katz-las-rebeliones-rurales-en-mc3a9xico-l

LAS REBELIONES RURALES
EN EL MÉXICO PRECORTESIANO
Y COLONIAL
Friedrich Katz
LA ÉPOCA PREHISPÁNICA Y COLONIAL
Los campesinos de México han desempeñado, un papel único en la historia
de América Latina. México es el único país del continente americano en
que todas las grandes transformaciones sociales han estado vinculadas a levantamientos
rurales.
Algunos arqueólogos consideran que la caída de las grandes civilizaciones
clásicas de Mesoamérica. — la de los mayas, Teotihuacán y el imperio
tolteca— estuvieron íntimamente relacionadas con (aunque no exclusivamente
motivadas por) levantamientos rurales. 1 No se ha formulado ninguna
hipótesis semejante para explicar la caída de las sociedades en la región
andina, esa otra gran cuna de la civilización latinoamericana. La excepcionalidad
de México también se manifiesta durante la conquista española.
Sólo en México pudieron los conquistadores españoles precipitar y subirse
en la ola de una revolución social —en la que la población.rural desempeñó
un papel importante—, un movimiento dirigido contra los aztecas que gobernaban
gran parte de lo que hoy día constituye México. Ninguna gran
revuelta semejante a aquélla ayudó a los españoles en su conquista del
imperio inca o del Estado chibcha de Colombia.
Entre 1810 y 1820, en una serie de grandes guerras mediante las cuales
los países latinoamericanos obtuvieron su independencia de España, México
de nuevo fue el único país en que esos movimientos estuvieron vinculados
a un gran levantamiento social en el campo. En 1910, México se convirtió
en el primer país, latinoamericano del siglo XX en que tendría lugar una
gran revolución campesina, : .
¿Qué explica ese papel excepcional de los campesinos en la historia de
México? ¿Se limita esa excepcionalidad a los grandes momentos decisivos de
la evolución de México o se extiende a las épocas que van de uno a otro?
¿Oculta la. aparente estabilidad de algunas etapas de la época precolombina,
el tiempo del dominio español y el final del siglo XIX una continuidad más
profunda, en que las revueltas .desconocidas o pequeñas, los levantamientos
campesinos y las constantes luchas en el campo continúan diferenciando a
México del resto del continente americano? ¿Qué consecuencias tuvieron para
J^.
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los campesinos esas revueltas en pequeña escala y su participación masiva en
las grandes revoluciones sociales? ;.v, y.;.
Hay dos formas de responder a esta pregunta. Una es la que yo llamaría
la forma externa: una comparación entre los levantamientos rurales de México
con los que han tenido lugar en el resto de América Latina. Tal es el
tema del ensayo de John H. Coatsworth incluido en este libro. Yo me concentraré
aquí en lo que llamaré la forma interna: una comparación entre las
diversas revueltas rurales de México en el tiempo y en el espacio.
Este ensayo se ocupa principalmente de la época precolombina y colonial.
Los rasgos sobresalientes de las posteriores revueltas, que se iniciaron
con la lucha por la independencia, se especificarán antes, para proporcionar
una base de comparación, pero el centró de atención se situará en el
México anterior a 1810. Un segundo ensayo se ocupará del periodo posterior
a 1810, y propondrá algunas conclusiones generales sobre los modelos
de levantamiento rural a lo largo de toda la historia mexicana. 'En el actual
estado de la investigación, ese enfoque comparativo sólo puede llevarnos a
la formulación de hipótesis para la investigación futura.
En este ensayo he utilizado el término de revuelta "rural" en vez de revuelta
"campesina" porque "rural" abarca una gama mayor/Incluye no sólo los
levantamientos de los habitantes de los puéblósrsino también las revueltas de
los peones de las haciendas, así como de los trabajadores semi-ruralés y
semi-industriales. Una definición clara del terminó "revueltas rurales" plantea
dificultades considerables. Estas dificultades son menos graves por lo que
respecta a la mayor parte del periodo' colonial y del pórfiriato, cuando existía
un Estado fuerte en México. Con la excepción-dé unos cuantos líderes que
procedían de fuera dé la sociedad rural; comctintelectuáles urbanos o sacerdotes,
las revueltas de esos dos periodos en general quedan limitadas a las
clases inferiores de la sociedad rural;* las ; demandas sociales, económicas,
políticas y religiosas que formulaban correspondían claramente a las de las
clases inferiores. Resulta mucho más difícil definir los levantamientos rurales
de la época del dominio azteca y de la mayor parte del siglo XIX. Durante esas
dos épocas, cuando el Estado central era mucho más débil y estaba menos
consolidado, los cabecillas regionales, los guerreros^ caudillos y caciques —en
su mayoría, ricos terratenientes— se sublevaban contra.el gobierno central y
a menudo establecían alianzas con los campesinos y con los peones de sus
tierras. ¿Hasta qué punto se pueden considerar, estos movimientos como levantamientos
rurales?.
;'
El problema se vuelve aún más complejo' én'relación con las dos grandes
revoluciones nacionales qué sacudieron a México en 1810-1820 y en 1910-
1920. Grandes masas de habitantes rurales de todos tipos se unieron a los
ejércitos revolucionarios, con frecuencia encabezados por personas que no
eran campesinos. ¿Hasta qué punto y bajo qué circunstancias se puede
66
k
considerar a esas fuerzas como ejércitos campesinos y en qué momento se
convertían en otra cosa? ¿En qué momento se convertían los campesinos
rebeldes en soldados profesionales o mercenarios? Aunque no existe una
respuesta definitiva a estas preguntas, no es posible ignorarlas. Por lo tanto,
he incluido en este análisis de los levantamientos rurales todos los movimientos
en qué participaron organizaciones o entidades claramente identificares
que representaban a las clases bajas del campo mexicano: las comunidades
de los pueblos, las organizaciones tribales y las organizaciones
políticas compuestas por o que representaban a los habitantes rurales. Un
segundo criterio consistió en que las demandas de los sublevados tuvieran
relación con las demandas sociales, económicas, políticas o religiosas de la
población rural. Esta definición puede resultar a veces confusa. Sin embargo,
la encuentro más útil que las definiciones que excluyen todo movimiento
en que los campesinos se alineaban con o se subordinaban a otros sectores
de la sociedad.
Los historiadores que se ocupan de los levantamientos rurales prehispánicos
y coloniales en México se enfrentan a dos problemas principales. El
primera es la gran disparidad de las fuentes, especialmente para la época
prehispánica. Aunque existen numerosos y bien conservados registros de la
época colonial, no puede decirse otro tanto de los tiempos precolombinos.
Los registros escritos abarcan como máximo dos siglos antes de la llegada
de los españoles y fueron en su mayoría escritos después de la Conquista,
tienen un alcance limitado y suelen delatar la influencia de los conceptos
españoles. ,Las épocas anteriores sólo se pueden documentar arqueológicamente.
Otro problema, tal vez más grave, que tienen que enfrentar los historiadores
que se ocupan de los levantamientos rurales tanto en la época
prehispánica como en la Colonia, es el enorme impacto ideológico, político
y social de la Revolución Mexicana de 1910-1920. Aunque este impacto ha
generado algunos excelentes estudios sobre las revueltas agrarias de los siglos
XIX y XX, también ha suscitado en ocasiones una proyección retrospectiva
de este tipo de movimientos sociales, que no necesariamente son característicos
de las épocas anteriores.
Sin embargo, inversamente, los rasgos principales de los alzamientos rurales
de los siglos XIX y XX en México, descubiertos a raíz de los estudios
suscitados por la Revolución Mexicana, se han convertido en un parámetro
sumamente útil para el estudio comparativo de los movimientos revolucionarios
rurales en México. ¿Son los ocho rasgos siguientes principalmente
característicos de la historia mexicana "moderna" o forman parte tan indisoluble
de la evolución de México que se les puede encontrar también en
las épocas prehispánica y colonial?
1] La frecuencia: Entre 1810 y 1910 (con la excepción de unos cuantos
años, en el momento culminante de la dictadura porfiriana), apenas trans-
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currió un año sin que se produjera un levantamiento rural de algún tipo en
algún lugar de México.
2] La magnitud: Dos de esos levantamientos tuvieron alcance nacional En
contraste con los levantamientos de independencia de América del Sur, encabezados
por Simón Bolívar y José de San Martín, los movimientos de independencia
mexicanos encabezados e inspirados por Miguel Hidalgo y José
María Morelos fueron grandes alzamientos rurales. En la Revolución Mexicana
de 1910-1920, la participación campesina fue probablemente mayor que' en
cualquier otra revolución social del siglo XX en América Latina, con la posible
excepción de Bolivia en los años 1950 y Nicaragua en los setenta. Incluso las
revueltas regionales de base campesina, como la guerra de castas de Yucatán,
son mucho más raras en otros países de América Latina.
3] Limitado impacto inmediato sobre la población rural: Aunque las revueltas
rurales han tenido profundas consecuencias para la evolución general
de México, tanto en el siglo xix como en el XX, su efecto inmediato
sobre la situación de los campesinos y los miembros de las clases inferiores
de la sociedad rural mexicana parece haber sido limitado, a corto plazo.
Los ejércitos de Hidalgo y Morelos en la revolución de 1810-1820 y de
Emiliano Zapata y Francisco Villa en la de 1910-1920 —ambos compuestos
principalmente por campesinos y portavoces de fuertes demandas agrarias—
fueron derrotados. Al final de la revolución de 1810-1820 y de la de
1910-1920, la hacienda seguía siendo la forma predominante de tenencia de
la tierra en México. En el siglo XIX, el sistema de haciendas se vio incluso
reforzado como resultado de la recién adquirida independencia de México.
La revolución de 1910-1920 debilitó considerablemente la hacienda, aunque
este proceso sólo adquirió verdadera significación en los años 1934-1940, un
cuarto de siglo después de iniciada la revolución. La experiencia de México
difiere radicalmente de las grandes revoluciones sociales de otras partes de
América Latina y de países como Francia, Rusia y Cuba, donde las grandes
propiedades tradicionales fueron parcial o enteramente destruidas a los pocos
años del estallido de la revolución, lo que no significa que en todos los
casos sus tierras se repartieran entre los campesinos.
4] Contenido: No sólo las revueltas nacionales sino incluso las revueltas
locales del siglo XIX y principios del xx tendían con frecuencia a impugnar la
legitimidad del orden social existente y estaban con frecuencia dirigidas no
sólo contra los funcionarios locales sino contra el gobierno federal como tal.
5] Sistemas de alianzas: Las revueltas rurales con frecuencia se superponían
a levantamientos de caciques regionales contra el gobierno central y en muchos
casos ambas sublevaciones combinaban sus fuerzas. Generalmente, los caciques
empezaban por asumir la dirección, aunque no siempre lograban conservar
el control del movimiento una vez que éste había cobrado fuerza.
6] Objetivos: Las protestas por las expropiaciones de tierras y la deman-
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da de derechos sobre tierras, aguas y pastos suelen constituir los objetivos
principales de los levantamientos rurales a fines del siglo XIX y durante la
Revolución Mexicana de 1910-1920, aunque las protestas por los impuestos
y por la reducción de la autonomía local también son importantes:
7] Vínculos con la frontera: Aunque la existencia de fronteras es una
característica de la mayoría de los países del continente americano,' México
fue uno de los pocos en que la frontera no contribuyó a la estabilización del
orden social existente, sino que por el contrarío constituyó un importante
centro de revolución social.
8] Escasa influencia sobre ¡ospeones délas haciendas: Con algunas notables
excepciones, los habitantes permanentes de las haciendas, con frecuencia
llamados peones, rara vez se sublevaron. Las excepciones son la revolución de
1810-1820 y, en menor grado, la de 1910-1920, en que participó un número
importante (pero, con todo, una pequeña minoría) de los peones de México.
Algunos peones se rebelaron contra sus amos y contra el gobierno. Otros
fueron movilizados por sus propios patrones, que en ocasiones los armaban y
los conducían a la revolución. Suele resultar difícil considerar a estos peones
como "revolucionarios". Eran principalmente criados armados que luchaban
por sus amos, y no hombres que intentaran alterar su situación social o económica
sublevándose. Con algunos pocos casos excepcionales, aunque significativos,
en que los gobiernos revolucionarios se opusieron a los hacendados
durante la revolución de 1910-1920, fueron los gobiernos los que incitaron a
los peones a desafiar a sus patrones.
Estos rasgos característicos de las revueltas de los siglos XIX y xx están
íntimamente relacionados, con un contexto social y económico en rápida
transformación. A principios del siglo XIX, el control de la tierra estaba
predominantemente en.manos de cuatro diferentes grupos o instituciones:
los grandes terratenientes, la Iglesia, el Estado (que poseía principalmente
los terrenos públicos •baldíos) y los habitantes de los pueblos libres, es decir,
los pueblos que poseían tierras comunales y disfrutaban de un cierto
grado de autonomía administrativa; Una pequeña parte de las tierras pertenecía
a campesinos individuales^ generalmente denominados "rancheros".
Aparte de los hacendados y sus administradores, la población rural estaba
dividida en tres grupos. El primero estaba integrado por los habitantes
de los pueblos Ubres, que tenían diversos grados de riqueza e independencia
económica. Algunos tenían tierra suficiente para vivir, mientras
que otros se veían forzados a trabajar parte del año en las.grandes fincas o
en las minas y empresas urbanas. El segundo grupo era el de los residentes
de las haciendas, cuyas relaciones con éstas variaban enormemente. Algunos
eran arrendatarios ricos o. criados privilegiados; otros, peones endeudados
que llevaban una existencia de esclavos.. Había un tercer grupo, mucho
menor, de trabajadores libres y sin tierras, que migraban y trabajaban por
69

ir
temporadas en las grandes propiedades y que, con frecuenda, iban y venían
de sus empleos en las dudades. Finalmente,* los rancheros constituían una
fracdón muy reducida de la pobladón rural • U
A finales del siglo XIX, la Iglesia, el Estado y> los pueblos habían perdido
la mayor parte de sus posesiones en benefidode los grandes terratenientes,
Al mismo tiempo, el número de los trabajadores residentes en las hadendas
y el de los trabajadores sin tierras, eventuales ya veces semi-industriales,
había aumentado sustancialmente. Una granearte de la población rural
seguía estando constituida por los habitantes de lospueblos, pero su situación
económica y social se había modificado drásticamente. La mayoría de
ellos dependía ahora en un grado sin precedentes-dé las grandes fincas
agrarias vecinas. 3 - . .. vr r:
' ¿Cómo se pueden reladonar las ocho características de los movimientos
rurales de los siglos XIX y XX antes anotadas y los modelos de tenenda de
la tierra de esta época con los periodos anteriores déla historia de Meneo?
Éste es el problema prindpal de que me ocuparé en este ensayo.
LEVANTAMIENTOS RURALES EN LA ÉPOCA PRECOLOMBINA
• ••• ,)ií .•./. .;••• .i:
En términos de cantidad de violencia interna, el final del siglo XV y el prindpio
del XVI constituyen-la época más parecida al siglo XIX mexicano, si
consideramos solamente el periodo histórico sobre el que existen registros
:
escritos.
•;'' "'• ; ; ; ; •'•
En esta época, por una parte, los aztecas intentaron y en gran medida
lograron conquistar la mayor parte del México central y, por la otra, hubo
constantes rebeliones de los pueblos y estados sometidos, que se negaban a
aceptar el dominio azteca. ¿Eran estas revueltas principalmente luchas por el
poder entre estados rivales y señores guerreros, o eran semejantes a la mezcla
dedmonónica de conflictos de élite y movimientos rurales con demandas
específicas vinculadas a los intereses de la pobladón rural? Las fuentes aztecas
no dan una respuesta definida a esta pregunta y,a primera vista, estas revueltas
no aparecen como movimientos rurales, sino: como intentos de recuperar el
poder por parte de las clases superiores tradidonales. r •
Una revuelta característica de la época azteca se. produjo en Yahhuitlán
y Zozola en 1481. Estos estados de lá región mixteca habían sido conquistados
poco antes por los aztecas. Cuando los ejércitos aztecas'fueron derrotados
por un estado rival, Huexotzingo, los gobernantes de Yanhuitlán y de
Zozola pensaron que había llegado el momento de librarse del yugo mexica.
Se equivocaron, y -tuvieron que pagar oin alto precio por su error. Los
aztecas enviaron una gran expedición punitiva que destruyó Yanhuitlán y
llevó miles de prisioneros a Tenochtitlan, donde se les alineó frente a la
pirámide de Huitzilopochtli, el dios azteca de la guerra, para'serle sacrifica-
70
dos. Los habitantes de Zozola, al conocer el fin de sus vecinos, prefirieron
destruir su capital sin esperar una expedición punitiva semejante. Los propios
habitantes de la ciudad quemaron Zozola hasta no dejar restos y huyeron
alas montañas junto con la población del campo circundante. Los aztecas
no lograron encontrarlos y tuvieron que abandonar Zozola sin haber
cumplido su propósito. 4 .
Otra revuelta igualmente característica se produjo en el sur de México. Una
crónica azteca relata cómo las provincias de Tehuantepec, Xolotla y otras
tan apartadas y remotas de la provincia mexicana y confiando en su grandeza
y multitud y fortaleza, fueron de parecer de atajar el paso a los de la
nadón mexicana, para que no viniesen cada año, como venían, a desnatar
y .sacar la riqueza que de aquellas naciones sacaban con las golosinas y
cosas bajas que traían, para volver con oro y joyas y plumas y otras cosas
ricas que llevaban, de que volvían cada año cargados.
Y eran tantos los que acudían que en todo el año no se vaciaban los
caminos de estos mercaderes y granjeadores. Porque no solamente seguían
este camino meros mexicanos:, seguíanlo, empero, tezcucanos, tepanecas,
xuchimilcas; chalcas, tlauicas, tlaxcaltecas y cholultecas; finalmente,
de todas estas provincias cercanas y comarcanas al Volcán, y no uno
ni dos de cada ciudad, sino de ciento en dentó, cargados de cosas bajas,
conviene a saber: ,de quesos que ellos hacen de la lama de la laguna,
tortillas de gusanillos, costales de huehuezuelos de moscas marinas, que
ellos llaman auautli, patos en barbacoa, y otras muchas golosinas de que
aquellas gentes carecen, y otras muchas maneras de juguetes que ellos
inventaban, para traer cacao, oro, plumas, piedras preciosas. Lo cual advirtiendo
los de aquellas ciudades, habido sobre ello su consejo, determinaron
de defender la saca tan ordinaria que de sus riquezas se hacía,
para enriquecer las ciudades mexicanas y provincias, quedando ellos con
solas aquellas golosinas y cosas de poco valor.
Con este acuerdo, puesta gente de guarnición, empezaron a saltear los
caminos y a matar gente que de la nación mexicana y de todas las naciones
acudía el trato dicho. Y primero que se viniese a saber en México,
fue grande la matanza que-de los mercaderes hicieron, que a cada paso
hallaban los caminos llenos de muertos y comidos de fieras^ y de auras.
De lo cual, cobrando pavor y miedo, no osaban ya venir, ni seguir aquel
camino. 5
Aunque no hay duda de que los campesinos participaban en muy alto
grado en ellas, las crónicas aztecas no nos ofrecen prueba alguna de que las
demandas campesinas o las comunidades de los pueblos desempeñaran un
papel importante en el estallido de estas revueltas. Las crónicas aztecas no
71
Jfc

explican por qué se sublevaron Yanhuitlán y Zozola. La indignación de los
gobernantes de Tehuantepec por las prácticas de los mercaderes aztecas no
refleja necesariamente ni la indignación de los campesinos ni sus intereses.
Sin embargo, si observamos las estructuras sociales, políticas y económicas
que los aztecas imponían a los pueblos sometidos, y si se toman en cuenta
las quejas que estos pueblos formulaban, así como los claros indicios de lo
que podría llamarse conciencia de clase campesina, la situación adquiere
un aspecto diferente.
En muchos sentidos, el momento de mayor similitud con las condiciones
rurales del siglo xix y principios del XX en México se puede encontrar en la
última época prehispánica, en el siglo del dominio azteca que precedió a la
conquista española. Tres de las cuatro instituciones o clases sociales que
poseían la mayor parte de la tierra en el siglo XIX también estaban presentes
en la época azteca. El equivalente de los hacendados eran en el siglo xv los
nobles indios, tanto del Valle de México como de los pueblos sometidos por
los aztecas. Muchos de estos nobles poseían grandes extensiones agrarias,
cuyos productos se vendían en el enorme mercado de Tlatelolco así como en
los grandes mercados de otras ciudades mexicanas. A diferencia de sus sucesores
de los siglos XIX y XX, sin embargo, los nobles aztecas dependían mucho
más del Estado. Gran parte de sus tierras les eran entregadas no como propiedad
privada sino como posesiones vinculadas a puestos oficiales, burocráticos.
La pérdida de esos cargos significaba la pérdida del disfrute de la tierra
asociada a ellos. Ni el cargo ni la tierra eran automáticamente hereditarios.
En la práctica, sin embargo, a menos que conspiraran contra su gobernante,
muy pocos nobles eran relevados de su cargo y en realidad sus hijos solían
heredar tanto los títulos como la riqueza de sus padres.
Como la Iglesia mexicana del siglo XIX, el clero indígena (tanto el de los
aztecas como el de los pueblos sometidos) poseía grandes extensiones de
tierra. Como en las épocas posteriores de la historia mexicana, las comunidades
(conocidas como calpullis en el centro de México) también disponían
de una gran parte de la tierra. El Estado era la única institución que desempeñaba
un papel diferente en la época azteca. El Estado azteca era
mucho más poderoso y activo en términos económicos que sus sucesores
del siglo XIX y principios del XX. Poseía importantes extensiones de tierra,
la cual alquilaba a los funcionarios o era cultivada directamente para el
propio Estado. También disponía de gran parte de las rentas de las tierras
arrebatadas a los pueblos sometidos. 6
Las clases inferiores de la sociedad rural estaban compuestas esencialmente
por miembros de las comunidades de los pueblos, designadas generalmente
como calpullis, y de siervos sin tierras llamados mayeques, que
trabajaban las tierras privadas o estatales. En muchos sentidos, los mayeques
eran el equivalente de los peones del siglo xix. Woodrow Borah ha
72
calculado que en el México central, fuera de Tenochtitlan, vivían 6 948 000
miembros de calpullis y 3 474 000 mayeques. 7
Como en el siglo XIX, la época azteca se caracterizaba por una mayor
movilidad en la propiedad y el control de los recursos que las etapas anteriores
de la historia.. Los aztecas no sustituían a la aristocracia nativa con
miembros de su propia nobleza, sino que sobreimponían su dominio al de
la clase dominante tradicional. Así, el campesino de las regiones conquistadas
debía soportar una doble carga. Como consecuencia de la conquista
azteca, se le expropiaba al campesinado de las regiones conquistadas gran
cantidad de tierra y el pueblo sometido se veía forzado a cultivar no sólo
las tierras reservadas a su propia clase superior, sino también las del Estado
azteca y la nobleza aztecaJ /Al mismo tiempo, se les exigían múltiples
impuestos y diezmos de otros tipos. Estaban: forzados a proporcionar alimentos
y otros productos a los ejércitos aztecas que pasaban por sus territorios,
y estaban obligados a comerciar con los mercaderes aztecas en las
condiciones y precios impuestos por éstos.
Las quejas contra el dominio azteca que expresaban los gobernantes de
los estados conquistados contienen muy claras demandas campesinas. Éstas
fueron claramente expresadas por el gobernante de la ciudad totonaca de
Cempoala, cuando le contó a Hernán Cortés las extorsiones de los aztecas.
Este gobernante, llamado por los españoles el "cacique gordo" (eran incapaces
de pronunciar su nombre), les dijo a los españoles (según el conquistador
Bernal Díaz del Castillo) "que cada año les demandaba muchos hijos
e hijas para sacrificar, y otros para servir en sus casas y sementeras; y otras
muchas quejas, que fueron tantas, que ya no se me acuerda; y que los
recaudadores de Montezuma les tomaban sus mujeres e hijas si eran hermosas,
y las forzaban; y que otro tanto hacían en toda aquella tierra de la
lengua totonaque, que eran más de treinta pueblos". 8
Los estados rebeldes no sólo expresaban así las demandas campesinas
sino que la organización social de muchos de esos estados dominados por
los aztecas permitía que las clases inferiores aún tuvieran una fuerte influencia
en la toma d& decisiones. Según uno de los más fiables y conocidos
de los cronistas españoles, Alonso de Zurita, que describe la organización
social de los matlatzincas, un estado sometido a los aztecas, los reyes "trataban
tan bien a su gente y vasallos que siempre los llaman padres, hermanos
e hijos, según su edad, y tenían gran cuenta con su acrecentamiento, y cada
uno trabajaba de lo hacer mejor que su predecesor, porque el que se hacía
tirano, ahora fuese de los supremos, o de los otros, era ley que le desposeían
y elegían otro en su lugar; y los que dan esta relación dicen que
vieron uno desposeído porque gobernaba en daño de sus vasallos". 9
Incluso en aquellos casos en que el dominio de la clase superior estaba
más sólidamente entronizado, el-precio que las clases inferiores de la socie-
73

dad debían pagar si se levantaban contra los aztecas y eran derrotados era
tan alto (todos serían sacrificados a los dioses-en Tenochtitlan) que habría
sido muy difícil para los gobernantes provocar una sublevación sin estar
seguros del apoyo de esas clases; '..v>u^.< í> t;
Aun cuando no hay instancias documentadas de¿ rebeliones exclusivamente
campesinas o de las clases bajas en tiempos aztecas, hay por lo menos
dos ejemplos de rebeldía de las-clases inferioresjíaunque no de rebelión
abierta: Ambos'casos expresan la resistencia a>íluehar

que con frecuencia eran más indulgentes con los caciques que encabezaban
una rebelión que con los campesinos que los seguían.
En general, aunque faltan datos directos semejantes a los que documentan
el siglo XIX, creo que muchas de las revueltas contra el dominio azteca
se asemejan a las alianzas del siglo XIX, entre campesinos y caudillos regionales,
contra el dominio del gobierno federal con centro en el mismo valle
de México, tal como en la época prehispánica.
Los conquistadores aztecas expropiaban en gran escala las tierras comunales
o el trabajo comunitario. A veces, los señores aztecas se apropiaban
de tierras de los nobles o de los campesinos locales, de la misma manera
que lo harían sus equivalentes de los siglos XIX y XX. Otras veces, el Estado
azteca, aunque nominalmente dejaba la tierra en posesión de sus dueños
originales, los forzaba a trabajarla para el estado y a entregar sus cosechas
a Tenochtitlan. Como la mayoría de los gobiernos del siglo XIX, los aztecas
nunca lograron legitimidad a los ojos de muchos de sus subditos. Las revueltas
eran frecuentes y, como en el siglo XIX, a menudo las sublevaciones
de los caciques regionales se confundían con los movimientos campesinos.
De la misma manera que las revueltas del siglo XIX y principios del XX
culminaron finalmente en la Revolución de 1910, las frecuentes revueltas
contra los aztecas culminaron finalmente en la rebelión nacional que se
produjo en conjunción con la conquista española de México.
Según muchos investigadores, cuyas opiniones siguen siendo controvertidas,
las rebeliones rurales prehispánicas no se limitaron al periodo azteca.
J. Eric Thompson sugiere que los levantamientos campesinos pueden haberle
dado el golpe de muerte a la civilización maya clásica, en los siglos
VIII, IX y X. M Otros consideran que las revueltas rurales pueden haber tenido
similares consecuencias para la civilización teotihuacana. 15 Las revueltas
de los pueblos fronterizos hasta entonces subyugados probablemente contribuyeron
a la caída de Tula. Los datos principalmente arqueológicos que
existen no permiten ninguna conclusión definitiva a este respecto, y los hallazgos
son polémicos. Lo significativo es que Mesoamérica «(que abarcaba
en la época prehispánica el centro y el sur de México, así como parte de
Centroamérica) es la única región de América Latina donde los alzamientos
rurales son una posible fuerza motriz en este período histórico. No se
ha planteado seriamente ninguna hipótesis semejante para otras civilizaciones
prehispánicas del continente americano.
LAS REVUELTAS RURALES DURANTE EL DOMINIO ESPAÑOL
La única época que aparece como una excepción en cuanto a la cantidad, la
magnitud y la importancia de las sublevaciones rurales es la época colonial.
Aunque sí se produjeron levantamientos rurales; incluso a veces a escala
76
masiva, éstos se concentraron principalmente en la periferia de la Nueva
España. Las áreas centrales del país se mantuvieron mucho más estables y
tranquilas que nunca antes o después del dominio colonial.
Los conflictos armados que se produjeron en el campo durante la Colonia
se pueden dividir en tres tipos, cada uno de ellos específico de cierta región.
Primero, están las rebeliones locales que tenían por objeto corregir agravios
específicos de la administración, colonial, más que proponerse derrocar el
sistema colonial intoto. Este tipo de movimientos se encuentran en las regiones
centrales y el sur. Segundo, están los movimientos de los pueblos no conquistados,
que se resistían a los intentos de colonización de los españoles. Éstos
quedan confinados sobre todo a la frontera norte de México. Finalmente,
tenemos los levantamientos a gran escala, contra el sistema colonial en su
conjunto, de grupos que sólo habían aceptado superficialmente las normas
españolas y la religión cristiana, y, que buscaban restaurar algunos elementos
de lo que ellos consideraban que había sido el orden social, económico y
religioso prehispánico. Éstos solían producirse principalmente en la periferia
sur del país.
El tipo de revueltas relativamente locales y de objetivos restringidos que
caracterizó a las regiones centrales de México es objeto de un capítulo de la
notable monografía de William B. Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión en
las poblaciones coloniales mexicanas.' Como indica el título, este libro se centra
en la marginalidad y la inquietud sociales entre los habitantes de los pueblos
libres. Lo qué se puede concluir del examen de las insurrecciones ocurridas
en 142 pueblos que hace Taylor es que eran de pequeña magnitud, generalmente
confinadas a la comunidad de un pueblo en particular, y sólo raras veces
estaban encabezadas por forasteros. Solían ser muy espontáneas y suscitadas
por diversas cuestiones de índole muy local. Sólo ocasionalmente se referían
a disputas por tierras, y no estaban vinculadas de una manera evidente a los
ciclos agrícolas o a crisis económicas más generales. El estudio de Taylor se
refiere principalmente al siglo xvm; los trabajos de otros autores indican que
los levantamientos fueron mucho menos frecuentes en las regiones centrales
de la Nueva España durante los dos siglos precedentes. 17
¿Cuáles son las causas principales de los dos siglos y medio de relativa
pasividad rural en el México central, durante los cuales las sublevaciones se
limitan casi siempre a pequeños estallidos? Hay que tratar por separado dos
problemas. El primero se refiere,a las causas de la ausencia de una resistencia
armada contra los conquistadores españoles y de la relativa facilidad con que
establecieron su dominio en el centro de México tras la caída de Tenochtitlan.
El segundo se refiere a las causas de la prolongada pasividad del campo bajo
el dominio español-.
La primera pregunta es un tanto más fácil de responder que la segunda.
Una vez que la nobleza azteca .se hubo rendido a Cortés, los nobles de la
77

mayoría de los estados centrales de México, incluidos los del poderoso imperio
tarasco, que tan eficazmente se había resistido a los aztecas, hicieron
otro tanto. Esta aceptación del dominio español fue resultado de la aparente
superioridad militar española, y de que los¡ ¡españoles aseguraron-a la
nobleza local que podría conservar sus privilegios :e incluso gran parte de su
poder y de sus tierras; En los primeros años *después~de la Conquista, ésto
no fue una promesa vacía; Debido a su número relativamente'pequeño,los
españoles necesitaban aliados para mantener su poder en el centro de México.
Si los campesinos hubieran querido levantarse'contra los españoles,
habrían tenido que enfrentarse también a sus jefes tradicionales, muchos de
los cuales habían encabezado en otro tiempo revueltas rurales contra'los
aztecas, pero eran ahora aliados de los conquistadores. En cualquier caso,
no hay indicios de que los campesinos resintieran inclinados a sublevarse
contra los españoles, ya que éstos fueron percibidos al principio como liberadores
del yugo azteca, que muchos campesinos consideraban extremadamente
oneroso. Estaban acostumbrados a "pagar tributo a uña clase dominante,
de manera que las exigencias de tributo de los españoles fueron
aceptadas. Los españoles habían vencido y¡ portante se-consideraba que sus
dioses eran superiores, y la conversión al: cristianismo se convirtió en un
fenómeno de masas, tanto más fácil de aceptar cuanto que la Iglesia estaba
dispuesta a tolerar un alto grado de sincretismo: religioso: Las autoridades
colonialeSj al principio por lo menos, declararon ¡que aceptarían las estructuras
de propiedad; existentes; sólo aquellas tierras y propiedades pertenecientes
a los gobernantes aztecas serían confiscadas por los españoles. La
carga tributaria sería similar a la que pedían los aztecas. 18
Pronto quedó claro que los encomenderos españoles no estaban dispuestos
a aceptar las limitaciones en cuanto al servicio de los indios que les
imponía la Corona, y el nivel de tributos se volvió mucho más oneroso que
en tiempos aztecas, tal como observaron funcionarios españoles como-el
oidor Alonso de Zurita. 19 Sin embargo, los crecientes excesos de los conquistadores
no produjeron grandes estallidos de descontento campesino sino
hasta el siglo XViii y, sobre todo, el XIX. >; • > •
•Hemos visto ya que dos tipos de conflictos estaban íntimamente vinculados
a los levantamientos rurales en el periodo azteca y en los siglos xix y
XX: aquellos en que las élites luchaban entre sí movilizando a los campesinos
consigo, y aquellos en que las comunidades de los pueblos chocaban
con otras fuerzas. ¿Estuvieron presentes estos dos tipos de conflictos en la
era colonial? .•••••/•. ••/.;?.:
A diferencia de otras partes del imperio español, como Perú, no se produjeron
importantes conflictos armados entre la élite dé la Nueva España
hasta los últimos tiempos" del dominio español. El análisis de las causas de
esta" "armonía" nos llevaría fuera del tema de este trabajo.
78
Los conflictos del segundo tipo —entre los pueblos y otras fuerzas de la
sociedad (terratenientes, Iglesia, Estado, funcionarios locales, etcétera) — fueron
frecuentes durante la época colonial y, al final, muchos pueblos perdieron
las tierras y derechos tradicionales que habían conservado durante largo tiempo.
El hecho de qué estos acontecimientos produjeran pocas confrontaciones,
sólo localmente significativas, en el México central, se debe a ciertas características
especiales de la administración colonial española y ciertos efectos
singulares del dominio español sobre la sociedad indígena.
La época colonial puede haber sido la única época de la historia de
México, antes de la revolución de 1910, en que el Estado llevó a cabo un
esfuerzo consciente para proteger a las comunidades de los pueblos. Estos
esfuerzos, en que participaron importantes sectores de la Iglesia, reflejan el
temor común tanto de la Iglesia como del Estado a que la nobleza local
española, se volviera demasiado fuerte y por tanto demasiado independiente.
Tal vez otro factor todavía más importante fue el hecho de que
los- pueblos libres proporcionaban importantes ingresos fiscales tanto a la
Corona como a la Iglesia. 20
Como resultado, los indios podían buscar y, en ocasiones, obtener ayuda
tanto del sistema judicial español como del clero. Tal vez sea aún más
importante la legitimidad que adquirieron la Corona y la Iglesia a los ojos
de muchos indios gracias a-sus. esfuerzos por contener a los hacendados y
encomenderos. Durante largo tiempo, esta legitimidad constituyó un poderoso
obstáculo para cualquier ataque profundo contra el sistema colonial
español. La mayoría de las rebeliones estaban dirigidas contra los funcionarios
locales, y generalmente los indios estaban convencidos de que, si la
Corona conocía sus problemas, los remediaría.
En el primer siglo de dominación española, los esfuerzos de la Corona por
mantener la integridad de las comunidades de los pueblos pueden haber tenido
consecuencias más radicales. Estos esfuerzos condujeron a una especie de
reforma agraria instituida por las autoridades españolas. Durante el dominio
azteca, entre el treinta y el cincuenta por ciento de la población rural del centro
de México no tenía al parecer tierra propia y vivía fuera de las tradicionales
corounidades-pueblos. Estos campesinos sin tierras eran esclavos, siervos o
arrendatarios, que trabajaban para la nobleza o el Estado. Su número tendió
a disminuir en el primer siglo de dominio español y, gradualmente, muchos de
ellos fueron trasladados a los pueblos por los españoles, que les otorgaron
todos los derechos de propiedad comunal de la tierra.
Pero el factor más importante que inhibió cualquier tipo de sublevación
masiva de los indios fue la.catástrofe demográfica, enorme y sin precedentes,
que sufrieron los indios del centro de México. Woodrow Borah ha calculado
que, en un lapso relativamente corto, la población india del centro de México
disminuyó de cerca de veinte, a menos de dos millones de habitantes. Aunque
79

existen estimaciones más conservadoras, es evidente que a corto plazo muchos
resistentes potenciales murieron. Los que sobrevivieron estaban desorganizados
-su organización social tradicional había sido destruida— y desmoralizados
por la catástrofe. En contraste con la época azteca, y con los siglos XDC
y XX, la confiscación a gran escala de tierras comunales de los pueblos podía
ahora realizarse de forma "indolora", porque sus habitantes estaban muertos.
La presión demográfica al final de los tiempos aztecas había conducido al
cultivo de tierras marginales, cuyo rendimiento era con frecuencia bajo y estaba
sujeto a extremas fluctuaciones. Como resultado de la desaparición de la mayor
parte de la población rural azteca, se manifestaron dos tendencias contradictorias:
por una parte, la presión sobre los campesinos restantes para que
produjeran más y trabajaran más intensamente puede haber aumentado; por
otra parte, la escasez de mano de obra aumentó su valor y el tratamiento que
recibía la población rural, así como su nivel de vida, pueden haber mejorado.
Además, como resultado de la disminución déla población indígena, ésta se
concentró en las mejores tierras y ya no dependía tanto del cultivo de terrenos
marginales.
La consecuencia a largo plazo de ese colapso demográfico fue que, conforme
la población india se fue recuperando de la catástrofe y aumentando,
en el siglo xviii, las tierras otorgadas a los pueblos en los siglos xvi y xvn
resultaron a menudo insuficientes para mantener a una población ahora
numerosa. No había otras tierras disponibles para ellos, debido a la tremenda
expansión de las haciendas y de las posesiones de la Iglesia que había
tenido lugar entre tanto. a Esta nueva presión sobre la tierra, aunque sólo
fue uno entre muchos factores, explica en parte el aumento del número de
alzamientos rurales que culminaron en las guerras de independencia, a
principios del siglo xix. Una creciente inquietud rural se manifestaba en
todas las regiones indias del continente americano. Sin embargo, era menos
acentuada en el México del siglo xvin, por ejemplo, que en Perú, donde
estalló la mayor revuelta india de la historia en la segunda mitad del siglo
XVIU. Dos de los principales factores que tal vez impidieron que los levantamientos
mayorítariamente indios, como ése, se extendieran y se volvieran
regionales o incluso nacionales en México fueron t] la diversidad cultural,
lingüística y tribal de la población indígena y 2] las rivalidades que existían
entre esos grupos diferentes. Los nahuas nunca ocuparon en México la
posición preponderante que ocupaban los quechuas en Perú. Además, la
naturaleza del imperio azteca había sido tal que nunca pudo generar mitos
sobre un pasado glorioso, como los que tanto inspiraban a los revolucionarios
peruanos cuando pensaban en los tiempos incas.
Además de los habitantes de los pueblos, cuyos movimientos sociales ha
estudiado Taylor, hubo otros dos grupos en el campo que han sido objeto
de mucho menos estudios: los residentes de las haciendas y los que podría-
80 ,
mos llamar marginales. Durante la época colonial, los residentes de las haciendas,
o peones, como solía llamárseles, parecen haber consistido en dos
amplias categorías: los que vivían en fincas donde la mayor parte del trabajo
era realizado por residentes permanentes y los que vivían en fincas donde
esos peones residentes sólo constituían una especie de estructura mínima.
El primer tipo de finca, que durante largo tiempo se creyó
erróneamente que era el predominante en México, se concentraba en realidad
a lo largo de la. fronteranorte. 24 En el resto del país, la mayor parte del
trabajo de las haciendas era realizado por trabajadores eventuales que vivían
en los pueblos adyacentes o por trabajadores migratorios, generalmente
empleados solamente durante las temporadas de siembra o de cosecha. 25
Con frecuencia se ha supuesto que la mayoría de los peones eran peones
endeudados, y que la deuda era simplemente un medio que utilizaba el
hacendado para atar el peón a su finca. Sin duda, así era en ocasiones.
Pero en otros casos, la deuda representaba algo muy distinto: una especie
de bonificación que ofrecía un -hacendado para atraerse trabajadores en
épocas de escasez de manó de obra. En este último caso, la deuda era un
privilegio.. El estatus, de los peones podía por tanto variar desde el de criados
privilegiados hasta el de casi.esclavos. En las regiones centrales del
país, muchos peones pueden haber constituido una minoría mejor retribuida
que los trabajadores eventuales de los pueblos cercanos. 26 Tenían asegurada
la ayuda de las haciendas en tiempos de hambruna u otras catástrofes
naturales, y subsidios o préstamos de los propietarios de la hacienda para
sus ceremonias como bodas, bautizos, etcétera. En otros momentos 7 otras
regiones, especialmente en. el sureste de México, los peones vivían mucho
peor que los habitantes de los pueblos libres que habían conservado amplias
extensiones de tierras fértiles. En ambos casos, no puede sorprendernos
que los peones* de las haciendas fueran menos proclives a la revuelta
que los habitantes de los pueblos del centro de México. Por lo que toca a
los. criados privilegiados, los motivos de su actitud son evidentes. A los
otros los aislaban y controlaban eficazmente los propietarios de las fincas.
Tampoco hay pruebas deque los peones tuvieran más tendencia a rebelarse
en el norte de México. En las fincas situadas en la frontera india,
donde los peones residentes constituían el grueso de los trabajadores de la
hacienda, no eran una minoría privilegiada respecto de otros sectores de la
población rural del norte:. Sin embargo, el hacendado tenía otra forma de
asegurarse el control sobre ellos: dependían de las fuerzas armadas de la
finca para que los protegieran de los indios nómadas. A pesar del salvajismo
y la frecuencia de los ataques apaches, los Sánchez Navarro, que poseían
uno de los más grandes complejos agrícolas del norte, no armaban a
sus peones. 27 Contaban con la protección de una fuerza especial creada por
los terratenientes. Esto, evidentemente, disminuía de. un modo significativo
81
LL

su potencial de revuelta. En muchas haciendas del norte, en regiones como
Zacatecas, que no estaban amenazadas por los indios nómadas, las condiciones
laborales de los residentes parecen haber sido más favorables que en
el centro y el sur del pais. Esto puede haberse debido tanto a la escasez de
mano de obra como a la necesidad de atraer trabajadores de otras regiones
de México. Sin embargo, a fines del siglo xvm, un número creciente de
residentes de las haciendas del norte parecen haber desarrollado un nuevo
tipo de conciencia. Así lo atestiguan no tanto las rebeliones violentas como
el número cada vez mayor de peticiones presentadas ante las autoridades
coloniales. En esas peticiones, solicitaban su reconocimiento como pueblos
libres y pedían al gobierno español que les otorgara tierras propias, con
frecuencia pertenecientes a las fincas en que estaban trabajando. 28
Otro grupo social que también merece más atención de la que ha recibido
hasta ahora es el de los llamados marginales. Se trata de mestizos e
indios que dejaban sus pueblos, sobre todo en el siglo xvm, cuando como
resultado del aumento de población muchos no podían recibir tierras de sus
comunidades. Aunque algunos abandonaban definitivamente el campo y se
instalaban en las ciudades, otros vagaban hacia el norte. Algunos de ellos
constituyeron un proletariado semiurbano .que se desarrolló principalmente
en la región del Bajío. Estos hombres trabajaban parte del tiempo en las
ciudades y parte del tiempo en las grandes fincas, como trabajadores temporales.
Otros llegaron más al norte y recibieron tierras como colonos en
las colonias militares de la frontera escasamente poblada de México.
No-hay datos de que estos dos grupos marginales participaran en el tipo
de pequeñas insurrecciones de pueblos que Taylor describe. Pero los mineros
y los trabajadores temporales del Bajío llevaron a cabo amotinamientos
masivos, como el de 1767, que tuvo mucho en común con el alzamiento de
1810. Estos trabajadores semiindustriales iban a constituir uno de los elementos
centrales de las revoluciones nacionales'que sacudieron México tanto
en 1810 como en 1910. 30 Los marginales del Bajío se levantaron en 1810,
pero los colonos militares del norte permanecieron pasivos o incluso leales
a la Corona española. Un, siglo más tarde, los hombres de la. frontera norte
conformarían el núcleo de la revuelta en el norte de México, 31 mientras los
del Bajío permanecían en general pasivos.
Hasta aquí nos hemos ocupado de las rebeliones locales destinadas a
corregir agravios particulares y, como tales, confinadas principalmente a la
región central. El segundo tipo.de inquietud rural fue un movimiento de
resistencia, que encontramos principalmente en el norte y que surgió en el
curso de los intentos españoles por ampliar y consolidar su dominio. Los
conflictos y las luchas que se produjeron en la frontera norte de México
seguían un modelo diferente, eran de una magnitud distinta y evolucionaron
en una escala de tiempo enteramente distinta'que los del México central.
82
Al avanzar por el norte del país, los españoles solían encontrar una empecinada
resistencia. Las tribus del norte nunca habían sido conquistadas por
los aztecas u otros forasteros, ni estaban acostumbradas a pagar tributo a
una clase dominante. Nunca habían conocido nada comparable a la nobleza
de Tenochtitlan. Su existencia nómada les permitía soportar mejor las matanzas
españolas y renovar su resistencia incluso tras una aparente derrota.
Así ocurrió en las espectaculares guerras chichimecas, entre 1550 y 1600,
que constituyeron una grave amenaza al control colonial de la Nueva España.
32 La causa española no se vio favorecida por la escasez de colonos
españoles que quisieran dejar las zonas bien pobladas y ricas del centro de
México y ocupar los territorios recién conquistados, a la manera de los
angloamericanos que colonizaron Norteamérica al norte del Río Bravo.
Los esfuerzos iniciales de los españoles por vencer la resistencia de los
indios del norte se distinguieron por una excepcional brutalidad. Las formas
tradicionales de sometimiento, como la encomienda y el repartimiento,
fueron sustituidas por la esclavitud a gran escala, y por la deportación de
muchos indios para su venta en otras partes del país. Pero en el curso del
siglo XVII, reconociendo el fracaso de estas estrategias, los españoles adoptaron
una táctica nueva. Ésta se basaba en el uso de misioneros españoles,
que habían tenido mucho éxito en la implantación del dominio español en
el centro de México. Habían sido enviados allí para preparar el terreno
para el dominio secular español y el control de los indios por los encomenderos.
Los jesuítas y los franciscanos eran estudiosos, sacerdotes, maestros
y administradores. Aprendieron la lengua de los indios, los convirtieron al
cristianismo, les enseñaron los métodos de cultivo y las artesanías europeas
e introdujeron nuevos animales en los pueblos. Intentaron ganarse la lealtad
y la confianza de las élites tradicionales de los pueblos, y designaron a
miembros de éstas para ocupar cargos en las aldeas. Los indios no tenían
que pagar tributos, sino sólo mantener a los misioneros. Tras un periodo
inicial de por lo menos diez años, una vez que los indios "misionizados" se
consideraban pacificados y habían aprendido los rudimentos del cristianismo
y la civilización española, los misioneros del centro de México, muy a su
pesar, tuvieron que dejar paso a las autoridades civiles y el clero regular. 33
En la frontera norte, la estrategia misionera hubo de cambiar y adaptarse
a circunstancias completamente nuevas. Estaba claro para los jesuítas, los
franciscanos y finalmente las autoridades españolas, que en el norte las misiones
no podrían ser una etapa pasajera como habían sido en la región central Los
indios del norte nunca se someterían a las autoridades seculares españolas.
Los cambios que los misioneros tendrían que introducir en el estilo de vida
de los indios del norte serían mucho mayores que los que habían efectuado
en el México central para consolidar el control sobre sus pupilos. En el centro
del país, donde los indios eran sedentarios y residían en pueblos más grandes,
83

los misioneros no tuvieron que realizar traslados de población tan radicales
como en el norte, aunque en la época de la mayor mortandad de los indios,
los habitantes que quedaban en los diezmados pueblos podían ser concentrados
en una sola comunidad. Los indios del norte eran nómadas y vivían en grupos
pequeños. Los misioneros pensaban que sólo podrían controlarlos si los congregaban
en grandes poblaciones. Tras la conversión, ésta era la primera
exigencia que plantearon los misioneros a sus pupilos: que vivieran en las
misiones bajo la supervisión de un sacerdote jesuíta o franciscano. A continuación,
los misioneros procuraron modificar el modelo de subsistencia de los
indios. Allí donde los indios habían vivido de la caza y la recolección, se
introdujo la agricultura. Incluso para aquellas tribus que ya habían practicado
la agricultura, la vida cambió radicalmente. Se promovieron nuevos instrumentos
como el arado, y nuevos cultivos. Los misioneros llevaron ganado y animales
que los indios americanos precoloniales no conocían: vacas, caballos, cerdos,
etcétera. Cada familia recibió una parcela de tierra suficientemente grande
para alimentarse y se les permitía trabajarla durante cierto número de días
(tres días a la semana entre los indios yaquis de Sonora). A diferencia de los
indios del México central, los pupilos de las misiones no tenían que trabajar
para terratenientes o autoridades españoles. Pero los misioneros sí les exigían
que trabajaran las tierras comunales durante una cantidad específica de tiempo.
Los rendimientos de estas tierras se usaban para muy diferentes propósitos:
para sostener a los misioneros, para mantener a la población india en tiempos
de escasez y hambrunas, y para financiar las actividades de las órdenes religiosas
en otras partes del país o incluso en otras partes del mundo.
En el México central, tanto los misioneros como la Corona española
habían intentado debilitar y desmantelar cualquier autoridad india por encima
del nivel del pueblo. En el norte, donde no habían existido tales autoridades,
eran los misioneros quienes a menudo instauraron por primera vez
autoridades indias para los pueblos, o incluso tribales. Estas autoridades se
convirtieron en el medio a través del cual los misioneros procuraban gobernar
a sus pupilos. 34
En ocasiones, la estrategia de los misioneros obtuvo éxitos espectaculares,
a veces fracasos abyectos. En general, funcionó mejor que las anteriores
estrategias españolas de colonización del norte. Varios factores se pueden
considerar fundamentales para el éxito de los misioneros. El primero era el
grado de movilidad y dispersión geográfica de los indios que los misioneros
intentaban colonizar. Cuanto más nómadas y dispersos los indios, menos éxito
tenían ios misioneros. Ni los jesuítas ni los franciscanos se acercaron siquiera
a "misionizar" a los apaches o los comanches. La eficacia del control
dependía de que se lograra concentrar a la tribu en un número limitado
de lugares. El segundo factor era el grado de estratificación y centralización
social dentro de las comunidades o tribus. Cuanto más estratificada y centra-
h
lizada era la organización social de los indios, más probable era que los
misioneros pudieran encontrar aliados que les ayudasen a ejercer un control
social efectivo. Un tercer factor era el grado en que los misioneros lograban
proteger a sus pupilos del dominio de las autoridades seculares españolas y
del flujo de colonos españoles. Un cuarto factor era la incidencia de enfermedades
y epidemias. Al,congregar a los indios de caseríos muy distantes en
grandes poblaciones, los misioneros a menudo contribuían a la difusión de las
enfermedades. 35 Finalmente, estaban las consecuencias económicas de la intervención
de los misioneros.
La actuación de los misioneros entre los yaquis y los tarahumaras ilustra
muy bien la importancia de estos factores. Los yaquis vivían en el norte de
México, en la zona que penetraron los jesuítas a mediados del siglo xvii.
Tras breves luchas, a principios de siglo, con las tropas españolas, los propios
jefes yaquis llamaron a los misioneros y durante más de un siglo se
sometieron completamente a su control Aceptaron fácilmente las indicaciones
de los jesuítas para concentrar su población, dispersa en varios cientos
de las llamadas rancherías, en ocho poblaciones compactas. Aceptaron un
nuevo y complejo sistema de organización tribal. Los jesuítas implementaron
nuevos métodos, de agricultura intensiva y los yaquis adoptaron animales domésticos.
Se sublevaron sólo una vez durante la época colonial española, en
1740, y su revuelta fue de una duración e intensidad limitadas. De hecho
permitieron que los misioneros abandonaran vivos el territorio yaqui y que
volvieran una vez acabada la revuelta.
No puede decirse otro tanto de la actividad de los misioneros entre
los tarahumaras, que produjo algunos de los alzamientos indios más sangrientos
de la historia colonial española: en 1646, 1650, 1684 y de nuevo
en 1698. Muchos de los misioneros perecieron. Los campamentos fueron
desmantelados. Después del último de estos levantamientos, los tarahumaras
simplemente se desvanecieron en las montañas prácticamente inaccesibles
de la Sierra Madre. Sólo una minoría mantuvo los vínculos con los
misioneros.
La primera diferencia entreJas dos tribus fue su modelo de poblamiento.
Ambas habían vivido en rancherías muy dispersas, antes de la llegada de los
misioneros; pero las rancherías yaquis eran relativamente grandes y constaban
de varias familias, a veces hasta de varios cientos de personas. Las de
los tarahumaras rara vez trascendían los límites de una sola familia. La concentración
que los jesuítas trataron de imponer fue por tanto mucho más
extraña para los tarahumaras que para los yaquis. 36
Ambas tribus tenían una forma relativamente igualitaria de organización
social y ninguna había estado expuesta a ningún tipo de autoridad central.
Pero a diferencia de los tarahumaras, los yaquis habían conocido por lo
menos los rudimentos de una organización centralizada durante las épocas
84
m
85

de guerra con los vecinos indios mayos. Así, también la centralización era
más fácil de aceptar para los yaquis que para los tarahumaras.
Todavía más importantes fueron los beneficios económicos que proporcionaban
los misioneros. Aquí, las diferencias ecológicas tuvieron una importancia
decisiva. A lo largo de las riberas del río Yaqui, los misioneros
organizaron un sistema de agricultura intensiva mucho más productivo que
el que tenían antes los yaquis. Los nuevos cultivos y los animales domésticos
parecen haber mejorado significativamente el nivel de vida de los yaquis.
Entre los tarahumaras, las mejoras fueron-mucho más modestas, si es
que existieron. Debido a la topografía montañosa de gran parte de la región,
las posibilidades de realizar una agricultura intensiva eran mucho menores,
y la introducción de ganado por los españoles, lo mismo que algunos
nuevos cultivos, no compensaban a los indios por la pérdida de su tradicional
modo de vida nómada.
Pero lo más importante es que los misioneros sólo lograron proteger a
los yaquis de los ataques de los empresarios españoles. En cuanto los jesuítas
hubieron concentrado a los tarahumaras en grandes poblaciones, los
españoles forzaron a muchos de ellos a trabajar en las minas. Los jesuítas
intentaron oponerse a estos intentos, pero carecían de poder para ello. Los
yaquis fueron más afortunados que los tarahumaras, ya que no se descubrieron
minas en su región hasta principios del siglo XVIII. Como resultado,
al principio las poblaciones yaquis no se vieron muy afectadas por la llegada
de los pobladores y colonos españoles, y hasta el siglo xvm los yaquis
no fueron forzados a trabajar para ellos. 3 De hecho, cuando los españoles
finalmente se establecieron en la región yaqui e intentaron imponer a los
indios del noroeste el mismo tipo de trabajo forzado que habían impuesto a
los tarahumaras, los yaquis también se sublevaron.
Hacia el siglo XVín muchas tribus, como la de los conchos en Chihuahua,
habían sido exterminadas. Otras, como los tarahumaras, se habían retirado a
la espesura de las montañas de la Sierra Madre; Pero algunas hicieron finalmente
la paz con los españoles. Esto se debió en buena medida a los incesantes
ataques de los indios nómadas conocidos como apaches y comanches
contra los grupos indios más sedentarios y los españoles por igual. Los ataques
de los nómadas servían por una parte para impedir nuevos progresos
de los españoles hacia el norte y, por la otra, inducían a los españoles a
hacer ciertas concesiones a los grupos sedentarios para que éstos hicieran
frente común contra los nómadas. En 1778, Teodoro de Croix, el intendente
español que administraba la gran provincia fronteriza de Nueva Vizcaya,
estableció una serie de colonias militares que se convertirían en baluartes
contra los ataques apaches. Estos campamentos se basaban en un tipo de
igualdad racial desconocido hasta entonces en la Nueva España. Según el
decreto de De Croix, cualquiera que deseara establecerse en estas colonias,
86
1
ya fuera indio o blanco, recibiría tierra y ayuda de la administración colonial. 36
A cambio, debía permanecer por lo menos diez años en el campamento y estar
dispuesto a pelear contra los apaches. Así, se abría el camino para que muchos
indios obtuvieran los plenos derechos de los españoles en la frontera norte y
quedaran exonerados de los tradicionales trabajos forzados. El resultado de
estas medidas fue la creación en la frontera norte de un nuevo campesinado
libre, compuesto por blancos, mestizos e indios. Estos campesinos libres debían
sus tierras a las autoridades españolas y colaboraban con ellas en la lucha
contra los apaches. Cuando en la década de 1780, debido a un cambio en la
estrategia española, la administración colonial compró literalmente a los apaches,
otorgándoles grandes subsidios en alimentos y ganado y pacificó así
grandes sectores de la frontera, los vínculos entre los campesinos libres del
norte y la administración colonial se hicieron aún más fuertes. Por tanto, no
resulta sorprendente que, con algunas excepciones, estos campesinos no participaran
en las guerras de Independencia contra los españoles, a principios
del siglo XIX. Por el contrario, muchos de ellos pelearon en el ejército español
contra los revolucionarios. 39
El tercer tipo de conflicto rural, propio de la periferia sur de México durante
la época colonial, los alzamientos mayoritariamente indios de Chiapas y Yucatán,
generalmente impugnaban el sistema colonial en su conjunto, incluida su
base religiosa, aunque su número fue mucho menor que en el centro o el norte
de México. Los motines locales por objetivos más limitados no se producían
tan frecuentemente en la periferia sur de México como en el centro.
Una de la razones de su reticencia a recurrir a la lucha armada era que los
indios del sur tenían una alternativa que los del México central no tenían.
Podían retirarse a las remotas regiones selváticas, donde los españoles no
ejercían ningún control. No había tales santuarios potenciales en el México
central. Las revueltas que sí estallaron en el sur producían mucho más temor
entre los españoles que los motines localizados del centro. Aquellos movimientos
eran más amplios en su alcance que los del centro, y la conciencia tribal y
étnica desempeñaba un papel más central. Una de las instancias más dramáticas
de este tipo de revuelta fue la Rebelión Tzeltal de 1712, en Chiapas. La
disidencia religiosa había empezado a manifestarse entre los indios tzeltales
en 1708, cuando empezaron a venerar a un ermitaño que las autoridades
españolas consideraban demente. Ese año, el clero trasladó al ermitaño a un
monasterio; pero volvió solo dos años después y su influencia creció aún más.
Cientos de indios acudían a escuchar sus sermones. Esta vez, tanto la Iglesia
como las autoridades civiles decidieron deportarlo definitivamente. La deportación
fue realmente terminante, porque el ermitaño murió (nunca se han
aclarado las razones) al partir de Chiapas. Su muerte no puso fin a la disidencia
religiosa; por el contrario, surgió un movimiento milenarista nuevo y mucho
más fuerte. En 1712, una niña de trece años, María Candelaria, declaró que
87

había visto a la Virgen y que ésta le había hablado. Los indios del pueblo de
Cancuc, en donde vivía María Candelaria, levantaron un altar en el lugar donde,
según la muchachita, se le había aparecido la Virgen. Primero cientos y luego
miles de indios acudieron a orar ante el altar, y sus seguidores pidieron al clero
español que reconociera su legitimidad. Los frailes dominicos, que eran La
orden religiosa más influyente de Chiapas, se negaron a satisfacer estas solicitudes.
Considerando el altar como signo de herejía, intentaron destruirlo,
pero se vieron enfrentados a abiertas amenazas de rebelión y retrocedieron.
Sin embargo, su actitud había sembrado las simientes de la revuelta. Bajo el
liderazgo de uno de los caciques tzeltales, Sebastián Gómez, que más tarde
añadió el título "de la Gloria" a su nombre, el nuevo culto de la Virgen desafió
tanto la supremacía religiosa del catolicismo como la autoridad secular de
España. Gómez convocaba abiertamente a una guerra de exterminio contra
los españoles. Los ancianos del consejo de Cancuc proclamaban un nuevo
culto, afirmando que ahora no había ni Dios ni rey y que sólo debían adorar
y creer y obedecer a la Virgen que había bajado del cielo al pueblo de Cancuc
ordenándoles expresamente matar a todos los sacerdotes y curas, así como a
todos los españoles, mestizos, negros y mulatos, para que sólo los indios
quedaran en estas tierras, en libertad de conciencia, sin pagar tributos reales
ni diezmos eclesiásticos, y para extinguir totalmente la religión católica y el
dominio del rey. 40
Al principio, los indios rebeldes, que llegaron a sumar más de seis mil
hombres en el momento culminante de la revuelta, tomaron por sorpresa a
los españoles. Pero su éxito duró poco. Dos meses después llegaron a Chiapas
tropas españolas de Guatemala y del centro de México, aplastaron el
levantamiento y ejecutaron a los cabecillas.
En 1761, se produjo entre los indios mayas de Yucatán una revuelta de
menores proporciones que la de los tzeltales. Entre mil y mil quinientos
mayas encabezados por un profeta errante llamado Jacinto Canek se levantaron
contra los españoles en. la ciudad de Cisteil. 41 La sublevación nunca
traspuso los confines de Cisteil y fue reprimida por los españoles en pocas
semanas. Canek fue capturado por las autoridades coloniales y sometido
al castigo más cruel que éstos conocían: fue ejecutado en una plaza pública
y desmembrado antes de morir. Esta revuelta sigue siendo tenia de controversias.
Incluso el nombre de Canek ha suscitado diferentes interpretaciones.
Algunos lo consideran como su nombre real, otros como un sobrenombre
real itzá, autoadjudicado. Como tal, se había coronado rey en la iglesia de
Cisteil. Según el informe oficial del gobernador español, Canek llamaba a los
mayas a la revuelta alegando el comportamiento corrupto de los sacerdotes
cristianos, la tiranía de los españoles, el trabajo forzado y los pesados
impuestos y tributos, así como los azotes y encarcelamientos que sufrían los
indios. Prometía que varios miles de ingleses, que habían ocupado la región
88
más tarde conocida como Honduras Británica, vendrían en su ayuda, y decía
a los indios: "Muchos de vosotros moriréis en la batalla; no debéis temer vuestra
muerte eterna porque al ungiros con estos óleos que tenga y diciendo en el
momento de la unción, 'Dios el Padre, Dios el hijo, Dios el Espíritu Santo',
encontraréis abiertas las puertas del paraíso"; 42 El gobernador consideró el
levantamiento de Canek como parte de un plan más general en que muchos
sirvientes y peones indios de las fincas participaban para expulsar a los españoles
de Yucatán.
Otros historiadores consideran estas versiones como enormemente exageradas.
Para ellos, el mencionado plan era en buena medida una mentira
del gobernador español para encubrir su propia ineptitud. Todo habría empezado,
según una versión muy distinta, cuando, durante una pelea de borrachos,
los indios de Cisteil mataron a un comerciante español e intimidaron
a un sacerdote. Este último exageró los hechos fuera de toda
proporción, y una expedición punitiva acudió a Cisteil. Los catorce jinetes
españoles que entraron en la ciudad para castigar a los supuestos rebeldes
estaban tan borrachos que atacaron indiscriminadamente a la población civil
y, a su vez, fueron asesinados por los indignados indios. Según los defensores
de esta tesis, el gobernador (para ocultar su ineptitud) inventó la
historia de un alzamiento planeado por los mayas contra los españoles. 43
Cualesquiera que fuesen los orígenes de la rebelión, una vez que estalló
asumió dimensiones mucho mayores que las de los motines similares en el
México central y, a diferencia de lo que ocurría en el centro, inmediatamente
adquirió una dimensión religiosa y étnica. En este sentido, se asemejaba
al alzamiento de los tzeltales.
Es más fácil explicar las características de estas rebeliones que averiguar
por qué ocurrieron cuando ocurrieron. Una de las principales razones por
las que las rebeliones del sur tendían a ser de un carácter a la vez más
indígena y más religioso era que en el sur se habían establecido muchos
menos españoles que en el centro, ya que aquí no había minas. Debido al
escaso número de colonos españoles, el clero y los caciques indios ejercían
un grado mucho mayor de control sobre los indios que en otras partes de la
Nueva España. Dado que los indios de la periferia sur de México, a diferencia
de los de la frontera norte, siempre habían constituido una sociedad
altamente estratificada cuyas clases bajas estaban acostumbradas a trabajar
para una clase dominante, el clero ponía menos limitaciones a la demanda
de mano de obra india que en el norte del país. En consecuencia, el clero
suscitaba una hostilidad mucho mayor por parte de los indios que en otras
partes de México. En Yucatán, la tradición de autonomía religiosa también
estaba reforzada por el hecho de que, hasta fines del siglo XVII, algunos
indios mayas del remoto Peten habían logrado conservar tanto su independencia
política como su identidad religiosa. En Chiapas, asimismo, algu-
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nos indios habían logrado escapar al dominio español y conservar su cultura,
su religión y su autonomía huyendo a regiones remotas. La disidencia
social y religiosa también tendía a coincidir en el sur, debido al pequeño
número de mmigrantes españoles. Por está razón, la Iglesia solía asumir un
papel más cercano a las autoridades .seculares, a los ojos de la población
rural, que en muchas otras partes del país. (Sonto resultado, los conflictos
económicos y sociales conducían fácilmente a una confrontación con la
Iglesia, y con frecuencia se traducían en una disidencia religiosa.
Resulta menos fácil explicar por qué-se produjeron las revueltas de los
tzeltales y de Canek en el momento en que'se produjeron. En ambos casos,
algunos autores han supuesto que las revueltas se debieron a la sustitución
de obispos que habían sido hasta cierto punto sensibles a las demandas de
los indios por otros menos comprensivos.; •:;••.••"
Otros autores consideran que operaban fuerzas a más largo plazo. En
Chiapas, las epidemias estaban diezmando a la población y reduciendo el
número de contribuyentes a finales del siglo. XVII. Comot resultado, recaían
nuevas cargas en la población india restante. 44 En Yucatán, las tendencias
económicas a largo plazo pueden haber constituido la base de la rebelión.
No existen sin embargo indicios claros de que la ciudad de Cisteil sufriera
restricciones de ese tipo en el momento en que v se produjo la sublevación.
Los terratenientes españoles, cuyos intereses en la región habían sido hasta
entonces limitados, crearon grandes fincas azucareras en la parte sur de la
península durante el siglo XVIII y, por tanto, el tradicional acceso a tierras y
aguas para las comunidades de los pueblos se vio limitado. 45 En el México
central, estos ataques a las tierras indias habían sido hasta cierto punto
"indoloros",- porque se habían producido cuando la población india estaba
diezmada.-Pero no era ése el caso en el Yucatán del siglo xvm, de manera
que la oposición que engendraron estas medidas fue mucho mayor. Tal vez
un factor adicional que impulsó a Canek a sublevarse cuando lo hizo fue el
posible apoyo de los británicos. En 1761, Inglaterra estaba en guerra con
España y, como ya hemos dicho, los contrabandistas británicos de la vecina
Honduras Británica proporcionaron armas a Ganek.
Una de las diferencias más significativas entre los tres tipos de rebelión
característicos del sur, el norte y el centro de México es que las del sur
tenían muchas menos posibilidades de éxito que las del norte y el centro.
Los habitantes de los pueblos del México central que llevaban a cabo un
alzamiento o un motín para protestar por los abusos- de las autoridades
coloniales podían muy bien estar convencidos, sobre la base de otros casos
similares, de que, mientras reconocieran la legitimidad del dominio español,
las autoridades españolas podían ceder a sus exigencias. En general, así era.
En la mayoría de los casoSj como señala Taylor, las represalias eran escasas
y los abusos se corregían.
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En vista de la debilidad del dominio español en el norte y de su propia
tradición, de independencia, las-tribus norteñas que se sublevaban creían
que tenían buenas oportunidades de triunfar. En general, también estaban
en lo correcto. Los tarahumaras, cuyas revueltas fueron las más importantes
de la frontera norte» fueron repetidamente vencidos por el ejército español.
Sin embargo, la mayoría de ellos sí lograron eludir el control tanto de las
autoridades españolas seculares como de los misioneros y siguieron llevando
una vida apartada e independiente en las montañas de la Sierra Madre.
No había una base objetiva semejante para que los rebeldes de Chiapas
confiaran en triunfar, en 1712. En Yucatán, Canek tal vez tuviese más esperanzas
debido a la posible intervención británica. Pero las promesas británicas,
si fueron formuladas, serían vagas, y no existía ningún precedente en la
región maya de ningún éxito obtenido con la ayuda de los ingleses contra
los españoles. Pero aunque hubieran existido condiciones objetivas para algún
tipo de reconciliación con las autoridades coloniales, tanto los rebeldes
tzeltales -como Canek acabaron con ellas al crear una nueva religión y hacer
así irrevocable su ruptura con los españoles. Las expectativas y los cálculos
de tipo religioso tomaron el lugar de las expectativas y los cálculos basados
en la correlación de fuerzas. Jan Chiapas, los tzeltales creían que la Virgen
de la Candelaria los llevaría a la victoria, mientras que en Yucatán Canek
proclamaba «que cualquier maya asesinado por los españoles en la batalla
entraría en el paraíso.
CONCLUSIÓN: LOS ALZAMIENTOS RURALES EN EL
MÉXICO PRECOLOMBINO Y COLONIAL
En general y hasta fines del siglo xvii, la administración colonial española
logró conquistar y dominar México mucho más eficazmente que los aztecas.
Llevaron su dominio hasta el extremo norte y el extremo sur de México,
cosa que los aztecas nunca lograron, y su gobierno fue menos impugnado en
el México central que el de Tenochtitlan. El hecho de que los españoles
tuvieran mejores armas, medios de comunicación más modernos, caballos,
ganado y una tecnología agrícola más diversificada y en muchos aspectos
más productiva no tuvo una importancia decisiva a este respecto. En el siglo
XIX, el Estado mexicano tenía parecidas ventajas y, sin embargo, el grado de
control que ejercía sobre la mayor parte de México era mucho más débil
que el de sus predecesores españoles.
Varios factores explican la debilidad de la potencial resistencia india contra
España. El más destacado es la masiva mortalidad de los indios en los siglos
xvi y xvii; una vez que la población india empezó a aumentar, en el siglo xvm,
el número de revueltas también aumentó. Además, los españoles, a diferencia
de los aztecas, hicieron serios esfuerzos por indoctrinar a toda la población
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de sus colonias. Los gobernantes de Tenochtitlan nunca intentaron difundir
su religión en toda Mesoamérica. Los españoles, desde el primer día en que
desembarcaron en México, estaban decididos a convertir a la población al
catolicismo y tuvieron un gran éxito en su intento.
A diferencia de los aztecas, la administración colonial española logró
adquirir legitimidad a los ojos de las clases inferiores de la sociedad al
proporcionarles cierta protección frente a la nobleza y sus propios funcionarios.
Al mismo tiempo, hasta fines del siglo XViil, los españoles nunca
tuvieron que hacer frente al tipo de oposición de clase alta que sufrieron
los aztecas por parte de la nobleza de los pueblos sometidos. En México, a
diferencia de Perú, una parte muy grande de la nobleza indígena había
muerto durante las epidemias y la Conquista, o había sido desplazada por
los españoles y sustituida por nobles de origen peninsular. Así, las relaciones
entre la clase alta colonial española y mexicana no estuvieron al principio
caracterizadas por el tipo de conflicto étnico que caracteriza a las relaciones
de los aztecas con los gobernantes sometidos. Además, hasta fines
del siglo XVIII, la Corona española dio a sus nobles —en la práctica, aunque
no en la teoría— mucha libertad de acción política y económica.
En conjunto, el patrón que siguen las revueltas prehispánicas, especialmente
en tiempos de los aztecas, se asemeja mucho más al de los siglos XIX
y XX que las convulsiones sociales de la época colonial. Como sus equivalentes
de los siglos XIX y XX, las revueltas contra los aztecas fueron frecuentes
y de amplio alcance. Los campesinos se aliaban con los caciques regionales.
Las revueltas impugnaban la legitimidad del dominio azteca a la vez
que se oponían a las expropiaciones de tierras y las exigencias de tributo
por parte de los aztecas.
Durante la mayor parte de la época colonial, hasta el final del siglo XVIII,
se produjeron relativamente pocas sublevaciones en las áreas centrales de la
Nueva España. Éstas fueron extremadamente limitadas en su tamaño y su
alcance, y rara vez impugnaron la legitimidad del dominio español.
En los últimos años de la época colonial, las relaciones de España con su
colonia mexicana se deterioraron drásticamente, ya que las políticas adoptadas
por la Corona suscitaron un grado de oposición sin precedentes, tanto entre las
clases inferiores de la sociedad como en importantes sectores de su élite. En
los últimos años del dominio azteca se había producido una evolución en
muchos sentidos similar. Como los aztecas en vísperas de la conquista española,
la Corona intentó en sus últimos años aumentar sus ingresos imponiendo una
mayor presión financiera sobre sus subditos. Como sus predecesores aztecas,
intentó afirmar su autoridad sobre sus subditos y reducir considerablemente el
grado de autonomía que éstos disfrutaban. Moctezuma trató de imponer su
autoridad en la vecina Tcxcoco, que hasta entonces había sido una aliada en
buena medida autónoma. Las reformas borbónicas que la Corona española
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puso en práctica en la segunda mitad del siglo XVIII limitaban la autonomía de
que habían gozado muchas provincias de la Nueva España. En los últimos años
de su dominio, tanto las autoridades españolas como los gobernantes de
Tenochtitlan aumentaron significativamente la carga fiscal de sus subditos.
Además de estas medidas, tanto los aztecas como la Corona española parecen
haberse enemistado en sus últimos años con amplios sectores de la élite
mexicana al limitar su movilidad ascendente. Moctezuma decretó que los
guerreros que realizaran hazañas inusitadas en la batalla, y que tradicionalmente
podían ascender a los rangos de la clase superior, ya no podrían hacerlo. La
Corona española limitaba el acceso de los criollos mexicanos a los puestos de
poder en la Nueva España. Tanto los gobernantes de Tenochtitlan como los de
España se habían legitimado con el apoyo religioso. En los últimos años de sus
respectivos imperios, este apoyo flaqueó: en el México precolonial, con la
aparición de una nueva religión en Texcoco, y en la Nueva España, con los
crecientes conflictos con parte de la Iglesia y con la expulsión de los jesuitas.
En ambos casos, los factores demográficos exacerbaron las crisis de los respectivos
regímenes, aunque no de modo idéntico. El aumento de la población
probablemente se aunó a las hambrunas que azotaron México al final de los
tiempos aztecas. En la Nueva España, el crecimiento de la población india, para
la cual no había tierras comunales disponibles, precipitó la rebeldía rural.
Cuando estas crisis internas se combinaron con ataques desde el exterior
— la invasión de México por Cortés y la invasión de España por Napoleón — ,
los dos imperios sucumbieron bajo el peso de una sublevación general en la
que la población rural desempeñó un papel decisivo.
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