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El marxismo, Mariátegui y el movimiento femenino

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soberanía y propiedad, los públicos y privados, la condición de la mujer es<br />

cambiante y <strong>el</strong>evada o rebajada, según las contingencias sociales.<br />

Primero se les niega los derechos privados, pues la mujer no tiene derechos<br />

públicos. Hasta <strong>el</strong> siglo XI la fuerza y las armas imponen <strong>el</strong> orden y sustentan<br />

directamente la propiedad: para los juristas feudo "es una tierra que se tiene<br />

con cargo de servicio militar" y la mujer no podía tener derecho feudal pues no<br />

podía defenderla por las armas ni prestar servicio militar. Cuando los feudos se<br />

tornan patrimonio y son hereditarios (de conformidad con normas germánicas<br />

las mujeres también pueden heredar), se admite la sucesión femenina; pero<br />

esto no mejora su condición: la mujer necesita un tutor que haga valer sus<br />

derechos, así <strong>el</strong> marido es quien lleva <strong>el</strong> feudo y lo usufructúa. La mujer es sólo<br />

<strong>el</strong> instrumento a través d<strong>el</strong> cual se transmite <strong>el</strong> dominio, como en Grecia.<br />

La propiedad feudal no es familiar como en Roma, es d<strong>el</strong> soberano, d<strong>el</strong> señor,<br />

y la mujer también pertenece al soberano, él es quien le escoge esposo. Como<br />

se ha escrito "una heredera es una tierra y un castillo: los pretendientes se<br />

disputan esa presa, y la joven a veces sólo tiene 12 años, o menos aún,<br />

cuando su padre o señor la da en regalo a cualquier barón". La mujer necesita<br />

de un señor que la "ampare" y haga valer sus derechos; así una Duquesa de<br />

Borgoña clamaba al rey: "Mi marido acaba de morir, pero ¿de qué sirve <strong>el</strong><br />

du<strong>el</strong>o... Encontradme un marido que sea poderoso, porque lo necesito mucho<br />

para defender mis tierras". De esta forma <strong>el</strong> cónyuge tenía gran poder marital<br />

sobre la mujer a la que trataba sin consideración, maltrataba, abofeteaba, etc. y<br />

d<strong>el</strong> cual sólo se requería que "castigue razonablemente", como hoy algunos<br />

códigos exigen en la corrección de los hijos.<br />

La concepción guerrerista imperante hacía que <strong>el</strong> caballero medieval prestara<br />

más atención a sus caballos que a su cónyuge y los señores predicaban:<br />

"maldito sea <strong>el</strong> caballero que va a pedir consejo a una dama cuando debe<br />

participar en un torneo"; a la vez que se apostrofaba a las mujeres: "Entrad en<br />

vuestros apartamentos pintadas y doradas, sentaos en la sombra, bebed,<br />

comed, bordad, teñid la seda, pero no os ocupéis de nuestros asuntos.<br />

Nuestros asuntos consisten en luchar con la espada y <strong>el</strong> acero. ¡Silencio!". Así<br />

menospreciaba y marginaba <strong>el</strong> mundo medieval de los señores a sus féminas.<br />

En <strong>el</strong> siglo XIII se desarrolló un <strong>movimiento</strong> de mujeres letradas, <strong>el</strong> que<br />

desplazándose d<strong>el</strong> Mediodía al Norte las prestigió; <strong>el</strong> mismo que estuvo ligado<br />

al amor caballeresco y al marianismo intenso de esa época. Pero "si la cortesía<br />

dulcifica la suerte de la mujer, no la modifica profundamente", como dice S. de<br />

Beauvoir en "<strong>El</strong> segundo sexo" libro donde se encuentra abundante<br />

información sobre la historia de la mujer; datos que son útiles, claro está, al<br />

margen de la concepción existencialista de su autora. Ya que no son las ideas<br />

las que cambian la condición femenina en lo fundamental, sino las bases<br />

económicas que les sirven de sustento. Cuando <strong>el</strong> feudo pasa de ser derecho<br />

basado en <strong>el</strong> servicio militar a tornarse obligación económica, se da una<br />

reivindicación de la condición de la mujer, pues ésta es perfectamente hábil<br />

para cumplir una obligación monetaria; así se suprime <strong>el</strong> derecho señorial de<br />

casar a sus vasallos y se extingue la tut<strong>el</strong>a sobre la mujer.

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