Campaña Nacional ¿11 de abril o 1.º de mayo? - Colypro

Campaña Nacional
¿11 de abril o 1.º de mayo?
Campaña Nacional El 1.° de mayo fue establecido por ley para celebrar
la rendición de William Walker
Juan Rafael Quesada Camacho juanquesada@costarricense.cr
Es una realidad que muchos costarricenses
relacionan y hasta reducen la guerra contra
los filibusteros de 1856-1857, llamada
entonces Campaña Nacional, a los hechos
del 11 de abril de 1856. En contraste, es
sorprendente el desconocimiento
generalizado acerca del 1.° de mayo como
fiesta patria, establecida por ley para
celebrar la rendición de William Walker,
acaecida el 1.º de mayo de 1857. ¿Por qué
ese desconocimiento? ¿Por qué esa
omisión?
No solo el fusil. Como hemos señalado antes,
la gesta del 56-57 no solo fue asunto de
fusiles, cañones y espadas. La palabra
escrita, la música, la poesía, los himnos, los
símbolos, las oraciones y el ejercicio de la
memoria, desempeñaron una importante
función unificadora en esa encrucijada. Con
ellos se buscaba preservar la memoria de las
acciones que contribuían a la defensa de la
soberanía, de la “raza latina”.
Efectivamente, durante la campaña se
manifiesta una voluntad consciente de
edificar una política de la memoria. Por
ejemplo, la bandera, concebida como lugar
o espacio de memoria simbólica, ocupó un
papel primordial.
En numerosas ocasiones la campaña ha sido
usada como talismán, a propósito de triunfos
del ejército expedicionario. Por ejemplo, el
propio Juan Rafael Mora dispuso que una
embarcación llevara el nombre de Once de
Abril, en recuerdo de aquella célebre
batalla.
Del mismo modo, poco después de la
rendición de Walker, el 15 de julio, el
gobierno “dispuso que la bandera que
tremoló en el Castillo (Viejo) cuando fue
sitiado por los filibusteros, se guarde en una
caja de caoba cubierta con lámina de
vidrio, con la lista de los jefes y oficiales que
defendieron el Castillo quedando la caja en
la sala de banderas del Cuartel Principal
mientras se creara el Museo Nacional”.
En concordancia con lo anterior, el 7 de
setiembre de 1857, el diputado Juan Bautista
Bonilla presentó un proyecto al Congreso de
la República, en el que expresaba que, en
virtud de los servicios prestados al país por los
conductores y jefes militares, oficiales y
soldados, estos fueran objeto de un
significativo reconocimiento, lo mismo que
las batallas de Santa Rosa, Rivas.
El Congreso acogió lo fundamental de la
propuesta del diputado Bonilla y emitió la ley
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Nº 18 del 26 de octubre de 1857, en la cual
se concedían honores y premios a los “jefes
militares” y remuneraciones a los jefes,
oficiales y soldados que más se hubiesen
distinguido.
Gran trascendencia tienen los artículos 7 y 8,
que rezan así: “Art. 7.º: El supremo Gobierno
hará colocar en el centro de la fuente
pública que la Municipalidad de San José va
a establecer en la plaza mayor de la capital
(actual Carque Central), un monumento que
eternice la memoria de los triunfos de Santa
Rosa, Rivas y San Juan” [Las acciones
militares que se dieron en ese río, como la
toma de vapores por parte de las tropas
costarricenses, fueron determinantes en el
resultado final de la Campaña Nacional].
”Art. 8.º: En recuerdo del triunfo completo de
las armas de Centro América y de la
rendición y expulsión de las fuerzas
filibusteras, el día 1.º de mayo será feriado y
se celebrará en toda la república con la
solemnidad posible, saludándose el pabellón
en la aurora de dicho día, con veintiún
cañonazos”.
En el contexto de la severa crisis económica
causada por el esfuerzo demandado por la
guerra, en 1858 se llevaron a cabo las
celebraciones pertinentes, en concordancia
con el artículo 8 de aquella ley .
La Iglesia –que había tenido una estratégica
participación (motivadora) durante la guerra
contra los filibusteros, definiéndola como
“guerra santa” e inflamando el patriotismo
de los costarricenses– se sumó a esas
festividades, que aparentemente tuvieron un
ámbito nacional. De acuerdo con la
reciente publicación de Jeimy Trejos Salazar
(compiladora), La Iglesia Católica en la
Campaña Nacional (1856-1857), todos los
sacerdotes de las parroquias fueron
incentivados para sumarse a las
celebraciones.
Para esa celebración se determinó que: “1)
La noche del 30 de abril y del 1.° de mayo,
iluminación general en las ciudades, villas,
pueblos y distritos de cada provincia; 2) A las
8 de la noche del 30 de abril y en la aurora
del 1.° de mayo, repique general de
campanas de una hora en hora en todas la
parroquias y sus filiales con fuegos artificiales
y música del mejor modo posible.
” 3) en la aurora del 1.° de mayo se saludará
al Pabellón Nacional en las plazas de armas
con veintiún cañonazos; 4) a las nueve del
1.° de mayo, solemne Te deum en la
Catedral y en las demás parroquias o iglesias
cabeceras de provincia, de cantones y de
distritos, con asistencia de todas las
autoridades, corporaciones y demás
subalternos y de los vecinos principales; 5)
que la autoridad política debería ponerse de
acuerdo con el cura respectivo y proveer de
la música por cuenta del “fondo de propios.
”6) para que en grato recuerdo del triunfo
completo de las armas de Centroamérica
sobre las fuerzas filibusteras, se promuevan
las diversiones posibles en todos los pueblos y
para las noches citadas”.
Fiesta inconclusa. De acuerdo con esa ley,
se trataba entonces de institucionalizar el 1.°
de mayo como fiesta nacional; es decir,
celebrar actividades especiales destinadas a
conmemorar hechos trascendentales para la
comunidad costarricense, con la
participación activa de los habitantes, como
se venía haciendo con el 15 de setiembre
desde poco después de 1821.
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No obstante, el derrocamiento de Juan
Rafael Mora y su posterior asesinato, junto
con el del general José María Cañas,
cortaría de cuajo esa naciente tradición.
Con esto los asesinos de Mora trataron de
disociar su nombre de la gesta colectiva
representada por la lucha contra los agentes
del “destino manifiesto”. Se pisoteaba, así,
una ley; el 1.° de mayo quedaba ignorado,
producto de una deliberada política de
olvido, de desmemoria.
Sin embargo, se debe decir que a mediados
de la década de 1870 –era de Tomás
Guardia, comandante del Batallón de
Moracia primero, y golpista después–, se
manifiesta la tendencia de que la fiesta
nacional del 15 de setiembre sirva para
rememorar los acontecimientos sucedidos
entre 1856 y 1857.
Más aún, se visualiza la Campaña Nacional
como la lucha sustitutiva de la
independencia. En 1891 y 1895, se inauguran
el monumento a Juan Santamaría y el
Monumento Nacional. ¿Sería casualidad
que se escogiese el 15 de setiembre para
tan solemne ocasión?
No obstante, el 1.° de mayo como día de
fiesta nacional continuaba en el olvido.
Contradictoriamente esto se acentuaría
cuando el 11 de abril fue instituido como
efeméride patria. En efecto, durante la
administración de Alfredo González Flores –
retador del liberalismo del Olimpo, a decir de
Eugenio Rodríguez Vega– el 6 de mayo de
1915, varios diputados de Alajuela
presentaron un proyecto tendiente a honrar
la memoria de Juan Santamaría y la Batalla
de Rivas.
Así, el 17 de junio de 1915, “el Congreso
Constitucional de la República de Costa
Rica, como testimonio de admiración a la
memoria del soldado Juan Santamaría, y
para perpetuar el recuerdo de la gloriosa
Batalla de Rivas, decreta: se declara a
perpetuidad el 11 de abril, día feriado y de
fiesta nacional de la República”.
Sin duda, Santa Rosa, Sardinal, Rivas, La
Virgen, La Trinidad, San Carlos: todos ellos
fueron combates por la independencia, la
soberanía y la libertad. Todas esas acciones
hicieron posible la rendición de Walker el 1.°
de mayo de 1857; pero esta fecha se ha
desvanecido con el tiempo, ha sucumbido
debido al silencio impuesto por los
magnicidas de 1860 y a la indiferencia de
gobernantes e historiadores. Es hora de ver
los acontecimientos del 56-57, como un
proceso en el que todas las fechas son
importantes, pero, a la vez, despojar al 1.° de
mayo de 1857 del velo que lo ha cubierto
hasta ahora. Sería una forma de
reconciliarnos con la ley y de honrar a
nuestros antepasados. Así, nos honraríamos
nosotros mismos.
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