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Diario Jorge Fox - Instituto ALMA

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DIARIO DE JORGE FOX 225<br />

Eduardo Burrough, nos echarían a todos. El poder del Señor<br />

se levantó en mí y el Señor me impelió a que le dijese que<br />

su impulso era falso y que estaba engañada; y así la mandé<br />

a su casa. Y los Amigos me contaron que Eduardo Burrough<br />

había dicho que de haber estado yo una hora con él se hubiese<br />

puesto bien.<br />

Al cabo de algún tiempo, viajé por Kent en compañía de<br />

Tomas Briggs. Fuimos a Ashford, donde celebramos una reunión<br />

tranquila y bendita; y el Primer día celebramos otra, muy<br />

buena y pacífica, en Cranbrook. Fuimos entonces a Tenterden<br />

y allí celebramos una reunión a la que asistieron Amigos venidos<br />

de diferentes lugares, viniendo también muchas gentes<br />

del mundo que fueron alcanzadas por la Verdad. Cuando la<br />

reunión se hubo terminado, me fui con Tomas Briggs a pasear<br />

por un cercado, mientras preparaban nuestros caballos, y,<br />

volviendo la cabeza, percibí que se acercaba un capitán, junto<br />

con un grupo de soldados, que llevaban mechas encendidas y<br />

mosquetes. Unos soldados se nos acercaron y nos dijeron que<br />

teníamos que ir a donde estaba su capitán. Cuando estuvimos<br />

ante él, nos preguntó, "¿Dónde está <strong>Jorge</strong> <strong>Fox</strong>? ¿Quién es? y le<br />

respondí, "Yo soy el que buscáis." Se me acercó entonces, algo<br />

sorprendido, y me dijo, "Voy a poneros en seguridad entre los<br />

soldados." Los llamó para que me prendiesen y detuvo<br />

también a Tomas Briggs y al dueño de la casa, junto con<br />

muchos más; mas el poder del Señor era sobre ellos. Luego<br />

se me volvió a acercar y me dijo que tenía que ir con él a la<br />

ciudad. Se comportó con gran cortesía y pidió a los soldados<br />

que trajesen al resto tras de nosotros. Conforme íbamos andando<br />

le pregunté porque habían hecho esto, ya que yo no<br />

había visto tanto tumulto de mucho tiempo; y le pedí que se<br />

comportase civilmente con sus vecinos que eran gente pacífica.<br />

Cuando llegamos a la ciudad, nos llevaron a una posada, que<br />

era la casa del carcelero, y, al cabo de un rato, el alcalde de la<br />

ciudad, este capitán y el teniente, que eran también<br />

magistrados, vinieron y me preguntaron porque había ido allí<br />

a provocar disturbios. Les respondí que no había ido con<br />

tal intención y que nada había provocado desde mi llegada. Me<br />

dijeron entonces, que había una ley en contra de las reuniones<br />

de Cuáqueros, hecha sólo para ellos; y les dije que no sabía de<br />

tal ley. Al oír esto, nos presentaron el Acta que se había publicado<br />

en contra de los Cuáqueros y de otros; y les dije que era

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