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LVR Ediciones. Colección<br />
Disnomia. Volumen 1<br />
Recientemente ha visto la luz en edición facsímil, fragmentos<br />
de los diarios de Alejandra Pizarnik. “Esta voz<br />
aferrada a consonantes. Este cuidar de que ninguna letra<br />
quede sin enunciarse”. Son impresiones apuntadas que,<br />
posteriormente, reescribe, reelabora para dotarla-a la<br />
palabra- de ese cuerpo intemporal que posee la escritura<br />
de la poetisa argentina. Era hija de padres inmigrantes<br />
judíos de nacionalidad rusa. De ahí la permanente<br />
confrontación con la lengua. Pugna que le dota de esa<br />
inescrutable visión que expresa en sus poemas. “Me había<br />
prometido el exacto significado de mis decisiones. Me<br />
había prometido no perseguir frases espectrales en el silencio<br />
insomne”. Pensamiento y palabra vinculados en la intimidad<br />
de las reflexiones y la capacidad analítica para<br />
condensar fragilidad y pureza. Aquélla, expresión de ese<br />
hilo y halo que trasciende como la noche: belleza oscura.<br />
Ésta, destino vibrante de su fatalidad, estrella muerta en<br />
el cielo: fulgor frío y cintilante.<br />
Entreabro Relámpagos. La página izquierda habla:<br />
“Llueve, sí pero nunca es tiempo”. El azar ha obrado en el<br />
sentido de considerar la oportunidad que le brindo, y así<br />
abundar en esta obra, sin un sentido definido. Antes la<br />
lectura anduvo por los cauces habituales. Pero he querido<br />
en esta relectura, atemperar la sensación de autenticidad<br />
que nos señala con el dedo, desde el primer balbuceo del<br />
texto. La abstracción de Pizarnik se abre en canal en la<br />
poesía de Carmen Moreno, en la misma raíz de oscura<br />
belleza. Existen obras que interpelan al lector sin contemplaciones.<br />
Ésta es una de ellas. No podemos dejar de<br />
asentir a este acopio de soledad que nos empuja a mirarnos<br />
hacia dentro. De ese proceso introspectivo tampoco<br />
podemos obviar ni ocultar la desazón que nos incomoda.<br />
No por desagrado. Más bien por la conciencia de ser y<br />
estar que sitúa sin prejuicios. Y entre ambas, la emoción<br />
tendida al vacío sobre la que la autora obra como funam-<br />
Relámpagos, de Carmen Moreno<br />
Carmen Moreno<br />
bulista. En permanente desequilibrio. Pero en corajuda<br />
actitud de no cejar, de no desmerecer, “Antes que mi sombra<br />
/ se una con tu sombra / deja que mi cuerpo / nazca del<br />
derrumbe de los cuerpos”. La fuga no es cobardía. Incide<br />
en la convicción que toda huida es una apuesta de futuro,<br />
“Descubierta la amarga sangre / huyo del latido / del<br />
cadáver vivo que es el hombre”. De ahí que no renuncie a<br />
cuanto su entorno familiar y vínculo materno ha construido<br />
de sí, “Hay una mujer pequeña junto al mar / Una<br />
mujer morena que decuenta años / para no ser un adulto<br />
que miente / Ella es la que moja mis latidos / cuando su<br />
risa incendia su lámpara azul / y me reserva viva en el<br />
hueco de su corazón” “(...) y se graba la voz de la madre en<br />
la piel pequeña” La obra toma la envergadura. Es un acto<br />
de liquidación de existencias del que se desprende el lastre<br />
emocional para concedernos la frágil y, a la vez paradojica,<br />
poderosa dicha vital. Como muro infranqueable<br />
alienta la mirada del otro, “Tengo un pulmón que destila<br />
esta sangre / un corazón que bebe por ti / Tengo para tu<br />
voz tan sólo este nombre, / tengo un pronombre para resistir”.<br />
Entonces, la resiliencia es la verdadera poesía.<br />
El amor es pieza quebradiza y angular de esta obra que<br />
partiendo del vigoroso corazón de la autora, reverbera en<br />
los latidos de Marina Tsvietáieva y Norman Jeane. Ambas<br />
mujeres comparten en Rusía en un destello y Relámpagos<br />
Monroe, dos de las cuatro partes en las que se estructura<br />
el poemario. La primera, Paris, resuelta en el primer y<br />
último ahogo de la transparencia “Fuera del mundo los<br />
días / en los que no me recordáis / y soy materia inerte”.<br />
En la tercera, Pasillos, los poemas se enumeran como habitaciones<br />
de hotel. En la estancia abreviada y de paso<br />
hay una vigilia, la espera, hacia la que dejamos arrastrar<br />
nuestros cuerpos vencidos, “No hay que dejarse morir /<br />
tan sólo hay que dejar de esperar”. El tacto de lo ajeno esta<br />
Pág. 30<br />
ahí, impertérrito, y agarrota la prosperidad del alma, “El<br />
Pág. 31<br />
hambre de ternura, en feroz empeño de subsistencia espiritual,<br />
violín herido de muerte sobre las sábanas / precarias; el<br />
“Me he comido la carne, / roto el músculo, entre los<br />
tiempo del temblor / la necesidad de ser otro” Tras cerrar la dientes pedazos de mí. / Me he comido mi propia carne”.<br />
puerta y adentrarse en la habitación, la sensación de ingratitud<br />
La fatalidad del suicidio las convirtió en “la desesperación<br />
se acrecenta. Aunque también la del zarpazo de del silencio” Señalaba el poeta ruso Boris Pasternak: “un<br />
ternura que hiere los labios, “Hay tiempo para rezarnos / libro es un fragmento cubico de la conciencia abrasadora,<br />
y reventar los besos / y morder la piel que nos envuelve”. La humeante, nada más”. En Relámpagos, la conciencia de la<br />
penumbra de un pasillo de hotel nos invita a sustanciar autora abre el cielo poético en dos mitades que constituyen<br />
nuestra sombra. En ese cauce el destino no es otro que la<br />
el ámbito lírico sobre el que incide: amor y soledad.<br />
sensación del desencuentro.<br />
Entonces, la evocación del personaje de Lara en la novela<br />
Carmen Moreno a través de una miscelánea ilustrativa<br />
Doctor Zhivago, de Pasternak, y el de Roslyn en la pelícu-<br />
de la vida de ambas mujeres, Marina Tsvietáieva y la dirigida por Jhon Huston, Vidas rebeldes, nos empuja<br />
Norman Jeane, recompone en el primer caso el verso irremisiblemente a Marina Tsvietátieva y Norman Jeane.<br />
inacabado de quien llevo una vida tan audaz como sufrida<br />
Mujeres que como Carmen Moreno, no dudan en asentir<br />
y penosa hasta su destierro a Elábuga. “Tsvietáie-<br />
sin condiciones -en este caso desde la bellísima plastici-<br />
va... el dolor desde la soga que se balancea en su sombra”. dad de su palabra poética- plenamente al amor, para respirarlo<br />
Superponiéndose a cada poema, la grafía cirílica parece<br />
y vivirlo sin tapujos, a pleno pulmón y corazón,<br />
querer reflejar la incertidumbre ante el lector enigmático “Ahora que me duele el eje que me atraviesa / aprendo que<br />
las observa. Ese guiño cómplice a la poetisa moscovita, mis piernas esperan el reposo de tu cuerpo”.<br />
deviene en la idea que describiera Jorge Luis Borges: “Los<br />
actos son nuestros símbolos”. La autora gaditana se deshace<br />
en un acto de amor, de resistencia, de fiel soledad ante<br />
Pedro Luis IBAÑEZ LÉRIDA,<br />
el espejo del tiempo y la historia, “Tsvietáieva teje el hilo Poeta, articulista, crítico y comentarista literario<br />
de Ariadna /cuando una lumbre de sangre / le sacude el<br />
ánimo roto: / no hay mitos para quien muere de historia”.<br />
En el caso de Norman Jeane, las reflexiones de la propia<br />
actriz norteamericana y del director Billy Wilder que<br />
encabezan los poemas de esta parte, sugieren la respuesta<br />
complementaria que demuda en silencio, “Borrar mi<br />
nombre tras el cristal / tras el grito que me estremece”. En<br />
esa necesidad de reencontrarse e identificarse como mujer,<br />
simple y llanamente, “Subirme la falda y tener tu sexo,<br />
/ abrir los ojos y verme entera / ser mujer y estar en paz”. El<br />
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