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plaza de la ciudad, y las malas hierbas crecidas amenazan con ocultar los bloques de<br />

piedra desparramados.<br />

C. El Corinto que Pablo conoció<br />

Corinto no era tan sereno cuando Pablo llegó allí por primera vez. Era una ciudad romana<br />

bulliciosa con miles de personas. 12 Una calle ancha empedrada iba directa desde las<br />

puertas de la ciudad hasta el puerto de Lecayo. El centro no era enorme; era un pueblo<br />

pedestre, compacto y bien construido. Se podía caminar de un lado a otro de la ciudad en<br />

30 minutos, en ese mismo tiempo se podía ir desde la puerta principal hasta el puerto de<br />

Lecayo. Las calles se abarrotaban de compradores, esclavos con sus cargas, vendedores,<br />

turistas, comerciantes, sacerdotes, prostitutas, soldados, ricos paseando por la ciudad con<br />

sus comitivas, abatidos y pobres, marineros gritando y trabajadores de los diques en sus<br />

días libres. En el puro centro de la ciudad se levantaba un foro al estilo romano, una plaza<br />

abierta de más de 100 metros de largo donde se hallaban los edificios gubernamentales y<br />

los monumentos cívicos. Alrededor del centro se encontraban los mercados (agora). Pero<br />

los edificios más impresionantes eran los monumentos a los dioses. Al oeste de la ciudad<br />

en una pequeña pendiente se levantaba el templo macizo y majestuoso de Apolo, dios del<br />

sol, de la poesía y de la ciencia; modelo de la belleza masculina. El culto a Apolo era<br />

también un centro de amor homosexual. Muchachos jóvenes se vendían a los devotos.<br />

Desde ese templo, mirando hacia arriba al sureste, se levantaba el espléndido<br />

Acrocorinto, una montaña, plana en la cima, <strong>sobre</strong> la cual yacía la ciudadela, además del<br />

pequeño templo de Afrodita, diosa del amor sexual. Su templo era un centro de<br />

prostitución sagrada: el religioso podía adorar a Afrodita de maneras tangibles; el menos<br />

piadoso simplemente podía disfrutar la vista desde arriba y gozarse con las hermosas<br />

muchachas quienes servían a la diosa. 13 De haber contado con un telescopio, se habría<br />

podido mirar varios kilómetros al oeste en dirección al diolkos.<br />

En alguna parte dentro de los límites de la ciudad se levantaba un edificio que, por lo<br />

menos en los últimos años, mostraba un letrero con la inscripción “Sinagoga de los<br />

hebreos”, hogar de una buena cantidad de judíos en medio de ese pueblo pagano. En el<br />

primer siglo d. C. Filón, específicamente, se refiere a Corinto como un centro judío 14 y a<br />

partir del año 130 d. C. el refugiado judío Trifón hizo de Corinto su hogar. 15 La Diáspora<br />

judía velaba por su propia gente: parte del servicio de las sinagogas a los visitantes era<br />

sentar a los hombres de acuerdo con su ocupación, así como alentar las relaciones<br />

comerciales. Para Pablo no representó ningún problema encontrar la sección adecuada<br />

para los trabajadores del cuero, y rápidamente corrió hacia donde un hombre y su esposa,<br />

12 No hay un estimado seguro de la población. Winter, After Paul left Corinth, p. 294, dice que debe de<br />

haber habido 80 mil dentro y en los alrededores de Corinto. Ha habido numerosas investigaciones <strong>sobre</strong> las<br />

residencias privadas de Corinto, que nos llevan a creer que la población abarcaba desde los muy ricos hasta<br />

los muy pobres, con una fuerte clase media también. Ver Dirk Jongkind, “Corinth in the First Century AD:<br />

the search for another class,” TynB 52.1 (2001): 139-48.<br />

13 Ver Murphy-O’Connor, St. Paul’s Corinth, pp. 57-58, quien argumenta que este no era el caso en el<br />

Acrocorinto.<br />

14 Legatio ad Gaium 281.<br />

15 Justino Mártir, Diálogo con Trifón 1.

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