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cómo Dios las libertaba, como también de compartir muchos momentos<br />
emotivos, recordando el dolor y el tormento que habían<br />
sufrido. Pude aprender de cada uno de ellos, a medida que me hablaban<br />
acerca de su peregrinación espiritual. ¡Qué maravilloso es<br />
ver cuando Dios muestra su gracia abundante en nuestras vidas!<br />
Carolina, una estudiante de la Escuela de Teología Talbot,<br />
mecanografió el contenido original del manuscrito y lo puso en un<br />
disco. Ed Stewart ayudó enormemente en la primera edición. El<br />
equipo editorial de Harvest House me ayudó y apoyó mucho,<br />
como lo han hecho con todos mis libros.<br />
No hay dos personas que hayan sido más útiles en este ministerio<br />
que Jerry y Sally Friesen. Ellos son mis compañeros de ministerio<br />
y a quienes dedico este libro. Gracias por creerme y comprometerse<br />
con tanta fidelidad al Ministerio Libertad en Cristo.<br />
Los amo.<br />
Neil T. Anderson<br />
Para información concerniente a<br />
entrenamiento y material escriba a: .<br />
Freedom in Christ Ministries<br />
491 East Lambert Road<br />
La Habra, CA 90631<br />
95620691-9128<br />
E-mail: info@ficm.org<br />
Página de Internet: www.ficm.org<br />
lf'inalrnente libre!<br />
Hace algunos años estaba en una iglesia del sur de California,<br />
hablando acerca del movimiento de la Nueva Era. Mi versículo bíblico<br />
fue 1Timoteo 4:1 que dice: «Pero el Espíritu dice claramente<br />
que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando<br />
a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios». Después<br />
de finalizado mi mensaje, cuando me disponía a salir del<br />
templo, me vi rodeado de una gran cantidad de gente dolida.<br />
Más hacia el centro del templo, había una joven de veintidós<br />
años de edad, que desde finalizado el servicio lloraba de manera<br />
incontrolable. Varias personas trataron de acercarse, pero ella no<br />
se los permitía. Finalmente, uno de los líderes de la iglesia,atravesó<br />
el grupo de gente que me rodeaba y dijo: «Lo siento amigos,<br />
pero necesitamos al doctor Anderson ahora mismo».<br />
A medida que me acercaba a la joven, la oía decir entre sollozos:<br />
«¡Él entiende! ¡Él entiende!». Cuando logramos sacarla del<br />
templo, la llevamos a una oficina privada. Esperamos a que la joven<br />
se calmara y después, programé una cita con ella para la semana<br />
siguiente.<br />
Llegó el día programado, y Nancy llegó a la cita con el rostro<br />
marcado por feos rasguños, cuyas heridas estaban abiertas.<br />
-Me he estado rascando de esta manera desde la semana pasada<br />
y no puedo controlarlo -reconoció tímidamente.<br />
Nancy comenzó a describir su horrible niñez. Víctima de un<br />
padre abusivo y junto a una abuela que decía practicar la magia<br />
negra.