VE-14 JUNIO 2015
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Número <strong>14</strong> – Junio <strong>2015</strong>
Evelyn Carell (Valencia) - http://evelyncarell.artelista.com/<br />
© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o<br />
ilustraciones publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus<br />
respectivos autores (aunque en algunos casos no se citen los nombres)<br />
Portada: Sin título – Rene Schute (Alemania)<br />
http://www.reneschute.com/<br />
Diseño y edición: Rafa Sastre<br />
Colaboraciones: revistave@hotmail.com<br />
«Un libro abierto no acabará con la guerra ni podrá alimentar a<br />
cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces,<br />
cambiarlas»<br />
Paul Auster
Índice<br />
Lento pero viene (Rafa Sastre) Pág. 1<br />
Señor Juez (Lidia Castro) Pág. 3<br />
Sombra (Marga Alcalá) Pág. 5<br />
Un cuento chino (Lu Hoyos) Pág. 7<br />
Réplica y dúplica (Germán Repetto) Pág. 11<br />
El cerezo (M. Luisa Pérez) Pág. 13<br />
Abducción (Concha García) Pág. 15<br />
Elson Ámbulo (Marisol Santiso) Pág. 17<br />
Una oveja, un perro de lanas<br />
o un dragón (Marisa Martínez) Pág. 19<br />
Haiku (Marga Alcalá) Pág. 21<br />
Tablas (Nicolás Jarque) Pág. 23<br />
De aquí, de allá, de ti… (Alejandro Ramos) Pág. 25<br />
Soledades (Andrés Amat) Pág. 27<br />
Hormiga plateada y<br />
el pájaro más negro (Esther Moreno) Pág. 29<br />
Una noche horrorosa (Jorge Martínez) Pág. 31<br />
Viento en contra (Aldana Giménez) Pág. 35<br />
Albufera (Jorge Richter) Pág. 37<br />
El sublégrafo (José Luis Sandín) Pág. 39<br />
El vals de la curación (Aziza Akherraz) Pág. 41<br />
Reflexiones de un pedazo de carne (Santiago Herrero) Pág. 43<br />
La viuda (David Rubio) Pág. 45<br />
Domingos (Pepe Sanchis) Pág. 47<br />
Realidad literaria (Marco A. Torres) Pág. 49<br />
1902 (Rubén Vázquez) Pág. 51<br />
La vida a medias (Luisa Berbel) Pág. 53<br />
Su memoria perdura (Isabel Garrido) Pág. 55<br />
A puerta fría (Javier Vayá) Pág. 59<br />
Brandon 581 Serie C (Amparo Hoyos) Pág. 63
Un camino (Rafa Sastre) Pág. 65<br />
Nostalgia (Lucho Bruce) Pág. 67<br />
Un ruego al cielo (Eva C. Franco) Pág. 69<br />
El fantasma del Viaducto (Vicente Carreño) Pág. 71<br />
Entre sombras (Sarah Martínez) Pág. 75<br />
Manifiosten de Kartofen del s. XXI (Gabriela Pavinski) Pág. 77<br />
El divorcio (Pilar Descalza) Pág. 79<br />
El plagio (Vicente Montemayor) Pág. 81<br />
El milagro de la Primavera (Matilde Lledó) Pág. 85<br />
A la sombra del ciruelo (Rosi Serrano) Pág. 87<br />
Cómo duele el olvido… (Alicia Muñoz) Pág. 91<br />
No te detengas (Adrián García) Pág. 93<br />
La última calada (Lucía Uozumi) Pág. 95<br />
Baby I’m Gonna Leave You (Christine Carcosa) Pág. 98
Lento pero viene<br />
Lento pero viene<br />
el futuro se acerca<br />
despacio<br />
pero viene<br />
Ya lo decía Benedetti: el futuro es lento pero viene, se aproxima<br />
despacio cada día que pasa y ahora, por fin y parece que de verdad,<br />
tiene buen aspecto. Porque resulta cada vez más evidente que los<br />
ciudadanos no deseamos un futuro falso, ese rosa sobre negro<br />
rebosante de infinitos pero invisibles brotes verdes, siempre a<br />
beneficio de unos pocos. Preferimos un futuro real, bien coloreado y<br />
muy participativo. Un mundo en el que las personas cuenten más que<br />
la macroeconomía, el arte y la cultura más que el índice del IBEX, la<br />
solidaridad más que la competitividad. Un mundo donde la<br />
sensibilidad se cotice siempre al alza, al margen del valor de la prima<br />
de riesgo o del Producto Interior Bruto. Necesitamos rentabilizar la<br />
ilusión del pueblo, invertir en felicidad soltando esos pesados lastres<br />
de la corrupción, la especulación y la intolerancia. Sigamos<br />
intentándolo, alcanzar o que nos alcance ese futuro sin duda habrá<br />
valido la pena.<br />
--------------------<br />
En este nuevo número damos la bienvenida a Gabriela Pavinski<br />
y Andrés Amat, a quienes agradecemos su participación.<br />
Y antes de terminar, una frase de Jacques Delille (1738-1813),<br />
poeta francés: «El arte de escribir consiste en el arte de interesar».<br />
Sed indecentemente felices. Hasta Julio.<br />
Rafa Sastre<br />
1
Untitled – J A Helminen (Finlandia) http://immanuel.deviantart.com/<br />
2
Señor Juez<br />
Dardo Paz Muñoz se despertó. Otra noche de sueño<br />
entrecortado. Habían pasado tres años desde que su mujer aceptó ese<br />
puesto de ingeniera en la Shell y tan sólo uno de que comenzaron sus<br />
viajes al interior supervisando trabajos de extracción. No podía<br />
acostumbrarse a dormir solo. Recordó el «…sin ti mi cama es ancha»<br />
y le agregó fría. Pero reconocía que una mujer profesional necesitaba<br />
algo más que ocuparse del hogar y de las reuniones sociales. Todavía<br />
más ahora que los hijos eran grandes y más independientes.<br />
Se levantó, se duchó, eligió un traje y una buena corbata. Se<br />
vistió y bajó al comedor diario donde la mucama tenía listo el<br />
desayuno. El aroma a café y tostadas recién hechos lo reconcilió con<br />
la rutina. A las 9 saldría como todas las mañanas para la Corte.<br />
—Señor, le llegó un sobre. Es raro… sin remitente. Lo puse con<br />
las otras cartas.<br />
Con el attaché en la mano pasó por el escritorio. El magistrado<br />
tomó el sobre escrito con prolijidad a mano y sin estampilla de la pila<br />
de correspondencia. Únicamente decía: Señor Juez. Lo abrió<br />
cuidadosamente dando por hecho el contenido, aunque con cierta<br />
intriga por haberlo recibido en su domicilio particular. Leyó:<br />
Nada fue ni es impulsivo en mí. Medito cada palabra y planeo<br />
cada acción. Soy el único responsable. A nadie más se debe culpar de<br />
esta muerte. Las emociones han arrebatado a veces mi lucidez pero en<br />
corto tiempo veo todo tan claro que no puedo apelar en este caso a un<br />
crimen pasional. No, no lo es. Todo fue meticulosamente llevado a cabo.<br />
Es una historia de amor. Pero también es el relato de una traición que<br />
no pude soportar. Fui educado como buen creyente y he seguido los<br />
mandamientos durante cuarenta y tres años de vida. Me enamoré y creí<br />
3
haber encontrado a la mujer que me iba a acompañar hasta la muerte.<br />
De mi parte, dos años de amor incondicional. Dos años de felicidad<br />
únicos e irrepetibles. Le fui fiel y respeté todos sus deseos, aun aquellos<br />
que me eran incomprensibles, como sus desapariciones por varios días<br />
sin comunicarse para nada, o la negativa a presentarme por ahora a su<br />
familia. Después de cada noche juntos iba al confesionario a recibir el<br />
perdón. La semana pasada me atreví, por fin, a proponerle matrimonio.<br />
Ella me pidió unos días para pensarlo y tomar una decisión. Ayer,<br />
llorando por primera vez, admitió que todo había sido una cruel<br />
mentira. Que estaba casada hacía veinte años y tenía hijos. Primero me<br />
quedé perplejo, me tragué la ira, me tranquilicé. Sin decir una palabra,<br />
con frialdad, midiendo el tamaño de mi pecado y su terrible infamia,<br />
puse raticida en el café de Patricia, su esposa, Sr. Juez. No fue una<br />
muerte serena, como comprenderá. Pero murió como merecía. Cuando<br />
lea esta carta su cuerpo estará todavía acá en mi departamento, junto<br />
a la mesa sobre la que escribo. No pido clemencia. Lo espero. Venga con<br />
la policía.<br />
Abajo, como posdata figuraba el domicilio.<br />
Al terminar la carta, el juez recordó desgarrado las ocasiones en<br />
que su mujer había viajado «por cuestiones laborales», como ayer por<br />
la mañana y las cenas inusualmente silenciosas que atribuía al<br />
cansancio. Recorrió imperturbable una vez más el texto; abrió un<br />
cajón del escritorio de caoba, sacó el revólver, constató que tuviera<br />
balas, lo apoyó firmemente junto a su brazo derecho y en una hoja<br />
comenzó a escribir:<br />
Señor Juez.<br />
Lidia Castro Hernando (Mar del Plata, Argentina)<br />
4
Sombra<br />
Fotografía de la autora<br />
Qué es más el cuerpo que anda<br />
que la sombra que refleja?<br />
Qué es más el mar infinito<br />
que la ola que dispersa?<br />
Qué es más la nube en la noche<br />
que el cielo que la sustenta?<br />
Qué es más la verdad oculta<br />
que este sueño que me enreda?<br />
Marga Alcalá (Valencia)<br />
http://comolaspiedrasoelviento.blogspot.com.es/<br />
5
De un libro de 1896 - Internet Archive Book Images<br />
https://www.flickr.com/photos/internetarchivebookimages/<br />
6
Un cuento chino<br />
La han sacado del río inerte. Chen Xingwu, por primera vez en<br />
su vida, deja que unas lágrimas resbalen por la arrugada piel de su<br />
rostro viril, curtido de soles al son de su pala cavando la tierra, en su<br />
interminable lucha por labrar una cosecha. Lili, su adorada niña de<br />
quince años, yace muerta en el suelo, devuelta por las sedientas<br />
aguas del río Amarillo, el turbio y terrible «río de barro» que devora a<br />
su paso bosques y praderas. La gente se arremolina en torno a ellos.<br />
Por todas partes deambula el dolor y el miedo<br />
Es tiempo de lluvias en la árida meseta de Loess, situada en las<br />
entrañas de la profunda China. Pedazos de tierra mojada se deslizan<br />
hacia el río. Chen Xingwu le cierra los ojos a su hija, la limpia de lodos<br />
y la acaricia apretándola contra su pecho mientras llora inconsolablemente.<br />
Le costó decidirse a aceptar a esa niña. En 1986 se había casado<br />
con So Young, una joven coreana a la que había comprado en el<br />
mercado de novias a un vendedor itinerante, después de ahorrar<br />
durante mucho tiempo. Era demasiado pobre y las familias de las<br />
pocas jóvenes que quedaban en la zona no permitían entregar a sus<br />
hijas a alguien que no les asegurara un futuro digno.<br />
Las mujeres escasean por esta zona desértica, un denso<br />
laberinto de cañones erosionados, con pequeñas aldeas encaramadas<br />
en colinas, a las que no hay acceso por carretera y donde no llegan los<br />
cambios que agitan a la moderna China. Los jóvenes huyen a las<br />
ciudades en busca de una vida mejor.<br />
Una vez celebrada la modesta boda, fueron a vivir a una<br />
pequeña aldea, Chenjiayuan, donde habitaron una cueva horno que<br />
les protegía de los fríos inviernos y de los ardorosos veranos.<br />
7
So Young padeció en sus carnes el desgarro de la posesión sin<br />
miramientos por parte de aquel, su esposo, que la tomaba para saciar<br />
su deseo y volcar su semen en ella en busca del ansiado varón que<br />
perpetuara su nombre y asegurara un futuro a su familia. Pero el<br />
destino, ciego a sus intenciones, le había dado tres hijas. Las dos<br />
primeras fueron arrebatadas por Chen Xingwu, recién salidas del<br />
vientre de su madre. Ella no llegó a verlas, los dolores del parto le<br />
habían provocado un estado de semiinconsciencia. Sólo él supo de su<br />
suerte.<br />
Pero la tercera vez, cuando So Young sintió a su bebé intentando<br />
abrirse paso a través de sus entrañas, puso todo su empeño en<br />
mantenerse despierta. Gritó con todas sus fuerzas ante cada nueva<br />
contracción procurando mantener el control. La vio salir encogida,<br />
ensangrentada, y con un tono azulado en su piel. Se aferró al<br />
cuerpecito de su niña y no consintió que se la arrebataran, se pasó<br />
meses con la pequeña asida a su pecho día y noche, amamantándola y<br />
acariciándola, sin importarle nada más. Su esposo, Chen Xingwu,<br />
creyó que había perdido la cabeza y aceptó resignado su férrea<br />
decisión.<br />
Con el tiempo la niña, que poseía la hermosura de las flores de<br />
loto y la alegría de los pajarillos, llenó de contento la austera vida de<br />
los esposos, que trabajaban incansablemente para poder alimentarla.<br />
Pero de nada les había servido su gran esfuerzo para sacarla<br />
adelante en medio de tantas luchas y privaciones, ni tampoco el tigre<br />
de arcilla de grandes ojos y salientes mejillas, que habían colgado a la<br />
entrada de su vivienda para que los protegiera de los malos espíritus,<br />
les evitara desastres y les asegurara la paz y el bienestar. Todo había<br />
sido en vano.<br />
Cuando las voces de la desgracia llegan a los oídos de So Young,<br />
queda sumida en un profundo letargo, del que ningún remedio<br />
parece capaz de sacarla. Después de varios días empieza a reaccionar<br />
8
pero ya nunca vuelve a ser la misma, la tristeza se convierte en su<br />
inseparable compañera.<br />
No muy lejos de allí, Yang Husheng se llena de alegría al<br />
enterarse de la noticia de la joven ahogada, que corre de aldea en<br />
aldea. Hace tiempo que está en deuda con el cadáver de su hijo,<br />
muerto a los doce años en un trágico accidente. De tanto en tanto, se<br />
le aparece mientras duerme reclamando su deseo, él le contesta que<br />
sea paciente, que lo conseguirá. Tiene la obligación de hacerlo feliz,<br />
de completarlo ofreciéndole una esposa para que no esté solo en la<br />
otra vida. Está en contacto con los traficantes de cadáveres de la zona<br />
y sabe que su fortuna le permitirá ser el primero que consiga un<br />
cuerpo joven para darle una esposa a su hijo. Su deber de lealtad para<br />
con él así lo exige.<br />
Realizados los tratos, gracias a los mediadores, por fin llega el<br />
día. En primer lugar, se procede a la exhumación del cadáver del<br />
joven Yong para efectuar el rito del minghun o matrimonio en el más<br />
allá. Sitúan juntos los dos ataúdes mientras una banda de músicos<br />
interpreta una marcha fúnebre. La obstinada lluvia sigue<br />
acompañando la funesta boda. La gente se conmueve, brotan las<br />
lágrimas, se toman de la mano…<br />
Yang Husheng, agradecido, le ofrece a So Young un anillo y unos<br />
pendientes de oro, además de los dos mil yuanes que les había dado<br />
el traficante de cadáveres. Terminada la ceremonia, a la que los<br />
padres de la novia asisten como sumidos en una amarga pesadilla,<br />
vuelven a su casa y a sus miserables vidas.<br />
So Young entra sonámbula en la cueva seguida de su esposo,<br />
como una autómata ordena la vivienda hasta que todo ocupa<br />
exactamente su lugar. Después se dirige a la cocina, busca un<br />
pequeño frasco de láudano que tiene oculto en un armario y se<br />
dispone a preparar la comida sumida en un profundo silencio. Vierte<br />
el líquido cristalino y lo mezcla cuidadosamente con los alimentos;<br />
9
después prepara la mesa, le ofrece a su esposo su plato y ambos,<br />
sentados frente a frente, comen despacio, se miran por última vez sin<br />
esperanza, relajados ya. La sobremesa dura una eternidad…<br />
Lu Hoyos (Valencia)<br />
http://inventariodelucrecia.blogspot.com.es/<br />
10
Réplica y dúplica<br />
Imagen aportada por el autor<br />
Hola, viejo, ¿cómo estás? Aprovechaste mi ausencia para<br />
esconderte en tu mar, refrescar tu seca piel entre la espuma traviesa<br />
de sus olas salpicar, ahogar tus penas en sal, clamar tus tristes<br />
poemas tan fuertemente salobres como esta injusta venganza de<br />
prohibirme el recordar.<br />
Treinta años me susurran que yo te dejé olvidar, que mereciste<br />
otra cosa antes que negarte hasta el pan, que a madre la atesorabas<br />
cada segundo en su paz desde que tomó el camino del «Nunca ya<br />
volverás»; y solo al fin te quedaste, libre de mi amor falaz, por no<br />
11
entender tus maneras de quererme conservar mientras llorabas mi<br />
huída lejos de tu soledad.<br />
¿Y cómo boga tu barca ahora que no ves la mar…? Y los remos…<br />
¿dónde están? ¿Dónde están las mil quimeras que mandaste navegar<br />
en tu proceloso océano? ¿Dónde lograrán llegar tus sueños de viejo<br />
lobo ahora que perdido estás en medio de los reflejos de su reluciente<br />
sal?<br />
Perdóname mi arrogancia, perdóname el desafuero por<br />
quererte replicar al rechazar tus silencios, por privarte para siempre<br />
de aquella felicidad con la quisiste armarme, por alzarme en baluarte<br />
contra tus buenos consejos que nunca quise escuchar… Mírame,<br />
dulce viejo, faro en la costa ya extinto a punto de retirar, castillo de<br />
arena abatido por los embates del mar… ¡Mírame y no te duermas…!<br />
Venga, viejo, ¿ya te vas? Permíteme que te encargue un<br />
mandado para allá, ahora que estás descansando y no puedes<br />
rechistar: ¡un fuerte abrazo a mamá…! ¡Ah!... y dale un largo paseo en<br />
esa gran barca de amores por tu apaciguado mar; amárrala a tus<br />
caricias y a tu calor paternal, ese fuego rechazado que creía<br />
entreverado y agarrado a mis sentidos como las fuertes lianas de un<br />
encadenado mal. ¡Toma, viejo!… los remos de mis mejores recuerdos<br />
te ayudarán a bogar en tus mares infinitos por toda la eternidad.<br />
Escucha, anciano… Escúchame, oye… ¿Ya te has ido…? Venga,<br />
viejo… ¡venga ya! No me dejes, dame abrigo, me asustan estos<br />
silencios de la negra soledad… Te tengo que confesar que tu nieto me<br />
ha dejado por quererle conservar… No es justo, ¿lo sabes…?<br />
Germán Repetto (Albalate de Zorita, Guadalajara)<br />
http://grepettoblog1949.wordpress.com<br />
12
El cerezo<br />
Imagen aportada por la autora<br />
Hay un rumor lejano<br />
rodeando al cerezo<br />
de aceitunas, atmósferas<br />
y tierra milenaria.<br />
Se volvió blanco<br />
sobre el campo fértil<br />
apoyado en las sombras<br />
de los antiguos fríos.<br />
13
Hoy se engalana<br />
de nueva primavera<br />
desafiando al tiempo<br />
a los inesperados.<br />
La floración emerge<br />
con fuerza cada año<br />
tornando desde dentro<br />
el rojo en un futuro.<br />
María Luisa Pérez Rodríguez (Valencia)<br />
http://marialuisaperezr.blogspot.com.es/<br />
<strong>14</strong>
Abducción<br />
Abduction – Henrique (Brasil) http://hpkluch.deviantart.com/<br />
Desperté sin olfato. No tardé en echar en falta el aroma del café,<br />
el olor del pan tostado, la fragancia de mi mujer. La comida no me<br />
supo igual, ni el abrazo de mi hijito. Con el tiempo me fui<br />
acostumbrando. He olvidado el tufo asfixiante del tráfico en hora<br />
punta; me llevo mejor con el Sucio, mi compañero de trabajo; y puedo<br />
subir en el ascensor con la vecina del quinto, amante de la colonia<br />
barata. Guardo en secreto esa experiencia alucinante que, a cambio<br />
de atrofiarme la nariz, me dio una visión distinta de las cosas.<br />
Concha García Ros (Cartagena, Murcia)<br />
http://nosvemosenkairos.blogspot.com.es/<br />
15
Sleep-walker – Leigh Whurr (Reino Unido)<br />
http://oddly-spliced.deviantart.com/<br />
16
Elson Ámbulo<br />
Elson llegó al hotel sobre las dos de la tarde, después de una<br />
agotadora mañana. Le dieron la habitación mil ciento siete. Era un<br />
error, él había reservado la ciento siete, pero estaba demasiado<br />
cansado para subsanar el malentendido. En esos momentos sólo<br />
deseaba asearse, comer algo y descansar un rato antes de la cena. Así<br />
que, resignado, subió a la habitación.<br />
Una vez instalado llamó a recepción y pidió que le subieran algo<br />
de comer. Mientras, se dio una ducha y cuando llegó la comida ya<br />
tenía preparada la mesa en la terraza.<br />
Comió despreocupado, observando una espectacular<br />
panorámica de la ciudad vieja que se rendía a sus pies, en la que un<br />
soberbio amasijo de tejados rojos y patios encalados sin orden<br />
alguno, zigzagueaban por un laberinto de empedradas callejuelas,<br />
bordeando la plaza central, donde vendedores ambulantes exhibían<br />
en sus tenderetes diferentes mercaderías.<br />
El cansancio le vencía, así que cerró las ventanas de la terraza y<br />
se tumbó a descansar un rato, no se acordó de la ventana del baño<br />
que quedó abierta. Se durmió enseguida.<br />
Le despertó la suave brisa de la tarde crepuscular que ya<br />
declinaba y el nítido sonido de los coches de emergencia. De repente,<br />
abrió los ojos alarmado. La brisa suave se convirtió en el viento<br />
helador de los glaciares patagónicos. Una súbita debilidad se adueñó<br />
de él. Involuntariamente, sus piernas empezaron a temblar<br />
incontroladas. Cerró los ojos pretendiendo calmarse y llenar sus<br />
pulmones de aire. Trató en vano de tranquilizarse, a la vez que ríos<br />
de sudor frío competían velozmente entre sí para ver quién era el<br />
primero en precipitarse de su atenazado cuerpo.<br />
17
Una contracción violenta de su estómago le hizo dar una arcada.<br />
Balbuceó entre sollozos una atropellada oración que no recordaba.<br />
Lágrimas de congoja intentaban lavar la expresión de su aterrada<br />
cara. En un último intento desesperado, se tapó inútilmente la boca<br />
con una mano, al mismo tiempo que le arremetía otra arcada, ésta<br />
con una fuerza descomunal que le hizo estremecerse. Entonces<br />
perdió el equilibrio y cayó. Su reloj de arena dejó de fluir los últimos<br />
granos quedando vacío, con un feroz golpe y un grito desesperado.<br />
Al día siguiente los periódicos daban la noticia. «Hoy es un triste<br />
día para las letras, ya que el escritor Andrés Yllera, más conocido por<br />
su seudónimo Elson Ámbulo, falleció ayer al precipitarse desde el<br />
décimo piso del hotel en el que estaba alojado; por lo visto había<br />
acudido a la cena del vigésimo quinto aniversario de su promoción.<br />
Hasta el momento no se descarta ninguna hipótesis sobre el suceso,<br />
pero la que más fuerza cobra es que el escritor padecía<br />
sonambulismo, de ahí su seudónimo, enfermedad confirmada por su<br />
familia, que aún no se explican cómo ha podido ocurrir la tragedia».<br />
Marisol Santiso Soba (Madrid)<br />
18
Una oveja, un perro de lanas<br />
o un dragón<br />
Heart Cloud 2 – Halit Yesil (Turquía) http://halityesil.deviantart.com/<br />
Había una vez una nube gandula, a la que le gustaba jugar<br />
adoptando distintas formas, una oveja, un perro de lanas o un dragón.<br />
Miraba presumida hacia abajo para observar el efecto que producía<br />
en los humanos. Le hacía mucha gracia ver tanto a niños como a<br />
adultos mirando al cielo, intentando adivinar cada una de las formas<br />
que adoptaba. Le parecía ridículo: una nube es una nube y nada más,<br />
para qué darle vueltas. Seguía mirando embelesada hacia abajo no<br />
sabía por qué, sin embargo aquel juego le encantaba, por eso<br />
continuaba día tras día adoptando diferentes apariencias. En<br />
ocasiones le gustaba ponerlo difícil, para ver hasta dónde podían<br />
19
llegar con su imaginación. Es bueno para ellos y para mí, se decía, los<br />
hombres cada vez imaginan menos y los niños…<br />
Otras veces, cuando se despertaba traviesa, disfrutaba<br />
desperezándose y dejando caer pequeñas gotas que, como si de una<br />
caricia se tratara, se deslizaban sobre los rostros de los transeúntes,<br />
sobre las hojas de los árboles. Pero lo que realmente le entusiasmaba<br />
era el sonido que sus gotas producían al golpear las farolas, los<br />
coches o cualquier superficie contra la que tropezaban; pensaba que<br />
aquel tintineo alegraba el día a todos los que lo escuchaban. A ella<br />
también le complacía la música, sobre todo la percusión, y era<br />
evidente que tenía dotes para ello. Al rato, vacía y cansada, decidía<br />
retirarse discreta a sus aposentos celestiales.<br />
Lo peor era cuando otras nubes la hacían enfadar. Se ponía de<br />
un color gris oscuro, muy oscuro, se hinchaba, ufana, y como tenía un<br />
poco de mal genio comenzaba a discutir acaloradamente con ellas,<br />
provocando tremendos truenos que se oían por doquier. Algunos<br />
eran tan fuertes que conseguían que hasta ella misma se asustara. Era<br />
en este preciso momento y no antes cuando, con toda su rabia e<br />
incluso con verdadera furia, soltaba toda el agua que llevaba dentro,<br />
para acabar serenándose y volviendo a ser la nube blanca y gandula<br />
de siempre.<br />
Marisa Martínez Arce (Valencia)<br />
20
Haiku<br />
Foto aportada por la autora<br />
Una tras otra<br />
las gotas de rocío<br />
sobre la hierba.<br />
Marga Alcalá (Valencia)<br />
http://comolaspiedrasoelviento.blogspot.com.es/<br />
21
Chess King – NREY (Ucrania)<br />
http://adnrey.deviantart.com/<br />
22
Tablas<br />
El campeón de ajedrez llegó a la habitación 404 la noche antes<br />
del campeonato y no la encontró ordenada a su gusto. Trató de<br />
cambiarla, pero no fue posible. Contrariado, minutos después se<br />
dormía sin cenar. De madrugada, estuvo soñando con la partida.<br />
Apertura española, respuesta clásica. Salida de caballo, réplica.<br />
Avance de peón… Y entre movimientos y movimientos, se bloqueó.<br />
Miró a los ojos de su adversario, luego al tablero y… ¡La derrota!<br />
A la mañana siguiente, al despertarse, en su teléfono móvil<br />
descansaba un mensaje noctámbulo de Illescas proponiéndole tablas<br />
y, como es lógico, le contestó que sí.<br />
Nicolás Jarque Alegre (Albuixech, Valencia)<br />
http://escribenicolasjarque.blogspot.com<br />
23
Loui Jover (Australia) http://www.saatchiart.com/louijover<br />
Imagen sugerida por el autor<br />
24
De aquí, de allá, de ti<br />
Del camino que cruzamos de la mano<br />
del paisaje devorado tras miradas hambrientas<br />
del soñar en la misma cama<br />
del dormir con pensamientos contrarios<br />
del miedo al perderte de vista<br />
del encandilado abrazo al probar un sorbo de tu luz<br />
del besar el dulce secreto de tus labios<br />
del ocultarte dentro de mis poemas te hablo.<br />
Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)<br />
http://chatomusik.blogspot.mx<br />
25
Le reproduction interdite (1937) – René Magritte (Bélgica, 1898-1967)<br />
Imagen sugerida por el autor<br />
26
Soledades<br />
A veces, cuando la soledad me pesaba demasiado, iba al cuarto<br />
de baño y entraba en el espejo a hacerle una visita a mi reflejo. Al<br />
principio el hombre me recibía con cierta perplejidad. No sabía muy<br />
bien si enseñarme la casa, pues pensaría que yo la conocía muy bien,<br />
o si ofrecerme una copa o si... Para qué extenderme. Lo más habitual<br />
era que yo aceptara la copa, lo que causaba a mi reflejo una<br />
inocultable incomodidad. Imagino que el hombre debe de ser<br />
abstemio, pero si yo bebía él también se veía obligado a hacerlo, y<br />
eran conmovedores sus esfuerzos para disimular que lo hacía por<br />
compromiso. Con sendos vasos de whisky en la mano nos<br />
sentábamos el uno frente al otro y pasábamos un buen rato<br />
mirándonos. Haciéndonos compañía. Mitigando el peso de nuestra<br />
soledad. (Sin hablar, desde luego. Ya se puede suponer que mi reflejo<br />
es mudo. De lo que no estoy seguro es de que sea también sordo.<br />
Siempre nos hemos comunicado por gestos, pero si alguna vez,<br />
aunque tenía mucho cuidado en evitarlo para -por así decirlo- no<br />
herir su sensibilidad, se me escapaba alguna palabra, el hombre<br />
parecía entenderla.) A la larga, esto de limitarse a mirarnos uno a<br />
otro en silencio empezó a ser violento. Pero no tardamos en<br />
encontrar la solución para mitigar el peso de nuestra soledad y<br />
hacernos compañía durante largos ratos sin sentirnos violentos ni<br />
incómodos: los dos sabemos jugar al ajedrez.<br />
Se habrá observado que he empezado a contar esta historia en<br />
pretérito. Y es que mi reflejo y yo acordamos hace tiempo terminar<br />
con las visitas. Fue cuando nos dimos cuenta de que lo que estábamos<br />
consiguiendo era duplicar nuestra soledad en lugar de conjurarla.<br />
Aunque yo pienso que hubo también otra razón, quizá la verdadera:<br />
que el ajedrez había empezado a aburrirnos. Siempre hacíamos<br />
tablas.<br />
Andrés Amat (Rocafort, Valencia)<br />
http://amatgomar.blogspot.com.es/<br />
27
Juan Luis López Anaya (Castell de Ferro, Granada)<br />
http://dididibujos.blogspot.com.es/<br />
28
Hormiga plateada<br />
y el pájaro más negro<br />
Ilustración de Marion Fayolle (Francia) – Aportada por la autora<br />
Sólo puedo pensar en esos ojos negros. De su boca ni un hálito<br />
de esperanza. Revoloteaban las moscas sobre su cuerpo ya putrefacto<br />
y esos pájaros tan bellos y negros rompían las oscuras nubes con su<br />
danza mortuoria. Su cuerpo se veía menudo, en una postura de paz,<br />
pero a su vez de tortura. Blancos gusanos le salían por sus orejas<br />
puntiagudas y de su boca, una fila de hormigas plateadas bajo la luz<br />
de la incipiente y alejada luna. Yo sólo fui capaz de llorar confusa, de<br />
abrazar su delgado cuerpo y sentir sus huesos rotos en mis brazos,<br />
astillados y helados, completamente partidos, troceados y olvidados<br />
por sus músculos que yacían colgantes como pellejos sin piel. Luego<br />
limpié sus profundas heridas, removiendo un amasijo de carne<br />
29
sangrienta sin sentido alguno y no cesé de besar sus labios fríos, con<br />
la demente y falsa ilusión de que alguno de esos besos fuera<br />
respondido o que me condujera lejos de ese lugar azotado por la<br />
mano de Dios, por su ira y rabia absoluta, sentirme apartada de esa<br />
imagen de destrucción y exterminio sin anhelo. Solo quería<br />
trasladarme a unos minutos atrás, donde los gritos no se tragaban el<br />
cielo.<br />
El tsunami se lo llevo todo. Se llevó a mi familia. Se llevó mi<br />
hogar. Se llevó mi vida. Se llevó mi cordura arrastrada tras una ola de<br />
muerte, miseria y desesperación.<br />
Cada vez que cierro los ojos revivo la misma imagen, una y otra<br />
vez, una y otra vez, una y otra vez… una ola tan grande que mis ojos<br />
no podían vislumbrarla entera y tras ella una tumba de agua roja,<br />
donde todo lo que importaba quedó sumergido en un sepulcro salado<br />
y lleno de barro.<br />
Esther Moreno Morillas (Valencia)<br />
http://elcascabelalgato.blogspot.com.es/<br />
http://invisiblevoyeur.blogspot.com.es/<br />
30
Una noche horrorosa<br />
Fotografía del autor<br />
Eran las 2.30 de la tarde del día de ayer, domingo, y con mi<br />
cámara de fotos en la bolsa del chaleco caminé por algunos<br />
interesantes lugares del centro de la ciudad, así es que cuando<br />
menos lo pensé, estaba yo sobre el segundo piso del mercado<br />
Morelos, en el área del pescado.<br />
El encargado se hallaba a punto de cerrar la puerta y le pregunté<br />
que por qué no había una que impidiera el paso a la azotea donde<br />
están los tanques de gas estacionarios.<br />
—Cierran la entrada por donde suben los diablitos ,<br />
pero los malandrines y drogadictos pueden meterse hasta aquí, dado<br />
31
que nada más necesitan brincar una pequeña barda que está al final<br />
de las gradas del área de comidas.<br />
Me subí a la azotea, tomé algunas fotos de la ciudad, y al bajar<br />
me quedé sorprendido o creo que asustado, pues ya estaba cerrada la<br />
puerta de entrada; me senté por allí. Llegó la noche, y resignado a<br />
pasarla en tal lugar, me acurruqué detrás de las instalaciones donde<br />
venden los bagres y popochas.<br />
A eso de las doce o doce y media de la noche el silencio era<br />
pavoroso, pero pude dormir aunque al poco rato un grito horrible<br />
logró que me levantara, despavorido.<br />
—¡Mi niñita… Maté a mi hijita! ¡No merezco vivir! ¡Diosito Santo,<br />
perdóname!<br />
Y un alarido como de alguien que está partiendo al «más allá»<br />
me estremeció profundamente.<br />
—Seguramente se mató la mujer que gritaba —pensé.<br />
Pasaron las horas, dos o tres… Y por supuesto que ya no pude<br />
pegar las pestañas, dado que por todos lados brotaban voces,<br />
alaridos, aullidos, a cual más de escalofriantes, y, además, por las<br />
ratas, enormes cual conejos, que querían tragarme a pesar de los<br />
manotazos y patatas que tirada yo, muy desesperado.<br />
Creo que así pasé el resto de la horrenda noche; pero poco a<br />
poco volvió la calma, cuando las campanas del templo tocaron la<br />
primera llamada para la misa. El silencio se diluyó casi por completo<br />
al ir llegando las cocineras y demás comerciantes al área de comidas<br />
para preparar sus fritangas.<br />
Qué noche, pavorosa, me cae que sí, y además de los extraños y<br />
alarmantes llantos y alaridos que salían de aquí y de allá, también me<br />
atemorizaba la posibilidad que se metiera un drogadicto, que se<br />
subiera a la azotea y que abriendo las llaves de gas de los <strong>14</strong> tanques<br />
estacionarios, se pusiera a fumar, lo que, por suerte no ocurrió, pues<br />
32
de lo contrario esta nota la estuviera escribiendo yo desde una<br />
tumba del panteón, claro que acompañado por infinidad de<br />
comerciantes del mercado y seguramente por gente de tres o cuatro<br />
cuadras a la redonda.<br />
18 de mayo <strong>2015</strong><br />
Jorge Martínez ‘Volivar’ (Sahuayo de Morelos, México)<br />
33
Gustavo Lacerda (Brasil) http://www.gustavolacerda.com.br/<br />
Fotografía sugerida por la autora<br />
34
Viento en contra<br />
Con un pie de cada lado<br />
escucho de nuevo mis defectos,<br />
que me hacen no verte tan malo<br />
y hundirme de nuevo en el pasado.<br />
Con el alma dividida<br />
tironea más mi vicio,<br />
ya eres voz conocida<br />
y recaigo al precipicio.<br />
Con la vida a la deriva<br />
son mi droga tus palabras,<br />
pero sólo son cenizas<br />
que recolecto de mis sábanas.<br />
Con el viento a tu favor<br />
y mis ojos tan cansados,<br />
vuelvo a ti, mi adicción,<br />
para tocarte los labios.<br />
Aldana Michelle Giménez (Mendoza, Argentina)<br />
35
Eulalia Rubio (Valencia) http://jardinesrioturia.blogspot.com.es/<br />
36
Albufera<br />
Carretera despejada al frente.<br />
A la izquierda, aún restos de lo que fuera un abundante bosque<br />
de pino autóctono mediterráneo y frondosa vegetación natural.<br />
A la derecha las parcelas inundadas de los campos de cultivo de<br />
arroz.<br />
Al fondo los montes.<br />
Con la moto avanzo a baja velocidad, menos de la autorizada.<br />
Para qué más, en una zona que ejerce una especial influencia en mí.<br />
Su motor, ronroneando como música para mis oídos.<br />
El atardecer de plomo invernal esparce un manto de nubes. Un<br />
tímido sol despide sus últimos pulsos tras los lejanos perfiles de las<br />
alturas.<br />
En la proximidad la charca.<br />
En la charca a contraluz una garza refleja su sombra.<br />
Estira el pescuezo pausadamente, rompiendo con su pico las<br />
quietas aguas.<br />
La onda generada se expande formando anillos.<br />
Me desintegran.<br />
Jorge A. Richter Vázquez (Valencia)<br />
37
Graph it – Alexandre Bordereau (Francia)<br />
http://alexandre-bordereau.deviantart.com/<br />
38
El Sublégrafo<br />
«Escribo. Escribo que escribo»<br />
Salvador Elizondo<br />
También quiero ser un grafógrafo. Y acaso lo sea, pero más por<br />
un garabato que surja de mí que por trazar una línea continua que se<br />
estreche en una idea torcida, o en una curva que se ensanche por la<br />
base para darle cuerpo, y que se estire hasta el cielo línea azul; un<br />
grafo que, visto de cerca, se asemeje al hilo de la madeja con la que<br />
juega el gato; o a la inscripción en el vaho del vidrio de la ventana,<br />
ilegible palabra en la arena que el mar se lleva dentro. Yo también<br />
quiero; pero escriba lo que escriba, la irregular forma de las grafías se<br />
confundirán con la cabellera, con los hilos de los árboles, con el<br />
mismo viento que impedirá que mi escritura se trueque en la palabra<br />
que lees, en esa letra que roba tu atención o que te asalta desde una<br />
de las esquinas por donde doblan tus emociones, giros inesperados<br />
de tu respiración contraída por el trastabillar del texto inconexo<br />
escrito ante ti: tu lectura. No escribo, ejerzo el trazo inútil desde el<br />
que te miro, desde el que me miras, como si el ímpetu de una ele<br />
tuviese el oscilar vertical y enérgico de la varita de director, o la ese<br />
susurrara pequeñas olas de mar sobre la arena; viento que vuelve y<br />
retoma el garabato que dejaste en la arena, ¿lo recuerdas?, aquella<br />
tarde de tu infancia, antes de la noche, la noche en que exhalaste al<br />
vidrio y repetiste el movimiento del palito sobre la arena, símbolo<br />
con el que aclaraste el brillo de las farolas en su paso a través de esa<br />
curva de idea torcida como la de tu mano, donde te detienes a pensar<br />
que escribes, ya en un papel, ya en una idea, ya en ti, en ti misma,<br />
acaso en ti escrito en ti.<br />
José Luis Sandín (Valencia)<br />
39
Ligeia’s Resurrection – Alice (Rusia) http://catoram-a.deviantart.com/<br />
40
El vals de la curación<br />
Cúrame, cúrame de esto que perturba mi vientre y vaga errante<br />
por mis huesos desnudos cometiendo atentados celestiales. Cúrame<br />
llevando una margarita a aquella tumba donde descansan mis<br />
fragmentos óseos y no me preguntes por qué sollozan, solo tápate los<br />
oídos, solo arráncale a esa figura manierista que patea sobre el<br />
asfalto esos dedos adictos a las tediosas partidas de blackjack sin<br />
crupier que se le adhieren a los muñones. Él ahuyentó a los colibríes<br />
que libaban el néctar de las petunias que alumbraban mis venas a<br />
cada amanecer, esculpió cuervos polígamos de lenguas mutiladas que<br />
picoteaban mis nudillos cada vez que la piel magullada de la luna<br />
conversaba con los demás astros, y tachó las últimas semanas de<br />
todos los meses que figuraban en el calendario con un aspa. Creció<br />
entre los brazos marchitos de un cuerpo geométrico, se deslizó por<br />
suelos de mármol lanzando risas inmotivadas, lo internaron en un<br />
invernadero con orquídeas blancas para que recuperara la cordura, y<br />
durante su larga estancia escribió veintiuna novelas. Yo aparecía en<br />
ellas, aunque en todas mi personaje moría al inicio de la página<br />
treinta y las mil novecientas sesenta y ocho páginas siguientes<br />
desarrollaban un soliloquio con numerosas mutaciones del<br />
pensamiento, hipérboles en cadena, matices esquizoides y metáforas<br />
hilarantes. Siguió en ese invernadero hasta que la pureza lo intoxicó<br />
por completo, realizó los trámites necesarios y salió. Deambuló<br />
buscándome henchido de cólera, encontrándome junto a los<br />
enfermos árboles talados, acariciando mis pómulos fracturados,<br />
besando mis omóplatos agrietados, y estrangulándome con sus<br />
manos endemoniadas. Él atravesó con sus piernas de insigne<br />
arqueólogo el quebradizo silencio hasta llegar a mí, hasta alcanzar la<br />
imposible desnudez de mis esféricas pupilas, la intocable sepultura<br />
41
desaliñada que descansa en mi nuca, y la impávida acuarela que<br />
duerme sobre mis labios. Se alejó, desquiciado, al percatarse de que<br />
era inaprensible. Mírame, déjate guiar por este vals, necesito una<br />
curación aetérnum.<br />
Aziza Akherraz (Gibraleón, Huelva)<br />
42
Reflexiones de un pedazo de carne<br />
Ilustración del autor<br />
Sillas alineadas color cemento.<br />
No,<br />
su tono es menos vivo.<br />
Sillas alineadas frente a una mesa,<br />
también color pseudocemento.<br />
43
Carne ahogada en condimento,<br />
trozos de carne pensante,<br />
escuchando al trozo parlante;<br />
dirigiendo su atención,<br />
sus miradas y envidias,<br />
al pedazo de carne cantante.<br />
Todos cachos de carne<br />
perecedera,<br />
que se piensan muy pensantes,<br />
mas que nadie, ergo sum,<br />
y olvidan que no son más<br />
que potenciales hamburguesas,<br />
soñando entre el cemento<br />
con glorias vanas.<br />
¡Comida rápida!<br />
y tempus fugit.<br />
Apresúrate a triunfar,<br />
tocino ilustre.<br />
Santiago Herrero (Valencia)<br />
www.alasombradelparnaso.blogspot.com<br />
44
La viuda<br />
The sad widow – Roy (Reino Unido) http://roys-art.deviantart.com/<br />
Un hedor ferruginoso la recibió al abrir la puerta. Pasó por<br />
encima de los trozos de un jarrón y miró hacia el comedor. Vio el<br />
cuerpo de su marido. Apuñalado, sangrante: muerto. Se abalanzó<br />
sobre él entre gritos desesperados.<br />
Aquel llanto se prolongó en el velatorio, en el entierro, en los<br />
interrogatorios y en sus visitas al psicólogo.<br />
Pasó el tiempo y la policía concluyó sin éxito la investigación. Su<br />
familia y amistades le rogaron que rehiciera su vida. Fue entonces<br />
que retomó sus clases de interpretación.<br />
Por fin se convenció de que podría ser una gran actriz.<br />
David Rubio (Sant Adrià de Besòs, Barcelona)<br />
http://elreinorobado.blogspot.com.es/<br />
45
Eve as perceived by Rodin – eepeirson<br />
https://www.flickr.com/photos/writing/<br />
46
Domingos<br />
Domingos por la mañana, temprano. Sube al «trenet», de<br />
madera, pintado de verde. Vagones prácticamente vacíos.<br />
Traqueteando por la estrecha vía. Línea de Rafelbunyol, cruzando el<br />
puente sobre el Barranc del Carraixet. Alboraya, San Lorenzo… En la<br />
placeta frente a la estación final, junto al río, en el lateral de una casa<br />
con grandes azulejos amarillos, el anuncio de Galletas Río. Esperando<br />
en su parada, el tranvía, el número 9. Con destino la Plaza de Jesús.<br />
En la Valencia de entonces, no hace falta decir más: está en<br />
Jesús.<br />
Entrando por la pequeña puerta situada a la izquierda del<br />
portón accede a un gran vestíbulo, con las paredes embaldosadas de<br />
verde y azul, orgullo de alguna fábrica de Manises. El suelo siempre<br />
limpio, reluciente. Y el olor. No ha vuelto a sentir en su vida un olor<br />
como aquel.<br />
La espera en el pasillo. Sin saber quién aparecerá ese domingo.<br />
Si la mujer tranquila, cariñosa, que se lo come a besos en cuanto lo<br />
ve. O el torbellino humano que habla y habla. Con el conductor del<br />
tranvía. Con el revisor del «trenet». Habla y habla. Está también la<br />
mujer callada y cabizbaja que no abre la boca desde primera hora de<br />
la mañana hasta las siete de la tarde en que deben volver por la<br />
pequeña puerta situada a la izquierda del portón de Jesús.<br />
Tres madres en una. Pero a la hora de la verdad, ninguna.<br />
él.<br />
Porque el niño es demasiado niño. Es demasiado temprano para<br />
Pepe Sanchis (Massalfassar, Valencia)<br />
47
Old books collection VI – Malgorzata Manterys (Polonia)<br />
http://sayane.deviantart.com/<br />
48
Realidad literaria<br />
Solía ver a J. todos los miércoles. Almorzábamos juntos,<br />
tomábamos café y luego salíamos a pasear. El paseo tenía una doble<br />
función: por un lado poder fumar. J. lo tenía terminantemente<br />
prohibido. M., su mujer, sabía que él utilizaba esos paseos de los<br />
miércoles por la tarde para fumar un par de cigarrillos conmigo. Por<br />
otro lado J. necesitaba hablar con alguien que pudiera escuchar sus<br />
proyectos, sus historias, sus vivencias. Cuando cumplió 77 años me<br />
dijo: ya estoy jugando la prórroga. El pasado miércoles llegué, como<br />
siempre, a nuestra cita. M. nos había preparado el almuerzo. J.<br />
permaneció callado, extrañamente callado, mientras degustábamos la<br />
tortilla y la ensalada. Ya en el café me dijo: ahí te he preparado unas<br />
cosas que quiero que te lleves. Son algunos libros. Nada de<br />
importancia. Luego salimos a pasear. Ayudé a J. a ponerse el abrigo, la<br />
bufanda y el sombrero. Le acerqué el bastón. Ya fuera, el viento<br />
procedente de la sierra nos hizo desear la llegada de la primavera.<br />
Febrero estaba siendo un mes extremadamente frío. El sol, apenas<br />
intuido, bañaba las aceras y los coches con esa luz melancólica de los<br />
atardeceres ociosos. Recuerdo que hablamos de Salinas, de León<br />
Felipe, de Dámaso Alonso, de Julián Marías. Acuérdate de los libros<br />
que te he dejado en casa, me insistía cada dos por tres. Fumó sus dos<br />
cigarrillos y regresamos a Ítaca. Me despedí de M. y entonces, algo<br />
que no solíamos hacer, abracé a J. y le di dos besos. Anda, anda, dijo<br />
él. Y no te dejes los libros, y me tendió una bolsa. Cerré la puerta. Fue<br />
la última vez que vi a J., que murió tres días después de un derrame<br />
cerebral masivo. Ayer, en el entierro, unas cuarenta personas. Sólo<br />
dos periodistas cubrieron el sepelio. Breves notas en los periódicos,<br />
la mayoría desganadas reiteraciones de lugares comunes. J. fue uno<br />
de los mejores escritores de su generación; un tipo lúcido y libre,<br />
49
illante y trabajador, serio y disciplinado. La literatura, a la que<br />
dedicó toda su vida, no fue justa con él. Premios menores coronaban<br />
su biografía. Pero sus libros, dolorosamente escritos y publicados en<br />
pequeñas editoriales, seguirán ahí, esperando quizá un nuevo lector,<br />
alguien atento a la verdadera sabiduría. Es posible que su forma de<br />
ver el hecho de escribir necesite varias décadas para ser apreciada.<br />
No pasa nada, pues la literatura es paciente y sabe esperar. De lo que<br />
encontré en el interior de la bolsa que J. me entregó el último<br />
miércoles que nos vimos hablaremos otro día, con más tiempo, con<br />
más calma.<br />
Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)<br />
http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/<br />
50
1902<br />
Fotografía: Danna Juárez Montemayor – Aportada por el autor<br />
Hace cien años,<br />
nos bajábamos de la luna,<br />
de un pequeño salto,<br />
hoy se nos congelan los pies,<br />
por el frío del espacio,<br />
de repente es más negro y más profundo,<br />
más misterioso que tu mirada al suelo.<br />
51
Hace cien años,<br />
deshojabas el sol,<br />
esperando mi regreso,<br />
y mientras pintaba un coral bajo el mar,<br />
tú me despeinabas con los pies.<br />
Hace cien años,<br />
éramos tú y yo en la luna,<br />
y nadie más.<br />
Rubén Vázquez Charolet (Puebla, México)<br />
http://dependientedeltiempo.wordpress.com/<br />
52
La vida a medias<br />
Puzzle – Jun Pinzon (Filipinas) https://500px.com/junpinzon<br />
De pronto la vida se le quedó a medias. Se fue sin despejar<br />
cajones ni ordenar papeles. Los relatos y poemas inconexos no<br />
encontrarán su lugar ni su orden. Quedarán en la más absoluta<br />
orfandad. Nada de lo que tenía programado se cumplirá según sus<br />
deseos. Las cosas se acomodarán a una nueva rutina.<br />
La agenda quedará marcada para siempre en un 23 de abril. No<br />
volverás a apuntar las ideas sublimes que te venían mientras<br />
caminabas o dormías. Presentías tu final temprano. Qué atrevido el<br />
destino, que se toma la libertad de coger rehenes sin permiso ni<br />
previo aviso.<br />
Luisa Berbel Torrente (Valencia)<br />
53
Death – Cristian Negroni (Italia)<br />
https://500px.com/kato84<br />
54
Su memoria perdura<br />
La oscuridad era eterna y total,<br />
la luna oculta entre nubes estaba,<br />
y del cementerio se recortaba<br />
la vieja y rasgada tapia de cal.<br />
Entre los árboles un vendaval<br />
agitando y moviendo hojas soplaba<br />
y, mientras, en la noche se ocultaba<br />
una presencia blanca y fantasmal.<br />
El aullido de los perros, salvaje,<br />
nervioso; asustados, cada vez más,<br />
a la noche lanzaban su mensaje:<br />
«No deberías estar aquí, estás<br />
en lugar de descanso.» Su coraje<br />
sirvió, y entró sin volver la vista atrás.<br />
El crujir de las ramas, incansable,<br />
a sus pasos quedos acompañó.<br />
Como una sombra se deslizó<br />
entre tumbas con paso inestable.<br />
Perderse a oscuras era algo probable,<br />
mas al final con una cruz chocó<br />
y frente a su tumba se arrodilló.<br />
Ante sus ojos, de nuevo, su tez agradable.<br />
55
Desentierra con su vista la fosa,<br />
aplastada por polvo, tierra y cruces,<br />
y la recordó, con su aroma a rosa.<br />
Y con la luna entre el bosque de cruces<br />
recuerda con cariño, ve su losa,<br />
y llorando cae al suelo de bruces.<br />
«¡Oh, mi dulce flor de verano, amada!<br />
¡Flor de labios carnosos y rosados,<br />
de porte gentil y ojos almendrados!<br />
¡Oh, mi diosa, inalcanzable y adorada!<br />
¡Oh, mi amada, por la muerte tomada!<br />
Belleza y juventud fueron robados,<br />
mas por mí jamás serán olvidados.<br />
¡Oh, dulce musa, bella y deseada!<br />
Y tu nombre a la noche gritaré...»<br />
-susurraba en el culmen del amor-<br />
«...tu memoria siempre la lloraré»<br />
De allí se marchó, llorando a su amor.<br />
«Cada noche, querida, volveré»<br />
Arrastraba lágrimas de dolor.<br />
Noche, luna pálida y vigilante;<br />
los penitentes, que difuntos eran,<br />
en la total oscuridad esperan.<br />
Y entre polvo y memoria, él, expectante.<br />
56
El viento le hostiga a irse, amenazante,<br />
fantasmas y espíritus desesperan;<br />
las rejas chirrían, tiemblan, esperan.<br />
Él marcha con la imagen de su amante.<br />
Con sus ojos claros, bellos, hermosos.<br />
Con su sonrisa alegre, primavera.<br />
Con su figura y cabellos sedosos.<br />
La Eva de su vida, mujer primera,<br />
fuente de pensamientos más hermosos.<br />
Viva en la muerte, ella, imperecedera.<br />
Isabel Garrido (Valencia)<br />
http://cartasdeunaflor.blogspot.com<br />
57
Vaudeville Trickster – Armando Polónia (Portugal)<br />
https://500px.com/ArmandoPolnia<br />
58
A puerta fría<br />
Aquí estoy, en el rellano de una finca cualquiera junto a esa<br />
gente. Menudo hatajo de idiotas, yo el primero. No dejo de<br />
preguntarme cómo me he dejado liar otra vez, cómo es posible que<br />
me vuelva a pasar esto. Aquí estoy, junto al tipo que nos ha<br />
entrevistado, hiperactivo y detestable. No para de esgrimir esa<br />
sonrisa profesional y de repetir palabras como equipo, entusiasmo, o<br />
sueños cumplidos. En la oficina alquilada estoy seguro que ni ha leído<br />
el maldito currículum. Lo de siempre, día de prueba, promesa de<br />
ganar más pasta que el presidente, y ni atisbo del contrato. Es el<br />
típico niñato que actúa como una mezcla repugnante de relaciones<br />
públicas de discoteca y gurú de una secta.<br />
Y el resto del grupo, parece una broma.<br />
La mujer; en algún momento debió ser guapa, aunque parece<br />
haberlo olvidado. Seguramente no trabaja desde entonces, desde que<br />
era hermosa y joven y tenía toda la vida por delante sin saber que eso<br />
no significa nada bueno. Desde antes de quedarse preñada y casarse.<br />
De que llegara el siguiente embarazo y el otro y la vida le quedara por<br />
detrás sin tener maldita idea de cómo la había adelantado.<br />
Probablemente a su marido lo hayan echado después de veinticinco<br />
años en la misma empresa. Probablemente nunca llegó ese «algo<br />
pronto» del que estaban convencidos. Intenta aparentar seguridad,<br />
pero está más desubicada que un político en un curso de honradez.<br />
No para de mirarse la orilla de la falda que no le ha dado tiempo de<br />
coser. Mira, apunta esa metáfora latente para luego.<br />
El joven; se ha puesto el traje de nochevieja y de la comunión del<br />
primo Kevin. El único que tiene, con estridentes reflejos fucsia y corte<br />
demasiado ajustado para las 9 de la mañana. No para de reír y<br />
59
omear y de afianzar con consejos los comentarios del<br />
hipervitaminado coordinador. De hecho reconoce a este como a uno<br />
de su especie, el macho Alfa al que venerar y a quien seguir. Ya le ha<br />
preguntado si sale por, al menos, veinte discotecas. Su padre le habrá<br />
dicho que deje de zanganear, que si no piensa estudiar que a trabajar<br />
al taller con él. El negocio cada vez va a peor, pero de ahí come la<br />
familia. Él contestaría que ya se buscaría algo mejor. Hará carrera en<br />
esta empresa. No cobrará nada pero en un mes estará estafando a<br />
desesperados en busca de trabajo y creyendo la promesa de que en<br />
unos días le pagarán un dineral. Hasta que aguante o deje de serles<br />
útil.<br />
El hombre; calvo y flaco y vencido. Lo más seguro es que esta<br />
sea su última oportunidad laboral y no sabe ni dónde se ha metido.<br />
No necesito confirmarlo para saber que viene de algún pueblo<br />
bastante alejado de la ciudad. No lleva traje, se ha puesto la camisa<br />
blanca y limpia y los pantalones de los domingos. Sujeta con las dos<br />
manos, como aferrándose a lo único que le resulta seguro y conocido,<br />
la fiambrera con el arroz que su mujer le ha preparado<br />
argumentando que algo tendrá que comer y que no están las cosas<br />
para malgastar en un bar de la capital con esos precios. Mira todo con<br />
una mezcla de asombro e ilusión. Imagino que la fábrica que daba<br />
trabajo a todo el pueblo un día se largó por las buenas a la India o a<br />
Tailandia. La jodida competitividad, dirían los muy cerdos. Al<br />
principio creí me daba pena, pero no es eso lo que siento por él, es<br />
rabia. Una rabia que me abrasa la garganta y me obliga a esforzarme<br />
para no gritar. Rabia por lo que le han hecho a él y a todos nosotros.<br />
Y aquí estoy yo, claro. Pasando de un trabajo de mierda a otro<br />
entre largas temporadas en paro. Sintiéndome absurdamente<br />
superior y creyéndome cada vez menos la milonga que me cuento de<br />
que algún día escribiré una obra maestra y se joderán todos. Sin<br />
querer aceptar la realidad que dice que ya voy cumpliendo una edad<br />
60
y el director de mi banco o el presidente de la compañía eléctrica no<br />
parecen confiar tanto en que sea el nuevo y maldito Javier Marías. Por<br />
eso me han engañado como a todos. Solo buscamos clavos ardiendo a<br />
los que aferrar nuestra miseria.<br />
Aquí estoy, en el rellano de una finca cualquiera junto a esa<br />
gente. Estoy pensando en la mejor manera de largarme de aquí y no<br />
volver a saber nada de todo esto. Es la quinta vez que nos dan con la<br />
puerta en las narices y con razón. No sirvo para esto, no tengo<br />
estómago para estafar a nadie. La puerta del cuarto-A se entreabre,<br />
hace un rato un hombre ha estado gritando e insultando al<br />
coordinador acusándole de engañar a su anciana madre. El idiota<br />
entusiasta se reía y le decía que estaba loco. Veo asomar el cañón de<br />
la escopeta y un segundo después estoy empapado de sesos y sangre<br />
como el resto del grupo. El cuerpo sin cabeza del coordinador decora<br />
con discutible gusto la escalera.<br />
Salgo corriendo, no sé hacia dónde me dirijo pero no quiero<br />
dejar de correr. Nunca.<br />
Javier Vayá Albert (Valencia)<br />
http://actosinvisibles.blogspot.com.es/<br />
61
Work done in 3ds Max – KINANOOO (Líbano)<br />
http://kinanooo.deviantart.com/<br />
62
Brandon 581 serie C<br />
Mi marido me regaló a Brandon 581 serie C para nuestro tercer<br />
aniversario. Me dijo que era muy fácil de manejar y que con él me<br />
sentiría mucho más segura. Los asaltos a las colonias de la periferia<br />
eran cada vez más numerosos y yo pasaba mucho tiempo sola.<br />
El curso de especialista en manejo de androides duró tres<br />
semanas que se me hicieron larguísimas, pero valió la pena, sí señor.<br />
Brandon no tenía nada que ver con los cyborgs de mis amigas. Para<br />
empezar, el contacto con la silicona orgánica que recubría sus miles y<br />
miles de conexiones era cálido y placentero. Su voz no contenía los<br />
efectos metálicos que tanto molestan al oído del hombre. Pero lo<br />
mejor era su mirada. Era más que humana: traspasaba el alma. Se<br />
anticipaba a todas mis decisiones, me adivinaba el pensamiento y<br />
pasó a convertirse en mi mejor apoyo.<br />
Ahora Truman, mi marido, se encuentra en uno de los<br />
asentamientos marcianos. Pasará allí una larga temporada, pero<br />
desde que estoy con Brandon ya nada me importa. Cuando estoy<br />
trabajando en mi despacho, él vigila todo el perímetro de nuestra<br />
residencia, ajusta las alarmas, la temperatura y regula los niveles de<br />
radiación solar. Cuando termina, me trae una infusión de té verde de<br />
cultivo hidropónico, siempre en su punto, para que no me queme los<br />
labios, después me escanea de arriba abajo: temperatura corporal,<br />
niveles de colesterol, tensión arterial… No se le escapa nada, ya me<br />
cuidé yo de programarlo como a mí me gusta. Hoy me ha notado<br />
cierta excitación. Yo trataba de disimular, pero está tan bien<br />
entrenado… Me ha tomado entre sus fuertes brazos y no ha dejado de<br />
acariciarme en todos mis puntos más sensibles ¡Me ha hecho llegar<br />
hasta lo más alto! Lo mejor de todo es que después, no se queda<br />
dormido como Truman, podemos seguir juntos hablando de esto y<br />
63
aquello, se muestra interesado en mi conversación y hasta me da<br />
ideas de cómo mejorar en mi trabajo… ¡Cómo me gusta la serie C!<br />
Amparo Hoyos (Valencia)<br />
64
Un camino<br />
Path of Many – Lars (Holanda) http://larsvandegoor.deviantart.com/<br />
Existe un camino.<br />
Eso dice la leyenda.<br />
Un camino que nadie conoce<br />
aunque todos lo transitan.<br />
Le llaman vida,<br />
el nombre más bello<br />
que pudieron encontrar.<br />
Rafa Sastre (Valencia)<br />
http://rafasastre.blogspot.com<br />
65
Cathedral of Mar del Plata – Carolina Jaramillo (Argentina)<br />
https://500px.com/carolina_jaramillo<br />
66
Nostalgia<br />
Puño en el centro de mi centro, dentro mismo donde deben<br />
anidar los besos, las caricias, las fotos en sepia atesoradas justo<br />
mismo en el centro de mi alma...<br />
Recordar los catorce entrecortados, entre noches jugando a la<br />
escondida, tocando timbres, pateando tachos, con el amigo tenaz, un<br />
tal Roberto, cabezón, torpe, medio pavo y bueno como sólo se<br />
permite a los amigos que comparten las tardes en su ocaso.<br />
Escondidos en baldíos esperando que pase esa vecina, estúpidamente<br />
hidalgos y empujándonos con torpeza para llamar su atención<br />
soñando por las noches con sus trenzas.<br />
Por las noches hamacando estrenadas osamentas, reflejándose<br />
la luna en esos charcos, robando cigarrillos a su hermano...los puchos<br />
las monedas y los ratos.<br />
Sintiendo que la vida nos depara escuchar la música bendita que<br />
siempre estará ahí, ayudándonos a pasar algún mal trago...<br />
Nostalgia que se agranda y que palpita. Que humedece los ojos<br />
pero el llanto no alcanza a disolver tantas sonrisas, perdidas en la<br />
noche de los años.<br />
Lucho Bruce (Mar del Plata, Argentina)<br />
67
You hold the whole world in your hands – Kevin Carden (EUA)<br />
https://500px.com/cardensdesign<br />
68
Un ruego al cielo<br />
Esta noche ruego al cielo, al Dios de mis creencias. Sólo a él le<br />
pido, que calme a los lobos de la muerte, esperando por el sueño del<br />
incauto.<br />
Ruego por la compresión del sordo en su conveniencia, por los<br />
inválidos de mente en cada acción inerte, y por la esencia perdida en<br />
cada hombre, arropado por la arrogancia tejida de bajezas.<br />
Ruego por lo soledad de cada anciano, acompañado por el amor<br />
evocado en su memoria. Por el niño arropado por estrellas,<br />
alimentado de sobras indultadas de conciencia, que acumulan tesoros<br />
del cielo falso de su credo.<br />
Ruego por los que lloran en silencio, disfrazando de sonrisa la<br />
gabela de su alma, derramando luceritos en los cerros de resguardo.<br />
Allí muere el desconocido sin la bendición de su madre, que se ha<br />
quedado dormida frente a la cruz y su llanto.<br />
Ruego por los bosques mutilados y abrasados por la llama,<br />
dejando cementerios en los extensos campos. También por la<br />
indolencia hacia la vida dada, transformada en muerte inútil, colgada<br />
en las paredes de una casa.<br />
Ruego por mi alma, para que no se inocule de tanto odio y<br />
desenfado. Por la fuerza necesaria a un espíritu aferrado a los sueños<br />
y sus encantos, para nunca abandonar la siembra de amor, con cada<br />
humilde garabato.<br />
Ruego, porque sólo así me enfrento al espejo de mi alma, por lo<br />
que no hecho y me falta. Por el camino abonado por las huellas de mi<br />
llanto. Porque necesario es cambiar la tormenta por la calma, para<br />
un mundo mejor, abrazado con fe a la esperanza.<br />
Eva C. Franco (Isla de Margarita, Venezuela)<br />
69
Solitude – Matej Snopek (Croacia) https://500px.com/matejsnopek<br />
70
El fantasma del Viaducto<br />
La culpa la tuvo mi redactor jefe, el Tigre, se empeñó en que le<br />
preparase un reportaje sobre lo que ocurría en el Viaducto de Madrid,<br />
el puente de los suicidas, donde en aquella época según estadísticas de<br />
la policía cuatro personas al mes se quitaban la vida lanzándose desde<br />
lo más alto.<br />
—Ángel, ponte en marcha y quiero historias, personajes –me gritó<br />
desde su despacho.<br />
—¿No querrás que entreviste a los suicidas?<br />
—Pero sí a familiares, consigue cartas de despedida, fotografías,<br />
muévete.<br />
En Documentación me prepararon un buen dossier sobre los<br />
suicidios en el Viaducto. Encontré historias escalofriantes, dos niñas se<br />
habían arrojado juntas agarradas de la mano. ¡Qué barbaridad! Llamé al<br />
inspector Eduardo Mínguez, un viejo amigo al que utilizaba para que<br />
me sacase de apuros cuando necesitaba información sobre sucesos que<br />
se producían en Madrid.<br />
—Preparo un reportaje sobre el Viaducto. Seguro que tú sabes<br />
muchas historias.<br />
—Ahora estoy muy ocupado.<br />
—¿Y si quedamos a tomar una copa? —le propuse.<br />
—No cambias. Todo lo arreglas tomando copas.<br />
Quedamos en Toldería, en la calle Segovia, un antro de música<br />
sudamericana, a los pies del Viaducto. Cantaba Rafael Amor, un asiduo<br />
del local. Eduardo no apareció, a las doce de la noche me mandó un<br />
mensaje: «Vente mañana a verme y hablamos». Él trabajaba en la<br />
comisaría de Leganitos, muy cerquita. Estuve tomando copas hasta las<br />
tres de la madrugada. Salí tambaleándome. Desde Toldería subí<br />
71
caminando hasta el Viaducto. Estaba desierto, ni un alma. Me acerqué a<br />
la barandilla. Daba miedo mirar al abismo por el que habían caído<br />
cientos de personas. Fue entonces cuando le vi. Atravesó la calle Bailén<br />
y se fue acercando a la barandilla. Era un hombre maduro, calvo, gordo<br />
y fuerte, llevaba la camisa desabrochada y plagada de manchas que<br />
parecían de sangre. Hablaba solo. Me acerqué a él y pude entenderle:<br />
«¡Las he matado, las he matado!». «¿A quién has matado?», le pregunté.<br />
Tenía los ojos enrojecidos, quizá de haber llorado o tal vez por los<br />
efectos del alcohol. «Era una puta, me ponía los cuernos, se lo merecía».<br />
«Será mejor que se tranquilice», le dije. «Esa puta ha destrozado mi<br />
vida. Pero lo ha pagado caro. Y las niñas producto de su adulterio<br />
también». «¿Qué ha hecho usted?», yo ya estaba alarmado ante las<br />
palabras de aquel individuo desesperado. «A esas no las resucita nadie.<br />
Están muertas y bien muertas». Fue todo muy rápido. El hombre gordo<br />
salió corriendo hacia la barandilla. Le vi saltar al abismo sin poder<br />
hacer nada por evitarlo Permanecí paralizado, incrédulo ante lo que<br />
acababa de suceder. Después me asomé a la barandilla. Nada. La calle<br />
Segovia estaba vacía. Descendí del Viaducto en busca del cadáver. Ni<br />
rastro. Yo le había visto saltar con mis propios ojos. Eso es lo que les<br />
dije a dos policías municipales que patrullaban en su vehículo por la<br />
calle Segovia.<br />
—A lo mejor has bebido demasiado —me reprocharon.<br />
—Sí, he bebido mucho, pero vi a un hombre tirarse por el Viaducto<br />
hace unos minutos y antes me contó que había matado a su mujer y a<br />
sus dos hijas.<br />
—Si alguien se hubiera tirado por el Viaducto, estaría destripado<br />
aquí delante de nosotros. Lo mejor que puedes hacer es irte a dormirla<br />
a tu casa.<br />
Les hice caso. Dormí como un tronco hasta mediodía. Me desperté<br />
con la imagen del hombre gordo y fuerte en mi cabeza, todavía me<br />
resonaban sus palabras: «¡Las he matado, las he matado!». Me duché,<br />
72
me tomé un café muy cargado y me marché a la comisaría de Leganitos.<br />
Le conté la historia de un tirón a Eduardo Mínguez.<br />
—Es muy extraño, Ángel. Lo que me cuentas recuerda a un caso<br />
ocurrido hace cinco años.<br />
—¿Qué caso?<br />
—Espérate.<br />
Eduardo Mínguez me dejó sentado en la sala de espera de la<br />
comisaría de Leganitos. Regresó con una carpeta rellena de papeles. Me<br />
hizo pasar a un despacho y me enseñó una fotografía.<br />
—¿Te suena de algo este hombre?<br />
Era él, mandíbula cuadrada, calvo, fuerte.<br />
—Ese es el tipo que se suicidó ayer delante de mí —le dije.<br />
—Eso no es posible –replicó.<br />
—¿Por qué…?<br />
—Porque ese hombre se llama Juan Rodríguez Mora, era<br />
mecánico, y efectivamente se tiró desde el Viaducto...<br />
—Lo ves, yo hablé con él.<br />
—Ese hombre se suicidó hace cinco años a las tres de la<br />
madrugada después de matar en un piso de Vallecas a su mujer y a sus<br />
dos hijas.<br />
—Eso no puede ser —grité.<br />
—Mira, Ángel, no eres el primero que cuenta historias fantásticas<br />
después de una borrachera. Y el Viaducto da mucho morbo. Existe una<br />
leyenda de que los suicidas vagan por el puente de madrugada en las<br />
noches de luna llena. Anoche había luna llena.<br />
—Yo no conocía esa leyenda.<br />
—Me extraña si te pasaste toda la tarde leyendo historias sobre el<br />
Viaducto, con el alcohol se te fue la pinza.<br />
73
—¿Y cómo he reconocido a un tío al que no he visto nunca?<br />
—Seguro que entre la documentación que te entregaron ayer<br />
estaba el caso de Juan Rodríguez Mora. Te sugestionaste, la ginebra hizo<br />
el resto.<br />
Eduardo no me hizo ni caso, me marché después de discutir con él.<br />
Desde aquel día en las noches de luna llena me voy a pasear por la<br />
calle Bailén, me asomo a la barandilla y espero al hombre gordo con la<br />
camisa ensangrentada. Sé que aparecerá algún día, porque su espíritu<br />
maldito vaga entre los arcos gigantes del Viaducto buscando la paz que<br />
no encuentra. No volví a hablar con él, pero conté su historia en el<br />
reportaje que me habían encargado. El Tigre se quedó contento.<br />
—Me has hecho temblar con tu reportaje —me dijo.<br />
—Y eso que no conté que tuve una conversación con el espíritu de<br />
un suicida.<br />
—Tienes que dejar la bebida, Angelito.<br />
Nadie me creyó. Pero le vi y estoy seguro de que sigue allí.<br />
Vicente Carreño (Leganés, Madrid)<br />
74
Entre sombras<br />
Ilustración de la autora<br />
He estado en muchos lugares, he sido muchas personas, de<br />
tacones emplumados al barro humedecido, de dignidades perdidas a<br />
mujer de bandera, mujer pantera –o tan sólo una niña hecha de<br />
humo, aliento y miedo. Las personas vivimos entre sombras, sombras<br />
de nosotros mismos. Aquí no comienza la historia, ni acaba. No es<br />
cuento de fábula, ni metáfora inspiradora.<br />
En la existencia humana hay grandes momentos para pensar,<br />
para caer, para la desintegración más ínfima. No te salves, no luches,<br />
no hagas nada. Siente el miedo en mi mirada, versos románticos en<br />
las uñas, siente los barrotes de tu jaula.<br />
Sarah Martínez (Valencia)<br />
www.alasombradelparnaso.blogspot.com.es<br />
75
Public Statement – Nikos Sachos (Grecia)<br />
http://nicksachos.deviantart.com/<br />
76
MANIFIOSTEN DE KARTOFEN DEL S. XXI<br />
Manifiesto a la libertad presunta de inventar en este siglo.<br />
Manifiesto a la carne prieta y de pretura. A que sean, mujer, tus tetas<br />
lienzo y no objeto, para pintarlas con pincel suave sin sentirte<br />
violenta.<br />
Manifiesto al arte y al amarte libre y breve, producto de los días<br />
de calentar y listo. Manifiesto de este siglo, de este sexo y de todas las<br />
sensaciones tan profundas y etéreas.<br />
Tan intensas y breves.<br />
Tan latentes y quietas,<br />
tan decadentes<br />
tan aparentes.<br />
Sentirte integrado.<br />
La era de tus letras, mujer, libres y risueñas. Qué más dará papel<br />
que madera, que mármol que nevera ¡Escribid preciosas mías! Este es<br />
nuestro siglo, es el siglo de las fieras.<br />
Manifiesto a la lascivia gratuita y continua enrevesada en tu<br />
pantalla plana. Es sano, no te preocupes, lo anuncian en televisión.<br />
Manifiesto de las acciones espontáneas, producidas por las<br />
drogas sanitarias. No te inquietes, lleva prospecto e instrucción.<br />
Manifiesto al mundo corrupto, producto de la mejor idea del<br />
mundo.<br />
Manifiesto a lo que sea que quiera que tenga que pasar en algún<br />
momento. Qué más te dará, todavía como, todavía puedo respirar,<br />
pero incomprensiblemente, tengo que gritar. No puedo hacer otra<br />
cosa más que hablar, charlar contigo. Charlemos sin parar.<br />
77
La era que se era de macarras que menstrúan y saben latín con<br />
gafas cuadradas y serrín.<br />
tris.<br />
El siglo de aquí lo quiero aquí lo tengo a un clic, en un plis, en un<br />
Manifiesto comunista como música de fondo en un cuento muy<br />
bonito, bien cerradito, selladito, hermetiquito. No vayamos a respirar<br />
otro aire contaminante, tú sólo arrodíllate y deja que te espante<br />
fraternalmente.<br />
Manifiesto de un mundo imperfecto que ya se ríe sin pensar. Lo<br />
absurdo por lo absurdo, qué vamos a hacer, no vamos a llorar. No<br />
vaya a ser que tenga letra pequeña, no vaya a ser que tengamos que<br />
pagar.<br />
Pagar tu riñón por tu funeral. Demasiado brutal.<br />
Manifiesto absurdo de una mente absurda perdida en mil<br />
estímulos que no dejan mirar fijamente las estrellas y dibujar su<br />
geometría sin mirar, que no se puede concentrar. La era de uno<br />
mismo perdido, creciendo y sin avanzar. Del ojo sediento de sangre a<br />
borbotones, de colores, que levite, haga espirales y chorree incesante<br />
por los poros de alguna piel. Del ojo colmado de información que ya<br />
no sabe qué ver. Manifiesto de los enfados colectivos, consabidos,<br />
efusivos, pasajeros y casi divertidos.<br />
Vida ¡Oh vida! Dame serotonina.<br />
Bienvenida la era de la prisa, de prisa. Del poco tiempo para<br />
todo y demasiado tiempo para pensar en lo que ya no sabes si el<br />
futuro te podrá deparar. El siglo de emigrar y pensar, pensar, pensar<br />
en no pensar y aprender demasiado en cualquier otro sitio o en una<br />
zona residencial.<br />
Gabriela Pavinski (Valencia)<br />
http://gabrielapavinski.blogspot.es/<br />
78
El divorcio<br />
Collapse – Korawee Ratchapakdee (Thailandia)<br />
https://500px.com/Genesis<br />
Se citaron un día de mayo en el despacho de un abogado.<br />
Hacía tiempo que vivían separados y no se habían visto desde<br />
que al volver él de un viaje, ella le dejó una nota en casa diciéndole<br />
que ya no podía vivir así, con sus largas ausencias, los escuetos e-<br />
mails y las casi inexistentes llamadas telefónicas. Le abandonaba.<br />
Se habían acostumbrado a vivir el uno sin el otro. Ya no tenía<br />
objeto seguir juntos.<br />
Afortunadamente no habían tenido hijos y era fácil poner punto<br />
y final a su matrimonio.<br />
Fueron puntuales a la cita y se encontraron en el portal del<br />
edificio donde tenía el despacho el abogado.<br />
79
Ella estaba delgada y con ojeras. Él tampoco tenía buen aspecto.<br />
La ruptura no era tan fácil como habían supuesto.<br />
Cada uno recordaba los buenos momentos vividos: el día que se<br />
conocieron en la biblioteca de la facultad. Dos jóvenes con todo el<br />
futuro por delante pero un nexo común, su amor.<br />
Ambos recordaban el día de su boda que llovió a mares pero que<br />
no impidió que ella luciera radiante con su vestido blanco y él<br />
estuviera muy elegante con su traje y una divertida pajarita en vez de<br />
la tradicional corbata.<br />
Recordaban también la luna de miel en Venecia y su primer<br />
aniversario de boda en ese piso tan pequeño, de una sola habitación,<br />
pero tan acogedor.<br />
Tantos recuerdos rotos porque con el paso de los días, con el<br />
paso de los años, habían perdido la ilusión, la pasión, el amor.<br />
Se casaron porque querían pasar el resto de sus vidas juntos,<br />
pero en algún momento olvidaron que eso requiere esfuerzo por<br />
ambas partes. Se perdieron mutuamente.<br />
Estuvieron pocos minutos en el despacho; el tiempo justo para<br />
firmar los papeles sin intercambiar ni una palabra.<br />
Así acababan 6 años de matrimonio. Ahora tocaba recomponer<br />
sus vidas.<br />
Ella se fue caminando despacio. Él no trató de seguirla ni de<br />
detenerla.<br />
¿Cómo era posible que dos personas que se habían querido<br />
tanto no se dijeran ni un adiós?<br />
Ese día ambos perdieron lo mejor de sí mismos pero tardarían<br />
tiempo en darse cuenta de ello.<br />
Pilar Descalza (Valencia)<br />
http://micuartosecret.blogspot.com.es/<br />
80
El plagio<br />
Double vision – Devlin Hyde (EUA) http://knotrite.deviantart.com/<br />
Yo no soy muy afecto a participar en concursos literarios, de<br />
esos que pululan hoy en día por las redes sociales. De hecho,<br />
siguiendo la recomendación de un maestro amigo, participo<br />
solamente en uno o dos al año, aquellos que por la temática o la<br />
extensión considero más accesibles.<br />
Pero esta vez tenía entre mis manos una verdadera bomba<br />
literaria. Era un relato que me surgió de un sueño, del que cuando<br />
desperté no pude dejar de escribir hasta terminarlo. Me poseyó como<br />
una fiebre. Escribí durante horas, como si alguien me estuviera<br />
dictando. Me sentía como hipnotizado. Se trataba de un relato sobre<br />
81
universos paralelos. A medida que avanzaba en su redacción no sabía<br />
hacia dónde me llevaba ni tenía idea de adónde iría a parar, pero no<br />
podía detenerme: una fuerza superior a mí me obligaba a seguir<br />
escribiendo. Llegué a la conclusión, contento y orgulloso, de que ésa<br />
era, sin duda, la auténtica inspiración.<br />
Cuando terminé, tenía ante mis ojos el relato más fantástico que<br />
podía haber imaginado. Era un relato sobre un mundo paralelo, que<br />
además estaba escrito con tal perfección, con tal elegancia, que no<br />
cabía hacerle corrección alguna: había quedado redondo, perfecto.<br />
Así que decidí enviarlo al primer concurso de relatos que encontré en<br />
la red.<br />
Sin embargo, para mi desconcierto, no pude entender cuando a<br />
los pocos días recibí un correo de la empresa organizadora del<br />
concurso anunciándome que mi relato había sido rechazado.<br />
Desazonado pregunté la causa y la respuesta fue contundente:<br />
«Plagio. Su relato ha sido rechazado por plagio».<br />
Sin abatirme por lo que consideraba una decisión injusta –y a<br />
todas luces equivocada–, solicité más información a los<br />
organizadores: «Si he sido rechazado por plagio quiero conocer el<br />
texto que supuestamente he plagiado y deseo conocer el nombre del<br />
autor».<br />
Ante una primera negativa, repliqué amenazando con<br />
denunciarlos en las mismas redes sociales literarias, y si fuera<br />
necesario iniciaría de inmediato un litigio ante las autoridades<br />
correspondientes.<br />
Persuadidos ante mi aplomo, los organizadores aceptaron<br />
enviarme el texto que según ellos yo había plagiado, y me dieron a<br />
conocer el nombre y señas del autor: Víctor Montelongo, mexicano,<br />
habitante de un pueblo muy cercano a mi lugar de residencia.<br />
82
Cuando recibí el texto del tal Víctor casi me caigo del asombro.<br />
Aquel relato no era similar al mío: ¡Era exactamente igual..!<br />
¡Idéntico..! ¡Con comas y puntos y todo! Imaginé entonces que tal vez<br />
alguien había logrado entrar a mi computadora –plagio cibernético,<br />
pensé–, pero cuando logré recuperarme de la sorpresa descubrí que<br />
al final del texto se incluía una dirección electrónica.<br />
Inmediatamente procedí a enviar un mensaje al mencionado<br />
Víctor Montelongo: «Me urge hablar con usted. Es preciso que se<br />
comunique conmigo VM».<br />
A las pocas horas recibí una respuesta que consideré una burla<br />
de mal gusto, decía: «Me urge hablar con usted. Es preciso que se<br />
comunique conmigo VM».<br />
Como tenía también su dirección, apresurado tomé el auto para<br />
franquear los kilómetros que me separaban de mi sarcástico<br />
contendiente, y único y verdadero plagiario.<br />
Llegué a la dirección indicada cuando ya empezaba a caer la<br />
noche. La sombra de unos olmos enormes se proyectaba sobre la casa<br />
y la oscurecía notablemente. Como no había luz exterior batallé un<br />
poco para encontrar el acceso a la entrada.<br />
Llamé a la puerta y al no recibir contestación, como estaba<br />
abierta, la empujé. El interior era aún más sombrío y apenas lograba<br />
distinguir algunos muebles mal acomodados en lo que seguramente<br />
era la sala. Escuché un ruido y automáticamente dije «¿Quién anda<br />
ahí?». Casi al instante una voz grave me replicó: «¿Quién anda ahí?»<br />
Detecté que la voz procedía de un sillón orientado hacia la<br />
ventana, cuyo reflejo, de tan débil, no me permitía ver a la persona<br />
ahí sentada. Entonces una mano encendió una pequeña lámpara<br />
colocada al lado y un hombre se levantó del sillón.<br />
Giró lentamente hacia mí y en ese momento, a pesar de la<br />
penumbra, lo pude ver perfectamente: era yo.<br />
83
Me miró fijamente y luego dijo: «Tienes razón, Víctor, los<br />
mundos paralelos existen. Por alguna razón que no comprendo yo<br />
traspasé el umbral; tal vez tú mismo, en el delirio de tu relato, me<br />
hiciste atravesarlo. Pero como podrás imaginar tú y yo no podemos<br />
coexistir en el mismo plano. Uno de nosotros tendrá que dejar de ser<br />
y me temo que habrás de ser tú».<br />
Sin reponerme de la sorpresa sentí que un intenso pánico<br />
inundaba mi pecho. Otro yo me estaba condenando al abismo. Di<br />
media vuelta y salí corriendo aturdido, de manera atropellada.<br />
Cuando alcancé la calle me di cuenta de que el verdadero plagio<br />
se había consumado: yo ya no era yo...<br />
Vicente Montemayor (Omaha, Nebraska – EUA)<br />
84
El milagro de la Primavera<br />
Foto obtenida de http://pixgood.com/<br />
Aquella mañana de primavera, Marta el sabueso, sabía que algo<br />
se le escapaba de las manos. Se había ganado ese apodo durante sus<br />
años de enfermera jefe en la residencia. No había nada que ocurriera<br />
en aquel lugar que escapara a su olfato de rastreador, pero aquel día<br />
no conseguía averiguar a qué venía aquel ajetreo que se notaba en el<br />
ambiente. Se sentía intranquila, acostumbrada como estaba a tener<br />
todo bajo control.<br />
Manuel, uno de los veteranos, olvidando su inseparable andador<br />
corría por los pasillos como un adolescente. La Señora Josefa había<br />
cambiado su llorosa letanía habitual por un repertorio de coplas que<br />
85
el resto de residentes coreaba con entusiasmo. Todo el edificio<br />
retoñaba al igual que el pinar cercano, cómo si se tratara de un<br />
milagro de la primavera.<br />
A media mañana descubrió el desastre en el cuarto de lencería.<br />
Varios camisones habían sufrido recortes en mangas y escote. Las<br />
habitaciones también habían estaban desordenadas. Las camas<br />
estaban unidas y encima de las lámparas de noche encontró<br />
servilletas rojas del comedor. De la enfermería faltaban varías cajas<br />
de vitaminas y la reserva de chocolate de la cocina había disminuido<br />
considerablemente.<br />
Toda la mañana se la pasó Marta observando, intentando<br />
averiguar el origen de aquel desaguisado. Aunque, la verdad, daba<br />
gusto ver a los ancianos con aquel estado de ánimo. Habían salido al<br />
jardín sin remolonear y paseaban al sol jugando como chiquillos.<br />
Casi al final de su turno, encontró el folleto en un cajón de la<br />
mesa.<br />
«Sesión de relatos eróticos en la biblioteca municipal».<br />
Cómo se le había podido olvidar que la tarde anterior se había<br />
programado una actividad fuera del centro. Sin duda estaba<br />
perdiendo sus dotes ¿Sería cosa de los años?<br />
Cuando vio a Manuel pellizcar el trasero de la señora Josefa<br />
tomó una determinación. Había que fomentar más las salidas<br />
culturales. Quién sabe si algún día ella pasara también a formar parte<br />
de los residentes de aquel centro.<br />
Matilde Lledó Pérez (Madrid)<br />
86
A la sombra del ciruelo<br />
Plum Tree–Edmund Lowe (EUA) https://500px.com/loweedmundphotog<br />
Hace tiempo que se instaló en mi mente la idea de volver y ante<br />
la insistencia de los pensamientos saqué un billete para regresar a mi<br />
infancia.<br />
Desprecié el egoísmo de hacerlo solo y compartí con mi hija<br />
María, el descorche de la botella de los recuerdos; por eso, esta<br />
mañana le pagué con una sonrisa, el esfuerzo de madrugar para<br />
acompañarme.<br />
Los primeros calores de mayo nos dieron las llaves de todas las<br />
calles de la ciudad. Atravesamos el parque de la rosaleda, apreté la<br />
cálida mano de María, para decirle sin palabras que se empapara con<br />
los olores de la primavera que atravesaba sin permiso las viejas<br />
murallas y se instalaba en cada uno de sus rincones.<br />
87
Nos fundimos con el ruido de la fuente, y los niños que no se<br />
avergonzaban de sus risas, me dio la sensación de más bullicio y<br />
mirando a la fuente con desafío, me lo tomé como un triunfo. En mi<br />
niñez siempre había alguien imponiendo silencio, el agua de la fuente<br />
siempre ahogaba nuestros juegos, pero ahora era al revés, la ausencia<br />
de los guardianes del silencio amordazaban los chorros del agua.<br />
Cuando pasamos por la alameda miré de reojo cómo a María le<br />
llamaba la atención la casa de correos, la que fuera morada de nobles<br />
ahora estaba cubierta de hiedra, como una dama que cubre su rostro<br />
con un velo para ocultar su edad.<br />
Al girar la esquina del casino me paré en seco, María se<br />
desestabilizó por mi brusca parada, y supo por mi mirada, que<br />
habíamos llegado.<br />
Se soltó de mi mano, y corrió hacia ella, con las manos en la<br />
verja, se giró para mirarme.<br />
—¿Esta era tu casa ?<br />
Asentí con la cabeza, observé la verja con los barrotes oxidados<br />
y las lanzas romas.<br />
María gozó del privilegio que antaño tuve yo, metió su menuda<br />
cabeza entre sus barrotes y su melena castaña atrapó el descuido de<br />
los hierros, mientras yo recordaba su estado la última vez que los<br />
había visto. Y calculé el tiempo transcurrido por décadas para no<br />
fallar.<br />
Observé triste su fachada, con la alegría de quien se reencuentra<br />
con un ser querido y la tristeza de verlo tan cambiado.<br />
Colé mi mirada por los cristales del patio central, y me encontré<br />
dentro como valiente caballero desafiando a los truenos y<br />
relámpagos en la noche de tormentas. Salí vencedor de buen número<br />
de ellas y sólo perdí aquellas en las que intervenía mi madre<br />
llevándome de la oreja fuera del alcance de la cristalera, que según se<br />
venía repitiendo generación tras generación alguna tormenta<br />
acabaría echándola abajo. Vuelvo al jardín y confirmo que tal<br />
tormenta no ha llegado aún.<br />
88
María pregunta si podemos entrar, sonrío asintiendo y ella<br />
vuelve a coger mi mano. Yo la miro antes de entrar. María no es una<br />
niña traviesa, todo lo contrario, es tranquila y hace gala de un buen<br />
sentido del humor, gusta de la conversación sobre todo si va<br />
acompañada de un buen batido de vainilla tomado sin prisas en<br />
alguna terraza.<br />
Me preparo para sus preguntas, cuanto yo le cuente lo<br />
recordará y Dios me libre de apoderarme de la verdad.<br />
En la escalera de la entrada, la maleza me dice que la casa ha<br />
estado abandonada los últimos años, puedo adivinar lo que se vería<br />
detrás de los cristales del vestíbulo si no estuvieran opacos por la<br />
suciedad.<br />
Bordeando la casa llegamos al jardín, la ansiedad del momento<br />
me hace ignorar el aspecto descuidado del mismo. Allí está en el<br />
centro, sombra de generaciones, compañero de juegos y testigo de<br />
compromisos inquebrantables, allí está el viejo ciruelo.<br />
Mientras tanto María se ha soltado de la mano, se adelanta a mis<br />
pasos y cuando la sombra del ciruelo oscurece su rostro, se gira y con<br />
los ojos muy abiertos exclama entusiasmada.<br />
—¡ Papá! Este es el árbol que aparece en mis sueños.<br />
—Si mi niña, como en tus sueños, estás a la sombra de este<br />
árbol, que es un ciruelo, que ahora tiene aspecto cansado pero que<br />
pronto estará como tú lo sueñas.<br />
Chirría la puerta de la verja y María sale corriendo.<br />
—¡Mamá, la casa donde vamos a vivir, tiene el árbol de mis<br />
sueños!<br />
En ese momento, llegó un soplo de aire fresco que meció las<br />
hojas del viejo árbol. Yo sentí que se me ensanchaba el alma y solo<br />
pude murmurar: «Gracias a ti por esperar».<br />
Rosi Serrano Romero (Móstoles, Madrid)<br />
89
Mystery of the book – Ciril Jazbec (Eslovenia) http://ciril.deviantart.com/<br />
90
Cómo duele el olvido…<br />
Disimularé, haré como que leo a S. de Beauvoir. Ella pregunta<br />
que qué es una mujer; yo me sigo preguntando a mí misma que quién<br />
soy, que de dónde proviene esta debilidad ante tu presencia que me<br />
trepa por dentro y me recorre toda como un gusano dejando su<br />
rastro de babilla arrastrada. Que por qué estás siempre diciendo algo<br />
que me llega, que me molesta, que me atañe, que me desplaza por mis<br />
recuerdos hasta llegar a lugares a los que no me conviene regresar.<br />
Haré como que continúo, mantendré el libro abierto. A nadie le<br />
extrañará esta faceta mía tan intelectual, están acostumbrados a<br />
verme con un libro entre las manos y mis lecturas son de lo más<br />
variopintas. Haré como que leo mientras continúo escuchando tu voz<br />
en la lejanía, condenados a compartir este claustrofóbico espacio. Es<br />
un sonido de aletargamiento, que me enerva y me adormece al<br />
mismo tiempo, que me sumerge en un extraño estado de alucinación<br />
extasiada mientras me transporto a otros tiempos ¡Qué vergüenza<br />
querer oler tu piel de nuevo! ¡Qué vergüenza querer tenerte tan cerca<br />
que se me erice otra vez todo el cuerpo! Me duele este deseo tan<br />
irracional que me sitúa fusionándome en ti a cada momento. Por eso<br />
he de mantenerme lejos, por eso me siento a distancia en la sala de<br />
juntas y cotilleo a escondidas tu agenda para ver por dónde andas y<br />
caminar en sentido contrario.<br />
Agacho la cabeza y rehúyo tus ojos, tus frases, tus gestos e<br />
intento bloquear mis oídos y mis sentidos todos, e intento que no<br />
existas. Y, sin embargo, no desapareces. Me dolió quererte, me duele<br />
olvidarte, me duele que seas y que estés, sobre todo que estés tan<br />
cerca. Tan cerca y tan lejos. Tan tópico. Tan trágico. Tal vez me<br />
escocería menos si hubieras muerto. Suena tremendo, pero es así.<br />
Porque no podría verte, ni escucharte y tendría, necesariamente, que<br />
dejar de esperar alguna noticia tuya.<br />
Alicia Muñoz Alabau (Valencia)<br />
https://www.facebook.com/PonerseAlas<br />
91
Ilustración de Adrián García Raga http://agarrailustracion.es/<br />
92
No te detengas<br />
Levántate cada día y respira<br />
Retén cada bocanada de aire<br />
Has elegido la vida<br />
Has elegido el movimiento<br />
No te pares nunca, continúa<br />
No pierdas el aliento<br />
Abre la puerta y sal a la calle<br />
Absorbe cada momento<br />
Corre, corre, más rápido<br />
Nota como el sudor recorre tu cuerpo<br />
El sudor del sufrimiento<br />
Huye de tus limitaciones<br />
Escucha el tambor de tus latidos<br />
Siente como todo se aleja<br />
Y solo quedas tú y tus pies<br />
Los problemas ya se fueron<br />
Son demasiado lentos<br />
Alcanza, alcanza un atardecer<br />
Bordea la orilla del rio<br />
O crea tu propio camino<br />
Renace, revive y recuerda<br />
Que si tu cuerpo alcanza la plenitud<br />
Tu alma también lo hará<br />
Adrián García Raga (Valencia)<br />
http://agarrailustracion.es/<br />
93
No smoking 2… - Tarikkeskin (Turquía)<br />
http://tarikkeskin.deviantart.com/<br />
94
La última calada<br />
Se llevó el cigarrillo a sus labios, le dio una última calada y<br />
aspiró el humo hasta que sintió que inundaba sus pulmones. Con el<br />
rostro contraído y rojo, las venas del cuello dilatadas, lo lanzó con<br />
precisión hacía el lugar de donde había salido como un huracán.<br />
—Maldita ―gritó a viva voz. Escupió en el piso con una mueca<br />
de desdén.<br />
Las callejuelas desoladas, el silencio y la complicidad de la noche<br />
le infundieron un mínimo de confianza y poco a poco menguó el<br />
temblor que recorría su cuerpo. Relajó los nervios. «Todo estará bien,<br />
no es real, no es real», se repetía una y otra vez.<br />
Recordó los últimos acontecimientos, esos que habían<br />
trastocado su mundo que él creía tan perfecto. Ella era la razón de su<br />
existir y desde que coincidieron eran inseparables, «se amaban,<br />
estaba seguro».<br />
Su mirada se posó en la rosa roja que había dispuesto para ella<br />
y que aún conservaba. Una lágrima pugnó por salir, con fuerza la<br />
borró con su mano.<br />
Cerró los ojos, «era mejor no pensar», se dijo, sin embargo los<br />
recuerdos se atropellaban en su memoria. Una imagen le quemaba en<br />
la sien y se hundía en su pecho como un puñal. Ella desnuda,<br />
dispuesta, entregada y... La puerta entreabierta, su perfume que<br />
impregnaba la alcoba a media luz, las velas aromáticas, el incienso,<br />
los susurros y gemidos ahogados, las risas, las voces masculinas, su<br />
presencia no advertida, no dar crédito a lo que estaba presenciando,<br />
el dolor punzante, la locura que hizo presa de sí, su rabia sorda y su<br />
orgullo herido, el sótano, el líquido, los acontecimientos descontrolados<br />
y su salida precipitada.<br />
95
Lenguas de fuego iluminaron la calle. El sonido de las sirenas de<br />
los bomberos, de la ambulancia y de la policía interrumpieron la<br />
calma, provocando que él volviera al presente y que en su interno<br />
algo se disparara.<br />
Con estupor, miró a su alrededor como intentando asimilar lo<br />
que se desarrollaba ante sí. «Es una pesadilla», se dijo.<br />
El humo negro y sofocante le obligó a taparse la boca con un<br />
pañuelo. Se recompuso y apuró el paso.<br />
Con la rosa roja en la mano, como acostumbraba, atravesó a<br />
grandes zancadas el espacio que lo separaba, se abrió paso entre la<br />
multitud. Corriendo, gritó:<br />
—Manuela... ―petrificado, se preguntó si era víctima de una<br />
alucinación. Se llevó las manos a la cabeza. Con dificultad se mantuvo<br />
en pie, caminó unos cuantos pasos y vomitó.<br />
—Manuela, Manuela... ―gritó a todo pulmón, en un intento por<br />
llegar hasta ella, pero se lo impidieron. Mientras, el fuego devoraba<br />
todo. Se sintió mareado y débil. El mundo giró a sus pies.<br />
Creyó escuchar las voces de sus vecinos que le llamaban por su<br />
nombre. Las murmuraciones mal intencionadas que llegaban como<br />
una ráfaga lejana, las especulaciones, el asombro, los lamentos, las<br />
lágrimas, la oscuridad y la nada.<br />
Unas cachetadas en su rostro le hicieron abrir los ojos. A su<br />
lado se encontraba un oficial de la ley.<br />
—¿Dónde está Manuela, mi esposa? ―dijo, mientras trataba de<br />
ponerse en pie.<br />
―Señor Pérez, lamento informarle que todos murieron.<br />
—¿Todos? ¿Cómo que todos? Manuela, Manuela... —dijo,<br />
mientras dos lágrimas rodaron por sus mejillas y de su pecho brotaba<br />
un grito ahogado— ¡No, Manuela...!<br />
96
—La mujer y los tres hombres que la acompañaban. ¿Los<br />
conoce? ―dijo el detective, mientras le acercaba varias fotografías de<br />
tres hombres desnudos y calcinados.<br />
Un escalofrío le recorrió; cuando por fin pudo controlar el<br />
temblor de su cuerpo, dijo:<br />
—No, nunca los he visto. No entiendo nada —se cubrió el rostro<br />
con las manos.<br />
Han pasado los años y los recuerdos de ese fatídico día aún<br />
laceran su memoria. Los murmullos y los cuchicheos, siguen<br />
resonando en sus oídos. ¡Cornudo!<br />
―¡De mí nadie se burla! —dijo, lanzando el cigarrillo y<br />
apagándolo con fuerza contra el piso. Una sonrisa burlona se dibujó<br />
en sus labios.<br />
Lucía Uozumi (Miyazaki,Japón)<br />
http://www.mishumildesopiniones.com<br />
97
Babe I’m Gonna Leave You<br />
Film Noir – Anna Mock https://www.behance.net/anamock<br />
Desperté aullando, con las sábanas totalmente pegadas a mi<br />
cuerpo, empapadas en sudor. Me senté en la cama, tapándome la cara<br />
con las manos, aún temblorosas. No me lo podía creer. Nina había<br />
vuelto de nuevo a mis pesadillas. Nina había vuelto a sentarse en mi<br />
cama, había vuelto a arañar mis entrañas mientras dormía. Nina, mi<br />
tumor cerebral.<br />
Hacía más de un año de la ruptura, pero los remordimientos<br />
seguían ahí. Acosándome a diario. Su perfume en cada maldita<br />
esquina, su curvilínea sombra proyectada en el sofá, con la copa de<br />
vermut en la mano. El rastro de su pintalabios estampado en el cuello<br />
de mis camisas, marcándome como una posesiva gata en celo.<br />
98
Nina y sus demonios interiores. Se solía sentar en el suelo y<br />
llorar. A veces rompía las copas de vermut y me arañaba la cara con<br />
los cristales rotos. Cuando bebía, le gustaba hablar de un amor no<br />
correspondido. Cerré los ojos. Hacía más de un año que se marchó,<br />
pero su risa histérica me despertaba de madrugada, más a menudo<br />
de lo que quisiera recordar, y yo no podía dejar de sentir escalofríos<br />
hasta registrar todos los malditos rincones de mi casa y asegurarme<br />
de que ella no estaba allí.<br />
Yo tan sólo quería volver a dormir sin escuchar sus gemidos, sin<br />
sentir su cálido aliento en la nuca, sin encontrarme con esos ojos<br />
felinos, con el eye-liner corrido y la sonrisa rota. Mirándome a todas<br />
horas. Siguiéndome a todas horas.<br />
«Quiero dejarlo, nena», le dije. Era primavera, y ella llevaba un<br />
nuevo perfume adherido a su cuello, y una flor en el pelo. Me sonrió<br />
con tristeza. Después, intentó agredirme y arañarme la cara, y gritó<br />
hasta desgarrarse la voz. Intentó arañarme los ojos. Gritaba que<br />
jamás dejaría que ninguna otra estuviese bañándose en ellos. Estaba<br />
desesperado por volver a saborear la agridulce soledad. Estaba tan<br />
cansado de ella, de nosotros, del vermut y de su autodestrucción.<br />
Acerqué mis manos a su cuello. La flor que adornaba su cabello se<br />
cayó.<br />
Mientras me levantaba y caminaba sin rumbo por el dormitorio<br />
que una vez compartí con ella, quise recordar qué hice con aquella<br />
flor, en un fallido intento de cerrar mi mente y no recordar su piel<br />
pálida y fría. Sus ojos mirando a un punto fijo, y a la vez mirándome a<br />
mí. Juzgándome, incluso después de muerta. O quizás planificando<br />
nuestro reencuentro en su particular infierno.<br />
olvidarla.<br />
En el fondo de mis arañadas entrañas, sé que jamás podré<br />
Christine Carcosa (San Pedro del Pinatar, Murcia)<br />
http://christinecarcosa.wordpress.com<br />
99
II Recital de relatos y poesía Valencia Escribe<br />
Kaf Café – Benimaclet<br />
Foto de familia<br />
¡Qué magnífica tarde la que pasamos el sábado 9 de mayo en el Kaf!<br />
Juventud y madurez, unidas por el amor a las palabras. Todos<br />
superando el pánico escénico, para compartir textos propios y de<br />
otros compañeros que, por residir demasiado lejos, no pudieron<br />
acompañarnos. Estos encuentros son los que hacen que valga la pena<br />
cualquier esfuerzo. A ver si en septiembre nos podemos volvernos a<br />
reunir…<br />
100
Diseño de portada: Daniel Sebastián Castañares<br />
Próxima presentación – Atentos a Facebook<br />
«Buffet Libre» nació como idea en el transcurso de una comida<br />
informal, celebrada por varios componentes de este colectivo<br />
literario en un Wok de la ciudad. Propusimos luego a todos nuestros<br />
amigos y compañeros participar en un concurso a través de<br />
Facebook. El resultado: 75 creaciones de 29 autores diferentes,<br />
principalmente microrrelatos, con la comida y la bebida como excusa<br />
principal o trivial de una historia. Textos negros, románticos,<br />
cómicos, salvajes, fantásticos, poéticos, reflexivos, dramáticos,<br />
estrafalarios... Todo tiene cabida en este heterogéneo Buffet. Si tenéis<br />
apetito de letras, no dejéis pasar esta magnífica oportunidad. Daros el<br />
gusto, saciaros.<br />
101
¿Quieres leer números anteriores de VALENCIA ESCRIBE?<br />
Número 6 (Octubre 20<strong>14</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/27265105/valencia-escribe<br />
Número 7 (Noviembre 20<strong>14</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/28678666/valencia-escribe<br />
Número 8 (Diciembre 20<strong>14</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/31901336/valencia-escribediciembre-20<strong>14</strong><br />
Número 9 (Enero <strong>2015</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/33276829/valencia-escribe<br />
Número 10 (Febrero <strong>2015</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/36668955/valencia-escribe<br />
Número 11 (Marzo <strong>2015</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/37267896/numero-11-marzo-<br />
<strong>2015</strong><br />
Número 12 (Abril <strong>2015</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/37877341/numero-12-abril-<br />
<strong>2015</strong><br />
Número 13 (Mayo <strong>2015</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/38579520/numero-13-mayo-<br />
<strong>2015</strong><br />
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102
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