, en tu opinión,<br />

una mala redacción o una nefasta<br />

novela.<br />

En mi opinión, a menos que haya un<br />

error fragante de redacción, quién<br />

sabe, por despiste del autor al escribir,<br />

el traductor no debe intervenir en ese<br />

tipo de cosas, de lo que ya se encarga la<br />

editorial al seleccionar la obra para su<br />

catálogo. Aun así, no estoy de acuerdo<br />

con Alan Duff, ya que un traductor debe<br />

poner el mismo empeño en cualquier<br />

obra que esté entre sus manos, sea de<br />

buena o mala calidad.<br />

Es obvio que hay mucha<br />

diferencia entre la traducción<br />

técnica y la traducción literaria.<br />

En la primera deben conocerse<br />

términos, contextos, ser<br />

especialista en el ámbito que se<br />

traduce. ¿Consideras que para la<br />

traducción literaria es necesario<br />

ser también escritor? Es decir,<br />

¿traduce mejor un escritor que<br />

un traductor sin dotes narrativas?<br />

Tú que traduces novelas, ¿qué has<br />

sentido al respecto?<br />

Nunca he creído que el traductor<br />

deba ser escritor. En mi opinión, el<br />

traductor es un mediador, lo que debe


hacer es conseguir que el lector lea en<br />

su lengua algo escrito en una lengua<br />

que desconoce. Más bien considero<br />

que hay que hacer más hincapié en el<br />

papel del traductor como lector. Un<br />

traductor literario tiene que ser un<br />

ávido lector, debe tener muchas horas<br />

de lecturas a sus espaldas y, dentro<br />

de lo posible, intentar conocer lo más<br />

profundamente posible a cada uno de<br />

los autores que traduce. Cuanto más<br />

conozca al autor, más fácil le resultará<br />

crear una simbiosis creativa con él.<br />

Cuando empezaste a traducir,<br />

¿qué es lo que te dio más<br />

quebraderos de cabeza? ¿Cuál era<br />

tu talón de Aquiles?<br />

Los juegos de palabras intraducibles;<br />

no hay duda de que esto es lo que más<br />

quebraderos de cabeza me daba al<br />

principio, cuando me hallaba frente<br />

a un texto con este tipo de juegos de<br />

palabras me podía pasar días y días<br />

intentando encontrar un equivalente,<br />

sacando mis mejores armas para<br />

inventarme una frase similar en<br />

español.<br />

Para hacer una buena traducción,<br />

en tu opinión, ¿qué elementos<br />

son necesarios? Los traductores<br />

que he ido entrevistando me han<br />

señalado, en especial, dos cosas:<br />

la intuición y la capacidad de<br />

conseguir que un autor extranjero<br />

parezca que escribe en tu idioma.<br />

¿Qué añadirías?<br />

Aparte de tiempo y sensibilidad<br />

lingüística, creo que lo esencial es<br />

conseguir hacer sentir al lector que<br />

está leyendo algo escrito realmente<br />

en su idioma quedando la figura del<br />

traductor completamente invisible.<br />

No creo que un traductor deba dejarse<br />

guiar por la intuición demasiado,<br />

sino más bien que sepa lidiar con<br />

cualquier giro lingüístico o referencia<br />

cultural mediante la investigación y los<br />

recursos que conoce. Creo que lo más<br />

importante para un traductor es saber<br />

cómo buscar y dónde buscar.<br />

¿Puede un traductor literario<br />

ganarse la vida en este país?<br />

¿Cómo está el mundo de la<br />

traducción en estos momentos?<br />

Mi sueño desde pequeño ha sido<br />

dedicarme a la traducción literaria<br />

y parece que poco a poco lo estoy<br />

consiguiendo. El comienzo fue bastante<br />

difícil porque, como en cualquier otro<br />

ámbito profesional, es complicado<br />

hacerse un hueco en el sector. Creo que<br />

lo importante es no dejar de intentarlo<br />

y ser lo más proactivo posible: asistir<br />

a congresos, ferias, conocer a editores<br />

y proponer obras interesantes a las<br />

editoriales. Así que sí, un traductor puede<br />

ganarse la vida en el mundo editorial si<br />

tiene mucha perseverancia.<br />

¿Cuáles son los principales<br />

problemas del mundo de la<br />

traducción? Un, dos, tres, responda<br />

otra vez: los plazos…<br />

Los plazos, las tarifas, las condiciones<br />

contractuales, el intrusismo, la situación<br />

del sector editorial.<br />

¿Cómo se forma un traductor?<br />

Los estudios, los másteres de<br />

traducción, los cursos, ¿son<br />

esenciales y obligatorios? ¿Cómo te<br />

formaste tú?<br />

Yo diría que en la traducción son tan<br />

importantes tanto la formación como la<br />

experiencia. En mi caso, con 13 años ya<br />

sabía que quería dedicarme a traducir<br />

libros y traducía capítulos de libros<br />

que leía en mis ratos libres. No dudé ni<br />

un instante en estudiar la licenciatura<br />

de Traducción e Interpretación en la<br />

Universidad de Málaga e irme un año<br />

de Erasmus a Italia para perfeccionar<br />

el idioma. Al acabar me fui a Inglaterra,<br />

seguí formándome y mejorando el inglés<br />

y posteriormente realicé un Máster de<br />

Traducción en el que aprendí realmente<br />

cómo entrar en contacto con editoriales<br />

y especializarme en el mundo de la<br />

traducción literaria. Desde entonces<br />

no he parado de trabajar y aún así sigo<br />

formándome siempre que puedo porque,<br />

en el fondo, una de las principales<br />

características que debe tener todo<br />

traductor es la curiosidad y las ganas de<br />

aprender y conocer siempre algo más.<br />

Un tema candente en los últimos<br />

meses, por no decir años, es la<br />

visibilidad del traductor. Muchos<br />

apuntan, y con razón, que la<br />

traducción y el traductor sólo son<br />

visibles cuando se han encontrado<br />

errores. Sin embargo, últimamente<br />

hay más concienciación respecto<br />

a la figura y al trabajo de los<br />

traductores. ¿Cómo lo ves tú? ¿Qué<br />

echas de menos en ese aspecto<br />

como traductor? ¿Qué falta, qué<br />

sobra?<br />

Es cierto que para que una traducción<br />

sea considerada buena, el traductor debe<br />

ser invisible, no debe haber nada entre el<br />

libro y el lector, y cuando un lector olvida<br />

que el libro que está leyendo estaba<br />

originalmente en otro idioma podemos<br />

decir que nos encontramos ante un buen<br />

traductor, pero una cosa es que consigas<br />

crear ese vínculo gracias a tu invisibilidad<br />

y otra que no se valore y respete tu<br />

trabajo. Por suerte, se viene incluyendo<br />

cada vez más el nombre del traductor en<br />

la portada de los libros y se le está dando<br />

el reconocimiento que merece. La gente<br />

no debe olvidar que hay alguien que está<br />

haciendo posible que leas a un autor<br />

ruso o chino en tu idioma, y algo que me<br />

sorprende es que en las reseñas o críticas<br />

de libros traducidos, en muchísimos<br />

casos, no hacen mención a la traducción.<br />

¿Cuál es el libro más complicado, y<br />

por qué, que has traducido?<br />

El más complicado ha sido un ensayo<br />

de Giuseppe Mazzini sobre literatura<br />

europea. Su retórica y estilo parecían, por<br />

momentos, imposibles, además de tener<br />

que bregar con la puntuación italiana<br />

del siglo XIX. Aunque ha sido difícil y le<br />

he dado muchas vueltas, he disfrutado<br />

mucho traduciéndolo. ©Rai Robledo<br />

¿Qué es la traducción para ti?<br />

Walter Kerr, por ejemplo, dice que<br />

la traducción es «algo que uno está<br />

haciendo en todos los ámbitos y casi<br />

en todo momento; no solamente<br />

como ejercicio lingüístico sino<br />

como ejercicio hasta psicológico<br />

de comprensión del ser humano.<br />

Uno se está traduciendo a sí mismo<br />

todo el tiempo. Esta es una forma<br />

psicológica de ver el fenómeno<br />

de la traducción: para entenderse<br />

uno tiene que traducirse. Aunque<br />

hablemos el mismo idioma,<br />

para poder comunicarnos entre<br />

nosotros, tenemos que traducirnos<br />

también.»<br />

Estoy de acuerdo con esa afirmación.<br />

Para mí la traducción siempre ha sido<br />

una constante para entenderme y<br />

para entender la realidad. Al igual que<br />

los matemáticos, que dicen que todo<br />

es matemáticas, pienso que todo es<br />

traducción.<br />

¿La labor de qué traductores<br />

admiras? ¿Qué los distingue de los<br />

demás?<br />

Siempre he admirado a María Teresa<br />

Gallego Urrutia por todos los títulos que<br />

ha traducido y también por su lucha en<br />

el reconocimiento de nuestra profesión.<br />

Además, ella me puso en contacto con<br />

Luis Magrinyà, que confió en mí como<br />

lector de originales.


¿Hay algo que creas que es<br />

intolerable en el mundo de la<br />

traducción?<br />

El intrusismo, que a menudo se traduzca<br />

hacia/de una lengua que no se domina.<br />

¿Tienes algún tipo de estrategia a la<br />

hora de traducir? ¿De qué forma te<br />

organizas, cuáles son tus horarios,<br />

etc.?<br />

Me levanto temprano y entre las ocho<br />

y las ocho y media desayuno leyendo<br />

los periódicos. Luego me pongo con<br />

la traducción y así hasta las dos más o<br />

menos; hago algún descanso, ojeo las<br />

redes y salgo a comprar lo que necesite.<br />

Es raro el día que no sigo un poco por<br />

las tardes, pero un par de horas como<br />

mucho, y después estoy con mi bebé.<br />

Los fines de semana no suelo traducir,<br />

aunque eso depende de cómo lleve el<br />

trabajo y el plazo del que disponga. A<br />

esto, añadir que siempre intento leer<br />

libros del autor o escritores afines, me<br />

empapo de todo lo que pueda rodear a la<br />

obra.<br />

2500 palabras, dicen, es lo máximo<br />

que un traductor debería traducir<br />

al día. ¿Es verdad? ¿Cuál es tu<br />

media?<br />

2500 ya es una cifra considerable, pero<br />

muchas veces por los plazos que te dan,<br />

sobre todo trabajando con agencias, se<br />

queda corta. Traduciendo literatura no<br />

me ha dado nunca por calcular cuántas<br />

palabras traduzco, pero para agencia he<br />

hecho más de 2800 en un solo día.<br />

¿Qué libros has traducido hasta<br />

ahora?<br />

El último que he traducido ha sido una<br />

novela italiana del XVIII que me ha<br />

encantado. Trata las peripecias por las<br />

que pasa una joven que se ve obligada a<br />

ganarse la vida siendo actriz y bailarina<br />

en el teatro.<br />

Los anteriores fueron un libro sobre<br />

medicina holística y uno juvenil que me<br />

supuso un gran quebradero de cabeza<br />

porque tenía muchas adivinanzas<br />

y referencias a libros infantiles<br />

estadounidenses.<br />

TEST RÁPIDO<br />

El traductor es... muy necesario<br />

Una escritora: Irène Némirovsky<br />

Un escritor: Roberto Bolaño<br />

Un país literario: Italia<br />

Tu palabra favorita (y vale<br />

cualquier idioma): alcancía.<br />

La palabra más odiada: visualizar.<br />

Un idioma: el italiano<br />

Un libro: Cándido, o el optimismo, de<br />

Voltaire.<br />

Un recuerdo como traductor:<br />

cuando me llegó el libro de mi primer<br />

encargo.<br />

Un recuerdo como lector: ir leyendo<br />

de pequeño los letreros que veía desde el<br />

coche de mi padre.


B reves<br />

A la muerte de Cortázar se publicaron algunos de sus textos inéditos, entre ellos<br />

El Examen, escrito en torno a 1950, en donde pudimos encontrarnos con un autor<br />

joven, en formación, aún por redondear todo un estilo y una capacidad de asombrarnos<br />

que se muestran en la plenitud de Rayuela o de 62 Modelo para armar. En El<br />

Examen ya aparecen los temas habituales de Cortázar; la intelectualidad argentina y<br />

latinoamericana como un modo de vida, en ocasiones artificioso, una actitud crítica<br />

frente a eso que llamamos sociedad cuando queremos decir esta ciudad es tan pequeña,<br />

una irrealidad espacio temporal en donde ser y estar pueden intercambiarse. En<br />

apariencia El examen es una breve historia, transcurre en un solo día, en la que varios<br />

personajes se encuentran y desencuentran en un Buenos Aires pegajoso y envolvente,<br />

mientras llega la hora de realizar un examen universitario. La ciudad se convierte,<br />

entonces, en el marco perfecto para que los jóvenes protagonistas descubran y se<br />

descubran integrantes de un todo. Un todo envuelto en una enigmática niebla que va<br />

envolviendo Buenos Aires de temores, oscuridad, incertidumbre, en ese maravilloso<br />

juego del realismo mágico. Hay quien ha querido ver una velada referencia a la deriva<br />

derechista del peronismo del 50, o el anticipo de la Libertadora, con ese nombre tan<br />

poco apropiado, que el propio Cortázar minimizaba cuando se refería a estas novelas<br />

de juventud (Divertimento es otra de estas, que también vería la luz tras la muerte del<br />

autor) No solo las recurrentes temáticas ya están presentes en El examen, el estilo inconfundible<br />

e irrepetible de Cortázar, la cadencia, el ritmo, los trabajados diálogos, se<br />

adivinan ya en fase de experimentación. Incluso una suerte de capítulos desechables<br />

a modo de diario que finalmente, descartados por algún timorato editor, aparecieron<br />

más tarde publicados como textos independientes bajo el título de Diario de Andrés<br />

Fava. Es El Examen una buena forma de encontrar cómo evoluciona una autor fiel a<br />

un estilo propio desde el principio. Imprescindible para jóvenes autores en busca de<br />

sí mismos.<br />

El examen (Julio Cortázar)<br />

JULIO OLIVA<br />

Entre las cuerdas, cuadernos de un aprendiz de boxeador<br />

Loïc Wacquant<br />

SALVADOR J. TAMAYO<br />

Wacquant, sociólogo francés, colega de Pierre Bourdieu, decide realizar un estudio<br />

sobre el ghetto en Chicago; por «rebeldía y casualidad» termina relacionándose con<br />

los chicos del gimnasio de Woodlawn Boys Club de la calle 63. En la fábrica del boxeador,<br />

va más allá del trabajo de campo, entiende el boxeo como experiencia colectiva<br />

dentro de la miseria del ghetto, como lugar catárquico donde los chicos entrenan<br />

para no pensar, para alejarse de las calles y para entrenar más. Wacquant boxea, termina<br />

formando parte de los «chicos de DeeDee», el único blanco que lo logra aunque<br />

como comenta DeeDee: «los negros siempre hemos sentido simpatía por los franceses».<br />

Actúa como un antropólogo, toma notas, tira fotografías, realiza grabaciones y<br />

lo lleva más allá hasta que se convierte en uno de ellos, donde la actividad académica<br />

es algo tedioso, sin alma, y necesita de la simbiosis del gimnasio, necesita trabajar<br />

las piernas y golpear el saco. Necesita golpear y que le golpeen. Este ensayo muestra<br />

lo mejor de varios aspectos: metodología antropológica, análisis de la depresión económica<br />

urbana en los afroamericanos y narrativa pugilística. Es mejor incluso que la<br />

narrativa pugilística, ya que este ensayo lejos de excentricidades millonarias y egos<br />

de púgiles desclasados, enseña lo mejor del boxeo: sacrificio, superación, sufrimiento<br />

y la representación individual, entre las cuerdas, de un duro trabajo colectivo. Boxear<br />

es la mejor de las decisiones, donde ha abandonado el estado llegan las bandas callejeras,<br />

los narcotraficantes y el hampa, dentro del gimnasio se está a salvo.<br />

El boxeador es un «engranaje» vivo del cuerpo y del espíritu, que desdeña la frontera<br />

entre razón y pasión, que hace estallar la oposición entre la acción y la representación<br />

y, al hacerlo, constituye la superación fáctica de la antinomia entre lo<br />

individual y lo colectivo.


Recomendaciones<br />

LIBRO Gemma Bovery<br />

AUTOR Possy Simmonds<br />

RECOMENDADO POR<br />

Verónica Lorenzo<br />

Global<br />

Personajes<br />

Historia<br />

Estilo<br />

Ritmo<br />

Q Q Q<br />

Q Q Q<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q<br />

Q Q Q<br />

RESEÑA BREVE<br />

Si me dices que Emma Bovary se ha reencarnado en una inglesa que acaba en Normandía<br />

con su marido restaurador que se llama Charlie Bovery pues, francamente, no te creo.<br />

Bueno, no sé, reencarnar no se reencarna, pero alguna coincidencia sí que existe entre<br />

Emma y Gemma, Bovary y Bovery. Creo que si Mr. Flaubert levantara la cabeza se<br />

habría reído, pero mucho, de verdad, de reventarse de risa, ante la “serie de catastróficas<br />

desdichas” que sufre la inglesa. Posy Simmonds ha encontrado la forma perfecta y original<br />

para homenajear a un clásico de la literatura francesa, una de las mujeres malditas de la<br />

novela romántica europea. Es jugar aquí a buscar las 8 diferencias de los dos cuadros que<br />

aquí se nos presentan.<br />

Global<br />

Personajes<br />

Historia<br />

Estilo<br />

Ritmo<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q<br />

LIBRO El cielo de Lima<br />

AUTOR Juan Gómez Barcena<br />

RECOMENDADO POR Guiomar Quintana<br />

RESEÑA BREVE<br />

En este paseo cultural por la increíble Lima de principios del siglo XX, descripción, fantasía<br />

y realidad se entrelazan para dar lugar a un relato cuyos personajes te conquistan, te<br />

camelan, te hacen partícipe de su travesura particular. Juan Gómez Bárcena hace muestra<br />

de cómo el amor por la literatura puede manifestarse simultáneamente en todas sus formas.<br />

La originalidad, el tono, los matices y el trasfondo hacen de esta, su primera novela, un<br />

ejercicio que destaca por su brillantez. Es como una estrella en lo alto de la bóveda celestial,<br />

que torna enriquecedor el viaje al caminante.<br />

LIBRO Compro oro<br />

AUTOR Isaac Rosa<br />

RECOMENDADO POR Alejandro<br />

Larrañaga<br />

Global<br />

Personajes<br />

Historia<br />

Estilo<br />

Ritmo<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

Q Q Q<br />

Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q<br />

RESEÑA BREVE ¿Es un libro de relatos cortos el desperdicio de fuerzas más grande al<br />

que puede condenarse un escritor? Casi seguro, sí. Una acumulación muy grande de ideas,<br />

de personajes memorables a los que no te puedes atar por su efímera condición. Isaac Rosa,<br />

en su colaboración con el periódico mensual La Marea, fue invitado a aportar uno de estos<br />

relatos cada mes. Historias verdaderas, tristes, muy posibles, exageradamente sugerentes<br />

y, en su gran mayoría, sutiles. Ahora reunidos (sin la ilustración que los acompañaba cada<br />

mes, un claro error) y colocados como primera piedra de una aventura editorial nueva que<br />

parte de una premisa clara: los participantes deben sentirse orgullosos de su trabajo. Solo<br />

espero que esta exigencia mensual no agote la capacidad creativa de Isaac Rosa y podamos<br />

reincorporarnos a alguna de las historias apuntadas. Con más calma, con más tiempo, para<br />

sacarme esta sensación de abandono…


Recomendaciones<br />

LIBRO Los dichos de un idiota<br />

AUTOR Lidia Lê<br />

RECOMENDADO POR Verónica Lorenzo<br />

Global<br />

Personajes<br />

Historia<br />

Estilo<br />

Ritmo<br />

Q Q Q<br />

Q Q Q<br />

Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

_<br />

RESEÑA BREVE<br />

Los personajes de esta novela corta son la misma novela. Me explico. La novela es rara, curiosa, diferente. Todo<br />

su conjunto llama la atención, de lo radicalmente diferente que es a la novela convencional. El protagonista es un<br />

hombre paralítico, y tal como se siente él, Linda Lê traslada su claustrofobia al estilo de narración. Sin puntuación.<br />

Minúsculas. Monólogos infinitos. Sujetos repetitivos. Insistente. El peso de la vida, la dependencia emocional y<br />

física, la ausencia e inexistencia, querer ser y no poder. ¿Es así la vida o nosotras mismas la provocamos para que se<br />

nos rebela de esta manera?<br />

LIBRO Mi hermana, mi esposa: Lou-Andreas<br />

Salomé<br />

AUTOR H.F. Peters<br />

RECOMENDADO POR Verónica Lorenzo<br />

Global<br />

Personajes<br />

Historia<br />

Estilo<br />

Ritmo<br />

Q Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

Q Q Q Q Q<br />

RESEÑA BREVE Para leer biografías, yo me quedo con las biografías de<br />

mujeres grandes, fuertes, diferentes, desafiantes, revoltosas. Lou Salomé cumple<br />

las expectativas y las supera. Habría que preguntarle a Nietzche o a Rilke, entre sus<br />

amantes más conocidos, si ella es eso o más. ¿Qué tiene ella para haber conquistado<br />

sin querer queriendo a estos grandes hombres, pensadores, literatos? Si aprecian<br />

la belleza, ¿de qué forma ella conforma el ideal? ¿Es en sus escritos, en su visión de<br />

la vida o en su concepto de amor donde encuentran el abrazo cálido que recoge las<br />

migajas de humanidad que se quedan prendidas en nuestra piel tras un largo día?<br />

Me temo que en esta biografía, prologada por Anaïs Nin, no hallaremos todas las<br />

respuestas pero sí despertará en nosotras el gusanillo de conocer más de cerca (tan<br />

de cerca como se muestre en sus escritos) a esta Mujer, así, con mayúscula, y que<br />

se nos contagie un poquito su fuerza y valentía.


B reves<br />

Los misterios de la conexión entre humanos y animales son inmensos. Incluso<br />

las invisibles conexiones entre personas aún hoy inspiran cientos de<br />

teorías. ¿Qué tanto afecta nuestra energía a los seres –no digamos solamente<br />

plantas y mascotas– sino a todos los seres con vida que nos rodean? No es<br />

extraño que las macetas de las casas luzcan espléndidas en las buenas épocas<br />

o comiencen a marchitar inevitablemente sus flores cuando la enfermedad<br />

llega a sus habitantes. Algunas personas conversan con las begonias, visten<br />

con atuendos estrafalarios a sus perros o aseguran que cuando viajan no reconocen<br />

a sus gatos al regresar ingenuos. El libro El matrimonio de los peces<br />

rojos [Páginas de Espuma, 2013] de la escritora Guadalupe Nettel explora<br />

estas conexiones de una manera arriesgada y sutil.<br />

Las cinco historias que la conforman detallan las simetrías que ocurren entre<br />

las experiencias de nuestra vida cotidiana y una velada sintomatología expresada<br />

mediante los animales, insectos y líquenes que rodean a los personajes.<br />

Peces que traducen emociones veladas bajo profundas capas de evasión. Serpientes<br />

míticas/místicas que se debaten entre su simbología oriental (ligada<br />

al renacimiento y la renovación) y su sentido católico (traición o mal). Insectos<br />

revelando la parte ínfima que escondemos, que no por diminuta deja de<br />

ser un rasgo problemático, como el temerle a la luz o preferir los rincones<br />

aislados en aulas y autobuses.<br />

Ya en el primer párrafo se brinda la pista inicial para desentrañar los códigos<br />

que rigen a la obra: «Se aprende mucho de los animales con los que convivimos...<br />

Son como un espejo que refleja emociones o comportamientos subterráneos<br />

que no nos atrevemos ver», afirma la narradora ofreciendo uno de los<br />

lineamientos que instaura su libro.<br />

Mediante una estructura sólida y calibrada –y una vez ingresando en su red<br />

de códigos y guiños– este libro nos hará sentir inmersos en un ensayo en<br />

cinco partes, con sus respectivas tesis, argumentos, ejemplos y conclusiones<br />

hábilmente entretejida desde la ficción y la estética.<br />

Cada relato ostenta un ritmo temporal estricto y ordenado (casi medido por<br />

un metrónomo), amable a su vez con el lector que solamente desea disfrutar<br />

de una buena historia.<br />

Las acciones de los personajes no se ven rebasadas por su descripción psicológica,<br />

con una profundidad reflexiva uniforme en las cinco historias, sin<br />

sobresaltos líricos ni abismos extenuantes. El mundo que cada cuento genera<br />

no es excedido por sus elementos ni estos le quitan protagonismo a los hechos.<br />

Cinco sólidas fábulas con articulaciones, cimientos, ventanas y tomas<br />

de aire bien meditadas; en las cuáles la única falla evidente sería la repetición<br />

de una fórmula que funciona muy bien (sería un error no repetirla en su justo<br />

número).<br />

Confieso que leí consecutivamente un relato durante cada noche de una misma<br />

semana. Aquella lectura lograba un sueño placentero, sin cabos sueltos y<br />

con cierto sabor a magia, a una mitología urbana y decantada, como si diminutos<br />

minotauros escenificaran sus roles nocturnos en la psique del lector.<br />

Arturo Borda afirmaba –en su propuesta casi chamánica– que todos los seres<br />

vivos habitan en cada uno de los hombres y mujeres. Llegó a escribir extensos<br />

diálogos entre cigarras, camélidos, aves y anfibios, en los que cada uno<br />

exponía su íntima correspondencia con su entorno: su función en el mundo.<br />

Después amplió esta idea fauno/panteísta a los objetos de las habitaciones;<br />

muebles, tazas, telas y pinceles.<br />

El mundo íntimo de cada persona acepta esta empatía con sus objetos más<br />

preciados, mascotas de la infancia o libros favoritos. Las cinco historias de<br />

Guadalupe Nettel lograron edificar una de las semanas más salvajes en bastante<br />

tiempo.<br />

El mundo conectado o las cinco sutiles fábulas de Guadalupe Nettel<br />

ALDO MEDINACELI


Novedades narrativa<br />

LIBRO: Cómo aprendí a leer AUTOR: Agnès Desarthe EDITORIAL: Periférica PRECIO: 16,50€<br />

Como una niña que se niega a comer lo que le ponen en el plato, la protagonista de este libro no entendía las<br />

líneas que pasaban ante sus ojos y escupía las palabras. Le gustaban la brevedad, la música y las imágenes de la<br />

poesía, pero obstinadamente se negaba a tragar las grandes novelas. A veces, los planes ideados por su padre,<br />

un prestigioso pediatra, la llevaban a leer novelas negras que sí la cautivaban; pero nunca Madame Bovary,<br />

por ejemplo. Entusiasta y optimista desde bebé, la protagonista pensaba que al acceder al lenguaje estaría en<br />

condiciones de decirlo todo. Habría una palabra para cada sensación, para cada cosa vista, tan eficaz como el dedo<br />

que apunta al cielo con un grito inarticulado y que significa al mismo tiempo: avión, velocidad, flecha, ruido, miedo,<br />

belleza, relámpago, cohete, estrella, azul. Pero las palabras, sentía Agnès ya de adolescente, «eran imprecisas, poco<br />

numerosas, rígidas y ocupaban mucho espacio». Hasta que todo cambió. Eso sí: muchos años después.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Kokoro AUTOR: Natsume Soseki EDITORIAL: Impedimenta PRECIO: 19,95€<br />

Ninguna biblioteca de literatura japonesa estaría completa sin Kokoro, la novela más lograda de Natsume Sōseki, la<br />

más profunda y la última que completó antes de su muerte.<br />

Coincidiendo con el centenario de su aparición, Impedimenta publica una nueva traducción de la obra maestra de<br />

Sōseki, que prefiguraría la de autores de la importancia de Akutagawa, Kawabata o Murakami. Kokoro («corazón»,<br />

en japonés) narra la historia de una amistad sutil y conmovedora entre dos personajes sin nombre, un joven y un<br />

enigmático anciano al que conocemos como «Sensei». Atormentado por trágicos secretos que han proyectado una<br />

larga sombra sobre su vida, Sensei se abre lentamente a su joven discípulo, confesando indiscreciones de sus días<br />

de estudiante que han dejado en él un rastro de culpa, y que revelan, en el abismo aparentemente insalvable de<br />

su angustia moral y su lucha por entender los misterios del amor y el destino, el profundo cambio cultural de una<br />

generación a la siguiente que caracterizó el Japón de principios del siglo XX.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: El carnaval de Roma AUTOR: Johann Wolfgang Goethe EDITORIAL: Alba PRECIO:<br />

17,00€<br />

Las fiestas no son el tema principal de Goethe, pero en el curso de sus viajes forzosamente tuvo que participar<br />

en algunas y dejar constancia de sus impresiones. Juan de Sola ha reunido, traducido y prologado en este<br />

volumen dos textos contrapuestos pero igualmente reveladores: El carnaval de Roma (1789), acompañado<br />

por las veinte ilustraciones en color originales de Georg Melchior Kraus, y La fiesta de san Roque en Bingen<br />

(1817). Si el colorido, el desorden y la búsqueda de placer sin trabas que Goethe vio en las calles de Roma le<br />

fascinaron a la vez que, en cierto modo, le perturbaron, también le parecieron algo artificiales y regulados.<br />

En cambio, en la consagración de una capilla católica a orillas de Rin encontró la serenidad, la armonía y<br />

el espontáneo espíritu popular que más se avenían a su sensibilidad. Un fenomenal rito pagano vivido con<br />

derroche y alegría se enfrenta a una festividad religiosa donde todo invita al recogimiento, a la piedad… y al<br />

vino. Dos espléndidas crónicas que, en conjunto, ofrecen una sugerente muestra de la literatura de viajes de<br />

quien Napoleón dijo que poseía, como él mismo, «la virtud de lo completo».<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Canciones de amor a quemarropa AUTOR: Nickolas Butler EDITORIAL: Libros del<br />

Asteroide PRECIO: 21,95€<br />

Henry, Lee, Kip y Ronny crecieron juntos en el mismo pueblo de Wisconsin, Little Wing. Amigos desde niños, sus<br />

vidas comenzaron de manera similar, pero han tomado caminos distintos. Henry se quedó en el pueblo y se casó con<br />

su primera novia, mientras que el resto lo abandonó en busca de algo más: Ronny se convirtió en un famoso cowboy<br />

de rodeo, Kip en exitoso agente de bolsa y Lee en una estrella de rock de fama mundial.<br />

Cuando se vuelven a reunir en una boda, todos tratan de recuperar su vieja amistad pese a lo mucho que han<br />

cambiado. Entre la alegría del encuentro las antiguas rivalidades renacen y los viejos secretos amenazan con<br />

destrozar amistad y amor.<br />

Una novela sobre las cosas que importan: el amor y la lealtad, el poder de la música y la belleza de la naturaleza. Un<br />

relato maravilloso, emotivo y profundo que trata de un viejo tema: ¿podemos sentirnos alguna vez realmente en<br />

casa?<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: El infierno de las chicas AUTOR: Kyusaku Yumeno EDITORIAL: Satori PRECIO: 18,00€<br />

Tres relatos turbadores que penetran en la mente femenina para desvelar sus misterios y su talento para la maldad.<br />

Las tres protagonistas de El infierno de las chicas intentan sobrevivir en un mundo sórdido sometidas a<br />

la voluntad de los hombres mientras vagan por un retorcido laberinto de engaños, intrigas y callejones sin<br />

salida construido con maestría por uno de los escritores más innovadores de la literatura japonesa moderna.<br />

Kyusaku Yumeno fue un escritor de misterio admirado por su oscura imaginación y por su talento para ir más allá de<br />

los límites establecidos para el género. Comparado frecuentemente con Kafka y Poe, sus obras inquietantes, atrevidas<br />

y de estilo inconfundiblemente bizarre reciben hoy el reconocimiento del que su autor no pudo disfrutar en su tiempo.


Novedades narrativa<br />

LIBRO: El parque AUTOR: Marguerite Duras EDITORIAL: Menoscuarto PRECIO: 13,50€<br />

Un encuentro casual entre una joven empleada de hogar y un vendedor ambulante, en un banco de uno de esos<br />

bellos parques que pueblan algunas plazas parisinas, sirve de argumento a Marguerite Duras para enfrentar dos<br />

visiones antagónicas del mundo y de la vida. Ella rebelde, a la espera de un marido que la saque de su infelicidad;<br />

él resignado y sin coraje para emprender una nueva vida. Un magnífico y revelador diálogo en el que dos almas se<br />

desnudan y aproximan para escapar de su angustiosa soledad, sin cerrar la puerta a la esperanza de que ambas<br />

posturas puedan reconciliarse.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Los últimos AUTOR: Juan Carlos Márquez EDITORIAL: Salto de página PRECIO: 14,90€<br />

Un grupo de supervivientes vaga por una Tierra devastada, eludiendo una misteriosa amenaza, hasta encontrar<br />

refugio en las ruinas de Disney World. Y, como corresponde tras un Apocalipsis, lo que sigue es un nuevo Génesis.<br />

Pero esta vez Adán y Eva no están solos. En las páginas de Los últimos el lector encontrará mutaciones, canibalismo,<br />

persecuciones y viajes espaciales; también unos personajes que intentan preservar su humanidad en un marco<br />

extremadamente hostil, lleno de privaciones, duelos y penalidades. Desde la original revisión de premisas arraigadas<br />

en el centro de nuestra tradición narrativa, y transitando referencias no menos evidentes a las series de televisión, el<br />

cómic y los videojuegos, Márquez resuelve una novela sorprendente y singular.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: La casa de las persianas verdes AUTOR: George Douglas Brown EDITORIAL: Ardicia<br />

PRECIO: 22,00€<br />

Esta novela ambientada en Barbie, un ficticio pueblo escocés de mediados del siglo XIX, narra el ascenso y<br />

caída de John Gourlay, hombre tiránico y orgulloso que ha conseguido amasar una pequeña fortuna gracias<br />

a sus negocios. Desde la atalaya de su privilegiada posición, representada por la casa de persianas verdes que<br />

ha levantado en lo alto del pueblo como símbolo de su poderío, contempla con indisimulado desprecio su<br />

entorno, cercado por el veloz avance de la sociedad industrial.<br />

Además de combatir las conspiraciones de sus celosos conciudadanos, Gourlay deberá afrontar otras<br />

dificultades. Y es que, tras la esplendorosa fachada de su propiedad, se esconden unas conflictivas relaciones<br />

familiares. El regreso a la aldea de un antiguo vecino provocará una avalancha de acontecimientos fraguados<br />

en silencio durante años. Con esta novela, traducida por primera vez al español, George Douglas Brown<br />

inauguró la literatura escocesa moderna.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Aires nuevos AUTOR: Peter Kocan EDITORIAL: Sajalín PRECIO: 21,50€<br />

Un chico de catorce años, su hermano pequeño y su madre llegan tras un largo viaje en tren a una ciudad desconocida<br />

huyendo de un marido y padrastro violento. La madre, acuciada por la carga de sus circunstancias y harta del<br />

carácter retraído y temeroso de su hijo adolescente, le obliga a buscar empleo. El chico emprende así un periplo<br />

que en sucesivas etapas lo lleva del campo a la ciudad y de la ciudad al campo y lo relaciona con jóvenes y adultos de<br />

variada condición. Sin embargo, en su aventura marcada por la huida y el abandono, el chico recurre con creciente<br />

frecuencia a su imaginación en busca de reparo: el soldado ficticio Diestl le infunde coraje ante la adversidad, y sus<br />

fantasías con Grace Kelly le entregan una belleza de la que el mundo que tiene ante sí carece por completo. Con la<br />

mente a la deriva y la posibilidad de una vida grata cada vez más lejana, el chico comienza un lento descenso por el<br />

abismo de la locura y la violencia.<br />

Como un Dickens contemporáneo dotado de una peculiar fuerza poética, Peter Kocan se nutre de su adolescencia<br />

desamparada para narrar los vagabundeos y fabulaciones de un chico a punto de extraviarse.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Para cada tiempo hay un libro AUTOR: Alberto Manguel y Álvaro Alejandro<br />

EDITORIAL: Sexto Piso PRECIO: 11,50€<br />

A lo largo de su trayectoria como escritor, Alberto Manguel ha dedicado un espacio importante al tema de los libros y la<br />

lectura, una de sus grandes pasiones. En este libro algunas reflexiones y pequeños homenajes de Manguel a la literatura<br />

dialogan con las originales fotografías de Álvaro Alejandro. Para cada tiempo hay un libro es a la vez un registro y un<br />

homenaje a ese objeto que, pese a las múltiples amenazas sobre su extinción, continúa formando parte fundamental de<br />

nuestra cultura. Y es que, como bien explica Alberto Manguel, podrán cambiar muchas cosas, pero mientras existan<br />

esos seres extraños llamados lectores, el acto literario esencial permanecerá vigente e inalterado por la fuerza misma de<br />

quienes, como él, no conciben su existencia sin la presencia constante de ese acto.


Novedades poesía<br />

LIBRO: Poesía completa AUTOR: Boris Vian EDITORIAL: Renacimiento PRECIO: 25€<br />

Por primera vez en edición bilingüe francés/español, la poesía completa de Boris Vian. Tan solo dos colecciones<br />

Barnum’s Digest y Cantinelas en jalea aparecen en vida del e scritor. Los Cien sonetos que empieza a crear tal vez a<br />

finales de los años treinta y el primer lustro de los cuarenta son publicados en 1984 de la mano del editor Jean-Jacques<br />

Pauvert; los poemas agrupados en torno a No quisiera palmarla lo hacen en 1962, con notable éxito de ventas en la<br />

década de los sesenta y setenta. Si comparamos su producción poética con el resto de su obra, puede pensarse que esta<br />

ocupa un lugar relativamente reducido. Pero lo cierto es que ya se hable de poesía, de novela, de teatro o de canción,<br />

el espíritu poético que preside el conjunto de lo escrito por Boris Vian es incuestionable. De hecho, a lo primero que<br />

debemos dar el calificativo de poético es a su vida, fuertemente impulsada por un deseo transformador propio de<br />

alguien que quiere construir un mundo a su medida, que quiere hacer de la vida algo diferente a lo que llamamos<br />

realidad. Vida y obra están íntimamente unidas en Vian, el hombre se encuentra siempre detrás de su escritura,<br />

mudado a una nueva dimensión, la del yo poético, es decir, la de la vida poética.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: El sueño de Visnu AUTOR: David Meza EDITORIAL: El Gaviero PRECIO: 20€<br />

“Desde un par de años hasta ahora he estado fuera de la escritura poética. Me olvidé de la poesía y ella se olvidó<br />

de mí. Hicimos una tregua. Un son de paz. Un pacto de silencio. Pero en momentos como este, que leo Marta de<br />

David Meza, me doy cuenta que perdí. Me perdí. Entre ese momento de silencio y este instante pasaron siglos.<br />

Siglos en que poetas nacidos en la década del noventa han venido a relevar todo lo hecho hasta ahora. David Meza<br />

sea quizá el primero de ellos, el primogénito, con su libro mayor El sueño de Visnu, del cual Marta es una parte.<br />

Cuando digo libro mayor no sólo me refiero al proyecto sino que a una obra que sin lugar a dudas es un punto de<br />

quiebre entre el presente y el futuro. Entre lo que se escribió y lo que se escribirá. Decenas de siglos leídos desde la<br />

extrañeza de un muchacho que sueña con un Cristo extraterrestre con cola de serpiente, cabeza de pez y agallas.<br />

Todo el Nuevo Testamento estaba escrito bajo el mar y no lo sabíamos. Hace mucho que no me emocionaba hasta<br />

las lágrimas con un libro de poesía. Nuevamente ha sucedido. Este poeta es un ángel. No lo lean, escúchenlo en<br />

sueños. Su obra es una sinfonía celeste y submarina. Su obra no se parece a nada que exista en este mundo. Su<br />

obra es la obra de miles de años en que la poesía retuvo a la profecía entre sus brazos. Por fin se ha liberado.”<br />

Héctor Hernández Montecinos<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: La mujer cíclica AUTOR: Laia López Manrique EDITORIAL: La Garúa PRECIO: 10€<br />

Laia López Manrique abre en La mujer cíclica algo parecido a una madriguera: escritura-hueco para alojar las<br />

voces de distintas mujeres y confundirlas con la propia voz. Construcción de una morada necesaria, sin término<br />

posible: frágil como lo que solo puede hablar desde su precariedad, circular como el pulso de una escritura en<br />

la que la propia idea de tiempo colapsa y se reincorpora en el presente del poema, en su cuerpo que acusa el<br />

daño. En todo caso, parche, madeja en la que los hilos de las voces individuales se con-funden para tejer un<br />

abrigo disolviendo cualquier ilusión de univocidad y recordándonos que la voz que creemos propia no es más<br />

que un préstamo. Palabra para decir la carencia e inaugurar un trayecto no lineal, retorcido, inclinado en cada<br />

recodo para detenerse y rescatar lo que el canon patriarcal arrojó a las cunetas. De este lugar desposeído de<br />

enunciación da cuenta la poeta al decir: «Elegí hablar desde una fractura. Desde lo torcido. Desde un umbral<br />

que aguarda su propia ingrata resistencia».<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Prohibido silbar AUTOR: Sofía Castañón EDITORIAL: Baile del sol PRECIO: 10€<br />

Ni pisar el césped descalzos ni jugar a la pelota en la plaza. Ni la reunión ni la expresión. Como en esos bares en los que se<br />

prohibe cantar, ya hasta el sonido del aire en los pulmones molesta.<br />

Y precisamente porque todo está prohibido, sólo silbar no es suficiente. Ya que nada se puede, que todo sea voz. Lejos del<br />

canto ligero de quien transita las calles, el uso de la llamada en grito.<br />

H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H H<br />

LIBRO: Vita nova AUTOR: Louis Glück EDITORIAL: Pre-textos PRECIO: 17€<br />

Louis Glück es autora de más de nueve libros de poesía y de una colección de ensayos, Proofs and Theories, que obtuvo<br />

el Premio PEN/Martha Albrand.Fue galardonada con el Premio Nacional de la Crítica por The Triumph of Achilles, el<br />

Premio Pulitzer por The Wild Iris (El iris salvaje, Pre-Textos, 2006), y el primer Premio otorgado por los lectores del<br />

New Yorker, además del Premio Bollingen, por Vita Nova. Entre otros, cuenta también con el Premio Nacional Bobbit<br />

otorgado por la Biblioteca del Congreso, el Premio William Carlos Williams otorgado por la Asociación de Poetas de<br />

Estados Unidos, el Premio Fundación Lannan y el Premio Ambassador, otorgado por la Unión de Hablantes de lengua<br />

inglesa.Louise Glück es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras y profesora en el Williams College.<br />

Vive en Cambridge, Massachusetts. La editorial Pre-Textos también publicó su libro de poemas Ararat, en 2008, Las<br />

siete edades y Averno, en 2011.


Síguenos en Facebook Granite & Rainbow y en Twitter @graniterainbow<br />

Web: www.graniteandrainbow.com<br />

Reservados todos los derechos. Se prohibe la reproducción total o parcial por ningún<br />

medio, electrónico o mecánico, incluyendo cualquier sistema, de artículos aparecidos en<br />

este número sin la autorización expresa por escrito de la directora. Granite & Rainbow<br />

no se hace responsable de las opiniones vertidas por sus colaboradores.<br />

ISSN: 2173-2019

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!