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07. Las Corrientes del Espacio

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

La historia ocurre durante el ascenso de Trántor desde ser una gran potencia regional hasta convertirse en un Imperio Galáctico, unificando millones de planetas. Esta historia ocurre alrededor del año 11.000 d. C. (inicialmente 34.500 d. C., según la cronología a principios de los años 1950), cuando el Imperio Trantoriano abarca aproximadamente la mitad de la Vía Láctea.

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«Pa» aparecía humildemente desde otra habitación. Andaba despacio. No era nada nuevo para él que en la<br />

puerta hubiese un patrullero; pero consideraba más seguro que la chiquilla le abriese la puerta. Era menos fácil<br />

que fuese derribada inmediatamente que si abría él, si por casualidad el patrullero estaba encolerizado.<br />

-¿Tu nombre? -preguntó el Edil.<br />

-Jacof, para servirle, señor.<br />

El uniforme <strong>del</strong> Edil llevaba un pequeño carnet de notas en el bolsillo. Lo abrió, lo estudió brevemente, hizo una<br />

rápida marca y dijo:<br />

-Jacof... sí, Quiero ver a todos los miembros de la familia. ¡Pronto!<br />

Si hubiese sido capaz de sentir otra cosa que una opresión casi sin esperanzas, Terens casi se hubiese<br />

divertido. No era inmune a los seductores placeres de la autoridad.<br />

Aparecieron todos. Una mujer <strong>del</strong>gada, inquieta, con un chiquillo de unos dos años en los brazos. La chiquilla<br />

que le había abierto la puerta y un hermano más pequeño.<br />

-¿Eso es todo? -Todo, señor -dijo humildemente.<br />

-¿Puedo ocuparme <strong>del</strong> pequeño? -preguntó la mujer con ansia-. Es la hora de la siesta. Iba a meterlo en la<br />

cama -levantaba al chiquillo en alto como si la imagen de la inocencia pudiese ablandar el corazón de un<br />

patrullero.<br />

El Edil no la miró. Un patrullero, pensó, no la hubiese mirado y él era un patrullero.<br />

-Acuéstelo y <strong>del</strong>e un terrón de azúcar para que se calle; ¡Ahora tú, Jacof!<br />

-Sí, señor.<br />

-¿Eres persona responsable, verdad, muchacho? -un indígena de la edad que fuese era siempre un<br />

«muchacho».<br />

-Sí, señor. -Los ojos de Jacof brillaron y sus hombros se enderezaron ligeramente-. Soy empleado de un "centro<br />

alimenticio. Sé matemáticas superiores, divisiones y logaritmos.<br />

Sí, pensó el Edil, te han enseñado cómo servirse de una tabla de logaritmos ya pronunciar este nombre.<br />

Conocía el tipo. Aquel hombre estaba más orgulloso de sus logaritmos que un Noble de su yate. El cristal<br />

polarizado de sus ventanas era la consecuencia de los logaritmos y los ladrillos de colores <strong>del</strong>ataban las<br />

matemáticas superiores. Su desprecio por el indígena ineducado sería igual al <strong>del</strong> Noble medio por todos los<br />

indígenas y su odio más intenso por tener que vivir entre ellos y porque le considerasen como uno -de ellos sus<br />

superiores"<br />

-¿Crees en la ley, verdad, muchacho, y en los buenos Nobles? -prosiguió el Edil manteniendo su impresionante<br />

ficción con la consulta de la libreta.<br />

-Mi marido es un buen hombre -saltó la mujer con animación-. No ha tenido nunca disgustos. No se mete en<br />

líos. Ni yo tampoco. Tampoco los chiquillos. Siempre...<br />

-Sí, sí... -dijo Terens haciéndola callar con un gesto-. Bien, mira, muchacho. Te vas a sentar aquí y hacer lo que<br />

te diré. Necesito la lista de todos los que viven en este bloque de casas. Nombres, direcciones, lo que hacen y<br />

qué clase de muchachos son. Especialmente esto último. Si hay algunos de estos perturbadores, quiero saberlo.<br />

Vamos a hacer limpieza. ¿Entendido?<br />

-Sí, señor. Sí, señor. En primer lugar está Husting. Vive allí, al final <strong>del</strong> bloque. Es...<br />

-No, no, así no. Dale un trozo de papel, tú. Ahora siéntate y escríbelo todo. Escribe despacio, porque no puedo<br />

leer vuestras patas de gallo.<br />

-Tengo la mano acostumbrada a escribir, señor.<br />

-Veamos, pues.<br />

Jacof se puso manos a la obra escribiendo lentamente. Su mujer le observaba por encima <strong>del</strong> hombro. Terens<br />

se dirigió hacia la chiquilla que le había abierto la puerta.<br />

-Ponte en la ventana y dime si ves más patrulleros por aquí. Puedo querer hablar con ellos. Pero no les llames.<br />

Dímelo nada más.<br />

Y entonces, por fin, pudo descansar. Había conseguido hacerse un momentáneo refugio en medio <strong>del</strong> peligro.<br />

Salvo el ruido <strong>del</strong> chiquillo, chupando en un rincón, el silencio era absoluto. Le advertirían de la posible<br />

aproximación <strong>del</strong> enemigo y podría intentar una escapatoria.<br />

Ahora podía pensar.<br />

En primar lugar, su papel como patrullero casi había terminado. Probablemente, todas las salidas de la ciudad<br />

estaban bloqueadas y sabían que no podía utilizar medios de transporte más complicados que un scooter<br />

diamagnético. Los patrulleros de investigación no tardarían en comprender que sólo con un fraccionamiento<br />

sistemático de la ciudad, bloque por bloque, casa por casa, podían apoderarse de su hombre.<br />

Una vez lo hubiesen decidido es evidente que empezarían por las afueras de la ciudad, avanzando hacia el<br />

interior. En este caso, aquella casa sería de las primeras en ser registrada, de manera que el margen de que<br />

disponía era relativamente limitado.<br />

Hasta entonces, pese a su llamativo uniforme negro y plata, éste había sido efectivo. Los indígenas no habían<br />

dudado de él. No se habían detenido al ver la palidez de su rostro floriniano. Ver un uniforme había bastado.<br />

Pero la verdad no tardaría en aparecer ante los sabuesos. En el acto radiarían instrucciones a los indígenas de<br />

que desconfiasen de todo patrullero que no pudiese exhibir su documentación en regla, especialmente si tenía<br />

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