Escenas Laborales - AELE

ANÁLISIS
Las Nuevas Realidades Peruanas
JORGE BERNEDO ALVARADO
Los pueblos alto andinos de la sierra
peruana o los pueblos alejados de la selva
peruana, tenían en los comienzos de
los años setenta todas las características
de la desesperanza. Se hallaban aislados
en extremo. Eran frecuentes los épicos
viajes de Lima a Pucallpa en temporada
de lluvia que duraban hasta treinta
días, o las travesías a caballo de hasta
una semana para llegar a capitales
provinciales arequipeñas, cuzqueñas, de
Amazonas o de Cajamarca. Viajes de
lancha interminables por el cauce del
Ucayali, el Marañón y el Amazonas.
Pero no era solamente ese alejamiento
o esa soledad física. Uno podía llegar
–en el Ministerio de Trabajo de ese
entonces llegábamos todo el tiempo, casi
pioneros, haciendo encuestas sobre las
características de la mano de obra– y
enterarse que en Paras (Ayacucho) la tierra
de María Parado de Bellido, donde
todavía se conserva su casa quemada,
había habido una epidemia de gripe que
mató a decenas de personas, especialmente
ancianos y niños. Cuando se hallaba
entierros y se preguntaba la causa,
era impresionante la cantidad de
veces en que se nos decía que había
sido el temido cólico miserere. En buena
cuenta, lo que teníamos era un grado
tal de desatención que no llegaban
antibióticos, las coberturas de vacuna
eran prácticamente urbanas y no existía
la posibilidad de una operación de
apendicitis.
Para quien piense que se exagera,
baste recordarle que en el censo de 1940
la esperanza de vida al nacer de los peruanos
era de 37 años –la misma calculada
para el imperio romano de hace
1500 años– y que en el censo de 1960,
dicho indicador era de cincuenta años.
En 1970, podían encontrarse decenas
de provincias peruanas con mortalidad
infantil de 200 por mil y distritos con más
de 300 por mil, es decir uno de cada
tres niños fallecía antes de llegar al año
de edad. La mitad de defunciones de los
años setenta eran de niños menores de
cinco años. Expresiones como “logradito”
o “zafadito” eran corrientes en la sierra,
para denominar a un niño que había
llegado a los siete u ocho años e
ingresado a alguna escuela. Era lógico,
había logrado sobrevivir, se había zafado
de la muerte.
Todavía tenemos en el país, cuadros
espeluznantes de abandono, de dejadez
del Estado, como los que estamos padeciendo
a propósito de la ola de frío en
el sur peruano, o de reapariciones de
epidemias que pensábamos superadas.
Pero allí aparece siempre el eficiente y
esforzado sistema de salud peruano,
nunca bien ponderado, que ha llevado
las vacunaciones a todo el ámbito nacional
y que supera siempre las emergencias.
No tenemos ya provincias, o
son muy escasas, con mortalidades infantiles
mayores de 100 por mil, y ahora
nuestra esperanza de vida al nacimiento
se acerca a los 70 años.
Debemos saber también que la matrícula
en la escuela primaria –una de
las Metas del Milenio fijadas por las Naciones
Unidas– ya es total en nuestro
país hace una década y la matrícula
secundaria es casi total. No es la mejor
educación, de hecho es una de las más
deficientes de América Latina, pero un
ejército de 350 mil maestros del Estado
enseña al 85 por ciento de la población
en edad de escolar en condiciones,
cada vez crecientes, de apostolado.
La escuela privada se encarga del
15 por ciento restante. Tenemos mucho
para progresar, pero el primer paso, el
del acceso de todos los infantes a un
adulto que imparte conocimientos básicos,
está dado.
¿SOMOS MÁS POBRES O MÁS RICOS
El nivel de vida de los peruanos es
en promedio mejor que el de los setenta
y su vida más larga, pero ese peruano
promedio es más pobre. Vivimos en un
país atrapado entre el crecimiento exponencial
de su población y la ausencia
de capitales suficientes para su desarrollo,
vuelto más bien hacia el estado incipiente
de la economía informal,
¿Cómo se explica esta contradicción
entre vida más larga y mejorada y menos
recursos para el promedio de los
peruanos Lo sabemos. Por una Involución
de la economía. Perdimos nuestra
agricultura moderna del norte entre reformas
agrarias a medio hacer y venganzas
posteriores contra las cooperativas.
La masiva agricultura de minifundio
no tiene alternativa ante el dominio
de sus precios: producir más papas solamente
tiene el efecto de reducir el precio,
y los campesinos se conforman entonces
con el autoconsumo. Nuestro proyecto
industrial fracasado puede graficarse
por la presencia de la Avenida
Argentina convertida en terreno para
urbanizaciones o los desérticos parques
industriales de Arequipa y Trujillo. ¿Exportar
A pesar del extendido y positivo
discurso en este sentido, la estadística
internacional nos muestra como uno de
los países que menos exporta por habitante:
la quinta parte que Chile, para
formarse una idea.
Pero en medio de esta desgracia histórica,
el país se redistribuyó y se hizo
más igualitario hacia abajo. Como si
hubiéramos aplastado nuestra pirámide
de ingresos, desapareciendo la clase
media en el camino y creando una enorme
base con vida más larga y menos
dinero en los bolsillos.
Las remuneraciones actuales son la
tercera parte que las de los setenta y la
relación entre las remuneraciones y las
utilidades pasó de 3/1 en los inicios de
los setenta a 1/3 a inicios de los 90, sin
que el PBI per cápita crezca. Este es sin
duda uno de los procesos de ajuste y
redistribución más impresionantes del
mundo, por lo drástico y acelerado, y
por haberse producido –no debemos olvidarlo–
en medio de una ola criminal
terrorista cuyos daños materiales equivalían
a otra deuda externa.
Los sistemas de energía, los puentes
y carreteras, reservorios, canales, fábricas,
centros de acopio, fueron destrui-
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JULIO 2004