<strong>Tierra</strong> <strong>INIA</strong> <strong>Tierra</strong> adentro septiembre - octubre 2008 editorial 1 EN LA RUTA DE LA INNOVACIÓN La acción científica, aunque aparentemente neutra, tiene signos concretos. Para muchos estos signos se hacen más evidentes cuando pierden su original transparencia en el uso que se haga de ella. En ese campo ingresa la voluntad, los indicadores que ayudan a avizorar el camino. Innovar (Del lat. innovare) en el sentido estricto es "mudar o alterar algo", introduciendo novedades; en segunda acepción significa "volver algo a su anterior estado". La materia sólo se transforma, diría Lavoisier, pero no desaparece. Los elementos en su esencia original permanecen. Intervenir la naturaleza, los estadios originales o los estadios modificados sólo por agentes naturales, ha sido siempre una necesidad humana. Transformar un producto vegetal en salud. Transformar un producto vegetal en alimento. La idea latente es ver cómo se comportan las sustancias que contiene, analizarlas, descubrirle las potencias secretas. También identificar cómo se relacionan con otros componentes, cómo reaccionan a los estímulos, cómo podemos, sin alterar el sentido de la vida, mantener la vida. Esa es una pregunta quemante. Hay en la sociedad contemporánea, post-modernista, grandes inequidades que el ser humano requiere resolver. Si tomamos como ejemplo la producción de alimentos, tenemos las formas de distribución por un lado y, por el otro, el gran desafío de cómo erradicar el hambre en el mundo. Chile se inserta en el mundo como un país potencia en la producción alimentaria. Muchos de nuestros productos agrícolas ya están rankeados entre los diez primeros del mundo, no sólo en cantidad sino también en calidad. Se hacen ingentes esfuerzos en la trazabilidad a fin de satisfacer las demandas de los cada vez más exigentes consumidores del planeta. Sin embargo, haciendo una lectura más global podemos constatar que con fuerza comienzan a aparecer en el horizonte de las ideas distintas miradas, versiones diferentes para abordar los temas apremiantes de la alimentación mundial. Ahí la innovación tiene la palabra. ¿Cómo mejoramos los rendimientos en la misma superficie? ¿Cómo somos capaces de producir leguminosas resistentes a diferentes plagas y así usar menos pesticidas? ¿Cómo somos capaces de preservar nuestro material fitogenético asegurando su sobrevivencia para las generaciones futuras? Naturalmente que esta diversidad de opciones tiene su referente en la ética y más específicamente en la Bioética. Toda forma de intervención social, científica, cultural tiene ahí su parámetro y su exigencia. Desde una manera polarizada podemos preguntarnos qué es lo ético: producir energía a cualquier costo o dejar que los procesos productivos se detengan. En esa dicotomía debemos encontrar centralidad. En ello, la sociedad en su conjunto tiene una palabra que decir. No se agotan las respuestas en los laboratorios de los investigadores ni en los escritorios de los cientistas políticos. Queremos oírlos. Recientemente ha salido a la luz pública un estudio del PNUD, el cual revela que el mundo agrícola, o mejor dicho, el mundo mal llamado rural en Chile, es de seis millones de personas, mostrando que, contrario a las cifras manejadas hasta el momento, el peso de este sector es de un cuarenta por ciento de la población. Sin duda es un dato duro que permite orientar el camino. Hay otros datos duros que vienen de la sociología, de la investigación, antropología y de la transferencia que también comienzan a tomar un sitio en la agenda agrícola. El atraso evidente que sufría el campo está siendo superado: hay adelantos, tecnología, educación, conectividad. Sin embargo, hay pasos necesarios que dar para integrar a esos seis millones de chilenos a los beneficios que implica el crecimiento de la productividad silvoagropecuaria. Nuestros indicadores de innovación, de mejor desempeño en la gestión y transferencia tecnológica nos hacen mirar el futuro con optimismo: somos productores de lo que escasea en el mundo, pero esa misma realidad nos obliga a mirar el mundo cada vez con mayor responsabilidad. Leopoldo Sánchez Grunert Director Nacional Instituto de Investigaciones Agropecuarias