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la amistad femenina - Editorial Sal Terrae

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JOAN D. CHITTISTER<br />

LA AMISTAD<br />

FEMENINA<br />

LA TRADICIÓN OCULTA<br />

DE LA BIBLIA


La <strong>amistad</strong> <strong>femenina</strong>


Colección «ST BREVE»<br />

62


J OAN D. CHITTISTER<br />

L A A MISTAD<br />

F EMENINA<br />

L A T RADICIÓN O CULTA<br />

DE LA B IBLIA<br />

SAL TERRAE<br />

S ANTANDER – 2007


Título del original en inglés:<br />

The Friendship of Women.<br />

The Hidden Tradition of the Bible<br />

© 2006 by Joan D. Chittister<br />

Publicado por Bluebridge<br />

www.bluebridgebooks.com<br />

Traducción:<br />

Mi<strong>la</strong>gros Amado Mier<br />

Para <strong>la</strong> edición españo<strong>la</strong>:<br />

© 2007 by <strong>Editorial</strong> <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong><br />

Polígono de Raos, Parce<strong>la</strong> 14-I<br />

39600 Maliaño (Cantabria)<br />

Tfno.: 942 369 198<br />

Fax: 942 369 201<br />

salterrae@salterrae.es<br />

www.salterrae.es<br />

Diseño de cubierta:<br />

Copicentro (Santander)<br />

Queda prohibida, salvo excepción prevista en <strong>la</strong> ley,<br />

cualquier forma de reproducción, distribución,<br />

comunicación pública y transformación<br />

de esta obra sin contar con <strong>la</strong> autorización<br />

de los titu<strong>la</strong>res de <strong>la</strong> propiedad intelectual.<br />

La infracción de los derechos mencionada<br />

puede ser constitutiva de delito<br />

contra <strong>la</strong> propiedad intelectual<br />

(arts. 270 y s. del Código Penal).<br />

Con <strong>la</strong>s debidas licencias<br />

Impreso en España. Printed in Spain<br />

ISBN: 978-84-293-1688-9<br />

Depósito Legal: BI-37-07<br />

Impresión y encuadernación:<br />

Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)


ÍNDICE<br />

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9<br />

Lidia: el crecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21<br />

Prisca: el yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29<br />

Débora: <strong>la</strong> sabiduría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35<br />

Febe: el apoyo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41<br />

Esther: el liderazgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49<br />

Marta: <strong>la</strong> verdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57<br />

Verónica: <strong>la</strong> presencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65<br />

Isabel: <strong>la</strong> aceptación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71<br />

Rut: <strong>la</strong> disponibilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77<br />

Ana: <strong>la</strong> solicitud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85<br />

Miriam: gozo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91<br />

María Magdalena:<br />

<strong>la</strong> confianza y el amor . . . . . . . . . . . . . . . 99<br />

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105<br />

Referencias bíblicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111<br />

5


Hace falta tener un montón de amigos<br />

para escribir un libro sobre <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>.<br />

Les estoy agradecida a todos ellos.


INTRODUCCIÓN<br />

L<br />

A <strong>amistad</strong> impregna el aire mismo que respiramos.<br />

Es omnipresente. Podemos ver<strong>la</strong> en los ojos<br />

de <strong>la</strong>s ancianas que se han pasado <strong>la</strong> vida cocinando<br />

para los suyos. Pode-mos escuchar<strong>la</strong> en <strong>la</strong>s<br />

risitas de <strong>la</strong>s jóvenes al teléfono. Podemos sentir<strong>la</strong><br />

<strong>la</strong>tiendo en nuestro propio corazón en días lluviosos<br />

y solitarios en lugares remotos donde, cuando más<br />

solos nos sentimos, nos asaltan los recuerdos de<br />

quienes han recorrido <strong>la</strong> vida con nosotros y aún siguen<br />

caminando a nuestro <strong>la</strong>do. La <strong>amistad</strong> une pasado<br />

y presente y hace soportable <strong>la</strong> incertidumbre<br />

del futuro.<br />

Pero <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>, en el mejor de los casos, es un<br />

concepto elusivo, una fiesta móvil. La pa<strong>la</strong>bra misma<br />

cambia de significado de periodo histórico a pe-<br />

9


iodo histórico. La interpretación de <strong>la</strong> misma cambia<br />

de persona a persona, de re<strong>la</strong>ción a re<strong>la</strong>ción. Su<br />

categoría se escinde y matiza hasta su casi desaparición<br />

en ocasiones. La <strong>amistad</strong>, como bien sabemos,<br />

es a veces «lo mejor» y a veces «buena».<br />

Suele ser «casual» y normalmente «ocasional». Va<br />

de <strong>la</strong> ternura al agobio. No es nunca una so<strong>la</strong> cosa<br />

y, sin embargo, no hay duda de lo que es cuando <strong>la</strong><br />

poseemos.<br />

La cuestión del lugar, <strong>la</strong> naturaleza y el valor de<br />

<strong>la</strong> <strong>amistad</strong> ha sido durante siglos fascinación para<br />

los filósofos, incertidumbre para los eruditos, sacramento<br />

invisible para los maestros espirituales y grial<br />

para los místicos, artistas y poetas. Sea cual sea el<br />

contexto en que el debate brote, <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>, en definitiva,<br />

es siempre y en todas partes misterio eterno,<br />

deseo eterno. Es inteligencia de lo último, búsqueda<br />

de comprensión humana.<br />

«Más valen dos que uno –enseña el Libro del<br />

Eclesiastés–. Si uno cae, lo levantará su compañero;<br />

pero ¡ay del solo que cae!...». Este lugar común<br />

bíblico es una afirmación simple, aunque profunda.<br />

Pero <strong>la</strong> sabiduría convencional de una sociedad sumamente<br />

móvil, básicamente anónima y totalmente<br />

fragmentada aparenta, al menos, ignorar<strong>la</strong>. «Nadie<br />

es indispensable», decimos desdeñosa e insensiblemente<br />

en esta cultura masificada. Pero estas pa<strong>la</strong>bras<br />

raspan como una lija en el espíritu de los ancianos<br />

y de los amantes. Los sofisticados que <strong>la</strong>s<br />

10


dicen son capaces, en este remolino de ais<strong>la</strong>dos,<br />

de hacerse pasar por sabios y humildes, e incluso<br />

por santos, por el mero hecho de pronunciar<strong>la</strong>s. No<br />

obstante, es un hecho que decir<strong>la</strong>s es penosa, <strong>la</strong>mentable<br />

y obviamente equivocado. Frente al<br />

Eclesiastés, simplemente se vienen abajo ante una<br />

verdad más exacta y abrasadora.<br />

Hay, ciertamente, una cosa que nos hace a todos<br />

y cada uno indispensables. Mientras haya alguien<br />

en algún lugar cuya vida <strong>la</strong>ta al tiempo que <strong>la</strong><br />

mía, sabré en lo más profundo de mí que soy verdaderamente<br />

necesaria y que no tengo derecho a<br />

morir. Sabré que soy verdaderamente indispensable,<br />

irreemp<strong>la</strong>zable, vital para una vida que está<br />

más allá de <strong>la</strong> mía. Para esa persona, yo soy indispensable.<br />

Sean cuales sean mis necesidades, el<br />

amor del otro tiene mayor incidencia en mí que yo<br />

misma. Nuestros amigos dependen de nosotros.<br />

Cicerón escribió sobre su dolor a <strong>la</strong> muerte de su<br />

amigo Escipión: «Siento un desconsuelo por un<br />

amigo como el mundo no volverá conocer... [Pero]<br />

no pienso que Escipión haya sufrido un infortunio;<br />

soy yo quien ha sufrido el infortunio».<br />

Tener un amigo es admitir que alguna parte de<br />

<strong>la</strong> vida de otra persona que hemos tenido tierna y<br />

confiadamente en nuestras manos podría morir con<br />

nosotros. ¿De dónde procede, de hecho, el dolor<br />

por los muertos sino de <strong>la</strong> ira y <strong>la</strong> sensación de<br />

abandono que nos invaden al caer en <strong>la</strong> cuenta de<br />

11


que una parte de nosotros nos ha sido arrebatada<br />

sin nuestro permiso? El dolor es simplemente una<br />

medida del gozo, de <strong>la</strong> profundidad procedente de<br />

conocer a otra persona y permitirle que me conozca<br />

de modos en que no me expongo a nadie más.<br />

De hecho, perder un amigo es ser arrojado de<br />

nuevo a <strong>la</strong> insu<strong>la</strong>ridad que es el yo. Y se trata de un<br />

lugar oscuro y gimiente, un lugar peligroso para estar,<br />

estrecho y confinado dentro de los límites del<br />

yo. Únicamente <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> puede salvarnos realmente<br />

de nuestra pequeñez.<br />

Pero primero, como es natural, hay cosas que<br />

considerar: ¿qué es exactamente un amigo?; ¿es <strong>la</strong><br />

<strong>amistad</strong> verdaderamente posible?; ¿es <strong>la</strong> <strong>amistad</strong><br />

un bien necesario o simplemente un añadido social?;<br />

¿es <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> espiritual?; ¿no basta sólo con<br />

Dios?; ¿qué tiene <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> que ver, si es que tiene<br />

que ver algo, con vivir <strong>la</strong> vida por siempre en proceso<br />

de transformación?<br />

A <strong>la</strong> pregunta sobre qué tiene que ver <strong>la</strong> <strong>amistad</strong><br />

con el desarrollo personal y el crecimiento espiritual<br />

hay una respuesta extensa y otra breve. La respuesta<br />

breve es: «todo», si hemos de creer el pensamiento<br />

de los filósofos, los descubrimientos de los<br />

científicos sociales modernos, así como el testimonio<br />

de <strong>la</strong> historia y <strong>la</strong> sabiduría del Eclesiastés. La<br />

respuesta extensa llega en <strong>la</strong> lenta consciencia<br />

emergente de que, una vez que somos queridos, tenemos<br />

<strong>la</strong> obligación de vivir lo mejor que podamos;<br />

12


una vez que hemos descubierto el amor que duplica<br />

<strong>la</strong> vida pero sin consumir<strong>la</strong>, debemos vivir para que<br />

<strong>la</strong> otra persona, que camina iluminada por <strong>la</strong> luz que<br />

hay en nuestro interior, así como por <strong>la</strong> luz que hay<br />

en el suyo, no tenga que avanzar desorientada por<br />

no iluminar nosotros bien el camino. El amor a un<br />

amigo va siempre acompañado de una linterna en <strong>la</strong><br />

mano.<br />

Al hab<strong>la</strong>r de amor, no estoy hab<strong>la</strong>ndo de pasión,<br />

aunque ésta sea ciertamente, en algún revitalizador<br />

sentido, una dimensión fortificadora de cualquier re<strong>la</strong>ción<br />

profunda y buena. Al hab<strong>la</strong>r de amor estoy refiriéndome<br />

al proceso de fundirse con <strong>la</strong> vida de otra<br />

persona de un modo que fusiona nuestros espíritus,<br />

abre nuestros corazones y di<strong>la</strong>ta nuestras mentes, y<br />

sin pedir nunca nada a cambio. La <strong>amistad</strong> es el proceso<br />

de abrirnos al cariño y <strong>la</strong> sabiduría del otro. El<br />

amor de <strong>amistad</strong> es amor sin secretos, sin preguntas<br />

no hechas, sin pensamientos no expresados, sin<br />

preocupaciones no respondidas. La <strong>amistad</strong> nos lleva<br />

a lugares en los que no hemos estado antes y a<br />

los que no podemos ir solos.<br />

La <strong>amistad</strong> puede ser o bien fundamental, o bien<br />

banal, pero nunca se da sin ganar un poco más de<br />

yo.<br />

* * *<br />

La historia de <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> ha sido oscura en todas<br />

13


sus dimensiones, pero sobre todo en <strong>la</strong> re<strong>la</strong>tiva a <strong>la</strong><br />

mujer. Al igual que todo lo demás de <strong>la</strong> vida, <strong>la</strong> <strong>amistad</strong><br />

ha sido coto masculino. Montaigne, en una época<br />

ya avanzada, el siglo XVI, escribía en su ensayo<br />

«De <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>» que «...<strong>la</strong> inteligencia ordinaria de<br />

<strong>la</strong>s mujeres no alcanza a que puedan compartir los<br />

goces de <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>; ni el alma de el<strong>la</strong>s es bastante<br />

firme para sostener <strong>la</strong> resistencia de un nudo tan<br />

apretado y duradero». Mon-taigne no fue original ni<br />

único en su manera de pensar; tenía siglos de filosofía<br />

y discurso masculino en los que basar su afirmación.<br />

Los antiguos –P<strong>la</strong>tón y Aristóteles y <strong>la</strong>s escue<strong>la</strong>s<br />

filosóficas que los siguieron– partían de <strong>la</strong> base de<br />

que <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> es uno de los más excelsos actos<br />

del espíritu humano, y los varones, <strong>la</strong>s más excelsas<br />

criaturas de <strong>la</strong> jerarquía de <strong>la</strong> creación, escogerían<br />

a sus iguales –otros varones– como amigos.<br />

Los amigos eran el elemento cohesivo de <strong>la</strong> nación,<br />

<strong>la</strong> red de alianzas políticas, asociaciones, lealtades<br />

y co<strong>la</strong>boraciones sobre <strong>la</strong> que se basaban <strong>la</strong>s decisiones<br />

del Estado.<br />

Cicerón, el gran orador romano, escribió su ensayo<br />

«De <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>» no como un tributo al afecto<br />

personal, sino como un último intento de salvar a <strong>la</strong><br />

endeble república romana de caer en <strong>la</strong> monarquía<br />

y <strong>la</strong> dictadura, revivificando <strong>la</strong>s redes democráticas<br />

basadas en los ideales compartidos y <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones<br />

personales.<br />

14


En <strong>la</strong> Edad Media, <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra «amigo» incluía a<br />

los familiares, así como a cualesquiera asociados o<br />

benefactores o mecenas con los que se pudiera<br />

contar para alianzas que pudieran establecerse a<br />

fin de asegurar el poder y <strong>la</strong>s propiedades de <strong>la</strong> familia.<br />

Los amigos eran, para <strong>la</strong> mayor parte de esta<br />

sociedad, simplemente «conexiones». Dado que tales<br />

asuntos políticos no estaban dentro del ámbito<br />

femenino y dado que <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong>s mujeres<br />

estaban confinadas al círculo familiar, tampoco <strong>la</strong><br />

<strong>amistad</strong> era dominio de <strong>la</strong> mujer. De hecho, hasta<br />

nuestro tiempo <strong>la</strong> privatización de <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> no se<br />

ha convertido en moneda de curso social.<br />

Y, sin embargo, es igualmente cierto que a lo <strong>la</strong>rgo<br />

de <strong>la</strong> historia ha habido otra tradición más profunda<br />

y personal de <strong>amistad</strong> espiritual que <strong>la</strong>s alianzas<br />

de <strong>la</strong>s altas instancias. Hay otra corriente –fácil<br />

de ver– que transcurre en paralelo a esta dimensión<br />

política. Hay otro modelo de <strong>amistad</strong>, junto al modelo<br />

convencional de <strong>amistad</strong> masculina, del que<br />

podemos extraer una medida de <strong>la</strong> calidad de <strong>la</strong><br />

nuestra simplemente con abrir los ojos y mirar.<br />

Los filósofos y los maestros espirituales se han<br />

debatido siglo tras siglo con <strong>la</strong> idea de <strong>amistad</strong>.<br />

Aristóteles decía: «¿Qué es un amigo? Una so<strong>la</strong> alma<br />

que mora en dos cuerpos». Y Catulo, en uno de<br />

los más conmovedores elogios a un amigo que se<br />

han hecho nunca, dice de esta re<strong>la</strong>ción: «Nuestra<br />

alma está enterrada, <strong>la</strong> mía con <strong>la</strong> tuya entre<strong>la</strong>za-<br />

15


da». Aquí no se trata de meras conexiones políticas.<br />

Los monjes del desierto comprendieron el papel<br />

de <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> espiritual y <strong>la</strong> consideraron parte<br />

esencial de <strong>la</strong> vida espiritual incluso aunque exaltaran<br />

<strong>la</strong> apatheia –impasibilidad– y advirtieran contra<br />

<strong>la</strong>s distracciones de los apegos humanos. El mandato<br />

de hospitalidad llevaba a aquel<strong>la</strong>s mujeres y<br />

aquellos hombres a atender tanto a <strong>la</strong>s necesidades<br />

físicas como espirituales de cuantos veían como<br />

sus discípulos espirituales.<br />

San Ambrosio consideraba <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> humana<br />

como una parte necesaria de <strong>la</strong> efusión de <strong>la</strong> <strong>amistad</strong><br />

divina. «Porque Dios es verdadero –argumentaba<br />

Ambrosio–, los amigos pueden ser verdaderos...<br />

Porque Dios ofrece <strong>amistad</strong>, podemos ser amigos<br />

los unos de los otros».<br />

San Agustín conceptuaba <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones humanas<br />

como fundamento del crecimiento. «Cuantos<br />

más amigos tenga –decía–, tanto más amaremos <strong>la</strong><br />

sabiduría en común».<br />

Y san Benito consideraba <strong>la</strong> manifestación del<br />

yo a otro como un paso fundamental en el camino<br />

hacia el pleno desarrollo humano.<br />

La tradición fue constante: <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> se convirtió<br />

en el elemento cohesivo de <strong>la</strong> comunidad cristiana<br />

y alcanzó su punto más excelso en los escritos<br />

espirituales del monje y abad cisterciense<br />

Aelred of Riveaulx, que dedicó su vida al tema. En<br />

16


el siglo XII escribió una teología de <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> que<br />

dedujo de <strong>la</strong> tesis de que «Dios es <strong>amistad</strong>». Para<br />

Aelred, <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> es una dimensión necesaria de<br />

<strong>la</strong> vida cristiana y también una dimensión particu<strong>la</strong>r<br />

de <strong>la</strong> conciencia espiritual del individuo.<br />

Estos puntos de vista sobre <strong>la</strong> vida espiritual no<br />

prevalecieron a <strong>la</strong>rgo p<strong>la</strong>zo. En un mundo dominado<br />

por <strong>la</strong> guerra, el hambre, <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>gas y <strong>la</strong> opresión,<br />

el Dios del Amor perdió frente al Dios Juez y<br />

el «Cristo Rey». El ascetismo negativo, el arrepentimiento,<br />

<strong>la</strong> represión –destinados a expiar el tipo de<br />

pecado que podía generar <strong>la</strong> ira divina– eran <strong>la</strong> tónica<br />

de los tiempos. Durante el mismo periodo, con<br />

el ascenso del sistema universitario únicamente<br />

masculino, <strong>la</strong> influencia de <strong>la</strong>s mujeres en el desarrollo<br />

del pensamiento y su visibilidad pública disminuyeron<br />

aún más. Apartadas del naciente mundo<br />

académico, cualesquiera experiencias e ideas que<br />

<strong>la</strong>s mujeres pudieran haber aportado al tema se<br />

perdieron tras los muros de c<strong>la</strong>ustros, castillos y cocinas.<br />

La <strong>amistad</strong> prosiguió su machista camino,<br />

materia de poetas y ensayistas varones quizá, pero<br />

no moneda de curso corriente y, definitivamente,<br />

tampoco prerrogativa <strong>femenina</strong>.<br />

Hasta ahora. Hasta nuestro tiempo. Es decir,<br />

hasta que <strong>la</strong> liberación de energía llegada con <strong>la</strong><br />

nueva conciencia de sí mismas que tienen <strong>la</strong>s mujeres<br />

ha llevado a éstas a hab<strong>la</strong>r de sus propias experiencias.<br />

Hasta que <strong>la</strong> psicología abordó el análi-<br />

17


sis de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones humanas y hete aquí que descubrió<br />

que <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción es esencial en el hecho de<br />

ser mujer. Hasta que descubrimos el lugar de <strong>la</strong><br />

conversación en el desarrollo de <strong>la</strong> comunidad humana<br />

y el salutífero don de <strong>la</strong> mujer en este aspecto.<br />

Entonces empezamos a mirar <strong>la</strong> historia con<br />

nuevos ojos. Entonces comenzamos a ver, como si<br />

fuera por primera vez, a <strong>la</strong>s mujeres que dieron nacimiento<br />

a nuestras esperanzas y proc<strong>la</strong>maron su<br />

presencia como mujeres y demostraron su conexión<br />

mutua y con Dios. Entonces empezamos a vernos<br />

con ojos nuevos. Entonces descubrimos lo que<br />

es ser mujer con otras mujeres. «Cada amigo –dice<br />

Anais Nin– representa para nosotros un mundo; un<br />

mundo posiblemente no nacido hasta que ellos llegan,<br />

y únicamente gracias a nuestro encuentro nace<br />

ese nuevo mundo».<br />

La <strong>amistad</strong> en general, y <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> entre mujeres<br />

en particu<strong>la</strong>r, se ha vuelto de nuevo un tema valioso.<br />

La <strong>amistad</strong> está hoy cobrando vida de un modo<br />

nuevo. Y está cobrando vida muy c<strong>la</strong>ramente en<br />

<strong>la</strong>s mujeres. La cuestión es qué cualidades <strong>la</strong> sustentan<br />

y dónde <strong>la</strong>s encontraremos si hemos de vivir<br />

todos los mundos para los que hemos sido hechos.<br />

Las propias mujeres nos dicen ahora qué buscan<br />

en <strong>la</strong> <strong>amistad</strong>, y <strong>la</strong> Escritura nos presenta ejemplos<br />

en los que esas cualidades <strong>femenina</strong>s han cambiado<br />

el mundo. Es tiempo de rendirles homenaje.<br />

«Mis amigos son mis bienes», escribió Emily<br />

18


Dickinson. Los amigos son, en otras pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong><br />

única riqueza que tendremos en último término. Mis<br />

amigos serán el tesoro que acumu<strong>la</strong>ré en vida, y<br />

puede que también <strong>la</strong> medida de mi propia valía.<br />

Por tanto, celebrar el Sacramento de <strong>la</strong> Amistad es<br />

de orden espiritual supremo.<br />

19


LIDIA<br />

El crecimiento<br />

N<br />

INGÚN alma se siente deso<strong>la</strong>da –decía George<br />

Eliot– mientras haya un ser humano en quien pueda<br />

confiar por el que pueda sentir respeto». El comentario<br />

merece ser considerado seriamente. Nos<br />

lleva a repensar <strong>la</strong> idea de <strong>amistad</strong>. Si Eliot está en<br />

lo cierto, <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> es más que un elemento de <strong>la</strong><br />

vida social; es una fuerza espiritual que toca el alma.<br />

Es un hecho que <strong>la</strong> mera compañía no basta<br />

para llenar <strong>la</strong> vida. Lo que es por encima de todo<br />

necesario en <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones humanas, si han de dar<br />

22


sentido a nuestra vida, es el atributo de <strong>la</strong> fusión, el<br />

carácter de <strong>la</strong> combinación. Se trata del desafío de<br />

<strong>la</strong> conexión, que es algo de graves consecuencias<br />

en un mundo en el que podemos vivir en medio de<br />

<strong>la</strong> multitud por siempre sin ni siquiera notar nunca<br />

que estamos solos. ¡Es tan fácil pensar que tenemos<br />

amigos y saber cómo ser amigo cuando lo único<br />

que realmente tenemos es contactos...! ¡Es tan<br />

fácil pensar que tenemos una re<strong>la</strong>ción con alguien<br />

cuando lo único que realmente tenemos es más o<br />

menos tiempo de conversación anodina con personas<br />

a <strong>la</strong>s que vemos con frecuencia pero a <strong>la</strong>s que<br />

mantenemos siempre a distancia...!<br />

Donde no hay respeto ni confianza, puede haber<br />

atracción, pero no <strong>amistad</strong>. Se trata de una cuestión<br />

social de gran importancia en esta sociedad extremadamente<br />

anónima en <strong>la</strong> que vivimos, donde<br />

los vecinos no se conocen y los teléfonos tienen<br />

contestador para filtrar nuestras l<strong>la</strong>madas.<br />

La tensión subyacente en <strong>la</strong> sociedad contemporánea<br />

occidental es <strong>la</strong> lucha entre lo público y lo<br />

personal. Somos personas privadas que resulta<br />

que vivimos en grupos. Somos individuos que desarrol<strong>la</strong>mos<br />

comunidades basadas más en los derechos<br />

de cada miembro separado que en nuestras<br />

obligaciones para con los grupos mismos. Valo-ramos<br />

<strong>la</strong> autonomía como pocas otras cosas, y, sin<br />

embargo, nada ha resultado más evidente en el<br />

avance hacia <strong>la</strong> independencia personal que <strong>la</strong><br />

23


inextricable conexión entre <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones humanas<br />

y <strong>la</strong> salud mental. Las mujeres que tienen amigos/as<br />

–que confían en alguien y le reverencian–<br />

son sencil<strong>la</strong>mente más sanas, más felices. Son<br />

más sensibles con respecto a los demás y están<br />

más seguras de sí mismas. Los amigos nos abren<br />

nuevos mundos invitándonos a entrar en ellos riendo<br />

y cantando. Los amigos llevan nuestras cargas<br />

en su corazón y nos proporcionan <strong>la</strong> sabiduría de <strong>la</strong><br />

distancia para manejar<strong>la</strong>s. Los amigos, <strong>la</strong>s personas<br />

en <strong>la</strong>s que realmente confiamos, enseñan caminos.<br />

La cuestión es cómo equilibrar <strong>la</strong> independencia<br />

y <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción. ¿Qué se requiere para salir de nosotros<br />

sin perdernos en los intereses, <strong>la</strong>s ideas, los<br />

p<strong>la</strong>nes y los objetivos del otro? Es difícil en una sociedad<br />

de gurus que ofrecen cada día nuevas soluciones<br />

para sentirse bien. Pero sea cual sea <strong>la</strong> última<br />

moda en desarrollo personal, para <strong>la</strong> mujer que<br />

busque raíces en lo que se ha probado eficaz está<br />

el recuerdo de Lidia. Para entender <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> y su<br />

lugar en <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong> mujer, debemos mantener presente<br />

el recuerdo de Lidia.<br />

***<br />

Lidia, a <strong>la</strong> que <strong>la</strong> Escritura reconoce, junto con<br />

Pablo, como imp<strong>la</strong>ntadora del cristianismo en<br />

Europa, es c<strong>la</strong>ramente una mujer fuerte e indepen-<br />

24


diente, inusual en su tiempo. Inusual quizá en cualquier<br />

tiempo. Lo que sabemos de <strong>la</strong> mujer Lidia<br />

puede ser escaso, pero es c<strong>la</strong>ro. Era una mujer<br />

acomodada, era de carácter resuelto y era autónoma.<br />

Donde <strong>la</strong> Escritura describe a Lidia no se menciona<br />

a un marido, tampoco se mencionan tareas<br />

domésticas ni indicios de dependencia. No era una<br />

provinciana protegida esta mujer. Al contrario, Lidia<br />

procedía de una activa zona comercial limítrofe con<br />

el Egeo l<strong>la</strong>mada a su vez en el pasado «Lidia», que<br />

era <strong>la</strong> puerta urbana de comunicación entre el<br />

Oriente y Occidente, una encrucijada de ideas, culturas<br />

y actividades comerciales. Lidia tenía experiencia.<br />

Había viajado. Lo que sabía de <strong>la</strong> vida superaba<br />

los límites del c<strong>la</strong>n y <strong>la</strong>s certezas rurales.<br />

Lidia había visto cosas con <strong>la</strong>s que <strong>la</strong> mayor parte<br />

de <strong>la</strong>s mujeres de su tiempo ni siquiera habían<br />

soñado. Y congregó a esas mujeres a su alrededor<br />

abriéndoles un nuevo modo de pensar el mundo.<br />

La Escritura dice que Lidia era «vendedora de<br />

púrpura». En otras pa<strong>la</strong>bras, hacía negocios con <strong>la</strong>s<br />

personas que hacían ropas para los reyes o tintes<br />

para <strong>la</strong>s industrias locales. No era una vendedora<br />

callejera. No era una asa<strong>la</strong>riada. Aquel<strong>la</strong> mujer<br />

tenía influencia, y <strong>la</strong> utilizaba. «Obligó» a Pablo,<br />

según dice <strong>la</strong> Escritura, a quedarse en su casa, a<br />

formar su primera congregación en Euro-pa, una<br />

congregación de mujeres. Lidia no era una mujer<br />

25


corriente.<br />

De hecho, era <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se de mujer que cualquiera<br />

quiere por amiga. Era una mujer que se hacía respetar,<br />

cuya voz debía ser tenida en cuenta. Lidia<br />

hacía lo que se proponía. En Lidia se podía confiar.<br />

En <strong>la</strong>s Lidias del mundo se encuentra esa confianza<br />

personal que magnetiza a los demás, que<br />

atrae a <strong>la</strong> gente hacia el<strong>la</strong>s, que da sensación de<br />

seguridad y un toque de emoción a <strong>la</strong> vida de los<br />

que <strong>la</strong>s rodean. Era una buscadora que arrastraba<br />

a otros en <strong>la</strong> pasión de sus empresas y hacía que<br />

el trayecto mereciera <strong>la</strong> pena aunque no fuese más<br />

que por <strong>la</strong> euforia de <strong>la</strong> búsqueda. Era una mujer libre<br />

que liberaba a otras mujeres que <strong>la</strong> rodeaban.<br />

En Lidia, una mujer podía ver aquello en lo que el<strong>la</strong><br />

misma quería convertirse. Podía desarrol<strong>la</strong>r una<br />

sensación de pertenencia. Podía explorar nuevas<br />

ideas en un espacio seguro y sin desprecios.<br />

La dimensión que da Lidia a <strong>la</strong> <strong>amistad</strong> es el deseo<br />

de obtener de otro <strong>la</strong> fuerza que necesitamos<br />

para ir más allá de donde iríamos solos. Buscamos<br />

una Lidia en nuestra vida para que nos dé el coraje<br />

de caminar por <strong>la</strong> cuerda floja sobre <strong>la</strong>s furiosas cataratas<br />

de confusión que hay bajo nosotros. Con<br />

Lidias marcando el camino, podemos hacer cualquier<br />

cosa. Podemos abrirnos a nuevas ideas y<br />

arriesgarnos a arrostrar lo desconocido.<br />

Sin embargo, hay un problema en <strong>la</strong> búsqueda<br />

de una Lidia. El papel de Lidia es llevarnos más allá<br />

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de sí misma. Cuando nos encontramos caminando<br />

únicamente a <strong>la</strong> sombra de <strong>la</strong>s Lidias de nuestra vida,<br />

en lugar de junto a el<strong>la</strong>s, hemos sustituido <strong>la</strong><br />

<strong>amistad</strong> por <strong>la</strong> dependencia. Es fácil confundir<strong>la</strong>s,<br />

pero los signos son c<strong>la</strong>ros. Las verdaderas Lidias,<br />

cuando finalmente <strong>la</strong>s encontramos, no son <strong>la</strong>s que<br />

nos rehacen a su imagen; son <strong>la</strong>s que nos facultan<br />

para ser lo mejor que podemos ser, para desarrol<strong>la</strong>r<br />

lo que somos; son <strong>la</strong>s que consideran nuestras<br />

ideas tan valiosas, tan posibles, como <strong>la</strong>s suyas<br />

propias. Las Lidias que nos circundan no nos esc<strong>la</strong>vizan<br />

a sus ideas; nos proporcionan el entorno,<br />

el modelo, que nos lleva a pensar por nuestra cuenta.<br />

En esta forma de fuerza radica <strong>la</strong> gloria de <strong>la</strong><br />

<strong>amistad</strong>.<br />

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