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VE-10 FEBRERO 2015

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desvanecerse con la brisa gélida del hado, que terminó acariciando<br />

cada una de mis evocaciones.<br />

Fue en ese instante, que un destello de luz reflejó lo único que<br />

lograba ver con claridad, en lo que quedaba de aquel espejo. Que no<br />

era más que el reflejo del iris de mi ojo, pero tatuado con hilos de<br />

profundos sentimientos. Imágenes que permanecían grabadas con<br />

cada uno de mis momentos, que refrescados por la llovizna de mi<br />

llanto, despejaron la grandeza de mi existencia, develando la dulce<br />

sonrisa de un ángel, que un día terminó abrazada sobre mi pecho.<br />

Desesperada, al querer buscar mis gratos recuerdos, terminé<br />

buscando a mí alrededor con la esperanza de retomar los pedazos<br />

perdidos en el camino, más sólo quedaba el que permanecía en mi<br />

mano ensangrentada y desvaída, reflejo de lo que quedaba de mí. Por<br />

lo que caí de rodillas, implorando regresar a mis afables momentos,<br />

empañados por la tormenta que permití los arroparan. Sin embargo,<br />

rendida, sentí diluirme con ese triste sentimiento.<br />

Casi sin aliento, pensé morir en mi última evocación y en mi<br />

desconsuelo, pensando en mi soledad inducida, me di cuenta que<br />

cada lágrima había caído en sus pies, y como una María Magdalena<br />

más, agradecida de su presencia, con mis cabellos los sequé. Después<br />

de todo, no esperaba nada, ya todo me había sido dado, más no lo vi.<br />

Pero aun así, extendió su mano y me levantó para mostrarme el<br />

espejo que había armado para mí, al que sólo le faltaba un pedazo;<br />

justo el que yo tenía, con la sangre de Él.<br />

Así comprendí, que cada trozo dejado en el camino, sólo era una<br />

etapa vivida, cada una con sus anhelos, sueños y despedidas, junto<br />

con cada una de mis alegrías. Porque mucho había recibido, más de lo<br />

que había perdido. Que jamás había sido deshojada por el desamparo,<br />

al contrario, había sido yo la que había dejado germinar la<br />

desesperanza, olvidando la grandeza de su amor, soltando el reflejo<br />

de lo que realmente era, y que Él sostuvo siempre para mí.<br />

Eva C. Franco (Isla de Margarita, Venezuela)<br />

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