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Arriba izq. Casa natal de<br />
Leonardo donde nació el 15 de<br />
abril de 1452, en el caserío de<br />
Anchiano, cercano al pueblo<br />
de Vinci.<br />
Arriba der. Autorretrato, dibujado<br />
entre 1512 y 1515.<br />
yecto inconcluso, esta vez un palacio que se llamaría Romorantin y que Francisco I pretendía<br />
erigir para su madre Luisa De Saboya: sería una pequeña ciudad, para la cual Leonardo había<br />
previsto hasta el desvío de un río que la enriqueciera con agua y fertilizase la campiña vecina.<br />
En 1518 participó en las celebraciones del bautizo del Delfín y de las bodas de Lorenzo De<br />
Médicis con una sobrina del rey francés.<br />
El gusto por lo juguetón y lúdico se verifica también en las caricaturas de Leonardo, que impresionaron<br />
a sus contemporáneos y a una crítica muy posterior. Llamarle “padre” del género,<br />
como se ha hecho, es ignorar el papel que pudo jugar la herencia del arte gótico y románico<br />
de los siglos previos, herencia presente también en el gusto por cierto grotesco en algunas<br />
obras de Miguel Ángel. Sin embargo, el dato nuevo que puede apreciarse en las caricaturas<br />
realizadas por Leonardo es la observación minuciosa de tipos reales y populares.<br />
Según Ernest Hauser, Leonardo “sentía la necesidad imperiosa de escribirlo y dibujarlo todo.<br />
Solía seguir a personas cuyo extraño aspecto le intrigaba, para plasmar su rostro en rápidos<br />
bosquejos. Sus proyectos de obras arquitectónicas y de ingeniería, sus estudios de perspectiva,<br />
botánica y anatomía; todo constaba en cuadernos o en cuanto pedazo de papel tuviera a<br />
mano”.<br />
Con sus compulsiones, arrebatos y abandonos, Leonardo fue el pintor genial del Renacimiento<br />
pero pocas de sus obras fueron terminadas o sobreviven y es curioso que en muchos casos<br />
sea debido a su poco ortodoxo uso de las mezclas pigmentarias. Por su parte, sus inventos<br />
eran anticipaciones mayormente irrealizables en su época, sus observaciones científicas poco<br />
o nada sistemáticas y (según parece) hasta su cocina discutida, espada en mano, por una cantidad<br />
apreciable de comensales descontentos.<br />
Freud vuelve a destacar el juego con una serie de hechos en apariencia muy menores: la presunta<br />
Academia Vinciana que el artista habría creado durante su estancia en Milán se reduce<br />
a una bella serie de logotipos, sin ninguna base real.<br />
Aunque su imaginación ascendía a los más alocados imposibles, fue un artista y un hombre de<br />
ciencia absorbido por el afán de experimentación. “Quien primero expone los fundamentos<br />
modernos de la ciencia empírica es Leonardo da Vinci –apunta Ernst Cassirer, en el ensayo<br />
El problema del conocimiento en la filosofía en la ciencia moderna (1978)–. En Leonardo<br />
podemos encontrar algunos de los principios de la ciencia natural moderna que de una u otra<br />
forma permanecen aún vigentes. En primer término, la lucha de Leonardo en contra de la<br />
escolástica se traduce en tratar de independizar los fenómenos naturales de los espirituales<br />
(concepción que posteriormente tendrá importantes consecuencias en cuanto a la noción de<br />
objetividad en tanto distanciamiento de la subjetividad y la posibilidad de dicho distanciamiento).<br />
En segundo lugar, Leonardo establece un criterio de verdad todavía prevaleciente:<br />
la experiencia como criterio de verdad. En tercer término, su concepto de ciencia permanece<br />
actual: la labor de la ciencia como interdependencia entre observación y razón”.<br />
En efecto, la concepción de la vida espiritual del artista fue motivo de numerosas reflexiones.<br />
Freud explica al respecto que “ya en vida lo acusaron de no creer en la fe de Cristo o de haber<br />
apostatado, como se decía en aquella época (…). Resulta absolutamente comprensible que<br />
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