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LA CUMBRE QUE TOCA EL CIELO

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Entre el mar y la ciudad<br />

A partir de aquí la ruta se aplanaba, el basto y hermoso paisaje que se podía observar me hacía comprender que<br />

lo que estaba haciendo valía la pena, no podía rendirme ahora. Por momentos lograba visualizar a mi izquierda el<br />

Mar Caribe, a mi derecha la ciudad de Caracas. El viento soplaba y la vegetación comenzaba a cambiar nuevamente.<br />

A esa altura la naturaleza se vestía de colores más intensos, fuertes y llamativos. La belleza del lugar le<br />

rendía honor a su nombre…“La pradera”.<br />

Aguardaba el momento de llegar a nuestro destino. En<br />

repetidas ocasiones nos advertían que faltaba poco, recuerdo<br />

la frase “faltan dos míseras cuadritas” como si<br />

aun estuviera en la ruta. ¿Dos cuadras? Ni en el llano las<br />

cuadras son tan largas, quizá eran las ansias por llegar lo<br />

que hacia que el camino se hiciera eterno.<br />

Luego de casi dos horas de camino, estábamos muy cerca<br />

de la cima. El camino se estrechaba y los arbustos a ambos<br />

lados de la ruta obligaban a utilizar las manos para<br />

despejar el camino hasta que finalmente el paisaje se<br />

agrandaba de nuevo extendiéndose hacia el horizonte.<br />

Una basta área rodeada de montañas y rocas se presentaba<br />

frente a nosotros, estábamos en el “Anfiteatro” del<br />

pico Naiguatá, nuestro punto de acampada final antes de terminar de subir el Pico.<br />

Llegamos a este punto a las 12:05 del mediodía. Poder quitarse el morral luego de tanto tiempo y empezar a armar<br />

el campamento era un gran alivio. Me sentía fenomenalmente bien. Nos exigieron armar el campamento<br />

con nuestros binomios y los ojos vendados como una prueba más, eso no importaba, a este punto lo que importaba<br />

era disfrutar la experiencia. Luego almorzamos y descansamos durante más de dos horas mientras acomodábamos<br />

el campamento, además de recargar agua, nuestra gran aliada durante todo el trayecto. La mayor<br />

parte de este tiempo lo pase recostado en la carpa procurando recuperar la mayor cantidad de fuerzas.<br />

Camino a la cima<br />

Ya a 2700 metros de altura, faltaba poco para alcanzar la cima.<br />

Ya mucho más activo y con un gran peso menos encima<br />

(me refiero al morral), nos dispusimos a continuar el trayecto<br />

hacia el pico. Esta parte de la ruta venía dotada de características<br />

que no hacían más que magnificar la sensación de aventura<br />

propia de la ocasión. Las piedras blancas y escarchadas<br />

que simulaban hielo bajo una fina capa de niebla adornaban<br />

nuestro recorrido. Hizo falta escalar algunas rocas, y hasta servirnos<br />

de una soga para poder continuar ascendiendo.<br />

Luego de aproximadamente 15 minutos, por fin estábamos<br />

allí. Una cruz de metal cromado de aproximadamente dos metros<br />

se alzaba resplandeciente bajo los rayos del sol del atardecer para comunicarnos que lo habíamos logrado. El<br />

cansancio y el frio desaparecieron casi instantáneamente en el momento que pude, finalmente, pararme allí, a<br />

2720 metros, con la “sucursal del cielo” como postal. Caracas en el mejor de los atardeceres.<br />

PROYECTO VP012014 ASCENSO AL PICO NAIGUATA (Septiembre, 12, 13 y 14 de 2014)<br />

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