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El Ciervo 750 Enero/Febrero 2015

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<strong>El</strong> Papa imprevisible<br />

jordi pérez colomé<br />

La noche anterior al vuelo, el piloto hizo llegar al<br />

papa Francisco su preocupación. Tenían que volar<br />

al día siguiente a Tacloban (Filipinas), uno de los<br />

centros del tifón Yolanda en noviembre de 2013 y que<br />

dejó más de 7 mil muertos. Ahora se acercaba otro tifón<br />

y el piloto no lo veía claro: “Ir hasta allí es el principal<br />

motivo por el que he venido. Debemos ir sea como sea”,<br />

dijo el Papa. La comitiva vaticana debía estar 8 horas en<br />

Tacloban, pero fueron solo 4 por miedo al tifón. Pero<br />

fueron.<br />

Una vez en Tacloban, Francisco hizo algo que los<br />

líderes de este mundo hacen poco: dejó de lado el discurso<br />

preparado. Pidió permiso para hablar en español<br />

–“tengo un buen traductor”, dijo– y dejó las palabras<br />

escritas para decir lo que le saliera. <strong>El</strong> Papa había<br />

hablado con 30 supervivientes, entre ellos una mujer que<br />

había perdido a su marido, su hermano y cinco hijas.<br />

Francisco dijo a la multitud congregada: “No sé qué<br />

deciros. Tantos de vosotros habéis perdido a miembros<br />

de vuestra familia, así que me quedaré callado y caminaré<br />

junto a vosotros con mi corazón en silencio”.<br />

Llovía tanto que el Papa y su comitiva se pusieron el<br />

mismo poncho amarillo que llevaban todos los asistentes<br />

a la misa -la seguridad no permitía paraguas. <strong>El</strong> paseo en<br />

el coche para saludar fue bajo un diluvio. Quedaron tan<br />

mojados que pidieron a la tripulación del avión al volver<br />

a Manila que quitaran el aire acondicionado.<br />

Horas antes del vuelo a Tacloban, el Papa había escuchado<br />

el discurso de, entre otros, una niña de 12<br />

años, Glycelle Aries Palomar. La niña le preguntó al<br />

Papa por qué Dios permite que los niños sufran y caigan<br />

en drogas y prostitución. A ella una ong local la había<br />

rescatado de las calles. <strong>El</strong> Papa le dijo que el núcleo de<br />

su pregunta no tenía respuesta: “Solo cuando el corazón<br />

puede preguntar y llorar, entendemos algo”, dijo. Ese<br />

algo, claro, sigue siendo poco. Ese nivel de sufrimiento<br />

sin sentido no tiene respuesta. Pero el confort que<br />

da una presencia y el silencio en casos así es el único<br />

“algo” posible. Para eso fue el Papa hasta las Filipinas<br />

y Tacloban.<br />

Nos hemos acostumbrado rápido a un Papa así.<br />

Dice las cosas por su nombre, con una naturalidad rara<br />

en un cargo como el suyo. Durante el viaje a Sri Lanka<br />

y Filipinas, hubo dos momentos en que la luna de miel<br />

papal con el mundo tropezó. Primero, dijo que la libertad<br />

de expresión debe tener límites y pareció incluso<br />

justificar una respuesta violenta, y segundo, celebró las<br />

ideas sobre anticoncepción de Pablo VI en su Humana<br />

Vitae. Son dos temas siempre delicados para la Iglesia.<br />

Una parte del mundo musulmán cree que la libertad<br />

de expresión es una farsa que se ha inventado<br />

Occidente para ridiculizar el islam. Con otros asuntos –<br />

racismo, difamación, negación del Holocausto, apología<br />

del terrorismo–, la libertad de expresión tiene límites.<br />

Parece que con el islam no sea así. Pero cada país tiene<br />

leyes que sus gobiernos han puesto y unos tribunales a<br />

los que recurrir. La Organización para la Cooperación<br />

Islámica, con 57 miembros y sede en Arabia Saudí, ha<br />

anunciado que estudiará las leyes francesas y europeas<br />

para ver si pueden llevar a Charlie Hebdo a los tribunales.<br />

Es el camino. <strong>El</strong> Papa mezcló –que no comparó– el<br />

terrorismo de París con un puñetazo contra alguien por<br />

insultar a la madre. Fue desafortunado y el Vaticano<br />

corrió a corregirlo.<br />

<strong>El</strong> papa Francisco no cambiará, dice, la doctrina de<br />

la Iglesia en anticoncepción. Pero pidió a los sacerdotes<br />

que oigan confesiones sobre el asunto que sean “muy<br />

generosos”. Es el camino razonable. La Iglesia no cambia<br />

su percepción de la familia al mismo ritmo que los<br />

gobiernos o tribunales civiles. Pero dentro de la doctrina<br />

hay más margen del que parece: un argentino de ascendencia<br />

italiana es una persona ideal para entenderlo. La<br />

Iglesia puede dar también más papel a las mujeres sin<br />

ordenarlas sacerdotes ni convertirlas en cardenales. Hay<br />

margen para acompañar, para hablar, para ayudar dentro<br />

de esta Iglesia.<br />

La pregunta siguiente es obvia: si hay tanto margen,<br />

por qué no se cambia. La Iglesia no es una persona.<br />

Nada es fácil y se puede perder más en un movimiento<br />

brusco que en cien saltos diminutos. Es una institución<br />

humana. Los humanos sabemos hablar bastante. En<br />

seguida tenemos opiniones profundas. <strong>El</strong> mismo papa<br />

Francisco es un ejemplo. Cuando le preguntan algo<br />

que sabe, responde. Puede equivocarse, puede exagerar,<br />

puede quedarse corto. Puede por tanto impulsar<br />

cambios en la Iglesia, apuntar a otro camino que él cree<br />

mejor. Pero no es infalible y sabe guardar silencio. Será<br />

su mejor legado. Mientras, no es aburrido verle. De<br />

pocos políticos puede decirse lo mismo. <br />

Editorial ˜ <strong>Enero</strong>-<strong>Febrero</strong> <strong>2015</strong> 5

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