Ventanas que dan a Dios Experiencia humana y ejercicio espiritual ...
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<strong>Ventanas</strong> <strong>que</strong> <strong>dan</strong> a <strong>Dios</strong>
Colección «EL POZO DE SIQUEM»<br />
279
José A. García, SJ<br />
<strong>Ventanas</strong><br />
<strong>que</strong> <strong>dan</strong> a <strong>Dios</strong><br />
<strong>Experiencia</strong> <strong>humana</strong><br />
y <strong>ejercicio</strong> <strong>espiritual</strong><br />
Sal Terrae<br />
Santander 2011
Imprimatur:<br />
Vicente Jiménez Zamora<br />
Obispo de Santander<br />
12-02-2011<br />
© 2010 by Editorial Sal Terrae<br />
Polígono de Raos, Parcela 14-I<br />
39600 Maliaño (Cantabria)<br />
Tfno.: 942 369 198 / Fax: 942 369 201<br />
salterrae@salterrae.es / www.salterrae.es<br />
Diseño de cubierta:<br />
María Pérez-Aguilera<br />
www.mariaperezaguilera.es<br />
Reservados todos los derechos.<br />
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,<br />
almacenada o transmitida, total o parcialmente,<br />
por cualquier medio o procedimiento técnico<br />
sin permiso expreso del editor.<br />
Impreso en España. Printed in Spain<br />
ISBN: 978-84-293-1912-5<br />
Depósito Legal:<br />
Impresión y encuadernación:<br />
Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)<br />
www.grafo.es
A Cari,<br />
<strong>que</strong>rida e inolvidable<br />
hermana mayor.
Índice<br />
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11<br />
1. ¿Dónde y cómo está <strong>Dios</strong>?<br />
Una lente de contacto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17<br />
2. En las fuentes del yo.<br />
Soy amado, por eso existo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31<br />
3. «Cor inquietum».<br />
<strong>Dios</strong> y el clamor de nuestros deseos . . . . . . . . . . . . . 49<br />
4. Intimidad e intimismo.<br />
Ambigüedades y bús<strong>que</strong>das del yo moderno . . . . . . . 62<br />
5. Hay memorias <strong>que</strong> salvan.<br />
Creo en la Providencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78<br />
Otras voces – 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94<br />
* * *<br />
6. En el lado oscuro...<br />
¿Cómo está <strong>Dios</strong> en nuestro pecado? . . . . . . . . . . . . 99<br />
7. «Éxito» no es ninguno de los nombres<br />
de <strong>Dios</strong>. Tampoco «fracaso» . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118<br />
ÍNDICE 9
8. Dolor del mundo, dolor de <strong>Dios</strong> . . . . . . . . . . . . . . . 133<br />
9. La voluntad de <strong>Dios</strong>.<br />
A la vez <strong>que</strong> nos ama, <strong>Dios</strong> nos sueña . . . . . . . . . . . 151<br />
10. Arraigados en la caridad.<br />
Por un amor <strong>que</strong> sea digno de fe . . . . . . . . . . . . . . . 167<br />
Otras voces – 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185<br />
* * *<br />
11. Paz, Misión, Espíritu.<br />
El Resucitado en las cuaresmas <strong>humana</strong>s . . . . . . . . 191<br />
12. Oficio de consolar.<br />
Recibir y transmitir la consolación de <strong>Dios</strong> . . . . . . . 209<br />
13. «Escuela del corazón». Mistagogía ignaciana del<br />
«buscar y hallar a <strong>Dios</strong> en todas las cosas» . . . . . . . 226<br />
Otras voces – 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245<br />
Epílogo: Teilhard, Rahner y von Balthasar:<br />
tres síntesis de vida <strong>espiritual</strong> . . . . . . . . . . . 251<br />
10 VENTANAS QUE DAN A DIOS
Prólogo<br />
Lectora o lector amigo:<br />
Si has comenzado a leer este libro por el prólogo, espero <strong>que</strong><br />
las notas siguientes te ayuden a comprender mejor cómo ha<br />
nacido y los objetivos con <strong>que</strong> ha sido escrito. También a <strong>que</strong><br />
su lectura te resulte más agradable y fecunda. esa es al menos<br />
mi intención.<br />
La primera nota previa es <strong>que</strong> el hilo conductor <strong>que</strong> recorre<br />
este libro desde su comienzo hasta el final es <strong>que</strong> <strong>Dios</strong> es una<br />
Presencia real, y <strong>que</strong> las experiencias <strong>humana</strong>s, todas ellas,<br />
están llamadas a ser ventanas <strong>que</strong> <strong>dan</strong> a Él.<br />
Ése es su núcleo, su afirmación central. En ella se incluyen<br />
otras dos: <strong>que</strong> a los seres humanos se nos ha concedido<br />
la posibilidad de encontrar a <strong>Dios</strong> en las cosas, en todas<br />
ellas; y <strong>que</strong> en el seno de ese encuentro podemos experimentar<br />
su Amor y su Llamada.<br />
Ello hace <strong>que</strong> este libro sea una confesión de fe. Lo <strong>que</strong><br />
intenta trasmitir es la convicción humilde y confiada de <strong>que</strong><br />
la vida está habitada por un Misterio acogedor <strong>que</strong> vive<br />
siempre vuelto hacia nosotros y a quien, por eso mismo, nos<br />
es posible acceder. «Creo en <strong>Dios</strong> como Presencia real <strong>que</strong><br />
da razón, sostiene y alienta amorosamente la creación ente-<br />
PRÓLOGO 11
a, y en ella también mi vida. Me alegra profundamente tener<br />
un <strong>Dios</strong> así, amoroso y libre, cuyo mayor deseo es <strong>que</strong><br />
el mundo sea casa, y la humanidad familia. Deseo buscarlo<br />
y hallarlo como Fuente de toda realidad y Presencia acogedora<br />
e impelente en el corazón de todo ser, de toda materia.<br />
Y, aun<strong>que</strong> es de noche, creo con toda mi alma <strong>que</strong> <strong>Dios</strong><br />
acompaña nuestro éxodo hacia una tierra nueva <strong>que</strong> está ya<br />
aquí y <strong>que</strong> se prolonga en una vida más allá de toda muerte.<br />
Hacia una patria de la identidad donde la perfecta reconciliación<br />
con uno mismo, con los demás y con <strong>Dios</strong> sea finalmente<br />
posible».<br />
Esta convicción, sin embargo, por real y operante <strong>que</strong><br />
sea, no deja de ser misteriosa para nosotros. Se refiere nada<br />
menos A <strong>que</strong> <strong>Dios</strong>, y <strong>Dios</strong> nunca puede ser objeto adecuado<br />
de ninguna comprensión <strong>humana</strong>. Se trata, pues, de<br />
una Presencia totalmente original: presentida sin poder ser<br />
definida, razonada sin poder ser demostrada, soporte de toda<br />
realidad sin intervenciones puntuales en ella, accesible<br />
para el ser humano y, a la vez, libre con respecto a él... Así<br />
es ese <strong>Dios</strong> nuestro vislumbrado en toda realidad <strong>humana</strong>.<br />
Una realidad <strong>que</strong>, por ser creación suya, es siempre sacramento<br />
de su Presencia.<br />
San Pablo expresó con gran exactitud el pensamiento<br />
<strong>que</strong> recorre estas páginas: <strong>que</strong> el ens realissimum no somos<br />
nosotros mismos ni tampoco el mundo, sino <strong>Dios</strong>. Y <strong>que</strong> es<br />
en Él donde nosotros nos movemos, existimos y somos,<br />
donde somos reales... En Él, <strong>que</strong> a todo da la vida, el aliento<br />
y todas las cosas (Hch 17,23-28). Este texto paulino consagra,<br />
por una parte, el principio de la autonomía <strong>humana</strong>,<br />
pero, por otra, la radica en <strong>Dios</strong>. La ve como una autonomía<br />
teónoma. Por eso, por<strong>que</strong> <strong>Dios</strong> es dándonos y dándose<br />
en la creación, por<strong>que</strong> «el Todo se da en el fragmento», podemos<br />
nosotros hallarlo en las cosas. De esa certeza habla<br />
largamente este libro.<br />
12 VENTANAS QUE DAN A DIOS
En una segunda nota quisiera indicar <strong>que</strong> este libro hunde<br />
sus raíces en la <strong>espiritual</strong>idad ignaciana. En esa tradición<br />
evangélica he vivido desde siempre, y a ella debo lo mejor y<br />
más <strong>que</strong>rido de mi vida.<br />
Algo de lo expresado anteriormente debió de sentir Ignacio<br />
de Loyola en Manresa un día del año 1522. Una de esas<br />
peak experiences (experiencias cumbre) en las <strong>que</strong> <strong>Dios</strong> entra,<br />
ilumina e impacta de tal manera el corazón humano <strong>que</strong>,<br />
desde ese centro, se expande hacia todo nuestro ser, creando<br />
una novedad total e insospechada. En el caso de san Ignacio,<br />
el efecto transformante y orientador de a<strong>que</strong>lla experiencia<br />
fue decisivo para toda la vida: «una ilustración tan grande<br />
<strong>que</strong> le parecían todas las cosas nuevas... y le parecía como si<br />
fuese otro hombre y tuviese otro intelecto del <strong>que</strong> tenía antes»,<br />
dirá el santo al recordarla poco antes de morir.<br />
Pues bien, entre las cosas <strong>que</strong> Ignacio entendió en a<strong>que</strong>lla<br />
«ilustración» y <strong>que</strong> le durará toda su vida, está la siguiente:<br />
«si el mundo procede amorosamente de <strong>Dios</strong>, si<br />
<strong>Dios</strong> es Creador y Señor del mundo, él, Ignacio de Loyola,<br />
no <strong>que</strong>rrá ya amar y servir a ese <strong>Dios</strong> más <strong>que</strong> amando y sirviendo<br />
a su creación. No a pesar de ella ni a partir de ella, sino<br />
en ella. Todo será ya para él «medio divino», lugar de encuentro<br />
con <strong>Dios</strong>, de adoración y de servicio».<br />
Tal parece ser la lógica <strong>que</strong> empuja el cambio definitivo<br />
en la vida de san Ignacio. La mayor gloria de <strong>Dios</strong> y el amor<br />
mayor a Él <strong>que</strong>darán vinculados para siempre al mayor amor<br />
y servicio al mundo, al «ayudar a las ánimas», es decir, a las<br />
gentes. A todas ellas –principio de universalidad– y totalmente<br />
–principio de integración.<br />
Así se entiende <strong>que</strong> el proceso <strong>espiritual</strong> ignaciano tenga<br />
por horizonte «buscar y hallar a <strong>Dios</strong> en todas las cosas». Un<br />
proceso <strong>que</strong> comienza pregonando un hecho de gracia: <strong>que</strong> todo<br />
viene de <strong>Dios</strong>, <strong>que</strong> en todo habita <strong>Dios</strong>; y se prolonga en<br />
una bús<strong>que</strong>da personal de su Rostro y de su Voluntad en todo.<br />
PRÓLOGO 13
Me gustaría añadir, en tercer lugar, <strong>que</strong> este libro busca repensar<br />
ambas afirmaciones en el interior de la cultura actual,<br />
no en sus márgenes. Una cultura <strong>que</strong> en muchos casos<br />
se muestra indiferente o escéptica con respecto a lo religioso,<br />
y en otros casos abiertamente hostil.<br />
En este mundo y en esta cultura nos toca vivir. <strong>Dios</strong> no<br />
tiene otro mundo ni otra cultura de recambio <strong>que</strong> ofrecernos.<br />
Y desde su interior nos llama a «juntar espaldas» con su actividad<br />
salvadora.<br />
Ahora bien, es imposible <strong>que</strong> viviendo y formando parte<br />
de esta sociedad no sintamos sus impactos. Los <strong>que</strong> confirman<br />
nuestra fe y también los <strong>que</strong> la cuestionan; el «rumor de<br />
ángeles» <strong>que</strong> susurra en las hendiduras de nuestra cultura y<br />
también su argumentación agnóstica o abiertamente atea.<br />
Uno de los autores citados más adelante afirma <strong>que</strong> definir<br />
la fe como «un salto en el vacío» le parece una necedad.<br />
No le falta razón. Creer en <strong>Dios</strong> es un acto razonable. Está<br />
apoyado en una lógica <strong>que</strong>, si bien no es la de las ciencias<br />
empíricas, no por ello deja de ser razonable. «Me gustaría<br />
comparar la realidad con una casa –dice otro autor también<br />
citado–. Desde el pasillo se abren diversas puertas <strong>que</strong> llevan<br />
a distintas habitaciones. Una de tales habitaciones podría ser<br />
llamada ciencias exactas; otra, sabiduría y valores; una tercera,<br />
arte; y una cuarta, mística justamente... Los criterios<br />
para determinar qué es verdad o qué es un hecho son diferentes<br />
en cada caso».<br />
La realidad es pluridimensional. A todas sus dimensiones<br />
se les exige <strong>que</strong> sean razonables si quieren ser <strong>humana</strong>s;<br />
pero tratar a todas ellas con una misma y única lógica es abusivo,<br />
deja de ser razonable. «Ser cristiano –dice el Papa en su<br />
último libro-entrevista Luz del mundo– no debe convertirse<br />
el algo así como un estrato arcaico <strong>que</strong> de alguna manera retengo<br />
y <strong>que</strong> vivo, en cierta medida, de forma paralela a la<br />
modernidad». Pero añade <strong>que</strong> debemos oponernos a un de-<br />
14 VENTANAS QUE DAN A DIOS
terminado tipo de racionalidad, en el <strong>que</strong> «no se trata de la<br />
razón misma, sino de la restricción de la razón a lo <strong>que</strong> puede<br />
reconocer mediante la ciencia natural y, al mismo tiempo,<br />
de la marginación de todo a<strong>que</strong>llo <strong>que</strong> vaya más allá de ella».<br />
Así pues, este libro no está escrito de modo polémico<br />
–no va contra nada ni contra nadie–, pero sí trata de fundamentar<br />
la fe y el proceso <strong>espiritual</strong> en el interior de nuestra<br />
cultura. Contando con sus negaciones y sus dudas, pero sin<br />
encogerse ante ellas. Por decirlo de alguna manera, tratando<br />
de superarlas desde dentro. Es hora ya de <strong>que</strong> los creyentes<br />
vivamos la fe, tanto en su proceso <strong>espiritual</strong> interno como en<br />
su repercusión pública, sin complejos de ninguna clase. De<br />
un modo <strong>que</strong> sea al mismo tiempo humilde y confesante<br />
Lo dicho anteriormente nos lleva como de la mano a una<br />
cuarta y última observación relacionada con el subtítulo de<br />
este libro: «<strong>Experiencia</strong> <strong>humana</strong> y proceso <strong>espiritual</strong>».<br />
La realidad no es, sin más, «ventana <strong>que</strong> da a <strong>Dios</strong>». Es<br />
cierto <strong>que</strong> puede revelarlo, pero también esconderlo; <strong>que</strong><br />
puede ser transparencia de <strong>Dios</strong>, pero también obstáculo <strong>que</strong><br />
nos impida acceder a Él. Se requiere, por tanto, <strong>que</strong> las experiencias<br />
<strong>humana</strong>s pasen por un proceso <strong>espiritual</strong> <strong>que</strong> capacite<br />
a quien las vive para contemplarlas como sacramentos<br />
de su Presencia, para descubrirle a Él en ellas.<br />
Pues bien, si en algo ha enri<strong>que</strong>cido san Ignacio el tesoro<br />
<strong>espiritual</strong> de la Iglesia, ha sido precisamente en ese proceso<br />
cuyo horizonte definió él mismo así: «Es preciso buscar<br />
y hallar a <strong>Dios</strong> en todas las cosas, a Él en todas amando y a<br />
todas en Él, conforme a su santísima voluntad». Eso es justamente<br />
lo <strong>que</strong> hemos intentado en estas páginas: ex-poner<br />
algunas de las experiencias <strong>humana</strong>s básicas a ese proceso<br />
<strong>espiritual</strong> ignaciano <strong>que</strong>, perforándolas hacia dentro, nos<br />
permita descubrir en ellas a <strong>Dios</strong><br />
PRÓLOGO 15
Sólo <strong>que</strong>da añadir un detalle más: los materiales de <strong>que</strong><br />
está compuesto este libro no siempre son originales. Muchos<br />
de ellos aparecieron ya en diversas Revistas, especialmente<br />
en Sal Terrae y Manresa, a las <strong>que</strong> agradezco el permiso<br />
para utilizarlos nuevamente aquí. Lo <strong>que</strong> sí puedo<br />
asegurar es <strong>que</strong> no se trata de una mera acumulación. Esos<br />
materiales han sido sometidos a una larga y profunda reelaboración<br />
siguiendo el hilo conductor del <strong>que</strong> hablábamos<br />
hace un momento.<br />
Lectora o lector amigo, si la lectura de este libro ilumina,<br />
inspira o provoca de alguna manera tu vida, si te ayuda a<br />
vivir más radicado en <strong>Dios</strong>, más atento a Él y a su Sueño sobre<br />
el mundo..., ésa será mi mayor recompensa y alegría.<br />
Madrid, enero de 2011<br />
16 VENTANAS QUE DAN A DIOS
1<br />
¿Dónde y cómo está <strong>Dios</strong>?<br />
Una lente de contacto<br />
DIOS es una Presencia real, pero también escondida. No<br />
se accede a él sin más por los ojos del cuerpo, sino por los<br />
de la fe, por los ojos del corazón. ¿Significa esto <strong>que</strong> nuestros<br />
ojos corporales, carecen de importancia en el acceso a<br />
esa Presencia divina? No, en absoluto. Significa solamente<br />
<strong>que</strong> esos ojos nuestros necesitan una lente especial para percibir<br />
una realidad <strong>que</strong>, de otra forma, permanecería inaccesible<br />
a ellos. Una lente de contacto a través de la cual podamos<br />
mirar al mundo, a los demás y a nosotros mismos de un<br />
modo nuevo.<br />
¿Cómo? Contemplando las raíces sagradas de las cosas<br />
al estilo de Pablo en el Areópago de Atenas, o de san Juan de<br />
la Cruz en el «Cántico Espiritual», o de Ignacio de Loyola en<br />
la «Contemplación para alcanzar amor»... Esa larga y amorosa<br />
mirada sobre la realidad <strong>que</strong> la descubre como originada<br />
y habitada por Alguien, fluyendo de él, regalada al hombre.<br />
Alguien <strong>que</strong> la trasciende, pero <strong>que</strong> al mismo tiempo es<br />
su fundamento permanente y <strong>que</strong>, por tanto, existe y se hace<br />
presente y accesible en ella. No a través de ella, sino justamente<br />
en ella.<br />
Este primer capítulo trata de la naturaleza de esa «lente»<br />
tal como la concibió Ignacio de Loyola y, tras él, la espiri-<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 17
tualidad ignaciana; de su naturaleza y del modo de ajustarla<br />
a nuestra visión.<br />
1. Un modo nuevo de ver la vida y de situarse<br />
ante ella: la «Contemplación para alcanzar amor»<br />
Hay dos maneras fundamentales de mirar la realidad, de situarse<br />
ante ella. La primera es plana, una mirada <strong>que</strong> no va<br />
más allá de lo <strong>que</strong> el hombre ve y puede analizar. Según esa<br />
mirada, lo real termina ahí, en lo <strong>que</strong> perciben nuestros sentidos,<br />
en lo <strong>que</strong> puede ser sometido a un análisis verificable.<br />
La segunda no se detiene ahí. Aceptando los datos <strong>que</strong> le<br />
vienen de esa primera lectura, la perfora hacia dentro de sí<br />
misma preguntándole y preguntándose por su Fuente última.<br />
No se trata ya de preguntas científicas, todas ellas pertenecientes<br />
al primer modo de mirar, sino de preguntas por<br />
el Fundamento, Sentido y Destino último de las cosas, a las<br />
<strong>que</strong> nunca podrá responder la Ciencia, por<strong>que</strong> no pertenecen<br />
al ámbito de su saber. Ni al de ahora ni al de nunca. La<br />
famosa pregunta de Leibnitz, <strong>que</strong> más tarde hará también<br />
suya Heidegger –«¿por qué hay ser y no, más bien, nada»?–<br />
es una de ellas, pero no ciertamente la única.<br />
En Pablo, esa mirada contemplativa descubre <strong>que</strong> <strong>Dios</strong><br />
es más real <strong>que</strong> el mundo, más <strong>que</strong> las cosas y nosotros mismos,<br />
ya <strong>que</strong> «en Él nos movemos, existimos y somos»; es un<br />
<strong>Dios</strong> <strong>que</strong> «a todo da la vida, el aliento y todas las cosas»<br />
(Hch 17,25-28). En san Juan de la Cruz, como quien reviste<br />
al mundo de su propia hermosura. ¿Y en Ignacio de Loyola?<br />
Cuando, terminados los treinta días de Ejercicios, reenvía<br />
san Ignacio al ejercitante a la vida ordinaria, no lo hace<br />
como si el proceso <strong>espiritual</strong> de este estuviera ya terminado,<br />
sino todo lo contrario. Los Ejercicios no cierran nada; lo <strong>que</strong><br />
hacen es abrir al sujeto a una forma nueva de ver la realidad<br />
18 VENTANAS QUE DAN A DIOS
y de situarse ante ella, una nueva <strong>espiritual</strong>idad y su correspondiente<br />
proceso, cuya síntesis ofrece el santo en su conocida<br />
«Contemplación para alcanzar amor» (CaA). Se trata de<br />
un puente entre los Ejercicios y la vida ordinaria, de una<br />
«lente de contacto» <strong>que</strong> todavía hoy conserva un especial encanto<br />
y poder transformador 1 .<br />
¿Cómo está <strong>Dios</strong> en la realidad a la <strong>que</strong> soy nuevamente<br />
enviado, y a qué me llama desde ella?: tal es la pregunta <strong>que</strong><br />
subyace a dicha contemplación. La respuesta de san Ignacio<br />
avanza del modo siguiente:<br />
1.1. <strong>Dios</strong> es y está en la realidad «dándola y dándose en<br />
ella» (EE 234). Ese es para Ignacio el primer modo de presencia<br />
de <strong>Dios</strong> en todas las cosas, en todo lo real. Puesto <strong>que</strong><br />
<strong>Dios</strong> es el creador de todo cuanto existe, <strong>Dios</strong> es <strong>dan</strong>do la<br />
realidad, haciéndola posible. Todo cuanto existe hunde sus<br />
raíces en <strong>Dios</strong>, tiene «raíces sagradas». Zubiri expresaría esta<br />
relación constitutiva entre <strong>Dios</strong> y la creación diciendo <strong>que</strong><br />
<strong>Dios</strong> es «esencialmente respectivo a las cosas». San Pablo,<br />
afirmando <strong>que</strong> «<strong>Dios</strong> da la vida a los muertos y llama a las<br />
cosas <strong>que</strong> no son para <strong>que</strong> sean» (Rm 4,17). Jesús, invitándonos<br />
a ver la Presencia escondida pero real de <strong>Dios</strong> en los<br />
pájaros del cielo y en los lirios del campo y, sobre todo, en<br />
los pobres, enfermos, pecadores...<br />
Pero hay más. <strong>Dios</strong> es y está en la realidad no sólo dándola,<br />
sino también deseando darse en ella. El argumento de<br />
Ignacio no deja de ser sorprendente: «...y quánto me ha dado<br />
de lo <strong>que</strong> tiene y conse<strong>que</strong>nter el mismo Señor desea dárseme...».<br />
¿Por qué ese conse<strong>que</strong>nter (consiguientemente)?<br />
¿Qué vincula el hecho de <strong>que</strong> <strong>Dios</strong> dé al hecho de <strong>que</strong> además<br />
desee dárseme?<br />
1. Cf. K. RAHNER, Meditaciones sobre los Ejercicios de San Ignacio,<br />
Herder, Barcelona 1971, p. 262<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 19
La posibilidad de dar algo sin darse uno mismo en ello<br />
es una triste posibilidad <strong>humana</strong>, no de <strong>Dios</strong>. El regalo, <strong>que</strong><br />
está llamado a significar algo más profundo <strong>que</strong> él mismo<br />
–el agradecimiento y la donación de quien regala– esconde<br />
muchas veces otra intención oculta: dar algo para no tener<br />
<strong>que</strong> darnos a nosotros mismos. Hecho el regalo, cuentas saldadas,<br />
estamos en paz.<br />
<strong>Dios</strong> –¡bendito sea por ello!– no es así. Se da siempre<br />
en sus dones, por<strong>que</strong> su esencia es ser amor, don de sí, ékstasis<br />
de sí mismo hacia la cosa amada y, por eso, creada 2 .<br />
Eso explica <strong>que</strong> esté en todas las cosas dándose a sí mismo<br />
en ellas.<br />
Ahora bien, ¿qué modelo de ser humano –hombre y mujer–<br />
surge de esa contemplación de <strong>Dios</strong>? Expresándolo muy<br />
escuetamente, podríamos afirmar lo siguiente:<br />
Por ser don e imagen de <strong>Dios</strong>, el ser humano es esencialmente<br />
don de sí, como lo es <strong>Dios</strong>. Sólo se realiza en la alteridad.<br />
Es <strong>dan</strong>do y dándose como florece. Todo repliegue<br />
individualista del ser humano sobre sí mismo es pérdida, no<br />
ganancia. Psicológica y culturalmente, es posible <strong>que</strong> ese ensimismamiento<br />
aparezca como ganancia, pero en el fondo es<br />
enajenación de uno mismo, alejamiento de sí mismo y de su<br />
Creador. ¿No nos alertó ya Jesús sobre esta fatal apariencia:<br />
«el <strong>que</strong> gana su vida la pierde»?<br />
Así pues, si somos imagen de <strong>Dios</strong>, seamos imagen suya,<br />
es decir, ex-céntricos con respecto a nosotros mismos.<br />
¿Cómo? Dando y dándonos. Prolongando hacia los demás,<br />
hacia el mundo y hacia la creación entera el Amor de <strong>que</strong> hemos<br />
sido objeto. Siendo, como diría el propio Ignacio, «instrumento<br />
en sus manos».<br />
2. E. BIANCHI, Para mí vivir es Cristo. Comentario a la carta a los Filipenses,<br />
Paulinas, Madrid 2008, p. 59-67<br />
20 VENTANAS QUE DAN A DIOS
1.2. <strong>Dios</strong> es y está en la realidad «habitando» (EE 235).<br />
<strong>Dios</strong> no sólo está en sus dones dándolos y dándose a sí mismo<br />
en ellos. Está también habitándolos ¿Qué novedad añade<br />
esta segunda metáfora de la presencia de <strong>Dios</strong> en las cosas?<br />
Con ella alude Ignacio a una permanencia de <strong>Dios</strong> en la<br />
realidad creada <strong>que</strong> posibilite en todo momento y circunstancia<br />
nuestro encuentro con Él. ¿Cómo podríamos encontrarlo<br />
siempre si su presencia en personas y cosas fuera solamente<br />
puntual? ¿Cómo podríamos entrar siempre en comunión<br />
activa con Él?<br />
Esa presencia y habitación de <strong>Dios</strong> en la realidad la ve<br />
Ignacio de un modo diferenciado y gradual, según la calidad<br />
de los seres y utilizando las categorías filosóficas de su época:<br />
<strong>Dios</strong> habita en los elementos inanimados dándoles el ser,<br />
en los vegetales posibilitando su vida vegetativa, en el reino<br />
animal haciendo posible el mundo de sus sensaciones... En<br />
el ser humano, la inhabitación de <strong>Dios</strong> asume, según Ignacio,<br />
los modos de presencia de las escalas anteriores, a la vez <strong>que</strong><br />
se muestra en un grado cualitativamente diferente. Por estar<br />
creado a imagen y semejanza de <strong>Dios</strong>, el hombre es templo<br />
suyo, un lugar especial donde encontrarlo, adorarlo y servirlo.<br />
«Y así en mí dándome ser, animando, sensando y haciéndome<br />
entender; asimismo haciendo templo de mí, seyendo<br />
criado a la similitud e imagen de su divina majestad».<br />
El lenguaje puede resultarnos ingenuo, pero el mensaje<br />
es profundo y de raigambre bíblica. San Pablo aludirá, como<br />
hemos dicho más arriba, a esa misma inhabitación de <strong>Dios</strong>;<br />
solo <strong>que</strong> para él la expresión más correcta no sería <strong>que</strong> <strong>Dios</strong><br />
está en las cosas, sino <strong>que</strong> las cosas están en <strong>Dios</strong>. El «ens<br />
realissimum» y primero para Pablo no es sino <strong>Dios</strong>.<br />
Con un <strong>Dios</strong> <strong>que</strong> estuviera únicamente en el cielo difícilmente<br />
podríamos entrar en comunión de amor y de servicio.<br />
Un <strong>Dios</strong> al <strong>que</strong> sólo encontráramos en nuestro interior se<br />
convertiría fácilmente en objeto de nuestros deseos más ar-<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 21
caicos. El <strong>Dios</strong> contemplado, amado y servido en el mundo<br />
adquiere un carácter de alteridad irreductible al ámbito de<br />
nuestras necesidades. Es Él quien está en las personas y en<br />
las cosas. Al acercarnos a ellas, nos aproximamos a Él como<br />
a una zarza ardiente. Se impone un primer «paso atrás», por<br />
estar ante algo santo, habitado por <strong>Dios</strong>. Solo después podremos<br />
dar un «paso adelante», <strong>que</strong> no podrá ser ya manipulador<br />
y dominante, sino respetuoso, acogedor, comprometido,<br />
servicial.<br />
«Todo está habitado»: tal es la inmensa y consoladora<br />
verdad de nuestra fe cristiana en <strong>Dios</strong>. Todo lo real es, por<br />
tanto, templo de <strong>Dios</strong>, lugar de cita y de unión con él, medio<br />
divino. Mundo material, personas, relaciones, cosas... no son<br />
ya una simple «ocasión» para encontrar a <strong>Dios</strong> a partir de<br />
ellas. Es en ellas donde encontramos a <strong>Dios</strong>, no a partir de<br />
ellas; lo cual confiere a la creación y a la historia un carácter<br />
de sacramento de ese encuentro.<br />
Y de nuevo la pregunta: ¿qué pro-vocación llega para nosotros<br />
de un <strong>Dios</strong> <strong>que</strong> es y se manifiesta así):<br />
Por<strong>que</strong> <strong>Dios</strong> es y está en la realidad habitándola, estamos<br />
llamados a habitar lo <strong>que</strong> somos, a enterizarnos (D. Aleixandre)<br />
en ello. ¡Cuánta fragmentación de nuestro yo, cuánta<br />
«ausencia» en lo <strong>que</strong> somos y hacemos...! ¿Cómo podrán los<br />
demás y <strong>Dios</strong> mismo entrar en contacto con nosotros si no<br />
habitamos la realidad <strong>que</strong> somos, la acción <strong>que</strong> realizamos?<br />
También en esto se nos pide ser como <strong>Dios</strong>, y tal vez hoy<br />
más <strong>que</strong> nunca, por la mayor dispersión a la <strong>que</strong> somos empujados<br />
desde dentro y desde fuera de nosotros mismos.<br />
¿Cómo lo iremos logrando? Descubriendo a <strong>Dios</strong> en todo<br />
lo real tal como Él es y está: habitándolo. Adorando, admirando<br />
y agradeciendo <strong>que</strong> <strong>Dios</strong> sea así. Convirtiendo a<br />
ese <strong>Dios</strong> y su Proyecto sobre el mundo en el objeto de nuestro<br />
deseo, un objeto nuevo <strong>que</strong> desban<strong>que</strong> tantos otros deseos<br />
arcaicos...<br />
22 VENTANAS QUE DAN A DIOS
1.3. <strong>Dios</strong> es y está en la realidad «trabajando» (EE 236). La<br />
mirada contemplativa de Ignacio descubre una tercera forma<br />
de estar <strong>Dios</strong> en la realidad: «Considerar cómo <strong>Dios</strong> trabaja<br />
y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra,<br />
id est, habet se ad modum laborantis». Este <strong>Dios</strong> <strong>que</strong> el<br />
ejercitante se ve invitado a descubrir no se parece en absoluto<br />
al deus ociosus del paganismo. Es un <strong>Dios</strong> <strong>que</strong> trabaja y<br />
labora por mí en todo, un «<strong>Dios</strong> a pie de obra», un <strong>Dios</strong> trabajador.<br />
Y como si a Ignacio le hubiera entrado un cierto escrúpulo<br />
por utilizar un antropomorfismo poco respetuoso,<br />
añade inmediatamente en latín: «id est, habet se ad modum<br />
laborantis», es decir, «se comporta como un trabajador». Tal<br />
matización no hubiera sido realmente necesaria, ya <strong>que</strong> el<br />
mismo Jesús afirma en el evangelio de Juan: «Mi Padre trabaja<br />
siempre, y yo también trabajo» (Jn 5,17)<br />
Trabajar y trabajo(s) tenían en tiempo de Ignacio, como<br />
siguen teniéndolos ahora, varios significados. Podía aludir<br />
a tarea, a empeño amoroso, a sufrimiento... Cuando una<br />
madre dice, por ejemplo: «¡Cuántos trabajos me ha costado<br />
este hijo...!», está incluyendo simultáneamente estos<br />
tres significados.<br />
Pues bien, según esta polivalencia del término, se puede<br />
decir <strong>que</strong> un primer trabajo de <strong>Dios</strong> por mí es la creación en<br />
cuanto éxtasis trinitario de <strong>Dios</strong> en el mundo, en cuanto extroversión<br />
hacia el mundo y hacia mí de su propia esencia.<br />
Se puede decir también <strong>que</strong> <strong>Dios</strong> trabaja por mí –¡y de qué<br />
modo!– en la encarnación, vida, muerte y resurrección de su<br />
Hijo, acontecimientos <strong>que</strong> suponen el punto máximo de su<br />
decisión en favor nuestro y de su sufrimiento por nosotros.<br />
Se puede decir, finalmente, <strong>que</strong> <strong>Dios</strong> trabaja por mí en el envío<br />
del Espíritu Santo, cuyo trabajo consiste en «hacer presente<br />
a <strong>Dios</strong>, y contemporáneo nuestro a Jesucristo» (A. Álvarez<br />
Bolado). Resumiendo: <strong>Dios</strong> trabaja por mí poniendo<br />
ser en la nada (Padre Creador), poniendo vida en la muerte<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 23
(Hijo Jesucristo), poniendo aliento y esperanza en la inmanencia<br />
cerrada (Espíritu Santo). Entonces:<br />
Por<strong>que</strong> <strong>Dios</strong> es y está en todo lo real «trabajando», no<br />
podremos ser hijos e imagen suya más <strong>que</strong> uniendo nuestro<br />
trabajo al suyo; nuestra libertad a la suya; nuestro amor, empeño<br />
y sufrimiento a los de <strong>Dios</strong>.<br />
El mundo es de <strong>Dios</strong> más y antes <strong>que</strong> nuestro. Cuando<br />
llegamos nosotros a él, ya estaba <strong>Dios</strong> desde siempre allí. Su<br />
deseo de transformarlo en Reino es suyo, mucho más y antes<br />
<strong>que</strong> nuestro. Lo nuestro es, únicamente, ser coadjutores<br />
suyos, co-creadores con él, no trabajadores autónomos.<br />
Cuánta prepotencia desaparecería de nosotros si nos viviéramos<br />
y actuáramos así. Cuánta liberación de energías se produciría<br />
para lo único importante, <strong>que</strong> no es precisamente<br />
nuestra propia exaltación, sino la elevación del mundo a la<br />
altura de su propia vocación...<br />
1.4. <strong>Dios</strong> es y está en la realidad «descendiendo» (EE 237).<br />
Descenso es la cuarta metáfora ignaciana <strong>que</strong> describe la<br />
presencia de <strong>Dios</strong> en lo real. ¿A qué alude esta expresión?<br />
Para describir cómo todo viene de <strong>Dios</strong> y es don suyo,<br />
Ignacio se vale de dos comparaciones preciosas: «como del<br />
sol descienden los rayos y de la fuente las aguas», así todas<br />
las cosas –bienes y dones como son– descienden de <strong>Dios</strong>.<br />
Sol y Fuente: eso es <strong>Dios</strong> con respecto a las cosas y a sus<br />
perfecciones naturales y morales. De él descienden toda justicia,<br />
bondad, piedad y misericordia. A él remiten y revelan.<br />
De él hablan. Para encontrar a <strong>Dios</strong>, para amarlo y servirlo,<br />
no tenemos <strong>que</strong> saltarnos la creación, sino mirarla de un modo<br />
determinado, reconociéndole a Él en ella. En todas las cosas.<br />
«Nada es profano en la tierra para quien sabe ver», dirá<br />
Teilhard de Chardin.<br />
¿Qué añade este cuarto punto de la CaA a los tres anteriores?<br />
«El cuarto punto de la CaA se mueve ahora desde las<br />
24 VENTANAS QUE DAN A DIOS
acciones de <strong>Dios</strong> a su fuente. Lo <strong>que</strong> se ve no es simplemente<br />
indicativo del amor de <strong>Dios</strong>, sino de Él mismo... Todas<br />
las cosas son, no solo dones suyos, sino participación de<br />
su naturaleza 3 . Según este cuarto punto, todos los dones son<br />
reflejo y destello de <strong>Dios</strong>. Lo <strong>que</strong> son les viene de él; de ahí<br />
su poder de transparentarlo. En ellos llega hasta nosotros una<br />
Presencia <strong>que</strong> nos afecta personalmente y <strong>que</strong> llama a un retorno<br />
del amor 4 .<br />
«Yo pregunté a la tierra, y respondió: no soy eso; y cuantas<br />
cosas se contienen en la tierra me respondieron lo mismo.<br />
Pregunté al mar y a los abismos, y a todos los animales <strong>que</strong><br />
viven en las aguas, y respondieron: no somos tu <strong>Dios</strong>, búscalo<br />
más arriba de nosotros. Pregunté al aire <strong>que</strong> respiramos,<br />
y respondió todo él con los <strong>que</strong> le habitan: Anaxímenes se<br />
engaña, por<strong>que</strong> no soy tu <strong>Dios</strong>. Pregunté al cielo, al sol, la luna<br />
y las estrellas, y me dijeron: tampoco somos nosotros ese<br />
<strong>Dios</strong> <strong>que</strong> buscas. Entonces dije a todas las cosas <strong>que</strong> por todas<br />
partes rodean mis sentidos: ya <strong>que</strong> todas vosotras me habéis<br />
dicho <strong>que</strong> no sois mi <strong>Dios</strong>, decidme por lo menos algo<br />
de Él. Y con una gran voz clamaron todas: Él es el <strong>que</strong> nos<br />
ha hecho» 5 . Para una vasija de barro, su gloria es el Alfarero.<br />
Si pudiera hablar, a él dirigiría toda su alabanza.<br />
Queda todavía otro matiz importante de este cuarto punto<br />
de la Contemplación para alcanzar amor. «Descenso» es<br />
aquí sinónimo de bajada, de con-descendencia, de Amor <strong>que</strong><br />
desciende en una kénosis amorosa de sí mismo. <strong>Dios</strong> descendió<br />
en la creación, en su Hijo <strong>que</strong>rido, en cada cosa creada<br />
para estar a nuestra altura y elevarnos en sus poderosos<br />
3. M.J. BUCKLEY, «Contemplación para alcanzar amor, en Diccionario<br />
de Espiritualidad Ignaciana, Mensajero/Sal Terrae, Bilbao/Santander<br />
2007 2 , p. 455-456<br />
4. H. QUATHALEM, Comentario del libro de los Ejercicios, Apostolado<br />
de la Oración, Buenos Aires 1987, pp. 238-239<br />
5. Confesiones, Libro X, 6.<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 25
azos hasta sí. Es la metáfora de la madre <strong>que</strong> se pone en<br />
cuclillas para estar al nivel de su hijito y levantarlo después<br />
hasta abrazarlo en su regazo y besar su rostro. Como el agua<br />
desciende de la fuente y la luz del sol, así desciende <strong>Dios</strong><br />
hasta nosotros en todo lo real. El Todo <strong>que</strong> se da en el fragmento,<br />
dice B. Forte comentando a von Balthasar, «se asoma<br />
allí como movimiento <strong>que</strong> surge de lo íntimo y abre una ventana<br />
hacia lo ilimitado, de modo <strong>que</strong> lo mínimo aparece como<br />
“kénosis” o “abreviación” de la eternidad en el tiempo,<br />
de lo infinito en lo finito» 6 .<br />
Y por<strong>que</strong> <strong>Dios</strong> es para nosotros descendiendo, podemos<br />
ya imaginar qué llamada introduce esta aparición en quienes<br />
somos imagen suya y estamos llamados a ser semejantes a<br />
Él. No sólo a ascender hasta <strong>Dios</strong> en lo creado sino también<br />
a seguirlo en su descenso, a bajar con Él a a<strong>que</strong>llos lugares<br />
donde el amor y la vida están amenazados, para ayudar a <strong>que</strong><br />
también allí pueda aparecerse <strong>Dios</strong>.<br />
¿No es una maravilla descubrir a un <strong>Dios</strong> así? ¿No es<br />
fuente de una inmensa alegría recibirlo en nuestro corazón<br />
así, tal como Él ha <strong>que</strong>rido ser para nosotros?<br />
2. Admiración y agradecimiento,<br />
ejes del «cambio de mirada»<br />
Admiración y agradecimiento constituyen a nuestro parecer<br />
el eje central sobre el <strong>que</strong> gira la conversión según san Ignacio.<br />
No costaría mucho verificar esa afirmación repasando<br />
los momentos clave del proceso de los Ejercicios, pero no es<br />
ahora el momento. Basta con <strong>que</strong> nos detengamos un momento<br />
en la petición de la Contemplación para alcanzar<br />
6. B. FORTE, En el umbral de la belleza. Por una estética teológica,<br />
EDICEP, Madrid 2004, p. 7<br />
26 VENTANAS QUE DAN A DIOS
amor <strong>que</strong> venimos considerando. Dice así. «Pedir lo <strong>que</strong><br />
quiero: será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien<br />
recibido, para <strong>que</strong> yo enteramente reconociendo, pueda en<br />
todo amar y servir a su divina majestad» (EE 233)<br />
Partamos de una constatación evidente: no es lo mismo<br />
conocer una cosa <strong>que</strong> re-conocerla. El conocimiento descubre<br />
la estructura interior y exterior de las cosas, pero no dice<br />
nada sobre su sentido y su procedencia última. El re-conocimiento<br />
taladra la realidad hasta descubrirla como don de alguien<br />
para mí, para nosotros. Para conocer las cosas no hace<br />
falta la fe. Re-conocerlas en su calidad de don no es posible<br />
sin ella.<br />
Pues bien, lo <strong>que</strong> pide Ignacio en esta oración es <strong>que</strong> el<br />
conocimiento interno de lo real produzca en nosotros re-conocimiento,<br />
es decir, la consciencia agradecida de su procedencia,<br />
de su carácter de don de <strong>Dios</strong> al ser humano.<br />
¿Cómo podría ser de otra manera? ¿Cómo podría un ser<br />
humano contemplar la realidad del mundo, de Jesucristo, de<br />
su propia vida como provenientes de <strong>Dios</strong> y dones personales<br />
suyos sin saltar de admiración y júbilo por ello, sin llenarse<br />
de un profundo agradecimiento? Imposible. «Cuando<br />
el Otro irrumpe en el fragmento y, alcanzándolo, rompe la<br />
prisión de la identidad cerrada en sí misma, identidad siempre<br />
«mala», identidad aprisionante, entonces se hace la experiencia<br />
de la belleza» 7 . El ser humano es capaz de captar<br />
esa Belleza, admirarla y agradecer sus dones. Si le falta, señal<br />
de alarma: algo grave está sucediendo en su interior. Grave<br />
y peligroso, por las consecuencias <strong>que</strong> se seguirán de tal<br />
ausencia.<br />
¿Tiene razón Ignacio al colocar el centro de la vida de fe<br />
(en cuanto la fe es amor a <strong>Dios</strong> y servicio al reino de <strong>Dios</strong>)<br />
7. Ibid., p. 39<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 27
en el agradecimiento? Esta pregunta no puede ser respondida<br />
en abstracto. Ignacio podría decir <strong>que</strong> sí, por<strong>que</strong> así sucedió<br />
en su vida; muchos otros podríamos también decir <strong>que</strong> sí,<br />
por<strong>que</strong> así ha sucedido en nuestras vidas...; cada uno deberá<br />
decir su propia palabra al respecto...<br />
Lo único <strong>que</strong> puede afirmarse es <strong>que</strong> desde dentro de esa<br />
experiencia se hace verdadera la afirmación de <strong>que</strong> nada dinamiza<br />
tanto el amor humano como la experiencia de <strong>que</strong> alguien<br />
nos ama gratuitamente y ha hecho cosas importantes<br />
por nosotros. Y si esto es verdadero aplicado a la experiencia<br />
<strong>humana</strong>, también lo es, y mucho más, aplicado a <strong>Dios</strong>.<br />
Así se explica <strong>que</strong> Ignacio pida a <strong>Dios</strong> en esta contemplación<br />
la gracia del re-conocimiento, sinónimo también de agradecimiento,<br />
para <strong>que</strong> éste se transforme en amor y servicio. ¿A<br />
quién? A <strong>Dios</strong>, por supuesto, de quien procede tanto bien recibido.<br />
Pero un amor y un servicio ejercidos en su creación:<br />
en todo.<br />
Así se explica también la insistencia del «por mí» en la<br />
contemplación ignaciana de los misterios de la vida de Cristo<br />
como motor de una respuesta de amor personal al Señor y<br />
de compromiso con su Proyecto. A mayor consciencia de lo<br />
<strong>que</strong> <strong>Dios</strong> ha hecho por mí, mayor agradecimiento. A mayor<br />
agradecimiento, mayor amor y seguimiento. Esa es la lógica<br />
central de la <strong>espiritual</strong>idad ignaciana. Acusar a ese «por mí»<br />
de visión individualista es no haber entendido nada del asunto.<br />
Solo lo <strong>que</strong> es radicalmente personal puede florecer, y durar,<br />
en una dimensión universalista. San Pablo, cuyas dos pasiones<br />
fueron Cristo y el universalismo cristiano, no tiene<br />
ningún reparo en vivir desde ese centro: «Me amó y se entregó<br />
por mí» (Ga 2,19-20). Ni encuentra ninguna contradicción<br />
en el paso del «por mí» al «por nosotros»: «Cristo nos<br />
amó y se entregó por nosotros» (Ef 5,2)<br />
A lo dicho habría <strong>que</strong> añadir una última observación. Al<br />
agradecer tanto bien recibido y tratar de corresponder a él,<br />
28 VENTANAS QUE DAN A DIOS
podría colarse en el proceso un mal espíritu sutil: «he recibido<br />
esto, esto y esto, y estoy muy agradecido por ello; y como<br />
soy una persona cabal y agradecida, decido responder<br />
con la misma moneda...». Podría suceder <strong>que</strong> casi inconscientemente<br />
se hubiera creado un hiato interno entre don y<br />
respuesta. Que mi yo y su decisión se hubieran independizado<br />
sutilmente de <strong>Dios</strong>, presente y activo en sus dones. «El<br />
agradecimiento no invita a hacer otro tanto, sino a hacer<br />
fructificar lo <strong>que</strong> se nos ha dado, avanzando hacia una historia<br />
nueva. El don se prolonga a sí mismo, no estando nosotros<br />
en su origen. Y es en él donde encontramos nosotros la<br />
vida y el júbilo» 8 .<br />
* * *<br />
Hasta aquí, un primer capítulo en el <strong>que</strong> hemos <strong>que</strong>rido mostrar<br />
el camino ignaciano, su lente de contacto, para <strong>que</strong> el<br />
mundo, la historia y todo lo <strong>que</strong> ellos encierran se nos convierta<br />
en lugar de encuentro y adoración, en «medio divino».<br />
Los capítulos siguientes consistirán en la aplicación de<br />
esta misma lente a una serie de realidades concretas de nuestra<br />
vida <strong>que</strong>, vistas a su luz, nos ofrezcan esa dichosa posibilidad<br />
de encontrar a <strong>Dios</strong> en ellas, de ser «ventanas <strong>que</strong><br />
<strong>dan</strong> a <strong>Dios</strong>». De unirnos a su Presencia y colaborar con su<br />
actividad en el mundo y en nosotros mismos.<br />
En cada una de ellas aparecerá de un modo más o menos<br />
explícito el mismo proceso <strong>espiritual</strong>, la misma secuencia:<br />
1) Una mirada contemplativa sobre la realidad en cuestión<br />
–«esa larga y amorosa mirada sobre las cosas».<br />
8. N. S-L., «La Gratitude»: Études (Diciembre 2010), p. 667<br />
1. ¿DÓNDE Y CÓMO ESTÁ DIOS? 29
2) Un <strong>ejercicio</strong> <strong>que</strong>, perforándola hacia abajo, descubra sus<br />
raíces sagradas en las <strong>que</strong> está <strong>Dios</strong> dándola y dándose<br />
en ella, habitándola, trabajando y descendiendo en ella.<br />
3) Una invitación a <strong>que</strong> la admiración y el agradecimiento<br />
a un <strong>Dios</strong> <strong>que</strong> es y se nos revela así de santo y bueno, así<br />
de con-descendiente, nos «afecten».<br />
4) Sentir finalmente en uno mismo cómo esa admiración y<br />
agradecimiento «afectados» quieren expresarse al Señor<br />
ofreciéndole «todas mis cosas y a mí mismo con ellas».<br />
Toda mi libertad, cuyo mayor deseo es ya unirse al deseo<br />
de <strong>Dios</strong> sobre mí y sobre el mundo.<br />
Tal será la trayectoria de cada capítulo, de cada una de<br />
las experiencias <strong>humana</strong>s abordadas en él, consideradas en<br />
su calidad de «ventanas <strong>que</strong> <strong>dan</strong> a <strong>Dios</strong>».<br />
30 VENTANAS QUE DAN A DIOS