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mente latía el temor de<br />

siempre: Me van a jugar otra<br />

vez una bromita, de esas<br />

gachas. Por esa sospecha no<br />

les marcó a los demás. Sin<br />

embargo, otra intensa<br />

sensación lo recorría de arriba<br />

abajo, indefinible efecto sin<br />

presencia y palpable en tantas<br />

formas como miedo. Y es un<br />

poco diferente si en la espalda<br />

se te posa un vengativo<br />

escalofrío errante. Y la lluvia<br />

se espesa, y por supuesto que<br />

no se entiende nada, mejor se<br />

va despacito, y llega a su casa<br />

y entiende menos. La<br />

parafernalia es grande:<br />

ambulancia, patrullas, luces<br />

encarnizadas, paraguas de<br />

mal agüero, los reporteros de<br />

la fuente, la multitud salida de<br />

quién sabe dónde, ansiosa de<br />

que le toque algo de sangre o<br />

vísceras. Se acerca con<br />

incertidumbre; se había<br />

imaginado un incendio, un<br />

ataque terrorista contra la<br />

vecina, pero no; al acercarse<br />

al cerco policíaco distingue<br />

que del edificio sale una<br />

camilla, y a quien llevan es al<br />

Manotas. Su estado deja<br />

pálido a Jaime, nunca lo había<br />

visto así, de hecho nunca<br />

había visto a alguien así, tan<br />

perdido en el miedo, le<br />

faltaban mechones en el pelo,<br />

como que se los habían<br />

arrancado a mano limpia<br />

mientras lo ahorcaban. Se<br />

acerca más. Cuando su amigo<br />

lo ve, entra a una zona más<br />

honda tras los gritos que pega<br />

un aterrorizado amarrado en<br />

camilla: ¡Mira lo que me<br />

hicieron, carnal, querían<br />

matarnos, rompe el maldito<br />

vidrio, están en tu casa, mira<br />

cómo me dejaron Jimmy,<br />

mátalos, mátalos! Tuvieron<br />

que volver a sedarlo para<br />

trasladarlo al hospital.<br />

Alrededor de la escena, uno<br />

con ojo experto en la muerte y<br />

que observaba todo por ahí,<br />

notó ese intercambio de<br />

miradas entre los gritos de<br />

advertencia; cuando se<br />

llevaron al enloquecido el tira<br />

fue a interrogarlo. Él respondió<br />

a todo con claridad y calma;<br />

no mentía cuando decía que<br />

estaba igual que ellos: sin<br />

saber nada. ¿O ya saben<br />

algo?, oiga, y por cierto:<br />

¿dónde está la mujer que me<br />

habló? Ya se la llevaron, iba<br />

en shock aunque no histérica<br />

como su cuate –dijo el tira.<br />

¿Pero qué pasó?, pidió Jaime.<br />

El policía le contestó con más<br />

preguntas.<br />

Tras declarar y firmar lo<br />

correspondiente en la agencia<br />

del ministerio público, volvió a<br />

su casa. Al meter la llave en la<br />

puerta pensó en Leopoldo: ¿a<br />

quién había que matar? A<br />

partir de que abrió, otras<br />

interrogantes comenzaron a<br />

aparecérsele sólo de mirar el<br />

departamento; un desbarajuste,<br />

todo fuera de lugar a<br />

excepción del espejo. No era<br />

un desastre aunque había<br />

huellas de cierta violencia en<br />

la mesa volteada, sillas…<br />

como azotadas; rara esa<br />

sangre en el baño, en la<br />

cocina, la habitación, mientras<br />

las preguntas le crecían: ¿qué<br />

hicieron estos locos? ¿Qué es<br />

esto? ¿Qué pasó aquí? Esta<br />

última se la hizo justo al pasar<br />

por el espejo y se le subieron<br />

muchas respuestas al mismo<br />

tiempo, en la nuca, en las<br />

nalgas, en cada orificio.<br />

Sigues tú idiota… ¡Mira cómo<br />

me dejaron carnal!... ¿No<br />

quieres que me vea bonita?...<br />

…esa sangre en el baño, en la cocina, la<br />

habitación…<br />

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