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Maquetación 1 - CLUB BERLIN (Buenos Aires)

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Lo mejor todavía está por llegar<br />

Desde Nadja Tiller a Florian Henckel von Donnersmarck: el cine alemán sigue<br />

cautivando a la imaginación argentina<br />

Los registros dicen que el cine alemán nunca fue de alcance masivo en nuestro país. Pero también<br />

es cierto que nunca estuvo del todo ausente, a pesar de sus éxitos esporádicos, sus eclipses y resurrecciones.<br />

Por supuesto, los cinéfilos más fervorosos conocen bien la historia, saben de la trascendencia<br />

del expresionismo y del aporte decisivo del movimiento que tuvo su origen en el Manifiesto de<br />

Oberhausen y siguen atentos el proceso renovador que ha llevado a la producción alemana a destacarse<br />

en Europa como la de mayor vitalidad y dinamismo. En ese circuito más o menos limitado,<br />

Friedrich Wilhelm Murnau, Fritz Lang, Emil Jannings o la película El Gabinete del Dr. Caligari, de<br />

Robert Wiene, son nombres tan familiares como Wim Wenders o Hanna Schygulla y hasta empiezan a<br />

hacerse conocidos los más recientes, como Fatih Akin y Daniel Brühl.<br />

Pero hablamos de un auditorio más vasto, el que aprecia la diversidad y busca en el cine algo distinto<br />

de las fórmulas probadas y el puro impacto que conforman el régimen de entretenimiento diario<br />

impuesto por el mercado. Ese público, el que aplaudió el ingenio sardónico y agridulce de Good Bye,<br />

Lenin!, el que algún tiempo antes había celebrado la ironía de Doris Dörrie (Hombres, hombres), y el<br />

que bastante más cerca en el tiempo se conmovió con la resistencia heroica de Sophie Scholl y se<br />

estremeció con la crudeza de Contra la pared, empieza a descubrir ahora que algún fenómeno alentador<br />

está sucediendo en el cine germano.<br />

Entre esos cineastas jóvenes y los consagrados que, como Volker Schlöndorff (El noveno día), conservan<br />

intacta su energía creativa, están haciendo un cine que apunta al drama humano por caminos<br />

variados, que aprovecha la lección de Rainer Werner Fassbinder y sabe afrontar con valentía la revisión<br />

del capítulo más negro de su historia, libre ya de los estereotipos en los que había quedado atrapado.Tan<br />

libre como para haberse atrevido a explorar el lado humano de Hitler en La caída, precisamente<br />

uno de los films que confirmó el interés de nuestro público por este renovado cine alemán.<br />

Tras la reunificación, cuya consecuencia fue una fértil y enriquecedora mixtura, y una vez superada<br />

la larga interrupción durante la década del 90, cuando la ausencia fue casi total quizá por obra de<br />

una influencia de Hollywood, que se percibió incluso en eficaces productos de exportación (Corre,<br />

Lola, corre), el actual es un momento promisorio para el cine alemán en la Argentina. Lo sustentan<br />

obras que buscan robustecer una cultura fílmica de rasgos nacionales, como corresponde a una tradición<br />

cinematográfica identificada con la obra de grandes artistas más que con los éxitos populares.<br />

Aunque también los hubo, como lo sabrán quienes recuerden, por ejemplo, los llorosos melodramas<br />

de Maria Schell (Mientras estés conmigo), el dulzón romanticismo de En una pequeña carpa, un gran<br />

amor o el retrato crítico del “milagro” contenido en Rosemarie entre los hombres, el film que lanzó a<br />

la fama a Nadja Tiller, la primera femme fatale alemana de posguerra.<br />

Por cierto, hubo que esperar bastante para este renacimiento de hoy. La muerte de Fassbinder en<br />

1982 coincidió con el comienzo de la declinación de los grandes autores que habían alcanzado su<br />

cumbre artística en los setenta. Con Wim Wenders (París, Texas), Volker Schlöndorff (El tambor de<br />

hojalata), Werner Herzog (El enigma de Kaspar Hauser) y el propio Fassbinder (Desesperación, Lili<br />

Marleen), por sólo nombrar a los más acreditados, el cine germano había ganado un público extenso y<br />

en buena medida juvenil, que reconocía voces personales, audacia creativa y, en el caso de Fassbinder,<br />

la voluntad de formular una suerte de crónica integral de su país.<br />

“El nazismo ha infectado nuestro pensamiento y contaminado el aire que respiramos, las palabras<br />

que pronunciamos y escribimos”, había escrito Heinrich Böll; Fassbinder quiso reaccionar contra ese<br />

maleficio y por eso intentó, como algunos de los colegas de su generación, trazar un mapa de la realidad<br />

histórica, política, social y cultural del país e invitar a reflexionar sobre la identidad alemana.<br />

Los cineastas responsables del florecimiento de hoy también lo hacen, aunque no haya un programa<br />

común que los anime. En general, prefieren hacer films pequeños, de presupuestos no demasiado elevados<br />

(La caída o En un lugar de África son excepciones) y llegar al público hablándole de su experiencia<br />

y de su realidad en un lenguaje accesible y con la vista puesta, sobre todo, en lo humano.<br />

Como lo hace La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck, la última joya de la colección,<br />

que también se ha convertido en éxito. Como para pensar que lo mejor todavía está por llegar.<br />

Posters de las películas alemanas<br />

que ultimamente impactaron en<br />

la Argentina.<br />

Fernando López<br />

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